Sie sind auf Seite 1von 8

ETAPA CONSTITUTIVA DE LA LITIS – CC Y CN.

Introducción.
El CC y CN viene a incidir, a través de sus preceptos sustantivos y también procesales, en
los diversos estadios del proceso civil: en la etapa constitutiva de la litis, en la probatoria, en la
decisoria y aún en la de la ejecución de la sentencia. Y desde luego, también, en los procesos de
ejecución y especiales, al igual que en los sucesorios. Aquí nos interesa poner en foco la incidencia
en la etapa postulatoria o constitutiva de la litis, adentrándonos en los efectos que las nuevas
normas han de producir en torno del contenido y alcances de la demanda, los presupuestos
procesales (y sus correlativos impedimentos), la oposición del demandado y el régimen de las
excepciones, tanto como en las atribuciones del juez en ese primer estadio del proceso.

I. Demanda. Rubros que la integran

En el orden a la demanda, sus contenidos y alcances, el CC y CN contiene previsiones que


constituyen trascendentes directivas para la tarifación monetaria de los diversos perjuicios, receptando así
muchas tendencias doctrinarias y jurisprudenciales forjadas a la luz del ordenamiento civil anterior.
1. Como regla general, el art. 1738 establece que “la indemnización comprende la pérdida o
disminución del patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio económico esperado de acuerdo a la
probabilidad objetiva de su obtención y la pérdida de chances”, incluyendo especialmente “las consecuencias
de la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad personal, su salud psicofísica, sus
afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia en su proyecto de vida”.
Para la procedencia de la indemnización “debe existir un perjuicio directo o indirecto, actual o futuro,
cierto y subsistente”, “la pérdida de chance es indemnizable en la medida en que su contingencia sea razonable
y guarde una adecuada relación de causalidad con el hecho generador” (art. 1739).
Y bajo el título “Reparación plena” el art. 1740 sienta algunas reglas generales: “la reparación del
daño debe ser plena. Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho
dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico, excepto que
sea parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero. En el
caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a pedido de
parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa del responsable”.
Se establecen, asimismo, algunas previsiones específicas. Así, en materia de consecuencias no
patrimoniales, se determina que “el monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones
sustitutivas y compensatorias que pueden procurar las sumas reconocidas” (art. 1741).
En el supuesto de indemnización por fallecimiento se indica que “la indemnización debe consistir en:
a) los gastos necesarios para asistencia y posterior funeral de la víctima. El derecho a repetirlos incumbe a quien
los paga, aunque sea en razón de una obligación legal; b) lo necesario para alimentos del cónyuge, del
conviviente, de los hijos menores de veintiún años de edad con derecho alimentario, de los hijos incapaces o con
capacidad restringida, aunque no hayan sido declarados tales judicialmente; esta indemnización procede aun
cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado indirecto; el juez, para fijar la reparación, debe
tener en cuenta el tiempo probable de vida de la víctima, sus condiciones personales y las de los reclamantes; c)
la pérdida de chance de ayuda futura como consecuencia de la muerte de los hijos; este derecho también
compete a quien tenga la guarda del menor fallecido” (art. 1745).
Por otro lado, se establece que “en caso de lesiones o incapacidad permanente, física o
psíquica, total o parcial, la indemnización debe ser evaluada mediante la determinación de un capital,
de tal modo que sus rentas cubran la disminución de la aptitud del damnificado para realizar
actividades productivas o económicamente valorables, y que se agote al término del plazo en que
razonablemente pudo continuar realizando tales actividades” agregándose que “se presumen los
gastos médicos, farmacéuticos y por transporte que resultan razonables en función de la índole de las
lesiones o la incapacidad”, que “en el supuesto de incapacidad permanente se debe indemnizar el

1
daño aunque el damnificado continúe ejerciendo una tarea remunerada” y que “esta indemnización
procede aun cuando otra persona deba prestar alimentos al damnificado” (art. 1746).
2. Finalmente, y en cuanto a los accesorios, el Código indica que “el curso de los intereses
comienza desde que se produce cada perjuicio” (art. 1748).
Aquí se impone subrayar una novedosa regla de subido interés práctico por su incidencia
en el cálculo final de la indemnización resarcitoria, cual es la posibilidad de acumulación de
intereses al capital en las obligaciones de dar sumas de dinero.

