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MARTIN

HEIDEGGER
Experiencias
dei p e n s a r
¡2 CIQIO-I976)
MARTIN HEIDEGGER
Experiencias del pensar
(1910-1976)
LECTURAS
Serie Filosofía
DIRECTOR Fé lix D U Q U E

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preimpresión E s c a r o l a L e c z in s k a
impresión Punto verde, s .a .
MARTIN HEIDEGGER

Experiencias del pensar


( 1 9 1 0 -1 9 7 6 )

edición de
HERMANN HEIDEGGER

traducción de
FRANCISCO DE LARA

A B A D A EDITORES
LECTURAS DE FILOSOFÍA
Un grano en el suelo,
una palabra a lo lejos,
de todo tú cosechas,
de todo, cuando es tiempo.
L in a K r o m e r , Obereggenen
ABRAHAM DE SANTA CLARA

Sobre la inauguración de su monumento en Kreenheinstetten


el 15 de agosto de 1910

El acento natural, sanam ente vivo y a veces fuertem ente g ran u ­


lado otorga al acontecim iento su cuño específico. E l m odesto
pueblo de Kreenheinstetten, con sus habitantes pertinaces, indivi­
dualistas y seguros de sí m ism os, yace soñ oliento en la d ep re­
sión de u n valle. H asta el cam panario de la iglesia es extrava­
gante. A diferen cia de sus h erm an o s, no dirige su despejada
m irada hacia el cam po, sino que su pesadez le obliga a enterrarse
entre los tejados de color rojo oscuro. La regió n casi am orfa,
los oscuros bosques de abetos velados p o r la niebla y la deslum ­
b rante piedra caliza relam pagueando in term iten tem ente aquí y
allí, p ro d u cen u n extraño efecto.
C o n esta sencillez, claridad y verdad se presenta la fiesta de
in au g u ració n . A vanzando a través de las arqueadas calles en
atu end o festivo, el desfile, sin p o m pa alguna p ero consciente
de su im portancia, al más p u ro estilo del H euberg, se ha re u ­
n id o con los m últip les forastero s ante el m o n u m e n to , en el
lado sur de la iglesia.
« E l cielo alaba» —se oye e n el caluroso aire veraniego,
preñado de to rm enta. U n ciudadano saluda m al que bien a los
invitados. El párroco Geftler de Engehvies explica la génesis del
m on um ento, recuerda lleno de agradecim iento a la loable ciu­
dad de V iena, que puso el « fu n d a m e n to para rescatar el
h o n o r» del predicador de su corte, m enciona elogiosam ente al
benem érito spiritus rector en la génesis del m on um ento, el C o n ­
sejero E spiritual y deán M ichael B urger (de G óggingen), y hace
entrega del m on u m en to a la parroquia.
8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

«V iena y K reenheinstetten se dan hoy la m an o » , anuncia


a la asamblea festiva u n alto delegado de la ciudad im perial, capi­
tal y residencial de Viena. A braham de Santa C lara fue para la
ciudad du ram en te asediada u n hom bre providencial, com o lo
serían después Clem ens M aria H ofbauer y el inolvidable Lueger.
Las palabras finam ente escogidas, la fidelidad convencida y el
am or al pueblo del austriaco producen el efecto de u n hechizo.
La m úsica, las canciones y la recitació n de poem as se
altern an ágilm ente y el o rad o r (hijo, él m ism o, del rudo H eu -
berg), el p á rro c o M a rtin de E igeltingen, sube a la trib u n a .
«¿M erece A braham u n m o n u m en to ? ¿P or q u é ? » . El o rad o r
dibuja a sus «q uerid os paisanos» la vida del Padre A braham en
u n arre b a ta d o r discurso p o p u la r con toques esporádicos de
h u m o r y, de ese m o d o , resp o n d e a la p reg u n ta. El discurso
solem ne, n a tu ra l y p ro fu n d am en te sen tid o , culm inó en la
siguiente frase: « E l am o r a Jesús el C rucificado fue el p r o ­
gram a de vida del Padre A b rah am » . Elablaba u n a fuerza cató­
lica originaria, la fidelidad a la fe y el am or a D ios.
Es preciso conocer el am biente de K reenheinstetten, estar
h o n d a m e n te p en etrad o p o r la fo rm a de p en sar y el estilo dé
vida de los hab itantes del H eu berg, para e n te n d e r p o r co m ­
pleto el carácter singularm ente atractivo del Padre A braham .
E l creador del m o n um ento, el escultor M arm on (de Sig-
m aringen) realizó su tarea m aravillosam ente. La genial cabeza
(m uy p arecid a a la del viejo G oethe) p erm ite adivinar tras su
alta y plástica frente aquel pro fu n d o e inagotable espíritu al que
in fu n d ie ro n vigor u n a energía inflexible, resistente a las in cle­
m encias del tiem po, y u n siem pre palpitante afán de em presas.
La salud del pueblo en cuerpo y alma: he aquí lo que el p re d i­
cador verdaderam ente apostólico preten día. D e ahí sus in tré ­
pido s golpes co n tra to d a co n cepción terren a, m u n d an a y
sobrevalorada de la vida. La historia de la literatura y de la cul­
tu ra h a con tem plado de o tro m od o al entonces llam ado
ABRAHAM DE SANTA CLARA 9
« b u fó n » . Su h u m o r picaro, su gracia rebosante, su iro n ía a
m enudo m ordaz, form ulados en u n lenguaje conciso, preciso,
dúctil y flexible, sólo son com prensibles p o r la existencia en él
de u n genio orato rio dotado artística y creativam ente. Y, co n ­
sid eran d o sus citas de la B iblia, los padres de la Iglesia, los
escritores m ísticos y profanos, todas ellas finam ente escogidas,
¿q u ién se atreverá a p o n e r en du d a la vasta fo rm ació n te o ló ­
gico-científica y la erudición del Padre A braham ?
¡Si n u estro tiem p o de la cu ltu ra ex terior y lo efím ero
d irig iera su m irad a Lacia delante co n sid eran d o lo que está
detrás! La fu ria de la in no vació n que se p recip ita hasta el
fond o, el saltar alegrem ente p o r encim a del p ro fu n d o co n te­
n id o esp iritu al de la vida y el arte, el sentido m o d e rn o de la
vida, dirigido a estím ulos m om entáneos que se van alternando
incesantem ente, el bochorno a veces asfixiante en que se mueve
to d a form a actual de arte, so n m otivos que a p u n tan a u n a
decadencia, a u n a lam entable d ism in u ció n de la salud y del
valor trascendente de la vida.
M odelos com o A braham de Santa C lara d eb en co n se r­
varse en tre n o so tro s y seguir actuando silenciosam ente en el
alm a del p u eb lo . Q u e sus escritos sean m o n ed a todavía más
co rrien te, y que su espíritu diga la palabra sin rep ristin ació n
alguna y devenga u n poderoso ferm ento para m an ten er sana y,
donde sea preciso, curar u n a y otra vez el alm a del pueblo.
PRIMEROS POEMAS

E s p l e n d o r m o r ib u n d o *

O to ñ o prem atu ro que sonríes,


¡abre la pu erta del jardín!
Llévame, oh áureo,
en u n a m archa joven y alocada.

A saludar de nuevo
al esplendor m orib u n d o ,
a cam inar de nuevo
entre la tarde y la noche.

T u crujiente hojarasca,
estrem eciéndose en la m uerte,
siente todavía al caer
la p en u ria que se acerca.

T u anhelante soñar
en este día p o b re de sol,
¿busca en el seto
a las cansadas rosas?

STERBENDE PRAGH T / / L achender F rü h h e rb st, / Das G a rte n to r auf! / F ü h r


m ich, du goldner, / Im ju n g -to llen Lauf. / / N och einm al zu grüften / Die ster-
b en d e P racb t, / N o ch einm al zu w an d érn / Zw ischen A b en d u n d Ñ achí. / /
D ein raschelndes L aub / E rsch au e rn d im T od / S p ü rt n o ch im Fall / D ie
nahende N ot. / / D ein sehnendes T ráu m en / Im son narm en Tag / Sucht es die
m üden / R osen im H ag?
EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

H o r a s d e G é t s e m a n í*

H oras de G etsem aní en m i vida:


en la luz som bría
de u n a vacilación desalentada
a m enudo m e visteis.

L lorando grité: nunca en vano.


M i joven ser,
cansado de lam entarse,
confió sim plem ente en el ángel « G racia» .

E sperem o s

Esperem os escuchando ante la p u erta


del ja rd ín de la prim avera,
hasta que se eleven las alondras,
hasta que los cantos y violines,
el m u rm u rar de las fuentes
y los plateados
cencerros de los rebaños
form en u n coro m undial de la alegría.

ÓLBERGSTUNDEN / / Ó lb erg stu n d e n m eines L ebens: / im d ü ste rn S chein /


m utlosen Zagens / habt ih r m ich oft geschaut. / / W einend rie f ich: nie verge-
bens. / M ein junges Sein / hat m ü d des K lagens / dem E ngel » G n a d e « n u r
vertraut.
W lR WOLLEN WARTEN // V orm T o r zum F rühlingsgarten / wolleii w ir ho rch en d
w arten, / bis die L erchen steigen, / bis L ieder u n d G eigen, / das M urm eln der
Q uellen, / die silberhellen / G locken der H erd en / zur W eltchoral der Freude
w erden.
PRIMEROS POEMAS 13
P a s e o n o c t u r n o e n l a is l a d e R e ic h e n a u *

C o rre lago adentro u n resplandor plateado


hacia orillas lejanas, oscuras,
y en los jardines estivalm ente som nolientos,
hum edecidos p o r la tarde,
la noche desciende
com o u n a palabra de am or contenida.
Y entre frontones blancos de luna
se enreda el últim o canto de u n pájaro,
procedente del antiguo tejado de la to rre ...
Y lo que el claro día estival m e trajo
—u n a carga que,
desde las eternidades, extasía el se n tid o -
reposa fructuoso en m í,
en el desierto gris
de u n gran sim plicidad.

A b e n d g a n g AUF DER REICHENAU / / Seewarts flieftt e in silb e rn L euchten / zu

fe rn e n d u n k e ln U fe rn fo rt, / u n d in d e n so m m erm ü d en , ab en d feu ch ten /


G árten sinkt wie ein verhalten Liebesw ort / die N acht. / U n d zwischen m o n -
denweiften G iebeln / verfángt sich no ch ;e in letzter V ogelruf / vom alten T u rm -
dach h e r —/ u n d was der lichte S om m ertag m ir schuf / ru h t früchtesch\ver —/
aus Ewigkeiten / eine sinnentrückte Fracbt —/ m ir in der grau en W üste / einer
groften E infalt.
PAISAJE CREADOR:
¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA?

E n la em p in ad a lad era de u n extenso y alto valle de la Selva


N egra m erid io n a l, a I.150 m etros de altitu d , se alza u n
p eq u eñ o refugio de esquiadores. M ide en tre 6 y 7 m etros de
planta. Su bajo techo cubre tres piezas: la cocina-com edor, el
do rm itorio y u n gabinete de estudio. Dispersas p o r el estrecho
fondo del valle y en la ladera opuesta, igualm ente em pinada, se
encuentran, vastam ente dispuestas, las granjas de tejados gran­
des y saledizos. C uesta arrib a, las praderas y los pastos se
extienden hasta u n bosque de abetos viejos, elevados y oscuros.
T odo lo d o m in a u n despejado cielo estival, e n cuyo espacio
radiante dos azores se elevan trazando am plios círculos.
Este es m i m un d o de trabajo —visto con los ojos contem ­
plativos del huésped y el veraneante—. Yo, propiam ente, jam ás
contem plo el paisaje. Siento cóm o se va transform ando a cada
ho ra, de día y de noche, en el gran ir y venir de las estaciones.
La gravedad de las m ontañas y la dureza de su roca prim itiva, el
lento crecer de los abetos, la suntuosidad lum inosa y sencilla de
las praderas florecientes, el m u rm u llo del arroyo en la vasta
noche otoñ al, la austera sim plicidad de los llanos p ro fu n d a ­
m ente cubiertos de nieve, todo esto se insinúa, se agolpa y vibra
a través de la existencia (Dasein) diaria allí arriba.
Y ello, u n a vez más, n o en in stantes in ten cio n ad o s de
in m ersió n h ed o n ista y em patia artificial, sino sólo cuando la
prop ia existencia se encuentra en su trabajo. Sólo el trabajo abre el
espacio para esta efectiva realidad de la m ontaña. La andadura
del trabajo perm anece h u n d id a e n el acontecer del paisaje.
i6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

G uando, en la p ro fu n d a noche de in vierno , u n a agitada


to rm en ta de nieve pasa rugiend o con sus sacudidas alreded or
del refugio, cu b rien d o y tap án d o lo todo., entonces es la h o ra
señalada de la filosofía. Su p regu ntar debe entonces volverse sen­
cillo y esencial. La elaboración m inuciosa de cada pensam iento
sólo puede ser du ra y afilada. El esfuerzo p o r acuñar las pala­
bras es com o la resistencia de los elevados abetos contra la to r ­
m enta. ,
Y el trab ajo filosófico n o tran scu rre com o la ocu pación
m arginal de u n extravagante. Form a parte plena del trabajo de
los cam pesinos. M i trabajo es de la misma naturaleza que el del
joven cam pesino que sube la ladera rem olcando el pesado tr i­
neo y, u n a vez cargado basta arrib a con leños de haya, lo co n ­
duce de inm ediato hacia su granja en peligroso descenso; o el
del pastor que, con paso len to y m editabundo, arrea su ganado
ladera arrib a; o el del cam pesino que, en su cuarto, dispone
adecuadam ente las innum erables ripias para su tejado. E n ello
radica la in m ed iata p erten en cia a los cam pesinos. El h o m b re
de ciudad cree «m ezclarse con el p u eb lo » tan p ro n to se digna
a entablar u n a larga conversación con u n cam pesino. G uando,
p o r las tardes, a la h o ra del descanso, m e siento con los cam pe­
sinos en el banco alred ed o r de la estufa o en la m esa ju n to al
rin có n del crucifijo, casi nunca hablamos. Fum am os nuestras pipas
en silencio. D e vez en cuando, u n a palabra m enciona tal vez que
se está term inan do el trabajo de tala en el bosque, que la noche
anterior se coló una m arta en el gallinero, que m añana debería
p a rir la vaca, que al cam pesino O eh m i le ha dado u n ataque,
que el tiem po p ro n to «se g irará» . La perten en cia ín tim a del
p ro p io trabajo a la Selva N egra y sus habitantes proviene de u n
centenario arraigo alem ánico-suabo a la tierra que nada puede
reem plazar.
A l h o m b re de ciudad eso que ha dado en llam arse u n a
estancia en el cam po a lo sum o le «estim ula». Pero todo m i tra-
PAISAJE CREADOR: ¿PORQUÉ PERMANECEMOS EN LA PROVINCIA? 17

bajo es sostenido y conducido p o r el m un do de esas m ontañas


y sus cam pesinos. A ñora el trabajo de allí arriba se ve in terru m ­
pido a veces durante largo tiem po a causa de negociaciones, via­
jes com o conferencista, reuniones y la actividad docente de aquí
abajo. Pero tan p ro n to regreso arrib a, se agolpa ya en las p r i­
m eras horas de existencia en el refugio to d o el m u n d o de las
antiguas cuestiones tal y com o las dejé. Me veo sim plem ente
tran sp o rtad o a la vibración p ro p ia del trabajo y, en el fond o,
no soy en absoluto du eñ o de su ley oculta. A los ho m bres de
ciudad les extraña a m enudo este largo y m o n ó to n o estar solo
entre los cam pesinos en m edio de las m ontañas. P ero esto no
es n in g ú n estar solo, au n q u e sí soledad. C iertam en te, en las
grandes ciudades el hom bre puede estar tan solo com o apenas en
ningún otro sitio, P ero en ellas n o p u ede estar n u n ca en soledad.
Pues la soledad tie n e el p o d e r person alísim o de n o aislamos,
sino que lanza la existencia entera a la vasta cercanía de la esen­
cia de todas las cosas.
Fuera, puede u n o volverse u n a «celeb rid ad » en u n abrir
y cerrar de ojos m ediante los p erió d ico s y las revistas. Éste es
siem pre el m ejo r cam ino para que el qu erer más p ro p io caiga
en u n a mala interpretación y vaya a p a ra r rápida y com pletam ente
en el olvido.
Por el contrario, la m em o ria cam pesina posee su sencilla,
segura e in m itigable fidelidad. H ace poco falleció u n a anciana
cam pesina. A m en u d o charlaba conm igo de b u e n a gana y al
hacerlo echaba m ano de viejas historias del pueblo. E n su le n ­
guaje fu erte y llen o de im ágenes conservaba todavía m uchas
palabras antiguas y toda clase de dichos que los actuales jóvenes
del pueblo ya n o com p ren den y que, de este m odo, h an desa­
parecid o del lenguaje vivo. Todavía el año pasado —cuando
d u ra n te sem anas enteras viví solo en el refugio— esta cam pe­
sina, a sus 83 años, subía la em pinada ladera para venir a verm e.
Q u ería co m p ro b ar, com o decía, si todavía estaba allí o si m e
i8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

había ro b ad o « a lg u ie n » de im proviso. Pasó la noche de su


m u erte conversando co n los p arien tes cercanos. U na h o ra y
m edia antes del final les encargó que saludasen al « señ o r p ro fe­
so r» . Esta m em oria vale incom parablem ente más que el m ejor
« re p o rta je » de u n periódico in ternacio nal sobre m i presunta
filosofía.
E l m u n d o de la ciu dad co rre el riesgo de caer preso en
un a perniciosa^a/sa creencia. U na im p o rtu n id ad muy ruidosa, muy
activa y muy refinada parece preocuparse a m enu do del m un do
y la existencia del cam pesino. P ero ju stam en te de ese modo se
deniega lo único ahora necesario: M antenerse lejos de la existen­
cia cam pesina, ab an d o n arla más que nunca a su p ro p ia ley; no
tocarla —para n o arrastrarla fuera de sí y exponerla a la m e n ti­
rosa palabrería de los literatos sobre lo po pu lar y lo autóctono.
El cam pesino n o necesita n i desea en absoluto este exceso de
am abilidad p o r parte del ciudadano. Lo que él, no obstante,
necesita y desea es el tacto para con su p ro p ia esencia y la in d e ­
pendencia de ésta. Sin em bargo, m uchos de los que llegan de
la ciudad y de los que pasan p o r el pueblo o la granja —em pe­
zando p o r los esquiadores—se com portan allí a m enudo com o
si se « d iv irtie ra n » en sus salones de recreo m etro p o litan o s.
Ese ajetreo hace pedazos en u n a noche más de lo que son capaces
de alentar decenios de enseñanzas científicas sobre lo po pu lar
y el folclore.
Dejemos to d a fratern izació n con descen diente y to do falso
in terés p o r lo p o p u lar —aprendam os a to m ar en serio aquella
sencilla y d u ra existencia allí arrib a. Sólo entonces volverá a
decirnos algo.
H ace poco recibí u n a segunda oferta de nom bram iento de
la Universidad de Berlín. E n casos así, salgo de la ciudad y m e retiro
en el refugio. Escucho lo que dicen las m ontañas, los bosques y
las granjas. E n esas, llego a la casa de m i viejo am igo, u n cam ­
pesino de 75 años. H a leído algo del n o m b ram ien to en el
PAISAJE CREADOR: ¿POR QUÉ PERMANECEMOS EN LÁ PROVINCIA? 19

periódico. ¿Q u é dirá él? L entam ente, desliza la m irada segura


de sus claros ojos hasta los m íos, m antiene la boca firm em ente
cerrada, p o n e su m ano fiel y circunspecta sobre m i h o m b ro
y... sacude la cabeza de m anera apenas perceptible. Eso significa:
¡inexorablem ente no!
CAMINOS PARA EL DEBATE

U n a y o tra vez, nos enco ntram os co n la sorpresa de que a los


dos pueblos vecinos que más esencialm ente h an participado en
la configuración histórica y espiritual de O ccidente —los fra n ­
ceses y los alem anes— les cueste ta n to llegar a u n « e n te n d i­
m ie n to » . C o n la m ism a frecuencia topam os con la convicción
de que se ha vuelto im posible tal « e n te n d im ie n to » y ya sólo
puede aspirarse a evitar la extrem a discordia. Pero, ¿y si aquel
asom bro y esta convicción tuvieran que afirm arse tan p ertinaz­
m ente p o rq u e apenas p o seen e n te n d im ie n to sobre lo ú n ico
que puede y debe ser llam ado aquí « e n te n d im ie n to » ?
El auténtico entenderse de los pueblos se po n e en pie y se
cum ple en la m editación, que debe efectuarse m ediante el diá­
logo creador (schaffend) acerca de lo que les ha sido dado en
com ún y prop uesto históricam ente. E n dicha m editación, los
pueblos vuelven a orientarse hacia lo que es en cada caso p ro ­
pio, y se alzan de esta form a con claridad y firm eza in crem en ­
tada. Lo más p ro p io de u n pueblo no es sino aquel crear que le
ha sido asignado y m ed ian te el cual crece p o r encim a de sí
m ism o en su re m isió n histó rica, llegando de este m od o a sí
m ism o p o r vez prim era. E n lá actual h o ra del m u n d o , el rasgo
fu n d am en tal de su rem isió n les es p refigu rad o a los pueblos
occidentales form adores de historia com o la salvación de O cci­
dente. Salvación n o quiere decir aquí la m era conservación de
lo que casi ha desaparecido, sino que significa originariam ente
justificación que crea de nuevo su h isto ria sida (gewesen) y p o r
venir. Q u e los pueblos vecinos se en tien d an en lo que es más
p ro p io de ellos im plica, p o r tan to , hacerse saber la necesidad
22 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

de esa salvación com o Una tarea en cada caso p ro p ia. El saber


acerca de esta necesidad surge, ante todo, de la experiencia de
la urgen cia que se eleva co n la am enaza m ás ín tim a de O cci­
dente, así com o de la fuerza para el proyecto ilum in ador de las
más altas posibilidades del existir (JDasein) occidental. D ado que
la am enaza de O cciden te p reten d e co n d u cir a u n com pleto
desarraigo y u n desconcierto general, la vo lu ntad de renova­
ción deberá, en sentido co n trario , estar guiada desde su fu n ­
dam ento p o r decisiones últim as.
E n te n d im ie n to en sentido p ro p io es el coraje su p erio r
para reconocer lo que es p ro p io del otro a p a rtir de u n a nece­
sidad que se prop aga. El en ten d im ien to h istó rico y creador
(schópferisch) n o es nunca el com prom iso p ro p io de u n a deb ili­
dad, sino que presupone el verdadero orgullo de los pueblos.
El orgullo, fundam entalm ente distinto de la vanidad, es la fir­
meza que crece del m antenerse en el rango p ro p io y esencial,
rango que surge de la tarea abrazada.
S in em bargo, la m ayoría de las veces sólo conocem os el
entend im ien to en sentido im p rop io , lo m iram os con descon­
fianza y experim entam os decepciones en los in ten to s en ese
sentido . N o es casual. Pues el en ten d im ien to im p ro p io lleva
ta n sólo a u n acuerdo prov isio nal, es u n arreglo ocasional
logrado m ed ian te la com pensació n de las p reten sio n es y las
prestaciones vigentes en ese m o m en to . D icho en ten d erse es
siem pre superficial y está lleno de reservas ocultas y m anifiestas.
Esa clase de entend im ien to puede ser indispensable en ciertas
coyunturas. Posee u n a utilidad condicionada. Pero carece de la
fuerza h istórico-creadora del auténtico entenderse, que tran s­
fo rm a m u tu am en te a los que se e n tie n d e n y, de este m o d o ,
trae a la cercanía lo p ro p io de ellos, que es siem pre lo más
cierto y lo más oculto a u n tiem po. El auténtico entendim iento
es, p o r ende, lo contrario de u n a renuncia a la prop ia m anera
de ser y del congraciarse carente de p o stu ra. El verdadero
CAMINOS PARA EL DEBATE 23

entendim iento posee su m arca distintiva en que no se deja cal­


cular instantáneam ente en térm in o s de éxito y resultados ela-
ros. El enten d erse p ro p io n o p ro d u ce aquel apaciguam iento
que enseguida degenera en indiferencia recíproca, sino que es
en sí la in tranqu ilidad del m utuo ponerse en cuestión desde la
preocupación p o r las tareas históricas com unes.
D icho entend im ien to debe realizarse, p o r cam inos diver­
sos y con distintos tem pos, en todos los ám bitos de creación de
los pueblos. A barca tanto el conocim iento y la estim ación de su
m ás sencillo existir cotid iano com o el atisbar y co n ceb ir sus
insondables posturas y tem ples de ánim o fundam entales, gene­
ralm ente indecibles p o r com pleto de form a inm ediata. Éstos
obtienen su figura, que establece to da m edida, y su fuerza cau­
tivadora en la g ran poesía, las artes plásticas y en el pen sar
esencial (la filosofía) de u n pueblo.
Sin em bargo, parece que tam b ién el auténtico entenderse
está expuesto, y m ás en estos ám bitos, a u n rep aro que desea
en to rp ecer desde el com ienzo to d o esfuerzo de e n te n d i­
m ien to . E n ten d e rse en estos ám bitos es in ú til « e n la p rá c ­
tica». El recíproco m editar acerca, p o r ejem plo, de las actitu­
des filosóficas fund am entales que son en cada caso prop ias
sigue siendo —au n suponiendo que se lograse—asunto m arginal
de u n o s pocos. Este ju ic io c o rrie n te n o sólo se basa en u n a
rep resen tació n in suficien te de la esencia del en ten d im ien to ,
sino tam bién en u n a representación errónea, pero m uy usual,
de la esencia de la filosofía.
P ertenece necesariam en te a la sin gu laridad del o p in ar
habitual y del pensam iento « p rá c tic o » equivocarse al juzgar a
la filosofía, y hacerlo en la doble form a de u n a sobrevaloración
y u n a in fravaloración de ésta. Se sbbrevalora a la filosofía
cuando se espera que su p en sar tenga u n efecto in m ed iata­
m ente útil. Se infravalora a la filosofía cuando sólo se encuen­
tra en sus conceptos, rep etid o « e n ab stracto » (destilado y
24 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

diluido), aquello de lo que el trato em pírico con las cosas ya se


ha incautado de u n m odo palpable.
P ero el saber au tén ticam en te filosófico n o es n u n ca el
apéndice rezagado de las representaciones más generales sobre
lo ente ya conocido, sino, p o r el co n trario , el saber anticipa-
do r que abre nuevos ám bitos y respectos de preguntas acerca de
la esencia de las cosas, que se oculta siem pre de nuevo. Ju sta ­
m ente p o r eso, dicho saber no puede volverse n u nca utilizable
de form a inm ediata. Éste tiene efecto sólo m ediatam ente, pues
la m editación filosófica p repara nuevas vías de la m irada y n u e ­
vas varas de m ed ir para to do com p ortam ien to y decisión. Así,
de antem ano y oculta para to d a p ersecución de la utilidad , la
filosofía d o m ina la actitud y la m anera de p ro ced er del existir
histórico del ho m bre. La filosofía es el saber in m ediatam ente
in útil, pero n o obstante do m inan te, de la esencia de las cosas.
La esencia de lo ente sigue sien do en to d o m o m en to lo más
digno de ser p reg u n tad o . D ado que, m ediante su preguntar, la
filosofía lucha única e incesantem ente p o r la dignificación de
lo más digno de ser p reg u n tad o y, según parece, n u n ca p r o ­
duce « resu ltad o s» , resulta siem pre extraña para el pensar que
tiende al cálculo, la utilización y la posibilidad de aprendizaje.
Puesto que las ciencias d eb en dirigirse de m an era rápida, y al
parecer incontenible, a u n a « tecnificación» y «o rganización»
(cfr. p o r ejem plo el carácter y la fu n c ió n de los congresos
in tern acio n ales) a fin de re c o rre r hasta el fin al su cam ino ya
hace tiem p o establecido, y puesto que, p o r o trá p arte, según
parece públicam ente, las « cien cias» p o seen y rep resen tan en
p rim e r lu g ar y exclusivam ente el « sa b e r» , ju stam en te en y a
través de ellas se consum a el m ás vivo d istan ciam ien to de la
filosofía y, a la vez, la prueb a supuestam ente convincente de lo
prescindible de ésta.
Si se logra u n auténtico entenderse en las posiciones filo ­
sóficas fundam entales, si se despierta m utuam ente la fuerza y la
CAMINOS PARA EL DEBATE 25

voluntad para ello, el saber d o m in an te se levanta a u n a nueva


altura y claridad. U na transform ación de los pueblos, invisible
p o r de p ro n to y a m enudo du ran te m ucho tiem po, se prepara.
Indiquem os brevem ente que, en efecto, están preparadas
en este sentido posibilidades que n o h a n sido em prend idas
todavía. Los dos reino s de lo en te —que, en su m u tu o desen­
cuen tro, se elevan y se eluden— son la naturaleza y la historia.
El hom bre es él m ism o, a u n tiem po, el lugar y el custodio, el
testigo y el con figu rad or del desencuentro de estos reinos. El
saber m od ern o de la naturaleza —y, especialm ente, el dom inio
y la utilizació n técnica de la m ism a— está sostenido de form a
esencial p o r el m odo m atem ático de pensar. El decisivo inicio
de la fundam entación y el esbozo del saber m atem ático en sen­
tido fund am ental se debe al pen sado r francés D escartes. U no
de los pensadores más alem anes de los alem anes, Leibniz; está
guiado constantem ente en su trabajo pensante p o r u n a co n tro ­
versia con D escartes. La m editació n acerca de la esencia de la
naturaleza (inanim ada y viva), que se inauguró p rep o n d eran te-
m ente m ed ian te estos dos pensadores, está hoy ta n lejos de
enco ntrarse cerrada que se hace preciso, más b ien , retom arla
sobre la base de planteam ientos m ás originarios. Sólo p o r este
cam ino ganam os, además, los presupuestos para captar la esen­
cia metafísica de la técnica y, de ese m odo, ejecutarla com o un a
form a de disposición dé lo ente en un a de sus posibles figuras.
El preguntar fundam ental p o r la naturaleza y p o r el carácter de
verdad del saber de la naturaleza im plica u n a controversia con
el in icio de la filosofía francesa m o d ern a. P or o tra parte, sin
em bargo, los poetas y pensadores de la época del idealism o ale­
m án p rep araro n p o r vez prim era en el transcurso de la historia
de O ccidente u n saber m etafísico de la esencia de la historia.
¿Puede, entonces, sorprend er todavía que, en Francia, nuevas
fuerzas que h a n reconocido com o necesaria u n a liberación del
m arco de la filosofía cartesiana se esfuercen desde hace años
26 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976!

p o r e n te n d e r a H egel, S chelling y H ó ld e rlin ? Sólo q u ien es


incapaz de m ed ir la singularidad del instante histórico en que
ha en trad o O cciden te p u ed e dejar de reco n o cer cuán in d is­
pensable resulta la m editació n altern an te acerca de la esencia
de la naturaleza y la historia.
Si u n o p re te n d ie ra co n ten tarse, o quizá in iciar u n
« e n te n d im ie n to » , con constataciones y delim itaciones exter­
nas de las pro p ied ad es presentes del p en sam ien to francés a
diferencia del alem án, n o reconocería la ín do le de la m edita­
ción p ro p u esta a los pueblos en u n auténtico entenderse filo ­
sofante. U n procedim iento com o éste sólo resultaría, en todo
caso, u n a elusión de las preguntas esenciales acerca de las cosas
mismas que están p o r decidir y, sobre todo, u n apartarse ante
la más grave tarea: la preparación de u n ám bito de la decidibi-
lidad y no decidibilidad de las preguntas.
Pero tam poco deben depositarse las esperanzas en que los
planteam ientos filosóficos y sus conceptos fundam entales sean
adoptados y com p lem entados recíp ro cam en te, al m od o del
intercam bio de conocim ientos que es p ro p io de las ciencias. El
entenderse es tam bién aquí —y sobre to d o aquí—u n a lucha del
m utuo p o n erse en cuestión. Sólo la controversia p o n e a cada
u n o en lo más p ro p io de él, en el supuesto de que ésta se alce y
sea sostenida ante el am enazador desarraigo de O ccidente, cuya
su p eración exige el em peñ o de todos los pu eblos dotados de
fuerza creadora.
La fo rm a fu n d am en tal de la controversia es el efectivo
diálogo de los p ro p io s creadores en vecinal en cu en tro . Sólo
u n a escritu ra que h u n d e sus raíces én tal debate p u ede estar
segura de seguir desplegando el enten d erse y de concederle a
éste u n sello en lo perm anente.
Si pensam os en la posible grandeza y en los criterios que
d an la m ed id a de la « c u ltu ra » occidental, recordam os en el
acto el m u n d o histórico de la antigua G recia. Y con la m ism a
CAMINOS PARA EL DEBATE 37

facilidad olvidam os entonces que los griegos n o llegaron a ser


lo que siguen siendo m ed ian te u n encapsulam iento en su
« esp acio » . Sólo en v irtud de la controversia m ás viva y crea­
d o ra con lo m ás ajeno y difícil p ara ellos —lo asiático—creció
este pueblo en el breve trayecto de su excepcionalidad y gran­
deza históricas.
Si ponem os el existir histórico de los dos pueblos vecinos
en el h orizonte de aquellas m editaciones que piensan en direc­
ción a u n a renovación del ensam blaje (Gefiige) fundam ental del
ser occidental, se abre p o r vez prim era en su más am plia am pli­
tu d el auténtico espacio para la vecindad de éstos. Si los pueblos
q u ie re n e n tra r e n ese h o rizo n te, y esto significa, si q u ieren
configurarlo creativam ente, las condiciones fundam entales del
genuino entenderse deben estar claras para el ojo in terio r. Son
dos: u n a g ran v o lu n tad para escucharse m u tu am en te y u n a
contenida valentía para la p rop ia determ inación. A quélla no se
deja engañar y debilitar p o r resultados fugaces de u n en ten d i­
m iento sim ulado. Ésta hace conscientes de sí m ism os a los que
se en tien d en y, de este m odo, los abre al otro p o r vez prim era.
SENAS

E L O T R O PENSAR*

Tom a del oscuro h o rn o del S er1


la últim a ascua de la b endición,
y que ella prend a la réplica:
divinidad —h um anidad en un o.

Lanza la urgencia del audaz claro


entre m un d o y tierra com o u n canto
de todas las cosas, para erigir
jovial agradecim iento a:la ju n tu ra y el rango.

C obija en la palabra la nueva silenciosa


de u n salto sobre lo grande y lo pequeño,
y pierd e los vacíos hallazgos
de la apariencia rep en tin a en el curso hacia el Ser.

Siguiendo u n a convención bastante aceptada ya, traduzco Sein com o « se r» y


Seyn com o « S e r» . [N . delT .]
Das ANDERE D enken / / N im m die letzte G lut der Ségnung / erst vom dunklen
H erd des Seyns, / daíl sie zünde die E ntgegnung: / G ottschaft —M enschentum
in E ins. / / W irf die N o t d er k ü h n e n L ich tu n g / zwischen W elt u n d E rde ais
Gesang / aller D inge zur E rricbtung / fro h en Danks an Fug u n d Rang. / / Birg
ins W ort die stille K u n d e / eines Sprunges üb er G roft u n d K lein / u n d verlier’
die leeren Funde / jáh e n Scheins im G ang zum Seyn.
30 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

El s a l t o *
Tom a, lanza y cobija
y sé el salto
desde el más am plio recuerdo
a un a región no fundada.
Trae ante ti
este Q u ién :
¿ Q u ié n es el ho m bre?
D i sin cesar
este Q ué:
¿Q u é es el Ser?
N unca desatiendas
este C óm o:
¿C óm o es su alianza?
H om bre, verdad, Ser
replican desde su increm ento
para el deniego de su esencia
en el que se conceden.

-r
L A TIER RA
Hs *

Suave florecer
de la ilesa
tierra —

* DER SPRUNG/ / N im m , w irf u n d birg / u n d sei der S prung / aus weitester E rin -
n e ru n g / zu einem un geg rün deten Bezirk. / / Trag vor d ir h e r / das eine W er: /
W er ist d er M ensch? / / Sag ohne U nterlaft / Das eine Was: /W ie ist das Seyn? / /
SEÑAS 31
Devén
su inim pedido
ard o r de fuego.

-r * * *
L A PALABRA

N ada, en n in g ú n lugar, nunca,


antes de todo algo, antes del entonces y el ahí,
se alza la palabra
del abism o que concede
lo que n in g ú n fundam ento
alcanza,
pues sólo la alianza
con lo dicho
hace de cada cosa, cosa,
sólo ella captura de nuevo
los sentidos perseguidos,
confusam ente desplazados,
en u n sentido
que ya no sobresale
en dirección alguna.

Mifiachte nie / das eine Wie: / W ie ist ih r B u n d ? / / M ensch, W ahrheit, Seyn /


erw ideríi aus der Steigerung / ih r W esen zur Verweigerung, / d arin sie sich ver-
leihn.
** DlE ERDE / / Sanftes B lühn / der un versehrten / E rde —/ / W erde / ihres unver-
w ehrten / Feuers G lühn.
### DAS WORT / / N ichts, n irg e n d , n ie, / vo r jed e m Etwas, v o r dem D a n n u n d
D o rt, / en trag t das W ort / dem A b g ru n d , d e r verlieh, / was je d e m G ru n d /
m iftglückt, / weil n u r d er B u nd / m it dem Gesagten / jeglich D ing zurrí D ing
bestückt / u n d die gejagten / Sinne, w irr verrückt, / erst w ieder fángt / in einen
S inn, / d e r n irg e n d h in / m eh r überhángt.
32 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

LOS GUARDIANES*

Inaudible para todos los M uchos,


Resuena la to rm en ta subterránea, fuera,
en espacios sup ram un dan os...
lejano relám pago del Ser.

M undo y tierra, m ezclados hace tiem po,


perturbados en su ley disputante,
privan a las cosas de toda hum ildad.
El nú m ero se alborota en la cantidad vacía,
no dispensa ya vínculo y figura.
Pasa p o r « e n te » lo que «vive»
y el «vivir» tan sólo vive de exclamar
u n a ruidosa o p in ió n
que ya retrasa la siguiente.
Pero ellos guardan,
los secretos guardianes
de u n a trasform ación no em ergida:
lejano relám pago del Ser
entre el hacer tu rb io ,
en las grietas de las hechuras.

* D ie W á CHTER// Das unterirdische Gewitter rollt, / u n h ó rb ar alien V ielen, fort


/ in überweltliches G eráum e... / fern er Blitz des Seyns. / / W elt u n d E rde lángst
verm ischt, / v ersto rt in ih re m Streitgesetz, / en tz ie h n d en D in g en jegliche
B escheidung. / Zahl vertobt sich in die leere M enge, / spendet nie m eh r B and
u n d Bild. / F ü r » seien d « gilt, was » le b t« , / u n d » le b e n « lebt n u r n o ch vom
A usru f / ein er lárm en d en V erm einung, / die d er náchsten sebón verspátet. / /
D och sie w achen / die geheim en W áchter / ein er u n en tsp ru n g en en W andlung:
/ fe rn e r Blitz des Seyns / zwischen trübes M achen / in die Risse der G em áchte.
SENAS 33
L a l e y d is p u t a n t e *

T ierra —
Protege el in ic ió .
M undo —
Perm anece despierto para la consonancia
M undo —
agradece a la tierra.
T ierra —
saluda al m u n d o .

D e c a m in o

N o conocem os m etas
y som os sólo u n andar.
N o necesitam os a los Muchos
que enredó ya hace tiem po
El afán de hechuras.
Q u e U no traiga p o r fin

«I D as STREITGESETZ // E rd ’ - / bü te d en A nfang. // Welt —/ wach sei d e m E in -


klang. H W elt —/ danke der E rd ’. / / E rd ’ —/ grüfie die W elt.
** UNTERWEGS / / W ir k en n en n ich t Ziele / u n d sind w ir n u r ein G a n g . / / W ir
brauehen nicb t Viele, / die langst sebón verseblang / / Die Sucbt zum G em ácbte.
/ DalS E iner erst b rá c h te / /
EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

El corazón para la voz


del silencio en el Ser

Y bata la confusión
en u n cofre p ro fu n d o ,

es nuestro ánim o.

I n - s is t e n c ia *

N unca algo verdadero solo,


para recibir ileso
la esenciación de la verdad
para su am plia consistencia,
cultiva el corazón pensante
en la sencilla longanim idad
de la ún ica generosidad
del noble recordar.

Das H erz fü r die Stim m e / d e r Stille im Seyn / / U n d W irre s vertrim m e / im


gründigen Schrein, / / ist u n ser M ut.
INSTÁNDIGKEIT // N ie e in W ahres allein, / die W esung d e r W ahrheit / h eil zu
em pfangen / fü r weite Bestándnis, / bestell das denkende H erz / in die einfache
L angm ut / der einzigen Groí&mut / edlen E rin n ern s.
SEÑAS 35
D a - s e in *

Sea el D a-sein para decir el Ser,


para extraer de él
la urgencia
hacia lo am plió de u n alzar la vista lleno de
[m an dam ien to.
Sea el D a-sein para aceptar de nuevo
el Ser en el oído despierto
de aquel
que h.a elegido el silencio com o su recom pensa.

Sea el D a-sein para cantar el Ser,


para traerlo a casa
p o r la canción lejana,
lo que su esencia, com o poder, largo tiem po evitó.

E L INSTANTE** '

Cam panas que despacio se extinguen


Repican atrayentes a tu corazón ...

•H D A-SEIN / / Daft D a-sein sei, das Seyn zu sagen, / aus ihm die N o t / hinauszu-
tragen / ins W eite eines Aufblicks voll G ebot. / / Daí2> D a-sein sei, das Seyn zu
Jen em / ins wache O h r / zurückzunehm en, / der Stille sich zum D ank erk o r. / /
Daft D a-sein sei, das Seyn zu singen, / aus fernem L ied / ih m heim zubringen,
/ was lang ais M acht seinW esen m ied.
D e r A u g e n b l i c k / / L áuten lockend langverhallte / G locken d ein em H erzen
z u ...//
36 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Voces suavem ente m odeladas


te bendicen replicando: tú ...
Cautiva entonces lo que te ha elegido

Y te arrodillas extasiado en el cenagal.

E l candelabro

Luce, luz
de la áurea candela,
cubre de ard o r
el cam po pardo.

Ilum ina, candelabro,


los antiguos dolores
y condena
el nú m ero y el d in e ro .

Luz y candelabro
C orazón con corazón...
De él proceda
silencioso m un do.

Sagen segnend sanftgestalte / Stim m en dir entgegnend: D u ... / / D annb erü ckt,
was dich erkor, / U nd du kniest entrückt im M oor.
* D er LEUCHTER / / Leuchte L icht / der goldnen K erze, / überflam m e / braunes
Feld. / / Lichte L euchter / frü he Schm erze / u n d verdam m e / Zahl u n d G eld. / /
L icht u n d L euchter / H erz bei H erze... / D em entstam m e / stille Welt.
SEÑAS 37
N o c h e **

N oche más silenciosa,


pu ra, rica en estrellas,
tráem e
esto,
lo que en ti apenas
vigiló expectante
u n pensador:
la acaeciente apropiación
en el día del Ser.

