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UNIVERSIDAD SAN PEDRO

DEFICIENTE TRATAMIENTO DE AREA URBANA Y ESPACIOS ABIERTOS


URBANOS EN CHALLHUA

MARCO TEÓRICO

ESPACIOS ABIERTOS URBANOS: DEFINICIONES Y FUNCIONES

Definiciones

En la presente investigación se trata el concepto de espacio abierto


urbano. Este tiene diferentes acercamientos y aplicaciones, las cuales son
abordadas y especificadas en diversos estudios. El aspecto que más
identifica al momento de hablar de este concepto es el valor natural que
estos entregan a la ciudad, ya que la existencia de vegetación y de vida
silvestre es la primera imagen que se tiene de un espacio abierto.

Para Maruani & Amit‐Cohen (2007, pág. 2) los espacios abiertos “son
dominados por un medio ambiente “natural”, compuestos por elementos
abióticos (suelo, agua, minerales) y bióticos (plantas, animales,
microorganismos)…son caracterizados generalmente por un bajo nivel de
intervención que no cambia la “naturalidad intrínseca”, y permite el
funcionamiento continuo de los ecosistemas y supervivencia de los valores
de la naturaleza del paisaje”.

Según Jim & Chen (2003) los espacios abiertos pueden ser definidos como
lugares al aire libre que tienen una cantidad significativa de vegetación y
que se entienden principalmente como áreas seminaturales. Este punto es
importante al tratar temas urbanos, ya que los espacios abiertos cumplen
diferentes funciones y según Beatley (2000, citado en Kong & Nakagoshi
2006) los espacios urbanos verdes son vistos como el último remanente
natural en zonas urbanas.

La definición de Bettini, (1998, pág.136) es acotada a la zona urbana, ya


que señala que los espacios verdes urbanos o áreas verdes
corresponden a jardines privados residenciales, paseos lineares,
pequeñas plazas y grandes parques incluyendo propiedad pública y privada.
Por su parte Dascal utiliza en su artículo como sinónimo los conceptos de
áreas verdes, espacios abiertos, áreas recreativas y espacios verdes.
Dejando una defición operativa y aplicada a la ciudad.

Para el estudio las definiciones citadas de Maruani & Amit‐Cohen (2007) y


Jim & Chen (2003) de espacio abierto se consideran como las más
acertadas al concepto global, ya que por una parte contempla un paisaje al
aire libre y por otro se reconoce la condición de espacio seminatural, es
decir, se advierte un grado de intervención humana en ellos. La tipología de
espacio abierto citada por Maruani & Amit‐Cohen (2007) y (Bell, y otros
(2007) incluye una amplia gama de espacios que van desde zonas
urbanas
(parques, corredores verdes, amenidades de los espacios verdes), rurales (campos
agrícolas) y zonas con menor intervención o naturales (reservas o parques).

Basados en el concepto general de espacio abierto como un lugar al aire libre donde se
puede tener contacto y acceso a la naturaleza, es que en esta investigación acotó el
espacio abierto a una zona urbana: Área Metropolitana de Santiago de Chile.

Los espacios abiertos urbanos serán tratados bajo dos grandes categorías, en primer
lugar están las áreas verdes como plazas, parques, veredas, bandejones y campos
deportivos (el objetivo central ha sido evaluarlas en términos de conectividad y
accesibilidad) y en segundo término los sitios eriazos, estos corresponden a los suelos
urbanos que no tienen uso o “sitios café” (estos fueron tratados como un potencial aporte
a la mejora de los indicadores).

Es relevante considerar las definiciones existentes para las áreas verdes, según
organismos públicos con competencias en ellas. De acuerdo al Plan Regulador
Metropolitano de Santiago las áreas verdes “corresponden a los espacios urbanos
predominantemente ocupados (o destinados a serlo), con árboles, arbustos o plantas y
que permiten el esparcimiento y la recreación de personas en ello” (SEREMI MINVU RM,
2007, pág. 5). La Ley de Urbanismo y Construcción señala en su Ordenanza General
que estos espacios son una “superficie de terreno destinada preferentemente al
esparcimiento o circulación peatonal, conformada generalmente por especies
vegetales y otros elementos complementarios” (MINVU, 2007, pág. 4). Por su parte la
CONAMA considera a las áreas verdes como “los espacios urbanos, o de periferia a
éstos, predominantemente ocupados con árboles, las arbustos o plantas, que pueden
tener diferentes usos, ya sea cumplir funciones de esparcimiento, recreación, ecológicas,
ornamentación, protección, recuperación y rehabilitación del entorno o similares”.

