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19/1/2018 “Tengo una obra para ti” ­ Por el élder John C. Pingree Jr.

“Tengo una obra para ti”


Octubre 2017 Conferencia general
Por el élder John C. Pingree Jr.
De los Setenta

Cada uno de nosotros tiene una función importante que cumplir para hacer
avanzar la obra de Dios.

Dios declaró a Moisés: “Tengo una obra para ti” (Moisés 1:6). ¿Alguna vez se han
preguntado si nuestro Padre Celestial tiene una obra para ustedes? ¿Hay cosas
importantes que lograr para las cuales Él los haya preparado a ustedes
especí៯�camente? Testi៯�co que la respuesta es ¡sí!

Consideren a Girish Ghimire, que nació y se crió en Nepal. De adolescente, estudió en


China, donde un compañero de clase compartió el evangelio de Jesucristo con él.
Después de un tiempo, Girish vino a la Universidad Brigham Young para cursar
estudios de posgrado y conoció a su futura esposa. Se establecieron en el valle de
Lago Salado y adoptaron a dos niños de Nepal.

Años después, cuando más de 1500 refugiados de campamentos en Nepal fueron


trasladados a Utah1, Girish se sintió inspirado a ayudar. Con la capacidad de hablar el
idioma y un conocimiento de la cultura, Girish sirvió como intérprete, maestro y
mentor. Después de establecerse en la comunidad, algunos refugiados nepaleses
mostraron interés en el Evangelio; se organizó una rama de habla nepalí y
posteriormente Girish sirvió como el presidente de rama. También él fue parte
fundamental a la hora de traducir el Libro de Mormón al nepalés.

¿Pueden ver cómo el Padre Celestial preparó y está utilizando a Girish?

Dios tiene una obra para cada uno de nosotros


Hermanos y hermanas, Dios tiene una obra importante para cada uno de nosotros.
Dirigiéndose a las hermanas, pero enseñando verdades que se aplican a todos, el
presidente Spencer W. Kimball enseñó: “En el mundo preterrenal, [se nos] dieron
ciertas asignaciones… Aunque no recordemos ahora esos detalles, ello no altera la
gloriosa realidad de que en una oportunidad estuvimos de acuerdo con ese plan”2.
¡Qué verdad tan ennoblecedora! Nuestro Padre Celestial tiene cosas especí៯�cas e
importantes para que hagamos ustedes y yo (véase Efesios 2:10).

Estas asignaciones divinas no están reservadas para unos pocos privilegiados, sino
que son para todos nosotros, sin importar nuestro sexo, edad, raza, nacionalidad,
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nivel de ingresos, estatus social o llamamiento en la Iglesia. Cada uno de nosotros


tiene una función importante que cumplir para hacer avanzar la obra de Dios (véase
Moisés 1:39).

Algunos dudamos de que el Padre Celestial pueda utilizarnos, a nosotros, para hacer
contribuciones importantes; pero recuerden, Él siempre ha utilizado a personas
comunes y corrientes para lograr cosas extraordinarias (véanse 1 Corintios 1:27–28;
D. y C. 35:13; 124:1). “[Somos] agentes” y “el poder está en [nosotros]” para “efectuar
mucha justicia” (D. y C. 58:27–28)3.

El presidente Russell M. Nelson explicó:

“El Señor tiene más en mente para ustedes de lo que ustedes tienen en mente para
ustedes mismos! “Ustedes han sido reservados y preservados para esta época y
lugar…

“El Señor necesita que cambien el mundo. A medida que aceptan y siguen Su voluntad
para ustedes, ¡se encontrarán logrando lo imposible!”4.

De modo que, ¿cómo llegamos a comprender y hacer la obra que Dios espera que
hagamos? Permítanme compartir cuatro principios que ayudarán:

Centrarse en los demás


Primero, centrarse en los demás. Podemos seguir a Cristo, quien “anduvo haciendo
bienes” (Hechos 10:38; véase también 2 Ne៯� 26:24).

Cuando regresé de mi misión de tiempo completo, extrañaba el propósito diario del


que había disfrutado. Obviamente, necesitaba guardar mis convenios, recibir una
educación, establecer una familia y ganarme la vida; pero me preguntaba si había algo
más, o incluso algo especial, que el Señor quería que yo hiciera. Después de meditarlo
por varios meses, leí este versículo: “Si quieres, serás el medio para hacer mucho bien
en esta generación” (D. y C. 11:8). El Espíritu me ayudó a comprender que el propósito
principal de las asignaciones divinas es bendecir a los demás y “hacer mucho bien”.

Podemos abordar las decisiones importantes de nuestra vida —como qué estudiar,
en qué trabajar o dónde vivir— dentro del contexto de ayudar a los demás.

