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Introducción.
El CC y CN viene a incidir, a través de sus preceptos sustantivos y también procesales, en
los diversos estadios del proceso civil: en la etapa constitutiva de la litis, en la probatoria, en la
decisoria y aún en la de la ejecución de la sentencia. Y desde luego, también, en los procesos de
ejecución y especiales, al igual que en los sucesorios. Aquí nos interesa poner en foco la incidencia
en la etapa postulatoria o constitutiva de la litis, adentrándonos en los efectos que las nuevas
normas han de producir en torno del contenido y alcances de la demanda, los presupuestos
procesales (y sus correlativos impedimentos), la oposición del demandado y el régimen de las
excepciones, tanto como en las atribuciones del juez en ese primer estadio del proceso.
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daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea remunerada” y que “esta indemnización
procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado” (art. 1746).
2. Finalmente, y en cuanto a los accesorios, el Código indica que “el curso de los intereses
comienza desde que se produce cada perjuicio” (art. 1748).
Aquí se impone subrayar una novedosa regla de subido interés práctico por su incidencia
en el cálculo final de la indemnización resarcitoria, cual es la posibilidad de acumulación de
intereses al capital en las obligaciones de dar sumas de dinero.
El art. 770 CC y CN, que regula la cuestión del anatocismo y los supuestos en que, por
excepción se deben intereses de los intereses, incluye en su inc. b), el caso de “la obligación que
se demande judicialmente”. En este caso, la acumulación opera desde la fecha de la notificación
de la demanda.
Se trata de un nuevo supuesto de anatocismo, que no estaba previsto en el art. 623 del
Código de Vélez. La nueva norma tiene una finalidad moralizadora y actúa, al mismo tiempo, como
un disuasivo de la litigación maliciosa, por las consecuencias de la mayor onerosidad del crédito
debido que se deriva de la resistencia del deudor demandado. Este sabe ahora que a partir del día
que quedó notificado de la demanda corresponde capitalizar los intereses corridos desde el
momento en que se deben hasta entonces. La diferencia puede resultar significativa; piénsese en el
lapso temporal que va desde la mora o la producción del hecho dañoso hasta la instauración del
proceso y la ulterior notificación de la demanda.
La norma se aplica en todos los supuestos de reclamo de pago de sumas de dinero,
independientemente de las fuentes –contractual, responsabilidad civil, gestión de negocios, etc.-.
El régimen de las obligaciones de dar sumas de dinero es general, de modo que no existe razón
para hacer distinciones al respecto.
Se trata, en definitiva, de un nuevo efecto de la notificación de la demanda.
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otros supuestos de competencia. Así, v.g. en los procesos sobre restricciones a la capacidad la
solicitud debe presentarse ante el juez correspondiente al domicilio de la persona en cuyo interés
se promueve o del lugar de internación (art. 36, apart. segundo). Asimismo, en el juicio de
adopción resulta competente el que otorgó la guarda con fines de adopción, o a elección de los
pretensos adoptantes, el del lugar en que el niño tiene su centro de vida si el traslado fue tenido en
consideración en esa decisión (art. 615). Para el discernimiento de la tutela, es competente el juez
del lugar donde el niño, niña o adolescente tiene su centro de vida (art. 102).
El fuero de atracción del sucesorio ha quedado regido por el art. 2336 del CC y CN, que
contiene fundamentales modificaciones en relación al anterior art. 3284. Luego de establecer la
competencia que corresponde al juez del último domicilio del causante, enumera de modo taxativo
los supuestos de excepción en que opera el fuero de atracción: “el mismo juez conoce” de las
acciones de petición de herencia (arts. 2310 y ss.); nulidad de testamento (arts. 2467 y ss.); de los
demás litigios que tienen lugar con motivo de la administración y liquidación de la herencia (arts.
2345 y ss., 2356 y ss.); de la ejecución de las disposiciones testamentarias (arts. 2523, 2526 y ss.);
del mantenimiento de la indivisión (arts. 2375, 2380 y conc.); de las operaciones de partición (arts.