Las definiciones del MINVU hacen mención a dos aspectos que han sido reconocidos
por otros autores. El primero es el uso de recreación y de ocio que los habitantes tienen
en estos espacios, y en segundo lugar reconoce que estos lugares albergan la flora y
micro fauna de las ciudades.

La definición utilizada por CONAMA no se acota solamente al beneficio social que


brindan estos espacios, ya que reconoce su rol ecológico dentro del ecosistema urbano
cuando menciona las funciones de protección, recuperación y rehabilitación del entorno
se está asumiendo su rol en el ecosistema urbano.
En este contexto es que se entenderá como área verde aquel lugar que cuente con las
características de espacio abierto: sin edificación y con presencia de flora y fauna,
cumpliendo las funciones de recreación, esparcimiento, ocio, ornamentación, ecológicas
y de protección del medio ambiente urbano.

Para English Nature los espacios verdes son valorados por la comunidad porque son
espacios de refugio de espacies de flora y fauna de otras áreas empobrecidas y además
son un beneficio público para la salud y el bienestar (Handley, y otros, 2003a). Este punto
es importante de destacar, ya que este es el rol más importante de los espacios verdes
al ser un lugar de refugio de la vida silvestre de las ciudades lo que implica un beneficio
directo a sus habitantes.

Además English Nature considera dos aspectos que son clave para este estudio, en
primer lugar habla de una red de espacios verdes estableciendo la necesidad de contar
con un sistema conectado de espacios verdes, ya que la obtención de los servicios
ambientales va a depender de su conectividad, es decir, de cuan continuos sean estos
en el territorio (Barker, 1997). Esta red o sistema verde requiere de una planificación
territorial que permita manejar y potenciar los espacios para mejorar aspectos
ambientales y sociales en las ciudades. En este tema menciona las necesidades de
tamaño y dimensión de los espacios verdes para que cumplan con su rol (generador de
hábitats) y al mismo tiempo señala que el tema de la accesibilidad a las personas es muy
relevante al tomar decisiones de planificación, ya que el uso de los espacios verdes está
directamente condicionado a la distancia que tengan de las viviendas (Handley, y otros,
2003a y 2003b).

Funciones

Es reconocido por diversos autores el rol de los espacios abiertos en el diseño


de ciudades más agradables y amigables, así lo mencionó también la presidenta de la
República Michel Bachelet en su discurso presidencial del 21 de mayo 2006(MINVU,
2006). Para ello es necesario incluir en la planificación, el manejo y el diseño de los
espacios abiertos, integrándolos a los diferentes usos del suelo (residencial, industrial,
comercial, de protección natural, de riesgo natural, entre otros). Esto es un punto
crucial en el desarrollo de las ciudades si se considera que “los acelerados
procesos de urbanización y de metropolización, característicos de América Latina,
tornan muchas veces y para muchos inhabitable la ciudad, ahondando los problemas
de marginalidad y pobreza” (Gross, 2002, pág.
47)
.

En cuanto a la planificación de los espacios abiertos, Maruani & Amit‐Cohen (2007,


pág. 3) identifican dos acercamientos. Uno que se centra en el “abastecimiento o
provisión de los espacios abiertos como respuesta a las demandas o exigencias del ser
humano para la recreación, las amenidades y la calidad ambiental” y que lo denominan
como un enfoque de la demanda de estos espacios. El segundo acercamiento se
refiere a la conservación de estos espacios abiertos para proteger el paisaje existente y
su valor natural, este enfoque busca proteger los recursos naturales de los espacios
abiertos, debido a la importancia de las funciones ecológicas que estos entregan. Estos
enfoques nos acercan a las funciones sociales y ecológicas que cumplen los espacios
abiertos urbanos.

