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• Strenger, C.

(1991): "Between Hermeneutics and Scien-


ce", Psychological Issues Monograph 59, Connecticut,
Mádison.
Thöm,'R. (1986): en Proceso al azar, J. Wagensberg
(comp.), Barcelona, Tusquets.
Wagensberg, J . (comp.) (1986): Proceso al azar, Barcelo-.
na, Tusquets.
Wittgenstein, L. (1976): Estética, psicoanálisis y religión,
Buenos Aires, Sudamericana.

rOTOCÜPlAS DIAGONAL

Folio N8... t£..

Q/F <£. S/R.


* 2. REPETICIÓN Y TEMPORALIDAD:
UNA HISTORIA BIFRQNTE

Silvia Bleichmar

Los tras ejes que marcan este coloquio se ordenan por


relación con los términos determinación, azar, tempora-
lidad. Tendremos que dar cuenta, en primer lugar, del
modo como concebimos estas cuestiones en el interior de
nuestro propio corpus teórico.
Y ello en razón dé que nuestro intento no consiste en
una reformulación de base del psicoanálisis a partir de lo
que se ha dado en llamar, en los últimos tiempos, "nue-
vos paradigmas". Porque, más allá de las impregnacio-
nés"y r cuestiones comunes que constituyen "el pensa-
miento de una época", los paradigmas son internos al
procesamiento singular de cada ciencia, y la importación
de conceptos, una vez que éstos entran a circular en un
campo diverso y específico, no caen con las transforma-
ciones que sufren en sus regiones científicas de origen.1
En tal sentido, si hay un diálogo interdisciplinario

1
Tal el caso del larnarckíamo presante en la teorización freudia-
na acerca de la filogénesis. Freud mismo sabía, en el momento de
intentar sostener en ella sus especulaciones, que esta teoría de la
evolución estaba en retirada en el campo de la biología; ello no obstó,
yin embargo, para que la considerara fecunda para fundamentar los
fantasmas originarios. Ver Use Grubrich-Simitis, en "Sinopsis de las
neurosis de transferencia", Barcelona, Ariel Editores, 1989.

45
• posible, éste no está dado por la unificación de problemas
ni de soluciones •—lo cual culminaría, de hecho, en la
subordinación de un campo a otro y el empobrecimiento
consiguiente a partir del renacimiento de la ilusión de
una ciencia única—, sino por el carácter estimulante,
evocativo, que posibilita que dentro del espíritu de los
tiempos ciertas problemáticas comunes sean propuestas.
El psicoanálisis ha sido atravesado, en la segunda
mitad del siglo, por los movimientos filosóficos que v
Habermas ubica como constituyendo los grandes flujos
que marcan el pensamiento posmetafísico: la filosofía
analítica, la fenomenología, el marxismo occidental y el
estructuralismo. 2 Desde estas perspectivas se ha intenta-
do, una y otra vez, refundar la ciencia del inconsciente
desde una perspectiva no biologista. Ello no necesaria-
mente ha implicado una perspectiva superadora; por el
contrario, h a conducido, en muchos casos, a nuevas
subordinaciones —sea a la lingüística o la sociología— o
incluso a un reduccionismo empobrecedor a teorías de la
interacción o a ensamblajes de dudoso cuño con el cog-
' noscitivismo. ..
- Porque el entusiasmo que producen nuevas teoriza-
ciones empuja constantemente, en psicoanálisis, los lími-
tes de lo pontificado. Y ello con las consecuencias saluda-
~"bLes de impedir un anquilosamiento de lo estatuido, pero
no sin el riesgo de arrojar conocimientos fecundos acu-
mulados bajo el embate de una producción subordinada
a la novedad y el impacto de lo circunstancialmente en
boga (hacia lo cual las leyes de un mercado cada ves más
competitivo y descarnado presionan sin tregua).
Es a partir de ello que fijaremos de entrada nuestra
posición respectó de la posibilidad de incluir ciertas pre-

