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María Camila Fonseca Caro

Curso de fundamentación – Primer parcial (reseña)

RESEÑA
El texto intitulado Sobre el futuro de nuestras instituciones educativas, reúne cinco
conferencias dictadas por Nietzsche en el año 1872, de las cuales el presente texto atenderá
solo a la primera y la quinta. Ellas son iluminadas por una introducción y un prólogo que no
sólo resultan sugerentes y orientadores para las ideas propuestas en las conferencias, sino
que, además, se presentan como un aviso de atención para nosotros, sus lectores u oyentes,
quienes participamos de los efectos que vienen desarrollándose ya desde el año en que
aquellas conferencias son dictadas; efectos entre los cuales una lamentable decadencia y
desorientación de las instituciones educativas es síntoma.
Así pues, podemos decir que es un texto con la actualidad suficiente para sentirnos
interpelados y participes del diálogo que a este subyace. Ya en el prólogo, casi que, a modo
de pregunta, se nos hace pensar en el tipo de oyentes que seremos, es decir, o bien, lectores
sometidos al ajetreo diario, afanados por la rápida y superflua lectura ansiosa de contemplar
cada vez más nuevos ‘propios’ productos, es decir, lectores afanosos por seguir construyendo
‘montañas enteras de papel impreso que les cubren hasta arriba’, detrás de las cuales buscan
olvidarse de sí, o, por el contrario, lectores con tiempo, despreocupados de la dinámica
acelerada que exige cada vez más nuestra sociedad; lectores que “(…) reflexionan incluso
sobre lo leído, quizás mucho tiempo después de haber dejado el libro. Y, sin duda, no para
escribir una reseña u otro libro, sino simplemente ¡por reflexionar! ¡Frívolo derrochador!”
(p. 487)