El interés de realizar estudios sobre los espacios abiertos urbanos y de integrarlos en la


planificación de ciudades radica en las funciones que estos cumplen en los ecosistemas
urbanos, funciones que permiten entregar servicios ecosistémicos y sociales. Al respecto
se debe tener en cuenta la visión que se tenga de estos espacios, ya que según Bettini
(1998) en la actualidad la perspectiva muchas veces no se preocupa de la forma en que
se manejen estos espacios aludiendo por ejemplo a que las soluciones apuntan sólo a la
reforestación, sin fijarse si el tipo de especies es la adecuada. Además señala que

se debe tener especial cuidado en cómo se realiza el manejo de los espacios verdes4,
debido a que las funciones ecológicas y ambientales que entrega la vegetación están
directamente relacionada con las formas o estructuras, afirmando que “la forma sucede a
la función”.

a) Funciones ecológicas
En primer lugar se plantean las funciones ecosistémicas o ecológicas de estos espacios,
las que se encuentran ligadas directamente al medio ambiente urbano, ya que estos
espacios juegan un rol importante en las temáticas ligadas a la contaminación del aire,
agua y suelo, lo que afecta directamente a la calidad de vida de la población. Barker
(1997) cita a diversos autores (Council of Europe, 1989ª; Countryside Commission, y
otros, 1991; Forman, 1991; Lyle & Quinn, 1991; Serans, 1995; Tapsell, 1995) para dejar
en claro que las funciones de los espacios abiertos van más allá de la recreación y de la
belleza paisajística, debido a que estos espacios permiten absorber las aguas lluvias y
contaminantes (Groot,
1994; Conine, y otros, 2004; citado en Kong & Nakagoshi, 2006), mejorar la calidad del
agua, albergar
fauna y mantener la biodiversidad (Attwell, 2000; citado en Kong & Nakagoshi,
2006), prevenir la erosión del suelo (Binford & Buchenau, 1993; citado en Kong &
Nakagoshi, 2006), atenuar los efectos de la isla de calor (Stanners & Bourdeau, 1995;
Miller, 1997; citado en Kong & Nakagoshi, 2006), entre otros.

En este punto cabe señalar que las funciones ecológicas se aplican tanto para las áreas
verdes como los sitios eriazos, ya que como se ha mencionado anteriormente estos
últimos contribuyen a la infiltración de las aguas y albergan especies de flora y fauna
que no existen en áreas verdes y parques urbanos

(Altherr, 2007; Knapp, y otros, 2008;


Luther,2008).

Según Tratalos, y otros (2007) los servicios ecosistémicos tales como el secuestro del
carbono, intercepción de las aguas lluvia, regulación del clima y el potencial de
biodiversidad están influenciados por la disponibilidad y tipos de la cobertura de la
vegetación.

De esta manera si la densificación de las ciudades trae consigo una disminución de la


cobertura vegetal y un cambio en la configuración espacial de los espacios que albergan
vegetación los servicios ecosistémicos pueden verse afectados negativamente (Arnold
& Gibbons, 1996; McPherson, 1998; Simpson, 1998; Xiao, y otros, 1998; Weng, 2001;
Whitford, y otros, 2001; citados en Tratalos, y otros,2007).

Terradas (2001, pág. 83) menciona el importante rol ecológico que cumplen los espacios
verdes en la ciudad, ya que permiten la permeabilidad del territorio a plantas y animales:
…”más verde urbano quiere decir más permeabilidad para las otras especies en general,
aunque la permeabilidad varía para cada una de ellas”.

