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LA NUEVA GUERRA FRÍA

Nombre: Salomé Calvopiña


La nueva Guerra Fría (Neo Cold War,1 también referida como Cold
War II,2 Cold War Redux,3 Cold War 2.04 y Colder War)5 es una
expresión acuñada por Joseph Stroupe para referirse a la actual
guerra de estrategias por el control de los recursos energéticos del
planeta que libran las grandes potencias mundiales. Según Stroupe,
por un lado se encuentra occidente, principalmente Estados Unidos y
el Reino Unido, quienes buscan unilateralmente obtener supremacía
sobre la energía nuclear y los recursos energéticos de Oriente Medio.
Por otro lado está el oriente liderado principalmente
por Rusia y China. Rusia es el mayor proveedor de gas natural y,
después de Venezuela, posee las mayores reservas registradas
de petróleo, y busca usar el monopolio interno de estos para
restaurar su influencia sobre los asuntos mundiales. China, debido a
su explosivo crecimiento económico, busca una estabilidad y garantía
de surtimiento de petróleo y gas que la hagan menos vulnerable a la
inestabilidad de los mercados del petróleo.
Estados con bases militares estadounidenses (rojo) o rusas (azul) en el 2015.

Antecedentes
La nueva guerra fría se evidenció a raíz de la invasión estadounidense a Irak en 2003, para la cual Estados Unidos
desplegó bases militares en los países de Asia Central, anteriormente bajo la influencia rusa, los cuales son ricos en gas y
petróleo. Occidente desarrolló a su vez políticas para permitir la expansión de la OTAN para incluir países ex soviéticos
que compartían frontera con Rusia.
Para defenderse de los avances de occidente, Rusia hizo una serie de maniobras con el objetivo de lograr una forma de
equilibrio y evitar ser rodeada. Al desarrollo de las maniobras rusas contribuyó el hecho de que la guerra contra Irak
generó un alza en los precios del gas y del petróleo, fortaleciendo a Rusia puesto que era una de los más grandes
productores de ambos recursos.
Rusia desarrolló lazos de cooperación con China y otros estados de Asia Central dentro del marco de la Organización de
Cooperación de Shanghái, con el objeto de prevenir separatismo entre sus países y además asegurar y proteger sus
intereses energéticos.
Adicionalmente, Rusia ha ido gradualmente restringiendo el acceso de multinacionales extranjeras a los contratos de
explotación de gas y de petróleo en su territorio. Este ha sido el caso en los proyectos petrolíferos Sakhalin-1 y Sakhalin-
2, de los cuales la compañía petrolera estadounidense ExxonMobile y la Royal Dutch Shell de Holanda han sido excluidas
sobre la base de violación de las leyes de protección del medio ambiente, y sus permisos fueron revocados.

Unipolar, bipolar y multipolar


Véanse también: Guerra de Osetia del Sur de 2008, Crisis en Ucrania de 2013-
2015, Crisis de Crimea de 2014 y Guerra civil en el este de Ucrania.

Principales focos de tensión relacionados con Rusia en el este europeo.


El 10 de febrero de 2007 en la 43 Conferencia de Seguridad de Múnich, el
presidente ruso Vladímir Putin acusó en su discurso6 a los Estados Unidos de
hacer un uso “casi incontenido de fuerza militar en las relaciones
internacionales”, y de “arrojar al mundo en un abismo de conflictos
permanentes”. Putin además acusó a los Estados Unidos de intentar crear un mundo unipolar gobernado por
Washington en contra del deseo de muchos países de formar un mundo multipolar donde todas las partes trabajen
coordinadamente por la solución de los conflictos globales.
El discurso, que fue criticado por analistas estadounidenses quienes acusaron a Putin de querer devolver al mundo a
la guerra fría, fue la respuesta de Rusia a las medidas tomadas en Washington para instalar un escudo antimisiles en
naciones miembros de la OTAN como Polonia y la República Checa.7 Según Estados Unidos, el escudo antimisiles no
tenía la intención de apuntar a Rusia sino la de defender a Europa de ataques provenientes de Corea del Norte e Irán.
Esta explicación por supuesto no satisface a Rusia que ve los intentos estadounidenses de expandir la OTAN para incluir
a Ucrania y a Georgia como parte de una política para contener y rodear a Rusia y la cual iba en violación a la promesa
hecha por Ronald Reagan a Gorbachov de no expandir la OTAN más allá de los límites de 1989.8