El art. 770 CC y CN, que regula la cuestión del anatocismo y los supuestos en que, por
excepción se deben intereses de los intereses, incluye en su inc. b), el caso de “la obligación que
se demande judicialmente”. En este caso, la acumulación opera desde la fecha de la notificación
de la demanda.
Se trata de un nuevo supuesto de anatocismo, que no estaba previsto en el art. 623 del
Código de Vélez. La nueva norma tiene una finalidad moralizadora y actúa, al mismo tiempo, como
un disuasivo de la litigación maliciosa, por las consecuencias de la mayor onerosidad del crédito
debido que se deriva de la resistencia del deudor demandado. Este sabe ahora que a partir del día
que quedó notificado de la demanda corresponde capitalizar los intereses corridos desde el
momento en que se deben hasta entonces. La diferencia puede resultar significativa; piénsese en el
lapso temporal que va desde la mora o la producción del hecho dañoso hasta la instauración del
proceso y la ulterior notificación de la demanda.
La norma se aplica en todos los supuestos de reclamo de pago de sumas de dinero,
independientemente de las fuentes –contractual, responsabilidad civil, gestión de negocios, etc.-.
El régimen de las obligaciones de dar sumas de dinero es general, de modo que no existe razón
para hacer distinciones al respecto.
Se trata, en definitiva, de un nuevo efecto de la notificación de la demanda.

II. Requisitos o presupuestos de la pretensión

Las nuevas normas sustantivas vienen a incidir, asimismo, de modo determinante, en la


configuración de los requisitos de la pretensión, y más específicamente en los presupuestos
procesales (y los correlativos impedimentos procesales), especialmente en punto a la competencia
del juez, la capacidad para ser parte y la capacidad procesal. De igual modo, el CC y CN regula en
numerosos supuestos la legitimación para obrar, determinando quiénes son las partes legítimas
para intervenir como sujetos asumiendo la titularidad de la relación jurídica sustancial. Por otro
lado, contiene también reglas sustantivas que inciden en ciertas excepciones, como la de
prescripción o arraigo.

III. Reglas sobre competencia

1. Competencia del juez natural

Las reglas de competencia establecidas en sucesivas previsiones para procesos


relativos a derechos de niñas, niños y adolescentes (art. 716), de divorcio y nulidad de matrimonio
(art. 717), para los conflictos derivados de las uniones convencionales (art. 718), para las acciones
por alimentos o pensiones compensatorias entre cónyuges o convivientes (art. 719) y acciones de
filiación (art. 720), responden al primer objetivo de asegurar por la proximidad territorial del
órgano, el efectivo acceso a la justicia. Se recoge novedoso concepto de “centro de vida” de las
personas a cuyo favor se extiende la tutela. Fuera de ello, el Código regula con la misma finalidad

2
otros supuestos de competencia. Así, v.g. en los procesos sobre restricciones a la capacidad la
solicitud debe presentarse ante el juez correspondiente al domicilio de la persona en cuyo interés
se promueve o del lugar de internación (art. 36, apart. segundo). Asimismo, en el juicio de
adopción resulta competente el que otorgó la guarda con fines de adopción, o a elección de los
pretensos adoptantes, el del lugar en que el niño tiene su centro de vida si el traslado fue tenido en
consideración en esa decisión (art. 615). Para el discernimiento de la tutela, es competente el juez
del lugar donde el niño, niña o adolescente tiene su centro de vida (art. 102).