2363 y ss.); de las garantías de los lotes entre los copartícipes (arts. 2369 y ss., 2377, 2378); y de la
reforma y nulidad de la partición (arts. 2408 y ss.).
El fuero de atracción por ser derogatorio de los preceptos relativos al juez natural y a la
competencia de los jueces, reviste carácter excepcional y de interpretación restrictiva, debiendo
predominar en su aplicación un criterio de razonable funcionalidad. Por lo demás, supone a
menudo un considerable engorro para el trámite de los juicios involucrados por la considerable
demora en su desarrollo. La atribución certera de la competencia vincula directamente con la
garantía fundamental de la tutela judicial eficiente y, en esa línea de sentido, ha sido preocupación
de los autores del nuevo CC y CN, fijar claras directivas; así, entre otros, en los arts. 36, 50, 112,
612, 615, 720, 581, 716 a 720, 2621, 2627, 2629.
De ahí que el mentado art. 2336 restringe significativamente la operancia del fuero de
atracción en el sucesorio, en tanto ya no quedan atraídas las acciones personales de los
acreedores del difunto, antes de la división de la herencia, hipótesis que consagraba el apartado 4
del art. 3284 del Código de Vélez y que no reproduce la nueva norma –que, por lo demás, se
separa en este punto del proyecto de 1998-. Los únicos y excepcionales supuestos que perviven
son los ya referidos y que de modo taxativo se consagran, en correspondencia con los que estaban
conferidos en los tres primeros apartados del art. 3284, referidos genéricamente a las acciones
concernientes a los bienes que integran el acervo hereditario, conflictos relativos a la validez,
extensión y ejecución del testamento, a las incidencias propias del trámite sucesorio -
administración y liquidación de la herencia, partición, garantía de los lotes entre los copartícipes y
mantenimiento de la indivisión-. Con ello y solo en esos límites, se mantiene el principio de la
universalidad e indivisibilidad del patrimonio relicto, con todas sus características de orden
público.
La alusión que se hace en el párrafo tercero del aludido art. 2336 a las “acciones personales
de los acreedores del causante” no revive el anterior apartado 4 del art. 3284, sino que
simplemente reitera el texto del art. 3285. No se instituye otro supuesto de atracción sucesorio, tan
solo se regula la hipótesis singular del causante que hubiere dejado un solo heredero. En ese caso,
se abre la opción para acudir el acreedor, a su elección –sin que exista un fuero de atracción
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insorteable- sea ante el juez del último domicilio del causante ya ante el que corresponde al
domicilio del heredero único.
Por lo demás y congruentemente, el art. 2356 prevé que los acreedores hereditarios que no
son titulares de garantías reales deben presentarse a la sucesión y denunciar sus créditos a fin de
ser pagados; si sus montos no se encuentran definitivamente fijados, se denunciarán a título
provisorio sobre la base de una estimación. Se reafirma entonces que tratándose de acciones
personales –y en general si no existen garantías reales- los procesos en que se dirimen no son
atraídos por el sucesorio; simplemente, corresponde que sus titulares se apersonen a éste último
para requerir el pago de sus acreencias.
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En cuanto al inciso b, referido a la edad, ya no se fijan límites etáreos estrictos y definidos a
la capacidad de ejercicio sino que, ahora, la cuestión queda supeditada a las concretas
circunstancias personales del sujeto respectivo, debiendo advertirse que los conceptos de “edad y
grado de madurez suficiente” son abiertos e indeterminados.
El Código establece que menor de edad es la persona que no ha cumplido dieciocho años, y
denomina adolescente a la persona menor de edad que cumplió trece años (art. 25).
Señala que la persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes
legales. No obstante, se indica también, que la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente
puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico (art. 26).
