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LOS CUENTOS DEL CONDENADO

Los "Cuentos del Condenado" son parte de la cotidianidad de casas,


comunidades y pueblos rurales. Es tradición contar pasajes sobre encuentros
con el condenado, historias que suelen ser relatadas con el propósito de
educar el comportamiento humano en el marco de valores y principios del
mundo andino.

Hoy, se generalizan estos relatos con el nombre del "Cuento del Condenado".
Antes, existían otros nominativos dependiendo del sector andino en que éstos
se contaban, como por ejemplo: qati qati, jayra alma, q’ara amaya, entre otros.

El condenado es un sujeto espiritual que camina, visita, habla, persigue a las


personas malvadas. Persigue a las personas responsables que cometieron
algún delito como asesinato o incumplieron su palabra. Algo similar a un ser o
"alma en pena", que después de estar muerto, resucita y vuelve a cobrar
justicia por sus manos, valiéndole ello, un sufrimiento muy penoso.

Estos seres espirituales, transitan generalmente en la oscuridad o soledad de


caseríos abandonados donde no hay iluminación adecuada. Tienden a tener
apariencia humana, pero con ciertas peculiaridades: el cuello abierto o
ensangrentado, pies gastados, o presentación harapienta. Con facilidad,
pueden transformarse de un ser a otro, tal como perro, ave, o viento.

Según cuentan, el condenado se alimenta de bebés, por lo que un recién


nacido debe ser cuidado en extremo para no ser atrapado. Las embarazadas
también deben cuidarse de él, y no andar solas en lugares no habitados por
humanos, mucho menos en las noches.

Uno de los indicios para reconocer al condenado, es fijarse si cuando come, la


comida se cae por la garganta, es decir, no se introduce en su estómago.
Además, como poseen una energía muy fuerte, es común sentir miedo y
zozobra. Animales como el perro y el burro, que tienen mejor visibilidad
nocturna, pueden sentir su presencia. Los perros suelen aullar de forma
desesperada, los burros rebuznar de manera distinta. Ante este tipo de
señales, el humano debe tomar precauciones, como agruparse con más
personas, no mirar de frente al condenado, gritar para que todos escuchen,
darle paso si se lo topa en el camino, entre otras.

Este encuentro puede darse por casualidad o persecución. Deshacerse de esta


presencia es complejo, sobre todo si el condenado tiene por objetivo reclamar
algo. Sin embargo, existen medios para protegerse y espantarlo, como llevar
consigo una chhaxraña (peineta hecha de raíces de arbustos) o un espejo,
atravesar un río, ya que el condenado no pasa con facilidad por el agua, o
esconderse en el cementerio, lugar que es temido por estos seres.

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