2. Restricciones al fuero de atracción del sucesorio

El fuero de atracción del sucesorio ha quedado regido por el art. 2336 del CC y CN, que
contiene fundamentales modificaciones en relación al anterior art. 3284. Luego de establecer la
competencia que corresponde al juez del último domicilio del causante, enumera de modo taxativo
los supuestos de excepción en que opera el fuero de atracción: “el mismo juez conoce” de las
acciones de petición de herencia (arts. 2310 y ss.); nulidad de testamento (arts. 2467 y ss.); de los
demás litigios que tienen lugar con motivo de la administración y liquidación de la herencia (arts.
2345 y ss., 2356 y ss.); de la ejecución de las disposiciones testamentarias (arts. 2523, 2526 y ss.);
del mantenimiento de la indivisión (arts. 2375, 2380 y conc.); de las operaciones de partición (arts.
2363 y ss.); de las garantías de los lotes entre los copartícipes (arts. 2369 y ss., 2377, 2378); y de la
reforma y nulidad de la partición (arts. 2408 y ss.).
El fuero de atracción por ser derogatorio de los preceptos relativos al juez natural y a la
competencia de los jueces, reviste carácter excepcional y de interpretación restrictiva, debiendo
predominar en su aplicación un criterio de razonable funcionalidad. Por lo demás, supone a
menudo un considerable engorro para el trámite de los juicios involucrados por la considerable
demora en su desarrollo. La atribución certera de la competencia vincula directamente con la
garantía fundamental de la tutela judicial eficiente y, en esa línea de sentido, ha sido preocupación
de los autores del nuevo CC y CN, fijar claras directivas; así, entre otros, en los arts. 36, 50, 112,
612, 615, 720, 581, 716 a 720, 2621, 2627, 2629.
De ahí que el mentado art. 2336 restringe significativamente la operancia del fuero de
atracción en el sucesorio, en tanto ya no quedan atraídas las acciones personales de los
acreedores del difunto, antes de la división de la herencia, hipótesis que consagraba el apartado 4
del art. 3284 del Código de Vélez y que no reproduce la nueva norma –que, por lo demás, se
separa en este punto del proyecto de 1998-. Los únicos y excepcionales supuestos que perviven
son los ya referidos y que de modo taxativo se consagran, en correspondencia con los que estaban
conferidos en los tres primeros apartados del art. 3284, referidos genéricamente a las acciones
concernientes a los bienes que integran el acervo hereditario, conflictos relativos a la validez,
extensión y ejecución del testamento, a las incidencias propias del trámite sucesorio -
administración y liquidación de la herencia, partición, garantía de los lotes entre los copartícipes y
mantenimiento de la indivisión-. Con ello y solo en esos límites, se mantiene el principio de la
universalidad e indivisibilidad del patrimonio relicto, con todas sus características de orden
público.
La alusión que se hace en el párrafo tercero del aludido art. 2336 a las “acciones personales
de los acreedores del causante” no revive el anterior apartado 4 del art. 3284, sino que
simplemente reitera el texto del art. 3285. No se instituye otro supuesto de atracción sucesorio, tan
solo se regula la hipótesis singular del causante que hubiere dejado un solo heredero. En ese caso,
se abre la opción para acudir el acreedor, a su elección –sin que exista un fuero de atracción

3
insorteable- sea ante el juez del último domicilio del causante ya ante el que corresponde al
domicilio del heredero único.
Por lo demás y congruentemente, el art. 2356 prevé que los acreedores hereditarios que no
son titulares de garantías reales deben presentarse a la sucesión y denunciar sus créditos a fin de
ser pagados; si sus montos no se encuentran definitivamente fijados, se denunciarán a título
provisorio sobre la base de una estimación. Se reafirma entonces que tratándose de acciones
personales –y en general si no existen garantías reales- los procesos en que se dirimen no son
atraídos por el sucesorio; simplemente, corresponde que sus titulares se apersonen a éste último
para requerir el pago de sus acreencias.

IV. Capacidad de ejercicio (para ser parte); y correlativa excepción de falta de


personería

La falta de personería, es sabido, constituye una excepción dilatoria, un verdadero