2
Jürgan Habermas, Pensamiento past-meiafisicó, Madrid, Tau-
rus, 1990.
misas del conocimiento actual de otras ciencias en el
tronco matricial del psicoanálisis. Nuestra premisa epis-
temológica de base consiste en lo siguiente: La importa-
ción de conceptos provenientes dé otras disciplinas debe
estar siempre en el límite, con vistas a rearticular nuevas
respuestas a preguntas que sólo pueden surgir del campo
específico. Lo novedoso, revolucionario, surge sólo de la
reformulación de cuestiones que tienen origen en el
ámbito de delimitación particular con el cual interpela-
mos una realidad definida por un conglomerado de obje-
tos que circunscriben un área de acción específica de
transformaciones posibles.
En tal sentido cuestiones tales como las polémicas
actualeslrespecto a determmismo b aza?¡no constituyen"

jueganjra en lajQfa£a-de..Fr.suxLv en el posfreudismo, con


oscilaciones ialonabies. y generando opciones tanto teóri-
cas como clínicas que retomaremos a lojargo de nuestra
exp^ícipñl^..
De ahí que intentaremos, en un pasaje escueto por
las problemáticas abiertas, ubicar algunos ejes de redefi-
nición de los problemas abiertos en este coloquio. _
Y comenzaremos por retomar el eje polémico de una
perspectiva abiertao cerrada del funcionamiento psíqui-
co que atraviesa, de uno u otro modo, nuestros intercam-
bios yjestá en ía~pise de.nuestra metapsicolqgía mani-
fiesta o latente. Articulando ¿respecto una cuestión <jue
concebimos como exigencia central de nuestra teoría y
nuestra clínica: cómo articular "él eje de larepetición, sin •.
el cúal el psicoanálisis cae de sus fundamentos, con j
aquélae Tá'}ránsformación¿sin, el cual la clínica careced
ría de objeto.
AZAR Y DETERMINACIÓN EN EL APARATO PSÍQUICO

A la pregunta de si es el(azar)un derecho intrínseco


de la naturaleza o un producto de nuestra ignorancia,
trataremos de responder retomando algunos ejes que
ordenamos de la obra freudiana como punto de partida.
Señalemos, para fijar posición, que el abandono a
ultranza de todo determinismo causal implica el abando-
no de toda cientificidad. Rene Thóm lo define en los
siguientes términos: "Llamo ^eTerrninismo)a cualquier
tipo de ligaduras que operan sobre el conjunto de las evo-
luciones virtuales; y no hay que confundir esta idea con
alguna clase de "unicidad de las soluciones. Todo lo. que
elimina algo dé virtualidad es para mí una expresión del
determinismo".3 • '
; Al determinismo concebido como |pr&molctead(j o
incluso articulado cómo un destino prefijado se opone la
inclusión de la indeterminación como contingencia azaro-
sa. Ambos, en: nuestra opinión, expresándose .en psicoa-
nálisis y coexistiendo aun en formulaciones teóríco-clíni-
_cas que se yuxtaponen.
. Comencemos por desplegar ia articulación del eje
determinación-indeterminación, y sus consecuencias res-,
pecto a sistemas abiertos-sistemas cerrados. Ello nos per-,
mitiría abordar la cuestión de lo azaroso, determinado-
determinante, en varios planos.
' En Freüd, ambos se manifiestan alternativa o conjun-
tamente en sus diversas exposiciones. Citaremos sólo algu-
nos rubros para posibilitar la discusión, partiendo de la
idea de que nos encontramos ante una obra, de gran com-
plejidad, no homogénea, que constituye más. la inaugura-
ción de una ciencia qúé-ttaa teoría. En tal sentido, concebid
mos al psicoanálisis como atravesado por grandes

3
René Thooi, én Proceso al azar, Barcelona, Tusqueía, 1956, pág. 72.
• •; r ^ •

revoluciones teóricas —en el sentido de Kuhn— que produ-


cen relevamientos de paradigmas y sustituciones de corpus
enunciativos, no sólo en lo que concierne a las diversá's
escuelas sino en el interior de la obra freudiana misma.
^ ^ e s ^ r a n d e s cuestiones para ordenar, mínimamente,
el par date^ninaZo^mdetenriinado en el interior del pen-
r
samientcffreudianoT ~~~ ~

