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Limitaciones de procesamiento

y selectividad atencional
José María Ruiz Vargas
Juan Botella Ausina
Universidad Autónoma de Madrid

1. INTRODUCCION

Si bien es cierto que el interés científico por la casi totalidad de los


procesos mentales ha seguido, durante los últimos cien años, un curso
repleto de altibajos, en el caso de la atención la historia se nos presenta
especialmente accidentada. Los introspeccionistas pusieron de manifiesto,
por primera vez, su importancia psicológica al Regarla a considerar como
el foco central para el estudio de la conciencia. La enorme relevancia
atribuida a la atención queda patente en la frase lapidaria de Titchener
cuando escribe: «La doctrina de la atención es el nervio de todo el sis-
tema psicológico, y según la juzguen los hombres, así serán ellos juzga-
dos ante el tribunal general de la psicología» (citado en Swets y Kris-
tofferson, 1970). No obstante, fue W. James quien colocó, de hecho, a
la atención en la vanguardia del pensamiento psicológico, al dedicarle
un capítulo completo de su clásica e influyente obra Principies of Psy-
chology (1890). Sin embargo, con el cambio de siglo estos esfuerzos
de estructuralistas y funcionalistas van a resultar infructuosos frente a la
doctrina conductista que, al considerar a la atención como demasiado
vaga, demasiado mentalista, y demasiado dependiente de la evidencia
introspeccionista, la eliminarán de su objeto de estudio. Esta situación
se mantendrá, aproximadamente, hasta 1950, porque, si bien los psicó-
logos de la gestalt reaccionaron contra el reduccionismo conductista y
desarrollaron ampliamente el estudio de procesos mentales tales como
la percepción o el pensamiento —aunque este último en menor grado—
también prescindieron de la atención, argumentando que no la necesi-
taban para predecir la respuesta perceptiva al considerar que las propie-
dades estimulares eran suficientes.
En 1949 va a surgir la primera voz autorizada en favor del rescate
de la atención. En efecto, Hebb, con su obra The organization of beba-
vior, va a poner en evidencia, entre otras cosas, que el principio de la
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«dominancia sensorial de la conducta» es inconsistente con el reconoci-
miento de la atención, a la que es necesario referirse para explicar
determinados resultados experimentales. Lo que significa que «la acti-
vidad que controla la forma, rapidez, fuerza o duración de la respuesta
no es únicamente la excitación inmediatamente precedente de las células
receptoras. El hecho de que una respuesta no sea así controlada es
difícil de explicar teóricamente; pero no es algo místico, y la "atención"
no es necesariamente antropomórfica, o animista, o indefinible» (pp. 3-4).
Sin embargo, el impacto de la obra de Hebb no será definitivo para
devolver a la atención los atributos perdidos. A lo sumo, va a forzar a
los teóricos conductistas a introducir conceptos tales como «respuesta
mediadora» o «respuesta de orientación» en su intento por salvar al
conductismo de sus graves limitaciones teóricas.
El auténtico renacimiento del estudio científico de la atención se
producirá con la aparición de la obra de Broadbent (1958) Perception
and Communication, donde se considera a la atención como un compo-
nente del procesamiento humano de la información. Esta obra se conver-
tiría, junto con los trabajos de Turing (1950) y Miller (1956), por ejem-
plo, en uno de los pilares sobre los que se erigió la moderna teoría
cognitiva del procesamiento de la información. La idea básica de tal
enfoque, importada de la ciencia de los computadores, es que el ser
humano es un procesador de información con capacidad limitada. Esta
«metáfora del computador» ha sido aceptada ampliamente y se ha con-
vertido en el marco de referencia teórico dentro del que se viene desarro-
llando el estudio moderno de la atención.
Llegado este momento, diremos que la investigación actual sobre la
atención abarca numerosos tópicos; no obstante, los que han originado
el mayor número de polémicas y desacuerdos son básicamente los rela-
tivos a las tres cuestiones siguientes: 1) ¿el procesador humano dispone
de un depósito o reserva central de recursos limitados o de diferentes
reservas?; 2) ¿los recursos atencionales son limitados o ilimitados?,
y 3) ¿dónde se produce la selección de los inputs que han de pasar a la
conciencia del sujeto? Con respecto al primer problema diremos, muy
brevemente, que han sido muchos los investigadores que, en diferentes
versiones, han adoptado la idea de una capacidad central limitada (e. g.,
Moray, 1967; Broadbent, 1971; Posner y Bojes, 1971; Kahneman,
1973; Norman y Bobrow, 1975). Sin embargo, diferentes trabajos muy
recientes parecen estar aportando evidencia en favor de la existencia de
diferentes reservas de recursos (e. g., Navon y Gopher, 1979; Gopher
y Navon, 1980; Wickens, 1981). La segunda cuestión, relativa a la limi-
tación de la capacidad, será comentada someramente en el siguiente apar-
tado de este trabajo. El tratamiento más amplio lo recibirá el problema
planteado en tercer lugar, ¿dónde se produce la limitación?, cuestión
sobre la que gira, básicamente, el presente dossier.