impedimento procesal por la cual se delata: a) la falta de capacidad civil –ahora, en el Código Civil
y Comercial de la Nación, capacidad de ejercicio, cfe. arts. 23 y 24- (legitimatio ad processum), ya
sea en el actor o en el codemandado o bien la insuficiencia de la representación invocada por quien
comparece a juicio por un derecho que no sea propio. Es decir que se cuestiona un requisito
subjetivo referente a las partes o a la postulación procesal.
a. En cuanto a la capacidad de ejercicio, el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, en
norma similar al anterior art. 52, establece que: “toda persona humana puede ejercer por sí misma
sus derechos, excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia
judicial” (art. 23).
Excepcionalmente, entonces, surgen ciertas limitaciones para obrar por sí, en las cuales el
nuevo Código sustantivo introduce significativas reformas en relación al anterior.
Conviene recordar que en el Código de Vélez eran incapaces para hacerlo personalmente
debiendo actuar por medio de sus representantes legales: 1) los menores de 18 años, salvo que
estuviesen emancipados (arts. 128, 131, Código Civil); con la aclaración que los menores adultos
podían estar en juicio laboral por derecho propio, cuando el litigio se refiere a bienes o derechos
adquiridos con su trabajo (art. 34, ley 18.345 y modif.; art. 23 ley prov. 11653); 2) los dementes
declarados en juicio y los sordomudos que no sepan darse a entender por escrito (arts. 140, 141,
153, Cód. Civ.). A su vez, se recordará que la recepción de la inhabilitación en los términos del
artículo 152 bis del Código Civil había suscitado ciertas cuestiones derivadas de la condición del
inhabilitado y del alcance de la personería de su curador.
Ahora bien, en el nuevo ordenamiento fondal, el clásico concepto de capacidad de hecho es
reemplazado por el de capacidad de ejercicio, que constituye la regla según el art. 23. A su vez, el
art. 24 establece que “son incapaces de ejercicio:
a) la persona por nacer;
b) la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, con el alcance dispuesto en la
Sección 2ª de este Capítulo;
c) la persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa decisión”.
En sintonía con ello, la nueva ley fondal indica que las personas incapaces ejercen por
medio de sus representantes los derechos que no pueden ejercer por sí (art. 100), estableciéndose
en el art. 101 la enumeración de los representantes en cada caso.
Vamos a detenernos en los casos previstos en el mentado art. 24.
La hipótesis de la persona por nacer (inciso a) no ostenta complejidad.
Sí, en cambio, las otras dos.