( l j En la fundación de lo inconsciente

(a) Una teoría acerca del origen del inconsciente que


se definepor la articulación de inscripciones (Hm), a las
"cuales la represión —y fundamentalmente la represión
originaria— otorga un estatuto definitivo_a_partír de
ciertos procesamientos que lo instalan en sus relaciones
con el preconscieíite~conscieivteuÉn ella, más allá de las
vicisitudes que va enfrentando a lo largo de sus sucesi-
vas reformulaciones, lo contingente, acontenciaL-trau-

Esta teoría no sólo tiene dominancia en ios primeros


trabajos sino que sobrevive a lo largo dé todos los histo-
riales clínicos y se manifiesta incluso en los textos últi-
mos de Freud: Moisés y el monoteísmo, "Análisis termi-
nable e interminable".-
(b^ Una concepción del inconsciente originario existen-
te desde el nacimiento o irtclüso habitado por fantasmas
filogenéticamente constituidos que operan como, determi-
nación última. En ella, lo determinante-determinado
debe buscarse, sin embargo, en la historia de la especie,
y, en tal sentido, la determinación sigue operando peroja
nivel de in hi^ip'co-singularjeaTnf-n-ima. ...
Ambas coexisten a lo largo de la obra más allá de las
dominancias que una u otra van adquiriendo en diversos
momentos.

6
2. En la teoría déla libido

a) Una posición genético-evolutiva que apuntala el


surgimiento de la sexualidad en lo somático-y se resuelve
bajo formas de determinación endógenas.
b) Una concepción acerca de la "contingencia del obje-
to" —o del apuntalamiento en el semejante— que abre
las condiciones para lo indeterminado dentro de un aba-
nico de posibilidades que no queda totalmente librado a
-un azar puro sin ordenamiento posible. Los objetoscon-
tingentes guardan relaciones de necesariedad con las
funciones primarias en el marco de las cuales se insta-
lan, aun cuando las subviertan y transpongan a un plano
simbólico-alucinatorio que sé regirá por los. destinos del
.placer-displacer.

3. En la teoría psicogeñéiica de las neurosis

a) Una "teoría traumática de las neurosis" en la cual


lo acontencial vivido ocupa un lugar privilegiado en la
causación y el desencadenamiento de la patología mental
fpresente no sólo éri las primeras teorías de la histeria y
a lo largo de los historiales clínicos,' sino reconceptüalizá-
da en la vuelta"-del 20 más allá del carácter "metabiológi-
co" que toma la formulación de la pulsión de muerte
como tendencia última).
b)Una causación psicogenéticá determinada por pun-
tos de "fijación' y de "regresión" en la cual la evolución
endógena de la libido cobra dominancia y el defcerminis-
mo se rierra a lo éxperienteiai.i Sin embargo, el concepto .
de"pIuricausalida^árraJicaconstanteinente a Freuá de-
la tentación monocausal, y en los desan-óllos compiejos y
contradictorios" que .constituyen .su''pensamiento clínico
sigue teniendo dominancia la primera. - - ;
Hasta acá, una síntesis somera de la cuestión que
nos ocupa tal como la vemos aparecer en la obra freu-
diana
- S / 5 . &>•
A continuación, expondremos nuestra posición al res-
pectoJEJe trata, másjjue de un relevo de los paradigmas
freudianos, de una^oma de partid^ en el interior de éstos
a partir del trabajo que sobre ellos realizamos. Nuestra w
intención es, sobre la base de un trabajo sobre la obra de
origen, jugar con las posibilidades abiertas en un reorde-
namiento que es efecto tanto del ejercicio de lectura de la
metapsicología como sobre confrontaciones, enlace y
desencuentros que la clínica pone en evidencia (habida
cuenta de que los postulados teóricos de Freud 4 no son
"El Libro", en el sentido talmúdico del término, sino la
escritura de una reflexión acerca del objeto y de sus líne-
as de transformación posibles).
Que el deterninismo no devenga unidetermiiúsmo, o
teoría cosmológica a priori, es algo a considerar, como
centralj-Pero erfpsicoaaaáfeis, el mamsciente. ímpiica-ttar-
/ orden de determinación presente en los modos mediantá
i el cual lo azaroso-acontencial se engarza en el entrama/
\ d o constituido del cual formará parte.
Esto implica concebir al aparato psíquico funcionan- - }
do como abierto, vale decir que puede recibir nuevos con- i
tenidos representacionales efecto de inscripciones prove- ¡
nientes metabólicamente de la realidad en la cual está j
inmerso, pero al mismo tiempo capaz de engarzarlas por '
líneas de fuerza constituidas a partir del entramado pri- !
mario que les da su estatuto. Porque esta realidad a la i
cual el inconsciente queda sometido no es "toda" la reali- y