Vamos a ocuparnos ahora de lo que atañe a su intervención en juicio. El art. 677 establece
que los progenitores pueden estar en juicio por su hijo como actores o demandados, pero –en
seguida- introduce una novedad significativa: se presume que el hijo adolescente cuenta con
suficiente autonomía para intervenir en un proceso conjuntamente con los progenitores, o de manera
autónoma con asistencia letrada. Dependerá, entonces, de la decisión del adolescente.
Mientras tanto, el art. 678 establece que si uno o ambos progenitores se oponen a que el
hijo adolescente inicie una acción civil contra un tercero, el juez puede autorizarlo a intervenir en
el proceso con la debida asistencia letrada, previa audiencia del oponente y del Ministerio Público.
El juego de estas normas nos permite ir señalando algunas cuestiones a tener en cuenta.
En cuanto a los menores no adolescentes, lo primero a ponderar es que a ellos les es
inaplicable la presunción del art. 677. Deberían, por regla, intervenir en el proceso mediante sus
representantes legales. Sin embargo, no queda claro qué sucedería, por ejemplo, si se demostrara
que tienen la edad y grado de madurez suficiente y quisieran ejercer sus derechos por sí mismos.
En realidad, no se advierte norma alguna que le permita (en la terminología del art. 26) este tipo de
actuación.
Vamos, ahora, al caso de los adolescentes; aquí se sienta la presunción de la segunda parte
del art. 677, lo que les permitiría actuar conjuntamente con los progenitores, o de manera autónoma
con asistencia letrada.
El art. 678 confiere a los progenitores (uno o ambos) la posibilidad a oponerse a que el hijo
adolescente inicie una acción civil contra un tercero; la norma nada dice acerca de cuáles serían
los efectos de tal oposición en el caso de que el adolescente ya hubiera iniciado la demanda, y el
proceso estuviera en trámite. Por otro lado, tampoco se ocupa del supuesto inverso al del texto
legal, es decir que el adolescente quiera actuar por sí solo cuando es demandado.
Asimismo, y esto es relevante en cuanto a la falta de personería, no se prevé la posibilidad
de que la contraparte sea quien cuestione la madurez del adolescente, procurando hacer caer la
presunción del art. 677, no obstante lo cual podría plantearse esa hipótesis.
Por otro lado, el Código se refiere a la actuación “con asistencia letrada” omitiendo aclarar
si resulta posible la actuación ya no personal, sino por conducto de un apoderado; tampoco se
disciplina la forma en que tendrá lugar esta “intervención conjunta” con sus padres. Son todas
cuestiones que los ordenamientos procesales locales deberán preveer.
Finalmente, resaltamos que –según lo establece el Código- el hijo menor de edad puede
reclamar a sus progenitores por sus propios intereses sin previa autorización judicial, si cuenta con
la edad y grado de madurez suficiente y asistencia letrada (art. 679) y que el hijo adolescente no
precisa autorización de sus progenitores para estar en juicio cuando sea acusado criminalmente, ni
para reconocer hijos (art. 680).
Quedan por mencionar los supuestos arts. 27 y 30 del nuevo Código.
En virtud del primero, la celebración del matrimonio antes de los dieciocho años emancipa
a la persona menor de edad y la persona emancipada goza de plena capacidad de ejercicio con las
limitaciones previstas en el Código (arts. 27 y 28).
Por su lado, la persona menor de edad que ha obtenido título habilitante para el ejercicio de
una profesión puede ejercerla por cuenta propia sin necesidad de previa autorización. Tiene la
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administración y disposición de los bienes que adquiere con el producto de su profesión y puede
estar en juicio civil o penal por cuestiones vinculadas a ella (art. 30)
Por último y dejando de lado el tema de los menores y adolescentes, dedicaremos, ahora,
unas palabras al último supuesto de incapacidad de ejercicio: el de la persona declarada incapaz
por sentencia judicial (inciso c).
Como es sabido, el instituto de la declaración de incapacidad, si bien subsiste en el Código
Civil y Comercial de la Nación, solo queda previsto para casos excepcionales, en los cuales la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz
(arts. 32, último párrafo).