Ser y pensar . .

Ser — ¿U n prod ucto del pensar?


Pensar es siem pre apropiación acaeciente del Ser

A prended p rim ero a agradecer —


Y podréis pensar
N ada es en vano
T odo es único

* N ACHT / / Stillste reine / sternenreicbe N acht, / b rin g das E in e/ m ir, / was nocb
kaum in d ir / je e in D enker / h a rre n d überw acht: / die E reignung / in den Tag
des Seyns.
** S e y n UND D e n k e n // Seyn — e in E rzeugnis des D enkens? /'D e n k e n ist stets
E reignung des Seyns / / L ernt erst danken —/ U n d ih r k o n n t denken / / N ichts
ist um sonst / Alies ist einzig
38 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

L A CASUALIDAD*

G uando el Ser gira hacia sí


la huella de la esencia del hom bre
y el fundam ento en u n instante
se m anifiesta com o el abism o...
G uando la pobreza p o r doquier
sus m ontañas desborda
y se inclina lo libre
para caer en el in icio ...
Hay liberación en la alegría
del libre pensar hacia lo alto,
cuya altura,
sin nú m ero n i opresión,
rara vez tan sólo
se regala
al recato2 del pensar p u ro ...
Siem pre antiguo ya y jam ás nuevo.

. 2 T raduzco Scheu com o « re c a to » en el sen tido o rig in a l de reco gim iento para
in d ica r que se trata de u n callado recoger y dejarse apelar p o r la llam ada del
Ser. [ N .d e lT J
* DER ZUFALL / / W enn das Seyn au f sich zu / die S pur des M enschenwesens biegt
/ u n d d e r G ru n d in einem N u / ais d e r A b g ru n d o ffen lie g t... //W e n n die
A rm u t üb erall / sein G ebirge übersteigt / u n d das Freie sich zum Fall / in den
A nfang n ied ern eig t... / / Ist B efreiung in das F ro he / fre ie n D enkens a u f das
H oh e, / dessen H óh e / anzahllos u n d un b ed rán g t / seltsam n u r der Scheu / /
re in e n D enkens / sich verschenkt... / / Stets schon alt u n d niem als neu.
SENAS 39
C o m p a ñ e r o s **

Los que fu ero n vienen,


aceptados p o r el Ser.
Ellos se atreven
a decir
la verdad del Ser:
Ser es acaecim iento propicio
acaecim iento prop icio es inicio
inicio es resolución
resolución es despedida
despedida es Ser.

i —i í*
E l sa ber

Pero nosotros sabem os el inicio,


el otro , lo sabem os preguntándole,
estam os en el salto previo
a todo Sí o N o.
N unca som os ya conocedores,
u n buscar nos lleva,
preguntando, más allá de nosotros,
al claro del Ser.

* COMPAÑEROS / / Einstige kom m en / vom Seyn ü b ern om m en. / / Sie wagen / das
Sagen / d e r Wah.rh.eit des Seyns: / / Seyn ist E reignis / E reignis ist A nfang /
A nfang ist A ustrag / A ustrag ist A bschied / A bschied ist Seyn.
** D as WlSSEN// A ber w ir wissen den A nfang, / den andern, wissen ib n fragend, /
steben im V orsprung zu / jeglichem Ja od er N ein. / / S ind w ir gleicb K ennende
nie, / trágt úns ein Suchen / fragend ü b er uns h in / auf die L icbtung des Seyns.
4o EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

Suya tan sólo es la decisión:

¿Llam ará alguna vez el Ser,


aniquilando con su p u ro pasar
el p o d er y la im potencia,
Lacia la tierra al m undo
en la disputa sin guerra?
¿Elevará alguna vez el Ser,
que las artes de los calculadores desconoce,
a la tierra al LecLizo
del m un do acordante?
¿E xhortará alguna vez el Ser
Al dios sin obra
a la llegada de u n p erm anecer más distanciado?
¿Regalará alguna vez el Ser
el espacio-tiem po del silencio,
com o u n a cerca del estar tran sfo rm ad o ,
al hom bre que sabe inicialm ente?

Inicial, se aproxim a encubierto el tiem po


De la in-sistencia del ú ltim o dios.

/ / D essen allein ist E ntscheid ung : / / R uft je das Seyn, / d i e M acht u n d die
O hn m acht / aus reinem V orbeigang zernichtend, / zur E rde die W elt / in den
krieglosen S treit? / / H e b t je das Seyn, / die K ün ste d er R ecb ner n icb t k en-
SEÑAS 41
Las « se ñ a s» n o son poem as. T am poco son u n a « filo so fía»
puesta en versos y rim as. Las «señ as» son palabras de u n p e n ­
sar que necesita este e n u n ciar, p e ro que n o se cum ple en él.
Este pensar no tiene nin g ú n apoyo en lo ente, dado que piensa
el Ser. Este p en sar n o en cu en tra n in g ú n ejem plo en lo p e n ­
sado, ya que lo p en sado p ien sa lo en te. A d iferen cia de la
palabra de la poesía, el decir del pensar carece de im ágenes. Y
allí donde parece hab er u n a im agen, ésta no es n i lo poetizado
de un a poesía n i lo intuitivo de u n « se n tid o » , sino tan sólo el
Últim o recurso de u n a carencia de im ágenes em p ren d id a sin
éxito.
El pensar del Ser se ha sobrepuesto al final de la « filo so fía» .
Pero el antagonism o con los filósofos no lo arro ja de la am is­
tad para con los pensadores.
El pensar del Ser n u nca asedia la verdad. Pero ayuda a su
esenciar. Esta ayuda no consigue éxito alguno, sino que es
ayuda en cuanto sencillo ser-ahí. El pensar, que escucha y obe­
dece al Ser, le busca a éste la palabra.
Pero sólo cuando el lenguaje del hom bre está en la pala­
b ra, está en p erfecta salud. Si está en perfecta salud, le hace
señas la concesión de las fuentes ocultas. Ellas son las vecinda­
des del in ic io .
El pensar del Ser es el cuidado p o r el uso del lenguaje.

nend, / die E rd ’ in den Z auber / der S tim m enden W elt? / / M aknt je das Seyn /
d en werklosen G ott / in die A nkunft en tfern teren B leibens? / / Schenkt je das
Seyn / den Z eit-R aum der Stille / ais H ag des gew andelten’Stands / dem anfan-
glicli wissenden M enschen? / / A nfanglich naht verhüllt die Zeit / D er Instándi-
gen des letzten Gottes.
CORO DE LA ANTÍGONA DE SÓFOCLES

M últiple es lo inquietante, p ero nada


que, más inquietante, p o r encim a del hom bre se eleve.
Él zarpa sobre las espum eantes mareas
en la invernal tem pestad del sur
y navega atravesando la sierra
de las olas furiosas y abismales^

D e los dioses aun a la más sublim e agota,


a la indestructiblem ente sin fatiga, la tierra,
volcándola año tras año,
arrastrando el arado de u n lado a otro
con los caballos.
C aptura el hom bre, que p o r doquier tram a,
incluso a los pájaros de leve vuelo,
y caza
al pueblo de los anim ales salvajes
y al tro p el que los m ares habita.

CH ORLIED AUS DER ÁNTIGOM DES SO PH O KLES / / V ielfáltig das U nh eim liche,
nichts doch / ü b e r d en M enschen hin au s U nheim licheres ragend sich regt. /
D er fá h rt aus a u f die schaum ende F lu t / b eim S üd sturm des W in ters / u n d
kreuzt im G ebirg / d er w ütiggeH üfteten W ogen. / / D er G ó tter auch die erha-
benste, die E rde, / abm üdet e r die un zersto rlich M ühelose, / üm stürzend sie
yon Ja h r zu Ja h r, / h in treib e n d u n d h e r m it den Rossen / die Pflüge. / / A uch
den leichtschw ebenden Vogelschwarm / um garnt er u n d jagt / das T iervolk der
W ildnis / u n d des M eeres einheim isch Gerege / der u m h er sin nende M ann. /
44 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

C o n astucias som ete al anim al


que pernocta en los m ontes y m igra;
a la áspera cerviz del caballo
y al to ro jam ás dom eñado,
abrazándole el cuello con m adera,
im p one el yugo.
T am bién 'en el reso nar de la palabra
y en com prenderlo todo raudo com o el viento
ha sabido encontrarse;
así com o en el ánim o de dom inar sobre las ciudades.
H a considerado incluso cóm o evitar
exponerse a las flechas del clima
y a las desapacibles heladas.

D e cam ino en todas partes, llega,


inexperto y sin escapatoria, a la nada.
Sólo un a afluencia, la m uerte,
n u nca p odrá resistir m ediante huida,
aunque de largas y penosas enferm edades
lograra tam bién hábilm ente escapar.

E r überw áltigt m it L isten das T ie r, / das náchtigt a u f B ergen u n d w andert, /


den rauhm áhnigen N acken des Rosses / u n d d en ’n iebezw ungenen S tier / m it
dem H olze um halsend / zwingt er ins Jo c h .//A u c h : in das G etóne des W ortes /
u n d ins windeilige Allesverstehen / fand er sich, auch in den M ut / der H errs-
chaft ü b er die Stádte. / A uch wie e r entfliehe, hat er bedacht, / der Aussetzung
u n te r die Pfeile / d er "Wetter, d er un g attig en auch d e r Frós'te. / / U b erall
hinausfahrend unterwegs, erfahrungslos ohne Ausweg / kom m t er zum N ichts. /
D em einzigen A ndrang verm ag e r, dem Tod, / durch keine Flucht je zu w ehren,
/ sei ih m geglückt a u ch v o r notvpllem Siechtum V geschicktes E ntw eichen. / /

?
CORO DE LA A N T ÍG O N A DE SÓFOCLES 45
Avezado, pues dom inando
el saber hacer más allá de lo esperable,
unas veces cae en lo malvado,
otras vuelve a resultarle lo valioso.
M archa entre el estatuto de la tierra y
el derecho ju rad o de los dioses.
E m inente sobre el lugar, pierde el lugar
aquel que, p o r audacia,
considera ente lo n o -e n te
N o se siente en m i mesa,
n i haga partícipe de su confusión a m i saber,
qu ien tal cosa ponga en obra.

Gewitziges w ohl, weil das G em ache / des K ó n n en s, ü b e r V erhoffen bem eis-


tern d , / verfált e r einm al au f Arges / gar, W ackeres zum a n d e ren w ieder gerát
ihm . / Zwischen die Satzung der E rde u n d d en / beschw orenen Fug der G otter
h in d u rc h fá b rt er. / H o ch ü b errag en d die Státte, verlustig d e r Státte / ist er,
dem im m er das U nseiende seiend / der W agnis zugunsten. / / N icht werde dem
H erde ein T rau ter m ir der, / nich t auch teile m it m ir sein W ahnen m ein W is-
sen, / der dieses fü h ret ins Werk.
EL CAMINO DEL CAMPO

G orre desde el p o rtó n del ja rd ín del castillo hacia E h n ried .


Los viejos tilos del ja rd ín lo siguen con la m irada p o r encim a
ele la m uralla, tan to en Pascuas, cuando brilla lum inoso entre
las siem bras que b ro ta n y los prados que despiertan, com o en
N avidad, cuan do desaparece bajo ventisqueros tras la colina
más cercana. A l llegar al crucero cam pestre dobla hacia el bos­
que . A l pasar ju n to a su lin d e , saluda a u n alto ro b le bajo el
que se encuentra u n banco de m adera rústica.
Sobre él había en ocasiones algún escrito de los grandes
pensadores, que u n a jo v en to rp eza in ten tab a descifrar.
G uando los enigm as se agolpaban y se bailaba salida, el cam ino
del cam po ayudaba. Pues guiaba el pie calladam ente p o r u n
Sendero de fácil m anejo a través de la am p litu d del árido
terreno.
E n ocasiones, el pensar se dirige de nuevo a esos m ism os
escritos o hace tentativas propias, recorriendo el sendero que el
cam ino traza en tre la cam piña. Éste perm anece ta n cerca del
paso del que pien sa com o del paso del cam pesino que en la
m adrugada se dirige a la siega.
Frecuentem ente, con los años, el roble del cam ino induce
al recuerdo de los antiguos juegos y el p rim e r elegir. A veces,
Cuando u n roble caía en m edio del bosque bajo los golpes del
hacha, el padre buscaba enseguida, a través del soto y los claros
goleados, la m edida asignada para su taller. A llí trabajaban cui­
dadosam ente d u ran te las pausas de su oficio con el reloj de la
torre y las cam panas, que m an tien en su prop ia relación con el
tiem po y la tem poralidad.
48 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

D e la corteza del ro b le tallaban los n iñ o s sus barcos que,


provistos de banco de rem o y tim ón, flotaban en el M etterbach
o en la fuente de la escuela. E n los juegos, las travesías alrede-
dor del m undo llegaban fácilm ente a su destino y encontraban
de nuevo la orilla. Lo enso ñad or de tales viajes estaba envuelto
en u n b rillo, todavía apenas visible, que se hallaba en todas las
cosas. Su rein o lo d elim itab an el ojo y la m an o de la m adre.
Era com o si su tácito cuidado guardara todo esenciar. Aquellas
travesías del juego nada sabían entonces de reco rrid o s en los
que toda orilla queda atrás. P ero la dureza y el o lo r de la
m adera del roble em pezaban a hablar más perceptiblem ente de
la le n titu d y constancia co n las que crece el árbol. E l ro b le
m ism o decía que sólo en ese crecim iento se funda lo que dura
y fructifica, que crecer significa abrirse a la am plitud del cielo
y arraigar a u n tiem po en lo oscuro de la tierra, que lo sólido
prospera únicam ente cuando el hom bre está, de igual m anera,
dispuesto a la exigencia del más elevado cielo y am parado en las
m anos de la sustentadora tierra.
Todavía se lo dice el roble al cam ino del cam po, que pasa
ante él seguro de su sen d ero . E l cam ino recoge to d o lo que
tiene su esencia a su alrededor y aporta la suya a todo aquel que
lo recorre. Los m ism os sem brados y p en dientes de la p radera
acom pañan al cam ino del cam po en cada estación del año con
una cercanía siem pre distinta. Ya sea que, sobre los bosques, la
cordillera de los A lpes descienda hasta desaparecer en el cre­
púsculo, ya que se alce la alo nd ra en las m añanas estivales, allí
donde el cam ino salta sobre la o n d u lació n de u n a colina; ya
sea que, desde la región d o nd e se encu entra el pueblo natal de
la m adre, el viento del este llegue con indicios de to rm enta, ya
que u n leñ ado r al anochecer arrastre hacia su h o rn o el haz de
leña m enu da; ya sea que u n carro de la cosecha se balancee,
rum bo a casa, en los surcos del cam ino, ya que los niño s reco ­
ja n las nacientes prim averas en el linde del prado o que la n ie -
EL CAMINO DEL CAMPO 49
bla em puje d u ra n te días su b ru m o sid a d y su peso sobre las
Campiñas, siem pre y desde todas partes se baila alred ed o r del
Camino del cam po la palabra alentadora de lo m ism o:
Lo sencillo custodia el enigm a de lo d u rad ero y de lo
grande. S úb itam en te se hace se n tir ante los h o m b res, y, sin
em bargo, requiere u n a larga m aduración. O culta su b endición
CU lo in ap aren te de lo siem pre m ism o. La am p litu d de todas
las cosas que h a n crecido y p erm an ecen alrededor del cam ino
dispensa m u n d o . Sólo en lo tácito de su lenguaje, D ios es
Dios, com o dice M eister Eckhardt, ese antiguo m aestro de lec­
tura y vida.
Pero la palabra alentadora del cam ino sólo habla m ientras
hay hom bres que, nacidos en su am biente, p u ed en oírla. Ellos
Son obedientes a su procedencia, no sirvientes de m aquinacio­
nes. E n vano in ten ta el hom bre orden ar con sus planes el globo
terráqueo cuando él m ism o n o está en el o rd e n de la palabra
alentadora del cam ino. A m enaza el peligro de que los hom bres
de hoy perm anezcan sordos al lenguaje de ésta. A sus oídos llega
tan sólo el ru id o de los aparatos, que ellos to m an p o r la voz de
Dios. D e esta form a, el hom bre se vuelve disperso y carente de
cam ino. A los dispersos lo sencillo les parece uniform e. Lo u n i­
form e harta. Los fastidiados ta n sólo en cu en tran ya lo in d ife­
rente. Lo sencillo ha escapado. Su silenciosa fuerza está agotada.
D ism inuye, ciertam en te, el n ú m e ro de aquellos que
todavía co n o cen lo sencillo com o su p ro p ie d a d ad q u irid a.
Pero los pocos serán en todas partes los duraderos. Gracias al
suave p o d e r del cam ino del cam po, ellos serán capaces algún
día de sobrevivir a las gigantescas fuerzas de la energía atóm ica,
artificio del cálculo h u m an o que se h a convertido en atadura
de la p ro p ia acción.
La palabra alen tad ora del cam ino desp ierta u n sentido
que am á lo libre y que, eñ el lugar o p o rtu n o , salta incluso p o r
encim a de la aflicción hacia u n a últim a jovialidad. Ésta com -
go EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

bate el absurdo del m ero trabajar que, ejercido p o r él m ism o,


tan sólo fom enta lo n u lo .
E n el aire del cam ino, variable según las estaciones, p ro s­
pera la jovialidad sabedora, cuyo gesto a m enudo parece m elan­
cólico. Este saber jovial es lo « K u in zig e» , la tranquila sabidu­
ría del cam pesino. N o la adquiere quien n o la posea. Los que la
poseen, la p o seen del cam ino del cam po. E n su send ero se
encu entran la to rm enta invernal y el día de cosecha, se reú n en
la viva excitación de la prim avera y el sereno perecer del otoño,
se contem plan m utuam ente el juego de la ju ven tud y la sabidu­
ría de la vejez. Pero to do se alegra en u n a sola consonancia,
cuyo eco lleva y trae consigo el cam ino silenciosam ente.
La jo vialid ad sapiente es u n p o rta l hacia lo etern o . Su
pu erta gira en los goznes que u n experto h errero forjó antaño
con los enigm as del existir.
Desde E h n rie d vuelve el cam ino del cam po al p o rtó n del
ja rd ín del castillo. Pasada la últim a colina, su delgado lazo co n ­
duce hasta la m uralla a través de u n a llana h o n d o n ad a. B rilla
apagado en el resplandor de las estrellas. Tras el castillo se eleva
la to rre de la iglesia de San M artín . L entas, casi dubitativas,
once cam panadas se extinguen en la noche. La vieja cam pana,
co n cuyas sogas a m en u d o se fro ta ro n hasta quem arse unas
m anos in fan tiles, tiem bla bajo los golpes del m artillo , cuyo
rostro, som brío y gracioso a u n tiem po, nadie olvida.
C o n su ú ltim o golpe, el silencio se vuelve todavía m ás
silencioso. Alcanza a aquellos que fu ero n sacrificados antes de
tiem po p o r dos guerras m undiales. Lo sencillo se ha vuelto aún
más sencillo. Lo siem pre m ism o extraña y lib era. La palabra
alentadora del cam ino del cam po es ahora del to do m anifiesta.
¿H abla el alm a? ¿H abla el m u n d o ? ¿H abla D ios?
T odo habla de la ren u n cia en lo m ism o. La ren u n cia no
quita. La renuncia da. Da la inagotable fuerza de lo sencillo. La
palabra alentadora nos hace m o rar en u n a larga proveniencia.
CAMINOS DE BOSQUE

A l h o m b re ven id ero le es in m in e n te lá controversia con la


esencia y con la historia de la m etafísica occidental. Sólo en esta
m ed itació n se hace posible llevar a cabo el trán sito al existir
p lan etaria m en te d eterm in ad o del h o m b re y alcanzar dicho
existir histórico -m un dial en cuanto fundado.
Los cam inos de bosque son ensayos de una tal m editación.
T om ados externam ente, se presen tan com o u n a recopilación
de conferencias sobre objetos que n o guardan relación alguna
entre sí.
Pensado desde el asunto, todo se encuentra en u n a conso­
nancia oculta y rigurosam ente edificada.
N in g u n o de los cam inos p u ed e transitarse si n o se h an
re c o rrid o los dem ás. E n su u n id a d , m u estran u n trech o del
cam ino del p en sar que el a u to r ha ensayado desde « S e r y
tiem p o » .
V an hacia lo que extravía.
Pero no se extravían.*

Sie gehen in der Irre . / A ber síe verirren sich nicht.


SOBRE UN VERSO DE MÓRIKE

Un intercambio epistolar con Martin Heidegger,


por EmilStaiger

E n otoñ o de 195 ® im p artí u n a conferencia sobre « E l arte de


la in te rp re ta c ió n » en A m sterdam y en Friburgo de Brisgovia.
A fin de aclarar las consideraciones m etódicas con u n ejem plo,
hice u n a fugaz in te rp re ta c ió n del poem a A una lámpara, escrito
p o r M órike en 1846:

Aún en tu sitio, oh bella lámpara, ornamentas,


Pendiendo grácil de ligeras cadenas,
El techo del aposento del placer, casi olvidado.
En tu blanco platillo de mármol, cuyo borde
Corona la hiedra de bronce verdiáureo,
Un grupo de infantes danzajovial en corro.
¡Qué atractivo todo! Risueño,y, sin embargo, un dulce espíritu
De seriedad se vierte por la entera forma —
Una configuración artística de auténtico carácter. ¿ Quién en ella
[repara?
Pero lo que bello es, feliz a-parece* en ello mismo.*

3 D ado que esta correspondencia entre Staiger y H eidegger se centra en la in te r­


p re ta c ió n del té rm in o «scheínen» com o « p a re c e r» (S taiger) o « a p a rec er»
(H eidegger), escribo aquí la palabra con u n guión, de m odo que ambas in te r­
pretaciones se m uestren com o posibles. Asim ism o, en lo que sigue la escribiré
en alem án cuando esté en ju eg o su interpretación . [N . del T.J
* N och unverrückt, o schóne Lam pe, schm ückest du, / A n leicbten K etten zier-
licb aufgebangen hier, / Die Decke des n u n fast vergessnen Lustgem achs. / A u f
deiner weissen M arm orschale, deren R and / D er Efeukranz von goldengrünem
54 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

H ab lan d o de la situ ació n epigonal de M órike y su


recu erd o m elancólico del tiem p o de G oethe, expuse en tre
otras cosas lo siguiente:
« E l n o se con sid era señ o r de esa casa d o n d e cuelga la
lám para. A llí n o parece h ab er ya señor alguno. Sin em bargo,
todavía siente que pertenece a ella; todavía osa, p o r lo m enos a
m edias, considerarse u n iniciado. Justo en ello radica quizá el
encanto, doloroso y bello a u n tiem po, de la pieza. El n o ve la
lám para com o un a obra de arte en el sentido en que G oethe la
vería, es decir, con fraternal veneración, com o u n a configura­
ción orgánica cuyas leyes de construcción están em parentadas
con las del cuerpo y el espíritu h u m an o s... E n todo caso, no se
siente identificado con ella n i tam poco con su niñez, de la que
el g ru p o de in fan tes desp ierta quizá u n recu erd o llen o de
m elancolía. M itad cercano, m itad d istan te, "m itad placer,
m itad lam en to ”, com o dice el poem a Enprimavera.
Es, sobre todo, en el últim o verso d o n d e esto resuena de
u n m odo más p u ro :
Lo que es bello, no obstante, feliz.a-parece en ello mismo.
La belleza permanecefeliz de sí misma,
dice G o eth e en la segunda p a rte del Fausto. E l sabe de lo que
habla. Se expresa decidida e in equ ívo cam ente. M órike n o va
tan lejos. Ya n o se atreve del to d o a saber cóm o se siente la
belleza. "Pero lo que es bello, feliz parece... ”, es todo lo que osa
decir. Y sustituye, adem ás, con esa po strera sutileza de la que
sólo dispone alguien tardío, "sí” p o r "ello”. Si hubiera escrito

Erz um ílicht, / Schlingt fróhlich. eine K inderscbar den R ingelreihn. / W ie rei-


zend alies! lachend, u n d ein sanfter G eist / Des E rnstes doch ergossen u m die
ganze F orm — / E in K unstgebild d er echten A rt. W er achtet sein? / Was aber
schón ist, selig scheint es in ihm selbst.
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 55
"en sí m ism o”, aú n se habría puesto excesivamente en el lugar
de la lám para. Lo bello vuelve a estar del to d o distanciado
cuando es feliz "en ello m ism o ...”» .
Ya en A m sterdam , H e rm á n M eyer expresó sus reparos
co n tra esta in te rp re ta c ió n . E l consideraba que el « scheint»
debía ser concebido com o lucet, n o com o videtur. Esta cuestión
se reto m ó ta m b ié n en F rib u rg o . W alter R ehm y H u go F rie-
d rich , si b ie n d u d ab an en u n p rim e r m o m en to , acabaron
decidiéndose de buena gana a in terp retarlo com o videtur. H ugo
F riedrich recordó, además, que él o ello es u n antiguo p ro n o m ­
b re reflexivo usual todavía hoy e n Suabia. D e hech o, esto
p o d ría h ab erlo sabido con su ltan d o el d iccio n ario de los
G rim m , donde se atestigua su uso general com o reflexivo hasta
l8 o o , y aú n p o ste rio rm e n te en Suabia. Sin em bargo, n o m e
sentí forzado a m odificar p o r ello m i interpretación. N os p usi­
m os de acuerdo en que M órike había utilizado u n a p articulari­
dad de su dialecto para lograr en el alem án culto la im presión
que yo había descrito y hablam os todavía u n rato sobre lo difí­
ciles y am biguos que resultan incluso los versos más in o fen si­
vos, según quedaba m anifiesto, p o r lo que toda cautela es poca
para el in térprete.
Sin em bargo, tam bién M artin H eidegger había escuchado
la con ferencia e n F ribu rgo . É ste se m ostró p a rtid a rio de
entend er el « scheint» com o lucet, y tuvo la am abilidad de ju stifi­
car su p u n to de vista en u n a carta:
«P ara aclarar el "scheint” en el poem a de M órike es preciso
leer en p rim er lugar, com o claves retrospectivas para el poem a
todo, los dos últim os versos después del guión. Esas dos líneas
expresan in nuce la estética de H egel. La lám para, 'lo lu m ino so’
es, en cuanto "configuración artística de auténtico carácter”, el
ctá|i[3oAov de la o b ra de arte cóm o tal —'d el id eal’, dicho en el
lenguaje de H egel—. La lám p ara, la co n fig u ració n artística
("oh , bella lá m p a ra ”), lleva a u n ió n el aparecer sensible y el
56 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

aparecer de la idea, siendo esto la esencia de la ob ra de arte.


E n cuan to co n fig u ració n artística de carácter lin g ü ístico , el
m ism o po em a es el sím bolo que se apoya en el lenguaje de la
obra de arte en generál.
Pero volvamos concretam ente al "scheint”. U sted lee "feliz
a-parece en ello m ism o” com o felix in se ipso (esse) videtur. T om a
usted el "feliz” de form a predicativa y el in se ipso en relación con
felix. Yo lo en tien d o adverbialm ente: com o el m od o, com o el
rasgo fund am ental del 'ap arecer', esto es, del lu m ino so m os­
trarse; y el eo ipso lo tom o en relación con lucet. Yo lo leo com o
feliciter lucet in eo ipso-, el "en ello m ism o” refiere a "aparece”, no a
"feliz” ; el "feliz” es sólo la consecuencia esencial del 'aparecer
en ello m ism o ’. La articu lació n y el 'ritm o ’ del ú ltim o verso
tie n e n su peso en el "es” . "¡Pero lo que bello es (lo que es u n a
co n fig u ració n artística de auténtico carácter), feliz aparece en
ello m ism o”. El 'ser-b ello ’ es el p u ro 'aparecer’.
C o n su lte sobre este p u n to la in tro d u c c ió n y el p rim e r
capítulo de la p rim e ra p arte de las Lecciones sobre la Estética de
H egel dé 1835-'A llí dice H egel (p rim era ed ició n de la Obras,
vol. X, I, p. I 44 ) : "Lo bello se define, de este m odo, com o el
aparecer sensible de la idea”. "El objeto bello (...) perm ite que se
m anifieste en su existencia su p ro p io concepto en cuanto rea­
lizado y m uestra en él m ism o la u n id a d y v italidad subjetiva”
(ibid., p. 148).
E l "él” o "ello” n o es sólo dialecto suabo, sino al co n tra­
rio, este dialecto resulta apropiado y es utilizado para expresar
u n a diferen cia esencial: "en él m ism o” n o m b ra algo en ello
m ism o, p e ro algo tal que n o posee au toco ncien cia p ara sí,
dicho en el lenguaje de H egel, que no es n in g ú n 'co n cep to ’,
esto es, n in g ú n 'aparecer p u ro en sí m ism o’ (p. 141)» sino u n
aparecer sin autoconciencia, sin u n 'sí’, y que, p o r tanto, no es
'e n sí’, p ero es "en ello, m ism o”. Sin em bargo, este ‘aparecer’
no es jam ás u n a 'm era ap arien cia’ (en el sentido de 'parece
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 57
com o s i...’). Por eso dice H egel (p. 199, abajo): "La verdad del
arte no puede consistir, p o r ende, en la m era corrección, a la
que se lim ita la d en o m in ad a im itació n de la naturaleza, sino
que lo externo debe arm onizar con algo in tern o que arm oniza
en sí m ism o y que, ju stam en te p o r ello, puede revelarse como sí
mismo en lo externo” (subrayado m ío ).
Este revelarse es el lum inoso m ostrarse, el 'ap arecer’. E n
él, lo v erdad ero saca a la luz su au to n o m ía. Así, dice H egel:
"D esde esta perspectiva, podem os destacar la serena calm a y
felicidad, este bastarse a sí m ism o en el prop io estar concluido
y la p ro p ia satisfacción, com o el rasgo fu n d am en tal del ideal
(es decir, de la o b ra de arte). La figura artística ideal está ahí
ante nosotros com o u n dios feliz” (p. 2,02,). E n cuanto felíciter
lucens, la con figuración bella es ella m ism a felix. D e este m odo,
se podría obtener la 'certeza’ que es posible en esto. Pues recla­
m ar u n a de tipo 'm atem ático’ en el sentido de D escartes sería
u n dogm atism o eternam ente injustificable, p o r resultar com ­
pletam ente inadecuada al asun to.
Pero la referencia a H egel es evidente, ya que el am igo de
juventud de M órike (nacido, com o él m ism o, en Ludwigsburg)
y su p erm an en te asesor en cuestiones de estética y poética fue
Friedricb T b eó d o r Vischer, cuya 'Estética o ciencia de lo bello’
em pezó a publicarse en 1846.
D ebem os ten er en cuenta, adem ás, que la fuerza expresiva
de la palabra "scheinen” ("lucir”, "aparecer”) se ha perdido para
nosotros, au n cuando todavía decim os: "die Sonne scheint” ("luce
el sol”). Pero lea, en cam bio, el poem a de M. G laudius (Elmen­
sajero de Wandsbeck, nú m . I) titulado "C antar u na nana en el claro
de lu n a”, especialm ente las estrofas 8, 9 > II y 12 ^-
H asta aquí las palabras de M artin H eidegger. Reconozco
que está carta hizo que m i convicción se tambalease hasta cierto
p u n to . Pero algún tiem po después se m ostró que m i in stin to
para el sonido y el sentido del verso n o se dejaba sacudir. De
58 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

m odo que in te n té c o n fro n ta r o tra vez, y m ás detalladam ente


que en la conferencia, m i com prensión instintiva del verso con
los m edios propios de la investigación literaria. Escribí a M ar­
tin H eidegger lo siguiente:
«P erm ítam e em pezar co n el final de su co m en tario .
Llama usted a Vischer el asesor p erm anente de M órike en cues­
tiones de estética y poética. E n ese caso, V ischer sería más com ­
petente que Hegel. ¿Y qué dice V ischer de lo bello? E n el p r i­
m er volum en de su estética —que, com o usted señala, apareció
el m ism o añ o en que fue escrito el p o em a de M órike A una
lámpara—, en el parágrafo 13 (segunda edición, M únich, 1922,
p. 51), dice:
"De acuerdo a esta ley, se le genera [al espíritu] la aparien­
cia de que algo individual, existente en la lim itación de espacio
y tiem p o , se co rresp o n d e sin más con su concepto; que, p o r
tanto, se ha realizado en él p o r com pleto, en p rim er lugar, un a
idea determ inada y, de ese m odo, m ediatam ente, la idea abso­
luta. Esto es ciertam ente u n a m era apariencia en tan to que su
idea no está presente p o r com pleto en n in g ú n ser individual;
pero, com o la idea absoluta no es una representación vacía, sino
que es verdaderam ente efectiva en lo existente, aunque no en lo
individual, es p o r ello u n a apariencia llena de contenido o un a
m anifestación. Dicha m anifestación es lo bello”.
A q u í la expresión 'ap arecer’ de lo bello se vuelve co n s­
cien tem en te am bigua, p ero es utilizada m ás en el sentido de
videri. S in em bargo, n o le concedo tan to peso a este pasaje.
Pues, ¿q u é im p o rtan cia cabe dar a dicha asesoría po ética y
estética? El 8 de feb rero de 1851, M órike escribe a V ischer
sobre la estética de éste, en con creto sobre el segundo v o lu ­
m en, publicado en 1847:
"M ientras tanto, quiero trabajar asiduam ente en tu libro,
tras h ab er sentido varias veces el m ayor deseo de ello. U n a
p arte, la p rim e ra [de la que están tom adas las frases citadas
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 59
arrib a], estuvo u n a vez en m is m anos durante dos días; rebus­
qué en ellas com o el perro con el bocico en u n a esfera firm e,
donde no hay saliente alguno para lograr desprender algo a esa
velocidad”.
¿Y qué d ecir de su estudio de ffeg el? El 14 de m ayo de
1833, M órike le p id e a V ischer que "le escriba los p rin cip io s
del sistema hegeliano”. Seebass, el edito r de las Cartas inéditas de
M órike (Stuttgart, 1945 )» explica al respecto que "no se tiene
noticia de u n estudio tardío de H egel” (p. 534 )-
Así pues, la referencia a H egel n o es en absoluto evidente.
¡Al co n trario ! V em os que M órike n o ten ía n in g u n as ganas y
ninguna habilidad para el pensam iento serio, Pero, ¿a qué lle­
gam os con esto? A usted, seguram ente, le in d ig n ará saber de
u n a relació n ta n frívola con la filosofía com o la que aquí Se
m anifiesta. Pero justo en eso se encuentra el p u n to decisivo. Si
m e lo p erm ite, le d iré que el m o d o com o abo rd a el verso en
cuestión m e parece dem asiado escolástico para este poeta. Me
parece que, e n co n tra de su p ro p ia convicción, insiste usted
dem asiado en los conceptos y pasa p o r alto lo flotante, resba­
ladizo, tím ido , cauto, lo a m enu do tam bién astuto y am biguo
de u n lenguaje poético com o el que M órike desarrolló. Puede
que el viejo z o rro pensase ta m b ié n u n poco en lucet, que, al
igual que el "en ello m ism o”, le resultaba dialectalm ente más
cercano que a n o so tro s. P ero, com o m ucho, de u n a form a
'tam b ién u n p o co’ ju guetona, a m od o de ensayo. E n este tipo
de lírica apenas hay lím ites claros e n el significado y to d o el
espectro de la palabra 'aparecer’ que expone el diccionario de
los G rim m p u ed e estar irisan d o m ás o m enos. N o deseo
ren u n ciar en m odo alguno a lo po ten cial del enunciado, a lo
inseguro, al apartarse de la certeza incondicionada, al 'tal vez’
que se encuentra en el videtur. C onsidero dom inante este signi­
ficado. E n él se expresa insuperablem ente la situación especial
de M órike, que este m ism o advertía p ro fu n d am en te, la dife-
6o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

rencia de su existencia con la de u n G oethe (o tam bién con la


seguridad de u n H egel). El, el tardío, sólo puede ya su p o n er y
designar com o posible, p ara él la esencia se en cu en tra ya i
sem iencubierta. ¿P retende usted sacrificar este color precioso
y sum am ente in divid ual del p o eta y del verso en cu estió n en
aras de u n a frase que n o sería más que u n balance suplem enta­
rio de la estética hegeliana?
Es evidente, p o r tan to , que no se trata de u n a diferencia
de o p in ió n cualquiera en tre nosotros, sino de u n a diferencia
esencial en la con cepción del lenguaje poético y filosófico.
D onde más fuertem ente la percibo es en su declaración de que
el énfasis caería sobre el "es”. Esto m e parece sim plem ente
im posible. El énfasis recae sobre "bello”, "feliz” y "m ism o”. Por
el contrario, cuando, hablando del verso de Elólderlin
Pensam ientos del com ún espíritu son,
los que term in an silenciosos en el alm a del poeta*
explica usted que hay u n énfasis en el son y apoya esta explicación
apelando a la com a que H ellin grath pasó p o r alto, yo le doy la
razón tan to p o r cuestiones de ritm o com o de co n ten id o . Este
detalle de su in terp retació n del him n o Como cuando en día defiesta
siem pre m e ha parecido especialm ente valioso. Pero el lenguaje
de E ló lderlin es, con certeza, m ucho más filosófico que el de |
M órike. H ó ld erlin era tam bién u n pensador, M órike no . !
¿M e p e rm itiría p u b licar en Trivium los fragm entos de
n u estra co rresp o n d en cia que re fieren al verso de M ó rike?
C reo que sería id ó n ea p ara in d u c ir a círculos más am plios a
reflexionar de nuevo sobre las dificultadés de la interpretación.