2: LIMITACIONES DEL SISTEMA DE PROCESAMIENTO

El ser humano no puede tratar todos los estímulos de su ambiente.


Parece evidente, por tanto, que realice algún tipo de selección entre ellos.
Este hecho básico de la vida cotidiana es uno de los ejes centrales de lo
que llamamos atención. Indudablemente, hay numerosos fenómenos del
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comportamiento que hacen referencia a este tema: los niveles de activa-
ción, la concentración, la vigilancia, la amplitud de aprehensión, la selec-
ción ambiental, etc. Son más estos aspectos, que las grandes definiciones,
los que han dirigido el trabajo experimental. Pero el hecho de partir de
aspectos tan concretos ha traído consigo el incorporar ciertos sesgos a
su metodología de estudio.
La psicología soviética comenzó a estudiar el tema a partir del descu-
brimiento de Pavlov del reflejo de «¿qué es esto?» o reflejo de orien-
tación. Su marco fundamental descansa en la distinción entre atención
voluntaria e involuntaria y en considerar al reflejo de orientación como
la base de la atención (Sokolov, 1963; Luna, 1979). Posteriormente,
sobre todo a partir del trabajo de Razran (1961), se empezó también a
trabajar en occidente sobre esta respuesta (Lynn, 1966; Bernstein, 1969;
Maltzman, 1977), aunque no se han hecho grandes esfuerzos por inte-
grarla en las corrientes modernas de investigación sobre la atención
(como excepción podemos mencionar el trabajo de Glass, Holidak y
Santa, 1979).
Como ya hemos dicho, en la psicología occidental el verdadero punto
de partida de las investigaciones y teorizaciones modernas sobre la aten-
ción fue el trabajo de Broadbent (1958). Lo más destacable de este
modelo —conocido como modelo del filtro— es que incluye una fase
de procesamiento (concretamente al llegar a su sistema P) en la que
sólo pueden tratarse los estímulos de uno en uno; esto es, su funcio-
namiento es secuencial. La entrada a este sistema es un cuello de botella
(bottleneck), que es el responsable de la selección ambiental. Posterior-
mente aparecieron otros modelos, que también proponían la existencia
de un estrechamiento, pero que diferían en la localización propuesta del
mismo; para unos estaba antes del análisis semántico de los estímulos
mientras que para otros estaba después. Todos estos modelos defienden
la existencia de una limitación que suele denominarse limitación estruc-
tural. La polémica sobre la localización del cuello de botella, basada en
los fenómenos de atención selectiva, presidió los trabajos de investiga-
ción durante los arios 60 y aún se mantiene en nuestros días como
veremos más adelante.
Otra aproximación es la de los modelos que se refieren a una limi-
tación inespecífica. Para éstos el sistema tiene unos recursos de los que
se nutre para su funcionamiento; la única limitación reside en que tales
recursos son limitados. El punto de partida de estos modelos fue el
trabajo de Moray (1967), pero el más importante ha sido, sin duda, el
de Kahneman (1973). Este autor explica así la diferencia entre el enfo-
que del cuello de botella y el de los modelos de capacidad: «En un
modelo estructural, la interferencia se produce cuando a un mismo meca-
nismo se le exige la realización simultánea de dos operaciones incompa-
tibles. En un modelo de capacidad, la interferencia se produce cuando
las demandas de dos actividades exceden la capacidad disponible» (pá-