En los demás casos, la restricción de la capacidad decretada judicialmente implica la puesta
en funcionamiento del sistema de apoyos (art. 43), que el juez designa especificando las funciones
con los ajustes razonables en función de las necesidades y circunstancias de la persona (art. 32,
segundo párrafo).
En qué calidad actuarían estos apoyos dependerá de la resolución que hubiera dispuesto la
restricción a la capacidad. Además, es del caso hacer notar que, aunque las personas respecto de
las cuales se hubiera decretado una medida restrictiva de la capacidad no aparezcan mencionadas
en el art. 24, en el art. 101 inc. c) primera parte, se alude a los apoyos como “representantes”; y en
el art. 102 se los vuelve a mencionar, pero ahora en el rol de asistentes.
Además de todo lo dicho, el Código Civil y Comercial de la Nación sigue contemplando –en
su artículo 48- la situación de los inhabilitados (instituto ahora circunscripto a quienes por la
prodigalidad en la gestión de sus bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a sus hijos
menores de edad o con discapacidad a la pérdida del patrimonio), importando la declaración de
inhabilitación la designación de un apoyo, que deberá asistir (no representar) al inhabilitado en el
otorgamiento de actos de disposición entre vivos y en los demás actos que el juez fije en la
sentencia (art. 49).
En definitiva, a los efectos de la excepción de falta de personería, debería considerarse –en
primer lugar- si se trata de una persona declarada incapaz, en cuyo caso habría de intervenir por
ella su representante (el curador); luego, sería del caso determinar si –en virtud de alguna
restricción a la capacidad decretada judicialmente- fuera necesaria la actuación en el proceso de
su apoyo, como representante (arts. 101 y 102), y el mismo no hubiera intervenido. En cuanto al
caso de los inhabilitados, entendemos que se mantienen los conceptos esbozados en relación al
Código anterior.
Se abre, así, un abanico de situaciones dirimibles en el ámbito de la excepción de falta de
personería; por cierto, será el laboreo judicial el que vaya develando las incógnitas que se
presentan y, en su momento, eventualmente, las precisiones que se puedan aportar desde los
textos procesales locales.
b. En lo relativo a la postulación procesal, ha de repararse en que la excepción es
procedente cuando quien invoca la representación no la justifica, o ya cuando el instrumento con
que se intenta hacerlo resulta defectuoso o insuficiente. En este punto se plantea una novedad de
importancia. Bajo el régimen del Código Civil los poderes para actuar en juicio necesariamente
debían otorgarse por escritura pública; suprimida tal exigencia por el Código Civil y Comercial de
la Nación (no se menciona en el art. 1017), puede darse el posible otorgamiento por instrumento
privado. Se amplía, entonces, el ámbito del debate en el contexto de la excepción de falta de
personería, en tanto será posible –ahora- la discusión de la autenticidad del poder otorgado
mediante instrumento privado, sin hacer ya necesaria su redargución de falsedad.
Sin perjuicio de lo expuesto, es de significar que asume una importancia trascendental la
ratificación del mandante, ya que ella en principio purga la carencia, insuficiencia o defectuosa
representación, y obsta a la procedencia de la excepción de falta de personería. Aquí, hay también
una novedad trascendente. Mientas en el ordenamiento procesal la ratificación debe efectuarse en
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los plazos que allí se indican como sucede en los casos de imposibilidad de presentar el
documento (art. 46) o en la gestión (art. 48), en cambio el CC y CN establece que el término de la
ratificación que depende de la autoridad administrativa o judicial se extiende a tres meses. El plazo
de sesenta días acordado por el art. 48 CPC debe considerarse extendido con ese alcance.
V. Excepción de prescripción
El art. 2553 CC y CN ha dispuesto que “la prescripción debe oponerse dentro del plazo
para contestar la demanda en los procesos de conocimiento, y para oponer excepciones en los
procesos de ejecución”, añadiendo a ello que “los terceros interesados que comparecen al juicio
vencidos los términos aplicables a las partes, deben hacerlo en su primera presentación”.