Antes de entrar a discutir algunas de las ideas más sugestivas de las conferencias, debemos
tener presente que el texto transita en medio del género narrativo-dialógico, pero, valga
aclarar, no por ello menos filosófico, ni carente de pensamientos profundos y elaborados. Las
conferencias, pueden verse más como un intento por suscitar la reflexión acerca de las
instituciones educativas alemanas y poner en cuestión su desarrollo, que por demostrar una
tesis univoca y contundente que pretenda cerrar la reflexión. Ello se logra, entre otras cosas,
al recurrir a la narración. Sus conferencias son el relato de una conversación entre un filósofo
y su acompañante, a quienes él y su amigo, caracterizados por su indiferencia hacia un
porvenir profesional, por la despreocupación hacia cualquier propósito para el futuro, y,
entonces, gozoso del instante intemporal, tuvieron la ‘casualidad’ de escuchar y de participar
en su conversación. En su relato, se presentan puntos de vista que, aunque postulan una tesis
clara (tesis que Nietzsche, de manera explícita, se apropia en la introducción), lo que en
realidad parece estar detrás de ella es el cuestionamiento por el estado actual de las
instituciones educativas y la esperanza a su renovación; por lo que, con reservas, Nietzsche
ha llamado el ‘futuro’ de aquellas instituciones.
Si queremos, entonces, resaltar alguna de las cualidades de este escrito, podríamos empezar
con la relacionada al estilo, cuya originalidad reside en que en él se conjugan, si es posible
decirlo, dos géneros, debido a los cuales se hace este irreducible a una única mirada ya sea
enfocada en lo más literario, o bien en las reflexiones argumentativas explicitas. Debemos
pues tener un ojo lo bastante hábil, para, tal como lo aconseja Nietzsche, poder adivinar lo
que solo se pudo insinuar y completar lo que debió omitirse. (cf. p. 488)
En la introducción se aclara el sentido con el que la palabra ‘futuro’ es puesta en el título, a
saber, no con el fin de profetizar un modelo para las instituciones educativas alemanas, sino
con la esperanza en una renovación, reanimación y depuración de la ‘originaria’ institución
educativa, de modo que, pensar en su futuro sea augurar una victoria, en algún sentido, ya
presente y contenida en la naturaleza misma de estas instituciones. Conforme a ello, la tesis
es que “Dos corrientes, en apariencia opuestas, pero igual de nocivas en sus efectos y
confluyentes en sus resultados, dominan las instituciones educativas que, en su origen, se
fundaron sobre muy diversos fundamentos.” (p. 486) Una de aquellas corrientes corresponde
a el impulso de reducción y debilitamiento de las mismas, y la otra a su mayor ampliación
posible.
Ahora bien, solo basta con plantear esta tesis para preguntarnos qué significan para Nietzsche
aquellas ‘instituciones educativas’, qué fin deben perseguir y cuál es su más originario
sentido. Una primera insinuación que engrosará su sentido en el transcurso de las
conferencias es entenderlas no como meros ropajes, sino como “monumentos vivos de
movimientos significativos de una Cultura, (…), [que] nos unen con el pasado del pueblo, y
son, en rasgos esenciales, un legado (…) sagrado y venerable (...)” (p. 484) En otras palabras,
no se trata de instituciones que, a modo de ropajes, respondan a una utilidad material
enmarcada en la necesidad vital del presente y el porvenir, sino que, como la palabra misma
‘monumento’ lo insinúa, se trata de una institución en la que tiene lugar el diálogo
memorativo con el pasado, que resguarda y actualiza (en nuevo movimiento) sentidos o
significados con los cuales una Cultura se ha erigido.
Sin embargo, es claro que aquel modelo-monumento de institución no corresponde en gran
medida con el desarrollo histórico que ya desde la época de este escrito venía perdiendo su
cauce, y optando por otros fines y fundamentos, hasta mutar a lo que hoy conocemos por
institución educativa. Aquellos cauces Nietzsche los ha delimitado en los dos impulsos de
reducción y ampliación, mencionados previamente.
La ampliación, por su parte, se haya motivada por tres dogmas, uno de ellos responde a la
economía política. Con él se traza como objetivo último de la educación la utilidad y, por
ende, la ganancia (la mayor ganancia de dinero). La educación se encuentra entonces
encaminada hacia el conocimiento de las formas de cómo ganar dinero de la manera más
fácil, y hacia el desarrollo de las técnicas destinadas a ese mismo fin. “Tomando como base
esta tendencia, habría que definir la educación como el discernimiento con el que se mantiene
uno «a la altura de su tiempo»” (p. 497) De ello resulta una educación que desprecia fines
más allá de la lógica: producción-utilidad-ganancia, y que ofrece de la Cultura apenas lo que
cumple con aquella exigencia. Otro de los dogmas responde al miedo a una opresión
religiosa, en él, la educación juega el papel de sustituir y anular los instintos religiosos. Y el
tercero de ellos corresponde a una educación que se desarrolle en conformidad con el
beneficio del Estado. Es de notar, que en aquella empresa el Estado “(…) se sabe lo bastante
fuerte como para poder someter bajo su yugo incluso al más fuerte desencadenamiento de la
educación (…), y justifica aquel poder a partir de la educación extendida hacia sus
funcionarios, educación que se ha subordinado a el Estado. (p. 498)

En lo que respecta al impulso de reducción y debilitamiento de las instituciones educativas,


se nos presenta como fenómeno sintomático el ‘ansiado’ servicio y subordinación del erudito
hacia la ciencia, y el estudio de esta, cada vez más extendido, detallado y ‘preciso’. Surge
por eso la exigencia, cada vez mayor, de especializarse para contribuir con el ‘desarrollo’ de
la ciencia, y continuar produciendo en este campo de la «fidelidad en los detalles». Sin
embargo, tales exigencias suponen la pérdida de un conocimiento general, abarcante y
unificador; suponen una reducción de la educación a tal punto que aquel que se hace
especialista, continúa igual de ignorante al vulgo en los demás saberes que su minuciosa y
reducida especialidad no abarca. “Un especialista de calidad se asemeja, pues, al obrero que
a lo largo de toda su vida no hace otra cosa que un determinado tornillo o una manivela para
un determinado utensilio o para una máquina, en lo que, indudablemente, adquirirá un
increíble virtuosismo.” (p. 498) Y si avanzamos con pasos más largos nos encontraremos con
que aquella reducción termina por aniquilar la educación entendida como Bildung, es decir
como formación y desarrollo personal, y no, por el contrario, como la mera adquisición de
contenidos exteriores, y el desarrollo de una técnica que la mayoría de veces se olvida de la
formación del individuo.