gina 11). En otras palabras, los primeros dicen que la interferencia es
específica mientras que los segundos que es inespecífica. De todas ma-
neras, en la obra de Kahneman se admite la posibilidad de que a veces
se produzcan interferencias estructurales.
Los procedimientos usados para desarrollar este enfoque se basan en
los fenómenos encontrados en las situaciones de atención dividida y son,
según Richard (1980), fundamentalmente dos: 1) Presentar dos fuentes
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de información y, dando prioridad a una de ellas, estudiar así el trata-
miento que se da a la fuente no prioritaria. Esto nos permite saber
cuanta capacidad queda intacta mientras se realiza sólo la tarea primaria.
2) Presentar dos fuentes de información dando igual prioridad a ambas.
El objetivo en esta situación es saber en qué medida la introducción de
una segunda tarea afecta a la ejecución de la primera.
Sin embargo, los resultados de estos experimentos no son muy acla-
ratorios, dado que pueden interpretarse desde los dos puntos de vista.
Cuando en una situación de doble tarea disminuye el rendimiento, los
defensores de la limitación estructural argumentan que las tareas com-
piten por ocupar un mismo sistema de procesamiento; por su parte, los
defensores de la limitación de recursos argumentan que las demandas de
capacidad de las dos tareas son superiores a los recursos disponibles.
En caso de que el rendimiento no disminuya, los primeros dirán que el
sistema, que trabaja en serie, acepta inputs de las dos tareas alternativa-
mente, mientras que los segundos dirán que los recursos cubren las
exigencias de la situación.
Este procedimiento, no obstante, ha recibido una crítica importante:
el procesamiento de dos fuentes de estímulos no es igual a la suma de
los procesamientos de cada tarea, sino que tiene propiedades gestálticas
específicas y, por tanto, no puede extrapolarse nada de la situación de
tarea única (Duncan, 1980 b). En la misma línea, Allport (1980) consi-
dera que la lógica de los modelos de capacidad es circular. Así, ante la
cuestión básica, ¿cómo podemos medir las demandas de recursos de
una tarea y la capacidad residual que deja intacta?, Kahneman responde
que la demanda es una función de la dificultad, y la forma de medir
ésta es valuar la interferencia que se produce cuando presentamos una
tarea simultánea. La circularidad, pues, es obvia, y es necesaria, por
tanto, una medida de las demandas que sea independiente de los índices
de interferencia.
Pero el tema de las medidas de atención es, a su vez, espinoso y pro-
blemático. Por ejemplo, en muchas ocasiones se han usado las medidas
de memoria como índices de la atención. La lógica subyacente es clara:
el nivel de memoria reflejará la cantidad de atención prestada. Sin em-
bargo, la memoria no correlaciona necesariamente con otras medidas que
reflejan con bastante transparencia la atención prestada (Lewis, 1970:
Corteen y Wood, 1972; Corteen y Dunn, 1974; Allport, 1977).
Una tercera aproximación al tema, procedente de las anteriores, y
que apareció a mitad de los años 70, es la que distingue entre dos tipos
de procesamiento: controlado y automático. Una serie de autores obser-
varon que algunas operaciones mentales, con una gran cantidad de prác-
tica, podían realizarse con una asignación mínima de capacidad (Posner
y Snyder, 1975; Schneider y Shiffrin, 1977; Shiffrin y Schneider, 1977).