4
Ni por supuesto de Lacan, ni de Klein., ni de . ningún otro
autor...

51
dad, sino una realidad atravesada por líneas de fuerza
marcadas libidinalmente.
- ETaparáto psíquico es entonces un^sistema abierta,
capaz de suSir"transformaciones no sólo como e'fectoiíel
análisis sino de las recomposiciones a las_cuales nuevos
procesos higtónco-viye¿aaleS-k)-Q51igaa. Al mismo tiem-
po, y desde el punto de vista.de la recepción, el incons-.
ciente es también transformable: el hecho de que los ele-
mentos de base que lo componen sean indestructibles no
quiere decir que sean inmodifícables, en razón de que las
relaciones que activan los diversos elementos en conglo-
merados représéntacionales —fantasías— nuevos son
posibles. ______
CT_ero el incónsc^Ssles-aJa -vez-un sistema_cerrado en .
cuanto a_que todo lo en él inscripto tiene bloqueada la
vía de evacuación, aun cuando no de salida. Esta es la
paradoja fenomenal que pone en juego" la compulsión de
repetición: se repite en el intento de evacuar algo que es
inevacuable, y ello compulsa a la búsqueda de una liga-
zón que es razón tanto del progreso psíquico como de su
deterioro.
Aun podemos decirlo de un modo más directo: En el
inconsciente no rige la ley de entropía.5 Y la cuestión que
p?eocup~a~á"lá"fÍ3Íca actuar respecto a la recomposición
espontánea de sistemas alejados del equilibrio sólo
puede pensarse a nivel del aparato en su totalidad, a la

: 5 Freud misrao'hace dos referencias a la "entropía psíquica*. La


primera en el caso del "Hombre dé los Lobos" (O.C., Buenos Aires,
Amorrortu, t. XVTT, pág. 105); la segunda en "Análisis terminable e
interminable* (id-, t, XXIII, pág. 244). Se refiere con ello a la inmovi-
lidad de los investimientos y la fuerza de la resistencia adherida a las
investiduras psíquicas, vale decir* a la intransfonnabilidad del siste-
ma —a los límites del tratamiento analítico—. Suponemos que esta,
manera de concebir al inconsciente en su persistencia de repetición
como "entrópico" está determinada por la.-pu.isió.1 de muerte "concep-
tuaiizada como tendencia al retomo, aló inorgánico. •
recomposición del síntoma y al reequilibrio que plantea
la relación entre los sistemas psíquicos una vez que el
equilibrio ha sido rotó a partir del ingreso y activamiento
de grandes cantidades inmetabolizables por los sistemas
vigentes.

flYRespecto al origen deljjj£onscienth La contingen-


cia se expresa en su carácter de universal no gensrat~En
tal sentido, nos pronunciamos por una teoría de la cons-
titución de lo inconsciente como fundado, efecto de las
relaciones sexualizantes con eí semejante y de la repre-
sión originaria que lo emplaza tópicamente.
^adasjIeterminacLas-condidcmesj_sexuahzaciói^ro-
veniente del semejante, represión originaria instala'ole
que contrainvísFaTlas representaciones del autoerotismo
primario, organización consecuente de los procesos
secundarios y constitución de lasinstancias segundas (yo
deínartisismo y superyó residual del Edipo complejo), el
unconscientipse sostiene como una estructura segunda
determinada. _
La pregunta acerca de si las condiciones iniciales
determinan la trayectoria psíquica —para retomar esta
cuestión de la física— ha sido largamente discutida en
psicoanálisis. 6 El estructuralismo estableció una res-
puesta a partir de la cual los elementos iniciales —modo
de ordenamiento de las funciones del Edipo— permitie-
ran fijar niveles de determinación y predictibilidad úl-
timas.
A ello hemos respondidoafinnando que los prerrequi- i '
sitos~Hij3artida,a estruc^irá^eLEdípo/ —como "fuera
formulada por el psicoanálisis francés contemporáneo-^-,
el carácter clivado del aparato psíquico materno^pulsan-

