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Anatomía de un discipulador

Descubra las siete características de un mentor espiritual

Aparte de mis tiempos a solas, nada ha tenido mayor impacto espiritual en mí como
las relaciones que he gozado de uno-a-uno. Muchos mentores espirituales han
contribuido a mi formación integral, pero entre todos ellos se destaca Alicia, mi
primera discipuladora, mi líder de estudio bíblico en mi primer año de universidad. La
amistad que Alicia estableció conmigo representa un claro ejemplo de las
características del discipulado. Y 1 Tesalonicenses 2 es un buen soporte espiritual para
este tema.

Iniciativa

«Porque vosotros sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en vano» (v.
1)

Pablo define su ministerio como «nuestra visita a vosotros». Con ello revela su
iniciativa. Él y sus colegas se acercaron a los tesalonicenses para conocerlos donde
ellos estaban, geográfica y espiritualmente. Un discipulador busca a su discípulo.

Conocí a Alicia en mi primer año de universidad. Ella era miembro del equipo anfitrión
para las de primer ingreso. Alicia pronto se convirtió en mi líder de estudio bíblico y a
menudo me visitaba en mi habitación o en mi trabajo. Al principio pensé: «¿esta
estudiante de tercer año no tiene nada mejor qué hacer?». Luego me di cuenta de que
probablemente sí tenía algo mejor qué hacer pero escogía invertir tiempo en mí, ¡una
estudiante de primer año!

Generosidad

«Porque recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de día y


de noche para no ser carga a ninguno de vosotros os proclamamos el evangelio de
Dios» (v. 9)

Los discipuladores son generosos con su tiempo, dinero, y recursos. Dan no con el fin
de que la gente los obedezca sino debido al Espíritu que mora en ellos.

Alicia constantemente nos regalaba paquetes de artículos para el cuidado personal a


mis amigas y a mí. En otras ocasiones, me invitaba a desayunar y a tomar café. La
generosidad de Alicia me hacía sentir que alguien se interesaba genuinamente por mí
sin tener que dar algo a cambio. Sencillamente, Alicia daba con gozo.

Siempre recordaré una de las muestras de la generosidad de Alicia hacia mí. Cuando
un terrible terremoto azotó a Armenia en diciembre de 1988, ella me entregó un
cheque con una donación extendido a la agencia de ayuda que yo escogiera. Alicia era
de Corea y aunque no conocía mucho sobre Armenia, sí sabía que para mí era
importante por mis ancestros. De esa manera quiso ser generosa conmigo.
Integridad

«Vosotros sois testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos
comportamos con vosotros los creyentes; así como sabéis de qué manera os
exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de vosotros, como un padre
lo haría con sus propios hijos; para que anduvierais como es digno del Dios que os ha
llamado a su reino y a su gloria.» (vv. 10-12)

Como la mayoría de los estudiantes de primer ingreso, yo admiraba a Alicia. Creía que
ella era una de las personas más interesantes que conocía. Alicia era «recta» y
siempre parecía actuar justamente, al admitir a las personas y al socializar, en su
forma de brindar cuidado y aliento.

Alicia modeló para mí cómo debía ser un cristiano. Aunque nunca me presionó,
siempre me desafió a «vivir una vida que honrara a Dios». Y sin embargo, no dudaba
en mostrarme su vulnerabilidad, en señalar su propio pecado y las tendencias que la
alejaban de Dios. Incluso me compartía las luchas que enfrentaba como una líder de
estudios bíblicos, las cuales no podía imaginarme en ese tiempo. Alicia siempre
reconocía su necesidad de Jesús y demostraba su dependencia de él. Su sinceridad me
capacitó también para no encubrir mi vulnerabilidad ante ella.