En consecuencia, estas operaciones se consideran «automáticas», mien-
tras que las que gastan mucha capacidad se consideran «controladas».
Estos dos tipos de procesamiento representan los dos extremos de lo
que en realidad es un continuo, aunque a veces parezca que los autores
los presentan como una dicotomía (Hasher y Zacks, 1979). Cada uno
de estos tipos de procesamiento tiene unas características distintas: el
procesamiento automático funciona siempre igual, es irrefrenable, se pro-
duce sin que el sujeto se lo proponga y no le afecta la práctica. El proce-
samiento controlado exige mucha capacidad y, por tanto, interfiere con
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otras actividades cognitivas, se inicia intencionadamente y se beneficia
con la práctica. Aunque se ha propuesto la existencia de procesos auto-
máticos para los que los seres humanos estamos «genéticamente» prepa-
rados (Hasher y Zacks, 1979), en general, se supone que la práctica es
la que hace que una operación controlada pase a ser automática. En el
modelo de Glass, Holydak y Santa (1979) se habla de rastreo (moni-
toring) automático para referirse al procesamiento de los inputs a los
que no se está atendiendo conscientemente. Su función básica es detec-
tar el cambio, y la mayoría de los cambios pueden agruparse en dos
categorías: un cambio grande en la magnitud perceptible de un input
(reacción que consideran innata) y un cambio que implique a estímulos
cuyo significado es especialmente relevante (rastreo aprendido).
En el momento en que se acepta la distinción entre procesamiento
controlado y automático hay que replantearse necesariamente las pre-
guntas básicas sobre las limitaciones: ¿Tienen limitaciones ambos tipos
de procesamiento? ¿Estas limitaciones son estructurales o de recursos?
En general, las respuestas a estas cuestiones se han limitado a afirmar
que el procesamiento automático no tiene limitaciones conocidas, mien-
tras que el controlado sí. Podríamos decir que toda la polémica sobre
las limitaciones se circunscribe, en sus nuevos planteamientos, al pro-
cesamiento controlado. No obstante, la distinción operativa entre estos
dos tipos de procesamiento tampoco está muy clara.
A pesar de las críticas a los modelos de capacidad, los trabajos más
recientes han incorporado el concepto de «recursos». De hecho, los dos
artículos que siguen a este trabajo describen modelos estructurales (espe-
cialmente el de Duncan) y, sin embargo, incluyen este concepto como
argumento explicativo. Queda pues incorporado, de alguna manera, el
punto de vista de los recursos (ya sean específicos o inespecíficos) y la
polémica vuelve a recaer sobre las limitaciones estructurales. Johnston
y Heinz (1978) repasan los modelos estructurales y proponen uno nue-
vo y múltiple que se adapta bastante bien a los datos experimentales.
Por su parte, Ducan (1980 a) sigue la tradición de los modelos de selec-
ción tardía; su teoría también se adapta adecuadamente a los datos y,
como veremos a continuación, el verdadero punto de disputa está en si
todos los estímulos son analizados completamente antes de ser rechazados
o aceptados por el sistema. Dado que aún no se puede llegar a una con-
clusión definitiva sobre este punto, trataremos a continuación de expo-
ner con cierto detalle las principales posturas teóricas que encontrarán
su complemento más actualizado en los excelentes trabajos de Johnston
y Heinz (1978) y Duncan (1980 a).