Un aspecto importante que se debe tener en cuenta al hacer mención de los servicios
ecosistémicos es el tamaño y la distribución que los espacios abiertos tengan, ya que la
superficie de los espacios verdes determina que se cumplan las funciones ecosistémicas
(Palomo, 2003), porque pequeños espacios no podrían dar cumplimiento por ejemplo a
secuestro de carbono o a control de inundaciones. La discusión del tamaño mínimo
requerido es amplia y en Europa los requirimientos son de 2 Ha (Harrison, y otros,
1995), frente a ello el criterio del tamaño deberá adaptarse a la
realidad local.

b) Funciones sociales
En segundo lugar están las funciones sociales que prestan los espacios abiertos a los
habitantes de las ciudades, estos son importantes por el rápido proceso de urbanización
en el que estamos insertos y que trae consigo diversas problemáticas ambientales y
sociales. En este último punto se enfrentan las desigualdades socioeconómicas y ello
queda reflejado en la estructura de las ciudades. En nuestro caso, la ciudad de Santiago
tiene un patrón socioespacial donde las diferencias socioeconómicas son marcadas entre
los sectores altos (“elite”) y los estratos más bajos (“poblaciones”), esto ha potenciado
una fuerte relación entre segregación espacial y problemas sociales, situación que es
común para las ciudades latinoamericanas de México, Argentina y Brasil (Sabatini, y
otros, 2001).

Al respecto Gross (2002, pág. 46 y 47) menciona que “a nivel latinoamericano, Santiago
es un caso patético en cuanto a marginación, exclusión, segregación social y espacial
de sus habitantes. Si bien se trata de un fenónemo mundial, el caso nuestro es casi
extremo, dada la forma tan categórica como se dividen los distintos grupos
socioeconómicos en su localización al interior de la ciudad”.

Si bien es cierto que los sitios eriazos son vistos en esta investigación como un potencial
aporte a la dotación de las áreas verdes no se puede desconocer sus impactos negativos
en la ciudad, ya que al ser espacios abandonados se prestan muchas veces como
depósitos de basuras y escombros (microbasurales) y son lugares riesgosos de
transitar por temas de delincuencia, generando inseguridad en la población (Knapp, y
otros, 2008). Por este motivo es que las funciones sociales descritas a continuación
se aplicarán a las áreas verdes y no a los sitios eriazos.

Uno de los problemas en la salud de las personas son las enfermedades relacionadas
con el estrés tales como el insomnio, fatiga, depresión, sensaciones de pánico, entre
otras (Grahn & Stigsdotter, 2003). El estudio aplicado en Suecia por Grahn & Stigsdotter
(2003) señala que las personas que visitan más a menudo los espacios abiertos urbanos
presentan con menor frecuencia enfermedades relacionadas con el estrés, así también
lo menciona Huang, y otros (1992; citado en Barker, 1997). Además favorece la reducción
de los índices de obesidad (Nielsen & Hansen 2007, en Altherr, 2007) y los estilos de
vida más activos en la población de tercera edad (Sugiyama & Ward Thomson, 2007).
Ante esto parece imprescindible la necesidad de contacto con la naturaleza para el ser
humano, así lo sugiere Rohde & Kendle (1994; citado en Barker, 1997): “los seres
humanos necesitan tener contacto con la naturaleza en el curso normal de sus vidas (en
su diario vivir) y no se requiere ningún esfuerzo especial (o viaje) para obtenerlo”. En este
punto se contempla la accesibilidad que deben tener dichos espacios y cuyo estándar y
concepto será discutido en el punto 4.3.
Matsuoka & Kaplan (2008) entienden que la función social de estos espacios es
entregar un beneficio que se transforma en una necesidad de tener contacto con la
naturaleza. Ellos explican que esta necesidad se divide en dos categorías: la primera
la denomina como “necesidades de la naturaleza”. Dentro de ésta se encuentran el
contacto con la naturaleza para su contemplación, preferencia estética (belleza del
paisaje) y la recreación (actividades deportivas y juegos). Estos tipos tienen relación con
el tiempo libre y de ocio que son cada vez más necesarios e internalizados en la
sociedad, debido a los cambios en el estilo de vida, situación que es producto entre otras
cosas del proceso de urbanización a escala global. La segunda categoría la denomina
“necesidades de interacción humana”. Esta hace referencia a temas que tienen que ver
con la sociedad y como se relacionan las personas, ya que indica como necesidad que
los ciudadanos participen del proceso de diseño de los espacios verdes poniendo
hincapié en el sentido de identidad de la comunidad con dichos espacios de encuentro.