La primera parte de la norma deja sin sustento la solución contenida en el segundo
párrafo del art. 346 del CPCCN respecto del rebelde, quedando así en evidencia la necesidad de
que el legislador nacional opere los pertinentes ajustes a dicho Código, problema que no existe en
el rito bonaerense por cuanto carece de una regla como la de su par nacional.
Empero, en el Código de la Provincia de Buenos Aires y en lo que hace al proceso ordinario
se genera otro problema: según el Código Civil y Comercial de la Nación la prescripción debe
oponerse dentro del plazo para contestar demanda, sin embargo el art. 344 del rito bonaerense
indica que “si se opusieren excepciones, deberá simultáneamente oponerse la de prescripción,
cuando el demandado lo estimare procedente”. Esta exigencia de oposición simultánea no se
compadece, ahora, con la regla del art. 2553 del Código Civil y Comercial de la Nación, que –como
lo vimos- otorga al oponente la posibilidad de articularla dentro del plazo para contestar la
demanda, y sin ningún tipo de restricción”.
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- nulidad de matrimonio (art. 424 y 428)
- impugnación de filiación presumida por la ley (art. 590)
- alimentos (art. 661 y 662)
- renovación de donación por ingratitud (art. 1573)
- acción preventiva (art. 1712)
- indemnización de las consecuencias no patrimoniales del hecho dañoso (art. 1741)
- daños causados a cosas o bienes (art. 1772)
- acciones posesorias (art. 2245)
Por último, habrá de verse que diversas normas del CC y CN inciden de modo
directo o reflejo en los poderes que debe desplegar el juez ya tempranamente desde la misma
etapa constitutiva de la Litis como verdadero director activo del proceso, y que se proyecta en los
desarrollos sucesivos. Desde esa perspectiva se destaca el principio visceral de inmediación por
otra parte, presupuesto ineficiente del sistema de la oralidad- que se consagra genéricamente para
los procesos de familia en el art. 706.
El postulado de inmediación como “aproximación” o cercanía del juez,
contacto personal con las partes y las pruebas, se estatuye como principio general en el referido
art. 706. Diversas normas lo explicitan a lo largo de todo el ordenamiento, para su puntual
aplicación en los diversos supuestos de competencia de los jueces de familia. Así, entre otras:
- en los procesos de familia en general, dispone el art. 707, que las personas mayores con
capacidad restringida y los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser oídos en todos los
procesos que los afectan directamente. Su opinión debe ser tenida en cuenta y valorada según su
grado de discernimiento y la cuestión debatida en el proceso.
- en materia de procesos de restricción de la capacidad, “el juez debe garantizar la inmediatez con
el interesado durante el proceso y entrevistarlo personalmente antes de dictar resolución alguna,
asegurando la accesibilidad y los ajustes razonables del procedimiento de acuerdo a la situación
de aquél. El Ministerio Público y, al menos, un letrado que preste asistencia al interesado, deben
estar presentes en las audiencias” (art. 35).
- Cuando se trata de dispensa judicial para contraer matrimonio, el Código impone entrevistas
personales del juez con los futuros contrayentes (arts. 404 y 405).
- Si se persigue obtener la declaración judicial de adoptabilidad, es obligatoria la entrevista
personal del juez con los padres, si existen, y con el niño, niña o adolescente cuya situación de
adoptabilidad se tramita (art. 609 inc. b).
- En juicio de adopción, el juez debe oír personalmente al pretenso adoptado y tener en cuenta su
opinión según su edad y grado de madurez (art. 617 inc. b).
En realidad, el CC y CN recoge en este punto –como en otros- precisas previsiones
contenidas en las convenciones humanitarias: para el caso de niños, niñas y adolescentes, véase
art. 12 Convención sobre los Derechos del Niño, art. 27 inc. a ley 26.061; en supuestos de las
personas con capacidad restringida, véase arts. 3, 4 y 13 Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad. Asimismo, en general, véase las 100 Reglas de Brasilia sobre acceso a
la justicia de las personas en condición de vulnerabilidad.