3. EL LUGAR DE LA SELECTIVIDAD *
Parece, según acabamos de ver, que existe cierto acuerdo, entre los
estudiosos de la atención, en admitir una capacidad limitada en nuestra
habilidad para realizar varias tareas simultáneamente. Sin embargo, la

* El contenido de este apartado es básicamente el mismo del que con idéntico


título se incluye en el trabajo Atención y capacidad de procesamiento de la infor-
mación, presentado por los mismos autores en la Reunión Científica «Psicología y
Procesamiento de la Información»; Universidad Autónoma de Madrid, mayo, 1981.
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situación es bien distinta en lo referente a la localización de esa limita-
ción. Dado que toda la información que entra en nuestros sistemas de
procesamiento no puede alcanzar la conciencia, es necesario que la infor-
mación perceptual sea seleccionada antes de hacerse consciente. La cues-
tión planteada, pues, concierne a la fase o fases donde se produce la
selección. Más exactamente, si ocurre antes o después de que haya sido
analizado el contenido global de todos los canales informativos.
Siguiendo a Johnston y Heinz (1978), señalaremos que las teorías
de la atención han distinguido tres fases en el procesamiento perceptual:
la Fase 1, que extrae las características sensoriales de los inputs; la
Fase 2, que extrae las características semánticas, y la Fase 3, que intro-
duce en la conciencia los productos de las dos fases anteriores. El des-
acuerdo con respecto a la fase o fases en las que se producirá la selecti-
vidad de los inputs que tendrán acceso a la conciencia, se ha convertido
en la mayor controversia entre las diferentes teorías de la atención se-
lectiva.
Esquemáticamente, éstas serían las distintas posturas al respecto:
sólo en la Fase 1 (Broadbent, 1958); en las Fases 1 y 2 (Treisman, 1960,
1964; Broadbent, 1970); en las tres fases (Kahneman, 1973; Erdelvi,
1974; Johnston y Heinz, 1978); en las Fases 2 y 3 (Norman, 1961;
Norman y Bobrow, 1976), y sólo en la Fase 3 (Deutsch y Deutsch,
1963; Shiffrin y Schneider, 1977; Duncan, 1980 a). Como es fácil
de evidenciar, estas teorías definen un continuo de modos posibles de
atención, que irían desde una selección temprana (early selection) a una
selección tardía (late selection). Podemos, por tanto, distinguir tres tipos
de teorías: las de selección temprana (e. g. Broadbent, 1958), las de se-
lección tardía (e. g. Deutsch y Deutsch, 1963; Duncan, 1980 a), y las de
selección múltiple (e. g. Treisman, 1960, 1964; Norman, 1968; Broad-
bent, 1970; Kahneman, 1973; Erdelyi, 1974; Johnston y Heinz, 1978).

3.1. Teorías de selección temprana


La tesis planteada por Broadbent (1958) de que la limitación física
del sistema de procesamiento humano era la responsable directa de la
naturaleza selectiva de la atención, dio pie para que, inmediatamente,
surgiera la siguiente cuestión, ¿dónde está el cuello de botella?
Broadbent describió dos sistemas de análisis perceptual: un siste-
ma S (preatencional o preperceptivo), que funciona en paralelo y que
extrae las características físicas de los estímulos, como pueden ser el
color en la visión y la voz en la audición, y un sistema P (atencional,
perceptivo), de capacidad limitada, que analiza el significado. Broad-
bent propuso que la selección entre los canales está basada totalmente
en las propiedades físicas de la información sensorial y que el signifi-
cado es extraído en un procesamiento ulterior solamente de las señales
que fueron seleccionadas. Es decir, el cuello de botella está en el sistema
perceptivo o sistema P.
La evidencia experimental para este modelo se encuentra en un expe-
rimento de escucha dicótica que realizó el propio Broadbent en 1954.
Se presentaban a los sujetos tres pares de dígitos. De cada par, un ítem
era escuchado por un oído y simultáneamente otro ítem por el otro,
según una tasa de dos ítems por segundo en cada oído. El hallazgo
básico, según este autor, fue que si los seis ítems eran reproducidos
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correctamente, entonces en la mayoría de los casos los tres ítems de un
oído eran reproducidos antes que los tres ítems del otro. Esto signifi-
caba que debía de haber una fase temprana (el sistema S) en la que era
posible el procesamiento simultáneo de los dos canales, y que dicha
fase era seguida por otra (el sistema P) en la que sólo era posible un
procesamiento secuencial.
Moray (1960) también informó de resultados similares, utilizando
dos voces diferentes como canales en lugar de dos oídos. Sperling (1960),
con experimentos visuales, también aportó evidencia en favor de una
selección temprana en base a las características físicas exclusivamente,
al comprobar que utilizando categorías alfanuméricas no se producía una
superioridad del informe parcial sobre el informe total; superioridad
que sí ocurría siempre que la información que había que recordar fuese
la relativa a las características físicas del input.