Des gem einsam en G eistes G edan ken sin d, / Stil e n d e n d in d er Seele des
D ich ters...
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 6l
Le estaría especialm ente agradecido si qu isiera añ ad ir algo a
m odo de con clu sión . Pues n o es en absoluto m i in te n c ió n
ten er la últim a palabra —m enos que nadie ante u s te d » .
E n u n a carta desde T od tnau berg del 28 de diciem bre de
I9 5 0 dedicada ya exclusivam ente al verso en cuestión, M artin
H eidegger respondió lo siguiente:
«E stim ado Sr. Staiger,
M uchas gracias p o r.su carta. H ace más tran sp aren te su
conferencia y m e instruye sobre aspectos esenciales, com o el
tem ple de ánim o fundam ental del poem a. Sin em bargo, no m e
convence en lo decisivo, en su in terpretación del "scheint” com o
videtur. Pero esto nos alienta a in ten tar llevar el asunto a u n a más
alta claridad y a p o n e r en consonancia nuestras concepciones.
Para ello, debo responder de m anera más detallada. Por ese
motivo, no puedo ser yo quien tenga la últim a palabra, dejando
de lado que ésta le corresponde a usted según las buenas costum ­
bres. Su últim a palabra seguirá siendo, com o usted m ism o con­
sidera y com o siem pre en los m ejores casos, sólo u n a p rim era
palabra, pues aquí se juega algo más que la aclaración aislada de
u n verso. Ese algo decidirá quizá p ro n to , quizá en u n tiem po
lejano, pero ciertam ente p o r vez prim era e incluso solo, la rela­
ción del lenguaje con nosotros, los m ortales.
M i referen cia a H egel sólo p re te n d ía caracterizar la
atm ósfera en la que resuena la palabra "scheinen” al ser utilizada
p o r M órike en relación con lo bello. A l m encionar pasajes de las
Lecciones sobre la estética de H egel, en absoluto p reten d ía p ro b a r
que los conceptos filosóficos de lo bello y el aparecer, en
cuanto causas, h u b ieran ten id o com o efecto el uso poético de
estos conceptos en el poem a de M órike p o r la vía de u n a
m ediación causal de esta relación efectiva entre H egel y M órike
a través de Fr. T h . Vischer.
A unque m uestre usted que M órike apenas se ocupó de la
filosofía de H egel y que sólo estudió la estética de V ischer de
62 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

u n m od o superficial, n o p o r ello se desbarata m i referencia a


H egel, y tam poco dejo que m e in digne u n a 'relación tan frí­
vola con la filosofía’ p o r parte de M órike. Esto últim o po rq ue
considero que, q u ien es poeta, no necesita dedicarse a la filo ­
sofía, si b ie n u n poeta resulta tanto m ás poetizante cuanto más
pensante es.
E n cuanto a lo p rim ero , po rq ue, a través del do m inio en
aquellos tiem pos de la filosofía de H egel y su escuela, el signi­
ficado de "scheinen” en el sentido del "lum inoso m ostrarse de lo
p resente” estaba en el am biente, y n o era necesario que qu ien
entendiera esa palabra todavía y de nuevo en su sentido antiguo
estudiase las obras de H egel o los libros de V ischer. Pero ade­
más, si consideram os ya el asunto m ism o, tam poco puede p e n ­
sarse adecuadam ente 'scheinen’ en el sen tid o de 'p arecer sólo
com o s i...’, sin el ám bito subyacente del aparecer en el sentido
del desocultarse que revela algo presente. La palabra griegacpaí- ¡
veaSui dice am bas cosas. El cpaíveaS'ai e n el sentido de 'sólo
parece así’ habla aquí de m anera distinta que el videtur ro m an o , ,
que habla desde el p u n to de vista del observador. Así pues, no j
pienso 'escolásticam ente’ que M órike haya trad u cid o de u n
m odo escolar la filosofía hegeliana a lenguaje poético, tan sólo
p re te n d o señalar que el significado o rig in ario de 'ap arecer’ y
'apariencia’ m antiene abierto aquel ám bito en que la m u ltip li­
cidad de los significados de apariencia, aparecer, m anifesta­
ció n, m era m anifestación y sólo aparien cia se desarro lla de j
fo rm a lib re, au n q u e n o arb itrariam en te, p ero tam b ién se
com plica.
D e este m od o, tam poco el pasaje del §13 de la Estética de
V ischer que usted m en cio n a p ru eb a divergencia alguna con
H egel. E n el contexto de los pasajes que yo citaba (pp. 132,
148, 149)1 éste habla tam b ién de la m anifestación y de la apa­
riencia en el sentido del m eram en te parecer. E n el concepto
hegeliano de lo bello y del aparecer del objeto bello se encu en ­
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 63

tra re u n id a u n a diversidad rig u ro sam en te edificada de apa­


riencia, m anifestación y m era apariencia. Pero la apariencia,
p o r ejem plo, de que u n árbol p in tad o , en cuanto configura­
ció n artística, n o es u n á rb o l efectivo y, sin em bargo, ju sta ­
m ente com o tal árbol aparente m uestra la realidad efectiva del
árbol m ism o, p erten ece necesariam ente a la esencia de toda
obra de arte y, en concreto, a su aparecer propio en cuanto el
m ostrarse en ello m ism o. H egel y V ischer se refieren a esta
apariencia de lo que tom a efectivam ente u n sem blante, apa­
riencia esta que pertenece al aparecer prop io y perm ite que se
m anifieste la realidad efectiva. P o r el con trario, el sem blante
que usted presum e en el "scheint” (videtur) de M órike es otra
cosa. D icho sem blante se co rresp o n d e con la o p in ió n que el
epígono M órike se ha fo rm ad o , según su concepción, de la
esencia y la validez del arte, m ientras que aquel otro sem blante
pertenece al aspecto en que la obra de arte se encuentra esen­
cialm ente. Según su in te rp re ta c ió n , el aparecer p ro p io , el
m ostrarse de la o b ra de arte, deb ería ser tam b ién u n a m era
apariencia, en ta n to que la o b ra de arte se m anifiesta com o
feliz, p ero n o lo es. Si su in te rp re ta c ió n del "scheint” fuera
correcta, n o p o d ría usted citar las frases de V ischer com o
docum ento para p ro b ar que se esté hablando de esa apariencia,
y m enos todavía en u n a supuesta contraposición con Hegel.
Pero ¿a qué v ienen estas largas disquisiciones sobre la
estética de H egel y de V ischer, si los testim on ios literario s
extraídos de sus escritos n u n c a p u e d e n te n e r el peso de u n a
prueba que dem uestren u n influíaisphysicus de los conceptos filo ­
sóficos de lo bello en la configuración poética de u n poeta? Las
disquisiciones p reten d en aclarar, a m odo de u n preludio h e r-
m enéutico, p o r así decir, que es necesario ya u n gran esm ero
para orientarse —en el sentido del op in ar vacilante—en las rela­
ciones esenciales del aparecer p ro p io e im propio, de la m an i­
festación y de la m era apariencia, y hacer u n usó claro y seguro
64 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

de los co rresp o n d ien tes significados de las palabras. Los


com entarios precedentes están m uy lejos de exponer con sufi­
ciente claridad n i siquiera la estructura fundam ental de lo que
H egel pien sa bajo los n o m b res de la idea absoluta y el ideal.
Pero lo am biental de lo así pensado se irrad ió , más allá de toda
rivalidad con H egel, a toda la consideración del arte del siglo
XIX, aunque, p o r lo dem ás, el nivel de los horizontes de p e n ­
sam iento y de la conceptualidad decayera constantem ente.
Sin em bargo, sólo desde el m ism o poem a puede decidirse
cóm o debe entend erse el "scheint” del ú ltim o verso del poem a
de M órike. Pero el poem a se m antiene en el am biente del espí­
ritu del lenguaje de su época y vibra en u n tem ple de ánim o
fundam ental, si es que él m ism o es "una configuración artística
de auténtico carácter”.
Su carta m e ha hecho prestar más atención a algo esencial
y m e ha vuelto más pensativo al resp ecto: el tipo de tem ple de
ánim o fundam ental que habla desde el poem a. Estoy de acuerdo
con usted al den o m in ar dicho tem ple de ánim o la m elancolía
que m ira atrás. ¿Q u é dice el poem a m ism o?
L am entablem ente, n o tengo ya suficientem ente presente
lo que dijo usted en la conferencia sobre el poem a en general y
en c o n c re to . Pero creo que no m e engaño al ap u n tar qu e se
abstuvo de realizar u n a caracterización exacta del poem a én lo
relativo a su estructura, especialm ente p o rq u e, com o escribió
usted después, "en aquella tard e era m ás im p o rtan te la p arte
m etódica que el ejem plo”.
Los diez versos del poem a Se estructuran com o sigue: los
versos 1-3 dicen que la bella lám para esencia "aún en su sitio”
y cómo esencia, a saber, 'o rn am en tan d o ’ "el techo del aposento
del placer, casi olvidado”. El techo así o rn am en tad o p o r la
bella lám para ilum in a el espacio a p a rtir del esplendor de ese
ornam en to. A u n sin estar encendida, la bella lám para aclara el
ap o sen to . Le concede a este espacio su esenciar (e n te n d id o
SOBRE UN VERSO DE MÓRiKE 65.
verbalm ente), 'casi olvidado’. Este esenciar dice lo siguiente: lo
aclarado se m anifiesta com o ya sido a la luz de la bella lám para.
Los versos 4 -6 p e rm ite n que se m anifieste el aspecto, el
qué, de la bella lám para que, en su ad o rn a n te presencia, ba
perm anecido aú n en su sitio. El v erdo r áureo de la corona de
h iedra indica lo dionisíaco que crece ard ien tem en te. La daza
en co rro del g ru p o de in fan tes irra d ia el esp len d o r del ap o ­
sento del placer. A diferencia de usted, no en tien d o el m an i­
festarse del grupo infantil en la bella lám para dé m anera psico­
lógico-biográfica, com o u n signo del recuerdo de la niñez ya
pasada del poeta. La corona de h ied ra y dicho grupo p erten e­
cen a la co n fig u ració n artística de la bella lám para, en tan to
concede, aclarando, el m un d o del aposento del placer.
Los versos 7 y 8 llevan a lenguaje el to d o de los versos
anteriores ( l - 6 ). M uestran el esenciar acorde en sí de la bella
lám para com o atractiva y com o seria (com o en can tad o ra y
ensim ism ante), p ero no al m odo de u n a m era sum a. El atrac­
tivo y la seriedad del esenciar se c o n fu n d e n suavem ente y se
m ueven circundando « la entera fo rm a» com o en u n juego. La
palabra "form a” no significa aquí el envoltorio para u n conte­
nido, sino "form a” entend ida com o popcpip la figura de lo que
posee u n aspecto. "La e n te ra fo rm a ”, esto es lo que esencia
puesto en el m anifestarse de su pleno aspecto: la bella lám para
aún en su sitio, cuyo esenciar y aspecto son custodiados en el
poem a p o r los dos grupos de tres versos ( l- 6 ).
A través de los versos 1- 8 , la con figuración artística de la
bella lám para ha entrado en el poem a de u n a m anera tan bella
y, p o r ende, m esurada que es incluso lo hablado de este poem a
lo que hace lu cir a la bella lám para en su belleza. Es cierto que
el poem a n o acciona la lám para, p e ro enciend e la bella lám ­
para. Sin em bargo, ¿p o r qué no term ina el poem a A una lámpara
con el octavo verso? Porque con ello no llega todavía a lenguaje
redonda y puram ente lo que debe ser poetizado. Si b ien la bella
66 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

lám para ha llegado a la palabra com o con figu ración artística,


todavía no ha sido nom brada com o "una configuración artística
de carácter auténtico”. El auténtico carácter de la bella lám para,,
la belleza m ism a, perm anece todavía inexpresada. A ú n queda
algo más que decir p o r respecto a los versos anteriores.
P or eso hay u n gu ió n al final del octavo verso, inm ediata­
m ente después de la palabra "form a” y sin u n p unto tras ella. La
b arra del guión nom bra u n a diferencia que separa y ju n ta a u n
tiem p o. C o nsid eran do los versos del poem a entero , el guión
contrapone los versos 1-8 a los siguientes dos versos finales. Lo
que el guión lleva a separarse de esta m anera, lo lleva tam bién a
encu entro : ios versos 9 y 10 con 1-8 en conjunto, con y y 8 en
especial. La p arid ad de éstos se corresp on de con la de los dos
versos finales, pues en am bos casos es nom brada la configura­
ción artística en su totalidad, si bien en distintos respectos.
E l noveno verso com ienza in m ed iatam en te después del
gu ió n con las palabras "u na configuración artística de a u té n ­
tico carácter”. De esta form a se recoge lo an terio r, p ero a u n
tiem po, se lo rem ite a lo siguiente. Y ¿qué es lo que sigue? E n
p rim e ra instancia, u n a pregu nta: "¿ Q u ié n en ella re p a ra ? ”.
¿ Q u ié n tom a en consideración la configuración artística en su
auténtico carácter, en su pro p ia esencia? La pregunta está fo r­
m ulada de m anera que tien d e a la siguiente respuesta: nad ie
más, apenas algunos, un os pocos sólo. La pregunta posee una
en to n ació n triste. La m elancolía dice en el poem a que la obra
de arte en su esencia pasa in adv ertida a los h o m b res. Sin
em bargo, el po eta sólo p u ed e estar tem p lado aním icam ente
p o r este tem ple de ánim o p o rq u e p erten ece a aquellos que
todavía conservan el sentido para la esencia d é la obra de arte.
De ahí que la m elancolía n o pueda dep rim irlo. Resiste en ella.
Pues sabe que el adecuado carácter de u n a configuración artís­
tica, la belleza de lo bello, n o prevalece p o r gracia de los h o m ­
bres, p o rq u e éstos re p a re n o n o e n la o b ra de arte, p o rq u e
SOBRE UN VERSO DE MOR1KE 67

gocen o no de lo que es bello. Lo bello sigue siendo lo que es


In d ep en d ien tem en te de cóm o se resp o n d a la p reg u n ta
"¿Q u ién en ello rep ara?”.
"Pero lo que bello es, feliz aparece en ello m ism o ” : la
belleza de lo bello es el p u ro dejar aparecer la "entera fo rm a”
en su esencia:
N o podem os pasar p o r alto apresuradam ente el "pero” del
Último verso y todavía m enos dejar de escucharlo p o r com pleto.
El "p e ro ” n o m b ra u n a con trapo sició n que u n e. El verso
10, en el que se encuentra, habla con tra el verso 9> que m e n ­
ciona el rep arar de los ho m bres en la;obra de arte. El "p e ro ”
habla en contra del decisivo peso de ese reparar, ya que lo bello
nunca llega a ser lo bello m ediante ese considerarlo tal.
S in em bargo, el "p e ro ” sólo habla de ese m od o p o rq u e,
además, en el ritm o del verso n o resalta únicam ente el "bello”
que sigue in m ediatam ente, sino que, a u n tiem p o, y según el
Sentido, debe acentuar tam b ién el "es”. El "es” no posee aquí
@1 significado desgastado de la cópula, que tan a m enu do u tili­
zamos sin p en sar al hablar y escribir. El "es” n o m b ra el 'ser-
b e llo -e n -s í’ p a ra d iferen ciarlo d e l 'm e ro ser rep resen tad o
Como b e llo ’ m ed ian te u n re p a ra r en lo b ello . E l "es” tien e
aquí el significado de "esencia” : lo que esencia en el m odo de
lo bello ... P or eso debo perseverar en la acentuación del "es”,
SÍ b ien estoy m uy lejos de equiparar el to n o de este "es” con el
del "so n ” del verso de H ó ld e rlin que usted m en cio n a. Ese
"son” no significa 'e sen cian , sino 'existen en el sentido m eta-
físico de existentia.
Lo que esencia com o algo bello, sin em bargo, ¿qué otra
cosa p o d ría hacer, en cuan to a d o rn a n te e ilu m in a n te , sino
perm itir que se m anifieste u n m un d o en su esenciar? Esto le es
dado a lo bello sólo en cuan to , p o r ser lu m in o so en ello
m ism o, clarea, es decir, aparece. D ado que el "scheint” significa
esto y el "en ello m ism o’’ se refiere a él, con estas últim as pala-
68 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

bras el poem a vuelve a las prim eras: "A ún e n tu sitio, oh bella


lá m p ara...”.
C o n la últim a palabra del últim o verso, qúe va u n id a con
la p en últim a, se red o n d ea p o r fin "la en tera fo rm a”, ya n o de
la bella lám para, sino del poem a A una lámpara.
Cada vez que in ten to darle la razón del todo y escuchar el
"scheint” com o videtur, m e quedo atascado en el ritm o del verso y,
al p en sar, es com o si fu era chocando co n tra esquinas ju sto
d o n d e el p o em a te rm in a re d o n d eán d o se . E l significado de
"scheinen” e n la palabra "scheint” n o a p u n ta en la d irecció n de
"fantasm a”, sino en la de "epifanía”. La configuración artística
de auténtico carácter es ella m ism a la epifanía del m u n d o que
es ilum inado p o r ella y guardado en ella.
Si podem os hablar de u n a 'ú ltim a sutileza’ refirién do nos
a esté poem a de M órike, Sería com o m uch o considerando que
este m ism o poem a que lleva al lenguaje el m odo de esenciar de
u n a configuración artística sea u n p o em a A una lámpara. D e ese
m odo, n o sólo aquello de lo que se hace objeto en esta co n fi­
g u ració n artística, la lám p ara, posee el carácter del ilu m in a r
encendido, sino que el esenciar de la ob ra de arte, la belleza de
la bella lám para, ilum ina en el m odo del aparecer clareante. La
lám para ya apagada ilum in a todavía p o r cuanto, com o lám para
bella, clarea: m o strán d o se (ap arecien d o ), lleva a aparecer su
m un d o (el aposento del p lacer),
¿Es esto 'sutileza’? ¿N o es más b ie n u n regalo de lo más
discretam en te sencillo e n el po eta, q u ie n co n este po em a se
p o n e, en cuan to u n u lte rio r, en la cercanía de lo te m p ra n a ­
m ente sido en el arte occidental?
Su p re se n tim ie n to e n c u e n tra el tem p le de ánim o de la
m elancolía e n el poem a de M órike. Yo sigo su p resentim iento.
Pero m e p re g u n to : ¿qu é es lo an ím icam ente tem plado p o r la
m elancolía? N o el carácter auténtico de la configuración artís­
tica, en razón de que su aparecer esencial se vería degradado a
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 69
u n a m era aparien cia. E l tem p le de ánim o de la m elancolía
alcanza a la co n fig u ració n artística en cuan to n o tien e ya la
consideración de los hom bres qu e es acorde a su esenciar. La
obra de arte no puede jam ás forzar p ara sí ese ten er n i salvarlo
p o r siem pre y sin restriccion es. Q uizá el p o eta echó u n a
m irada a esta im p o ten cia (a este 'd o lo r’) que p erten ece al
esenciar de la ob ra de arte, de m od o que, desde ese do lo r, su
ánim o p erm anece m elan cólicam ente tem p lad o . Es evidente
que él, com o epígono, ba visto m ás que los predecesores y h a
tenido que soportar u n a carga m ás pesada.
El poem a de M órike n o necesita de fo rm a in m ed iata
nuestro re-p ensar lleno de rodeos para seguir siendo lo que es.
E n cam bio, nosotros sí necesitam os dicho pensar, n o sólo n i en
prim era instancia para po d er leer poem as, sino para aprender
otra vez a leer en general.
Pero ¿qué es leer sino colectar; reunirse en la colecta que
va en pos de lo no -h ablado en lo hablado?

Le saluda atentam ente, su


Martin Heidegger»

A ello resp on dí yo el 6 de e n e ro de 1951 com o sigue:

«M uy estim ado Sr. H eidegger,

sólo m e quedaría agradecerle su extraordinaria carta, si no


fuera p o rq u e en ella se p o n e de m anifiesto u n m alen ten d id o
que m e lleva a hacer uso del derecho a la últim a palabra que tan
am ablem ente m e concede. N i en m i conferencia sobre "El arte
de la in terpretació n”, n i en la carta que le dirigí, he concebido
el "scheint” en el sentido de 'parece, p e ro n o es así’. N unca be
declarado que el 'Scheinen apunte en la dirección de 'fantasm a’,
7o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

sino que tan to entonces com o ahora he in terp retad o los ú lti­
m os versos de este m odo: La configuración artística apenas es ya
considerada. "P ero” (¡tam poco yo he dejado de escuchar esta
palabra en absoluto!), ¿qu é daño p u ed e hacerle eso? Parece
feliz en ella m ism a y n o necesitar para nada de n o so tro s.
¡Parece! Probablem ente sea así. N o lo sabem os con total segu­
rid ad . Pues, ¿quiénes som os n o so tro s, pobres tardíos, para
poder atrevernos a expresar sin tapujos cóm o se siente lo bello?
C o n esta aclaración creo n o estar dem asiado lejos de su
in te rp re ta c ió n , tal com o ésta ha quedado éxplicitada. Estoy
com pletam ente, de acuerdo con su caracterización de la estruc­
tu ra del po em a. E n m i co n ferencia m e había expresado de
form a sim ilar al respecto. A m bos reconocem os tam bién que el
"scheint” irisa sobre algunos significados. U sted po n e el énfasis
más e n lucet (p o r m o r del aparecer, del lu c ir de la bella lá m ­
para), yo sigo p o n ié n d o lo en videtur. D e esa form a incluyo al
poeta en esa m elancolía que, según nuestra com ún convicción,
dom ina com o tem ple de ánim o el poem a entero. El poeta está
m ovido p o r la m elancolía n o sólo p o rq u e sabe que la ob ra de
arte pasa inadvertida en su esencia para la m ayoría, sino porque
él m ism o nt> se atreve ya a sentirse seguro com o iniciado. Esta
m elancolía personal suya puede docum entarse en El pintor Nolten
(el ú ltim o rey de O rp lid co n su d o rm ita n te conciencia) y en
incontables poem as. Y justam ente este tem o r y esta tristeza m e
parecen contradecir que haya aquí u n enunciado sobre lo bello
tan categórico com o el que usted aprecia. N o obstante, puede
hablarse de epifanía en el sentido que le da usted, si bien, diría
yo, de u n a epifanía m edio velada ya.
T odo lo que aún nos separa puede entenderse a p a rtir de
la siguiente diferencia: usted lee el poem a com o testim onio de
lo poético y de lo bello en su inm utable sim plicidad. Yo lo leo
más b ien com o testim onio de la form a especial e irrepetible de
lo poético y lo bello que se hizo efectiva en M órihe a m ediados
SOBRE UN VERSO DE MORIKE 71

del pasado siglo. M órike tien e p arte (en el sentido de peréyei)


en lo bello tal y com o usted lo piensa. T am bién yo, en cuanto
historiador, debo reconocerlo. Pero, más todavía, debe p re o ­
cuparm e la cuestión de cómo tiene parte en ello, cóm o lo u n o se
refracta en su m anifestación individual.
N ada m ás debo agregar. P ero sí quisiera agradecerle de
corazón su b u en a disposición a re sp o n d e r m is preguntas y la
in terpretació n del poem a, que con gusto m e precio de haberle
arrancado. Para finalizar, deseo expresar m i inalterable vene­
ración hacia usted. C o n afecto,

Emil Staiger»
¿QUÉ SIGNIFICA LEER?

¿ Q u é significa le e r? Lo que sustenta y dirige en el leer es la


Colecta. ¿E n qué dirección colecta? E n dirección a lo escrito, a
lo dicho en el escrito. El leer p ro p io es la colecta en dirección
a aquello que, sin nuestro saber, ha reclam ado ya nuestro esen-
ciar, com o quiera que en ello lo correspondam os o neguem os.
Sin el leer p ro p io tam poco estam os en condiciones de ver
lo que dirige nuestra m irada n i de apreciar lo que se m anifiesta
y aparece.
DEL SECRETO DEL CAMPANARIO

E n la m adrugada del día de Navidad, hacia las tres y m edia, los


niños cam paneros llegaron a la casa del sacristán. Su m ujer les
había servido café con leche y pasteles. Él estaba de pie ju n to al
árbol de N avidad, que aú n im pregnaba el cálido salón con el
arom a .de abetos y candelas que es p ro p io de la N ochebuena.
D esdé hacía sem anas, si es que n o d u ran te to d o el año, los
n iñ o s se alegraban de este m o m en to en la casa del sacristán.
¿D ónde podía radicar su encanto ? C iertam ente, n o en aque­
llo cuyo sabor «les gustaba» a los niño s llegados tan tem prano
desde la noche invernal. A lgunos de ellos p o dían o b ten er algo
m ejo r en Sus hogares. E ra lo extraño de la casa, del in stan te
in sólito , la espera del rep iq u e y del m ism o día de fiesta. La
excitación com enzaba ya en la casa del sacristán, cuando los
n iñ o s, u n a vez saciados, e n c e n d ía n los faroles e n el zaguán.
Éstos se alum braban coñ los restos de los cirios del altar que el
Sacristán guardaba a tal efecto en la sacristía, en u n cajón del
que n o so tro s, los m onaguillos, tom ábam os las «velas» para
nuestro altar, én el que, a m odo de juego serio, «leíam os m isa».
U n a vez dispuestos todos los faroles, los n iñ o s, con el
cam panero m ayor a la cabeza, avanzaban con dificultad a través
de la nieve hasta desaparecer en el in te rio r de la to rre . Las
cam panas, especialm ente las grandes, se tocaban en la m ism a
jau la. In d ecib lem en te excitante resultaba el « b alan cearse»
previo de las cam panas mayores, cuyo badajo se sujetaba con la
soga de la cam pana y no se «echaba a volar» hasta que la cam ­
pana se en co n trab a en p len a oscilación, siendo preciso para
ello u n a especial hab ilidad . E sto se hacía p ara que todas las
campanas p u d ieran sonar con toda la fuerza, u n a tras otra. Por
76 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

ese m otivo, sólo el oído experto po día apreciar si se había


tocado « co rrectam en te» ; pues el cese del to qu e se hacía tam ­
bién de esta form a, pero a la inversa. Los badajos se «atrapaban
al vuelo» en plena oscilación de las cam panas mayores y ¡ay del
cam panero que se m ostrara to rp e y «dejase ir » la campana!
T an p ro n to se extinguían los cuatro golpes que an u n cia­
b an las cuatro de la m adrugada, em pezaba a sonar la más
peq ueñ a de las cam panas: la « T e rc e ra » , que debía ser tocada
todas las tardes a las tres. Se encargaban de ello los m onaguillos,
p o r lo que sus juegos en el ja rd ín del castillo o en el « p u e n te -
cilio del m ercad o » , fren te al ayuntam iento, se veían siem pre
in terru m p id o s. Pero a m en u d o , sobre todo eri verano, trasla­
daban sus juegos a la jau la del cam panario o a la viguería m ás
alta de la to rre, ju n to a las esferas del reloj, donde anidaban las
grajillas y los vencejos. La « T ercera» era tam b ién la cam pana
del toque de difuntos, con la que se daba « la señal». D e « d a r
la señal» se encargaba siem pre el sacristán en persona.
G u and o, a las cuatro , em pezaba el « re p iq u e de so b re­
salto» (que despertaba «sobresaltadam eñte» a los durm ientes
del p u eb lo ), seguía a la « T e rc e ra » el so n id o oscuram ente
dulce de la « A lb a » ; después la « N iñ a » (que dobla para llam ar
a clases de com u nió n y confirm ación, así com o para los oficios
del ro sario ); después la « O n c e n a » , que tam b ién se tocaba a
diario y casi siem pre se encargaba de ello el sacristán, pues los
niño s a esa h o ra estaban en el colegio; después la « D o cen a» ,
que tocaba las doce horas tam b ién a diario; después la « K la -
n e i» , sobre la que golpea el m artillo de las horas, y p o r últim o
la « M ay o r» . C o n su sonido red o n d o y grave, que se propaga
basta m uy lejos, finalizaba el anuncio de las festividades m ayo­
res. D e in m ed iato em pezaba el to qu e a m isa del gallo. Ese
toque sonaba tam bién la noche an terio r a u n a vigilia y, p o r lo
general, participaban en él tam bién los m onaguillos, quienes,
p o r lo dem ás, se desem peñaban en el oficio com o acólitos y, a
DEL SECRETO DEL CAMPANARIO 77
la edad conveniente, com o acólitos principales. Ellos no fo r­
m aban p arte de los « c a m p a n e ro s» , si b ie n p ro b ab lem en te
h ab ían « s u frid o » («geíiften», u n a palabra suaba para decir
« to cad o » ) más que los cam paneros, que eran u n tipo especial
de niños.
A dem ás de las siete cam panas ya nom bradas, p o r encim a
de la últim a escalera que conduce a la jaula del cam panario se
suspendía la «cam pana de m isa plateada», cuya delgada soga se
extendía p o r to da la to rre hasta la entrada de la sacristía. C o n
esta cam panita el sacristán daba a los cam paneros la « señ al»
para iniciar o finalizar el repique durante la consagración.
A lo que tam poco faltaban n u n ca los m onaguillos era al
« c a rra q u e o » . C u and o, desde el Jueves Santo hasta el Sábado
de G loria, gu ard aban silencio las cam panas, se utilizaban las
carracas para llam ar a m isa y en las horas de oración. U na fila
de m azos que se p o n ía n en m ovim iento d an do vueltas a u n a
m anivela golpeaban sobre m adera d u ra y p ro d u cían u n ru id o
m uy adecuado a los acerbos días de la Sem ana Santa. Se carra-
queaba en el cercado; las « c arracas» estaban situadas en las
cuatro esquinas y se p o n ía n en m ovim iento alternativam ente
em pezando p o r la que está frente al ayuntam iento, y-cada niño
le daba vueltas a la suya.
Se despertaba ya en esa época el in icio de la prim avera
sobre el cam po y, desde la a m p litu d de la to rre , expectativas
extrañam ente oscuras soñaban anhelando el verano.
La ju n tu ra en la que las fiestas eclesiásticas, los días de
vigilia y el paso de las estaciones y las horas de todas las m aña­
nas, m ediodías y tardes se ensam blaban de m o d o tal que un
toque atravesaba continuam ente los jóvenes corazones, sueños,
rezos y juegos — también esa ju n tu ra cobija u n o de los más
encantadores, salvos y duraderos secretos de la to rre para rega­
larlo, siem pre transform ado e irrepetible, hasta el últim o repi
que en el cobijo del Ser.
PARA EL LIBRO DE LANGENHARD SOBRE HEBEL

El dialecto es la fuente secreta4 de toda lengua form ada. De él


nos afluye todo aquello que el espíritu de la lengua cobija en sí.
¿ Q u é cobija el espíritu de la lengua? Este custodia en sí
las relaciones inaparentes pero sustentadoras con D ios, con el
m undo, con los hom bres y sus obras y con las cosas.
Lo que el espíritu de la lengua cobija en sí es aquello ele­
vado y p o r d o q u ier prevaleciente de lo que cada cosa tien e su
proveniencia de m odo tal que vale y fructifica. Esto elevado y
valedero revive en la lengua, y m u ere con ella e n cuan to ésta
debe prescindir de la afluencia de esa fuente que es el dialecto.
El poeta H ebel lo sabía m uy bien.
Sin em bargo, pocos h a n sido hasta hoy los que h an ap re­
ciado las joyas escondidas en el Cofrecillo de H ebel.
El alem án en el que hablan los relatos y las consideraciones
de H ebel es el más sencillo y claro, a la vez que encantador y m edi­
tativo, que jam ás se haya escrito. El lenguaje del Cofrecillo dejoyas
sigue siendo la escuela superior para todo aquel que se dispone
a hablar y escribir en esta lengua de u n m odo que dé la m edida.
¿D ónde está el secreto del lenguaje de H ebel? N o en u n a,
afectada voluntad de estilo, tam poco en la in ten ció n de escri-

4 La palabra « se cre ta » tradu ce aquí « g eh eim n isv o lle» , que co n tien e en sí la


palabra « H e im » (hogar), de do nde proviene « H e im a t» , esto es, lo que aquí
traducim os com o « tie rra natal» a riesgo de que sea tom ado literal e indebid a­
m en te com o u n suelo natal. E n esta caracterización d el dialecto com o
«geheim nisvolle Q u e ll» del lenguaje « c u lto » se ve ya la idea de la « H eim at»
com o aquello oculto e inaparente que nos perm ite el habitar y que se deja decir
en el « len g u a je » de la poesía y, de m odo em inente, en el lenguaje poético y
dialectal de J o h a n n Peter H ebel. [N . del T.]
8o EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

b ir de la m anera más folclórica posible. El secreto del lenguaje


del Cofrecillo dejoyas se basa en que H ebel logra recoger el le n ­
guaje del dialecto alem ánico en el lenguaje escrito y logra que
éste —el lenguaje escrito— resu en e com o u n eco de aquél —el
dialecto—.
SOBRE LA MADONNA SIXTINA

A lred ed o r de esta im agen se dan cita todas las preguntas aún


irresueltas sobre el arte y la obra de arte.
La palabra « im ag en » no significa aquí sino sem blante en
el sentido de m irada que viene al encuentro en cuanto llegada.
La imagen, así entend ida todavía se sitúa antes de la diferencia­
ció n en tre «v entana p in ta d a » y « c u a d ro » . E n el caso único
de la M adonna Sixtina, esta diferencia no es m eram ente cate-
gorial, sino h istórica. La «v entana p in ta d a » y el « c u a d ro »
son aqu í im agen de u n m odo distin to en cada caso. E n el
hecho de que la M adonna Sixtina se haya convertido en cuadro
y pieza m useística se esconde el prop io curso histórico del arte
occidental desde el R enacim iento. Pero quizá la M adonna Six­
tina tam poco era inicialm ente una ventana pintada. Era --y esto
quiere decir, sigue siendo—, transform ada, u n singular esen-
ciar com o im agen.
T h e o d o r H etzer, con q u ien com partí banco en el In sti­
tu to de F riburgo y de qu ien conservo u n venerable recuerdo,
ha dicho cosas tan ilum inadoras sobre la M adonna Sixtina que
no puede sino agradecerse su m irada llena de fuerza pensante.
N o obstante, m e ha dejado perplejo su com entario de que la
M adonna Sixtina « n o está ligada a u n a iglesia, no reclam a una
disposición determ in ada» . Esto es correcto, pensado estética­
m ente, y, sin em bargo, carece de la auténtica verdad. D o nd e­
q u iera que se siga « d isp o n ie n d o » en el fu tu ro , esta im agen
habrá p erdido su lugar. Le está vedado desplegar su esenciar de
m anera inicial, es decir, d eterm in ar ella m ism a ese lugar. La
im agen, transform ad a en su esenciar com o ob ra de arte, se
extravía en tierra extraña. Esta tierra extraña sigue siendo des-
82 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

conocida p ara el p o n e r-d é la n te m useístico, que conserva su


propia necesidad histórica y su razón., El poner-d elan te m useís­
tico lo nivela to d o a la u n ifo rm id a d de la « e x p o sic ió n » . E n
ésta únicam ente hay posiciones, no lugares.
La M adonna Sixtina no pertenece a aquella iglesia de Pia-
cenza en u n sentido histórico -an ticu ario, sino p o r su esenciar
com o im agen. C o n fo rm e a este esenciar, la im agen anhelará
siem pre volver allí. Sin em bargo, sé m uy b ien que no poseo n i
la com petencia n i la p reparación para ten er voz en esto, p o r lo
que las siguientes observaciones no son más que «especulacio­
n e s» . D esde luego, tam b ién el speculari es u n m irar, p ero u n
m irar no sensible.
A p ro p ó sito de « v en tan a p in ta d a » cabría p reg u n tar:
¿Q u é es u n a ventana? Su m arco delim ita lo abierto del traslu­
cir para, m ediante el lím ite, reunirlo en u n a puesta en libertad
del aparecer. La ventana, en cuanto entrada del aparecer que se
aproxim a, es u n a m irada previa de la llegada.
Pero en el singular acontecim iento de esta im agen singu­
lar, la im agen no aparece ulteriorm ente a través de u n a ventana
ya existente, sino que es la im agen m ism a la que fo rm a esta
ventana, p o r lo que n o se trata de u n retablo en el sentido
habitual. Se trata de u n a im agen de altar en u n sentido m ucho
más p ro fu n d o .
Lo pintado perdura a su m anera. Pero la im agen sólo llega
de repente a su aparecer, no es sino lo rep en tin o de dicho apa­
recer.. M aría lleva al N iño Jesús de modo tal que, m ediante él, ella
m ism a es traíd a aquí delante en su llegada; u n a llegada que
con-lleva en cada caso lo ocultam ente cobijador de su prove­
niencia.
Este llevar, en el que esencian M aría y el N iñ o Jesús,
reú n e su acon tecer en el ver que m ira, u n ver en el que está
puesto el esenciar de am bos y a p artir del cual dicho esenciar es
figura.
SOBRE LA MADONNA SIXTINA 83

E n la im agen, en cuanto esta im agen, acontece el aparecer


del hacerse h o m bre de D ios, acontece aquella transform ación
que, com o lo más prop io del sacrificio de la m isa, acaece en el
altar com o « tran su stan ciació n » .
Pero la im agen no es n i m era copia n i alegoría álguna de
la sagrada transustanciación. La im agen es el aparecer del espa­
cio de juego del tiem po (2git-Spiel-Raum) en cuanto lugar donde
se celebra el sacrificio de la misa.
El lugar es e n cada caso el altar de u n a iglesia. Ésta y la
im agen se copertenecen. Al acontecim iento singular de la im a­
gen le co rresp o n d e necesariam en te su sin gu larizació n en el
lugar inaparente de u n a iglesia entre otras m uchas. Esta iglesia,
p o r su p arte, y cada u n a de su especie, reclam an la singular
ventana de esta singular im agen: ella funda y consum a la edifi­
cación de la iglesia.
D e este m odo, la im agen form a el lugar del cobijar deso­
cultador (de la A-XqS'eia), u n desocultar que es la m anera com o
esencia la im agen. El m odo de su desocultar (de su verdad) es
el aparecer velador de la p ro -v e n ie n c ia del h o m b re-d io s. La
verdad de la im agen es su belleza.
Pero ya m e doy cuenta de que esto no es más que u n b al­
buceo insuficiente.
EL LENGUAJE DE JOHANN PETER HEBEL

Los Poemas alemánicos de H ebel fu e ro n creados en el trascurso de


unos pocos años, entre 18 00 y 1803, en K arlsruhe. N acieron
de la nostalgia de la tierra natal. Esto se hace n o tar a m enudo y
se piensa dem asiado poco. Supongam os que el sueño de H ebel
se hubiese cum plido y que h u b iera po d id o ser pastor de u n
pueblo del m argraviato. E n ese caso, hubiera tenido más ocasio­
nes para escribir sobre el cam po, la gente y las costum bres de la
tierra natal. C iertam ente, hubiera tenido más ocasión de escri­
b ir sobre ello, si de lo que se tratara fuera tan sólo de describir
folclóricam ente el cam po y su «pueb lecito» . Sin em bargo, otra
cosa era lo asignado al profesor trasladado a K arlsruhe: poetizar
la tierra natal, elevar al brillo su esenciar m ediante la palabra.
La poesía verdadera y elevada consum a siem pre lo m ism o: ella
lleva a aparecer lo in aparente. In ap aren te, sin em bargo, p e r­
m anece aquello que prevalece p o r com pleto y determ in a todo
lo que resulta habitual y se encu entra en el p rim er plano . Pero
lo in a p a re n te sólo llega a aparecer y á p o n erse an te n u estra
m irada cuando retrocedem os ante ello, cuando estam os sufi­
cientem ente alejados de ello. El esenciar de la tierra natal sólo
consigue b rilla r e n tie rra extraña. T odo lo que los grandes
poetas cantan y dicen está divisado desde el d o lo r p o r la tierra
natal y llam ado a la palabra a través de este do lo r.

P ero , h ab rá replicado ya alguno que o tro , ¿cóm o van a ser


estos Poemas alemánicos poesía g rand e y universal si, ya sim ple­
m ente p o r su lenguaje, están circunscritos a u n particular pai-
86 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

saje y su fo lclo re? Así pues, ¿es el m u n d o de los poem as de


H ebel u n m u n d o lim itad o p o rq u e se trata « ú n ic a m e n te » de
poem as alem ánicos?
A m e n u d o se cree tam b ién que el dialecto sup on e u n
m altrato y u n a desfiguración del lenguaje culto y escrito. E n
verdad sucede lo c o n tra rio : el dialecto es la fu ente secreta de
toda lengua form ada. De él nos afluye todo aquello que el espí­
ritu de la lengua cobija en sí. D e esta form a, justam ente tam ­
bién a los paisajes y los valles suizos se les ha conservado intacto
u n g ran b ie n : que ellos n o sólo hab lan , sino que p ien san y
ob ran en su dialecto.
¿ Q u é cobija el esp íritu de la lengua? Éste custodia en sí
las relaciones inaparentes p ero sustentadoras con D ios, con el
m un do, con los hom bres y sus obras y con las cosas. Lo que el
esp íritu de la lengua cobija e n sí es aquello elevado y p o r
doqu ier prevaleciente de lo que cada cosa tiene su pro v en ien ­
cia de m o d o tal que vale y fructifica. Esto elevado y valedero
revive en la lengua, y m uere con ella en cuanto ésta debe p res­
cin d ir de la afluencia de esa fuente que es,el dialecto. El poeta
H ebel lo sabía m uy b ien . P or eso escribe en u n a carta que los
«poem as alem ánicos», si b ien se m an tien en « e n el carácter y
horizonte del pu eblecito», son a la vez « n o b le poesía».

H ebel reu n ió los más bellos relatos y consideraciones que había


aportado al calendario hasta el año l8 ll en el Cofrecillo dejoyas del
amigo de la casa renano, que vio la luz en la e d ito rial G otta, que
publicaba las obras de G oethe y S chiller. Si, en u n program a
de radio o donde sea, escucha usted el n o m bre «C ofrecillo de
joyas», piense en H ebel.
Sin em bargo, pocos h a n sido hasta hoy los que h an ap re­
ciado las joyas escondidas en el Cofrecillo de H ebel. El alem án en
EL LENGUAJE DE JOHANN PETER HEBEL 87

el que hab lan los relatos y las consideraciones de H eb el es el


más sencillo y claro, a la vez que encantador y m editativo, que
jam ás se haya escrito. El lenguaje del Cofrecillo de joyas sigue
siendo la escuela su p e rio r p ara to d o aquel que se d ispo ne a
hablar y escribir en esta lengua de u n m odo que dé la m edida.
¿D ónde está el secreto del lenguaje de H ebel? N o en una
afectada voluntad de estilo, tam poco en la in ten ció n de escri­
b ir de la m anera más folclórica posible. El secreto del lenguaje
del Cofrecillo dejoyas se basa en que H eb el logra recoger el le n ­
guaje del dialecto alem ánico en el lenguaje escrito y logra que
éste —el lenguaje escrito— resu en e com o u n eco de aquél —el
dialecto—. Esto nos da tam bién u n a seña del secreto de los Poemas
alemánicos.
H ebel n o ten ía ocu rrencias y estados de ánim o poéticos
provenientes de do nd e fuera y que él, después, a diferencia de
otros poetas, expresara en el dialecto alem ánico. Lejos de ello,
H eb el se atuvo, escuchando, a la afluencia del esp íritu de la
lengua de este dialecto, y lo hizo de m anera tal que, en ocasio­
nes, este lenguaje confluía en poem as sueltos del m ism o m odo
que se form an los cristales.
Y al estar arraigados en lo au tó cto n o , estos poem as se
extienden en lo am plio y pasan p o r encim a de todas las lim ita­
ciones aparentem ente dadas p o r el dialecto.
ENCUENTROS CON ORTEGAYGASSET

Q uisiera referir brevem ente dos recuerdos de O rtega y Gasset.


Siguen siendo para m í los dignos de ser pensados, y cada u n o
de ellos conserva en la m em oria dos encuentros.
E l p rim e r re cu erd o se re m o n ta a los días del segundo
C o lo q u io de D arm stadt, a p rin c ip io s de agosto de 1951.
O rtega y yo nos habíam os com p ro m etido a sendas co n feren ­
cias en el C oloquio, que tenía p o r tem a « E l ho m bre y el espa­
c io » . T ras m i co n feren cia « C o n s tru ir, h ab itar, p e n sa r» ,
em pezó el coloquio entre los prom in entes arquitectos y eru d i­
tos en la larga m esa colocada sobre el podio de la sala de co n ­
gresos de D arm stadt. Yo m ism o había to m ado asiento en las
filas asignadas a la audiencia. E nseguida, u n o de los p a rtic i­
pantes en el « co lo q u io » se extendió en violentos ataques co n ­
tra m i conferencia. Éstos culm inaban en la afirm ación de que
la conferencia n o había resuelto las cuestiones esenciales, sino
que sólo las había «d esp en sad o » , es decir, las había disuelto a
nada p o r m edio del p en sam ien to . E n ese in stan te p id ió la
palabra O rtega y Gasset, a la vez que le quitaba el m icrófono al
o ra d o r sentado ju n to a él, y dijo al público lo siguiente: « E l
b u e n D ios necesita a los despensadores para que los dem ás a n i­
m ales n o se d u e rm a n » . C o n estas ingeniosas palabras, la
situación cam bió de golpe. P ero dichas palabras n o eran sola­
m en te ingeniosas; eran , ante to d o , caballerosas. A d m iré y
aprecié tanto más este espíritu caballeroso de O rtega para con
m is conferencias y escritos —m anifestad o, p o r lo dem ás, de
fo rm a d istin g u id a— cuanto que él n o estaba de acuerdo con
m uchas cosas y le in q u ie ta b a n algunas de ellas qu e parecían
am enazar su originalidad.
90 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

U na de las noches del C oloquio hu bo u n a fiesta en el ja r ­


d ín de la casa del arquitecto m unicipal. Paseando p o r el ja rd ín
a u n a h o ra avanzada, encontré a O rtega solo, con su gran som ­
b rero en la cabeza, tom ando u n a copa de vino en u n cenador .
E staba desanim ado. M e hizo u n a seña y m e senté con él, no
sólo p o r am abilidad, sino p o rq u e m e cautivó la gran tristeza
que irra d ia b a de su esp iritu al figura. E l m otivo de la m ism a
salió p ro n to a la luz del cen ad o r ten u em en te ilu m in ad o .
O rtega estaba desesperado p o r la im potencia del pensar frente
a los poderes del m un do actual. Pero hablaba en él, a la vez, u n
aislam iento que no po día estar ocasionado sólo p o r circu n s­
tancias externas. D espués de algunos fuertes tragos a nuestras
copas, la conversación entrecortada se dirigió a la pregunta p o r
la relació n en tre el p en sar y la lengua m atern a. Los rasgos de
O rtega se ilu m in a ro n súbitam ente. Se sabía en casa y, p o r los
ejem plos lingüísticos que puso, sentí cuán intensa e in m ed ia­
tam ente pensaba desde su lengua m aterna. A la caballerosidad
se u n ió en m i im agen de él la soledad de.su buscar y, a la vez,
u n a infantilidad que, desde luego, estaba enorm em ente alejada
de to d a in g en u id ad —pues O rteg a era u n observador agudo,
tam bién y especialm ente del efecto que deseaba conseguir con
su presencia.
El segundo recuerdo se rem ite a B ühlerhóhe, d o nd e u n a
m añana de dom ingo cruzam os con vehem encia, p ero d en tro
dé los más bellos lím ites, las espadas más afiladas. Se discutía el
concepto de ser y la etim ología de las palabras filosóficas fu n ­
dam en tales5. La controversia puso de m anifiesto la am plia
orientación de O rtega en las ciencias. Sin em bargo, m e m ostró

5 A unque el original dice « G ru n d w erte» (valores fundam entales), parece claro


que se trata de u n e rro r y que^debe decir « G iru n d w o rter» (palabras fu n d a ­
m entales) . [N . del T.]
ENCUENTROS CON ORTEGA Y GASSET 91
tam bién u n a especie de positivism o sobre el que no m e corres­
ponde juzgar, pues sólo conozco unos pocos escritos de O rtega
y, adem ás, p o r tradu ccio nes. La tard e de ese m ism o día nos
p ro p o rc io n ó a m í y, pro b ab lem en te, a todos los presentes la
im presión más duradera de la personalidad de O rtega y Gasset.
O rtega habló sobre u n tem a que n o estaba planeado n i fo rm u ­
lado, p ero que p o d ría titu larse « E l h o m b re español y la
m u e rte » . Es verdad que sólo habló de cosas con las que estaba
fam iliarizado desde hacía tiem po, p ero cómo las decía revelaba
cuán lejos estaba de sus cautivados oyentes en u n cam po que
ahora ha atravesado. C uando pienso en O rtega y Gasset, viene
a m is ojos su figu ra tal y com o se m o stró aquella tard e en el
hablar, en sus m uchos silencios, en sus gestos, en la caballero­
sidad, soledad, in fan tilid ad , tristeza, con su m ú ltip le saber y
u n a encantadora picardía.
¿QUÉ ES EL TIEMPO ?