El conflicto en Siria y la intervención del Estado Islámico


Véanse también: Guerra Civil Siria y Guerra contra Estado Islámico.
En 2011 daba comienzo la Guerra Civil Siria, en donde las Fuerzas Armadas de Siria del gobierno del presidente sirio,
Bashar Al-Asad respaldado por Rusia se enfrentaban contra los grupos armados rebeldes de diversa índole, conocidos en
Occidente como la «oposición siria» o «Ejército Libre de Siria» apoyados principalmente por Estados Unidos y Arabia
Saudita. El conflicto sigue presente hasta el día de hoy.
En 2015 un nuevo actor se hizo presente: el Estado Islámico, una organización considerada terrorista, que invadió Siria y
se enfrentó tanto a las fuerzas gubernamentales de Siria como al Ejército Libre de Siria, logrando tomar en mayo de
2015 el control de la frontera entre Siria e Irak. Ante tal hecho, Rusia se declaró en contra de Estado Islámico.
Actualmente tanto Rusia como Estados Unidos y sus aliados han realizados bombardeos en los territorios controlados
por el Estado Islámico.

Hoy el conflicto es muy aparente entre Estados Unidos y Rusia o, más concretamente, entre la Alianza Atlántica (OTAN)
y Rusia, que se complementa con otras tensiones que vienen de China, que busca ser la nueva gran potencia global del
siglo XXI. Se dan así dos ejes distintos que, de alguna manera, confluyen.

Por un lado, están Rusia y Estados Unidos, donde se encuentran involucrados el resto de países europeos por su
pertenencia a la OTAN. Países con diferentes sensibilidades; pues no es lo mismo mirar hacia Rusia desde España, Italia o
Francia, que hacerlo desde Polonia o desde las repúblicas bálticas. En estos últimos casos pesan aún demasiado los años
que pasaron dentro del Pacto de Varsovia bajo la dominación rusa. Por otro lado, está la relación Estados Unidos-China,
amable quizás en el papel, pero que encierra tensiones no menores, tanto de orden militar como económico.

Las tensiones con Rusia vienen de largo, desde que se hundió la Unión Soviética. Estados Unidos creyó que era el
momento de empujar a Rusia dentro de sus fronteras, para lo que comenzó un camino en paralelo con la Unión
Europea. Por un lado, comenzaron a incorporarse a la OTAN la mayoría de los países del eje soviético, y siguiendo esta
estrategia, la Unión Europea hizo lo propio en el campo económico. Con esto, las fronteras occidentales comenzaron su
movimiento hacia el este llegando casi a las puertas de Moscú, lo que sucedió con Ucrania. Desde inicios de los años 90
del pasado siglo, la OTAN firmó unos importantes acuerdos con Ucrania que incluían relaciones económicas en varios
campos, en especial, la energía y la seguridad. Las tensiones llegaron al punto en que Rusia decidió intervenir. Y, en
2014, entró en la guerra civil de Ucrania de forma indirecta y se hizo con Crimea por la fuerza de los hechos. Luego
vendría la intervención en Siria del lado del presidente Assad para proteger, entre otras cosas, el único puerto ruso en el
Mediterráneo: Tartus en Siria, a la vez que se hacía fuerte en la guerra civil de Siria contra el Estado Islámico, tanto que
los países occidentales e, incluso, Estados Unidos, están desaparecidos en la zona. Posteriormente, y casi en paralelo,
comenzaron, también de forma indirecta, a actuar en las redes sociales. Una influencia que parece haber tenido su
impacto en la elección del presidente Trump, a la vez que ha ido socavando la frágil unión de los países europeos en
muchos asuntos, incluido el problema de Cataluña.