3.2. Teorías de selección tardía


La teoría de Broadbent (1958) parecía adecuada para las clases de
estímulos definidos físicamente, pero ¿cómo explicaría que los estímulos
semánticamente relevantes del canal no atendido capturan la atención y
se hacen conscientes? He aquí algunos de los ejemplos que hicieron que
Deutsch y Deutsch (1963) supusieran que «la selección del lenguaje bus-
cado del no buscado puede ejecutarse sobre la base de características
altamente complejas» (p. 81). Peters (1954) encontró que si el conte-
nido de un mensaje no atendido era similar al del atendido se producía
más interferencia que si no lo era. Moray (1959) comprobó que si en el
canal ignorado se introducía el nombre del sujeto, éste cambiaba su
atención a aquel canal. Treisman (1960), en otro experimento de som-
breado, cambió los mensajes de un oído a otro hacia la mitad de la
prueba y encontró que los sujetos tendían a repetir las palabras del oído
erróneo contiguas al momento del cambio. Según Deutsch y Deutsdi,
éstos son algunos de los ejemplos que muestran que, con anterioridad a
la aceptación de un mensaje y el rechazo del otro, es analizado el conte-
nido de ambos. Su teoría postula, por tanto, que todos los estímulos
entrantes son completamente analizados, tanto a nivel de sus caracterís-
ticas físicas como semánticas. Es después de este análisis cuando los
estímulos más importantes serán seleccionados para recibir atención y
entrar en la conciencia.
El intento más reciente en favor de esta teoría ha sido el de Duncan
(1980 a). Este distingue dos niveles de representación perceptiva y un
sistema intermedio de capacidad limitada que selecciona el percepto
formado en el primer nivel que ha de pasar al segundo. En el primer
nivel son totalmente identificados todos los estímulos, tanto a nivel de
características físicas como de significado. Ahora bien, ninguna informa-
ción extraída allí «puede servir todavía como base para una respuesta»
(p. 284), puesto que no ha alcanzado aún la conciencia del sujeto. El se-
gundo nivel —la conciencia— es el que convierte el percepto del primer
nivel en percepción comunicable.
La teoría desarrollada por Duncan se basa claramente en la idea de
una selección tardía. Para apoyarla empíricamente recurre a la litera-
tura, y a experimentos propios, sobre «búsqueda de objetivos» (target
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search), así como a lo que llama «disociaciones entre el informe público
y otros criterios de identificación».
La argumentación utilizada en favor de una selección tardía, y que ha
tenido como base diferentes experimentos sobre «búsqueda de objeti-
vos» (e. g. Moray, 1975; Ostry, Moray y Marks, 1976; Duncan, 1980 a),
se apoya en el hecho de que la ejecución es mejor cuando simultánea-
mente se produce un «rechazo correcto concurrente» o una falsa alarma
que un éxito. Esto indica que todos los inputs, «objetivos» y «no-objeti-
vos» son totalmente identificados sin participación de la atención y que,
después, los identificados como «objetivos» entrarán en competición por
ocupar el sistema de capacidad limitada; de ahí que cuando coincidan dos
«objetivos» la ejecución será peor que cuando se trate de un «objetivo»
y de un «no-objetivo», que será rechazado. Quizás, como señalan Schnei-
der y Shiffrin (1977), los «objetivos» arrastren de la atención hacia sí.
Los «no-objetivos» nunca compiten por los procesos de capacidad limi-
tada, por tanto, nunca reciben atención.
En el apartado de las «disociaciones» Duncan recurre a experimentos
sobre respuestas galvánicas de la piel condicionadas (e. g., Corteen y
Wood, 1972; Von Wright, Anderson y Stenman, 1975, entre otros). Por
ejemplo, Corteen y Wood asociaron, en un primer momento, nombres
de determinadas ciudades americanas a un shock y, a continuación, las
intercalaron en el material presentado por el canal no atendido en una
prueba de escucha dicótica. Encontraron que tales nombres de ciudades
producían un número significativo de respuestas autonómicas a pesar de
que los sujetos no tenían conciencia de ellas. Por su parte, Von Wright
et al. (1975), con un paradigma experimental similar, comprobaron que
sinónimos y palabras acústicamente similares al estímulo condicionado
producían respuestas galvánicas de la piel, tanto si se presentaban en el
mensaje atendido como en el no atendido.
Estos y otros resultados en la misma línea son aportados por Duncan
para argumentar que los inputs que nunca alcanzan la conciencia pueden,
no obstante, ser completamente identificados, una conclusión absoluta-
mente consistente con las eorías de selección tardía.