¿ Q u é es el T IE M P O ? P o d ría pensarse que el a u to r de Serj


tiempo deb ería saberlo. Pero n o lo sabe, de m od o que todavía
hoy pregunta. P reguntar significa prestar oído a lo que a u n o le
es concedido.
D icho p re sta r oído, más allá de lo m eram en te actual, a
aquello que m ueve desde lejos y hacia la lejanía el curso h is­
tórico de nuestra época, m e parece ser la actitud valiente, cau­
telosa y fru c tífera de su sem anario EL T IE M P O . M e alegra
te n e r ocasión de p o d e r agradecerles con estas líneas algunas
posturas m eritorias y clarificadoras, así com o sus indicaciones
dignas de confianza. Q u e la vivificadora p articip ac ió n en su
trabajo crezca p o r doquier en silencio.
APUNTES DEL TALLER

A lgunos parecen luchar hoy con la urgencia de en co n trar u n a


rep resen tació n de la h isto ria que p e rm ita o rd e n a r y, de ese
m od o, atrap ar en u n a in telig ib ilid ad u n estado del m u n d o
caracterizado p o r el prevalecer de la técnica actual y de la cien­
cia idéntica a ésta. Incluso si algo así se lograra, la técnica actual
y la ciencia a ella asignada seguirían siendo desconocidas en su
esenciar. M uy otra cosa resultaría si el m ism o esenciar de la téc­
nica actual m anifestara y m arcara de an tem an o desde sí la
figura de lo históricam ente enviado, en cuya escucha obediente
todo llega a su historicidad.
Para explorar tales posibilidades, deberíam os ap ren d er
p rim ero a pen sar en su esenciar aquello que ya ha acontecido
« p ro p ia m e n te » y a reten erlo co n tin u am en te en rem em o ra­
ción pensante.
A prop ósito del cohete espacial ruso, el presidente de
gobierno soviético declaró a principios de enero de este año lo
siguiente: «S om os los prim eros en el m un do en m arcar en el
cielo un a vía de la tierra a la lu n a » . A l respecto, la editorial de
u n o de los más im portantes diarios de la R epública Federal de
A lem ania hacía n o tar en su p rim era línea lo siguiente: «N adie
está en condiciones de refutar las jactanciosas palabras de Nikita
Kruschov de que la U n ió n Soviética ha logrado m arcar en el cielo
una vía de la tierra a la lu n a » . El autor de la editorial tiene razón
cuando considera que «nadie está en condiciones de contrade­
cir» esas palabras. Pero, ¿qué sería en este caso u n a refutación?
A nte todo, debem os pensar las declaraciones de K ruschov consi­
derando aquellas circunstancias en que el propio Nikita Kruschov
no piensa: no hay ya n i «la tierra» n i « el cielo» en el sentido del
96 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

habitar poético del hom bre en esta tierra. Lo que el cohete lleva a
cabo es la realización efectiva de aquello que, desde hace tres
siglos, es em -plazado de m anera cada vez más excluyente y categó­
rica com o la naturaleza y es colocado ahora com o existencia u n i­
versal e interestelar. La trayectoria del cohete em puja «cielo y
tierra» al olvido. El m edio entre el que dicho cohete se mueve no
es n i u n a cosa n i la otra. El citado artículo debería em pezar así:
Sólo unos pocos, carentes de p o der, están hoy en condiciones
y dispuestos a pensar y a experienciar pensando que esta tran s­
fo rm ació n del m u n d o n o « in ic ia u n a nueva e ra » , sino que
conduce la ya existente a su más extrem a consum ación.
El p en sar p ro p io , que explora la n o ticia o rig in aria ( Ur-
hunde) del ser, vive hoy en «reservas» (tal vez porque, según su
prov eniencia, es ta n antig uo com o a su m od o los in d io s). El
pensar m editativo no está en condiciones de levantarse in m i­
n e n te m e n te co n tra el p en sar calculador, que surte efecto a
p a rtir de sus beneficios y sus resultados, hechiza al espíritu del
tiem p o y, de este m od o, se ve co n firm ad o en su « v e rd a d » .
T anto m ás p ersiste n tem en te necesita aquel o tro p en sar que
algunos granos sean sem brados todavía aq u í y allá discreta­
m ente, au n si la m ayoría cae y es atrop ellad a en las calzadas
sólidam ente apisonadas del representar técnico’.
El pen sar m editativo debe p erm an ecer en lo carente de
efecto y hacerlo sin el sem blante de u n a p resu n ta tragedia.
Sigue estando velada a este pensam iento la dirección en la que
habla. Sin em bargo, no le está perm itido pasar p o r alto el favor
que le ha sido concedido: su decir, allí donde m uy raram ente se
logra, es com o si nada se dijera. E l p ensar m editativo trasluce
los cam pos de experiencia esenciales com o la luz m atutina, que
custodia la noche para que el día se dé, y lo hace com o si nada.
Pero todo se quiere dirigir, no se desea percibir ya huella
alguna, esto es, seguir u n a instrucción ya dada de form a in apa­
rente para escucharla divisando.
APUNTES DEL TALLER 97
Escuchar es el reservado anticiparse de algo que se dicta al
oído, que re -n u n c ia 6 lo p o r-d e c ir a lo no -d ich o .
P r e c ip it a c ió n y s o r p r e s a *

A quélla la ejercem os nosotros.


Esta nos alcanza.
A quélla se acom oda en el cálculo.
Ésta viene de lo insospechado.
A quélla persigue u n propósito.
Ésta visita u n dem orarse.

Existe u n a posibilidad de qué la consum ación del d o m inio


del esenciar de la técnica actual —es decir, del d is-p o sitiv o
(Ge-stellt)— se vuelva ocasión para u n claro de su p ro p ia verdad
(es decir, del acaecim iento propicio), u n a posibilidad de que la
verdad del ser logre salir al aire lib re. Este in icio v en dría en
últim o lugar. G om o está reservado todavía, no podem os contar
n u nca con u n final en el sentido de u n m ero cesar.

6 La frase está llena de dobles sentidos de difícil tradu cció n. T raducim os com o
«dictar al oído» la palabra «vorsagen», que significa tanto decir algo en voz baja
(para que otros n o lo oigan o b ien decírselo u n o m ism o repetidam ente para
recordarlo) com o dictar para que se m em orice. Así pues, hay finalm en te tres
matices en la palabra que deben ser recogidos: el de 'dictar’, el de 'repetidam ente’
y el de 'en voz baja’. Se trata de algo que resulta determ inante y se nos dicta, pues
tiene carácter de dictado, pero que, lejos de ser u n a o rd en o u n im perativo, se
anuncia en voz baja, com o al oído. E n cuanto a « re -n u n c ia r» es la traducción
de « e n t-sag en » . Esta palabra significa literalm ente renun ciar, pero , señalada
con guión, significaría literalm ente « d es-d ecir» , esto es, u n decir que renuncia
a decir. Por eso la traduzco com o re-n u n ciar, es decir, u n anunciar que se lleva
a cabo en el silencio, en la palabra que renuncia al enunciado. [ N . d e l T J
* Ü b e r e ilu n g u n d U b e r ra sc h im g : / Jen e b e tre ib en w ir. / Diese trifft un s. / Jen e m acht

sich im B erechnen. / Diese kom m t aus dem U ngeahnten. / Jen e verfolgt einen
Plan. / Diese besucht ein Verweilen.
98 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

Sólo podem os c o rresp o n d er a esa p o sib ilid ad m a n te ­


niend o el cam ino libre para el pensar especulativo-m editativo,
en m edio de todas las precipitaciones de la sociología, la psico­
logía y la logística.
La postura más baja, p o r rebajarse a sí m ism a, es el odio:
la com pleta falta de lib ertad que se p re te n d e su p erio rid ad
vacía.
N o olvidem os dem asiado p ro n to las palabras de Nietzsche
del año 1886 (WW. X III, p. 75):
«L a refutación de D ios. P ropiam ente, sólo es refutado el
Dios m o ral» .
Esto quiere decir para el pensar m editativo: Dios pensado
com o valor, incluso com o el más alto, n o es D ios alguno. De
m odo que D ios n o lia m u erto . Pues su divinidad vive. Ésta se
encuentra incluso más cerca del pensar que del creer, si es que
la divinidad, en cuanto esenciante, recibe su proveniencia de la
verdad del ser y el ser, en cuanto inicio acaeciente-apropiador,
« e s» distinto que el fundam ento y,la causa de lo ente.
E n el cruce de cam inos:
El lenguaje p o r el circuito de la in form ación, el lenguaje
de cam ino al decir del acaecim iento p ro p icio .
LENGUAJE YTIERRA NATAL

T odo el m un do sabe lo que significa el título de esta con feren­


cia: lenguaje, tie rra natal (Heimat). S in em bargo, ta n p ro n to
nos p o nem os a p en sar en pos de qué y cóm o es el lenguaje,
dó nd e y cóm o es la tierra natal, vam os a parar a lo in d eterm i­
n ad o y carente de suelo. N os quedam os del to d o perplejos
cuando debem os fijar algo claram ente fund am entad o y fiable
sobre nuestra relación con el lenguaje, sobre nu estra relación
co n la tie rra natal. T an p ro n to estam os dispuestos a pen sar
p artien d o de la relació n en tre lenguajej tierra natal y dejando de
lado los apoyos y m uletas de la o p in ió n corriente, la p erp leji­
dad se vuelve grande y desconcertante.
Sin em bargo, no existe el lenguaje. D icho con más cautela:
el lenguaje en el sentido del lenguaje universal generalm ente
com prensible todavía no existe, si b ie n hay algunos indicios de
que éste se prepara para u n do m inio que sólo en u n a pequeña
parte se debe a la planificación y m aquinación hum anas.
Pero el lenguaje todavía sigue siendo el respectivo lenguaje
en el que n acen h istó ricam en te pueblos y estirpes, en el que
éstos crecen y hab itan. Y, del m ism o m odo, n o existe la tierra
natal en esta tierra (Erde) . La tierra natal és en cada caso ésta y,
com o tal, es destino. El lenguaje, hablado desde su prevalecer y
su esenciar, es en cada caso el lenguaje de u n a tierra natal, le n ­
guaje que desp ierta en lo vernáculo y habla en el hogar de la
casa paterna. El lenguaje es lenguaje en cuanto lengua m aterna.
El hablar unos con otros en el que dicha lengua es hablada se
dice en griego SiaAéyeaSai. Se trata de hablar unos con otros —y
esto quiere decir u n escucharse unos a otros—selecto y, en cada
caso, especial. Seleccionar es el sentido orig inario del verbo
IO O EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

griego SiaAsyeiv. El selecto hablar unos con otros, el SicxAéyeiv en el


doble sen tid o , es la lengua m aterna com o dialecto. E n alem án
decimos «h abla» (Mundart). Este nom bre se fija más en la foneti-
zación y el carácter sonoro del lenguaje. El extranjerism o « d ia-
lecto» dice, en cambio, más, si lo usamos con cuidado pensante.
El lenguaje es, según su proveniencia esencial, dialecto. Y
lo sigue siendo aun cuando se convierte en id io m a universal.
Pues tam bién éste tiene su parte selecta y especial. Ella consiste
en la general u n ifo rm id ad de lo com prensible un itariam en te,
en la que los subdesarrollados h an perdido esa m ism a singula­
ridad congénita que los supuestos desarrollados niegan.
E n el dialecto radica el esenciar del lenguaje. E n él radica
tam bién, cuando el habla es la lengua de la m adre, lo fam iliar
del hogar, la tie rra natal. E l habla n o es sólo lá lengua de la
m adre, sino a la vez y antes que eso la m adre del lenguaje. Pero
en el m o m en to en que prestam os aten ció n a lo indicado, m e
refiero al m o m en to del m u n d o que es p ro p io de nu estra era,
las relaciones hereditariam ente transm itidas en tre el lenguaje,
la lengua m aterna, el habla y la tierra natal están descoyuntadas.
El hom bre parece perder el lenguaje que le ha sido asignado en
cada caso y quedarse, en este sentido, sin palabras, aun cuando
n u n ca antes desde tiem pos in m em o riales se haya hablado tan
variada e in cesantem en te alred ed o r del globo terráq u eo . El
h o m b re parece volverse apátrida, carente de tie rra natal, de
m anera que vale para él lo que Nietzsche p re-d ijo en u n poem a
del año 1884 titulado « S in tierra n a ta l» :
G raznan las cornejas
Y en zum bante vuelo a la ciudad se dirigen:
p ro n to nevará,
¡ay de aquél sin tierra natal! *
D ie K ra h e n schrei’n / U n d ziehen schw irren Flugs zur Stadt: / —bald w ird es
scknei’n , / W eh dem , der keine H eim at hat.
LENGUAJE Y TIERRA NATAL IOI

C arente de tierra natal es el ho m bre, aun cuando apenas


puede en co n trarse ya u n lugar de la tie rra d o n d e éste no se
com ponga y accione sus intrigas. Si consideram os to d o esto
sólo de m anera superficial, tenderem os a ver únicam ente p é r­
dida y deterioro p o r todas partes. A nte u n a tal am enaza, esta­
m os ten tad os a asp irar a algo salvador que nos p o ng a en la
m ano inm ediatam ente, com o de la noche a la m añana, lo sal­
vador a través de lo cual el lenguaje y la tierra natal son conser­
vados en lo que es p ro p io de ellos.
P ero la salvación sólo nos es concedida cuando y d o n d e
divisam os p rim e ro el peligro en su totalidad, d o n d e ex p eri­
m entam os p o r nosotros m ism os el p o d er de lo que hace p eli­
grar y lo reconocem os com o u n p o d er que es. Pues pudiera ser
que en aquello que a p rim e ra vista parece sólo d esm o ro n a­
m ien to y destru cción , decadencia y h u n d im ie n to , se oculte
algo distin to y más elevado . Pensado suficientem ente y desde
den tro, algo así po dría convertirse en im pulso de u n a m edita­
ción indispensable, en el supuesto de que lospensamientos d eter­
m in e n siem pre to d a obra y to d a acción. P or más que u n a tal
m editación tenga ante sí u n cam ino tan extenso que nosotros,
los actuales, no podam os atravesarlo p o r com pleto, debería ser
suficiente con in ten tar, desde u n lugar m eno r, em p ren d er el
cam ino p o r vez prim era.
Lenguajej tierra natal. E n títulos con esta form a todo depende
en ocasiones de la inaparente co n ju n ció n « y » . Ella no m bra,
si b ie n de form a totalm ente indeterm inada, la relación p rop ia
en tre las cosas, aquello que las m an tien e ju n tas —aquí el le n ­
guaje, allí la tierra natal—y que sostiene su esencial referencia.
A fin de in te n ta r u n a d e te rm in a c ió n de la relació n aún
in d e te rm in a d a en tre lenguaje y tie rra natal, escogem os u n
cam ino que, p o r adecuarse a las cosas, parece favorable. In te n ­
tam os escuchar u n o de los Poemas alemánicos de J o b a n n P eter
H ebel, es decir, intentam os m editar escuchando debidam ente
102 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

en pos de la reso nan cia de lo dicho en él. El lenguaje habí®


aquí en u n dialecto, es decir, arraigadam ente desde u n ámbit<s|
en cuyo paisaje u n a estirpe habita su tierra natal.
P ero , ¿acaso n o resu lta esta elección de u n a form ación!
ling üística alam ánica (oberdeutsch) p ara el ám bito de la tierra |
natal bajoalem ana (niederdeutsch) el erro r más garrafal que pueda
pen sarse? A sí parece. Pues a la m ayoría de ustedes les resulta
extraño el dialecto alam ánico, m ien tras que a m í m ism o el
baj oalem án m e resulta inaccesible en la form a más propia de su
decir. ¡U na situació n desco ncertan te y poco prom etedora!
Pues deb ería suceder que ju stam en te aquello que les resulta
extraño sea apropiado para escuchar lo peculiar del habla ala­
m ánica p o r contraste co n lo p ro p io de la bajoalem ana y, de
esta form a, experienciar la esencia del habla dialectal y del le n ­
guaje com o tales.
S in em bargo, para p ercib ir en lo extraño lo p ro p io y lo
esencial a p a rtir de la diferencia en tre am bos, hace falta una
escolta a través del lenguaje, que aquí, p o r lim itarnos al alem á­
nico (Alemannische), sólo puede ser ofrecida de m anera in co m ­
pleta. Si lo que deseam os es llevar m editativam ente al oído y el
corazón el dialecto alam ánico, ¿p o r qué escogemos u n poem a?
Porque, com o habrá de m ostrarse, en la poesía habla el lenguaje
de form a señalada. El m ism o poeta J . P. H ebel lo sabía cuando,
en la Invitación a suscribirse de 1802, en la p rim era edición de sus
Poemas alemánicos, dice que « lo s poem as populares, escritos en
dialectos p o p u lares» , hacen aparecer el lenguaje « e n to da su
estructura y su tejido» (cf. Obras deJ. P. Hebel, yol. I, p. 197, ed. de
W ilhelm Altwegg). E n qué m edida es esto así y p o r qué entre los
Poemas alemánicospara amigos de la naturalezay las costumbres rurales elegimos
precisam ente este poem a, El atardecer estival, es algo que el prop io
poem a debe decirnos en la aclaración que lo acom paña. D ebe
h ab er algo precisam ente en este poem a que llevó al poeta a
incluirlo en la citada Invitación a suscribirse con el siguiente com en-
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 103

tario: « E l poem a de m uestra, El atardecer estival, puede servir para


juzgar el carácter del resto» (loe. cit., p. 198).
Escuchemos ahora el poem a El atardecer estival. M antengam os
atento nuestro oído sohre todo para lo que canta en el canto del
poem a, para la m elodía y el ritm o de su lenguaje, sin afanarnos
de m om ento co n dem asiado esfuerzo p o r co m p ren d er lo que
suele llam arse el « c o n te n id o » del poem a. Pues el son ar y
vibrar del decir no son u n elem ento superficial en el lenguaje
del poem a, sino más b ien lo enigm ático, lo que afina origina­
ria y p ro p iam en te el decir poético y es, p o r ende, indisoluble
del sentido de lo dicho, a cuya predeterm inación contribuye.
Esta in strucció n para la escucha apunta a lo que de form a
insuperable nos dijo en unos pocos versos u n poeta procedente
de u n paisaje de la A lem ania oriental, de la A lta Silesia, Joseph
v. E icbendorff, en su breve poem a titulado:
V a r il l a d e z a h o r í *

D uerm e u n a canción en todas las cosas,


Q u e sueñan y sueñan sin cesar,
Basta que des con la palabra mágica,
Y el m un d o se p o ne a cantar.
D el m ism o poeta p ro ced en unas palabras que nos hacen
u n a señal en d irecció n al ám bito en pos del cual m editam os,
lenguaje y tierra natal. D icen así:
A nhelam os llegar a casa
Y no sabem os en qué dirección ir.**
(Poemas deJ. v. Eichendoif, Insel, vol. I, pp . 81 y 219)

* W ü n s c h e lr u te '/ / Schláft ein Lied in alien D ingen, / Die da tráu m en fo rt u n d fort,

/ U n d die W elt hebt an zu singen, / Triffst d u n u r das Zauberw ort.


** W ir sehnen un s nach H ause / U nd wissen nicht, w ohin?
io4 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Lo dicho debería bastar com o preparación, de m odo que


el Poema alemánico de H ebel pueda, p o r contraste con ello, desta­
carse e n todo su cuño p ro p io .
G om o recurso de urgen cia, d isp o n en de u n a versión en
bajo alem án. Recientem ente, en ocasión del 2 0 0 aniversario de
J. P. H ebel, la editorial Reclam ba publicado u n a traducción al
alem án culto (hochdeutsch) con el texto alem ánico al lado. Lo que
se intentará plantear a continuación po n d rá de m anifiesto basta
qué p u n to la trad u cció n al bajo alem án, al ser dialectal, se
acerca m ás al texto original que la tradu cció n al alem án culto,
cuyo au to r es consciente tam b ién de las lim itaciones. Si esta
conferencia señala de vez en cuando las insuficiencias de las tra ­
ducciones, n o lo hace con afán de censura, sino para indicar lo
p ro p io que crece con fuerza y, p o r ende, lo in trad u cib ie no
sólo de todo dialecto, sino de toda auténtica lengua.
E l a t a r d e c e r e s t iv a l *

¡O h, m ira em pero cuán cansado el sol está?,


m ira cóm o desciende en la tierra natal!
O b m ira cóm o se va apagando rayo a rayo
y cóm o tom a su pañuelo,
u n a nube azul con rojo mezclada,
y cóm o p o r la fren te se lo pasa.

7 Es de n o ta r que la palabra « so l» es en alem án fem enina, p o r lo que el sol será


caracterizado en este poem a com o u n a b u en a y solícita m u jer. P or su p arte,
« lu n a » es en alem án u n sustantivo m asculino, m otivo que le perm ite al poeta
presentar a la luna com o u n ho m b re y, concretam ente, com o el m arido con el
que el sol n o se lleva bien y con el que nunca coincide en casa. P or este m otivo,
en la traducción nos referim os al sol en fem enino (« ella» ) y a a la luna en m as­
culino (« é l» ). [N . delT .]
* D er Som m erabend f f O , lueg do ch, wie isch d ’S u n n , so m üed, / lueg, wie sie
d ’H eim et abezieht! / O lueg, wie S tra h lu m Strahl verglim m t, / u n d w ie sie’s
Fazenetli n im m t, / e W ülkli, b lau m it ro t verm üscht, / u n d wie sie an d er
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 105
Es verdad, ella tam bién tiene m al tiem po,
sobre to do en verano, el cam ino es largo,
y trabajo bay p o r doquier,
en la casa y el cam po, en la m ontaña y el valle.
Todos quieren ten er luz y calor
y todos le p id en su ben dición .

M uchas flores ha ataviado


y con colores de encanto ad o rn ad o ,
dándolas a b eber a m uchas abejitas
diciéndoles: « ¿tien es bastante o quieres m ás?»
Y al final tam bién la ovejita
ha recibido su gotita.

M uchos granos ha dispersado


y ha recogido la sem illa venida a tiem po.
¿N o h an tenido los pájaros hasta el final
u n bocado y h an afilado los picos?
Y n in g u n o se va a d o rm ir con ham bre,
sin ten er en el buche su parte.

Y si u n a cereza sonríe en el árbol,


él le p in ta rojas m ejillas;

S tirn e W üscht. / / 's isch w ohr, sie h et au ubel Zit, / im S um m er gar, der Weg
isch wit, / u n d A rb et fin d t sie üb eral / in H us u n d Feld, in B erg u n d Tal. / *s
will alies L iech t u n d W árm i lia, / u n d sp rich t sie u m e S egen a. / / M eng
B lüem li h et sie usstafíiert, / u n d m it scharm ante Farbe ziert, / u n d m engem
Im m li z’trin k e ge, / u n d gseit: » H e sc h gn ueg u n d w itt n o m e h ? « / U n d ’s
C háferli h et h in te n o / doch au si T ró p fli übercho. / / M eng Som echopfli het
sie gsprengt, / u n d ’s zitig Som li use glengt. / H en d ’V ógel n it bis z’allerletzt /
e Bettles gha, u n d d ’Schnábel g’wetzt? / U n d kein goht hu ngerig ins Bett, / wo
n it si Teil im C h ro p fli het. / / U n d wo am B aum e C hriesi lacht, / se het sie’m
ro ti Báckli gm acht; /
io 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

y si en el cam po se balancea u n a espiga,


y si u n sarm iento se enreda en u n poste,
él los hace descender
y los rodea de bojas y flores.
Y en la pradera con todas sus fuerzas
ayer y boy ba trabajado.
Y se ha alegrado hasta el blanqueador,
aunque no haya dicho «D ios te lo pague».
Y si u n a m ujer la ro p a ha lavado,
ella p o r com pleto se la ha secado.

Es del todo verdad, y allí donde


la sierra recorrió el valle en te ro ,
a través de la h ierb a y la paja,
hizo de éstas fresco y alegre hen o .
¡Es u n a cosa, a fe m ía,
p o r la m añana hierb a y p o r la noche, heno!
P or eso está ahora tan cansada,
y para d o rm ir n o le hacen falta nanas,
no es de extrañar que resople y sude.
¡M ira cóm o se sienta en la m ontaña!

u n d wo im Feld en Á hri schwankt, / u n d wo am P fohl e Rebe rankt, / se het sie


eben abé g’lengt, / u n d h et’s m it Laub u n d Bluest um hengt. / / U n d u f der Blei-
cbi het sie geschafft, / hüttie u n d ie us aller G hraft. / D er Bleicher het si selber
gfreut, / doch hatt’ er nit Vergelt’s Gott! gseit. / U n d het e Frau ne W óschli gha,
/ se h et sie troch nét d ru f u n d dra. / / ’s isch weger w ohr, u n d überal, / wo d ’Sá-
gesen, im ganze Tal / d u r G ras u n d H alm e gangen isch, / se h et sie gheuet fro h
u n d frisch. / Es isch e Sach, b i m in er T reu, / am M orge Gras u n d z’obe H eu! / /
D ru m isch sie jetzt so solli m üed, / u n d b ru ch t zuem Schlof kei O belied; / ke
W under, w enn sie schnuuft u n d schwitzt, / Lueg, wie sie d ó rt u f s Bergli sitzt! /
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 107

A hora sonríe p o r últim a vez.


A hora nos dice: « D o rm id todos b ie n » .
¡Ahí abajo está! ¡Q u e D ios te proteja!
El gallo del cam panario
no ha ten id o bastante, aú n la contem pla.
¿Q u é m iras, curioso, así pasm ado?
N o im porta, ella al m om ento lo soluciona
cubriéndose con u n a capa roja.
D a lástim a, la b uena m ujer,
carga su debida cruz dom éstica.
Seguro que no vive con su m arido bien,
cuando ella llega a casa, él tom a su so m b rero ;
y, tal com o te digo, ahora p ro n to vendrá,
sentado en el bosque de pinos ya está.

T arda m ucho, ¿qué estará haciendo?


Me parece que no se atreve del todo.
Vamos, ven, ella no está,
eso ha sido todo, ella duerm e ya.
A hora se levanta y m ira hacia el valle,
y la lu n a saluda p o r todas partes.

Jétz lachlet sie zum letzte m ol. / Jetz seit sie: «Scblofet alli w ohl!» / / U nd d ’u n -
ten isch sie! B hüet di Gott! / D er G uhl, wo uffem C h ilch turn stoht, / het no nit
gnueg, er bschaut sie no . / D u W underfitz, was gaffsch d e n n so? / Was gilt’s, sie
tu et d e r bald d e rfü r, / u n d zieht e ro te n U m hang für! / / Sie d u u re t ein, die
gueti Frau, / sie het ih r redli H uschrütz au. / Sie lebt gwift m ittem Ma n it guet, /
u n d ch u n n t sie heim , nim m t er si H uet; / u n d was i sag, jetzt ch u n n t er bald, /
d ó rt sitzt e r scho im Fohrew ald. / / E r m acht so lang, was trib t er echt? / Me
m eint schier gar, e r trau t n it recht. / C h um m num m e, sie isch nüm m e do, / *8
w ird alies si, se schloft sie scho. / Jetz sto ht er uf, er luegt ins Tal, / u n d ’s
M ohnli grüeftt en überal. / /
io 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

Vayámonos tam bién nosotros a acostar,


que qu ien en la conciencia no tiene espinas,
canciones para d o rm ir no necesita;
del m ism o trabajo tiene u n o sueño;
m ontones de hen o acabamos de bacer,
p o r eso buenas noches Dios nos dé.
¿N os ofrece el poem a, u n a vez escuchado, alguna explica­
ció n sobre aquello que m editam os: lenguaje y tie rra n atal?
A penas. T am poco lo hace si, siguiendo la o p in ió n h ab itu al,
caracterizam os el po em a según su fo rm a y su co n ten id o . El
m etro se cuenta en tre los aspectos form ales. Los versos están
escritos e n yam bos de cuatro pies. El poem a en tero está divi­
dido en doce estrofas de seis versos cada u n a. D os ejem plos
nos servirán para p o n e r de m anifiesto el m etro : los tres p r i­
m ero s versos de la p rim e ra estrofa y el p rim e r verso de la
últim a.
El poem a, recitado según su ritm o, em pieza com o sigue:
/ Oh, mira empero cuán cansado el sol está,
mira cómo desciende en la tierra natal!
Oh mira cómo se va apagando rayo a rayo*

El m etro parece ser el recipiente adecuado para contener


el sonido y el paso del lenguaje que es p ro p io de este dialecto.
Hay algo verdadero en esto, y la m ayoría de los poem as alem á­
nicos de H ebel están escritos en m etro yám bico. Éste perm ite

D enkw ol, m er gó hn jetz au ins Bett, / u n d w er kéi D o rn im Gwisse het, / der


b ru ch t zum Schlofen au kei L ied; / m e w ird vom Schaffe selber m üed; / u n d
óbbe hem m er Schóchli gm acht, / d ru m gebis G ott e gueti Nacht!
O , lueg doch, wie isch d ’Sunn, so müed, /lu eg , wie sie d ’H eim e abezieht! / O
lueg, wie Strabl um Strahl verglim m t,
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 109

que suene algo de la m elodía p ro p ia del dialecto alem ánico,


cosa que, desde luego, es más fácil escuchar que describir.
S in em bargo, n o hem os recitad o el po em a siguiendo el
ritm o del m e tro . ¿C ó m o hacerlo enton ces? El p ro p io poeta
nos da ya al p rin c ip io del po em a u n a in d icació n apenas p e r­
ceptible y que fácilm ente descuidam os.
Después del « O h » hay u n a com a; ésta o rden a p o n er té r­
m in o ya al hablar que apenas com ienza e indica que el « O h »
debe acentuarse al recitarlo y que ese acento debe ser de asom ­
b ro . « O h , m ira empero...» El paso yám bico desaparece y casi se
invierte, ya que el « e m p e ro » , que de seguir el m etro debería
recitarse brevem ente, exige ser tam bién acentuado. Este « O h ,
m ira e m p e ro ...» n o sólo in tro d u c e el poem a, sino que su
so n id o p re te n d e vibrar a lo largo del p o em a to d o . El
« e m p e ro » c o n tien e la llam ada a ab an d o n ar la in d iferen cia
con la que pasam os p o r alto lo más cotidiano de lo diario, en
lugar de divisar en ello lo asom broso; m ás todavía, a m an te­
n e rlo en la m irad a y d em o rarse m editativam ente a la luz de
este rayo.
De ahí la repetición de la palabra « lu eg » , « m ira » , en los
tres p rim ero s versos. « L u e g e n » , m irar, es u n a palabra del
antiguo alem án culto que hoy se usa todavía sobre to do en el
alem ánico. Significa m irar algo atentam ente y dem orándose en
ello, venir a la luz y dejarlo estar en ella. H ebel tiend e a usar la
palabra « lu e g e » en to da la riqueza de su fuerza expresiva. El
p rim er y el tercer verso del poem a em piezan con « O h , m ira» ,
p ero e n el tercer verso falta la com a después d el « O h » y el
acento cae más en el « m ira » . Lo m ism o ocurre en el segundo
verso: « mira c ó m o ...» , en el que el paso yám bico está tam bién
desplazado.
El segundo ejem plo correspondiente lo da el p rim er verso
de la últim a estrofa:
no EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

Denkw ohl, m er g ó h n jetz au ins Bett*

S iguiendo el m e tro , n o recitam os «DenkrooM », sino


«Denfcwohl» ■ u n giro dialectal hoy todavía co rriente en la vida
cotid iana. E n el citado verso, a pesar de que se deja ver el
m etro yám bico, el acento principal se desplaza al « au » , « ta m ­
b ié n » ; «V ayám onos tam b ién n o so tro s a aco star» . C o n esta
acentuación, el com portam iento de nosotros, los hom bres, el
regreso a la calma, es puesto en correspondencia con la vuelta a
casa y la puesta del sol.
Los ejem plos m uestran cóm o en la recitación dialectal del
poem a, en el todo de su lenguaje, vive u n constante m ovim iento
que se opone a su m etro. Por ese motivo, el poem a recibe de su
tono dialectal u n a particular p lenitud y articulación.
P ero ¿de dó nd e p roced e esa op osición en los versos que
hem os recitado? Si no proced e de la form a m étrica, entonces
prob ablem en te venga del con ten ido . Pero ¿qué significa aquí
co n ten id o ? A l hecho de dar u n a in fo rm ació n, acertada o no ,
sobre algo que está ahí delante, que ha sucedido, lo llam am os
enunciado. Éste constata algo previam ente dado. Lo expuesto
de ese m odo es el contenido del enunciado. Pero el poema no habla
en enunciados. Y, p o r ende, no tiene contenido. Seguram ente nos
opondrem os a esta aseveración indicando que es posible expo­
n e r en pocas palabras de qué se habla en el poem a, a saber, de
la puesta del sol tras su trabajo en u n día estival, de la salida de
la lu na y del acostarse de los hom bres tras su labor diaria. Pero
¿acaso lo expuesto de este m odo es lo poetizado del poem a? Se
trata, en el m ejo r de los casos, de u n in fo rm e sobre lo que el
poem a dice. ¡Pero entonces el poem a dice! D esde luego. Sólo
que no habla p o r m edio de enunciados en el sentido indicado.

«Vayám onos tam bién nosotros a acostar».


LENGUAJE Y TIERRA NATAL III
Prestem os atención solam ente al inicio de la p rim era y la
ú ltim a estrofa, que abarcan co n ju n tam en te la to talid ad del
poem a.
« O h , m ira e m p ero » es a todas luces tan poco u n e n u n ­
ciado com o el «V ayám onos tam b ién n o so tro s a aco star» . El
p rim ero es u n a especie de exhortación, el segundo u n a especie
de p ro p u esta. S in em bargo, estas d en o m in acio n es n o son
acertadas. R esultan en exceso duras y toscas. P ero tam poco
preten dem os con ten tarnos co n aseverar negativam ente que el
decir del poem a n o consiste en enu nciar, especialm ente p o r­
que esta aseveración no está n i m ucho m enos suficientem ente
justificada. Pues, en vez de los dos inicios de estrofa citados,
fácilm ente se p u e d e n p o n e r sobre la m esa o tro s dos que no
solam ente presentan la form a del enu nciado, sino que además
poseen aquel rasgo distintivo que desde antiguo caracteriza al
en u n ciad o com o tal. N os referim o s al p rim e r verso de la
segunda estrofa y al p rim ero de la séptim a.
Es verdad, ella tam bién tiene m al tiem po,
A quí se dice del sol: ella tam bién tiene (ahora, en verano)
u n « n ial tie m p o » . N i la trad u cció n al alem án culto n i la tra ­
ducción al bajo alem án de « ü b e l Z it» aciertan con el sentido
pleno . Para em pezar, en el poem a no dice « u n m al tiem p o » ,
sino « m a l tie m p o » sin m ás. N o se refiere n i a u n lapso de
tiem po n i a u n p u n to tem poral. El segundo verso de la cuarta
estrofa nos dice a qué apunta la palabra « Z it» (tiem po):

M eng Som echópfli h et sie gsprengt,


u n d ’s zitig Sóm li use glengt.
T raducido, m al p o r fuerza, al alem án culto, esto significa:
112 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

M anch S am enkófchen (Sam enkorn) hat sie aufge-


[sprengt
u n d den reifen Sam en (das K eim ende) herausgeholt.*

« Z itig » significa lo que está en su tiem p o, m adu ro para


algo. E l m ás bello te stim o n io del sen tid o de « z itig » no s lo
ofrece u n pasaje de la poesía de H ebel que puede ser calificado
com o el m ás grande de los suyos e n cuanto a fuerza y d im e n ­
sión poética. Se en cu en tra e n u n poem a titulado Die Wiese. Así
se llam a u n río que nace e n el Feldberg, e n la Selva N egra, y
desem boca, cerca de Basilea, en el R in. A lo que en alem án
culto llam am os «W iese» (prado), u n cam po en el que crece la
h ierb a, se lo llam a en alem ánico « M a tte » . P oéticam ente, el
río W iese aparece en la figura de u n a m uchacha en flo r que se
casa cerca de Basilea con el joven R in, el m ozo suizo, nacido en
San G otardo. El pasaje que nos im porta del poem a dice:

Feldbergs T ochter los, de bisch an Tuged u n d Fehler


zitig, chunnt’s m ehr halber vor, zum M anne, wie war’s echt?
(Altwegg, I, 51)
E n alem án culto :

Feldsbergs Toschter, h ó r zu, du bist an Tugend u n d Fehler


reif, so kom m t es m ir fast vor, zum M anne —d. h. ein en
M ann zu nehm en, wie wárs wohl?**

* H a hecho saltar algunas cabecitas de grano (sem illas) / y ha sacado de ellas las
semillas m aduras (lo que ha g erm in ad o ).
** H ija del Feldberg, escucha, estás en cuanto a virtudes y vicios m adura, casi m e
da la im p resió n , para el h o m b re, es decir, p ara to m a r a u n h o m b re p o r
esposo, ¿qué te parecería?
LENGUAJE Y TIERRA NATAL H3

« Z itig » , es decir, ap ro p iad o para, en condicion es de,


m ad u ro para. D el m ism o m o d o , el dialecto tam b ién conoce
áu n boy el an tó n im o , « ü b e lz itig » , es decir, no m ad u ro para
un a situación o tarea, en u n estado de atraso, de agotam iento,
de excesiva fatiga. E n este sentido tiene el sol « ü b el Z it» , «m al
tiem p o » , pues se le exige sobrem anera. Así, en los dos últim os
versos de la segunda estrofa, dice:
Todos quieren ten er luz y calor
y todos le p id en su bendición.
Es im portante fijarse en lo siguiente: desde todas partes,
tanto p o r parte de la tierra com o del hom bre, habla u n a exigen­
cia. A quí el lenguaje prevalece. De nuevo fracasan las traducciones.
E ra preciso aclarar el giro « ü b e l Z it» para que prestem os
aten ció n a que « Z it» , « tie m p o » , n o m b ra en cada caso el
tiem po op ortu no y apropiado, no el paso del tiem po represen­
tado aritm éticam ente y m edido con el reloj, S in em bargo, de
m anera extraña, el reloj de bolsillo o, m ejo r, « d e saco» , es
llam ado «das Z itli», « e l tiem p ito». Pero justam ente este n o m ­
b re nos dice que el reloj sirve ta n sólo para in d icar el tiem po
o p o rtu n o para to do o p o rtu n o y apropiado hacer y dejar de
hacer; no es nin g ú n cronóm etro.
A lgunos de ustedes se h ab rán preguntado ya p o r qué nos
dem oram os explicando ta n p ro lija m e n te el giro « m al
tiem p o » , si lo que esperam os es que se nos in fo rm e si el verso
citado es o n o u n en u n ciad o . M as, para p o d e r d ecid ir esto a
p a rtir del po em a, necesitam os tal explicación, pues « m al
tie m p o » parece designar aquello que se en u n cia del sol: a
saber, que se le exige sobrem anera.