Una familia se mudó a una nueva ciudad, y en lugar de buscar una casa en un barrio
próspero, sintieron la impresión de establecerse en un zona con grandes necesidades
sociales y económicas. A través de los años, el Señor ha trabajado por medio de ellos
para apoyar a muchas personas y para edi៯�car su barrio y estaca.

Un profesional médico tenía un consultorio típico, pero se sintió guiado a


proporcionar atención gratuita un día a la semana a personas que no tenían seguro
médico. Gracias a la disposición de este hombre y su esposa de bendecir a los demás,

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el Señor proporcionó una manera para que ellos apoyaran a cientos de pacientes
necesitados al mismo tiempo que criaban a su gran familia.

Descubrir y cultivar dones espirituales


Segundo, descubrir y cultivar dones espirituales. El Padre Celestial nos dio estos
dones para ayudarnos a determinar, llevar a cabo y disfrutar de la obra que Él tiene
para nosotros.

Algunos de nosotros nos preguntamos: “¿Tengo algún don?”. De nuevo, la respuesta


es, ¡sí!. “A todo hombre [y mujer] le es dado un don por el Espíritu de Dios… para que
así todos se bene៯�cien” (D. y C. 46:11–12; énfasis agregado)5. Varios dones
espirituales se documentan en las Escrituras (véanse 1 Corintios 12:1-11, 31; Moroni
10:8–18; D. y C. 46:8–26), pero hay muchos más6. Algunos podrían ser: tener
compasión, expresar esperanza, llevarse bien con las personas, organizar
e៯�cazmente, hablar o escribir de modo persuasivo, enseñar con claridad y trabajar
arduamente.

Entonces, ¿cómo llegamos a conocer nuestros dones? Podemos consultar nuestra


bendición patriarcal, preguntar a las personas que mejor nos conocen y reconocer
personalmente lo que naturalmente podemos hacer bien y lo que disfrutamos. Más
importante aun, podemos preguntarle a Dios (véanse Santiago 1:5; D. y C. 112:10); Él
sabe cuáles son nuestros dones, ya que fue Él quien nos los dio (véase D. y C. 46:26).

A medida que descubrimos nuestros dones, tenemos la responsabilidad de


desarrollarlos (véase Mateo 25:14–30). Aun Jesucristo “no recibió de la plenitud al
principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud” (D. y C.
93:13).

Un joven creó ilustraciones para promover valores religiosos. Mi favorita es un retrato


del Salvador, una copia del cual está colgada en nuestro hogar. Este hermano
desarrolló y utilizó sus dones artísticos; por medio de él, el Padre Celestial ha
inspirado a otras personas a que mejoren su discipulado.

A veces sentimos que no tenemos ningún don que sea particularmente importante.
Un día, una hermana que se sentía desanimada rogó: “Señor, ¿cuál es mi ministerio
personal?”. Él contestó: “Estar pendiente de los demás”. ¡Era un don espiritual! Desde
entonces, ella ha encontrado gozo al estar pendiente de aquellas personas que a
menudo están olvidadas, y Dios ha bendecido a muchas personas por medio de ella.
Mientras que algunos de nuestros dones espirituales tal vez no nos hagan
prominentes según las normas del mundo, son esenciales para Dios y Su obra7.

Utilizar la adversidad

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Tercero, utilizar la adversidad. Nuestras pruebas nos ayudan a descubrir la obra que
el Padre Celestial tiene para nosotros y a prepararnos para ella. Alma explicó:
“… después de mucha tribulación, el Señor… me ha hecho instrumento en sus manos”
(Mosíah 23:10)8. Igual que el Salvador, cuyo sacri៯�cio expiatorio le permite
socorrernos (véase Alma 7:11–12), nosotros podemos usar el conocimiento que
adquirimos de las experiencias difíciles para levantar, fortalecer y bendecir a los
demás.

Después de que un exitoso ejecutivo de recursos humanos fue despedido, leyó su


bendición patriarcal y se sintió inspirado a fundar una compañía para ayudar a otros
profesionales a encontrar empleo. (Incluso me ayudó a mí a encontrar trabajo cuando
nuestra familia regresó de servir una misión). El Señor usó esa prueba como un
peldaño para bendecir a los demás, mientras que le proporcionó a él una carrera más
signi៯�cativa.

Una pareja joven tuvo una bebé que nació muerta. Con corazones rotos, para honrar
a su hija, decidieron proporcionar terapia y apoyo material a padres que estaban
pasando por situaciones parecidas. El Señor ha trabajado por medio de esa pareja
debido a la empatía especializada que obtuvieron por medio de la adversidad.