3.3. Teorías de selección múltiple


Sin embargo, Duncan no parece tener mucho éxito cuando trata, en
ese mismo trabajo, de adecuar a una interpretación de selección tardía
el hecho de que, tanto en los experimentos de sombreado como en los de
informe parcial, la ejecución es más eficaz cuando se basa en caracterís-
ticas físicas. La razón es que, posiblemente, ni las teorías de selección
temprana ni las de selección tardía puedan explicar por sí solas todos
los fenómenos encontrados.
En arios recientes, en efecto, se ha rechazado la dicotomía «selección
temprana vs. selección tardía» y se ha sugerido que la selectividad puede
producirse a lo largo de todo el continuo de procesamiento. En esta
línea, Erdelyi (1974), tras reformular el efecto defensa-vigilancia percep-
tiva, en términos de procesamiento de la información, concluye que la
selectividad, y por tanto la defensa perceptiva y la vigilancia perceptiva,
entran en juego a través de variados mecanismos en múltiples lugares de
la secuencia del procesamiento de la información. Exactamente llega a
decir que «la selectividad se extiende a lo largo de todo el continuo
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cognitivo, desde el input hasta el output» (p. 12). Si esto es cierto, ¿qué
factores determinan la selección o el rechazo de los estímulos?
Treisman (1960, 1964) señaló que la información entrante está sujeta
a sucesivos niveles de análisis, de tal manera que el nivel alcanzado por
un estímulo no sólo depende de las características físicas, sino de otros
sesgos (e. g., las «probabilidades de transición» de las palabras), asi
como de las expectativas existentes en el sistema. Broadbent (1970)
acepta las modificaciones que introduce esta autora en su teoría y sugiere
que el sistema podría adoptar un modo de selección temprana (stimulus
set) o un modo de selección tardía (response set). Stimulus set o filtraje
es la selección de ciertos ítems sobre la base de características físicas
comunes de los estímulos deseados. Response set o pigeon-holing es la
selección de ciertas clases de respuesta o estados categoriales. Se trata,
pues, de dos modos de selección, el primero actuaría en la Fase 1 y el
segundo en la Fase 2.
Esta línea de selección múltiple ha sido ampliada por Erdelyi (1974),
Keren (1976) y Johnston y Heinz (1978), aunque éstos han subrayado
la continuidad o multiplicidad selectiva. La idea básica es que el análisis
perceptivo se realiza a todo lo largo del continuo que sea necesario, desde
un procesamiento perceptivo temprano a un procesamiento perceptivo
tardío, para decidir si el input era el buscado o no. Esto hace que la
cantidad de procesamiento venga determinada por la tarea en cuestión:
a medida que el continuo de modos de atención asciende, aumenta la
cantidad consumida (Johnston y Heinz, 1978). Esta linea de pensa-
miento es similar —aunque con diferencias conceptuales— a la seña-
lada por Kahneman (1973). Este último propuso la existencia de un
limite general en la energía disponible para ejecutar las operaciones men-
tales. Ahora bien, este limite no es idéntico, sino variable, para las dis-
tintas fases del procesamiento. Concretamente, Kahneman señaló que
las fases tempranas del procesamiento no necesitan atención («capacidad
de procesamiento» en términos de Johnston y Heinz), pero a medida que
las operaciones se acercan al extremo de respuestas del sistema las deman-
das de atención aumentan.
Johnston y Heinz (1978) realizaron cinco experimentos básicos para
evaluar sus dos suposiciones básicas: que la atención requiere capacidad
y que la cantidad de capacidad requerida aumenta desde los modos
tempranos a los tardíos. El paradigma experimental empleado consistió
en pedir a los sujetos que ejecutaran una tarea de escucha selectiva y
simultáneamente una tarea subsidiaria de tiempos de reacción. Para la
tarea de escucha selectiva se empleó siempre una presentación binaural,
no dicótica. Esta tarea exigía a los sujetos que atendieran, bien a una
única lista o a la lista de «objetivos» de dos o tres listas concurrentes.
La lista de «objetivos» podía distinguirse de la lista de «no-objetivos»
en la voz pero no en el significado, lo que permitiría una selección tem-
prana, o bien en el significado pero no en la voz, lo que requeriría una
selección tardía. La tarea subsidiaria de TR exigía detectar una señal
luminosa y se utilizó para medir la capacidad gastada en la escucha
selectiva. El razonamiento básico fue que a mayor gasto de capacidad
en la tarea de escucha, menor capacidad residual disponible para rastrear
la señal luminosa, lo que se manifestaría en TRs más largos.
Los datos obtenidos apoyaron las dos suposiciones básicas. En efecto,
comprobaron que la selección semántica consumía casi el doble de capa-
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cidad que la selección sensorial. Como expresamente señalan estos autores
«estos hechos justifican la teoría multimodal, pero son difíciles de conci-
liar con las teorías unimodales» (p. 432).