8 «Sacku.hr», así se llam a al reloj de bolsillo en esta región del sur de A lem ania
y Suiza. [ N . d e l T .]
114 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

... él tam bién tiene m al tiem po,


sobre todo e n verano, el cam ino es largo,

¿Se constata aquí u n estado del sol a m odo de in fo rm e o


descrip ción ? N o. E n las palabras del po em a n o se reprodu ce
algo previam ente dado, sino que, m ediante el decir poetizante,
nos es dado p o r vez p rim era lo que pertenece esencialm ente a
la obra diaria del sol en verano. N o se enuncia nada acerca del
sol; p o r el contrario, éste nos es dictado al oído (vorgesagt) y nos
es dicho en prom esa (zugesagt) p o r vez p rim era, en el supuesto
de que sepam os escuchar el decir poetizante.
Sin em bargo, el p rim er verso de la segunda estrofa se in i­
cia co n las palabras « es v e rd a d » , lo que parece sig nificar•. es
correcto, es exacto.
Esta in terpretació n n o oye el carácter poético del giro. El
«es verdad» al inicio de la segunda estrofa recoge, p o r así decir,
toda la prim era estrofa, habla de vuelta y hace que venga a plena
luz aquello que el « m ira » , repetido tres veces, ha traíd o a la
m irada que se dem ora y reúne: la vuelta a casa del cansado sol.
Pero ese «es v erdad » adelanta la segunda estrofa y las
siguientes, estrofas que p o n e n de m anifiesto la m últiple obra
diaria del sol y hacen visible, de ese m odo, el cansado regresó a la
casa de donde proviene. El «es verdad» no pretende aquí ase­
gurar que los enunciados sobre unos hechos son correctos. P or
el contrario, en el poem a, recitado según el sentido lingüístico
del dialecto, este giro llam a la atención de la m irada del oyente
hacia el ám bito abierto en el que toda la obra diaria del sol sale a
lo desoculto. «E s verdad» significa: se m uestra abiertam ente, a
saber, lo que el « m ira r» tiene que divisar. Este sentido del giro
es reforzado p o r el p rin cip io de la séptim a estrofa. N o p o r
casualidad vuelve justam ente aquí el «es verdad ». Pues la sép­
tim a estrofa concluye el decir de la obra diaria del sol. Sus versos
p o n en de m anifiesto lo más alegre y elevado del estival bendecir
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 115
y cuidar del sol en la encantadora visión del m archar de las gua­
dañas p o r todo el valle, a través de la hierba y la paja, a través de
los prados y los cam pos de espigas. De ahí que esta estrofa no
em piece, com o la segunda, solam ente con « ’s isch w o hr», «es
v erd ad » , sino con « ’s isch weger w o h r» , «es del todo verdad».
«W eger» es, según su raíz, el aum entativo de «w ahr», «verda­
d ero » , es decir, m anifiesto. «W eger» y «w egerle» son palabras
características del alam án, usadas —claro que sólo p o r personas
mayores—en el alto suabo. «W eger w ohr» significa: manifiesto
de form a to talm en te evidente. La referencia del «w eger», en
cuanto lo evidentem ente m anifiesto, a lo que se m uestra y se le
aparece a la m irada es aclarada de m anera especialmente bella en
la prim era éstrofa de aquel poem a de H ebel que se ha conver­
tido, m ediante el libro de lectura de la escuela, en el más cono­
cido de los suyos. Se titula El hombre en la luna (Altwegg I, pp. 72 ss.).
G om o ocurre a m enu do en H ebel, el poem a es u n a conversa­
ción: dialecto en el sentido del hablar unos con otros. Aquí, en
las prim eras horas de la noche, la m adre, « ’s M üetterli», habla
con su niño . Escuchen la prim era estrofa:
«L ueg, M üetterli, was isch im M o ?»
H e, siehsch’s den n nit, e Ma!
«Jo wegerli, i sieh en scho.
E r h et a T schópli a .»
E n alem án cu lto :
Blick auf, M ütterlein, was ist im M ond? (Buh)
N u n doch, siehst d u ’s nicht; ein M ann! (M utter)
Ja —offenbar, ich seh ih n auch schon. (Bub)
E r hat ein Jácklein a n .!*
* M ira hacia arrib a, m am aíta, ¿qué hay en la lu n a ? (N iño) / ¿Pues no lo ves?
¡U n hom bre! (M adre) / Sí, evidentem ente, ahora yo tam bién lo veo. (N iño) /
Lleva puesta u n a chaquetita.
n 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

D e nuevo el « lu e g » , que p re te n d e d irig ir la m irad a


dem o rad a de la m adre hacia la lu n a. D e ello se diferencia el
« sie h sc h » , ver en sentido de reco n o cer algo com o algo. P or
eso la m adre resp o n d e: « H e , siehsch’s d e n n n it, e M a»
(« ¿ P u e s n o lo ves? U n h o m b re » ). « H e » significa « p u e s» ;
en la zona cercana a Basilea d icen « je » , en el alto suabo
« H o !» o « H a n o !» . Sirva para aclarar el to n o hablado y to tal­
m ente in d ep en d ien te de este « H e » tan usado u n a m agnífica
estrofa del poem a El lucero vespertino. Este aparece com o u n
« n iñ ito » que sigue a su m adre, el sol, en su cam ino en el cielo
de la m añana a la noche. G uando sale en el este p o r encim a de
la Selva N egra y se abre hacia el oeste m irando a los Vosgos y el
R in, al que el río W iese va a e n c o n tra r a través del Valle del
Wiese, el n iñ o le dice a la m adre:

... O M uetter, lueg doch au, *


D o un te glánzt’s im M orgetau
so schón wie in dim Him melssaal!
v « H e » , seit sie, « d ru m isch’s ’s W iesetal».*
(Altwegg I, Igl)
« H e » , pues claro que ahí ahajo b rilla con tan ta belleza,
p o rq u e es el m aravilloso Valle del W iese, la tie rra n atal del
poeta. E n el poem a El hombre en la luna, el n iñ o resp o n d e a la
m adre que le exhorta a m irar más exactam ente:
Jo wegerli, i sieh en scho.***

* ¡O h , m ad re, p e ro m ira tam b ién , / hay u n b rillo ahí abajo, en el rocío de la


m añ ana, / ta n bello com o en el salón del cielo! / « P u es c la ro » , dice ella,
« p o rq u e es el Valle del W iese».
** «S í, evidentem ente, ahora yo tam bién lo veo»
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 117

Sí, el h o m b re en la lu n a es recono cib le de fo rm a to talm en te


evidente, ta n claram ente que el n iñ o p u ede reco n o cer que
«lleva puesta u n a c h a q u e tita » . Está vestido co n u n grueso
abrigo de in v iern o .
El « es del to d o v erd ad » del in icio de la séptim a estrofa
del Atardecer estival nos habla p o r com pleto si lo escucham os en
con ju nció n con el com ienzo del penúltim o verso de esa m ism a
estrofa:

Es u n a cosa
Esto significa más de lo que recoge la tradu cció n: quiere
decir algo. Pues « e Sach», « u n a cosa», no m ienta en dialecto
u n a cosa cualquiera, sino algo señalado en el sentido de que se
trata de algo m uy p articu lar, a saber, lleno de m isterio . Esto
m ism o es lo que resuena tam b ién en el «es del to do verdad».
Es evidentem ente m anifiesto, pero no com o algo que es reco­
nocible p o r com pleto, sino que sigue siendo u n m isterio y que
es, p o r ende, lo asom broso.
Pensem os en el to n o fu n d am en tal del p o em a to d o , que
com ienza con el « O h , m ira e m p e ro » : O h , levántate más allá
del m ero constatar lo sim plem ente correcto. D espierta en el
escuchar de u n decir que n o es en u n ciar alguno. P or co n si­
guiente, oím os m al cuando inspeccionam os el poem a en busca
de u n contenido form ulable en oraciones.
Así pues, si el poem a no es enunciado alguno, pero sí le n ­
guaje, ¿cóm o dice y qué dice? Sin percatarnos, hem os obede­
cido entre tanto a su m odo de decir, que habla desde el dialecto.
Esto perm ite su p o n er que el dialecto es en sí más poético que
el lenguaje culto y que el desgastado lenguaje de uso general.
« P o é tic o » refiere a u n a form a del decir. A prop ósito se
ha destacado, m ediante diversos ejem plos, el decir del poem a
p o r contraste con el m ero enu nciar constatativo acerca de algo
ii 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

que está ahí delante. El d ecir po ético ha sido d eterm in ad o


com o u n dictar al oído que p erm ite que aparezca para nosotros
lo esencial y el prevalecer de esto esencial, qu e nos lo dice en
prom esa y, de ese m odo, lo conserva en el lenguaje. Este decir
posee el carácter fu n d am en tal del fo rm ar (Bilden). La palabra
« b ild e n » procede del verbo « p iló n » del antiguo alto alem án,
que quiere decir em pujar, llevar, llevar adelante. F orm ar (Bil­
den) es p ro -d u c ir, traer aquí delante (Her-vor-bringen) , a saber,
delante a lo desoculto, a lo m anifiesto, y aquí desde lo que está
oculto y lo que se oculta. Lo traído aquí delante de este m odo,
lo form ado, es la configuración. D ado que viene a m anifestarse
—y, con ello, al aparecer—, ofrece u n a visión y es a u n tiem p o,
en cuanto configuración, la im agen originaria. P or el co n tra­
rio, la copia y la reprodu cció n no son im ágenes más que en u n
sentido derivado. Éste se encu entra ya incluso en el sustantivo
latino imago, en el que se expresa la raíz imitari:'rem edar, re p ro ­
d u cir. P o r el c o n tra rio , el sustantivo « ic o n o » , de o rig en
griego, posee u n sentido m ucho más p ro fu n d o , procedente del
verbo eíiceo, es decir, retirarse de, retroceder ante algo haciendo
llegar —y, con ello, aparecer—eso ante lo que u n o se retira. La
im agen p erten ece o rig in ariam en te a la co n fig u ració n e n
cuanto traer aquí delante, n o a la inversa.
El sentido antiguo de nuestro verbo decir es el de m ostrar,
dejar aparecer algo que es y esencia de algún m odo. El decir es
el m odo originario del traer aquí delante, esto es, del form ar,
m odo este que soporta, dirige y d eterm in a to d o m od o del
h u m an o tra e r aquí delante. P o r eso llam am os po ético a u n
decir que m uestra m ás qu e el decir h ab itu al, ésto es, que n o
sólo trae más aquí delante en grado, sino en cuanto a la esencia.
El decir poético, el m ostrar que más m uestra, trae a apa­
recer lo que n o se e n cu en tra p o r n in g u n a p arte en lo que ya
está y sucede ahí delante, lo que n o está d ad o .d e an tem an o ,
sino que es dado, traíd o aqu í delante, fo rm ad o , p o r vez p r i­
LENGUAJE V TIERRA NATAL 119

m era en el decir p o ético . Lo dicho en el decir poético no tiene contenido


alguno, sino que es configuración.
¿Q u é es, entonces, lo que viene a im agen en la configura­
ció n del poem a El atardecer estival? Si in ten tam o s re sp o n d e r la
p reg u n ta así form u lada, po dem os atrevernos a caracterizar a
grandes rasgos la configuración de este poem a. Form alm ente,
este p ro c e d im ie n to parece u n a in d icació n del co n ten id o
siguiendo la sucesión de las estrofas. Sin em bargo, ahora sólo
nos fijam os en cóm o está edificada dicha configuración y qué
ám bito viene a m anifestarse e n su edificación. D ado que en
esta m editación acerca del decir poético tratam os de dar con el
lenguaje en cuanto lenguaje, podem os esperar en co n trar tam ­
b ié n u n a explicación sobre lo que nos da que pen sar el título
«lenguaje y tierra n a ta l» .
El poem a es un a configuración diciente que aparece en sí
m ism a. D esde aq u í es p o sib le reco n o cer p o r qué la poesía
habla en im ágenes.
La p rim é a estrofa trae a la m irad a la vuelta a casa de la
cansada señora sol, su descenso al silencio que alberga y guarda,
cuyo lugar perm anece lleno de m isterio.
« M ira cóm o desciende en la tie rra n a ta l» ; dem órate
m ed itan d o cóm o desciende hacia la tie rra natal. Ju stam en te
este verso no llega a la palabra en la traducción al bajo alem án.
Q ue el lugar en que el sol se p o ne y del que la lu na sale es la tie­
rra natal (Heimat) lo dice este verso de la décim a estrofa:
Y cuando llega a casa (Heim), él tom a su som brero;
T ratándose de u n poeta ta n de dobles sentidos cóm o J. P.
H ebel, n o sería dem asiado atrevido escuchar el verso « m ira
cóm o desciende en la tierra n a ta l» todavía de o tra m anera, a
saber, com o que la tierra natal es aquello que hace descender y
llam a al sol hacia sí.
130 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

La segunda estrofa m uestra el espacio de juego del tiem po


de su obra diaria. E n verano tiene el cam ino más largo desde la
salida hasta el ocaso. E n el in vierno , p o r el co n trario , le está
perm itido descansar largam ente. El poeta reflexiona sobre ello en
su poem a El enero. U na estrofa de este poem a (Altwegg I, p. 130)
dice:
Es verdad, no se sabe en qué anda,
y dónde se m ete todas las m añanas.
C uanto más larga es la noche y tardío el día,
tanto m ejor duerm e
aunque fuera de noche hasta las diez,
sólo se avergüenza cuando tocan las once.*
La estrofa m uestra co n u n golpe de vista cóm o p ara los
h o n d o s valles de la Selva N egra el sol asciende tarde sobre las
m ontañas y se vuelve a p o n er rápidam ente p o r el lado opuesto.
E n to d o ello aparece, n o obstante, la calm a de las granjas, en
las que la vida parece d o rm ir .
E n la segunda estrofa del Atardecer estival se m uestra, a u n
tiem p o , el espacio de ju eg o del trabajo que el sol to m a a su
cargo e n la casa y el cam po, en la m o n tañ a y el valle. Pues, en
esta época, todo se dirige a él pidiéndole su b en dición para que
dispense p len itu d al crecim iento y la fertilidad. Su diversidad
es extend ida entonces ante n u estra m irad a en las siguientes
estrofas, de la tercera a la séptim a. C laram ente escalonados y
edificados, vienen a la luz los ám bitos oscilantes de la tierra y el
trabajo de los hom bres com o aquello bendecido p o r el sol, esto
es, p o r el cielo. Así, la cuarta estrofa m uestra el colorido de las

’ s isch w ohr, m e weift nit, was sie tribt, / u n d wo sie allí M orge blibt. / W ie lánger

N acht, wie sp ó ter Tag, / wie besser ai& sie schlofe m ag, / u n d blieb es bis um
Z ehni N acht, / se chám sie erst, w enn’s O lfi schlacht.
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 121

flores cam pestres en los prados, anim adas p o r el diligente ir y


venir de las abejas y los escarabajos. E n esta cuarta estrofa apa­
rece asim ism o el cam po de sem brados, su germ inar y su creci­
m ien to , anim ado tam b ién p o r la visita de la fauna alada en
busca de granos.
La quinta estrofa dirige la m irada a los cerezos de los ja r ­
dines alrededor de la casa, al o n dear de los cam pos de espigas,
a los sarm ientos enredados en la falda de la m on taña, todo en
u n denso follaje y en vistosa floración.
La sexta estrofa arrastra la m irad a hacia el trab ajo del
h o m b re y la m u je r en las figuras del b lan q u ead o r y la lavan­
dera.
Por últim o, la séptim a estrofa lo reúne todo en el instante
de la más alegre y elevada b en d ició n y el cuidado del sol estival:
la siega en los prado s y cam pos de espigas, habida cuenta que
—p o r lo m enos antiguam ente—ésta, la más du ra y larga jo rn ad a
de trabajo en las faldas de las m on tañas, era u n a auténtica
fiesta, anim ada p o r el m u tu o llam arse de las m uchachas y los
jóvenes, de los hom bres y las m ujeres en campos y praderas. Así
lo dice H ebel en la cuarta estrofa de u n o de sus más bellos p o e ­
mas, El lucero vespertino (Altwegg I, p. 62):
El segador y el lucero m atutino
se levantan tem prano y se despiertan con gusto,
y lo que a las cuatro de la m añana se hace,
a las nueve de la noche beneficia.*
U na vez que la tierra y el o b rar de los m ortales sobre ella y
bajo el cielo son llevadas a im agen en las estrofas tres a siete, la

* D er M áhder u n d d er M orgenstern / S tóhn zitli uf, u n d wache gern, / u n d was


m e frü eihum V ieri tuet, / das c h u n n t eim z’nacht u m N ü n i guet.
122 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

octava estrofa dirige la m irad a m ás allá de la tie rra —hacia la


boscosa cim a de la m o n tañ a, sobre la que perm anece todavía
u n m om ento, antes del ocaso, la rueda del sol—, en dirección
al cielo v esp ertino , en el que el sol desciende despidiéndose
con u n p o stre r saludo. U n a vez m ás, en la trad u cció n al bajo
alem án se p ierd e la gran im agen de esta octava estrofa, tal vez
po rq ue aquí no hay m ontañas. Dice el poeta en el cuarto verso:

M ira cóm o se sienta en la m ontaña*


D em órate con la m irada reunida en la vista del sol po sán­
dose sobre la m o n tañ a. Es la im agen de la cam pesina que
reto rn a a casa tras el trabajo en el cam po y se sienta u n a vez más
a descansar al bo rd e del cam ino del cam po.
E n la novena estrofa se ilu m in a el b rillo en can tad o r del
crepúsculo, que al final ya sólo rodea con su esplendor el cam ­
panario de la iglesia, perm itien d o así que llegue a la im agen el
centro del pueblo nata1, esto es, el pueblo m ism o.
Pero la vista del cielo en su referencia a la tierra no llegaría
a aparecer p o r com pleto si, en el decir de las estrofas décim a
y undécim a, no se m ostrara tam bién el cielo n o ctu rn o al salir
la lu n a y la m irada que ésta dirige hacia abajo, a la tierra.
Q u e la lu n a abandona su casa cuando el sol regresa a ella
es algo que H ebel dice más b ien en brom a; pues la luna es para
él « e l vigilante n o c tu rn o g en eral» , que debe desem peñar su
cargo p o r la noche, co rresp o n d ien d o a la ob ra diaria del sol,
que:

carga su debida cruz doméstica**

* Lueg, wie sie. d ó rt u f s Bergli sitzt!


** sie het iitr redli H uschrütz au.
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 123
Q u e el p o eta hable de « c ru z do m éstica» y n o sim p le­
m en te de « p e n a » in dica que to m a esta carga tam b ién en
b ro m a, com o algo que es p a rte de la auténtica econ om ía de
u n a granja. Esto es lo que significa la palabra « re d li» , es decir,
« d e b id o » en el doble sentido de forzoso y adecuado. Así
em pieza el poem a El invierno (Altwegg I, p. 102):
¿D e verdad que abí arriba se vende algodón?
Le vierten a u n o la parte debida
en el ja rd ín y sobre la casa;*

Sólo qu ien habita en el paisaje del poeta puede experien-


ciar cuán m aravillosam ente hace visible H ebel la vacilante salida
de la luna tras- el ralo bosque de abetos de la cim a de u n a m o n ­
taña. ¿O es al co n trario ? ¿Acaso sólo a la luz de este poem a le
llega a aparecer en plena pureza a q u ien vive allí la salida de la
lu n a en la calma y m agnificencia que le son propias?
La estrofa final del poem a expresa la estival h o ra vespertina
de los m ortales hum anos y regresa, de ese m odo, a la prim era
estrofa. La siega del h eno continúa basta entrada la noche:

y m ontones de hen o acabamos de hacer **


Acabam os de ju n ta r el h en o en pequeñas pilas que p ro te ­
gen lo que todavía n o se ha recogido del rocío y la b ru m a (esto
es lo que significa « D u ft» , « a ro m a » , en alem ánico) de la
n o che o b ie n de la lluvia. « S c b ó c b li» , es u n dim inu tiv o de
« S ch och en», «S chock», que significa « p ila » , « m o n tó n » .

* Isch echt do obe Bauwele feil? / Sie schütten eim e redli Teil / In d ’G arten abe
u n d ufs H us;
** « [...] óbbe hem m er Schócbli gm acht»
i?4 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

« P o r eso» , po rq ue el día supuso cansancio y trabajo, que


Dios nos dé buenas noches. Los hum anos deben pedirlo. El sol
del cielo, p o r el contrario, es más cercano a los espíritus silen­
ciosos y encuentra p o r él m ism o la calma en la noche.
H asta aho ra sólo hem os enum erado lo que llega a apare­
cer en la co n fig u ració n del poem a, au n q u e divisando ya en
buena m edida la edificación que se m uestra a través de la suce­
sión de estrofas. D ejam os de lado aho ra la en u m eració n . E n
lugar de ello, regresam os ya, u n a vez nos hem os vuelto más
oyentes, al poem a.
P restem os aten ció n al ensam blaje en la con figu ración.
N os despertam os en la reciprocidad de la tie rra y el cielo. E n
cuanto h o m bres, nos en co n tram o s so b re la tie rra y bajo el
cielo. ¿ Q u é se nos escapa todavía? El p ro p io J . P. H ebel ape­
nas lo m en cio n a. Su m o d o de decir perm anece, en general,
extrañam ente callado a este respecto. Pero, a pesar de ello, lo
callado habla con su voz a través de todo lo dicho. Es la voz de
aquellos a los que H ebel llam a los espíritus silenciosos. Ju n to
con la tierra, el cielo y los hum anos, form an todo el ám bito de
la configuración que viene a aparecer en el poem a.
¿D ó n d e p o d ría la consonancia de este ám bito hab lar de
form a más cercana e íntim a que en el dialecto? P or eso es éste
m ás po ético que el lenguaje h ab itu al. P or eso n o to d a poesía
dialectal es idéntica. U na describe o transfigura quizá el paisaje
y las gentes de su ám bito lingüístico. La otra trae aquí delante
p o r vez p rim era su ám bito to do en la configuración del poem a
y lo hace de m an era que llega a m anifestarse en él lo que se
oculta en cuan to tal, y n o so tro s m ism os som os llevados a este
aparecer de lo m isterioso. La p rim era form a de poesía dialec­
tal utiliza y usa el dialecto sólo com o m edio de expresión para
estados de ánim o más o m enos casuales. La otra, la poesía dia­
lectal verdadera y grande, despliega el dialecto p o r vez prim era
en su p ro p ia esencia poética y lo lleva a la plenitud , am plitud y
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 135

clarid ad de su p ro p io lenguaje n o -d ic h o . Éste llega de ese


m o d o a la co n fig u ració n poética y es fu n d ad o en ella com o
algo p erm a n e n te , que d u ra incluso cuando ya n o se lo oye,
d u ra com o u n eco p u ro de la p ro to le n g u a que resu en a en el
dialecto, u n lenguaje in finitam ente distinto a las lenguas u n i­
versales.
J . P. H ehel sabía de esta referencia del dialecto a la p ro to ­
lengua, esto es, sabia de la esencia poética del lenguaje h istó ri­
cam ente autóctono.
U na carta escrita a Hitzig, su am igo más ín tim o , dos años
antes de la publicación de los Poemas alemánicos (el 6 de febrero
de 1801), em pieza así:
M i afición en las horas libres, a fin de resarcirm e del
displacer de algunas horas de trabajo, se ha dirigido a
u n a sola cosa. ¡Estudio gram aticalm ente nu estra le n ­
gua de la R egión alta y la versifico herculeum opus! E n
to do tipo de m etros, recopilo las huellas de los co n ­
to rn o s y el ensam blaje de la p ro to len g u a alem ana
antigua que q u ed an e n esta ru in a descom puesta, y
tengo la in te n c ió n de lan zar p ro n to al m u n d o u n a
recopilación de esos poem as ju n to con u n a p eq u eñ a
gram ática y u n registro que in d iq u e la derivación de
los idiotism os.
E n sus cartas, H eb el gusta de llam ar a la recopilación de
sus poem as el « W á ld e rb ü b le in » , el « m u ch ach ito del b o s­
q u e » . U n o «de! bosque» es alguien n a tu ra l de la Selva N egra,
alguien que debe su p rov eniencia a « la casa y el cam po, la
m o n tañ a y el valle» de este paisaje. A m en u d o se hace n o ta r
que la poesía de H ebel se lim ita al delgado volum en de los Poe­
mas alemánicos. P ero en él se oculta la grandeza de lo poético.
H ebel intuyó la fuerza poética del dialecto alem ánico, que, p o r
126 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

así decir, va poetizando p o r él m ism o, de m odo que el au tén ­


tico poeta debe respetarlo y ceñirse a él.
D e ese m o d o co rresp o n d e el po eta de la m anera más
segura al sencillo ensam blaje de la cuaternidad que viene a le n ­
guaje en la configuración del poem a. Sólo si m editam os esto, si
m ediante el poem a se nos abre la m irada a la cuatern id ad y el
oído para la in tim idad de su consonancia, estam os más p rep a­
rados para acercarnos al m enos a u n a pregunta cuya discusión,
aun qu e exceda el m otivo y el asunto de esta conferencia, nos
inquieta a todos.
D icbo a grandes rasgos, el poem a El atardecer estival com para
el sol co n u n a cam pesina de la Selva N egra. E n el extenso
po em a La avena (Altwegg I, p p . 104 ss.), que Lace ju ego de
form a especial con el recién com entado Atardecer estival, H ebel
dice del sol:
U na m u jer tan estupenda, y aun así tan bondadosa y
[com placiente*

« T o ll» significa bella e insólita. Este poem a lleva a im agen la


referencia del cielo a la tierra del m odo siguiente:
Desde entonces se p eina el sol, y cuando se ha lavado y
. [peinado,
sale p o r detrás de las m ontañas con la labor de p u n to ,
sigue su cam ino subiendo p o r la carretera celestial,
hace p u n to y m ira hacia abajo, com o u n a m adre
[com placiente
m ira a sus hijitos. S onríe a las sem illitas
y eso les sienta b ien hasta en lo h o n d o de sus raíces.

* «S o n e tolli Frau, u n d doch so güetig u n d frü n d li!» .


LENGUAJE Y TIERRA NATAL 137
« U n a m ujer tan estupenda, y aun así tan bondadosa y
[com placiente»
¿Pero qué está tejiendo? Pues nubes de brum as
[celestiales.*
El brillar sobre las m ontañas de los rayos del sol antes de su
salida aparece com o la form a en que la m ujer Sol peina sus tre n ­
zas doradas. « S tre h le n » , relacionado con « S tra h l» , « ray o » ,
significa p ein ar. El « S tre h l» es el pein e. U na vez que el sol
«gstrehlt isch», se ha peinado, sale tras las m ontañas « m it der
Strickete», con la labor de punto. Los rayos de sol son ahora las
agujas con las que el sol hace p u nto. Y ¿qué teje? Las nubes con
el rocío del cielo. Después anda p o r la carretera celeste para, en
la noche, descender a la tierra natal. Teje y m ira hacia abajo, a la
tierra, del m ism o m od o que u n a m adre com placiente vigila
m ientras hace p u n to a los niños que juegan a su alrededor.
¿ Q u ié n discu tiría que en este poem a, al igual que en El
atardecer estival, el sol es com parado co n u n a m atern al cam pe­
sina? ¿ O es que, p o r el con trario, aparece lo esenciante de la
cam pesina y de la m adre en la g ran im agen celestial del sol?
¿Acaso solam ente se com para lo u n o con lo o tro ? Presum ible-
fuente, el poem a n o habla a m od o de com p aración, sino de
sím il. E n alem án, «g leich» (sim ilar) significa « g elich » : re u ­
n id o bajo la m ism a « lic h » (luz), en la m ism a figura.
¿C uál es en el poem a esa figura? ¿E l sol o la cam pesina?
¿O acaso esa m ism idad en la que el esenciar de am bas llega a

* S ieder streh lt si d 'S u m m e n , u n d w enn sie gwáschen u n d gestrehlt isch, /


c h u n n t sie m it der Strickete füre h in te r de Berge, / w andlet ihre Wege hoch an
d e r him m lische L and stro ft, / strickt u n d lueget aben,-aft wie n e frü n d lig i
M uetter / no de C hindlene luegt. Sie lachlet gegenem C hiim li, / u n d es tuetem
w ohl, bis tie f ins W ürzeli abe. / « S o n e to lli F rau, u n d do ch so güetig u n d
frü n d li!» / A ber was sie strickt? H e, Gwülch us him m lische Düfte!
128 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

encontrarse no es n i el cielo (el sol) p o r sí m ism o n i la tierra y


los h u m an o s p o r sí m ism os? La m ism idad a la que el sol y la
cam pesina son traídos aquí delante poéticam ente, ¿no es acaso
la con son ancia de aquel ám bito to d o desde el que habla el
po em a? P o r ello, seguram ente n o se trata ta n sólo de que se
hum anice y se dé al sol figura hum ana. Pues debem os p reg u n ­
tarnos, ¿qué significa en ese apresurado hab lar de hu m aniza­
ció n la palabra « h o m b re » ? ¿Acaso n o es éste el que p e rm a ­
nece tem plado desde siem pre hacia el ám bito que aparece en la
configuración del poem a?
T an p ro n to com o m editam os escuchando deb id am en te
estas relaciones, nos dam os cuenta de que tam b ién la idea de
com paración es precipitada y que la esencia del sím il es oscura.
T odo esto tien e, desde luego, u n a larga y so terrad a h isto ria.
D esde antig uo, desde la ap arició n de la lógica y la gram ática
griegas, el decir del lenguaje se define a p artir de la considera­
ción del enunciado constatador. A consecuencia de ello, todo
lo que va más allá lingüísticam ente del con ten id o lógico de la
proposición es considerado u n ornam en to del discurso, p ará­
frasis agregada, m etáfora.
Pero, ¿y si la cosa fuera p o r com pleto de otro m od o? ¿Y
si el decir poético fuera el originario y el enunciado, en cam ­
b io , el d ecir del lenguaje ap o ético? Esta sospecha ha sido
expresada ya a m enudo, pero lo que en ella se piensa n o ha sido
n u n ca pen sado p o r com pleto a p a rtir de su ám bito esencial.
Podem os acercarnos a dicho ám bito si experienciam os la esen­
cia poética del dialecto com o aquello que, sin fijarnos expresa­
m ente en ello, es siemprej a avistado (gesichtet) por nosotros y que, p o r
ende, debe ser llam ado el rostro (Gesicht) p o r antonom asia. P ode­
m os m an ten er unidas las sencillas relaciones que se ilu m in an
aquí m ediante la siguiente fórm ula m nem otécnica:
LENGUAJE Y TIERRA NATAL 129
Sólo la form ación hace p e rd u ra r (es decir, custodia)
[el rostro.
Pero la form ación descansa en el poem a.*

Esto significa que sólo el decir poético trae el rostro de la


cu atern id ad aqu í delante, al aparecer. Sólo el d ecir poético
perm ite que los m ortales hab iten sobre la tierra, bajo el cielo y
ante los divinos. Sólo su decir poético trae inicialm ente aquí
delante guardia y p ro tecció n , am paro y favor p ara el lugar
autóctono que puede ser m orada en el terrenal estar de cam ino
del hum ano que habita.
El lenguaje es, en virtud de su esenciar poetizante, p o r ser
el m ás escondido y el que tie n e m ás am plio alcance, el traer
aquí delante la tierra natal regalándola encarecidam ente. C on
ello, el título «L enguaje y tierra natal» adquiere la determ in a­
ció n que le es debida. De este m od o puede sonar com o debe;
no superficialm ente, «L enguaje y tierra natal» , sino:
Lenguaje como tierra natal.

* E rst G ebild w ahrt (d. h . verwahrt) Gesicht. / D ock G ebild ru h t im G edicht.


SOBRE IGORSTRAVINSKY

Estim ado D r. Strobel,


T en ien d o en cuenta su p etició n , ro m p o p o r u n a vez m i
regla de no resp on der encuestas.
C onsideradas adecuadam ente, sus dos preguntas son un a
sola, si recordam os la antigua sentencia según la cual sólo
conocem os lo que nos gusta. D e ese m odo conozco yo dos
obras de Ig o r Stravinsky: la « S in fo n ía de los S alm os» y el
m elodram a « P erséfo ne» , basado en el poem a de A n dré G ide.
Cada u n a a su m anera, estas dos obras traen a nu estro presente
u n a tradición inm em orial. Son m úsica en el más elevado sen­
tido de la palabra: obras regaladas p o r las musas.
P ero, ¿ p o r qué esas obras no están ya en condiciones
de fund ar ellas m ism as el lugar al que pertenecen? La pregunta
n o se refiere a u n lím ite en el arte de Stravinsky. C o n ciern e,
antes bien, a la determ inación histórica del arte com o tal, esto
es, del pensar y poetizar.

Le saluda atentam ente,

Su
M artin H eidegger
PARA
RENÉ CHAR
en rememoración pensante del gran amigo
GEORGES BRAQUE

(M irando u n a litografía para «L ettera am orosa»)

La única interpretación fundada de su arte nos la regala el p ro ­


pio artista m ediante el cum plim iento de su obra en lo sencillo
escaso.
D icho cum p lim ien to acontece m ediante la tran sfo rm a­
ció n de lo m últip le en la sim plicidad de lo m ism o , en la que
aparece lo verdadero.
La tran sfo rm ac ió n de lo m últip le en la sim plicidad es
aquel dejar-ausentarse a través del cual se presenta lo sim ple.

La ausencia desoculta la presencia


La m uerte trae consigo cercanía.

A m istosam ente,
Su
M artin H eidegger
F riburgo de B r., 16 de septiem bre de 1963
i

LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER

El siguiente texto form a parte de la narració n El portafolios de mi


bisabuelo. El trabajo en las distintas versiones de esta obra acom ­
pañ ó al poeta basta su lecho de m uerte. E n u n a carta a su edi­
to r H eckenast de finales de 1846, S tifter escribe acerca del
fragm ento seleccionado: « C re o que la historia del hielo (...)
ten d rá u n p ro fu n d o efecto».
E n los pasajes precedentes, S tifter describe la m archa en
trin eo del do cto r y su sirviente T hom as a casa de los pacientes
y, com o final de esa invernal travesía, narra lo que sigue:

«G uando p o r fin llegamos cerca del T haugrund y la foresta


empezó a extenderse a lo largo de nuestra ruta, escuchamos
de repente e n el bosque de coniferas de la em pinada peña
u n ru id o m uy singular que n in g u n o de no sotros había
jam ás oído. Era com o si m uchos miles o quizá m illones de
barras de cristal tintinearan al chocar unas contra otras y se
alejaran en ese desconcierto. El bosque estaba dem asiado
apartado com o para reconocer claram ente el sonido. E n el
silencio que reinaba en el cielo y el lugar todo, nos pareció
com pletam ente extraño. Proseguim os u n trecho hasta que
logram os detener al alazán, que ya tom aba el cam ino a casa,
anhelando librarse de aquel día y llegar al establo. F inal­
m ente nos detuvimos y escuchamos en los aires una especie
de m u rm u llo , pero nada m ás. A quel m u rm u llo , sin
em bargo, en nada se parecía al lejano estruendo que habí­
amos escuchado todo el tiem po entre el sonido de los cas­
cos de nuestro caballo. Nos pusim os en m archa de nuevo y
• nos acercamos cada vez más al bosque del T haugrund, hasta
136 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

que vim os p o r fin la oscura abertura p o r la que el cam ino


se introdu ce en el soto. A unque todavía era tem prano y el
cielo gris lucía tan lum inoso que parecía posible ver el b ri­
llo del sol a través suyo, era aquélla u n a tarde de invierno y
hacía u n día tan nuboso que los blancos campos em pezaron
a perder su color ante nosotros y el crepúsculo parecía rei­
n ar en el bosque. N o obstante, tenía que ser una aparien­
cia, pues el brillo de la nieve contrastaba con la oscuridad
de los troncos en fila.
A l llegar al lu g ar p o r d o n d e debíam os c o n tin u a r
n u estra m archa bajo la cúpula del bosque, T ilom as se
quedó quieto. Veíam os levantarse ante nosotros u n abeto
rojo m uy delgado y torcido p o r la escarcha, form ando u n
arco sobre nu estro cam ino, tal com o acostum bra a reve­
renciarse a los em peradores que en tran p o r él. Resultaba
indecible cuánto esplend or y cuánto peso helado p en día
de los árboles. Las coniferas sem ejaban candelabros de los
que sobresalían innum erables velas invertidas de tam años
in au d ito s. Todas las velas relu cían de plata, los m ism os
candelabros eran plateados y no todos se alzaban rectos,
sino que algunos se in clin ab an en direcciones diversas.
C o no cim os entonces el m u rm u llo que habíam os escu­
chado antes en el aire; ya no sonaba en él, sino alrededor
de n o so tro s. R einaba in in te rru m p id a m e n te en to d a la
p ro fu n d id a d del bo squ e, según las ram as, pequeñas y
grandes, se rom pían y se precipitaban en el suelo. T odo se
m antenía inm óvil y haCía que aquello resultara tanto más
h o rre n d o . El constante centelleo y el brillo no movía una
sola ram a o aguja, excepto cuando se volvía a m irar u n o de
los encorvados árboles y se veía que las piñas lo hab ían
arrastrado u ñ poco más abajo. A guardábam os y m iráb a­
m os hacia d e n tro , n o se sabe si p o r ad m iració n o p o r
m iedo a en trar en la cosa. N uestro caballo debía com par-
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 137

tir aproxim adam ente las m ism as sensaciones, pues el


pobre anim al, encogiendo las patas lentam ente, dio varias
sacudidas que em pujaron hacia atrás el trineo.
E stando ahí quietos y m irando —todavía no habíam os
p ro n u n ciad o un a sola palabra—, escucham os de nuevo el
derrum bam iento que habíamos percibido dos veces ese día.
A hora, sin em bargo, nos resultaba ya del todo conocido.
Precedía u n crujido agudo, como u n grito, seguía u n breve
soplido, silbido o rozadura y, p o r últim o, el d erru m b a­
m iento sordo y retum bante de u n enorm e tronco cayendo
en el suelo. Com o u n bram ido, el golpe atravesaba el bos­
que y la espesura de los troncos que atenúan el sonido; se
percibía tam bién u n cam panilleo y u n brillo, com o si se
revolvieran y agitaran una infinitud de cristales. Todo que­
daba entonces como antes, los troncos se elevaban desorde­
nadam ente, nada se m ovía y el m urm ullo continuaba.
C uando u n a rama<o u n pedazo de hielo caía m uy cerca de
nosotros resultaba extraño, pues no se llegaba a ver de dónde
procedía, tan sólo el rápido brillo descendente; se oía tal
vez el choque, no se había visto el salto de la ram a abando­
nada y aliviada, y la inm ovilidad persistía, com o antes.
C o m p ren d im o s que no podíam os e n tra r en el b o s­
que. E n alguna parte del cam ino po día h ab er u n árbol
caído co n to d o su ram aje que no p o d ríam o s saltar n i
rodear, pues los árboles están dem asiado ju n to s, sus agu­
jas se entrem ezclan y la nieve llegaba ya hasta el ram aje y el
entretejido del bajo sedim ento. Si nos dábam os la vuelta e
intentábam os tom ar de nuevo el cam ino p o r el que había­
mos venido y resultaba que u n árbol se había atravesado en
él en tre ta n to , estaríam os atrapados en m ed io . La lluvia
caía incesantem en te, o tra vez estábam os cub ierto s de
nieve, p o r lo que n o podíam os m overnos sin ro m p e r
antes esa m anta; el trin e o pesaba y te n ía u n a capa de
138 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

hielo, y al alazán le costaba trajin ar aquella carga. Si algo


en los árboles se volvía u n a onza m ás pesado, caería, los
m ism os tron cos se p artirían , las puntas de las piñas des­
cenderían com o cuñas, m uchas se veían ya dispersas p o r el
cam ino > ante nosotros, y m ientras estábam os allí quietos
volvían a escucharse golpes sordos. M iram os hacia todos
lados, p o r d o n d e habíam os venido, y no se veía n i ser
h u m ano n i criatura viviente alguna en todos los cam pos y
alreded ores. Yo, T ho m as y el alazán estábam os solos en
m edio de la naturaleza.
Le dije a T hom as que debíam os dar la vuelta. Bajamos
del trin eo, sacudim os nuestros vestidos en la m edida de lo
po sib le y quitam os el hielo que colgaba de las crines del
alazán, u n hielo que nos parecía form arse m ucho más
rápidam ente que p o r la m añana, tal vez p o rq u e entonces
observábam os su ap arició n y, al hacerlo , su avance nos
parecía más lento que en la tarde, cuando teníam os otras
cosas que hacer y sólo al cabo de u n rato observábam os
que el hielo había vuelto a am ontonarse, o quizá p o rq u e
hacía más frío y la lluvia era más densa. N o lo sabíam os.
T hom as dio la vuelta al alazán y al trin eo y regresam os lo
más ráp id am en te que pu dim o s en d irecció n co n traria a
las casas de E id un que en u n p rin cipio nos g u iab an » .

E n los pasajes siguientes, S tifter n a rra cóm o el d o cto r y


su sirviente dejan el alazán y el trin eo en la fond a más cercana
y cóm o, a continuación , equipados con bastones de m o n tañ a
y trep ad o res, re c o rre n a pie el cam ino de vuelta a la casa del
doctor.