6
Este fue el intento de Kánk, cuando pretendió definir toda la
evolución dei psíquismo á partir del "trauma del nacimiento".
te y normatizante desde las instancias diferenciadas, no
pueden ser confundidos con la estructura de llegada
Mjgtabólicamente constituida a partir del histórico-viven-
cial infantil. Sólo pueden ser considerados^como tales,
como, condiciones de pafEHaf-—y en tal sentido abren un
, abanico predictivo, pero no de determinación última—„.
7 Vpvíc* p e tal modo, la pregunta por los orígenes, nos pone en
J-A ^ / conjunción con aquella que realiza desde l a í í s i c a u n
i. autor como Stephen Hawking, en relación con el univer-
J so.7 El universo sería inevitable, en el sentido de que no
! existiría sino un universo posible. Esto es así respecto a
la propuesta teórica, general, respecto al origen del
í inconsciente, y también cuando nos aproximamos a los
inconscientes .ya fundados e incluso funcionando: el
• inconsciente que encontramos es el único posible. Pero
queda planteada la cuestión de la contmgencia, abierta a
. ; aquellos casos en los cuáles ésto no se hubiera producido
v (autismos, niños ferales, psicosis a déficit de la infancia).
Diferenciar claramente condiciones de partida y
estructura fundada del inconsciente es una tarea central
para ubicar la unidad de análisis. El momento, para
tomar una metáfora de aire einsteiniano, en el cual la
esfera se cierra sobre sí misma siendo infinita pero a la
vez sin límite: 3 se podría explorar cada punto de su
Superficie sin jamás encontrar un borde o u n límite.:
Momento en que el aparato psíquico infantil se constitu-
ye; desgajándose de los determinantes intersubjetivos
que le dan origen. En este lugar se sitúa el análisis:
nunca sé podrá reconducir cada punto al plano de parti-
; da, porque se circula por un iht'efiwrqüe: há~perdido_su
carácter referenciál de origen—los mensajes enigmáti-

7
• .. Stephen Hawking, Cemmencementdu tempi et (in de la physi*
_ -. - quei, París,' Flámhiwíón/1992.-'
3
Stephen Hawking, ob. cit., pág. 93.

54
¿éí. ^ O Í W Á£¿- c u «

eos que lo constituyen son significables por el sujeto en


unaresimbolizaíción trariscriptiva, pero nunca réeñcon-
trables en su sentido original, ya que fueron enviados
"coíñomensajes des^igiuñcados(provenientes dejimo&s-
ciente deTotro}—.

í^fEn relación con la teona.de la libidm Si se abandona


l a m e a d e que la pulsión sea un correlato psíquico de lo
somático, que su determinación no sea en última instancia
la biología atrapada en la necesidad —vale decir, si se
claudica en el intento de suponer a la representación
desde los comienzos mismos de la vida biológica— la pul-
sión deviene necesaria pero contingente. Su orden de
determinación debe seguir siendo buscado en la relación
con el otro que da origen al plus de placer que no se reduce
a lo autoconservativo —teoría freudiana de la sexuali-
dad—, pero partiendo de la idea de que se trata de una
contingencia de la pulsión y no del objeto. ínvirtiendo la
fórmula freudiana, gígmend^para ello a Jean Laplánche,
diremos que es el objeto ofrecido por el semejante el que,
instalándose como^objeto-fuent^interno-externgjáaerigen
a la pulsión, y hace posible la libido como conversión,
transmutación de la energía somática en energía psíquica. ¡
Es acá donde una teoría de la temporalidad concebi-
da nuevamente como temporalidad abierta, transcripti-^í-'"
va, se hace necesaria. A la teoría de la evolución libidinal w
prefijada —en la cual lo anal se sucede a lo oral como los "
dientes definitivos reemplazan a los de leche—, diremos
que los destinos de pulsión son los destinos del_sujeto
psíquico.
tJna teoríaIftranscriptiuá 'úe la pulsión, en la cual sus
•diversas inscripciones abren tanto el camino de la fija-
ción como de la vicariancia mutua y de la sustitución,
permite ordenar la contingencia azarosa en el marco de
:
la determinación. ~ - .