Al respecto también se debe considerar el valor agregado que estos espacios


proporcionan a la sociedad al prestar lugares para la recreación y el ocio, los que son
vistos como servicios que proporcionan los espacios abiertos a la sociedad (Maruani &
Amit‐Cohen, 2007). Estos valores son descritos por Maruani
& Amit‐Cohen (2007) como: escénicos al enverdecer la ciudad; sicológicos al estar en
contacto con la naturaleza las personas se relajan lo que contribuye a disminuir el estrés;
social al promover encuentros sociales e integración; servicios educacionales y
científicos al brindar ambientes naturales y seminaturales para la investigación.

Existen también implicancias económicas producto de los servicios que entregan los
espacios abiertos a la ciudad y estos tienen relación con el valor económico o agregado
que dichos lugares dan al suelo y a las dinámicas económicas relacionadas con la
construcción y el desarrollo urbano. Estas implicancias se reflejan en el aumento de los
valores de la propiedad y de las viviendas (Geoghegan, y otros, 1997; Tyrvainen, 1997;
Morancho, 2003; citados en Kong & Nakagoshi, 2006), costos de iluminación,
calefacción de edificios y mayor facilidad de atraer negocios y a empleados (e.g. Luttik,
2000; Tyrvainen
& Miettinen, 2000; Morancho, 2003; CABE Space, 2004; citados en Tratalos,
y otros, 2007).

La perspectiva de los servicios ambientales analizada en este capítulo muestra una clara
visión utilitaria de los espacios abiertos urbanos, ya que siempre se está planteando la
serie de beneficios que estos entregan al ecosistema urbano y a la sociedad que habita
en él. Se asume que los valores de dichos espacios radican en la necesidad de apreciar
su función dentro del sistema socioecológico (Gallopin,
2003; Redman, y otros, 2004), son parte importante para generar buenas condiciones de
bienestar y de calidad de vida para las personas, esta idea es apoyada por Maruani &
Amit‐Cohen (2007, pág. 2) al mencionar que “la percepción de los espacios como
proveedores de servicios refleja un acercamiento utilitario, que ve las ventajas derivadas
de funciones del espacio abierto como justificación para su existencia”. Ante esto, la
planificación de estos espacios se realiza con un punto de vista utilitario, ya que se busca
conservar los recursos naturales y sus procesos por las ventajas y por los servicios que
estos entregan a la sociedad (Helliwell, 1985; Safriel, 1991; citado en Maruani & Amit‐
Cohen, 2007).

En el siguiente diagrama se expresa claramente el enfoque de servicios que se discutió


en los párrafos anteriores, mostrando su interrelación y el fundamento de la presente
investigación:

Figura 3.1 Relación entre servicios ambientales de la vegetación

Fuente: Millennium Ecosystem Assessment (2007), citado en


Reyes, y otros,(2008)
Para los efectos de la investigación los servicios ecosistémicos que interesan o más bien
que los espacios abiertos urbanos pueden brindar son los referidos en la Figura 3.1 como:
regulación y culturales. En cuanto a los referidos como bienestar (función social) interesa
el conjunto completo de la figura, ya que estos espacios son de vital importancia en todos
los ámbitos que involucran a la sociedad.
La contribución de los servicios o funciones ecosistémicas y sociales van a depender de
muchas variables tales como superficie, distribución, conectividad y accesibilidad de
los espacios abiertos (Barbosa, y otros, 2007; Duc Uy & Nakagoshi, 2008). Por este
motivo se abordan dos aspectos de estos espacios: la conectividad que se relaciona con
la prestación de servicios ecosistémicos (Palomo, 2003) y la accesibilidad que involucra
los servicios sociales de dichos espacios (Barbosa, y otros, 2007). A continuación se
discuten ambos temas.