« C u a n d o p o r fin estuvim os fuera y, desde las dehesas de


setos, vim os el valle do nd e se encuentra m i casa, atardecía
ya fuertem ente, pero estábamos lo suficientem ente cerca y
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 139
n o nos preocu pab a nad a m ás. A través del aire espeso y
gris blanquecino vimos m i casa, desde la que ascendía u n
hum o recto y azulado que seguram ente provenía del fuego
en el que M aría, el am a de llaves, p rep arab a nu estra
com ida. Volvim os a p o n e rn o s los trepadores y descendi­
m os lentam ente basta encontrarnos en suelo llano, donde
nos los quitam os de nuevo.
A nte las casas cercanas a la m ía se agrupaban las gentes
m irando al cielo.
"Ay, señor D octor” —gritaro n—"ay, señor D octor, ¿de
dónde viene en este h o rre n d o d ía?”.
"Vengo de D ubs y de las casas de E id u n ”, dije, "dejé
p o r el cam ino m i caballo y el trin eo y he venido a través de
los prados de M eierbach y las dehesas de setos, pues no era
posible seguir p o r el bosque”.
Me quedé u n rato de pie entre las gentes. El día era en
verdad h o rrib le . E L om nipresente m u rm u llo de los bo s­
ques podía escucharse ya desde aquí. Lo in terru m p ía cada
vez más a m en u d o el sonido del d erru m b am ien to de los
árboles. E ra posible p ercib ir incluso los crujidos y las caí­
das que p ro v en ían de los bosques más elevados, que el
espesor de la niebla nos im p edía ver del to d o . El cielo
estaba cada vez más b lan q u ecin o , com o el día to d o , y su
brillo parecía volverse todavía más claro ahora en la tarde.
El aire estaba to talm en te q u ieto y la lluvia fin a caía en
línea recta.
"D ios guarde a qu ien esté al aire libre o en el bosque”,
dijo u n o de los que allí se encontraban.
"Se habrá salvado”, dijo otro , "pues hoy n o hay nadie
e n los cam inos”.
Thom as y yo llevábamos m ucha carga y ya casi no podía­
m os con ella, p o r lo que nos despedim os de los dem ás y
nos fuim os a nuestra casa. Todos los árboles ten ían un a
i4 o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

m ancha negra a su alrededor, pues se habían desp ren d id o


u n gran núm ero de ram as arrancadas, com o si les h u biera
caído un a fuerte granizada. La verja de m adera co n la que
separo el patio y el ja rd ín todavía inacabado estaba cubierta
de plata, com o el altar de u n a iglesia; a su lado, u n ciruelo
de la antigua hered ad había sido ab atid o . A lg u ien había
intentado salvar el abeto rojo ju n to al que se en cu en tra m i
banquito estival quitándole el hielo con varas hasta donde
era posible alcanzar, y com o la cima parecía casi inclinarse,
el o tro sirviente, K ajetan, subió, la golpeó c o n cuidado
para hacer caer el hielo y ató de las ram as m ás altas dos
cuerdas de la siega que dejó caer hacia el suelo p ara p o d er
sacudirla de vez en cu an d o . Sabían que le te n ía cariñ o al
árbol, pues es m uy b o n ito y tan tu p id o co n sus verdes
ramas que u n a enorm e carga de hielo se hubiera colgado de
ellas, partiéndolo p o r com pleto o astillándolo. M e dirigí al
calor de m i cuarto, puse sobre la m esa todas las cosas que
había sacado del trin e o y m e quité la ro p a, que tu v iero n
que sacudir y colgar en la cocina, pues estaba m uy húm eda.
U na vez cam biado de ropa, m e enteré de que G ottlieb
había ido al bosque del T h au g ru n d y n o había regresado
aú n po rq u e sabía que yo debía pasar p o r allí con el trin eo .
Le dije a K ajetan que fuese a buscarlo y que llevara c o n ­
sigo a alguien m ás, si en co n trab a q u ie n lo acom pañase,
que cargara con u n a linterna, hierros en los zapatos y bas­
tones. Más tarde lo tra je ro n y estaba casi provisto de u n a
coraza, pues n o hab ía p o d id o defend erse del h ie lo p o r
todos los lados.
C o m í u n a p arte de la com ida que h ab ían reservado
p a ra m í. El crepúsculo estaba m uy avanzado y la n o che
había caído ya. A hora podía escuchar aquel confuso estré­
pito incluso en m i cuarto, y, abajo, m i gente daba vueltas
de u n lado para otro , con m ucho m iedo.
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER I^ I

Algo más tarde, T kom as, que tam bién babía com ido y
se babía cam biado de ropa, e n tró en m i hab itación y m e
dijo que las gentes de las casas vecinas se estaban reuniendo
y que estaban m uy consternados. Fui e n busca de u n a
gruesa chaqueta y, atravesando el hielo con ayuda de u n
bastón, m e dirigí a sus casas. Ya había oscurecido del todo,
tan sólo el hielo desprendía u n brillo incierto y u n a luz de
nieve. La lluvia podía sentirse en el rostro, rodeado p o r la
hu m edad , y yo la sentía tam b ién en la m ano con la que
sostenía el bastón de m ontaña. El estrépito se había m ulti­
plicado en la oscuridad, sonaba p o r todas partes com o el
m urm ullo de cascadas lejanas, en lugares que n in g ú n ojo
podía ahora pen etrar. El sonido de árboles rom piéndose
se hacía cada vez más m arcado, com o si se acercase u n
po deroso ejército o u n a batalla silenciosa. A l acercarm e
más a las casas, vi a la gente de pie, pero aquellos oscuros
grupos se en co n trab an lejos de sus casas, en m edio de la
nieve, y n o ante las puertas o apoyados en las paredes.
"Ay, D o cto r, ayuda; ay, D o cto r, ayuda”, g rita ro n
algunos que m e vieron llegando y recono cieron m i form a
de andar.
"Yo no puedo ayudaros, D ios es grande y m aravilloso
en todas partes, él prestará auxilio y salvación”, dije al lle­
gar a ellos.
P erm anecim os ju n to s u n rato escuchando aquellos
sonidos. M ás tarde supe p o r sus conversaciones que
tem ían que las casas p u d ieran rom perse du ran te la noche.
Les dije que en cada ram a de los árboles, y especialm ente
en nuestra tierra, donde las coniferas son tan abundantes,
entre los más pequeños retoños y agujas se acum ula toda el
agua que co rre, se congela co n esta extraña helada y, al
m antenerse largo tiem po, tira de las ram as, se lleva co n ­
sigo las agujas, retoñ os, ram as y álabes hasta que, fin al-
142 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

m en,te, tu erce y ro m p e los árboles. P ero en los tejados,


sobre los que yace u n a capa p lana de nieve, casi to d a el
agua fluye bacia abajo, m ás todavía te n ie n d o en cuenta
que la corteza del hielo es resbaladiza y ayuda a que el agua
corra. Sólo tenían que arrancar u n trozo de hielo con u n a
azada y verían qué poco había podido aum entar la corteza
sobre esa superficie in clin ada. A los árboles es com o si
infinitas m anos los estiraran de infinitos cabellos y brazos;
p e ro en las casas to d o va a p a ra r a los bo rd es, d o n d e
cuelga en form a de tém panos im p oten tes que, o b ie n se
quiebran p o r sí m ism os, o bien p u eden ser quebrados. De
esta form a los consolé y co m p ren d iero n aquella cosa que
tan to les había confundido, po rq ue n u nca se había vivido
algo así, o no con tanta violencia y fuerza.
Volví a m i casa. Yo m ism o n o estaba tan tra n q u ilo ,
tem blaba in te rn a m e n te , pues ¿qu é o c u rriría si la lluvia
con tinuab a con esa fuerza y la fulm in ació n de las pobres
plantas crecía tan rápidam ente com o en ese m om ento, en
el que to d o estaba casi al lím ite? U n peso, u n pedacito,
u n a gota, p o d ía n tu m b ar u n árb o l cen ten ario . E n cen d í
candelas en m i cu arto y n o q u ería d o rm irm e. E l jo v en
G ottlieb tenía u n a ligera fiebre p o r hab er esperado tanto
tiem po en el T hau grun d. Lo reconocí y le di algo.
U n a h o ra después vino T hom as y m e dijo que la gente
se había reu n id o y rezaba, que el estruendo era h o rrib le.
Le respondí que p ro n to cam biaría y se alejó de nuevo.
F ui de u n lado a o tro de la hab itació n , en la qu e el
ru id o pen etraba com o el bram ido de las olas del m ar , y,
com o m ás tard e m e acosté u n po co en la tu m b o n a de
cuero, m e acabé d u rm ien do de cansancio.
G uando volví a desp ertar, escuché u n silbido p o r
encim a de m i tejado que no m e supe explicar de in m e ­
diato. Me levanté y, dándom e ánim o, m iré p o r la ventana.
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 143

A l a b rir u n a de sus bo j as, vi que era el viento y que u n a


tem pestad se iba extinguiendo en el aire. Q u ería asegu­
rarm e de si llovía aú n y si el viento era frío o cálido. Me
puse u n abrigo y, al pasar p o r la habitación de delante, vi
salir luz de la puerta del aposento donde duerm e Thom as.
Está cerca de m i h ab itació n p ara p o d e r llam arlo con la
cam pana si necesito o si m e ocurre algo. E ntré en su apo­
sento y vi que estaba sentado a la m esa. N o se había acos­
tado p o rq u e, según m e confesó, tenía m ucho m iedo. Le
dije que bajaba a com probar qué tiem po hacía. Se levantó
enseguida, cogió su lám p ara y bajó la escalera detrás de
m í. A l llegar al vestíbulo, m etí m i candela en la h ornacina
de la escalera y él hizo lo p ro p io con su lám para. A b rí
entonces la p u erta que conduce al patio y, al salir de los
fríos pasillos, nos golpeó en la cara u n aire cálido y suave.
A quel in só lito estado de cosas que hab ía d u rad o el día
en tero se había disuelto. El calor p ro ced en te de m ed io ­
día, y que hasta entonces sólo llegaba a las partes altas,
había descendido ya a las bajas, com o suele o c u rrir, y la
c o rrie n te de aire que seguram ente soplaba arrib a había
descendido y se había tran sfo rm ad o en u n a com pleta
tem pestad. T am bién el cielo había cam biado, p o r lo que
p u d e ver. E l color gris u n ifo rm e había sido in te rru m ­
pido, pues se veían, dispersos aquí y allí, pedazos oscuros
y negros. La lluvia n o era ya ta n espesa, aun qu e golpeaba
n u estro s ro stro s con gotas m ás dispersas y gruesas.
Estando así de pie, se m e acercaron algunas personas que
debían encontrarse cerca de m i casa. M i patio no es com o
se acostum bra y p o r aquel entonces estaba aún m enos res­
guardado que ah o ra. La m am postería de m i casa está
puesta e n fo rm a de rectángulo desde los dos lados del
patio. El tercero estaba provisto en aquel entonces de u n
tablón tras el cual debía venir el jard ín , al que se accedía a
*44 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

través de una verja de m adera. El cuarto era la entrada, u n


ta b ló n n i siq uiera b ie n encajado, co n u n a p u e rta con
verja de m adera que perm anecía abierta la m ayor parte del
tiem po. E n m edio del patio debía construirse u n a fuente,
p e ro enton ces n o estaba n i em pezada. D e m od o que a
todos les resultó fácil acceder al patio de m i casa. H abían
estado al aire libre p o r el deseo de observar, con m ucho
m iedo, cóm o estaban las cosas. A l ver que la luz desapare­
cía de m i cuarto y que, inm ediatam ente después, descen­
día p o r las ventanas de la escalera, p en saro n que iría al
patio y se acercaron. T em ían u n a verdadera devastación y
h o rro re s desconocidos, ya que la tem pestad se había
un id o a todo lo dem ás. Les dije que esto últim o era bueno
y que lo p eo r había pasado ya. E ra de esperar que el frío,
que sólo estaba ya abajo, p ero n o arrib a, desapareciera
p ro n to . A hora que el viento era tan cálido, no podía fo r­
m arse hielo nuevo y el viejo iría m enguando. El viento no
po día d e rrib ar m ás árboles de los que hab ían caído en la
calm a, com o ellos creían y tem ían, pues al levantarse no
era tan fuerte com o para añadir al em puje que soportaban
ya algunos troncos lo suficiente para rom perlos, m ientras
que sí lo era para agitar y hacer caer el agua que colgaba
suelta en las agujas y los pedazos de hielo sostenidos tan
sólo p o r u n débil apoyo. A sí que la siguiente sacudida,
más p o ten te, se en co n traría con u n árbol ya más ligero y
con tribu iría a aligerarlo aún más. D e m odo que la ausen­
cia de viento, en la que to do p o d ía irse ju n ta n d o y c a r­
gando a escondidas, resu ltáb alo tem ible, m ientras que la
tem pestad, que sacudía el peso acum ulado, había supuesto
la salvación. Y aunque algunos árboles fu eran derribados
p o r el viento, más serían los que se salvarían gracias a él,
aparte que el tro n co que se en co n trab a ya en el lím ite
h u biera caído tam bién u n poco después en la calm a. Y el
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER i45
viento n o sólo había sacudido el hielo ; co n su cálido
soplo, tam bién lo había ro íd o , prim ero en los tejidos más
finos y después en los más gruesos, y n o había dejado en
las ram as n i el agua resu ltan te n i la que caía del cielo,
com o hubiese hecho u n aire cálido p ero suave/ Y, en
efecto, au n q u e a través del silbido de la tem pestad no
podíam os escuchar el m urm ullo de los bosques, los sordos
d erru m b am ien to s que de todas form as escuchábam os se
habían vuelto m ucho m enos frecuentes.
Tras u n rato en el que el viento se volvía cada vez más
fu erte y, según nos parecía, tam b ién m ás cálido, nos
dim os las buenas noches y volvimos a casa. M e dirigí a m i
cuarto, m e quité la ropa, m e m etí en la cama y do rm í m uy
p ro fu n d a m e n te hasta la m añan a siguiente, cuando u n
claro día brillaba ya en el cielo» .

Ju stifiq u em o s ah o ra la elección de la « H isto ria del h ie lo » .


¿P or qué debe esta « H isto ria del h ie lo » , según dice A dalbert
Stifter, « te n e r u n p ro fu n d o efecto » ? ¿A qué puede referirse
el poeta al hablar del efecto de su palabra?
La historia n arra cóm o el doctor y su sirviente, en su tra ­
yecto a casa de los pacientes, dan con el bosque helado. Stifter
llam a al helarse del bosque sim plem ente « la co sa» .
El efecto de la n a rra c ió n ¿se debe a lo in só lito de esta
cosa que cautiva al lector? ¿ O b ien dicho efecto se debe al arte
con que Stifter describe esa cosa y hace que el lector se asom bre
de ella? ¿ O es que el efecto se debe a am bos aspectos: a lo
in só lito de la cosa y a lo asom broso de su d escrip ció n ? ¿O
acaso el ten er efecto de la palabra poética significa todavía algo
distinto?
La helada de ese día y su consiguiente n o ch e no invade
sólo el bosque, sino tam bién las casas de los hum anos. Por eso,
1^6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

la vuelta a casa del d o cto r y la conversación n o c tu rn a con sus


vecinos, que se en cu en tran lejos de sus casas, fo rm an parte de
la h istoria del h ie lo .
« L a H isto ria del h ielo te n d rá u n p ro fu n d o efecto » ,
po dría afectar al lector en el fondo de su existir. Así pues, ¿de
qué m anera tiene efecto la palabra del p oeta? Lo tiene desper­
tando al lector a prestar oído a lo dicho, esto es, a lo m ostrado
en la palabra. El surtir efecto de la palabra es u n llam ar y m os­
trar. N o causa efectos tales com o la presió n o el im pulso en el
ám bito de los procesos m ecánicos.
Pero ¿ e n qué d irección m uestra la palabra de la h istoria
del hielo? Los hum anos aban do nan sus viviendas p o r el tem or
a que sus casas puedan venirse abajo en la noche p o r el peso de
la nieve helada. T em en p o r su habitar, p o r su existir. El doctor
habla co n ellos. Les habla del flu ir y co rre r del agua, les dice
que el hielo se form a de m an era distin ta en el ram aje de los
árboles y en la superficie de los tejados. El d o cto r rem ite el
m irar y el m ed itar de sus vecinos a este proceso sim ple p ero
oculto. D e este m odo, el poeta aparta el pensam iento del h o m ­
bre del violento m urm u rar y crujir, quebrarse y caer, y lo dirige
a algo inaparente que prevalece de u n m odo silencioso y suave.
E n el Prólogo a las Piedras de colores, libro que según Stifter
« n o es en absoluto adecuado p ara jóvenes oy entes», p o n e a
consideración pensante lo que sigue:
« E l soplar del aire, el fluir del agua, el crecer del trigo, el
ondularse del m ar, el verdear de la tierra, el resplandecer
del cielo, el centellear de las estrellas, esto m e parece
grande. La to rm enta que arrasa m ajéstuosam ente, el rayo
que p a rte las casas en dos, la tem pestad que im pulsa el
oleaje, la m o n tañ a que escupe fuego, el terrem o to que
sepulta países, son fen ó m en o s que n o m e parecen m ás
grandes que los an terio res; incluso m e parecen m ás
LA «HISTORIA DEL HIELO» DE ADALBERT STIFTER 147
pequeños, po rq u e son tan sólo efectos de leyes m uy supe­
riores. Se p ro d u cen de form a aislada y son el resultado de
causas unilaterales. La fuerza que hace que la leche se infle
y se transform e en la pequeña olla de la pohre m ujer es la
m ism a que em pu ja hacia a rrib a la lava en el volcán que
escupe fuego y la hace deslizar p o r la superficie de las
m on tañas» .
¿H acia d ó n d e dirige S tifter n u estro s p en sam ien to s? Sigá­
m osle, pensem os todavía u n im perceptible paso más allá, a fin
de com prender con m ayor claridad el ten er efecto de la palabra
poética.
Las fuerzas y leyes a las que señala son ellas m ism as u n a
señal. Pues señalan aquello que, p o r com pleto invisible, lo
determ ina todo antes que cualquier otra cosa, aquello a lo que
el hom bre debe corresponder desde el fondo de su existir si ha
de p o d er h ab itar en esta tierra. La palabra poética m uestra la
p ro fu n d id a d de dicho fo n d o . S tifter lo d en o m in a lo grande.
« T o do lo grande —dice—es sim ple y suave, com o lo es tam bién
el edificio del m u n d o » (carta a H eckenast, ju lio de 1847)- Y
en otro pasaje dice: «L o grande nunca se pregona, m eram ente
es y tiene efecto de ese m o d o » (carta del I I de agosto de 1847;
cfr. anexo a la carta del 3 de febrero de 1854)-
M ostrar lo verdaderam ente grande en lo p eq ueñ o, m os­
tra r lo invisible y hacerlo a través de lo llamativo y lo diario del
m u n d o de los h u m an o s, h acer o ír lo n o -d ic h o en lo dicho:
este decir es lo que tiene efecto en la palabra del poeta A dal-
b e rt Stifter.
El esfuerzo encarecido p o r dicho m ostrar p ro p o rcio n a al
p o eta u n lenguaje que, de o b ra en obra, habla de u n m odo
cada vez «m ás p ro fu n d o , g ranu lad o y grand io so , y adem ás
to talm en te p u ro y claro y tran sp aren te en la fo rm a » (carta a
H eckenast del 16 de febrero de 1847)-
148 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Sin em bargo, esta m ism a búsqueda de la palabra que bace


divisar la cosa m ostrada en lo invisible de ella, obliga al poeta
algunas veces a confesiones com o la siguiente a su ed ito r:
« P e ro debo com u nicarle o tra calam idad, e n relació n con el
Portafolios. Es te rrib le . El libro no me gustad (carta a H eckenast,
ibid.). La últim a fase está subrayada y fue escrita durante la ree­
laboración de la narración, de la que se suprim ió la « H isto ria
del hielo » .
E n cam bio, Stifter habla su lenguaje acabado en la últim a,
au n q u e inacabada, versió n del Portafolios. Ésta fue publicada
postum am ente casi cien años después de la versión prim itiva.
E n el ú ltim o Portafolios todavía está ausente la « H isto ria del
h ie lo ^ .
A dalbert Stifter puso com o lem a de to do El portafolios de mi
bisabuelo el dicho de u n antiguo escritor la tin o :
«D ulce est, Ínter m ajorum versari habitacula, etv eteru m
dicta factaque recensere m e m o ria » .
Sa n E g e s ip o

T rad ucido:
« D u lce es dem orarse en tre las cosas fam iliares de los
antepasados y reco n sid erar en co n m em o ració n pen sante los
dichos y las obras de los a n tig u o s» .
SEÑA HACIA LO SIDO

A l qu erer h o n ra r a su edito r, el au to r se ve en la desagradable


situación de hablar tam bién de sí m ism o; si no de su persona,
al m enos de los intentos de divulgar p o r u n cam ino adecuado y
m ediante escritos lo pensado du ran te largo tiem po.
Sería posible n arrar la sucesión de dichas publicaciones en
la editorial V itto rio K losterm ann.
Se in iciaron con la im presión de m i lección inaugural en
Friburgo, ¿Quées metafísica?, im partida en el sem estre de verano
de 1929. El texto se publicó en la ed ito rial F ried rich C ohén,
de B onn, al igual que el libro Kantj el problema de la metafísica.
Pero el n o m b re de K lo sterm an n ya ju gó u n papel en las
publicaciones del año 1929 -
C o n la fu n d ació n , en 1930, de su p ro p ia e d ito rial en
F ráncfort del M eno, V ittorio K losterm ann fue reuniendo..un
grupo poco llamativo de autores determ inados p o r u n espíritu
libre com ún que siguió vivo especialm ente en los años 30, pero
tam bién en la década siguiente.
C om o hoy predo m ina todavía la caracterización sum aria y
política de estas dos décadas, resulta difícil p o r lo p ro n to des­
crib ir de form a suficientem ente m arcada lo peculiar de dicho
espíritu com ún.
Este se atestigua más fácilm ente e n u m eran d o algunos
nom bres, com o Max K om m erell, Flans Lipps, K arl R einhardt,
W . F. O tto , K u rt R iezler, T h e o d o r H etzer, E rn st y F riedrich
G eorg Jü n g e r. Para m uchos de los de hoy esos n o m b res no
dicen ya nada. ¿O acaso m e está perm itido decir: todavía n o ?
¿D e qué p o d rían éstos hablarles?
150 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

D e u n esfuerzo p o r ganar u n a relación o rig in aria con la


historia de la poesía, el arte y el pensam iento, a fin de recibir
de la h istoria y m ostrar los elevados raseros (Majlstabe) custodia­
dos en ella, raseros a los que está referida p o r su propia esencia
toda obra venidera de la poesía, el arte y el pensam iento.
Pues estos raseros n o so n establecidos p o r la sociedad,
com o si se tratara de m eros vástagos de ella y no de los lugares
en los que la sociedad tiene que renun ciar, debidam ente, a la
subjetividad que se arroga, esto es, a su preten sión de asum ir y
gestionar todo lo que es com o si de u n objeto puesto y dirigido
p o r ella se tratara.
Ese esp íritu com ún, que los no m bres referido s tan sólo
in sinúan y n o determ inan, conservaba su tácita u n id ad p o rq ue
no se lim itaba sim plem ente a tolerar la variedad de autores que
habitaban en ella, sino que la exigía y, de ese m odo, ofrecía a
los que participaban en ella la posibilidad de alentarse m u tu a­
m ente de form as siem pre nuevas.
Al arte y a la com prensión, a la clarividencia y la perseve­
rancia difícilm en te concebibles del ed ito r V itto rio K lo ster-
m an n se debe haber concedido libertad a dicho espíritu com ún
sin necesidad de program as, sin encargos o igualaciones, m an ­
teniendo de ese m odo la validez de los elevados raseros.
El e d ito r se atrevió tam b ién , con experiencia y m aña, a
hacer llegar solapadam ente al lector textos indeseados en años
difíciles.
Para co m p ren d er adecuadam ente y h o n ra r esta invisible
obra editorial, la preservación de aquel espíritu com ún, es p re ­
ciso , desde luego, u n auténtico sentido histórico. Es p ro p io de
éste poseer u n a m irada sobre los poderes determ inantes de u n
m undo que boy se transform a aceleradam ente y de la h u m an i­
dad que le obedece.
Este acontecim iento precisa claridad para experienciar y
soportar la urgencia que de él se deriva.
SEÑA HACIA LO SIDO Igl
D icha m irada a la historia p o d ría hacer experienciar una
seña para las tareas venideras de la edito rial V itto rio K loster-
m ann:

M antener presente este espíritu com ún que ha sido. Pues


lo sido persiste en el efecto, supera al tran scu rrir.
Friburgo de Brisgovia, otoñ o de 1966.

M artin H eidegger
LA PROVENIENCIA DEL ARTE
Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR

Q ue la p rim era y única palabra de los m iem bros de la A cade­


m ia de las A rtes de B erlín aquí presentes sea de gratitud p o r el
saludo del P ro feso r T h eo d o rak o p u lo s, p o r la in vitació n del
G o b iern o griego y p o r la ho sp italid ad de su A cadem ia de las
Ciencias y de las A rtes.
Pero, ¿cóm o hacerles llegar a ustedes, hospitalarios anfi­
triones en A tenas, la gratitud de los huéspedes?
Agradecem os en la m edida en que intentam os pensar con
ustedes. ¿Pensar sobre qué? ¿Q u é podem os considerar con el
p en sam ien to n o so tro s, los m iem bros de la A cadem ia de las
A rtes, aquí, en A tenas, ante la A cadem ia de las C iencias, y
ahora, en la era de la técnica científica, sino aquel m un d o que
u n día fundara el inicio de las artes y las ciencias occidentales-
europeas?
Ese m un do, considerado desde el cálculo histórico, cier­
tam en te h a pasado. P ero visto desde la h isto ria acontecida,
experienciado com o n u estro d estino , persiste todavía y se
vuelve presente siem pre de n u ev o : es algo que aguarda que le
salgamos al encu en tro de m anera pensante y que exam inem os
en ello n u estro p ro p io pen sar y fo rm ar. Pues el in icio de u n
destino es lo m ás grand e. Prevalece de an tem an o en to d o lo
que viene después.
M editam os acerca de la p rov eniencia del arte en la
H élade. Inten tam os m irar al ám bito que prevalece ya antes de
todo arte y que otorga al arte lo que es prop io de él. N i aspira­
m os a u n a d e fin ic ió n estereotipad a del arte, n i nos co rres­
p o n d e in fo rm ar históricam ente sobre su génesis en la H élade.
i54 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Sin em bargo, dado que pretendem os evitar la arb itrarie­


dad del pensam iento en n u estro re-p en sar, solicitam os aquí,
en A tenas, el consejo y la escolta de la antigua protecto ra de la
ciudad y de la reg ió n ática, la diosa A tenea. N o podem os
desentrañar la p lenitud de su divinidad. U nicam ente sondea­
rem os lo que A tenea nos dice sobre la proveniencia del arte.
Esa es u n a de las preguntas que tratarem os de aclarar.
La otra pregunta se im p one p o r sí m ism a: ¿C óm o está el
arte visto con respecto a su antigua proveniencia?
F in alm ente considerarem os p en san tém en te u n a tercera
pregunta: ¿D esde dónde se halla determ inado, p o r su parte, el
pen sam iento que aho ra piensa en pos de la prov eniencia del
arte?
I

H o m ero llam a a A tenea TtoAúpiytii;, la de m últip les consejos.


¿ Q u é significa aconsejar? Significa an ticip ar con el p en sa­
m iento, prever y, de ese m odo, hacer que algo resulte, se logre.
De ahí que A tenea prevalezca allí donde los hom bres traen algo
aquí delante, lo traen a la luz, encam inan algo, p o n en algo en
obra, actúan y hacen. De este m odo, A tenea es la amiga conse­
je ra y auxiliadora de H ércules en sus hazañas. La m eto pa de
Atlas del Tem plo de Zeus en O lim pia hace aparecer a la diosa:
todavía invisible en su asistencia y a u n tiem po lejana, desde la
elevada distancia de su divinidad. A tenea obsequia con su espe­
cial consejo a los ho m bres que elab oran utensilio s, vasijas y
adornos. T odo aquel que, hábil en el elaborar, entiende de su
asunto y p u ed e hacerse cargo de su m anejo, es u n TeyviTqg.
C oncebim os dem asiado estrecham ente el sentido de este n o m ­
b re cuan do lo tradu cim os p o r el de « a rte sa n o » . T am bién
aquellos que erigen obras arquitectó nicas y elab o ran obras
plásticas so n llam ados tecnitas. Se los llam a así p o rq u e su
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR I5 ü )

hacer, que da la m edida (majigeblich), está guiado p o r u n com ­


p re n d e r que lleva el n o m b re de réyvq. La palabra n o m b ra u n
tip o de saber. N o m ien ta el h acer y fabricar. S aber significa
te n e r previam ente e n la m irad a aquello que es im p o rta n te al
p ro -d u c ir, al traer aquí delante u n a configuración y u n a obra.
La obra puede tam b ién ser de la ciencia y de la filosofía, de la
poesía y del discurso público. El arte es réyvq, p ero no técnica.
El artista es teyvírq^, pero n i técnico n i artesano.
D ado que el arte en cuan to téyvq se basa en u n saber y,
com o tal, m ira previam ente hacia aquello que le señala la figura
y le da la m edida, p ero que es todavía invisible y debe ser lle ­
vado a la visibilidad y perceptib ilidad de la obra, dicho m irar
previo hacia lo hasta entonces n o divisado precisa u n m odo
señalado de la visión y la claridad.
La m irada previa que sostiene el arte necesita de la ilu m i­
nación. ¿D e dónde puede ésta serle otorgada al arte sino de la
diosa, que com o TtoXópqTti;, la de m últiples consejos, es a u n
tiem po yAauKontii;? El epíteto yXaoKÓa nom bra el b rillo resplan­
deciente del m ar, de los astros, de la luna, pero tam bién el fu l­
gor del olivo. El ojo de A tenea es brillante y lum inoso. De ahí
que le pertenezca, en cuanto signo de su esenciar, la lechuza, q
, cuyo ojo no sólo es fogoso y ardiente sino que además ve
a través de la noche y hace visible lo com únm ente invisible.
Por eso, en su V II Oda Olímpica, dedicada a la Isla de Rodas
y sus habitantes (versos 5 O ss.), dice Píndaro:
avta 8é acpvcfiv oSotaas tsyvav
■ jtaaav tbtiySovíov rXauKctntic; ápiatoTtóvoig yepai icpaTeív.

« ( ...) P ero ella m ism a, la de ojos claros en persona,


[les concedió
aventajar en todas las artes con m ejores artesanías a los
[habitantes de la tierra»
156 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1710-19761

S in em b arg o , debem os p reg u n tar aú n m ás exactam ente


hacia d ó n d e se dirige la m irada consejera e ilu m in ad o ra de la
diosa A tenea.
Para e n co n trar la respuesta, tengam os presente el relieve
votivo que se e n c u e n tra en el M useo de la A cróp olis. E n él,
A tenea aparece com o la cJKSTtTopévrj, la m ed itab u n d a. ¿H acia
d ó n d e se d irig e la m irad a m editativa de la diosa? H acia el
m o jó n fro n terizo , hacia el lím ite. El lím ite, sin em bargo, no
es solam ente c o n to rn o y m arco, no es sólo aquello en lo que
algo term in a. Lím ite significa aquello m ediante lo cual algo se
halla re u n id o en lo que le es p ro p io para aparecer desde ello,
para v en ir a la presencia en su p len itu d . A l m editar el lím ite,
A ten ea tie n e ya en la m irad a aquello hacia lo que el actuar
h u m an o debe m irar previam ente para traer lo avistado de ese
m odo aq u í delante, a la visibilidad de u n a o b ra. Más aún , la
m ira d a m editativa de la diosa n o sólo co n tem p la la figura
invisible de posibles obras hum anas. La m irada de A tenea se
fija ya, sobre to d o , en aquello que hace que las cosas que no
precisan elaboración hu m an a b ro te n p o r sí m ism as a la m arca
de su presencia. A esto lo llam an los griegos desde antiguo la
cpúcfti;. La trad u cció n ro m an a de la palabra cpóoic; p o r natura y el
co n cep to de natu raleza qu e se volvió d irectriz a p a rtir de
en to n ces e n el p en sam ien to o c cid en tal-eu ro p eo en cu b ren ,
éste ú ltim o ya p o r com pleto, el sentido de aquello que signi­
fica cpvcng: lo que b ro ta p o r sí m ism o en su respectivo lím ite y
se dem o ra en él.
T odavía hoy p o d em o s ex p erien ciar lo m isterio so de la
cpúaig en la H élade y sólo aquí. A saber, cuando, consternadora,
y c o n te n id a m e n te a u n tiem p o , aparece u n a m o n tañ a, una
isla, u n a costa, u n olivo. Se oye decir que tal cosa se debe a la
irre p e tib le luz. Esto se dice n o sin cierta razó n , si b ie n ta
sólo se lo gra dar en algo superficial. Se om ite p en sar e n pO'
de aquello desde lo cual es otorgada esta luz singular, dondt
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR 157

ésta tie n e su lu gar com o lo que es. Sólo aq u í e n la H élade,


d o n d e el to d o del m u n d o se h a con cedido d irig ién d o se al
h o m b re com o la cpócnc; y ha apelado a él exigiéndole, p o d ían y
d eb ían el p e rc ib ir y el h acer h u m an o s c o rre sp o n d e r a esta
apelació n ta n p ro n to com o se v ie ro n aprem iad os p o r ella a
traer a la presencia ellos m ism os, p o r su p ro p ia capacidad, lo
que en cuanto obra debería hacer aparecer u n m u n d o no apa­
recido aún hasta entonces.
El arte corresponde a la cpúaig y, sin em bargo, n o es re p ro ­
ducción n i copia de lo ya presente. <Dúaig y téyvq se cop ertene­
cen de form a m isteriosa. N o obstante, perm aneciero n ocultos
el elem en to e n el que la cpúcrg y la téyvrj se co p erten ecen y el
ám bito en el que el arte debe perm itirse en trar para llegar a ser
lo que es en cuanto arte.
C iertam ente, ya en la G recia arcaica poetas y pensadores
to c a ro n este m isterio . La clarid ad que otorga a to d o lo p re ­
sente su presencia, m uestra en el rayo su recogido prevalecer,
que se anuncia repentinam ente.
H eráclito dice (B 64): ta 8e atávta oíaicí^ei mpauvóa. «M as
el rayo to d o lo g o b ie rn a » . E sto significa que el rayo lleva y
dirige, de u n solo golpe, el aparecer de lo que se hace presente
p o r sí m ism o en su m arca. E l rayo lo arro ja Zeus, el dios
suprem o. ¿Y A tenea? Ella es la hija de Zeus.
Casi e n la m ism a época de la que p rov ien e el dicho de
H eráclito, el poeta E squilo, en la escena final de la trilogía de
A gam enón, escena que se desarrolla en el A reópago de Atenas,
hace decir a A tenea (Las Euménides, 827 s.):
m í ic!\r}5a<; oí8a Scópcnrog póve Secov
sv ¿> mpauvóg éoriv éacppayiapévog.

«D e los dioses, sólo yo conozco la llave de la casa


donde el rayo descansa encerrado bajo sello».
158 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

E n v irtu d de este saber, A tenea, com o hija de Zeus, es la


diosa de m últip les consejos, itoXú|j,r[Ti<;, la de m irad a clara,
y\auiccoiti<;, y OKeatxo|iévr|, la que m edita el lím ite.
D ebem os pensar hacia ese afuera, a la lejana cercanía del
prevalecer de la diosa A tenea, para atisbar aunque sea escasa­
m ente el m isterio de la proveniencia del arte en la H élade.
II

¿Q u é decir de hoy? Los antiguos dioses h an h uido. H ólderlin,


q u ien com o n in g ú n o tro po eta antes o después de él ex p eri­
m entó esa hu id a y la fundó en la palabra, preguntaba en su ele­
gía « P a n y V in o » , consagrada a D ionisos, el dios del vino
(estrofa IV ):
Wo, wo leuchten sie denn, die fernhintreffenden Sprüche?
D elphi schlum m ert u n d wo tó n et das grosse Geschick?
¿D ónde, dónde brillan entonces las sentencias que dan en
[lo rem o to?
Delfos dorm ita y ¿d ó n d e resuena el gran destino?
¿E xiste todavía hoy, dos m ilen io s y m edio después, u n
arte que se en cu en tre bajo la m ism a apelació n que an tig u a­
m ente el arte en la H élade? Si n o , ¿de qué ám bito proviene la
apelación a la que el arte actual corresponde en todos sus cam ­
po s? Sus obras n o surgen ya de los m arcados lím ites de u n
m undo de lo popular y nacional. Pertenecen a la universalidad
de la civilización m u n d ial, cuya co n stitu ció n e in stitu cio n es
son proyectadas y conducidas p o r la técnica científica. Ella ha
decidido sobre la ín d o le y las posibilidades de la estancia del
h o m b re en el m u n d o . D esde luego, la constatación de que
vivim os en u n m u n d o científico y dé que con el títu lo de
LAPROVENIENCIADELARTEYLADETERMINACIÓNDEL PENSAR Ig9

« cien cia» nos referim os a la ciencia natural, a la física m ate­


m ática, tan sólo po n e de relieve algo de sobras conocido.
E n consecuencia, resu lta obvio declarar que el ám bito
desde el que p rov ien e la apelación a la que el arte tien e que
corresponder hoy es el m un do científico.
A plazam os n u estro asen tim ien to . Seguim os perplejos.
P or eso preguntam os: ¿Q u é significa eso de « e l m un d o cien­
tífic o » ? A fin de esclarecer esta cuestión, Nietzsche anticipó ya
u n a frase a finales de los años ochenta del pasado siglo:

« N o es el triu n fo de la ciencia lo que caracteriza a nuestro


siglo XIX, sino el triu n fo del método científico sobre la
ciencia». (La voluntad de poder, n . 466)

La frase de Nietzsche requiere u n a aclaración.


¿ Q u é significa aqu í « m é to d o » ? ¿ Q u é significa « e l
triu n fo del m é to d o » ? « M éto d o » n o se refiere aquí al in stru ­
m e n to con cuya ayuda la investigación cien tífica trabaja el
cam po de ob jetos que h a fijad o com o tem a. M étodo se
refiere, más b ien , al m odo com o se delim ita de antem ano en
su carácter de objeto el respectivo cam po de objetos p o r inves­
tigar. E l m éto d o es el proyecto qu e concibe de an tem an o el
m u n d o , que establece en qué dirección éste puede ser investi­
gado únicam ente. ¿Y qué dirección es ésa? Respuesta: la cal-
culabilidad general de to do lo que es accesible y verificable en
el ex p erim en to . E n su p ro c e d e r, las ciencias p articu lares se
som eten a este proyecto de m u n d o . D e ahí que el m étodo así
e n te n d id o constituya « e l triu n fo sobre la c ie n c ia » . D icho
triu n fo co n tien e u n a decisión: sólo cuenta com o verdad era­
m ente efectivo lo que es científicam ente com probable, esto es,
lo calculable. M ediante la calculabilidad, el m u n d o se vuelve
dom inable para el hom bre en todas partes y en todo m om ento.
El m étodo es el triu nfal obligar al m un do a salir de sí hacia u n a
i6 o EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

com pleta d isp o n ib ilid a d p ara el h o m b re. E l triu n fo del


m étodo sobre la ciencia inició su curso en el siglo XVII, a tra ­
vés de G alileo y N ew ton, en E u ro p a —y en n in g ú n o tro lugar
de esta tierra.
El triu n fo del m étodo se despliega hoy en sus posibilida­
des más extrem as en fo rm a de cibernética. La palabra griega
Ki[3spviyny; es el n o m b re que designa al tim o n el. El m u n d o
científico deviene m u n d o cib ern ético. La concepción previa
del proyecto cibernético de m un do supone que el rasgo fu n d a­
m ental de todos los procesos m undanos calculables es el co n ­
tro l. El co n tro l de u n proceso p o r m edio de o tro se consigue
m ediante la transm isión de u n a noticia, m ediante la in fo rm a­
ción. G om o, p o r su p arte, el proceso co n tro lad o devuelve el
m ensaje al que lo controla y, de ese m odo, le inform a, el co n ­
tro l tiene el carácter de u n a retroacción de inform aciones.
La regulación de los procesos en su m utua correlación se
efectúa, p o r ende, m ediante u n m ovim iento circular. D e ahí
que el circuito de regulación sea considerado el rasgo fu n d a­
m ental del m un d o proyectado cibernéticam ente. E n él se basa
la posibilidad de autorregulación, la autom atización de u n sis­
tem a de m ovim iento. E n el m u n d o cib ern éticam en te re p re ­
sentado desaparece la diferencia entre las m áquinas autom áti­
cas y los seres vivos. Esta es neu tralizada com o proceso
indiferenciado de la in fo rm ació n . El proyecto cibernético de
m u n d o , « e l triu n fo del m éto do sobre la cien cia» , posibilita
u n cálculo un ifo rm e general y, en este sentido, universal, esto
es, u n do m inio del m un do inanim ado y anim ado. T am bién el
hom bre es encerrado en esta un iform idad del m undo ciberné­
tico. Lo es incluso de form a destacada, ya que, en el horizonte
de la representación cibernética, el hom bre tiene su lugar en el
circuito de regulación más am plio. Pues, según la represen ta­
ció n del h o m b re p ro p ia de la E dad M o d ern a, él es el sujeto
que se refiere al m undo —entendido com o el cam po de los obje­
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR l6 l

tos—elaborándolo. La m odificación del m un do que resulta de


esta form a le devuelve el m ensaje al H om bre. R epresentada
cibernéticam ente, la relación sujeto-objeto es la correlación de
inform aciones, la retro acció n en el señalado circuito regula­
d o r, u n a retro acció n que p u ede ser parafraseada m ediante el
título « h o m b re y m u n d o » . La ciencia cibernética del hom bre
busca los fu n d am en to s para u n a an tro p o lo g ía científica allí
d o nd e la exigencia norm ativa (mafigebend) del m éto do, el p ro ­
yecto de calculabilidad, puede cum plirse experim entalm ente
de la m anera m ás segura: en la bioq uím ica y la biofísica. P or
eso, según la m edida (Maflgabe) del m étodo, la célula germ inal
es aquello que establece la m edida (mafígebend) de lo vivo en la vida
del hom bre. Esta no es considerada ya, com o antiguam ente, la
versión en m in iatu ra del ser vivo com plem ente desarrollado.
La bioquím ica ha descubierto en los genes de la célula germ i­
nal el plan de la vida. Éste consiste en la prescripción inscrita y
alm acenada en los genes, el program a del desarrollo. La cien­
cia conoce ya el alfabeto de esta p rescrip ció n . Se habla del
«archivo de inform ación genética». Sobre su conocim iento se
funda la perspectiva segura de con trolar algún día la p ro d u cti-
bilid ad y la cría científico-técnicas del h o m b re. La irru p ció n
en la estru ctu ra genética de la célula germ inal h u m an a p o r
parte de la bioquím ica y la desintegración del átom o p o r parte
de la física atóm ica están en la m ism a senda del triu n fo del
m étodo sobre la ciencia.
E n u n apunte del año 1884, anota Nietzsche lo siguiente:
« E l h om bre es el anim al no fijado todavía» (XIII, n . 667). La
frase contiene dos pensam ientos. Por una parte, que la n atura­
leza del hom bre no se ha divisado, no está explorada todavía. Y,
p o r la otra, que la existencia del hom bre no está aú n sujeta, no
está asegurada. Hoy, p o r el co n trario , u n investigador am eri­
cano declara que « e l h o m b re Será el ú n ico anim al capaz de
dirigir su pro p ia evolución». Sin em bargo, la cibernética se ve
162 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

obligada a confesar que, p o r el m om ento, no es posible llevar a


cabo u n c o n tro l general del existir h u m an o . P or eso, en el
cam po universal de la ciencia cibernética, el hom bre es consi­
derado todavía provisionalm ente com o « facto r de p e rtu rb a ­
c ió n » . E l p lan ificar y actuar del h o m b re, ap aren tem en te
libres, tien en u n efecto p ertu rb ad o r.
Pero la ciencia se ha apoderado tam bién recientem ente de
este ám bito de la existencia hum ana. D icha ciencia em prende
la investigación y p lan ificació n rig u ro sam en te m etó dica del
posible po rv enir del hom bre actuante. C om puta las in fo rm a­
ciones sobre aquello planificab le que se le viene al h o m b re.
Esta clase de porvenir es elfuturum para el logos que, en cuanto
futurología, se som ete al triu n fo del m étodo sobre la ciencia.
El parentesco de esta recien te disciplina de la ciencia co n la
cibernética es m anifiesto.
N o obstante, sólo apreciam os suficientem ente el alcance
de la ciencia cib ern étic o -fu tu ro ló g ica del h o m b re cuan do
prestam os atención al supuesto en que se funda. Este supuesto
consiste en p o n e r al h o m b re com o el ser social. Sociedad,
em pero, significa sociedad in d u strial. Ella es el sujeto al que
perm anece referido el m u n d o de los objetos. C iertam ente, se
cree que la yoidad del h o m bre estaría superada p o r su n a tu ra ­
leza social. P ero el h o m b re n o aban do na en m od o alguno su
subjetividad p o r dicha naturaleza social. Al contrario, la socie­
dad in d u stria l es la yoidad, esto es, la subjetividad elevada al
extrem o. E n ella, el h o m bre se hace d ep end er exclusivam ente
de sí m ism o y de los sectores de su m un do vivido que él ha dis­
puesto en fo rm a de in stitu cio n es. N o obstante, la sociedad
in d u stria l sólo p u ede ser lo que es si se som ete a la m edida
pro p ia de la ciencia dom inada p o r la cibernética y de la técnica
científica. La au to rid a d de la ciencia, em p ero , se basa en el
triu n fo del m éto d o , que se ju stifica m ed ian te el efecto de la
investigación dirigida p o r dicho m étodo. Esta acreditación se
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR

tien e p o r suficiente. La a u to rid a d an ó n im a de la ciencia C8


considerada intocable.
E ntre tanto, ustedes se h ab rán preguntado todo el tiem po
a qué vienen estas explicaciones sobre cibernética, futurología
y sociedad industrial. ¿N o nos hem os distanciado en exceso de
n u estra p re g u n ta p o r la pro v en ien cia del arte? E n efecto,
parecería que nos hem os alejado, pero no es así.
A l c o n tra rio , las referencias al existir del h o m b re actual
nos h an p rep arad o para p re g u n ta r más re-p en san tem en te
nuestra pregunta p o r la proveniencia del arte y p o r la determ i­
nación del pensar.

