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«SERVIDORES COMO ÉL»

CANTO DE ENTRADA: Te doy, mi corazón sincero


«ALMA MISIONERA». para gritar sin miedo
lo hermoso que es tu amor.
Señor, toma mi vida nueva, Señor, tengo alma misionera
antes de que la espera condúceme a la tierra,
desgaste años en mi. que tenga sed de Ti.
Estoy dispuesto a lo que quieras,
no importa lo que sea, Llévame donde los hombres...
tu llámame a servir.
Y así, en marcha iré cantando,
Llévame donde los hombres por pueblos predicando,
necesiten tus palabras tu grandeza Señor.
necesiten, mis ganas de vivir. Tendré, mis brazos
Donde falte la esperanza, sin cansancio,
donde todo sea triste, tu historia entre mis labios,
simplemente por no saber de ti. tu fuerza en la oración.

Llévame donde los hombres...

Monitor: Al empezar este tiempo de adoración y junto a la Santísima Virgen María, vemos a Jesús
manso y humilde en el Santísimo Sacramento del Altar como Aquel que sirve, como Aquel que lo
da todo, como Aquel que se hace «Pan partido» para darse a todos. Vamos a pedirle a Jesús,
Sacerdote Eterno, que derrame su Espíritu sobre todo su pueblo santo y que nos enseñe a ser
serviciales como Él, manso y humilde de corazón.

Ministro: Adoremos y demos gracias en cada momento


Todos: al Santísimo Sacramento

Padre Nuestro …
Ave María …
Gloria …

Monitor: En la narración de la Última Cena, san Juan no habla de la institución de la Eucaristía,


sino que habla, en cambio, del lavatorio de los pies. El sacramento de la Eucaristía nos lo entrega
Jesús en medio de una condición de servicio que no puede ser despegado del sacrificio de la Cruz.
Acompañemos a Cristo en estos momentos de oración y pidamos la gracia de ser servidores como
Él.
Momento de silencio para meditar.

Monitor: Escuchemos ahora el Santo Evangelio. Nos ponemos de pie.

Si está presente un sacerdote, diácono o ministro lector, le corresponde a él la lectura, en otro


caso puede hacerlo cualquiera.

Del Evangelio según San Juan Jn 13,1-17

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que habi ́a llegado la hora de salir de este mundo para
ir al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando. El diablo ya habi ́a puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el
proyecto de entregar a Jesús. Y él sabi ́a que el Padre habi ́a puesto todas las cosas en sus manos, y
que de Dios habi ́a salido y que a Dios volvi ́a. Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ciñ ó
una toalla a la cintura y echó agua en un recipiente; luego se puso a lavarles los pies a los
disci ́pulos y a secárselos con la toalla.

Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo: —Señ or, ¿tú me vas a lavar los pies a mi ́? Jesús le respondió:
—Si no te lavo, no tendrás parte conmigo. Entonces Pedro le dijo: —Señor, si es asi ́, lávame no
sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Jesús le contestó: —El que se ha bañ ado no
necesita lavarse más que los pies; pues está todo limpio. También ustedes están limpios, aunque
no todos. Sabi ́a quién lo iba a entregar. Por eso dijo: «No todos están limpios».

Cuando terminó de lavarles los pies y se volvió a poner el manto, se sentó a la mesa y dijo: —
¿Entienden lo que he hecho? Ustedes me llaman «el Señ or y el Maestro» y con razón, porque lo
soy. Pues si yo que soy el Señ or y el Maestro les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse
los pies unos a otros. Les he dado ejemplo, para que hagan ustedes lo mismo que yo he hecho.
Porque en verdad les digo: El esclavo no es más que su amo, y el que es enviado no es más que el
que lo envi ́a. Ahora ya saben esto, serán felices si lo ponen en práctica. Palabra del Señor.

Monitor: Después de haber escuchado el Santo Evangelio, oremos con el salmista a Jesús
Eucaristía pidiendo ser servidores del Padre y de todos, como Cristo mismo nos enseñó para ser
expresión de su misericordia. Digamos después de cada trozo del salmo 40:

R/. Por nosotros, Jesús Eucaristía, tú te hiciste servidor hasta dar la vida en la Cruz.
Lector 1: deseo tener tu enseñanza en mis
Yo esperaba con ansia al Señor; entrañas. R/.
Él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor:
puso en mi boca un canto nuevo, Lector 2:
una alabanza a nuestro Dios. He proclamado tu salvación
Muchos, al verlo, se estremecieron ante la gran Asamblea;
y confiaron en el Señor. R/. no, no he cerrado los labios;
Señor, tú lo sabes. R/.
Lector 2:
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, Lector 1 y 2:
en cambio, me abriste el oído; Gloria al Padre,
no pides sacrificios ni víctimas por los y al Hijo,
pecados, y al Espíritu Santo.
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.
Todos:
Lector 1: Como era en el principio,
—Como en el Libro está escrito de mí— ahora y siempre,
para cumplir tu voluntad, Dios mío, por los siglos de los siglos. Amén.

R/. Por nosotros, Jesús Eucaristía, tú te hiciste servidor hasta dar la vida en la Cruz.

Momento de silencio para meditar.

Monitor: Señor Jesucristo, creemos firmemente que te encuentras presente en el Santísimo


Sacramento del altar y que desde aquí te hacer servidor y hermano de todos, te amamos con todo
el corazón y con toda el alma. Deseamos ardientemente recibirte en nuestros corazones para
contigo, contemplar a tu Padre que nos invita, bajo la acción del Espíritu Santo, a ser servidores
como Tú. Estamos aquí haciendo un espacio de silencio tan necesario entre el ruido del diario ir y
venir de estos días. ¡No permitas que nada ni nadie nos separe de Ti y aumenta en nosotros el
deseo de servir a todos como Tú! Amén.