Por si no fuera poco lo anterior, las inversiones en tecnología militar no han dejado de crecer. Ya no es sólo Corea del
Norte, sino la propia Rusia la que anuncia nuevas capacidades con el misil intercontinental Sarmat, que al parecer tiene
un alcance muy superior a lo que se conocía y además es capaz de romper el escudo antimisiles americano. Lo que se
complementa con los nuevos sistemas balísticos que tanto China como Rusia tienen desplegados en satélites militares
girando alrededor de la Tierra.

En lo económico, hay dos elementos esenciales que se verán agravados por estas tensiones. El primero, la dependencia
energética que Europa tiene de Rusia. Comparado con 2016, en 2017 la gasista rusa Gazprom suministró un 8% más de
gas a los países europeos, en total, casi 140 millones de metros cúbicos. Alemania, Austria y también Francia
aumentaron de forma muy relevante sus importaciones de gas. Una circunstancia que se une a la caída de las relaciones
comerciales entre Europa y Rusia: en 2014 se alcanzaron los 285.000 millones de euros, mientras que esa cantidad había
caído a los 181.000 millones en 2016. Los más afectados: Alemania, Italia, Austria y Lituania, que vieron muy reducidas
sus exportaciones debido a las sanciones que aún existen a causa de la anexión de Crimea. Mientras, Rusia sigue
expandiendo sus estrechas relaciones con otros países como Azerbaiyán, Armenia, Georgia, Moldavia, Bielorrusia y
también Ucrania. Y por supuesto Venezuela, que no deja de ser un permanente problema en Latinoamérica.

¿Y qué decir de China? Lo primero, la fuerte alianza que mantiene con Rusia en el campo energético, aparte de su
participación en los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Lo segundo, su importante escalada militar en las aguas
del Pacífico donde ha construido incluso islas artificiales como enclaves estratégicos. Lo tercero, la alianza con Pakistán,
donde comenzará a operar el puerto de Gwadar en el Índico a la salida del Estrecho de Ormuz, con una importante
infraestructura energética y de vías de comunicación hacia el interior de China, en la zona más occidental. A la vez que
sigue capitalizando inversiones con la nueva Ruta de la Seda hacia el interior de Europa, con un dominio económico en
África y Sudamérica muy superior al de europeos y americanos. Mientras en Europa, con el Brexit en marcha, no se
acaba de consolidar una visión común ante hechos que tanto afectan.

El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió este jueves que las relaciones entre Rusia y Estados Unidos se
están deteriorando a una situación "similar, en gran medida, a lo que vivimos durante la Guerra Fría" y llamó a que se
fijen salvaguardas.
Días después de que Estados Unidos anunció la expulsión de 12 diplomáticos rusos de la ONU por un ataque con una
sustancia neurotóxica en Reino Unido, Guterres llamó a Washington y Moscú a restablecer líneas de comunicación para
impedir cualquier escalada en las tensiones.
"Durante la Guerra Fría había mecanismos de comunicación y control para evitar la escalada de incidentes, y asegurar
que las cosas no se salieran de control cuando las tensiones aumentaran. Esos mecanismos han sido desmantelados",
sostuvo Guterres.
"Creo que es momento para este tipo de precauciones -garantizar comunicación efectiva, garantizar capacidad para
impedir una escalada- creo que mecanismos de este tipo son necesarios de nuevo", dijo a periodistas.
La Guerra Fría, que duró cerca de cuatro décadas después de la Segunda Guerra Mundial, fue caracterizada por
tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y sus aliados occidentales, por un lado, y la Unión Soviética y los otros
estados del bloque oriental.
Estados Unidos dijo el lunes que expulsaría a 60 diplomáticos rusos, incluyendo a 12 designados a la misión del país en la
ONU en Nueva York, en una acción similar a la de gobiernos en Europa que castigan al Kremlin por un ataque con un
agente neurotóxico contra un exespía en Reino Unido que atribuyen a Moscú.
Rusia niega estar involucrado en el ataque del 4 de marzo y anunció este jueves que expulsaría a 60 diplomáticos
estadounidenses y cerraría el consulado estadounidense en San Petersburgo.
AMÉRICA LATINA Y LA GUERRA FRÍA