III

¿A cerca de qué pregu ntam o s ah o ra ? ¿A cerca del ám bito del


que prov ien e hoy la apelación dirigid a al arte? ¿Es dicho
ám bito el m un do cibernético de la sociedad industrial que pla­
nifica de m anera futurológica? Si este m undo de la civilización
m u n d ial resultase el ám bito desde el que el arte es apelado y
exigido, entonces, ciertam ente, habríam os hecho saber algo de
este ám bito m ediante las referencias que hem os dado. Pero u n
tal saber no es todavía u n conocim iento de aquello que preva­
lece p o r com pleto en dicho m un d o com o tal. D ebem os pensar
en pos de aquello que prevalece en el m undo actual para p oder
m ira r en el ám bito buscado de la p rov eniencia del arte. El
rasgo fu n d am en tal del proyecto cib ern ético de m u n d o es el
circuito reg u lad o r en el que tie n e lugar la retro acció n de las
in fo rm acio n es. E l circuito reg u lad o r más am plio en cierra la
m u tu a relació n del h o m b re y el m u n d o . ¿ Q u é prevalece en
dicho e n c e rra r? Las relaciones m undanas del h o m b re, y con
ellas to da su existencia social, están cercadas en el cam po de
dom inio de la ciencia cibernética.
164 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

El m ism o cerco, esto es, el m ism o cautiverio, se m uestra


en la futurología. ¿D e qué ín do le es el p o rv enir que ha de ser
investigado rig u ro sa y m etó dicam en te p o r la fu tu ro lo g ía? El
p o rv en ir es rep resen tad o com o aquello que « se le viene al
h o m b re » . N o obstante, el co n ten id o de lo que se le viene al
hom bre se reduce necesariam ente a lo que es calculado desde y
para el presente. El po rv enir que puede ser investigado p o r la
fu tu ro lo g ía es ta n sólo u n p resen te p ro lo n g ad o . El h o m b re
perm anece cercado en el p erím etro de las posibilidades calcu­
ladas desde y para él.
¿Y la sociedad in d u stria l? Ella es la subjetividad que se
instala sobre sí m ism a y se hace d ep end er de sí m ism a. Todos
los objetos están clasificados según este sujeto. La sociedad
industrial se ha convertido en la absoluta vara de m edir de toda
objetividad. Se m uestra, de este m odo, que la sociedad in d u s­
trial existe sobre el fundam ento del estar cercada en sus propias
hechuras.
¿Q u é hay del arte en la sociedad in d u strial, cuyo m un d o
em pieza a volverse cibernético? ¿Acaso los enunciados del arte
se convierten en u n tipo de inform ación en y para ese m un do?
¿Acaso lo que éste trae aquí delante se caracteriza p o r el hecho
de satisfacer el carácter procesal del circuito de regulación
industrial y su constante posibilidad de ejecución? Y, si esto es
así, ¿puede todavía la obra seguir siendo ob ra? ¿Acaso su sen­
tido actual no está en ser sobrepasado de antem ano en aras de la
con tinua ejecución del proceso de creación, el cual se regula
sólo desde sí m ism o y, de esta form a, perm anece cerrado en él
m ism o? ¿Aparece el arte actual com o una retroacción de in fo r­
m aciones en el circuito regulador de la sociedad industrial y del
m undo científico-técnico? ¿Acaso,la tan citada «ind ustria cul­
tu ral» obtiene su legítima fundam entación de esta form a?
Estas preguntas nos acosan en cuanto preguntas. Ellas se
reú n en en u n a sola:
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR l 6 |}

¿Q u é hay del cerco del h o m b re en su m u n d o científico -


técnico? ¿Prevalece tal vez en dicho cerco la reserva del hom bre
frente a aquello que, p o r vez prim era, lo envía destinalm ente a
la determ in ació n que le es p ro p ia, a fin de que se som eta a lo
destinalm ente conveniente, en lugar de disponer de form a cal­
culadora y técnico-científica de sí m ism o y de su m u n d o , de sí
m ism o y su autofabricación técnica? (¿Acaso la esperanza —si
ésta p u ed e, en general, ser u n p rin c ip io — no es el egoísm o
absoluto de la subjetividad hum ana?)
Pero ¿p u ed e el h o m b re de la civilización m u n d ial q u e ­
b ra n ta r p o r sí m ism o esa reserva fren te al d estin o ? C ierta­
m ente, no p o r el cam ino n i con los m edios de su planificar y
su hacer cien tífico -técn ico s. ¿Acaso le es lícito al ho m bre
tom arse la libertad, en general, de querer ro m p er esta reserva
fren te al d estino ? Esto sería u n a desm esura. La reserva jam ás
p u ed e ser ro ta por el h o m b re. P ero tam poco se abre sin la
in terv en ció n del h o m b re. ¿D e qué ín do le es esa ab ertu ra?
¿ Q u é p u ede h acer el h o m b re p ara p rep ararla? Lo p rim ero ,
presum iblem ente, es no e lu d irla s citadas preguntas. Es nece­
sario p en sar en pos de ellas. Es necesario, en p rim e r lugar,
considerar de m anera pensante la reserva en cuanto tal, esto es,
pensar en pos de lo que prevalece en ella. Es posible que no se
trate para nada de qu ebrantar la reserva. Sigue siendo necesa­
rio com prender que dicho pensar no es u n m ero preludio del
actuar, sino la acción decisiva m ism a p o r la que la relación del
hom bre con el m un do puede em pezar a transform arse p o r vez
p rim era. Es necesario lib erarn o s pen santem en te de u n a dis­
tin c ió n entre teo ría y praxis que se ha vuelto insuficiente hace
tiem po. Sigue siendo necesario com prender que di'cho pensar
n o es u n hacer a rb itra rio , sino que, p o r el co n trario , sólo
p u ed e ser aventurado de m od o tal que el p en sar se p erm ita
e n tra r en el ám bito a p a rtir del cual tuvo su inicio la civiliza­
ció n m undial, hoy convertida en planetaria.
i6 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

Es necesario el paso atrás. ¿H acia d ó n d e, atrás? A trás


hacia el in icio que se nos in sinuaba en la referencia a la diosa
A tenea. P ero este paso atrás n o significa que el m un d o griego
antiguo deba ser restaurado de algún m od o y que el pen sar
deba buscar su refugio en los filósofos presocráticos.
El paso atrás significa el retroceso del pensar ante la civili­
zación m undial: distanciado de ella, pero sin negarla en m odo
alguno, perm itirse en trar en aquello que en el inicio del p e n ­
sar occidental tuvo que qu edar todavía im pensado, p ero que,
no obstante, fue ya nom brado allí y, de ese m odo, le fue dicho
previam ente a nuestro pensar.
Más aún, la m editación que ahora in ten tam os ba ten id o
siem pre a la vista esto im pensado, sin discutirlo expresam ente.
A través de la referen cia a A tenea, la m ú ltip le consejera que
con ojo claro m edita el lím ite, nos fijam os e n las m on tañas,
islas, figuras y form aciones que aparecen desde su d elim ita­
ción; en la cop ertenen cia de cpúcng y télv q , en la singular p re ­
sencia de las cosas en la renom brada luz.
Pero considerem os esto ahora de form a más re-pensante.
La luz sólo pu ede aclarar lo presente si lo presente ba b rotado
ya a algo abierto y libre y si puede extenderse en ello. Esta aper­
tura, ciertam ente, es aclarada p o r la luz, pero en absoluto traída
y form ada p o r vez prim era. Pues tam bién lo oscuro requiere de
esa ap ertu ra, de lo co n tra rio n o p o d ríam o s pasar a través n i
cruzar la oscuridad.
N ing ún espacio po dría concederle su lugar y distribución
a las cosas, n in g ú n tiem po p o d ría acarrear h o ra y año, es decir,
extensión y d u ra c ió n al dev enir y tra n sc u rrir, si n o se le
hubiese conferido ya al espacio y al tiem po, a su copertenencia,
la apertura que prevalece en ellos p o r entero.
La lengua de los griegos llam a a la puesta en libertad de lo
libre, que otorga p o r vez p rim era todo lo abierto, la: ’A-Xrj&eia,
el des-ocuitam iento. Este no elim ina el ocultam iento. Hasta tal
LA PROVENIENCIA DEL ARTE Y LA DETERMINACIÓN DEL PENSAR 167

p u n to es así, que el desocultar req u iere siem pre del ocu lta-
m ie n to .
Ya H eráclito in dica esta relació n con la sentencia que
dice:

cpúati; icpújrtea&cci cpiAeí (B 12 3 )


«E s p ro p io de lo que b ro ta a p artir de sí m ism o el
ocultarse».
El m isterio de la renom brada luz griega se basa en el deso-
cu ltam ien to , en el d es-e n c u b rim ie n to que prevalece en ella
p o r com pleto. Éste perten ece al o cu ltam ien to y él m ism o se
oculta, aunque de m odo tal que, a través de ese sustraerse, le
cede a las cosas su dem orarse, que aparece desde la delim ita­
ción. ¿Prevalece tal vez u n a conexión apenas sospechada entre
la reserva frente al destino y el desocultam iento que perm anece
todavía im p ensado , que todavía se sustrae? ¿Acaso dicha
reserva ante el destino es la retención, que p erd u ra largam ente,
del desocultam iento? ¿Acaso la seña hacia el m isterio de la a-
Aq&sia todavía im pensada apunta quizá, a u n tiem po, al ám bito
de la proveniencia del arte? ¿V iene de este ám bito la apelación
al tra e r aquí delante que es p ro p io de las ob ras? ¿Acaso la
obra, en cuanto obra, no debe apu ntar a lo no disponible para
el ho m bre, a lo que se oculta, a fin de que la ob ra n o diga tan
-sólo lo que ya se sabe, se conoce y se hace? ¿N o debe silenciar
la obra de arte aquello que se oculta, aquello que, en cuanto se
oculta, despierta en el hom bre el recato ante lo que no se deja
n i planificar n i controlar, n i calcular n i hacer?
¿Le será dado todavía al h o m b re de esta tierra en co n trar
u n a estancia en el m u n d o m an ten ién d o se en dicha tierra, es
decir, u n hab itar determ inado p o r la voz del desocultam iento
que se oculta?
i 68 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

N o lo sabemos. Pero sabemos que la á-Ar|9'sia que se oculta


en la luz griega y concede la luz p o r vez p rim era es más antigua
e inicial y, p o r ende, más perm anente que toda obra y configu­
ración ideada p o r el h om bre y obtenida p o r la m ano del h o m ­
bre.
Pero tam b ién sabem os que el des o cuitam ien to que se
oculta sigue siendo lo inaparente y escaso para u n m un do en el
que la astron áutica y la física n u clear establecen las m edidas
corrientes.
A-AqSeux —desocultam iento en el ocultarse—, u n a m era
palabra, im p ensada en aquello que le p re -d ic e a la h isto ria
occidental-europea y a la civilización m undial surgida de ella.
¿U n a m era palabra? ¿Im p o te n te fren te al hacer y los
hechos en el gigantesco taller de la técnica científica? ¿O b ien
o cu rre algo d istin to con u n a palabra de esta ín d o le y p ro v e­
n ien cia? O igam os para finalizar u n a palabra griega que el
poeta P índaro dice al com ienzo de su cuarta OdaNemea (versos
6 S S .) :

S ’épypátcov ypoviartepov (3i0TEÚei,


ó’ tiauv XapvtGov roya
ice

yJí&aaa cppevo5 s|éXoi [Baheía^.

« L a palabra, em pero, m ás allá en el tiem po que los


[hechos, determ ina
la vida, cuando, sólo con el favor de las Gracias,
extrae el lenguaje del fond o del corazón m ed itab u n d o » .
SIGNOS

El lenguaje representado com o m era em isión de signos ofrece


el enfoque para la tecnificación del lenguaje que es propia de la
teoría de la in form ación. El establecim iento de la relación del
h o m b re con el lenguaje que se p o n e en m arch a desde ésta
cum ple del m od o más siniestro la exigencia de K arl Marx: Es
preciso transform ar el m un do.
¿Se apreciará alguna vez y se adm itirá todavía a tiem po la
radical in h u m an id ad de esta ciencia hoy adm irada? La sup re­
m acía del pensar calculador repercute de m anera cada día más
decisiva en el p ro p io hom bre, degradándolo a pieza encargable
dentro del stock de u n pensam iento según patrones que es des­
m esurado y « o p e ra c io n a l» . M ediante la ciencia se organiza y
se solidifica en form a de in stitu c ió n la h u id a an te el pen sa­
m iento no-calculador.

*
Lo asom broso de los griegos de la A n tigüed ad sigue siendo
que, desde u n anticipado recato, fu ero n capaces de divisar ya lo
p o r decir en su velam iento. F u ero n capaces de ello p o rq u e su
lenguaje —la casa p o r edificar de la presencia de lo p resénte­
los esperaba para habitar en él edificando.
Lo más difícil, dada la hab ilid ad hoy d o m in an te para
hablar y escribir, sigue siendo cultivar todavía u n decir sim ple
y sustentante, y escuchar u n tal decir allí donde acontece.
Todo arte y todo saber debe experienciarse desde la sierra
y el m ar, desde el cielo y la isla, desde la luz (aclam ada ya en
exceso) y su concesió n de lo que, de vez en cuan do , viene a
I70 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

presencia delim itado, tal vez desde aquello que perm ite p o r vez
prim era incluso luz-claridad y oscuridad.
*

El ren acim ie n to actual de H egel. Es difícil sacar al p en sa­


m ien to d o m in a n te del m o lin o de la dialéctica. Éste es ya u n
m olino que gira solam ente en el vacío, pues la postura fu n d a­
m ental de H egel, su m etafísica cristiana-teológica, ha sido
abandonada; únicam ente en ella tiene la dialéctica hegeliana su
elem ento y su sostén.
La cuestión es si resulta posible, en general, pensar sufi­
cientem ente la sociedad industrial, considerada boy la realidad
prim era y últim a —antes llam ada Dios—, con la ayuda de la dia­
léctica m arxista, esto es, en p rin c ip io , con la m etafísica de
H egel. El m étodo del m ediar dialéctico pasa a hurtadillas p o r
delante de los fenóm enos (por ejem plo, de la esencia de la téc­
nica actual). La m era perspicacia n o es cam ino alguno hacia
aquello que se oculta todavía a nu estro pensar. La revolución
del m od o de p en sar que es in m in e n te a los hu m an o s n o está
preparada aún, no es tiem po de u n a discusión pública al res­
pecto .
La dialéctica es la dictad u ra de lo ap ro b lem ático . E n su
red toda cuestión se asfixia.
*

La o p in ió n errad a de que lo racio n al y la racion alización (el


desencanto) del m un d o sean ellas m ism as algo racional sigue
estando expuesta a la pregunta p o r la proveniencia de la ratio.
EL HABITAR DEL HOMBRE

Las palabras de H ó ld e rlin « C o n to d o m érito , m as po ética­


m ente, habita el hom bre en esta tie rra » [«Voll V erdienst, doch
dichteriscb, w ohnet der M ensch au f dieser E rd e» ] apenas son
escuchadas, no h an sido pensadas todavía y, desde luego, tam ­
poco h an entrado en nuestra rem em oración pensante. E nvista
de la realidad actual, que se com prende com o sociedad in du s­
trial y com petitiva que se produce a sí m ism a y las existencias de
que ella se sirve, las palabras del poeta se vacían fácilm ente para
todo el m un do, convirtiéndose en pu ra novelería. La poesía se
entiende a sí m ism a socialm ente com o producción literaria.
T am bién la investigación actual sobre H ó ld e rlin justifica
que no se to m e n en serio las palabras de éste. P ara ella, esas
palabras cuentan entre las «dud osas»; pues el texto al que p e r­
tenece no se ha transm itido m anu scrito, sino que se encuentra
al final de la novela Faetón de W ilhelm W aiblinger, publicada en
Í 8 s?3 - P or el co n trario , N o rb e rt von H ellin grath habla en sus
Prolegómenos a una primera edición de las traducciones hólderlinianas de Píndaro
(iq il, p. 58, no ta 3) de «pasajes que en lo esencial po d rían ser
au té n tic o s» . Los esfuerzos de investigación de H ellin g rath
dirigid os a la o b ra dé H ó ld e rlin se basaban en u n a relació n
poética con aquel poeta que tal vez se m anifieste u n día com o el
poeta del ser poético venidero.
C u rio sam en te, el adjetivo « p o é tic o » n o aparece en los
textos de sus poem as publicados com o definitivos. N o obs­
tante, la edición de Stuttgart (t. II, p. 635) señala esta palabra
com o variante del verso 28 del po em a El archipiélago. El pasaje
(w . 25- 29) dice:
172 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

« T am b ién los celestiales, ellos, las fuerzas de lo alto, los


silenciosos, / Q ue el día sereno y el dulce sueño y el p re ­
sagio / T raen desde lejos sobre la cabeza del hom bre sen-
tie n te , / D esde la p le n itu d de p o d er, tam b ién ellos, los
viejos com pañeros, / H ab itan contigo com o antañ o ...» *

E n el p rim er b o rrado r, en vez de «los viejos com pañeros,


/ H ab itan » , H ó ld erlin escribió «poéticos com pañeros, h ab i­
ta n » [«dichterischen Gespielen, w o h n en » ]. Así pues, el pensa­
m iento poético de u n hab itar poéticam ente n o es en absoluto
ajeno al poeta. Pero el adjetivo «poéticos» nom bra en el pasaje
citado el m o d o de vivir de los astros, n o el de los hom bres.
¿Q u é dice entonces «los poéticos co m p añeros», si en la v er­
sión definitiva puede p o n er en su lugar «los viejos cam aradas»?
¿ E n qué m edida son los « v iejo s» los « p o é tic o s» y los
« p o ético s» , los «v iejos»?
Los astros son los que h a n sido desde siem pre, los a n ti­
guos, aquellos que regresarán tam bién en lo venidero. Son los
antiguos en u n doble sen tid o . Su presencia se d eterm in a a
p a rtir de esa antigüedad. El siem pre de las «estrellas siem pre
florecien tes» [« im m e rb lü h en d en S tern e» ] (b o rrad o r, t. II,
p . 635) n o se agota en el m ero h ech o de que éstas persistan
c o n tin u am en te. Los viejos com p añeros le tra e n al « h o m b re
sentiente» la serenidad del día, el sueño ligero de la noche y el
presagio. Trayendo dispensan, fu n d an algo perm anente para el
tiem p o de vida de los m ortales, son po etizantes. Los viejos
com pañeros « h a b ita n p o éticam en te» con el dios del m ar
Egeo, con sus islas y sus habitantes.

«AucK die H im m lischen, sie, die K ráfte der H óhe, die stillen, / D ie den h e i-
te re n Tag u n d süften S chlu m m er u n d A h n u n g / F e rn h e r b rin g e n ü b er das
H aupt d er füh lenden M ensdien / Aus d er Fülle der M acht, auch sie, die alten
G espielen, / W ohnen, wie einst, m it D ir...» .
EL HABITAR DEL HOMBRE 173

A unque la versión definitiva del poem a llam a a los astros


los «viejos»-, n o p o r eso se sup rim e su defin ició n com o «los
p o é tic o s» . Los siguientes versos 29 a 42 n o m b ra n p o r p r i­
m era vez de form a expresa al más elevado de los astros, « el sol
del d ía » [ « d ie S o n n e des T ages» ], el « q u e to d o lo aclara»
[« a llv e rk lá re n d e » ]. E n el v. 38 es llam ado « e l p o etizan te»
[« d ie D ic h te n d e » ]. Él funda la m ás alta claridad, que perm ite
a cada cosa aparecer en lo p ro p io de ella y da a los m ortales la
m edida.
Sin em bargo, el poem a El archipiélago habla p o r sí m ism o
más aclarada y recogidam ente de lo que estarían en con dicio­
nes de hacer jam ás las indicaciones aquí ensayadas y necesaria­
m ente incoherentes.
Pero se im p o n e u n a pregu nta. ¿Acaso los citados pasajes
m anu scritos de este po em a acabado n o hacen d ism in u ir o
disipan tal vez la duda sobre la autenticidad del texto en prosa
En el suave azul florece..., del que están sacadas las líneas « C o n
to do m érito, mas poéticam ente, habita el ho m bre en esta tie ­
r r a » ? D e ser así, la diferen cia ya m en cio n ad a p ersistiría no
obstante.
Según El Archipiélago, son los astros los que « h ab itan p o éti­
cam en te» , y sol, el astro m ás-elevado, es el « p o e tiz a n te » . La
determ inación «p o ético s» es p ro p ia de los «celestes». Según
el posterior texto en prosa, el « h ab itar poéticam ente» es p ro ­
pio de los m ortales « e n esta tie rra » .
Según El Archipiélago, los celestes son los que están in clin a­
dos hacia los terrestres dándoles la m edida. Según el texto en
prosa, los m ortales se inclinan ante los celestes. N os pregunta­
m os, ¿dán do les la m edida de igual fo rm a? Y enton ces in te ­
rrum p im os esa pregunta y escucham os la que form ula el texto:
« ¿ H a y en la tie rra u n a m e d id a ? » [« G ie b t es au f E rd en ein
M a £ » ]. Y consideram os pensantem ente la respuesta que sigue
de inm ediato: « N o hay n in g u n a» [«E s giebt keines»].
i74 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Los que po etizan terren alm en te son ta n sólo los que


to m an la m edida de u n a celeste donación de m edida. Los que
poetizan m ortalm ente fund an tal sólo algo recibido antes. Poe­
tizar n o es p ara H o ld e rlin u n a p ro d u cció n creativa realizada
m ediante u n p oder propio, sino el edificar en la obra del decir,
u n edificar em pleado y precisado p o r los celestes, y que tom a la
m edida en el p o d er de éstos. M ediante él se m antiene abierta la
com arca para que m oren en ella los m ortales.
C om arca de in clin ació n sea llam ado, pues, el claro en el
que los celestes se inclinan hacia los m ortales en esta tierra, lle­
vándolos al extrañ am iento y dispensándoles, y en el que los
terrestres se in clin an ante los celestes agradeciendo-form ando.
E n la com arca de inclinación, los celestes y los m ortales se p e r­
tenecen m utuam ente, dando y to m ando la m edida; ellos son,
habitando cada u n o a su m anera, conjuntam ente.
Pero, ¿acaso no es to do esto u n m ero sueño, el producto
de u n a rep resen tació n a rb itra ria que carece de toda realid ad
efectiva, de todo derecho a resultar convincente y vinculante?
U n a sim ple m irada aproxim ada al estado actual del
m u n d o parece obligarnos a p reg u n tar de ese m od o. N o ob s­
tante, con ello pasam os p o r alto dem asiado fácilm ente que el
m ism o H o ld erlin , ante la poesía que le fue exigida y su riesgo,
de cam ino en su cam ino, devino más sapiente de lo que som os
capaces nosotros, los de hoy, pensando solam ente en pos de él.
La estrofa final del him n o La migración (Die Wanderung) así lo
dice (H ellingrath IV 2, 17I; Ed. St. II, 141):
Mas las sirvientas del cielo '
M aravillosa son,
G om o todo lo nacido divino.
Se le convierte en u n su eñ o , al que busca
Furtivam ente acercarse, y castiga al que
C o n violencia igualarse pretende;
EL HABITAR DEL HOMBRE 178
A m enudo, em pero, sorprend e a un o
Q ue apenas osaba pensarlo.*

D e m odo que sigue siendo precipitado, incluso en el sen­


tid o de H ó ld e rlin , hacer referen cia a las palabras « p o é tic a ­
m en te hab ita el h o m b re ...» o presentarlas com o algo dicho
con la p reten sión de ser vinculante. Y en caso de que el « h ab i­
ta r p o éticam en te» debiera ser p ro cu rad o , entonces, en caso
extrem o, se m an ten d ría la constatación de que el h o m b re no
habita hoy poéticam ente en esta tierra.
Pero ¿qué significa esto? Y ¿acaso habla de ello H ó ld er­
lin ? N o rb e rt von H ellin g rath recoge bajo el títu lo de « F rag ­
m entos y esbozos» (t. IV 2, p. 257 ) u n breve texto (núm . 25 )
con el epígrafe Lo más inmediato (Das Nachste Beste). D ice así:
abiertas las ventanas del cielo
Y suelto el genio de la noche,
El que asalta el cielo y a nuestro país,
C o n m últiples lenguas, im poéticas, ha engatusado y
H a hecho rodasr los escom bros
Hasta esta ho ra
Mas llega lo que yo quiero...**
¿Significa el aquí citado « im p o é tic o » lo m ism o que no
po ético ? E n m od o alguno. Si, p o r el co n trario , am bos giros

* D ie D ien e rin n e n des H im m els / S ind aber w underbar, / W ie alies G ottlichge-


b o rn e . / Z um T rau m wirds ihm , will es E in e r / B eschleichen u n d straft den,
d er / Ih m gleich en will m it Gewalt; / O ft üb errasch et es ein e n , / D er eben
kaum es gedacht hat.
** (...) offen die F enster des H im m els / U n d freigelassen d e r N achtgeist / D er
h im m elstü rm en d e, d er hat u n ser L an d / Beschwázet, m it S prachen viel,
u n dichtrischen, u n d / D en Schutt gewálzet / Bis diese S tunde / D och kom m t
das, was ich will, ...
176 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

dicen algo d istin to , ¿ e n qué respecto exigen ser d iferen cia­


dos?
La respuesta se tiene a la m ano con rapidez. La diferencia
concierne al m odo de la negación. N o poético es, p o r ejem plo,
el trián g u lo , p e ro n o p u ede jam ás ser im p o ético . Para ello
debería p o d er ser poético, de m odo que pueda faltarle y estar
ausente de él algo a este respecto, de m odo que pueda p erder lo
po ético. E n la h isto ria de la filosofía se conoce desde hace
m ucho la diferen cia en tre la m era negación y la privación.
D ejem os aquí sin decidir si con esta distinción —para cuyo p r i­
m er desocultam iento fu ero n precisos los más altos esfuerzos de
pensam iento p o r parte de P latón en su diálogo El sofista— la p re ­
gunta p o r el « n o » está siquiera suficientem ente planteada.
Sólo experienciam os cóm o deba pensarse, en n u estro
caso, el « in » de la palabra «im poéticas» si logram os d eterm i­
n ar con más precisión el sentido de « p o éticam en te» . P or fo r­
tuna, el p ro p io H ó ld erlin nos ofrece el auxilio o p o rtu n o .
La palabra « im p o ético » sólo se encu entra u n a vez en los
textos m anuscritos de H ó ld e rlin que nos h a n sido tra n sm iti­
dos. H ellin g rath registra variantes de esa p alab ra e n el
«A nexo» (t. IV 2, p. 39?) y anota al respecto: «so bre impoéticas
se apilan form an do u n a colum na las siguientes variantes: infini­
tas, inapacibles, imprecisas, indómitas» .
¿C ó m o debem os p en sar lo variable de estas variantes?
¿Releva u n a a la o tra? ¿Acaso la a n te rio r es, en cada caso,
suprim ida p o r la siguiente, de m anera que sólo la últim a vale
com o form ación textual definitiva?
E n la ed ició n de S tu ttg art (t. II, p . 8 6 8 ) se reg istran las
mismas variantes com o puestas « u n a encim a de o tra» , pero, en
lugar de « im p o é tic a s» , se recoge com o válido en el texto la
palabra «indóm itas» [«unbándigen»] , que es la que se encuen­
tra más arriba de la superficie escrita de la hoja (t. II, pp. 234 J
237 )- Esto puede ser correcto según u n a regla filológica (cf. ed.
EL HABITAR DEL HOMBRE 177

Stuttgart, t. I, p. 319). Mas poetológicam ente, es decir, pensado


poéticam ente, no es lo verdadero; no desoculta lo que el poeta
quiere decir y retener.
Las variantes m u estran el esfuerzo p o r d e te rm in a r lo
« p o é tic o » e n « im p o é tic a s» . Esta n o m b ra la inesencia de
« p o ético » , lo inhóspito en ello. «Im poéticas» es el epíteto de
«m últiples lenguas» en las que habla « e l genio de la n o c h e » ;
él « h a engatusado a n u estro p a ís» , él es « e l que asalta el
cielo», es hostil, rebelde contra el cielo.
E n la palabra « im p o éticas» n o desaparece el « p o é tic a ­
m e n te » , al con trario: lo « fin ito » es ignorado, lo «pacífico»
es p e rtu rb a d o , lo « p re c iso » es disuelto y lo « d o m a d o » es
convertido en lo « su e lto » . T odo ello significa: lo que da la
m edida no es p erm itid o , la to m a de la m edida es om itida. La
com arca de inclinación es sepultada en escom bros.
Salta a la vista la co rresp o n d en cia en tre el fragm ento
citado y atestiguado en los m anuscritos que habla de lo « im p o é­
tico » y el texto, considerado du do so,.« po éticam en te habita el
h o m b re» .
N o obstante, sigue habiendo u n a diferencia en tre am bos
textos. El fragm ento Lo más inmediato publicado p o r H ellingrath
n o habla del h a b ita r del h o m b re . P or lo m enos eso parece.
P ero esta aparien cia es elim inad a ju stam en te p o r el texto del
«esbozo h ím n ic o » in titu lad o Lo más inmediato, establecido p o r
Fr. Beissner en la edición de Stuttgart. Las tres versiones (t. II,
p p . 2 3 3 - 2 39) están reu n id as de m anera convincente « e n
razón de peculiaridades del m an u scrito » (t. II, pp . 867 ss.) e
in terp retad as com o poesía de la « irru p c ió n de u n nuevo
tiem p o cum p lid o tras el regreso a la p a tria » (t. II, p- 8 7 0 ).
D icho tiem po y la preocupación p o r en trar en él son poetiza­
dos en la elegía de H ó ld erlin Retomo a la tierra natal (cf. GA, vol. 4
o b ien 5 a ed. de las Aclaraciones a la poesía de Hólderlin, más las co n ­
ferencias «L a tierra y el cielo de H ó ld e rlin » y « E l p o em a»).
i78 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

La poesía de H ó ld e rlin perm anece en la p reo cu p ació n


p o r el « re to rn o a la tierra n atal» . Se trata de la preocupación
p o r fu n d ar la localidad (Ortschaft) del habitar poético del h o m ­
b re, la espera de la salvación en esta m orada terren a. D e éste
habla tácitam ente el esbozo Lo inmediato cuando llam a « im p o é ­
ticas» a las «m últiples lenguas».
Pero debería estar ya m ás que claro que este poem a dice y
aguarda en vano desde que H ó ld e rlin poetizó sus cantos. Las
palabras in cum plidas acerca del h ab itar po ético del h o m b re
son u n a sim ple y gran equivocación.
Pero es in c ie rto tam b ién si, al constatar esto, pensam os
suficientem ente las palabras del poeta. Pues tam bién el hom bre
de la era actual vive, a su m od o, poéticam ente, esto es, dicho
con los nom bres que califican su existir, im poéticam ente. Para
su voluntad de producirse a sí m ism o y p ro d u cir las existencias
encargables, el hom bre tom a la m edida de esta tierra desfigu­
rada p o r su m aquinación. C arece de oído para la respuesta de
H ó ld erlin a la pregunta: « ¿H ay en la tierra u n a m edida? N o
hay n in g u n a » .
Las «m últiples lenguas» que «engatusan a nuestro país»
son en verdad sólo lo u n ifo rm e de u n lenguaje al que to do
decir se aplana cada vez m ás ráp id am en te: el lenguaje de la
inform ática del com putador. La m edida para el hom bre que ya
sólo calcula es la cantidad.
Seguro que H ó ld erlin n o previo todavía n i describió ya el
estado actual del m un do.
Permanece, n o obstante, lo que su palabra fund ó y nos dejó
para la rem em oración pensante.
Hay m ucho que aten d er, esto es, que experienciar p e n -
santem ente. Lo más inm ediato para nosotros significa:
Pensar en p rim e r lugar lo im poético de nu estra m orada
en el m un d o com o tal, experienciar la m aquinación del h o m ­
bre com o su destino en vez de reducirlo a m era arbitrariedad y
EL HABITAR DEL HOMBRE 179

d eslu m b ram ien to ; significa p en sar que en esta tie rra no sólo
n o hay n in g u n a m edida, sino que la tierra puesta en cálculo a
nivel p lanetario tam poco p u ede dar m edida alguna, sino que
arrastra hacia lo carente de m edida.
Pensar lo poético en lo im poético: desde luego, para ello
no es suficiente el recurso a la dialéctica, que equilibra sólo en
apariencia.
Todavía pensam os con p recipitación y pasam os p o r alto el
secreto del « n o » y de la nada.
Todavía n o experim entam os con suficiente claridad lo que
se vislum bra en la sustracción, pues no conocem os aú n la sus­
tracción m ism a, lo poético en lo im poético.
PENSADO

para René Char,


en amistoso recuerdo pensante

I I l *P
T ie m p o

¿C u án lejos?
Sólo cuando él se alza, el reloj,
E n el golpeo p en d u lar de aquí para allá
escuchas: va y fue y no va más.
T arde ya en el día, el reloj,
pálida huella hacia el tiem po
que, próxim o a la finitud,
se alza distinguiéndose de él.

-C a m in o s **

C am inos,
cam inos del pensar, ellos m ism os andantes,
evasivos. ¿C uándo regresarán de nuevo?
¿Trayendo perspectivas hacia dónde?

Z E IT/ / W ie w eit? / E rst w enn sie steht, die U h r, / im Pendelschlag des H in


u n d H er, / h o rst D u: sie geht u n d ging u n d geht / n ich t m eh r. / S chon spát
am Tag die U h r, / n u r blasse S pu r znr Z eit, / die, n ah d e r E ndlichkeit, / aus
ih r ent-steh t.
W EGE //W ege, /W ege des Denkens, gehende selber, / en trin n en d e. W ann wie-
der kehrend, / Ausblicke b rin g en d w orauf? /
l8 í¡ ! EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-1976)

C am inos, ellos m ism os andantes,


antaño abiertos, de súbito cerrados,
posteriores; m ostrando lo anterior:
lo nunca logrado, lo designado para la renuncia —
facilitando los pasos
desde la consonancia de u n destino fiable.
Y otra vez la p en u ria
de la oscuridad que titubea
en la luz expectante.

Señas

T anto más im pertinentes las com putadoras,


T anto más desm esurada la sociedad.

Tanto más raros pensadores,


tanto más solitarios poetas.

Tanto más necesitados los que presagian,


presagiando las señas
que salvan la distancia.

W ege, g ehende selber, / ehed em offene, já h die verschlossenen, / spátere;


F rüheres zeigend: / nie E rlangtes, zum V erzicht Bestim m tes —/ lockeiíid die
Schritte / aus A nklang verláí&lichen Geschicks. / U n d w ieder die N ot / zogern-
den D unkels / im w artenden L icht. .
* W lN K E / / J e aufdring licher die R ech ner, / je m aftloser die G esellschaft. / / Je
selten er D enkende, / je ein sam er D ich ten d e. / / J e n o tv o ller A h n en d e, /
ah n en d die Ferne / retten d er W inke.
PENSADO 183
L o c a l id a d

Los que piensan lo m ism o


en la riqueza de su m ism idad
transitan los cam inos penosam ente largos
hacia aquello cada vez más sencillo, sim ple,
de su localidad,
que en lo intransitable se rehúsa.

C ezanne

Lo m editativam ente sereno, lo urgentem ente


callado de la figura del anciano
ja rd in e ro Vallier, que cultivaba cosas inaparentes en el
G hem in des Lauves.

E n la obra tardía del p in to r, la duplicidad


de presente y presencia se ha vuelto
más sim ple, «realizada» y superada a u n tiem po,
transform ada en una identidad m isteriosa.
¿Se m uestra aquí u n sendero que conduce a un a
copertenencia del poetizar y el pensar?

ORTSCHAFT / / D ie das Selbe denken / im R eicbtum seiner Selbigkeit, / geben


die m ühsam lan g en Wege / in das im m e r E infachere, E infáltige / seiner im
U nzugangbaren / sich versagenden O rtschaft.
CÉZANNE / / Das nachdenksam G elassene, das instándig / Stille d er Gestalt des
alten G ártners / V allier, der U nscheinbares pflegte am / chem in des Lauves. / /
Im Spátw erk des M alers ist die Zwiefalt / von A nw esendem u n d A nw esenheit
einfáltig / gew orden, » re a lisie rt« u n d verw unden zugleicb, / verw andelt in
eine geheim nisvolle Identitát. / / Zeigt sic b b ie r ein Pfad, d e r in ein Zusam - /
m engehoren des D icbtens u n d des D enkens / fü h rt?
184 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

P r e l u d io

D ejad descansar en el silencio de su rigor


al decir de u n pensar expuesto
a lo carente de ejem plo.
Los precisados en el acaecim iento se atreverán entonces
—raram ente—a u n pobre preludio a las
canciones, largo tiem po inescuchadas,
que sólo cantan los poetas.
La duplicidad de las canciones y pensam ientos b rota
desde u n solo tronco:
El agradecim iento a las señas repentinas
provenientes de lo oscuro del destino.

A g r a d e c i m i e n t o ***

D ar las gracias: dejarse decir el perten ecer al


A caecim iento que apropia y precisa.
C uán lejos el cam ino a esa localidad, desde la que

* VORSPIEL / / La&t die Sage eines D enkens, ausgesetzt / dem B eispiel-losen, in


der Stille seiner / Strenge ru b en . / / Also w erden —selten d a n n — G ebrauchte
im / E reignis arm es V orspiel wagen zu den / L iedern, die n u r Dichtef- singen,
lan g h in / u n g eh ó rt. / / Zw iefalt sp ro ftt d e r L ied er u n d G edan ken / aus dem
einem Stam m : / dem Sichverdanken jáh e n W inken / aus dem D unkel des G es-
chicks.
** D A N K / / S ickverdanken: Sichsagenlassen.das G e h o re n in / das v ereig n en d -
brauchende Ereignis. / W ie weit der Weg vor diese O rtschaft, von d er aus /
PENSADO i8g
el p ensar puede, dócilm ente, pensar
contra sí m ism o, para salvar así lo m oderado
de su p obre dicha.

Pero lo que es pobre dichoso guarda su escasez,


Cuyo legado tácito
retiene grandem ente en la m em oria:
D ecir la á-ArjS'eia co m o : el claro:
El desocultam iento de la atribución que se sustrae.

das D enken in fügsam er W eise gegen sich. selber / d enken k an n , u m so das


V erhaltene seiner / A rm seligkeit zu re tten . / / Was aber arm ist, seligw abrt es
sein G eringes. / D essen un gesp rochenes V erm áchtnis / groft b e h a ltet’s im
G edáchtnis: / Sagen die óc-Afasia ais: die L ichtung: / die E ntbergung der sich
entziehenden Befugnis.
RIMBAUD VIVANT

E n su « In tro d u c c ió n » a la selección de las Obras de A rth u r


R im baud ( l 957 )> R ené C h ar dijo palabras que nos in dican el
cam ino. Desde la com p ren sión del to do de esta poesía, y con
con sid eración pen sante, incluyó en tre las Obras las dos cartas
del poeta con fechas del 13 y el Ig de mayo de 1871- E n la carta
del 15 de mayo, el p rop io R im baud nos dice de qué form a p e r­
m anece «vivo» u n poeta: a saber, po rq ue los poetas venideros
em pezarán en el horizonte al que él m ism o llegó: « ¡él llega a lo
desconocido!».
¿Acaso nosotros, los de hoy, conocem os suficientem ente
este horizonte que « v io » R im baud?
D u do qué re sp o n d e r y m e m antengo en la p reg u n ta. El
m ism o poeta nos ayuda a preguntarla más claram ente m ediante
dos frases de la citada carta:

« E n G réce... vers et lyres rhythment l’Action»


«L e Poésie ne rhythm era plus l’action; ¡ella sera enavantl»

C onfieso, n o obstante, que la in te rp re ta c ió n de las palabras


subrayadas p o r R im baud se lim ita, p o r m últip les m otivos, a
conjeturas en form a de preguntas.
¿M ienta <sl’A ction» , escrito con m ayúsculas, tan sólo el
actuar y causar efecto del h o m b re o n o m b ra lo efectivo en su
to talid ad ? ¿P uede equipararse esto efectivo co n lo presente?
¿Q u é significa que el lenguaje de la poesía lleva lo efectivo a su
ritm o , en el sentido de m edida arm oniosa?
La poesía decididam ente m od ern a, p o r el con trario, no
debe hallarse bajo ese imperativo, sino que «estará p o r delante».
i 88 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

¿Debe entenderse el «en avante de m anera puram ente tem ­


poral? ¿Acaso el lenguaje de la poesía debe pre-ver lo venidero
prediciéndolo —y, en consecuencia, ser profética—, si b ien, en
cuanto poesía, bablar tam bién p o r m edio del ritm o? ¿O acaso el
«en avante n o m ienta referencia tem poral alguna? A l decir que
«estará p o r delante», ¿le asigna R im baud a la poesía la p reem i­
nencia por delante de todo bacer y om itir del bo m bre?
¿Qué bay entonces de esa preeminencia de la poesía en el
actual mundo de la sociedad industrial? ¿Acaso se vuelven
erróneas las palabras de Rimbáud al Considerar dicba sociedad?
¿O acaso estas preguntas atestiguan que la poesía «ba llegado
ante lo desconocido»? ¿Y eso justamente hoy, cuando lucha
casi sin esperanza por su preeminencia?
¿Tal vez nos está p erm itid o decir, considerando pen san -
tem ente las palabras de R im baud, que la cercanía de lo in tra n ­
sitable sigue siendo la región a la que llegan los ya escasos p o e ­
tas, a la que éstos tan sólo señalan p o r vez p rim e ra ? Esto, no
obstante, en u n decir que nombra dicha región. ¿Acaso no debe
ese n o m brar ser un a llam ada que llam a y puede llam ar a la cer­
canía de lo intransitable po rq ue pertenece « p o r adelantado» a
dicha cercanía y, desde este pertenecer obediente y oyente, lleva
el todo del m un d o al ritm o del lenguaje poético?
¿P ero qué qu iere d ecir aq u í la palabra griega rhythmos?
Para com prenderlo adecuadam ente, ¿no debem os volver a los
griegos y co n sid erar con el p en sam ien to las palabras de u n
poeta de la época más antigua?
A rquíloco (c. 6 ^ 0 a.C .) dice:
yíyvcoOKe 8’ oíos puSpos
ccvSpoxous eyei
«m as llega a conocer: u n a p ro -p o rc ió n de la índole
[del cóm o
sostiene (alos) h o m b res» .
RIMBAUD VIVANT 18 9

¿Es el puSpos, ex p erien cia d o de m anera o rigin aria y


griega, la cercanía de lo intransitable y, en cuanto dicha región,
la p r o -p o r c ió n ( V er-H a ltn is ) que so stien e ( h alten d ) al h o m b re?
¿Edificará el decir del poeta ven id ero en el ensam blaje de esta
p r o p o r c ió n , p rep a rá n d o le de este m o d o al h o m b re la nueva
m orada en la tierra? ¿ O acaso co n la am enazante destrucción
d el lengu aje p o r parte de la lin g ü ística y la in fo rm á tica n o se
socava tan só lo la p reem in en cia de la poesía, sin o esta m ism a
e n su posibilid ad?
R im baud perm anece vivo si n o s planteam os esta cuestión,
si lo s poetizan tes y los pensantes p erm a n ecen afectados p o r la
n ecesid a d de « h a cerse v id en tes para lo d e sc o n o c id o » . Esto
d e sc o n o cid o , sin em b argo, só lo p u ed e ser n o m b ra d o (e n el
sentido del nom brar susodicho) « silen ciá n d o lo » (Trakl). Pero
só lo está en c o n d ic ió n de guardar silen cio verdaderam ente el
que tien e p or decir aquello que in d ica el cam ino y el que, ade­
m ás, lo ha dich o co n la fuerza d,e la palabra que le ha sido c o n ­
cedida. Este guardar silen cio es otra cosa que el sim p le en m u ­
decer. Su n o hablar ya es u n haber dich o.
¿E scucham os ya co n su ficien te claridad en lo d ich o de la
p o esía de A rth u r R im baud lo p o r ella silen cia d o ? ¿V em os ya
en ello el h o rizo n te al que llegó?
LENGUAJE

¿C uándo volverán a ser palabra


las palabras?
¿C uándo vendrá el viento de giros que señalan?

C uando las palabras, dádivas lejanas,


digan —
no signifiquen designando —
cuando lleven, m ostrando,
al lugar
de la in m em o rial conveniencia
— apropiando al Uso a los m ortales —
donde el tañido del silencio llam a,
donde lo tem pranam ente pensado, con dócil claridad,
se m atiza bacia lo uní-voco.