4. CONCLUSIONES

Quisiéramos, en primer lugar, tratar de definir el concepto de aten-


ción, dado que las posibles conclusiones alcanzadas dependerán inevita-
blemente de la concepción teórica adoptada. Después de revisar la amplia
literatura concerniente a la atención, hemos comprobado que ésta ha
sido considerada, básicamente, como un proceso mental más. Asimismo,
se le ha identificado con «capacidad de procesamiento», «recursos»,
«arousal», «conciencia»... Esta diversidad de aproximaciones posible-
mente haya sido la máxima responsable de la falta de acuerdo, sobre
los dos puntos aquí tratados, entre las diferentes teorías de la atención.
Con todas las reservas posibles, diremos que la atención no puede
ser considerada como un proceso, en el sentido de una serie de cambios
o transformaciones a lo largo de la cadena de procesamiento. Más bien,
la atención debe de considerarse como aquello que posibilita que deter-
minados datos perceptivos ingresen en la conciencia. Esto implica que
atención no debe de identificarse ni con conciencia, ni tampoco con
capacidad de procesamiento. La capacidad de procesamiento significaría
el conjunto de energía o de recursos de que dispone el sistema cognitiyo
para realizar sus funciones. Estos recursos abastecen tanto al procesa-
miento controlado (que necesita atención) como al procesamiento auto-
mático.
Siguiendo esta línea de argumentación, podemos concluir que no es
apropiado hablar de capacidad atencional limitada, sino de limitación de
la capacidad de procesamiento.
Por último, entendemos que las limitaciones son asimismo estruc-
turales. Aceptamos la idea de Johnston y Heinz de que la atención como
tal es un «cuello de botella»; sin embargo, dispone de tal flexibilidad
que le permite actuar a lo largo del continuo de procesamiento en función
de las características diferenciales de las tareas y situaciones. Las teorías
que proponen un lugar único de selección —sea temprano o tardío—
deben, por tanto, ser revisadas. Sería razonable pensar, no obstante, que
los datos disponibles no nos permiten aún considerar definitivamente
a ninguna teoría como más válida que el resto.

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