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1 - Lenguaje y verdad
Pero Rorty señala, que desde Hegel, los pensadores historicistas se han
opuesto a esa supuesta existencia de una esencia, o de algo, que pueda ser
llamado “naturaleza humana” y que se encuentre presente en todos los hombres.
En este sentido, el historicismo ha sostenido que no hay nada que sustente al “yo”
más allá de las circunstancias históricas, solo éstas son definitorias de lo humano.
(Los seres humanos no hallan la verdad, sino que la hacen).
Hay que distinguir entre la afirmación de que el mundo está ahí afuera y la
afirmación de que la verdad está ahí afuera. La verdad no puede estar ahí afuera -
-no puede existir independientemente de la mente humana- porque las
proposiciones no pueden tener esa existencia, estar ahí afuera. El mundo está ahí
afuera, pero las descripciones del mundo no. Sólo las descripciones del mundo
pueden ser verdaderas o falsas.
El mundo no habla. Sólo nosotros lo hacemos. El mundo, una vez que nos
hemos ajustado al programa de un lenguaje, puede hacer que sostengamos
determinadas creencias. Pero no puede proponernos un lenguaje para que
nosotros lo hablemos. La verdad es una propiedad de entidades lingüísticas, de
proposiciones.
Teorías momentáneas – Contingencia de lenguaje
Género
“Los géneros pueden definirse como clases de textos u objetos culturales”,
establece Oscar Steimberg, porque los géneros se crean en la cultura, no son
inventados por los científicos, existen en la semiosis social y se usan
permanentemente. La ciencia los toma y los estudia pero no los crea. También les
otorga el rasgo de “discriminables en todo lenguaje o soporte mediático”, ya que
están presentes en todo lenguaje o soporte mediático (en la ropa, en la música, en
la moda, o en la televisión). A su vez revela que “presentan diferencias
sistemáticas entre sí”, es decir, son como moldes donde la semiosis social
organiza y diferencia las cosas. “En su recurrencia histórica instituyen condiciones
de previsibilidad en distintas áreas de desempeño semiótico e intercambio social”,
porque los géneros al generar previsibilidad, nos sirven para facilitan el
intercambio, permiten que sepamos que esperar de un discurso aunque no lo
conozcamos.
Los géneros son elementos de clasificación, son las reglas que nos
permiten reconocer lo que estamos viendo porque estos se instituyen como regla,
son estables aunque pueden sufrir transformaciones. Siguiendo a Steimberg, los
géneros permiten clasificar los textos u objetos culturales, como las revistas, los
diarios o los portales de noticias y además, son discriminables según en qué
dispositivo se encuentren, es decir, en que soporte mediático.
Asimismo, estos géneros hacen sistema: “No solo hacen sistema en los
distintos campos de desempeño semiótico (géneros de la información, del
entretenimiento, etcétera) sino también en los medios en los que se asientan: las
jerarquías entre géneros elevados y populares, y sus niveles intermedios, se
producen en cada soporte y sus lenguajes”, señala Steimberg citando a Mario
Carlon. Los géneros se reconocen en oposición, se definen en oposición.
Estilo
“Los estilos son modos de hacer postulados socialmente como
característicos de distintos objetos de la cultura y perceptible en ellos” señala
Steiberg. Es una manera de hacer proyectable sobre distintos tipos discursivos.
Estos estilos, si bien pueden asentarse, “exhiben históricamente la condición
centrífuga, expansiva y abarcativa” propia de una manera de hacer, en oposición
al carácter “especificativo, acotado y confirmatorio de los límites de un área de
intercambios sociales” que le pertenece a los géneros.
El estilo es la forma con la que podemos jugar con las reglas del género.
Estos nacen de los estilos y se pueden transformar mediante ellos. Género y estilo
se complementan, no compiten, se alimentan y construyen entre sí. Pero tienen
una diferencia, el género es sincrónico (necesita de otros discursos), y los estilos
se construyen al revés, no necesitan sincronía. En otras palabras, que los géneros
hagan sistema en sincronía quiere decir que cuando se recorta un determinado
momento histórico se puede observar que géneros están presentes y que géneros
no lo están. Se puede reconocer una época por los géneros que existían en ella.
Los géneros que se dan en ese momento se relacionan entre sí principalmente por
sus diferencias. Por ejemplo: el drama no es comedia, reconocemos al género
drama por sus diferencias con otros géneros.
Temático: Los rasgos temáticos tienen que ver con el contenido, de lo que
habla o trata el discurso. Es el sentido global del texto, pero también exterior al
texto. Normalmente el tema está construido culturalmente. Se debe mirar
totalmente para reconocer los motivos.
Pragmática y Sociosemiótica
Si bien Verón trabaja sobre corpus atestiguados (es decir, textos que fueron
producidos, circularon y fueron reconocidos), la lingüística trabaja sobre frases
descontextualizadas para dar cuenta de normativas que regulan el empleo de
esas frases.
Por último, mientras que el discurso es, para la lingüística ampliada, una
sumatoria de enunciados, para Verón, en cambio, el discurso es una configuración
espacio-temporal de sentido.
La mirada que Jean-Marie Cavada dirige al ojo vacío de la cámara hace que
yo, telespectador me sienta mirado: está ahí, lo veo, me habla. Finalmente, el
noticiero televisivo ha elegido constituirse alrededor de esta operación
fundamental (…) los ojos en los ojos, se convierte en una de las marcas del
género. Denominamos a esta operación el eje Y-Y.
También Verón va a decir que “el eje O-O es una suerte de caución de
referenciación, y que, por lo tanto, ha llegado a ser una marca de identificación del
discurso informativo”. Esto significa que el eje O-O es una operación que garantiza
la referencia a la actualidad, actúa como una garantía de que el discurso se haya
anclado en el real de la actualidad.
Así, el eje O-O (los Ojos en los Ojos) se constituye como una propiedad
característica del discurso audiovisual de la información.
De este modo, los políticos, por lo general, suelen mirar al periodista, “pero,
hay momentos (poco frecuentes) en los que el político mira también a cámara. Se
marca de este modo un cambio importante en su posición de enunciación (…) Así,
en esta particular situación de enunciación, la del diálogo entre el periodista y el
político, el deslizamiento de la mirada de este último hacia la cámara es una
operación comparable a las itálicas en la escritura: subraya la importancia, el ‘peso
de verdad’, que el enunciador atribuye a una frase determinada”.