SPRACHE / / W ann w erden W ó rter / w ieder W ort? / W ann weilt d e r W ind wei-
sen der W ende? / / W enn die W orte, fe rn e Spende, / sagen —/ n ich t bedeuten
durch bezeichnen —/ w enn sie zeigend tragen / an den O rt / u ralter Eignis, / —
S terbliche eig n en d dem B rauch —w o h in G eláut d e r S tille ru ft, / wo F rü h -
G edachtes d er B e -S tim m u n g / sich fügsam klar entgegenstuft.
REMEMORACIÓN PENSANTE
DE MARCELLE MATHIEU

Tengo ante m í desde hace días la fotografía del pueblo de Lag-


nes. P or lo general se encontraba en el escritorio, ju n to a otras
de Les Busclats y de Le T h o r, dispuesta p ara m om entos de
recuerdo de los días ya sidos en la querida Provenza. Lagnes: el
lugar de nacim iento de M arcelle M athieu, entre R ebanqué en
las alturas y Les G rands C am ph ou x en el llano , de d o n d e la
m uerte la ha apartado ahora. La esfera de los lugares n o m b ra­
dos perten ece a u n a com arca cuyo cen tro es Les Busclats, a
cuyo oeste se o rd e n a Le T h o r. Esta com arca, p o r su p arte,
encuentra sus lím ites determ inados en el M ont V entoux y en la
m ontaña de Sainte-V ictoire con la cantera de Bibem us.
¿U na m era relación de lugares? Así parece. Pero lo pecu­
lia r de los lugares se e n cierra en que cada u n o a su m anera
re ú n e en sí, m arca y afina el h acer y el o m itir, el poetizar y el
pensar de los hom bres que viven en ellos.
Tal com o ah o ra lo p ien so , Lagnes, el p u eb lo natal de la
d ifu n ta, y la tie rra de su cem enterio h a n hech o que regrese a
ellos lo m ortal de ésta y han albergado en su calma la riqueza de
u n a vida sencilla. Lo tranq uilizad or de dicha calm a llega hasta
R ebanqué y, m ás allá, hasta Les G rand s C am phoux. E n ello
aparece la figu ra de la venerada m u jer, rep o san d o en u n a
figura transform ada.
E n Les C am phoux, el invitado recibido p o r la dueña de la
casa se volvió huésped m ediante su cercanía, com o si de la costa
n o dem asiado lejana soplara todavía u n aliento de la antigua
hospitalidad griega a través de su obsequiosidad sencilla, en la
que se ocultaba, a u n tiem po, u n orgullo contenido.
194 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

Mas éste era sustentado p o r u n recato m aravillosam en te


raro, u n recato tan origin ario com o si estuviera destinado a su
m ism o existir.
Lo inaparente de su recato sólo llegaba a aparecer cuando
la señora de Les C am ph ou x invitaba a lo s am igos a las alturas
de R eb an q u é, co n su m u ltifo rm e p an orám ica sobre el gran
paisaje. A llí arriba, había dispuesto una p equ eña casa de m o n ­
taña, am ueb lad a e n u n estilo sim p le y ca m p esin o , para que
espíritus cread o res-fo rm a d o res vivieran en ella tanto tiem p o
com o quisieran. E n las conversaciones de los am igos, ella era la
oyente silen ciosam en te atenta, preocupada tan sólo p o r el b ie ­
nestar de éstos. N o era allí n i señora n i criada, sin o que, c o n ­
ten ién d ose p o r encim a de am bas, era d ócil a algo inexpresado.
P robab lem ente m antuvo co n ello diálogos silen cioso s en
las largas y num erosas cam inatas que la con d u cían , totalm ente
sola, p o r el cam po de la tierra natal.
¿Y el recato? N o s dejó u n a preciosa h u ella de él aquí, en
Friburgo, cu an do, en con trán d ose delante de nuestra casa co n
la in ten ció n de visitarnos, n o se atrevió a llam ar y volvió a m ar­
charse.
D e esta form a, lo n o ejecutado es a veces m ás p o d ero so y
duradero que lo dicho y efectuado.
La difu nta ha entrado en u n a presencia transform ada.
A los am igos, sin em bargo, les queda todavía algún agra­
d ecim ien to y el esfuerzo de estar « p o r delante de toda d esp e­
d id a » .

Friburgo de Brisgovia, en ero de 1973


M artin H eidegger
LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS

E n la penúltim a estrofa de su oda


Vocación de poeta confiesa H ó ld erlin:

« Y a otros se asocia con gusto, para que


A com p ren der ayuden, u n poeta»*.

¿Q uiénes son esos « o tro s » ? ¿ O tro s poetas?


¿S on aquellos que dicen de o tro m odo
que los poetas? ¿Q uizá los pensantes? Ellos h an de
«ayudar a c o m p re n d e r» . ¿ Q u é significa aquí com prender?
¿C óm o se puede aquí prestar ayuda? A nte
todo, ¿qué es lo que se trata aquí de com p ren der?

¿Las palabras de H ó ld erlin ? ¿ O quizá aquello que,


antes que todo e incesantem ente,
urge al poeta en su decir?

Preguntas sobre preguntas, a las que sólo llega claridad


si escuchamos
pensando en pos de
las palabras de H ó ld erlin,
que divisan a lo lejos de antem ano:
dom inio y hechuras de los T itanes.

U n d gern gesellt, dam it verstehen sie / H elfen, zu an d eren sich ein D ichter.
ig 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Los T i t a n e s *
« P ero no es
T iem po. Desatados están
Todavía. N o toca lo divino a los que
no p a rtic ip a n » .

A quello que urge al poeta en el decir es un a


urgencia. Esta se oculta en la tardanza del venir a
presencia de lo divino.
E n la últim a estrofa de su elegía Retorno a la tierra natal,
dicha tardanza va a dar en estas palabras sim ples, aclaradoras
de todo y, n o obstante, m isteriosas:
«faltan nom bres sagrados»**.
La gran concesión que po d ría ayudar a com prender
la urgencia sería la m irada que pen etrara en lo
peculiar de esta «falta» m ediante la experiencia
de su proveniencia, que probablem ente se oculta en u n a
retención de lo sagrado, e im pide
u n n o m b rar acertado de los nom bres que le corresponden
y lo llevan a u n claro.
Si la era tecnológica estuviera en condiciones de experienciar
el po d er de la dis-posición (Gestellnis), p o d er que determ ina
[dicha era,

* DlE T i t a n e n / / N icht ist es aber / D ie Z eit. N och sin d sie / U n an g eb u n d en .


Gó tiliches trift un theilnehm en de / nicht.
** «es fehlen heilige N ahm en ».
LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS 197

y hacerlo de m o d o tal que se m ostrase cóm o —a saber,


disim uladam ente—prevalece en él la « fa lta » ,
al existir del hom bre le sería asignada la com arca de lo que salva
e n cuanto abierta a la particip ación .

Pero ¿con o cem o s ya el cam po que encam ina dicha


experiencia? ¿Sabem os de m o d o suficien te lo peculiar
del cam ino que debiera tom ar u n pensam ien to
que, en cuanto experiencia, se ajustara a su asun to?

Este parece ser el caso.

Pues en el co m ien zo del pensar m o d ern o se en cuen tran


tratados sobre el m étod o dispuestos jerárquicam ente
antes de toda discu sión para localizar el asunto del pensar:
el D iscours de la m éthode y las
R egulae a d directionem íngenii de D escartes.
Y e n la época de la con su m ación de este pensam ien to
—en la parte final de la Ciencia de la lógica de H egel—
el m étod o del pensar y su asunto se vuelven
incluso expresam ente id én ticos.

Pero ¿ son lo m ism o el m étod o y el cam ino del pensar?


¿Acaso n o es tiem p o , justam ente en la era tecn ológica,
de m editar sobre la peculiaridad del
cam ino a diferencia del m éto d o?
E n efecto, es preciso exam inar esta relación.
G om o más claram ente p u ed e ser nom brada es en griego,
aunque la sigu iente p ro p o sició n
n o se en cuen tre en el pensar de los griegos.
r¡ 0805 - prptoTs péS'oSoi;
E l cam ino jam ás (es) u n p roced im ien to .
ig 8 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

P roced im ien to querría decir el dispositivo del proceder


pensante contra algo, ir tras u n a cosa en Cuanto
objeto, asediarla, perseguirla a fin de hacerla d isp on ib le
para su ap reh en sión p or parte del concepto.
Esto es ajeno al cam ino.

E l cam ino es cam ino en el esta r-en -ca m in o


que guía y lleva a u n claro,
que trae porq ue poetiza.

Poetizar quiere decir aquí: dejarse decir la pura


llam ada d el venir a presencia co m o tal, aun si éste es sólo
y ju stam en te u n venir a presencia de la sustracción y la
reten ción .

El cam ino n o sabe de p roced im ien tos,


n i de pruebas, n i de m ed iaciones.

S ólo u n pensar que tien e en sí carácter de ca m in o ,


podría preparar la experiencia de la falta.
D e esa form a p od ría «ayudar a co m p ren d er» al poeta,
que ha de decir la urgencia de la falta. E n ese caso, com prender
n o quiere decir hacer com prensivo, sin o soportar
la urgencia, a saber, aquella urgencia in icial a partir de la que
se origina prim eram ente la Urgencia de la falta de « n o m b res
sagrados»:
el olvido del ser, es decir, el ocultarse (AqS'q)
de la peculiaridad del ser en cuanto venir a presencia.
r
« O lv id o del se r » , según parece en prim era instancia, nom b ra
u n defecto, u n a o m isió n . E n verdad,
la palabra es el n om b re del d estin o del claro
d el ser; ya que éste, en cuanto ven ir a presencia, sólo puede
LA FALTA DE NOMBRES SAGRADOS 199

volverse m anifiesto y determ inar to d o ente si el


claro del ser, la AAr)9'r|ia, se co n tien e, se retiene
al pensar; algo que aconteció en y co m o el in icio del pensar
occiden tal, y caracteriza desde en ton ces
las épocas de la historia del ser hasta la actual era tecnológica,
que, sin saber de él, obedece al olvido del ser
co m o a su p rin cip io , p ó r así decir.

La reten ció n del claro del venir a presencia en cuanto tal


im p id e, n o obstante, experienciar expresam ente com o falta la
falta de « n o m b res sagrados».

Estam os boy m ás lejos que nu nca de la posibilid ad


de dar a con ocer estas relaciones
y hacerlas prevalecer en cuanto conocid as.

Pues seguim os sin ten er un a m irada y u n ingreso


al carácter de cam ino del pensar, el cual podría garantizar
p o r vez prim era u n a experiencia d el olvido del ser, es decir,
de la proven iencia de la « fa lta » .

C iertam ente, divisar el carácter de cam ino del pensar


le resulta d ifícil al hábito de representar que hoy d om in a.
Pues el carácter de cam ino del pensar es dem asiado sen cillo
y, p o r ello, intransitable para el « p en sa r»
d om in an te, enredado en una in fin id a d de m étod os.
El d o m in io de dialécticas de to d o tip o
basta para cerrar el cam ino hacia la esencia del cam in o.

S in em bargo, m ientras nos sea negada la m irada d el cam ino


para ver que in clu so e n la sustracción y e n la reten ció n
prevalece u n m o d o p rop io de ven ir a presencia,
y cóm o prevalece,
200 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

perm anecerem os ciegos y n o nos afectará el


asediante venir a presencia que es p ro p io de la falta,
la cual cobija en sí, y no obstante oculta,
el nom bre de lo sagrado y, con él, lo sagrado m ism o.
Sólo un a m orada en la com arca abierta
desde la que viene a presencia la falta cóncede la posibilidad
de u n a m irada que penetre en lo que hoy es
faltando.
LA ÚLTIMA VISITA DE FRIDOLIN WIPLINGER

Sensiblem ente in q u ieto , e n tró u n a tarde de finales de verano


en el pequeño estudio de nu estro retiro . Resultaba m anifiesto
que dicha in q u ie tu d n o p ro ced ía n i del recato del más jo ven
ante el más viejo n i de las in seg u rid ad del discípulo fren te al
m aestro. La in q u ie tu d hervía e n él m ism o. Se calm ó, p o r lo
m eno s en aparien cia, cuan do to m ó asiento y le dije: «está
u sted sentado bajo la p ro te c c ió n de u n a im agen de la tie rra
n a ta l» . E ncim a del sofá hay u n p eq u eñ o d ib u jo orig in al de
A d alb ert S tifter que hab ía sido p ro p ie d a d de H an s Garossa.
R epresenta a los Reyes Magos. Pero F rido lin W iplinger apenas
le prestó atención.
A ntes b ie n inició la conversación de form a súbita con las
siguientes palabras: « Lo que m e preo cu p a desde hace ya
tiem p o es el com ienzo de su Carta sobre el humanismo de 1 9 4 6 » .
«S e refiere usted probablem ente —respondí— a las declaracio­
nes sobre el p ensar en el m odo com o éste le es encom endado a
los grandes pensadores, a saber, tal que en cuanto pensar es ya
u n actuar y no precisa de u n a u lte rio r relación con la p rax is» .
A ñadí que él ya debía haberse topado con ese eso en su co n ti­
nuado y p ro fu n d o estudio de A ristóteles, reconociendo que la
théoría quiere decir para los griegos algo distinto de lo que sig­
nifica hoy la palabra « te o ría » , qué es com p ren did a de an te­
m ano sólo com o instrum ento de la praxis. Hay que diferenciar
en tre la teoría entend ida com o u n divisar el ser de lo ente y la
teo ría en ten d id a com o la represen tación directriz para la ela­
boración de lo ente.
« C ie rta m e n te » , asintió, « p e ro ju sto cuando constato la
teo ría en sentido ontológico es cuando m e en cu en tro con las
202 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-1976)

m ayores dificultades, pues tam b ién el pen sar ontológico está


para m í referido a la praxis, desde luego en u n sentido más ele­
vado, pues praxis qu iere decir entonces la fe en la revelación
cristia n a» .
A c o n tin u a c ió n , W ipling er babló detalladam ente y casi
com o en u n soliloquio de sus esfuerzos, vanos basta entonces,
p o r m antener el pensam iento filosófico en su rigurosidad y, a
la vez, po n erlo al servicio de la in terpretació n de la fe cristiana
sin violar en lo más m ínim o su carácter de m isterio.
M ientras hablaba de ello se iba irritan d o de m anera visi­
ble, su m iradá levem ente punzante adquirió u n p u n to de rig i­
dez. A m en u d o afirm aba: « n o lo h e logrado a ú n » . Le dejé
h acer d u ran te algún tiem p o antes de in te rru m p irlo , con la
in te n c ió n de tranq uilizarlo , rogán do le que m e con tara de su
actividad docente y sus demás planes de trabajo. A ccedió a ello,
si b ie n re p itie n d o sin queja alguna la afirm ación: « to d o es
in c ie rto » .
Le hice te n e r en cuenta que, a su edad, todavía ten ía p o r
delante m ucho tiem p o de m a d u ració n y aclaración; que no
debía precipitarse; que aún no sabem os lo suficiente del m an ­
dato bajo el que se encuentra el pensar; que no había conside­
rado suficientem ente que, en cuanto pensar, es ya u n actuar y
e n qué m edida lo es; que habíam os olvidado en to d o ello lo
que antaño le fue dicho expresam ente a Parm énides: « E l sen­
dero del pensar corre lejos de lós cam inos que transitan h ab i­
tu alm en te los h u m a n o s» ; que esta seña del p en sar antiguo
p ro h íb e , desde luego, to d a fo rm a de arrogancia y exige, en
lugar de ello, que su cuestionar se vuelva cada vez más cuestio­
nante; que cum plir esta exigencia suponía para u n a era rabiosa
de cam bios y ávida de in fo rm ació n u n a p reten sió n exagerada y
extraña. F rid o lin W iplinger se calm ó, o al m enos así parecía;
pues cuando se disponía a m archarse y se levantó del sofá, se
volvió hacia la p ared dé la que cuelga el p eq u eñ o cuadro de
LA ÚLTIMA VISITA DE FRIDOLIN WIPLINGER 203

Stifter, lo observó largam ente y dijo: «S tifter —nuestra tierra» ,


a lo que yo añadí: « d e m an era oculta, tam b ién la n u e stra » .
Seguidam ente, acom pañé a F rido lin W iplinger a su autom óvil.
A l despedirnos, su m ano descansó en la m ía u n in stante más
que las otras veces. Le pregunté si salía ya hacia V iena. El res­
p o n d ió : « n o , antes tengo que visitar u n a vez más a todos mis
am igos».
Meses más tarde llegó la noticia de su rep en tin a m uerte.
F rid o lin W ipling er se ha con sum id o en la p asió n de su
pensam iento.
Para sus allegados y p ára los am igos, la súbita despedida
trajo consigo u n do lo r apenas consolable.
S in em bargo, poco a poco el d o lo r se tran sfo rm a y se
m itiga en agradecim iento al fallecido.
Los que logran agradecer experiencian la fuerza secreta de
presentificación que el agradecim iento guarda en sí.
EN MEMORIA DE ERHART KÁSTNER

¿Están aquellos que escuchan el tañido del silencio


confiados a la llegada de u n favor lejano?

¿ M a s d ó n d e e s t a m o s ...? *

¿M as dó nd e estamos
al afanarnos
p o r ejecutar el llam am iento de Rilke:
«Se p o r delante de toda d esp ed id a...» 9?
¿H abitando en la m uerte?
Intransitable región
que —final no, no cam bio.
Inaudito sonido
del inicio
en el p u ro n a d e o :
Protofigura del Ser,
inaccesible a la aniquilación;
en el u n o conjunto:
La más lejana com arca
de la más cercana cercanía.

9 Soneto a Orfeo II, 13. [N ota de Heidegger]


* W o ABER SIND WIR... / / Wo aber sin d wie, / w enn w ir u n s m ü h e n , / Rilkes
Z u ru f zu vollziehen: / »Seí allem A bschied v o ra n ...« ? / W ohn en d im T od? /
U nbetretenes G elánde, / das —E nde nicht, nich t W ende. / U ng eh orter K lang
/ von A n-F ang / in die reine N ichtung: / U rfigur des Seyns, / unzugangbar der
V ernichtung; / im Selbander Eins: / Fernste G egend / náchster N ahnis.
206 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

M ás i n s t a u r a d o r . . .*

Más instaurador que el poetizar,


más fund ado r que el pensar,
perm anezca el agradecim iento.
A los capaces de agradecer
éste los devuelve ante
la presencia de lo inaccesible,
a lo que nosotros, los m ortales,
som os a-propiado s inicialm ente.
Saludando a
E rh art K ástner
M artin H eidegger

<

STIFTENDER / / S tiftender ais D ichten, / g rü n d en d er auch ais D enken, / bleibt


d er D ank. / D ie zu danken verm ogen, / b rin g t e r zurück vo r / die Gegenwart
des U nzugangbaren, / d er w ir S terbliche / anfanglich ge-eignet sindv
PALABRA DE SALUDO DE MARTIN HEIDEGGER

A l nuevo hijo predilecto de la co m ú n ciudad natal de M eftkirch


—B ernhard W elte— Ib saluda hoy cord ialm ente el m ás antiguo.
A m bos saludam os al m erito rio alcalde, Sr. Schühle, salu­
dam os a los concejales y a toda la pob lación .
A m b o s ren ovam os ta m b ién en este día la m em o ria d el
arzobispo D r. G on rad G rób er, h ijo p red ilecto ta m b ién de
nuestra ciud ad natal. Su figura fu e d eterm in a n te para am bos
en m om en tos distintos y de distintas form as.
Q u e este día festivo de h o m en a je sea alegre y vivificador.
Q u e el espíritu m editativo de to d o s los participantes sea u n á ­
n im e. Pues resulta necesario m editar si y cóm o es todavía p o si­
ble una tierra natal en la era de la civilización universal tecn ifi-
cada y u n ifo rm e.
T

REFERENCIAS

(Las fechas, referidas en tre paréntesis después de cada título,


indican el año de redacción).
Abraham de Santa Clara ( ig io ). La p rim era y hoy ya desconocida
p u blicació n de M artin H eidegger vio la luz el día 27 de
agosto de 1910 en el sem anario de política y cultura Allgemeine
* Rundschau, A ñ o V II, n ú m . 35 * P- 6 0 5 , M ú n ich . El jo ven
estudiante de teología había participado el 15 de agosto de
1910 en K re e n h e in ste tte n , u n pu eblo vecino a su ciudad
rii natal de M eftkirch, en la fiesta de in au g u ració n de u n
m o n u m e n to a A b rah am de Santa C lara, escribiendo sus
pensam ientos al respecto.
Primeros poemas (1910-1916). Los tres prim eros de estos poem as
hoy tam b ién desconocidos fu ero n publicados asim ism o en
Allgemeine Rundschau, Wochenschriftfür Politik und Kultur, M unich,
A ño VII, núm ., 4 4 >29 de octubre de 19XO, p. 775 ; A ño VIII,
nú m . 12, 25 de m arzo de 1911, p- 197> J n ú m . 14, 8 de abril
de 1911, p. 246- A p ro p ó sito de Paseo nocturno en la isla de Rei-
a chenau: en 1916, M artin H eidegger pasó unos cuantos días de
perm iso com o soldado en la isla de R eichenau con su m ujer
E lfriede P etri y G e rtu rd M o n d o rf, u n a am iga de ésta. El
poem a, escrito allí, apareció publicado e n Das Bodenseebuch
1911/. EinBuchfiirLandundLeute (año cuarto), p. I¡52 , E ditorial
Reuss u n d Itta, Constanza (Badén) (sin añ o ). La corrección
de la antepenúltim a estrofa del poem a con respecto al texto
im preso hasta el m om ento está tom ada del ejem plar perso­
nal de M artin H eidegger.
1
210 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

Paisaje creador: ¿Por qué permanecemos en lú provincia? ( l 933 )- Escrito


en otoño de 1933> fue transm itido en p rim era instancia p o r
la R adio de B erlín tras el rechazo del segundo n o m b ra ­
m iento de la U niversidad de B erlín. El Heuberger Volksblatt de
M eftkirch in fo rm ó de ello. El Freiburger Tagespost reprodu jo el
2 3 .2.19 34 u n a versión u n tan to abreviada de la co n feren ­
cia. El texto com pleto de la m ism a, em itida el 2 de m arzo de
1934 p o r la em isora de Friburgo y p o r la Radio del Sur, fue
editada p o r DerAlemanne, el diario de com bate de los nacio­
nalsocialistas de O b erb aden , en el suplem ento sem anal de
cultu ra, serie 9, p. I, del 7 de m arzo de 1934 - R eim preso
sin autorización p o r G uido Scbneeberger en Nachlese zu Hei-
. degger, B erna, 1962, pp. 2 l6 ~ 2 l8 .

Caminos para el debate (l 937 )- Publicado en el Jahrbuch der Stadt Frei-


burg im Breisgau, vol. I: Alemanneniand, ein Buch von Volkstum und
Sendung. Editado para la ciudad de Friburgo de Brisgovia p o r
su alcalde, el D r. Franz K erb er. J . E ng elho rn s N ac h f.,
S tuttgart, 1937, pp . 135-139. R eim preso sin autorización
p o r G uido Schneeberger en Nachlese zu Fleidegger, B erna, 1962,
pp. 25 8-26 2 , y p o r G ünther Busse en Zjitschriflfurphilosophische
Forschung, vol. 34 > nú m . I, pp . Il8 -I2 I, M eisenheim /G lan,
1980.

Señas (1941) • Publicado com o edición personal en la im prenta


H euberg de M eEkirch.

Coro de laAntígona de Sófocles (1943)- E n 1943 > M artin H eidegger


revisó sustancialm ente la trad u cció n de,este coro, recitado
en el sem estre de verano de 1935 en el curso « In tro d u cció n
a la m etafísica» , le añadió u n a d ed icatoria a su m u jer
Elfriede en ocasión de su 5 0 o aniversario, im p rim ió p o r su
cuenta unos pocos ejem plares y los regaló.
REFERENCIAS 211

El camino del campo ( 1 9 4 9 )- P rim ero e n Conradin Kreutzer-Stadt Mej¡>-


kirch, autorizado bajo el n ú m . 3^ 3 Por el g o b iern o m ilitar
d el Estado F ederado de B ad én . S in p ag in a ció n , M efíkircli
(sin año) (in icio s de 1949 )- E n octubre de 1949 fue p u b li­
cado en form a de ed ició n priváda p o r la ed ito ria l V ittorio
K lo sterm a n n , co n u n tiraje d e 4 0 0 ejem p lares fuera de
venta. P u b licad o después en H am b u rgo, c o n e l títu lo de
« L a palabra alentad ora d el ca m in o d el c a m p o » , en Sonn-
tagsblatt, año 2 , n ú m . 43 >P- 5 > H 23 -I° -I 9 4 9 y> co n el título
« E l cam ino del cam p o», en WortundWahrheit, 5 >V iena, 195o »
pp . 2 6 7 - 2 6 9 . « E l cam ino d el ca m p o » , 7 págs., V ittorio
K losterm ann , Fráncfort, 1935 > ^ 9^3 •

Caminos de bosque (l9 4 9 )- Este breve artículo vio la luz en form a


de facsím il y fue difu n d id o fin alm en te en el diario Die Welt el
26 de septiem bre de 1949 -

Sobre un verso deMórike (ig g l). U n , Ínter cam bio epistolar co n M ar­
tin H eid egger, p o r E m il Staiger. Publicado en I9 5 1 en Eri-
vium, 9 , Z úrich, pp. I - 1 6 . P osteriorm ente, tam bién en E m il
Staiger, DieKunst der Interpretation, Z úrich, I955> PP- 3 4 _49-

¿Quésignifica leer? ( 1 9 5 4 )- H eid egger lo p o n e a d isp o sició n de la


revista de en señanza y ed u ca ció n Welt der Schule en form a de
pru eb a m an u scrita. Im p reso co m o fa csím il e n la portada
del n ú m ero I I , año 7 (E ditorial Ehrenw irth, M ún ich, E d i­
torial R. O ld en b o u rg ), 1954-

Del secreto del campanario (l9 5 4 )- Publicado en el escrito Martin Hei­


degger en su 80 aniversario, de su ciudad natal de Meflkirch, editado por
K losterm an n en Fráncfort, pp . 7 -IO , 1969 .
212 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

Para el libro de L an gen h ardsobre H ebel ( 1 9 5 4 )- H eid egger puso a d is­


p o sición este escrito partiendo de u n discurso llevado a cabo
en F reiburg-Z ábringen ante invitados de B erna el día 3 O de
noviem bre de 1954- Fue publicado el día 9 de diciem bre de
1 9 5 4 en D e r A ltv a te r , su p lem en to reg io n a l d el L ah rer Zgitung,
año 12, serie 48 , p. 193 -
Sobre la M adon n a Sixtina (l9 5 5 )- Publicado en M arielene Putscher,
R aph aels Sixtinische M ado n n a. D as W erk un d seine W irkung, T ubinga,
1 9 5 5 . P P - 174 ss.

E l lenguaje de Joh an n P eter H ebel (l9 5 5 ) • P ub licad o en la revista D er


Lichtgang. B la tte r fü r H e im a t u n d V olksleben, año 5 , n ú m . y, F ri-
b u rgo de B r ., 1955» PP- 3~4> J ta m b ién en H eim a t B a d e n -
W iirttem berg, ed itad o p o r R u d o lf K . G o ld sch m it-J en tn er y
O tto H eu sch ele, E d itorial C ari P feffer, H eid elb erg, ig55>
P P -3 3 4 -3 3 6 .

E ncuentros con O r te g a j G asset (l9 5 5 )- E n o to ñ o de 1 9 55 , tras Ia


m u erte d el filó so fo esp a ñ o l, el d irecto r d el In stitu to de
E stu d ios P o lítico s de la U n iv ersid a d de M adrid , Javier
C o n d e , le p id ió a M artin H e id eg g er qu e escrib iera u n
artículo de h om en aje p o stu m o a O rtega y Gasset para C la -
vileño. R evista de la A sociación Internacion al de H ispan ism o. H asta el
m o m e n to , el escrito de H eid egger sólo había visto la luz en
español y en dicha revista, año V II, nú m , 3 9 , pp. 1 - 2 , m ayo-
ju n io d e I 9 5 6 -

¿ Q u é es el tiem p o ? ( 1 9 5 6 ). E n oca sió n de su IO° aniversario, el


sem anario D ie /g i t form u ló esta cu estión a sus viejos lectores.
E l día 2 3 d e feb rero de 1 9 5 6 , D ie Z $it ed itó , en tre otras, la
respuesta de M artin H eidegger, en su n ú m . 8 , p . 14 .
REFERENCIAS 313
Apuntes del taller (1959)- Editado en ocasión del 70 aniversario de
M artin H eidegger en el diario Neuer JJircher JJitung, 26 de sep­
tiem bre de 19591 p- 10 (edición internacional), y en la edi­
ción dom inical del m ism o diario el día 27 de septiem bre de
1959, nú m . 2 8 9 8 (6 9 ), p. 5.
Lenguajej tierra natal (1960). C onferencia im partida en W esselbu-
re n el día 2 de ju lio de 1960 en la fiesta del C ongreso A nual
de la Sociedad H ebel, organizada c o n ju n tam en te con la
Sociedad K laus G ro th . P ublicado en el A n u ario H ebel de
1960, W estholsteinische Verlagsanstált Boyens u . Co, H eide
in H olstein, pp. 27 _ 5 Q- T am bién (con ligeras m odificacio­
nes) en Dauer im Wandel. Festschrift zum JO. Geburtstag von Cari J.
Burckhardt, ed. G e o rg D . W . Callwey, M unich, 1961. T am ­
b ié n en: T h . H euss, C ari J . B urckhardt, W . H ausenstein,
B. Reifenberg, R. M inder, W . B ergengruen, M. Heidegger,
Johann Peter Hebel, Tubinga, 19641 pp- 99 - I ? 4 -
Sobre Igor Strawinsk)) (1962) . Bajo el título de Strawinshy entre nosotros,
el D r. D r. h . c. H e in ric h S trob el, ed ito r de la Jeitschtififür
Neue Musik Melos, publicó en el n ú m . 6, año 29 de dicha
revista, en ju n io de 1962, las respuestas de ren o m b rad as
personalidades del arte y la ciencia a las dos siguientes cues­
tiones: ¿C onoce usted obras de Igor Strawinsky? ¿Le gusta
su m úsica? E n la página 182 se publicó la respuesta de M ar­
tin H eidegger.
Para Rene Char (1963) . Esta dedicatoria fue publicada en facsímil
e n Hommage á GeorgesBraque, en DerrierleMiroir, mayo 19641 pp-
144-146, París M aegth E diteur. Im preso tam bién en facsí­
m il en Duitse Kroniek, A m sterdam , año 28, diciem bre 19761
núm . 4-
214 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

La «Historia del hielo»- deAdalbertStifter (1964). Publicado en Wirken-


des Wort, co n artículos de E lisabetb B rock -S ulzer, M artin
H eidegger, O tto F. W alter y M artin W alser, Schweizerische
B ib lio p b ilen - G esellschaft, p p . 2 3 -3 8 , ed ició n ún ica
nu m erad a de I.IOO ejem plares, Z úricb, 1964. Los escritos
fu ero n transm itidos p o r R adio Z úrich en la serie rad io fó ­
nica «W irkendes W o rt», realizada p o r la Sociedad de Radio
y Televisión Suiza entre 1963 y 1964* El texto de H eidegger
se transm itió el 26 de enero de 1964-

Seña hacia lo sido (1966). M artin H eidegger escribió este texto en


otoñ o de 1966 para el edito r V ittorio K losterm ann y envió
a F rancfort la versión m anuscrita en ocasión del 65 aniver­
sario de éste. El texto fue publicado com o facsím il y d ifu n ­
dido en el escrito de b o m en aje Vittorio Klostermann zum
2<41 2 . i mpreso en form a de m anuscrito p o r la ed ito ­
rial Job ann es W eisbecker, F rancfort del M eno, 1976.
La proveniencia del artej la determinación del pensar (1967) • Esta confe­
rencia fue im partida p o r M artin H eidegger el día 4 de abril
de 1967 en la A cadem ia de las Ciencias y las A rtes de Atenas.
La versión revisada de la conferencia se publicó p o r prim era
vez en el escrito de bom enaje a W alter Biem el en ocasión de
su 6 5 o aniversario: DistanZundNahe. Reflexionen undAnalysenzar
Kunstder Gegenwart, editado p o r Petra Jaeger y R u do lf L ütbe,
ed. K ónigsbausen u n d N eu m an n , W urzburgo, 1983, pp.
11- 2 2 .

Signos (1969). P ublicado en el Nene Tflrcher2gitung el 21 de sep­


tiem bre de 19891 nú m . 579 (edición in ternacional), p. 51»
con la siguiente firm a en facsím il: « F rib u rg o de B r., sep­
tiem bre de 1969» M artin H eidegger».
REFERENCIAS 21S
El habitar del hombre (ig 7 °)- M artin H eidegger escribió este artí­
culo para el D r. Gustav H illard S teinbóm er en su nonagé­
simo aniversario « co n respetuosos saludos y buenos deseos».
Im preso en Hesperus. Escrito de homenaje a Gustav Hillard Steinbómer
por su g 0 o aniversario el 24 de febrero de 1971, pp- 4 ° _ 47 ; Por
la ed ito rial H ans C hristians, H am burgo, ed ició n privada,
1971-
Pensado (1970). Publicado en alem án y francés (en tradu cció n
de Je a n B eaufret y F ran^ois F édier) en L’Herne. René Char,
editado p o r D o m in iq u e Fourcade, E d itio n s de l’H ern e,
1971, pp- 169-187- Se p u blicó u n a tra d u cció n inglesa (de
K eith H oeller) ju n to al texto alem án en Philosoph)i toda)), vol.
20, núm . 4-/4 ; pp- 2 8 6 -2 9 0 , Celina, O hio (USA), invierno
de 1976.
Rimbaud vivant (1972)- Este texto, que M artin H eidegger había
entregado a R oger M u n ier, fue publicado bajo el títu lo
« A u jo u rd ’b u i R im b aud ...» , en lengua alem ana y con tra ­
ducción francesa de Roger M unier, en Archives des lettres moder-
nes, en el n úm . 160 (núm . 2 de 1976), pp. 12- 17, París, 1976.
Lenguaje (1972)- Publicado p rim ero en Francia de form a b ilin ­
güe, con traducción al francés de Roger M unier, en Argile I,
invierno 1973, p- 4 (en facsím il), p. 5 (traducción), p. 158
(transcrito en alem án), París, 1973 - E n A lem ania se realizó
u n a edición facsímil, con u n a dedicatoria con fecha del día
18 de m arzo de 1976 que reza «P ara el P rof. R. Panikkar y
sus estudiantes —A fectu o sam en te» , en Erinnerungan Martin
Heidegger, E d. G ünther Neske, Pfullingen, 1977 , s- *77 - E n la
p. 176 se im p rim e u n a explicación del poem a tom ada de la
carta de M artin H eidegger a Panikkar del día 18 de m arzo
de 1976 : « E l texto ad ju n to es, a u n tiem p o , u n a palabra
3i 6 EXPERIENCIAS DEL PENSAR (1910-19761

co n tra la lingüística que se expande p o r todas partes, que


po ne la esencia del lenguaje al servicio del m un d o d eterm i­
nado tecnológicam ente —de la com putadora—, pero que, en
verdad, se dedica a la destrucción del lenguaje^.

Rememoración pensante de Marcélle Mathieu ( l 973 )- El m anu scrito,


redactado ju sto tras la m uerte de M arcelle M athieu en enero
de 1973 » fue regalado a R ené C h ar. P ublicado en tra d u c ­
ció n al francés de F ran fo is F éd ier en: R ené C b ar, (Euvres
Completes, E d itio n G allim ard, París, 1983, pp. 1348 ss.
Lafalta de nombres sagrados ( l 974 )- U n regalo de M artin H eidégger
al ro m an ista fríb urgu és H ugo F ried rich en ocasión de su
7 0 o aniversario. P ublicado com o « L e défaut de nom s
sacrés» —en trad u cció n al francés de R oger M u n ier y P h i-
lipp e L aco u e-L ab arth e— en la revista francesa Cóntre toute
atiente, 3/3, pp . 40~55> prim avera/verano de 1981.
La última visita de Fridolin Wiplinger ( ig 74 ) • E n u n p ro g ram a de la
R adio de V iena en recuerdo de F rid o lin W iplinger, el día
3.3.1974, W alter Strolz dio lectura de u n texto que M artin
H eidegger había escrito a p e tic ió n del p ro p io Strolz. El
texto fue im preso com o in tro d u c c ió n en las p p , 5 - 7 de la
obra de F rido lin W iplinger Metaphysik. Grundfragen ihres Ursprungs
und ihrer Vollendung, publicada po stum am ente e n la ed. Peter
K am pits, F riburgo/M únich/V iena, 1976.

En memoria de Erhart Kastner (l 975 )- M artin H eidegger escribió en


diciem bre de 1975 unos versos que fu ero n reproducidos en
edició n facsim ilar al inicio del lib ro de bolsillo nú m . 386
de la ed. Insel, Erhart Kastner. Leben und Werk in Daten und Bildern,
editado p o r A nita y R eingart K astner, F ráncfort del M eno,
1980. E n las páginas 188/189 del m ism o se incluyó, ta m ­
REFERENCIAS 217
bién en edición facsim ilar, u n saludo m anuscrito de M artin
H eidegger que E rh art K astner había recibido poco antes de
su m uerte.
Palabra de saludo de Martin Heidegger (1976). M artin H eidegger escri­
bió este saludo a su paisano y am igo B ern h ard W elte y a su
ciudad n atal de M eftkirch pocos días antes de m o rir. Fue
leído el día 38 de m ayo, tras el e n tie rro de H eidegger ese
m ism o día, d u ran te la concesió n del títu lo de hijo p re d i­
lecto a B ern h ard W elte. Esta palabra de saludo es la últim a
m anifestación escrita de M artin H eidegger. Im preso hasta
ahora en Stadt Messkirch. Ehrenbürgerfeier Professor Dr. Bernhard Welte,
1978, p. 17.
EPÍLOGO DEL EDITOR

El prop io M artin H eidegger llegó a establecer que las pequeñas


publicaciones dispersas, experiencias del p en sar de 66 años,
debían reproducirse, u n a vez reunidas y ordenadas cronológi­
cam ente, en el volum en 13 de la E dición integral con el título
«D esde la experiencia del p e n sa r» . T am bién llegó a determ i­
n a r que el poem a « U n grano en el su elo ...» de L ina K rom er
( l 889 - I 977 )> cam pesina residente en el M argraviato y poetisa
de la tierra natal, estuviera al inicio de este volum en.
E n él se encu entran reunidos el p rim ero y el ú ltim o testi­
m on io de los pensam ientos publicados p o r M artin H eidegger.
Ya la prim era publicación del año 1910, escrita desde la región
natal, perm ite reconocer que u n hom bre joven ha iniciado u n
cam ino del p ensar que, com o él m ism o m uy p ro n to sabría, no
iba a ten er ya final alguno.
M uchos de los pequeños escritos se m ueven en el ám bito
de la poesía, el arte y la m úsica. La diversidad de experiencias
del p en sar m u estra claram ente que el esfuerzo p en sante de
M artin H eidegger rebasó con m ucho la filosofía corriente.
Resulta sim bólico que la últim a m anifestación de su p e n ­
sar fuera u n saludo en su M eíikirch natal.
*

La dem anda de este lib ro , publicado en ocasión del 9 0 o a n i­


versario de E lfride H eidegger y disponible sólo en el m arco de
la E dición integral, ha inducido al edito r del m ism o a publicar
este vo lu m en tam b ién com o ed ició n aparte. P o r m otivos de
derechos editoriales, fu ero n excluidos los escritos «D ebate en
220 EXPERIENCIAS DEL PENSAR 11910-19761

to rn o al lugar de la se re n id a d » , « D esde la experiencia del


p en sar» y « H eb el —el amigo de casa», prop ied ad de la ed ito ­
rial G ü ntber Neske, así com o el escrito « E l arte y el espacio»,
de la editorial E rker. Se in co rp o raro n , a cam bio, la con feren­
cia de Atenas « L a proveniencia del arte y la determ inación del
pen sar» y la «R em em oración pensante de M arcelle M athieu»,
publicados p o r prim era vez en 1983.

Esta edición se basa en el volum en 13 de la E dición integral, en


las publicaciones sueltas, facilitadas la m ayoría de las veces p o r
el m ism o H eidegger, en sus ejem plares de trab ajo y, caso de
existir todavía, en los m anuscritos originales. Se h an corregido
los erro res tipográficos y ortográficos de los do cum entos
im presos. T am bién se h an ado ptado ligeras m odificaciones y
correcciones de los ejem plares de trabajo.
Agradezco a m i m ujer Jutta, a la D ra. Luise M ichaelsen y a
la Sra. C lothilde Rapp p o r volver a corregir cuidadosam ente las
pruebas de im prenta.

Attental, septiembre de 1983


H e r m a n n H e id e g g e r
ÍNDICE

Abraham de Santa Clara (1910) 7


Primeros poemas (1910-1916) 11
Paisaje creador: ¿Por qué permanecemos
en la provincia? ( 19 3 3 ) 15
Caminos para el debate ( 1937 ) 21
Señas (1941) 29
Coro de la A n tíg o n a de Sófocles (1943) 41
El camino del campo (1949) 47
Caminos de bosque («Al hombre venidero...») (1949) 51
/"

Sobre un verso de Morike. Un intercambio epistolar


con Martin Heidegger, por Emil Staiger (1951) 51
¿Qué significa leer? (1954) 71
Del secreto del campanario ( 19 5 4 ) 75
Para el libro de Langenhard sobre Hebel ( 19 5 4 ) 79
Sobre la Madonna Sixtina (1955) 81
El lenguaje de Johann Peter Hebel (1955) 85
Encuentros con Ortega y Gasset (1955) 89
¿Qué es el tie m p o ? (1956) 91
Apuntes del taller (1959) 95
Lenguaje y tierra natal (1960) 99
Sobre Igor Stravinsky (1962) 111
Para René Char (1963) 113
La «historia del hielo» de Adalbert Stifter (1964) 115
Seña hacia lo sido (1966) 1+9
La proveniencia del arte y la determinación del pensar (1967) 151
Signos (1969) 169
El habitar del hombre (1970) 171
Pensado (1970) 181
Rimbaud vivant (1972) 187
Lenguaje (1972) 191
Rememoración pensante de Marcelle Mathieu (1973) 191
La falta de nombres sagrados (1974) 195
La última visita de Fridolin Wiplinger (1974) 201
En memoria de Erhart Kastner (1975) 205
Palabra de saludo de Martin Heidegger (1976) 207

Referencias 209
Epílogo del editor 219
)
El presente vo lu m e n agrupa un total de 33 escritos de Hei-
degg er que fueron publicados de manera dispersa a lo largo
de 66 años de trabajo intelectual. Entre ellos, el lector encon­
trará el prim ero y el últim o de los textos que el filósofo ale­
m án publicó en vida, así com o poem as, recuerdos persona­
les, textos sobre literatura, música o pintura y varios escritos
em blemáticos del filósofo de MeBkirch, com o «¿P o r qué per­
m anecem os en la p ro vin c ia ? » (1933), «L e n g u a je y tierra
n a ta l» (1960), «L a proveniencia del arte y la determ inación
del pensar» (1967) o «La falta de nom bres sagrados» (1974).

El con jun to, pub lica do al m argen de la E d ic ió n i n t e g r a l de


las obras de H eideg g er que viene publicando la prestigiosa
editorial Klosterm ann, se corresponde casi por com pleto con
el vo lu m e n 13 de la misma y apareció ig ualm en te editado
bajo el mismo e im prescindible sello. A bada Editores publicó
hace algunos años, en edición b ilin gü e de Félix D uque, el
g ru p o de poemas titulado «D esde la experiencia del pensar»,
q ue fo rm a parte de dicho vo lu m e n 13 y que com plem enta
estas E x p e r ie n c ia s d e l p e n s a r que el lector tiene ahora en sus
manos por prim era vez en español.

$ 1 $""
A B A D A E D IT O R E S
LECTURAS DE FILOSOFÍA CJ)

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