4
En cuanto al inciso b, referido a la edad, ya no se fijan límites etáreos estrictos y definidos a
la capacidad de ejercicio sino que, ahora, la cuestión queda supeditada a las concretas
circunstancias personales del sujeto respectivo, debiendo advertirse que los conceptos de “edad y
grado de madurez suficiente” son abiertos e indeterminados.
El Código establece que menor de edad es la persona que no ha cumplido dieciocho años, y
denomina adolescente a la persona menor de edad que cumplió trece años (art. 25).
Señala que la persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes
legales. No obstante, se indica también, que la que cuenta con edad y grado de madurez suficiente
puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico (art. 26).
Vamos a ocuparnos ahora de lo que atañe a su intervención en juicio. El art. 677 establece
que los progenitores pueden estar en juicio por su hijo como actores o demandados, pero –en
seguida- introduce una novedad significativa: se presume que el hijo adolescente cuenta con
suficiente autonomía para intervenir en un proceso conjuntamente con los progenitores, o de manera
autónoma con asistencia letrada. Dependerá, entonces, de la decisión del adolescente.
Mientras tanto, el art. 678 establece que si uno o ambos progenitores se oponen a que el
hijo adolescente inicie una acción civil contra un tercero, el juez puede autorizarlo a intervenir en
el proceso con la debida asistencia letrada, previa audiencia del oponente y del Ministerio Público.
El juego de estas normas nos permite ir señalando algunas cuestiones a tener en cuenta.
En cuanto a los menores no adolescentes, lo primero a ponderar es que a ellos les es
inaplicable la presunción del art. 677. Deberían, por regla, intervenir en el proceso mediante sus
representantes legales. Sin embargo, no queda claro qué sucedería, por ejemplo, si se demostrara
que tienen la edad y grado de madurez suficiente y quisieran ejercer sus derechos por sí mismos.
En realidad, no se advierte norma alguna que le permita (en la terminología del art. 26) este tipo de
actuación.
Vamos, ahora, al caso de los adolescentes; aquí se sienta la presunción de la segunda parte
del art. 677, lo que les permitiría actuar conjuntamente con los progenitores, o de manera autónoma
con asistencia letrada.
El art. 678 confiere a los progenitores (uno o ambos) la posibilidad a oponerse a que el hijo
adolescente inicie una acción civil contra un tercero; la norma nada dice acerca de cuáles serían
los efectos de tal oposición en el caso de que el adolescente ya hubiera iniciado la demanda, y el
proceso estuviera en trámite. Por otro lado, tampoco se ocupa del supuesto inverso al del texto
legal, es decir que el adolescente quiera actuar por sí solo cuando es demandado.
Asimismo, y esto es relevante en cuanto a la falta de personería, no se prevé la posibilidad
de que la contraparte sea quien cuestione la madurez del adolescente, procurando hacer caer la
presunción del art. 677, no obstante lo cual podría plantearse esa hipótesis.
Por otro lado, el Código se refiere a la actuación “con asistencia letrada” omitiendo aclarar
si resulta posible la actuación ya no personal, sino por conducto de un apoderado; tampoco se
disciplina la forma en que tendrá lugar esta “intervención conjunta” con sus padres. Son todas
cuestiones que los ordenamientos procesales locales deberán preveer.
Finalmente, resaltamos que –según lo establece el Código- el hijo menor de edad puede
reclamar a sus progenitores por sus propios intereses sin previa autorización judicial, si cuenta con
la edad y grado de madurez suficiente y asistencia letrada (art. 679) y que el hijo adolescente no
precisa autorización de sus progenitores para estar en juicio cuando sea acusado criminalmente, ni
para reconocer hijos (art. 680).
Quedan por mencionar los supuestos arts. 27 y 30 del nuevo Código.
En virtud del primero, la celebración del matrimonio antes de los dieciocho años emancipa
a la persona menor de edad y la persona emancipada goza de plena capacidad de ejercicio con las
limitaciones previstas en el Código (arts. 27 y 28).
Por su lado, la persona menor de edad que ha obtenido título habilitante para el ejercicio de
una profesión puede ejercerla por cuenta propia sin necesidad de previa autorización. Tiene la

5
administración y disposición de los bienes que adquiere con el producto de su profesión y puede
estar en juicio civil o penal por cuestiones vinculadas a ella (art. 30)
Por último y dejando de lado el tema de los menores y adolescentes, dedicaremos, ahora,
unas palabras al último supuesto de incapacidad de ejercicio: el de la persona declarada incapaz
por sentencia judicial (inciso c).
Como es sabido, el instituto de la declaración de incapacidad, si bien subsiste en el Código
Civil y Comercial de la Nación, solo queda previsto para casos excepcionales, en los cuales la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz
(arts. 32, último párrafo).
En los demás casos, la restricción de la capacidad decretada judicialmente implica la puesta
en funcionamiento del sistema de apoyos (art. 43), que el juez designa especificando las funciones
con los ajustes razonables en función de las necesidades y circunstancias de la persona (art. 32,
segundo párrafo).
En qué calidad actuarían estos apoyos dependerá de la resolución que hubiera dispuesto la
restricción a la capacidad. Además, es del caso hacer notar que, aunque las personas respecto de
las cuales se hubiera decretado una medida restrictiva de la capacidad no aparezcan mencionadas
en el art. 24, en el art. 101 inc. c) primera parte, se alude a los apoyos como “representantes”; y en
el art. 102 se los vuelve a mencionar, pero ahora en el rol de asistentes.
Además de todo lo dicho, el Código Civil y Comercial de la Nación sigue contemplando –en
su artículo 48- la situación de los inhabilitados (instituto ahora circunscripto a quienes por la
prodigalidad en la gestión de sus bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a sus hijos
menores de edad o con discapacidad a la pérdida del patrimonio), importando la declaración de
inhabilitación la designación de un apoyo, que deberá asistir (no representar) al inhabilitado en el
otorgamiento de actos de disposición entre vivos y en los demás actos que el juez fije en la
sentencia (art. 49).
En definitiva, a los efectos de la excepción de falta de personería, debería considerarse –en
primer lugar- si se trata de una persona declarada incapaz, en cuyo caso habría de intervenir por
ella su representante (el curador); luego, sería del caso determinar si –en virtud de alguna
restricción a la capacidad decretada judicialmente- fuera necesaria la actuación en el proceso de
su apoyo, como representante (arts. 101 y 102), y el mismo no hubiera intervenido. En cuanto al
caso de los inhabilitados, entendemos que se mantienen los conceptos esbozados en relación al
Código anterior.
Se abre, así, un abanico de situaciones dirimibles en el ámbito de la excepción de falta de
personería; por cierto, será el laboreo judicial el que vaya develando las incógnitas que se
presentan y, en su momento, eventualmente, las precisiones que se puedan aportar desde los
textos procesales locales.
b. En lo relativo a la postulación procesal, ha de repararse en que la excepción es
procedente cuando quien invoca la representación no la justifica, o ya cuando el instrumento con
que se intenta hacerlo resulta defectuoso o insuficiente. En este punto se plantea una novedad de
importancia. Bajo el régimen del Código Civil los poderes para actuar en juicio necesariamente
debían otorgarse por escritura pública; suprimida tal exigencia por el Código Civil y Comercial de
la Nación (no se menciona en el art. 1017), puede darse el posible otorgamiento por instrumento
privado. Se amplía, entonces, el ámbito del debate en el contexto de la excepción de falta de
personería, en tanto será posible –ahora- la discusión de la autenticidad del poder otorgado
mediante instrumento privado, sin hacer ya necesaria su redargución de falsedad.
Sin perjuicio de lo expuesto, es de significar que asume una importancia trascendental la
ratificación del mandante, ya que ella en principio purga la carencia, insuficiencia o defectuosa
representación, y obsta a la procedencia de la excepción de falta de personería. Aquí, hay también
una novedad trascendente. Mientas en el ordenamiento procesal la ratificación debe efectuarse en