Pero el escrito que aquí abordamos no solo nos señala estos impulsos que debilitan al sistema
educativo, sino que también nos muestra cómo aquella crisis termina siendo una crisis
también hacia la individualidad de los que en su época eran llamados genios, filósofos u
hombres preocupados y entregados a la Cultura. Junto a aquellos impulsos dogmáticos nos
encontramos con la tendencia hacia la llamada ‘autonomía’, que empieza desde la temprana
etapa del bachillerato a ser eje articulador en el sistema educativo. Allí, se tiene la idea de
que el bachillerato es el lugar donde se prepara al estudiante para ser autónomo, y en últimas,
para poder ocupar la ‘posición extraordinariamente libre del universitario’.

¡Época afortunada, en la que los jóvenes son lo bastante sabios y cultivados como para ejercer
la tutela de sí mismos! ¡Insuperables las escuelas de bachillerato, que consiguen implantar la
autonomía allí donde otras épocas creían deber implantar dependencia, disciplina, sumisión,
obediencia, y deber rechazar toda arrogancia de la autonomía! (p. 535 – 536)

¿Pero, de qué libertad se trata? ¿a precio de qué se abandona la dependencia, la disciplina y


la sumisión, por esa arrogante e ingenua Autonomía? E incluso, si me lo permiten, ¿mantiene
nuestra época aquel ideal de autonomía para la juventud? Según el texto, y conforme a la
época, es una libertad de habla y escucha, mediada ocultamente por el interés último del
estado. Se le exige al estudiante producir juicios y criticas ‘propias’ y su autonomía radica
en ser juez validador y seleccionador de lo que escucha; no se requiere más del voto de
confianza hacia su maestro. Pero ¿puede realmente hacerlo, teniendo en cuenta la
especialidad con la que ahora se trata la ciencia, y, más aún, teniendo en cuenta que es en
“esa edad, que ve sus experiencias envueltas en un arco iris metafísico, (…) [que]se ha
convencido repentina y casi instintivamente de la ambigüedad de la existencia y ha perdido
el terreno sólido de las opiniones tradicionales mantenidas hasta la fecha” (p. 536)? Tales
puntos se hacen interrogantes, y se erige como respuesta: la caída del joven, un intento de
huir de sí mismo, adentrándose y distrayéndose en una actividad útil, o en la sobreproducción
de textos. Terminan en actitud escéptica buscando consuelo en un quehacer constante. En
realidad, tal como es de necesaria la presencia del director para la armonía y orientación de
la orquesta –una necesidad en algún sentido también estética, así de necesaria es también la
relación entre guía y guiado en todo orden intelectual. (cf. 542)

Y esta caída de los jóvenes, nos los relata Nietzsche, viene también acompañada de una
decadencia hasta la pérdida casi que completa de la filosofía en las universidades; y con ella
la desaparición también de la educación. Pues en ellas, la filosofía ha sido remplazada por
una historia o una filología que tiene como objeto a la filosofía. Es decir, los problemas
filosóficos no nos aparecen como verdaderos interrogantes o interpelaciones hacia nosotros
mismos, sino como simples temáticas sobre las cuales se ha dicho e interpretado bastante, y
de las cuales solo queda hacer juicios neutrales.

Quisiera, por último, acentuar la actualidad que este texto muestra para replantear y repensar
nuestras instituciones educativas. Claramente, no aceptando necesariamente la totalidad de
ideas, sino más bien cuestionando muchas que solo soslayamos y pasamos por alto. Por
ejemplo, pensar qué tan viable es la independencia del estado con la Universidad, y, además,
la Cultura (principal objeto de la universidad) con estado; o incluso la posibilidad de
preexistir el Bildung (cultivo o formación) y la especialidad en la universidad.

BIBLIOGRAFÍA:

Nietzsche., Obras completas Volumen I escritos de juventud. Tecnos, Madrid, 2011.

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