Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
17 de enero de 2017
El nuevo año que comienza encuentra la globalización convertida en mala palabra. Para
muchos, es sinónimo de una conspiración de las élites para enriquecerse a costa del
resto. Según sus críticos, la globalización lleva a un aumento inexorable de la
desigualdad de ingresos y riqueza: los ricos se enriquecen y los demás se quedan con
nada. Un monstruo engendra al otro.
Esta idea tiene un núcleo de verdad, pero se equivoca más de lo que acierta. Y esas
equivocaciones tienen consecuencias: la menor de ellas es la búsqueda del chivo
expiatorio, la más preocupante es la aplicación de políticas erradas que probablemente
empeoren los problemas (que son reales).
También en los países ricos, una parte del aumento de la desigualdad es reflejo de
mejores oportunidades derivadas de la apertura a un mercado internacional. Los
poseedores de talento e innovaciones excepcionales ahora tienen todo el mundo para
enriquecerse. ¿Qué delito hay en ganar dinero compartiendo el talento propio con otras
personas o creando cosas nuevas que benefician a todos?
Por supuesto, la desigualdad tiene su lado oscuro. Los ricos tienen influencia política
desproporcionada, y a menudo pueden cambiar las reglas en beneficio propio, de sus
empresas o de sus amigos. En Estados Unidos, este problema no afecta tanto a las
elecciones presidenciales, que siguen siendo abiertas, sino (y mucho) al Congreso,
donde nuestros “representantes” están tan limitados por la necesidad de obtener fondos
que difícilmente sean electos o conserven el cargo sin apoyo de intereses adinerados.
Esto no quiere decir que los legisladores sean corruptos, sino que, como señaló
Lawrence Lessig, de la Escuela de Derecho de Harvard, la institución es corrupta e
incapaz de representar a la gente desprovista de la influencia que da el dinero. Pero
eso no implica que la mejor solución sea reducir la desigualdad, sino que hay que
cambiar la forma de financiación de la política. Que los ricos compren yates, creen
fundaciones o se hagan filántropos, pero que no compren el gobierno: eso no debería
estar a la venta.
Estas conductas producen incluso menos que nada, porque frenan el crecimiento
económico. Si la forma más fácil de hacerse rico es el robo legalizado ¿para qué
molestarse en innovar y crear?