Sacrificio

«Sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como sabéis,
tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablaros el evangelio de Dios en medio
de mucha oposición.» (v. 2)

Sabía que Alicia sacrificaba mucho ?sus estudios, su dinero, incluso las relaciones con
sus compañeras de año? para cuidarnos a mí y a otros?. Su familia la hizo pasar un
tiempo difícil por no estar satisfechos con su rendimiento académico, además, no era
un secreto que batallaba con problemas financieros. Pero, aún así, Alicia se empeñó en
conservar en su lista de prioridades a personas como yo.

Cuando mi primer obra salió a escena en San Diego, Alicia y Rick, otro líder de estudio
bíblico, manejaron durante ocho horas para verla y conocer a mi familia. Seguro que
toda la experiencia resultó divertida; pero vi cómo Alicia y Rick renunciaban a su
tiempo (se acercaba su periodo de pruebas) y dinero por alguien más.

Verdad

«Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibisteis
de nosotros la palabra del mensaje de Dios, la aceptasteis no como la palabra de
hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su
obra en vosotros los que creéis.» (v. 13)

Al igual que el apóstol Pablo a los tesalonicenses, Alicia me guiaba a Dios. Además de
nuestro estudio bíblico del primer año, estudiábamos todas las semanas las Escrituras.
Empecé a ver cómo se integraban los aspectos internos y externos de la vida cristiana,
con la Palabra como centro.
Alicia gozaba de una gran habilidad para entretejer las Escrituras en nuestras
conversaciones en la cafetería, tan fácil como le resulta a los actores recitar sus líneas
en una película. La palabra de Dios enmarcaba su vida y eso se podía ver. Gentilmente
me desafió a no vivir basada en cómo me sentía sino en la verdad de la palabra de
Dios. Cuando los conceptos de las Escrituras hacían «clic» en mí, su alegría iluminaba
su rostro. Realmente, la Palabra surgía siempre en nuestra relación.

Amor

«Más bien demostramos ser benignos entre vosotros, como una madre que cría con
ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por vosotros nos hemos
complacido en impartiros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias
vidas, pues llegasteis a sernos muy amados.» (vv. 7-8).

Observe estas palabras: benignos, ternura, impartir, muy amados. Ellas son el corazón
del discipulado. Amor, sobre todo, motivó a Alicia a cuidarme y abrirse a mí.

Y en respuesta, me abrí a ella. Compartíamos muchos secretos y confesábamos


nuestros pecados. Algunos conflictos asomaron entre nosotras, pero trabajamos a
través de ellos porque habíamos rendido nuestra relación a Dios. Participamos en
grupos de oración donde cada una experimentó sanidad emocional en áreas clave.
Hubiera resultado más fácil alejarnos de las contrariedades de una amistad tan
intencional, pero no, porque la presencia del amor real no nos lo permitió.

En una relación de discipulado, compartimos «no solo el evangelio de Dios, sino


también nuestras propias vidas». Es más que tan solo un compañerismo casual; es
una amistad centrada en Dios que abastece de combustible el aprendizaje, la
capacitación, y la formación espiritual.

Imitación

«Pues vosotros hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo
Jesús que están en Judea.» (v. 14)

En mi segundo año, Alicia y yo dirigimos el estudio bíblico juntas. Me encontré a mí


misma conectándome con las de primer ingreso de la misma forma en que Alicia había
trabajado conmigo. Me formulaban preguntas que un año antes yo misma le había
planteado a Alicia. Después de que Alicia se graduó, continué dirigiendo los estudios
bíblicos y discipulando estudiantes más jóvenes, que todavía hoy son amigas y
compañeras cercanas.

La reproducción es una clara señal de un discipulado exitoso, incluso si parece que


tarda mucho tiempo. Aún ahora, en mis veinte y tantos años, me reúno con
estudiantes universitarios de mi iglesia. No sé si Alicia esperaba esto, pero su iniciativa
en mi vida trascendió, muchas más seguidoras de Jesús fueron formadas. He imitado
lo que Alicia vivió conmigo, y Dios lo ha reproducido en otras personas.

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