Terminada la Segunda Guerra Mundial se hizo evidente que la luna de miel de la alianza militar entre los Estados Unidos
y la Unión Soviética no podría prolongarse mucho más. Los encuentros en Teherán (Noviembre, 1943), Yalta (Febrero,
1945) y Potsdam (Agosto, 1945), sucesivamente configuraron lo que sería el mundo de postguerra. Tras la caída del
régimen nacional socialista de Hitler, el mundo quedó dividido entre las democracias liberales capitalistas, Estados Unidos
y el Reino Unido, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y sus aliados, cuya figura fue Joseph Stalin. Había nacido
la Guerra Fría que determinaría la historia humana todo el siglo XX, desde Corea a Viet Nam, desde Angola a Cuba, desde
Chile a Nicaragua.

Esta división del mundo en dos polos políticos, económicos y militares tomó la forma explícita de un muro en Berlín en la
década de los sesenta. Para todas las naciones del orbe existieron dos formas de organizar la sociedad: Capitalismo o
Socialismo. Si bien algunos países intentaron una suerte de camino intermedio de países No- alineados como la India de
Ghandi o la Yugoeslavia de Tito, las grandes potencias se encargaron de administrar en todo el planeta el equilibrio nuclear
que en la jerga de la época se llamaba MAD (Mutual Assured Destruction) y cuyo punto más álgido fue la crisis de los
misiles en territorio cubano en octubre de 1962, cuando el mundo estuvo al borde de su destrucción.

Al examinar retrospectivamente la segunda mitad del siglo XX en lo que concierne a América Latina, se puede advertir
que, con la excepción de Cuba, todo el continente fue convertido a sangre y fuego en zona dólar o patio trasero
(Backyard) de Estados Unidos. Este hecho puso a la orden del día conceptos estratégicos de defensa hemisférica a la que
se subordinaron los gobiernos latinoamericanos con muy poco margen de negociación. De hecho, así como Stalin sometió
a sus aliados por la fuerza de las armas (el caso de Praga es el más emblemático); Washington hizo exactamente lo mismo,
instalando dictaduras militares en todo el continente, cuando no, invadiendo territorios abiertamente como en República
Dominicana o Panamá.

Para desgracia de los latinoamericanos, todos sus problemas históricos y sociales fueron teñidos por la oposición planetaria
de la Guerra Fría. De este modo, todo reclamo democratizador frente a sociedades tan injustas como arcaicas, con un
profundo sentido oligárquico, se vio envuelto en la oposición capitalismo versus socialismo, propio de ese periodo histórico.
Esta tensión determinó la intervención norteamericana en los países latinoamericanos, derrocando gobiernos democráticos
desde Jacobo Árbenz hasta Salvador Allende. Esta misma tensión atravesó a cierta izquierda latinoamericana que, por
una parte se subordinó a las coordenadas internacionales de la Guerra Fría, mientras, al mismo tiempo se arraigaba en la
cultura popular de sus respectivos países.

Tras el ocaso de los socialismos reales y el advenimiento de la llamada “globalización”, se abre en nuestra región una
oportunidad histórica para replantear demandas políticas y económicas cuyo horizonte no podría ser sino la profundización
de nuestras democracias y la abolición de los excesos e injusticias promovidas por el neoliberalismo. La forzada dicotomía
entre el mundo capitalista y el mundo socialista, propio de la Guerra Fría, es hoy opacada por la contradicción histórica
entre sociedades oligárquicas excluyentes y sociedades democráticas y participativas.

El imperativo político latinoamericano, en la hora actual, no es otro que avanzar hacia formas democráticas capaces de
acabar con la insultante miseria y desigualdad de los más, formas democráticas en que los derechos humanos y las
libertades civiles y el pluralismo sean una realidad tangible. Una democracia, en fin, que promueva la paz y no la carrera
armamentista, una democracia que promueva la integración regional y no añejos nacionalismos. En un mundo que va
dejando atrás las cicatrices de la Guerra Fría, ha llegado el tiempo de repensar América Latina como espacio propicio para
un cambio genuino y profundo que nos lleve a participar del mundo global con la dignidad de todos sus pueblos.

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