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Territorio y soberanía
Realizado por:
Alejandra Tuberquia
En el año 2017, el secretario de seguridad de Medellín, Gustavo Villegas
Restrepo, durante una entrevista para Radio Caracol Medellín, confirmó la existencia
de las fronteras invisibles, unas pocas dentro del área metropolitana de Medellín
diciendo que son: barreras dentro de la ciudad impiden el tránsito libre de la
ciudadanía destinadas a la venta de estupefacientes, para control de la extorsión, la
explotación de niños, niñas y adolescentes, explotación sexual, el control de gas
propano y la venta de productos de la canasta familiar (como los huevos y arepas).
Incluso trató de calmar al pueblo medellinense diciendo: “quién debe tener temor de
esa frontera es el ilegal, el delincuente y no el ciudadano de bien”1.
Esta fue la declaración del secretario de seguridad de Medellín, un hombre cuyo
trabajo consiste en asegurar la seguridad de la ciudad. Esta afirmación sólo refleja la
relación que tiene el Estado sobre la comunidad, la negación de una realidad que ha
sido parte del contexto de la capital de Antioquia ya por varios años. Las fronteras
invisibles existen y parecen multiplicarse en sectores como Manrique2 donde el
enfrentamiento entre bandas se da constantemente. Las fronteras invisibles en
primera instancia parecen imperceptibles pero son muy reales, causan
desplazamiento intraurbano, homicidios y dan lugar al “terrorismo psicológico”
1
http://caracol.com.co/emisora/2017/02/27/medellin/1488221420_504231.html
2
Andrés ha vivido en Manrique durante 8 años
cuando usan panfletos o carteles amenazando a la comunidad que debe someterse a
sus fechorías.
Mientras que el estado afirma que ha tomado cartas en el asunto o le dice a la
población en general que el problema es mucho menor de lo que realmente es,
organizaciones como la policía parecen tener un acuerdo con algunos de los grupos,
algo así como un pacto de no agresión. En lugares como Manrique la policía no posee
la potencia de fuego que tienen bandas armadas, en otras los sobornos a las
autoridades locales le permite a los organismos ilegales operar con impunidad. La
forma en la que las bandas criminales operan en zonas pobladas son cuando menos
creativas, una experiencia personal que ilustra este punto de vista es la siguiente: En
el sector de Campo Valdés vendedores ambulantes suelen actuar como informantes,
un caso en concreto es el de un vendedor ambulante de aguacates que colabora de
forma directa con la venta de droga en esta zona.
Otra forma en la que prosperan los creadores de fronteras invisibles es a través
de la manipulación del núcleo familiar, existe cierta camaradería entre los familiares
de los miembros de las bandas que sirven como bóveda para almacenar dinero y droga
a cambio de protección ante cualquier afrenta entre los moradores de la localidad.
Muchas veces los conflictos se solucionan por medio de amenazas o con
enfrentamientos armados entre los implicados con la ayuda de los dueños de la
localidad.
Los grupos establecen leyes de convivencia entre la comunidad que dirigen.
Existe un ambiente pacífico siempre y cuando se trate de personas ya reconocidas o
que sean del agrado de la banda. En caso de que una persona corra con mala suerte y
un miembro de la banda decida tratar con él se dan casos en los que incluso niños o
jóvenes no puedan desplazarse a sus instituciones educativas, causando un alza en el
nivel de analfabetismo, una vez sucede esto, muchos de los antes estudiantes
terminan por insertarse a bandas para combatir el miedo. Esto no solo afecta a los
niños, también ocurre entre los docentes de colegios ubicados fronteras invisibles
creando conflicto dificultando aún más el ejercer el derecho a la educación de la
comunidad entre otros.
Así pues, los grupos que conforman estas bandas estiman su dominio a través del
territorio o espacio que controlan, entre mayor sea el número de barrios controlados,
mayor será su poder en tanto mayor financiamiento tienen a través de los habitantes
y agentes externos que ingresen al lugar. Las vacunas, por ejemplo, son un método en
el cual le cobran a los habitantes, dueños de negocios, vehiculos (buses, camiones,
entre otros.) una cuota con el fin de protegerlos. El miedo se convierte en su
estrategia para controlar los territorios, buscan generar la sensación de protección en
un ambiente hostil o violento, comúnmente, generado por otras bandas que viven en
los barrios aledaños o incluso por los mismos agentes del Estado como la policía.
El uso de estrategias para producir temor genera también unas limitaciones o
conflictos que perjudican a los habitantes y los mercaderes en su barrio por el
suministro de víveres. Existe un caso actual de bandas que cobran vacunas a
distribuidoras de licor y llevó a que no entrara cerveza en el sector de Manrique y
lugares cercanos. Las empresas empiezan a alejarse de estos barrios, generando un
confinamiento o aislamiento del barrio y la ciudad: nadie entra pero tampoco nadie
sale. No existe una intercomunicación, el barrio pareciese que no conformará parte
del mismo territorio de Medellín, un territorio que, se supone, es parte de un
gobierno que debe velar por los derechos fundamentales de cada ciudadano.
En primera instancia se deduciría que es necesario desmantelar estos grupos a
través de el reconocimiento y captura de los cabecillas o líderes y cortar su fuente de
ingresos; sin embargo, esa medida no ha funcionado ya que una vez capturados, son
reemplazados con facilidad por otras bandas o los mismos cabecillas siguen laborando
desde la cárcel. Cuando se enfrentan los barrios y el gobierno se genera una ola de
violencia que afecta a la vivencia y a los habitantes, que deben de aguantar todos
estos tratos o limitaciones solo por el hecho de pertenecer ahí, aún cuando se han
desligado de este conflicto y generado espacios completamente distintos como los
grupos comunitarios o artísticos que educan a favor de la paz. Tal como lo menciona
Nelson Matta en el artículo de pasado 30 de Abril en el Colombiano sobre los
conflictos y actos violentos ocasionados en la comuna 13: “¿Quién iba a pensar que los
problemas que hoy agobian a San Javier y Robledo están tan ligados a esos
fenómenos que competen al Gobierno central? En esta crisis no solo le corresponde
actuar a la Alcaldía, también se requiere un esfuerzo del Estado nacional.”3
Las fronteras invisibles son un fenómeno que, aunque muchos lo quisiéramos, no
tendrá solución rápidamente. Es una problemática social que va ligada a un contexto
violento y una negligencia por parte del Estado que hasta hoy día sigue pagando las
consecuencias; muchos de estos jóvenes no conocen otra realidad distinta a delinquir.
Es responsabilidad del gobierno general espacios distintos que den pie al fomento de
la educación (que no sea una tarea solo de grupos comunitarios) y no solo a través de
la violencia y el temor; por su parte, el Estado debe regular estos actos no solo con el
castigo sino también con la palabra. Implementar, como lo han hecho anteriormente,
espacios de diálogo y llegar a unos acuerdos que ayuden a desvanecer la
monopolización de territorios y garantizar una vida digna para todos sus habitantes.
Cibergrafía:
3
http://www.elcolombiano.com/antioquia/seguridad/bandas-criminales-de-la-comuna-13-de-medellin-GL862
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