6
los plazos que allí se indican como sucede en los casos de imposibilidad de presentar el
documento (art. 46) o en la gestión (art. 48), en cambio el CC y CN establece que el término de la
ratificación que depende de la autoridad administrativa o judicial se extiende a tres meses. El plazo
de sesenta días acordado por el art. 48 CPC debe considerarse extendido con ese alcance.

V. Excepción de prescripción

El art. 2553 CC y CN ha dispuesto que “la prescripción debe oponerse dentro del plazo
para contestar la demanda en los procesos de conocimiento, y para oponer excepciones en los
procesos de ejecución”, añadiendo a ello que “los terceros interesados que comparecen al juicio
vencidos los términos aplicables a las partes, deben hacerlo en su primera presentación”.
La primera parte de la norma deja sin sustento la solución contenida en el segundo
párrafo del art. 346 del CPCCN respecto del rebelde, quedando así en evidencia la necesidad de
que el legislador nacional opere los pertinentes ajustes a dicho Código, problema que no existe en
el rito bonaerense por cuanto carece de una regla como la de su par nacional.
Empero, en el Código de la Provincia de Buenos Aires y en lo que hace al proceso ordinario
se genera otro problema: según el Código Civil y Comercial de la Nación la prescripción debe
oponerse dentro del plazo para contestar demanda, sin embargo el art. 344 del rito bonaerense
indica que “si se opusieren excepciones, deberá simultáneamente oponerse la de prescripción,
cuando el demandado lo estimare procedente”. Esta exigencia de oposición simultánea no se
compadece, ahora, con la regla del art. 2553 del Código Civil y Comercial de la Nación, que –como
lo vimos- otorga al oponente la posibilidad de articularla dentro del plazo para contestar la
demanda, y sin ningún tipo de restricción”.

VI. Excepción de arraigo

Se ha suprimido la excepción de arraigo, toda vez que el art. 2610 CC y CN estatuye la


igualdad de trato entre los ciudadanos y los residentes permanentes en el extranjero, quienes
“gozan del libre acceso a la jurisdicción para la defensa de sus derechos e intereses, en las mismas
condiciones que los ciudadanos y residentes permanentes en Argentina. Ninguna caución o
depósito, cualquiera sea su denominación, puede ser impuesta en razón de la calidad de
ciudadano o residente permanente en otro Estado. La igualdad de trato se aplica –igualmente- a las
personas jurídicas constituidas, autorizadas o registradas de acuerdo a las leyes de un Estado
extranjero.