CONECTIVIDAD DE LOS ESPACIOS ABIERTOS URBANOS:


ÁREAS VERDES

Para abordar y comprender el concepto de conectividad es necesario mencionar el


modelo de Matriz ‐ Parche – Corredor propuesto por Forman & Godron (1986), ya que
este es la conceptualización de la Ecología del Paisaje que fue utilizada como
fundamento teórico y metodológico para entender el funcionamiento de la ciudad como
un ecosistema urbano. El modelo se centra en el estudio del paisaje con el objetivo de
conocer el funcionamiento ecológico del sistema y está compuesto por tres
elementos: matriz, parche (mancha) y corredor.
Para identificar la matriz existen dos criterios: (1) considerar como matriz al elemento que
posea una mejor conectividad, es decir, un grado elevado de interconexión y (2)
considerar como matriz aquel elemento que tenga mayor influencia en la dinámica del
paisaje estudiado (Forman & Godron, 1986). En nuestro caso el segundo criterio permite
como la matriz a la mancha urbana del AMS.

La matriz también puede ser definida como “el elemento paisajístico más extendido y
conectado, y constituye el aspecto relevante del paisaje. La dinámica natural del paisaje
depende en gran medida de la matriz” (Evia & Gudynas, 2000, pág. 25).

El concepto de parche se entiende como áreas que poseen características relativamente


homogéneas, las cuales las diferencian de los demás elementos presentes en el
paisaje (Forman & Godron, 1986; citado en Rodà, 2003). Un ejemplo para comprender
el concepto de parche es pensar en un bosque emplazado en una región metropolitana,
donde las características urbanas son las que priman. En esta investigación las áreas
verdes y los sitios eriazos son entendidos como los parches dentro de la mancha urbana
o matriz.

Los corredores son “elementos lineales del paisaje...pueden ser conductos que canalizan
determinados flujos pero que también pueden ser barreras o filtros para otros flujos”
(Rodà, 2003, pág. 44). Una definición más estructural señala que es la unidad lineal o
de franja que puede conectar o no a los parches presentes en la matriz (Evia &
Gudynas, 2000). Ejemplos de corredor son los cursos de agua (canales, quebradas, ríos),
caminos, rutas, entre otros.

El siguiente esquema entrega una idea visual del modelo


del paisaje:

Figura 3.2 Modelo Matriz – Parche – Corredor

Fuente: Rosenberg, y otros, (1997), citado y modificado


en Gurrutxaga, 2004

De acuerdo a García (2007), el estudio de los procesos ecológicos a escala de paisaje


se llevan a cabo desde tres perspectivas: “estudio del papel de determinadas estructuras
del paisaje para la dispersión de especies de especial interés (Conectividad) análisis del
papel del mosaico territorial en el mantenimiento de los flujos ecológicos (Permeabilidad)
e integridad ecológica a escala de paisaje”. Así también define la
Conectividad Ecológica como: “la capacidad del territorio para permitir el flujo
de una especie entre teselas con recursos” (García, 2007, págs. 31‐32).

El concepto de conectividad es ampliamente utilizado en la literatura referida


a los cambios en el paisaje, sin embargo no es de fácil uso en la práctica, ya
que abordar completamente la conectividad de manera cuantitativa es un
proceso complejo porque debe considerar estudios a largo plazo que
entreguen información acerca de los requerimientos de hábitat y del
comportamiento (dispersión y movilidad) de las especies(Lindenmayer &
Fischer, 2006). Ante esto es necesario aclarar diferentes clasificaciones que
se hacen del concepto para lograr comprender la aplicación utilizada en este
estudio.

En primer lugar se debe mencionar la diferencia entre conectividad


estructural y conectividad funcional. El primero tiene relación con la conexión
física de los elementos del paisaje, es decir, de cómo están distribuidos los
parches al interior de la matriz, esta se puede medir con el índice del vecino
más cercano, índice de cohesión o CONNECT, los dos últimos se obtienen
con el software Fragstats 3.3 que ha sido utilizado en esta investigación.
Este concepto señala cuan distanciado o cuan cercanos están los
fragmentos del hábitat en el paisaje, de esta manera la cuantificación de
dicha distancia dirá si hay más o menos conectividad (Forman & Godron,
1986; Gurrutxaga, 2004.

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