CANTO PARA MEDITAR: quiero preguntar, Señor,


«HOY EN ORACIÓN». quiero escuchar tu voz,
tus palabras con tu amor.
Hoy en oración, Ser como eres Tú,
servidor de los demás, tus caminos junto al mar,
dime ¿cómo?, ¿en qué lugar?, tus palabras, tu verdad,
te hago falta más. ser imagen de Ti.
Ser como eres Tú,
Dime Señor, en qué te puedo servir, servidor de los demás,
déjame conocer tu voluntad. dime ¿cómo?, ¿en qué lugar?,
Dime Señor, en Ti yo quiero vivir, te hago falta más.
quiero de Ti aprender: saber amar.
Dime Señor, en qué te puedo servir...
Hoy quiero seguir,

Momentos de silencio para meditar.

Monitor: Escuchemos ahora unas palabras del Papa Francisco:

Lector 1: La Eucaristía “es una escuela de servicio humilde” que “nos enseña a estar preparados
para ser para los demás”, lo que también está “en el centro del discipulado misionero”. La
Eucaristía “cambia los corazones” y “nos permite ser premurosos, proteger a quien es pobre y
vulnerable y ser sensibles al grito de nuestros hermanos y nuestras hermanas en necesidad”.
Jesucristo “está siempre vivo y presente en su Iglesia, sobre todo en la Eucaristía, el sacramento de
su cuerpo y de su sangre”. “La presencia de Cristo en medio de nosotros no es solo un consuelo,
sino también una promesa y una invitación”.

Lector 2: La Eucaristía “es una promesa de que un día la alegría y la paz eternas nos pertenecerán
en la plenitud de su reino”, pero también es una invitación “a salir, como misioneros, para llevar el
mensaje de ternura del Padre, de su perdón y de su misericordia a todo hombre, mujer y niño”. En
el mundo hay mucha necesidad de este mensaje y “si pensamos en todos los conflictos, las
injusticias, las crisis humanitarias urgentes que marcan nuestro tiempo nos damos cuenta de lo
importante que es para todo cristiano ser un verdadero discípulo misionero, llevando la buena
noticia del amor redentor de Cristo a un mundo tan necesitado de reconciliación, justicia y paz”.

Lector 1: Recordando el Jubileo de la Misericordia, “estamos llamados a llevar el bálsamo de la


misericordia de Dios a toda la familia humana, vendar las heridas, llevar la esperanza donde la
desesperación tan habitual parece haber vencido”. Jesús nos deja, en la Última Cena dos gestos de
servicio que debemos imitar: el convivir con los discípulos y el Lavatorio de Pies. “Jesús podía
escuchar a los otros, escuchar sus historias, apreciar las esperanzas y las aspiraciones y hablarles
del amor del Padre”.

Lector 2: Contemplando la Eucaristía se sigue el ejemplo de Jesús “yendo al encuentro de los


otros, con espíritu de respeto y apertura, para compartir con ellos el don que nosotros mismos
hemos recibido”. “El testimonio de la vida transformada por el amor de Dios es para nosotros la
mejor forma de proclamar la promesa del reino de la reconciliación, justicia y unidad para la
familia humana”. Jesús lavó los pies de sus discípulos “como signo de servicio humilde, del amor
incondicional con el que ha dado su vida en la cruz por la salvación del mundo”.

Momentos de silencio para meditar.

Preces comunitarias

Escucha Señor, nuestras oraciones, que con humildad te presentamos:

R. Que la Eucaristía, Señor, nos dé fuerzas para ser servidores y evangelizar.

Por el Papa y los obispos, principales responsables de la evangelización, para que dóciles a la
voluntad del Padre, encarnando a Jesucristo en su vida logren, con los dones del Espíritu Santo,
transformar con el Evangelio el mundo en que vivimos. Oremos. R/.

Para que los gobernantes, sensibles a las exigencias del Evangelio, se preocupen del bien común y
de dar verdadero testimonio de servicio. Oremos. R/.

Por todos los cristianos que desgastan su vida en la tarea de la evangelización, para que liberados
de todos los peligros, continúen dando un testimonio fiel del Evangelio. Oremos. R/.

Por todas aquellas personas que no conocen el Evangelio, para que la fuerza que transforma se
manifieste pronto en sus vidas. Oremos. R/.

Por todos nosotros, para que el Señor nos aumente la fe y el compromiso de evangelizar el mundo
en que vivimos y no tengamos miedo de afrontar todos nuestro compromiso de ir y llevar el
evangelio, como la beata María Inés Teresa y tantos santos, hasta los últimos rincones de la tierra.
Oremos. R/.

Todos juntos, en familia, repitamos las palabras que nos enseñó Jesús, y oremos al Padre de todos
los hombres y mujeres de la tierra diciendo: Padre Nuestro...

Monitor: Nos preparamos para la bendición con el Santísimo

Ministro: Les diste pan del cielo. (T.P. Aleluya).


Todos: Que contiene en sí todo deleite. (T.P. Aleluya).

Luego el ministro se pone en pie y dice:

Oremos: Oh Dios, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tú Pasión, te
pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas por los siglos
de los siglos.

Si está presente el sacerdote o el diácono, se das la bendición como de costumbre; de otra


manera, se hace la reserva.

Letanías de desagravio a Jesús Sacramentado:

Bendito sea Dios.


Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

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