VII. Normas sustantivas sobre legitimación

El CC y CN contiene numerosas normas sobre la titularidad de la relación jurídica


sustancial en que se fundan las singulares pretensiones. De la legitimación ad causem para obrar
deriva el concepto de “parte legítima”, configurativo de una de los requisitos intrínsecos o de
“procedibilidad” de la pretensión, cuya ausencia habilita la defensa o excepción de falta de
legitimación. De ahí la importancia de enunciar al menos algunos de los principales supuestos que
regula el código sustantivo. Así, entre otras normas:
- declaración de capacidad restringida (art. 33)
- declaración de ausencia (art. 80)
- declaración de fallecimiento presunto (art. 87)
- remoción de tutor (art. 136)

7
- nulidad de matrimonio (art. 424 y 428)
- impugnación de filiación presumida por la ley (art. 590)
- alimentos (art. 661 y 662)
- renovación de donación por ingratitud (art. 1573)
- acción preventiva (art. 1712)
- indemnización de las consecuencias no patrimoniales del hecho dañoso (art. 1741)
- daños causados a cosas o bienes (art. 1772)
- acciones posesorias (art. 2245)

VIII. Los poderes oficiosos del juez en la ordenación e instrucción “temprana”


de la causa

Por último, habrá de verse que diversas normas del CC y CN inciden de modo
directo o reflejo en los poderes que debe desplegar el juez ya tempranamente desde la misma
etapa constitutiva de la Litis como verdadero director activo del proceso, y que se proyecta en los
desarrollos sucesivos. Desde esa perspectiva se destaca el principio visceral de inmediación por
otra parte, presupuesto ineficiente del sistema de la oralidad- que se consagra genéricamente para
los procesos de familia en el art. 706.
El postulado de inmediación como “aproximación” o cercanía del juez,
contacto personal con las partes y las pruebas, se estatuye como principio general en el referido
art. 706. Diversas normas lo explicitan a lo largo de todo el ordenamiento, para su puntual
aplicación en los diversos supuestos de competencia de los jueces de familia. Así, entre otras:
- en los procesos de familia en general, dispone el art. 707, que las personas mayores con
capacidad restringida y los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser oídos en todos los
procesos que los afectan directamente. Su opinión debe ser tenida en cuenta y valorada según su
grado de discernimiento y la cuestión debatida en el proceso.
- en materia de procesos de restricción de la capacidad, “el juez debe garantizar la inmediatez con
el interesado durante el proceso y entrevistarlo personalmente antes de dictar resolución alguna,
asegurando la accesibilidad y los ajustes razonables del procedimiento de acuerdo a la situación
de aquél. El Ministerio Público y, al menos, un letrado que preste asistencia al interesado, deben
estar presentes en las audiencias” (art. 35).
- Cuando se trata de dispensa judicial para contraer matrimonio, el Código impone entrevistas
personales del juez con los futuros contrayentes (arts. 404 y 405).
- Si se persigue obtener la declaración judicial de adoptabilidad, es obligatoria la entrevista
personal del juez con los padres, si existen, y con el niño, niña o adolescente cuya situación de
adoptabilidad se tramita (art. 609 inc. b).
- En juicio de adopción, el juez debe oír personalmente al pretenso adoptado y tener en cuenta su
opinión según su edad y grado de madurez (art. 617 inc. b).
En realidad, el CC y CN recoge en este punto –como en otros- precisas previsiones
contenidas en las convenciones humanitarias: para el caso de niños, niñas y adolescentes, véase
art. 12 Convención sobre los Derechos del Niño, art. 27 inc. a ley 26.061; en supuestos de las
personas con capacidad restringida, véase arts. 3, 4 y 13 Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad. Asimismo, en general, véase las 100 Reglas de Brasilia sobre acceso a
la justicia de las personas en condición de vulnerabilidad.

Das könnte Ihnen auch gefallen