Con៯�ar en Dios
Y cuarto, con៯�ar en Dios. Cuando le preguntamos a Él con fe y verdadera intención, Él
nos revelará nuestras asignaciones divinas9. Una vez que las descubramos, Él nos
ayudará a cumplir esas asignaciones. “Todas las cosas… están presentes ante [Sus]
ojos” (D. y C. 38:2; véase también Abraham 2:8), y en el momento adecuado, Él abrirá
las puertas que sean necesarias para nosotros (véase Apocalipsis 3:8). Hasta envió a
Su Hijo, Jesucristo, a ៯�n de que podamos depender de Él para obtener fuerza más allá
de nuestras habilidades naturales (véanse Filipenses 4:13; Alma 26:12).

Un hermano, preocupado por las decisiones del gobierno local, sintió la impresión de
postularse para un cargo público. A pesar del proceso abrumador de hacer campaña,
él ejerció la fe y reunió los recursos para hacerlo. Al ៯�nal, no ganó, pero sintió que el
Señor le dio guía y fortaleza para abordar temas que eran importantes para la
comunidad.

Una madre soltera, que tiene hijos con discapacidades de desarrollo, dudaba de
poder satisfacer las necesidades de su familia adecuadamente. Aunque ha sido difícil,
ella siente fortaleza por parte del Señor para cumplir con éxito su misión tan
importante.

Palabras de advertencia

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Al mismo tiempo que Dios nos ayuda a cumplir con nuestras asignaciones divinas, el
adversario intenta distraernos y disuadirnos de tener una vida signi៯�cativa.

El pecado probablemente es nuestra piedra de tropiezo más grande, nos insensibiliza


al Espíritu Santo y restringe nuestro acceso al poder espiritual. Para efectuar la obra
que el Padre Celestial tiene para nosotros, debemos esforzarnos por ser puros (véase
3 Ne៯� 8:1). ¿Vivimos de tal manera que Dios pueda trabajar por medio de nosotros?

Satanás también busca distraernos con cosas menos importantes. El Señor advirtió a
un líder de los comienzos de la Iglesia: “Tus pensamientos han estado en las cosas de
la tierra más que en las que son de mí… y en el ministerio al cual has sido llamado”
(D. y C. 30:2). ¿Estamos tan preocupados con las cosas del mundo que nos distraemos
de nuestras asignaciones divinas?

Además, Satanás nos desalienta con sentimientos de ineptitud; hace que nuestro
trabajo parezca demasiado difícil o intimidatorio. Sin embargo, ¡podemos con៯�ar en
Dios!. Él nos ama. Él desea que tengamos éxito. Él “va delante de [nosotros]; él estará
[con nosotros], no [nos] dejará” (Deuteronomio 31:8; véanse también Salmo 32:8;
Proverbios 3:5–6; Mateo 19:26; D y C 78:18).

Puede que Satanás también intente convencernos de que nuestra labor no es tan
importante como la labor asignada a los demás; Pero cada asignación que venga de
Dios es importante, y sentiremos satisfacción a medida que nos “[gloriemos]… en lo
que el Señor [nos] ha mandado” (Alma 29:9).

Al trabajar Dios por medio de nosotros, puede que el adversario nos tiente a
atribuirnos el mérito de cualquier logro; no obstante, podemos emular la humildad
del Salvador al desviar los elogios personales y glori៯�car al Padre (véanse Mateo 5:16;
Moisés 4:2). Cuando un reportero intentó reconocer a la Madre Teresa por la misión
de su vida de ayudar a los pobres, ella respondió: “Es la obra de [Dios]. Yo soy como
un… lápiz en Su mano… Él es el que piensa. Él es el que escribe. el lápiz no tiene nada
que ver. El lápiz solo tiene que permitir que lo usen”10.

Conclusión
Mis queridos hermanos y hermanas, invito a cada uno de nosotros a que nos
“[presentemos] a Dios… como instrumentos de justicia” (Romanos 6:13). Eso signi៯�ca
hacerle saber que queremos ser útiles, buscar Su dirección y acceder a Su fortaleza.

Como siempre, podemos acudir a Jesucristo, nuestro ejemplo perfecto. En la vida


preterrenal, el Padre Celestial preguntó: “¿A quién enviaré?”.

Y Jesús respondió: “Heme aquí; envíame” (Abraham 3:27; véase también Isaías 6:8).

Jesucristo aceptó Su función preordinada como nuestro Salvador y Redentor, se


preparó para ella y la llevó a cabo. Él cumplió la voluntad del Padre (véanse Juan 5:30;
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19/1/2018 “Tengo una obra para ti” ­ Por el élder John C. Pingree Jr.

6:38; 3 Ne៯� 27:13) y completó Sus asignaciones divinas.

A medida que seguimos el ejemplo de Cristo y nos sometemos a Dios, testi៯�co que Él
también nos utilizará para hacer avanzar Su obra y bendecir a los demás. En el
nombre de Jesucristo. Amén.

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