•M u • < «.„"«¿á^ ¿c- aJU a*


C4rv* — 55 ) '
3. Respecto a la teoría de las neurosis. La teoría trau-
mática de las neurosis crea las condiciones paira plantear
que la génesis de la neurosis no puede ser pensada sino
por una temporalidad de la retroacción. En tal sentido,
'/ la génesis es real en su pluricausalida
1 ponible por après-coup.
^ El episodio desencadenante se constituye, en princi-
pio, por un^doble^frticulaciónVfuerza traumática e iclg-
« rieidad determinfïï5r^ La propuesta de FreuíaTréspec-
"EcTîTmïpe con la ííñealidad temporal y determina una
'** temporalidad destinada a un a posteriori e incluso deter-
minada por éste.
Si tomamos los tres términos clave mediante los cua-
les Prigogine ubica las propiedades de los sistemas, aleja-
dos del equilibrio: a no linealidad", "inestabilidad" y "bi-
furcaciones", podremos repensar algunas cuestiones
relativas a los modelos del funcionamiento psíquico ante
. el atravesamiento traumático que da origen a la recom-
: posición de las relaciones entre los sistemas psíquicos.5
Si llevamos un sistema lo suficientemente lejos del
s
equilibrio, entra en estado inestable en relación con la
' -perturbación. El punto exacto en que esto sucede se
•rO! ' denomina-pantó^TBlfurcacióri) En este punto, al volver-.
- se inestabma"solución primitiva se producen nuevas
" soluciones que pueden corresponder a un comportamien-
to müy distinto de la materia. 10
No se trata de concebir las leyes como inmutables y
eternas, pero sí como relaciones perdurables en el inte-
rior de un campo de fenómenos circunscriptos.
XÜi Como ejemplo de ello: el aparato psíquico, descrito
por Freud en su texto "Lo inconsciente", de la "Metapsí-
C •
i -r
K
9
IIya Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión?, Barceïona, Tusquëts,
1993, págs. 24/25.
10 Ibíd., pág. 25.

56
cología", posee ciertas características universales: proce-
sos primarios en el inconsciente opugstps a pr¿ceaos
secundarios para el sistema preconsciente-consciente;
contenidos relativos a la sexualidad pulsionaTerT el
inconsciente y contenidos que responden a los intereses
del yo en el preconsciente; representaciones-cosa en el
inconsciente y representaciones-palabra en el precons-
ciente. Se trata de dos legalidades, dos modos de funcio-
namiento presentes umversalmente siempre y cuando la
represión se haya constituido y se sostenga instalada en
su lugar correspondiente bipartición tópicaJ Pero si el
funcionamiento psíquico esta regido por otras caracterís-
ticas —tal como ocurriría en niños muy pequeños en los
cuales no se ha terminado de constituir la tópica psíqui- ¿iT'
ca, o en psicóticos en los cuales se ha producido un ,-V
~derrumfae de ia represión originaria—, estas leyes dejan ? r
de operar. De modo que.su universalidad está determina- f ^
da por el campo de fenómenos relevantes para un tipo de
funcionamiento psíquico que, más o menos estadística-
ménte, es común a ios seres humanos.
" Si un ser humano no poseyera este aparato psíquico
atravesado por estos modos de legalidad descritos, no se
tratará de colocarlo "fuera de la estadística", sino de
saber cómo se establece la legalidad intrínseca que en él
opera y buscar el orden de determinación que así lo ha
constituido.

^ L T U N T O DE BIFURCACION^'
DE LOS REORDENAMIENTOS NEURÓTICOS

Señalamos anteriormente que las importaciones


deben ser cuidadosas, y sometidas rigurosamente a la
prueba de coherencia interna de la teoría con la cual tra-
bajamos y a las premisas del prescriptivo clínico que ésta
nos impone. ¡
La idea de un aparato psíquico cerrado, segregando
desde sí mismo tanto los sistemas de representaciones-
como los síntomas, neuróticos, planteó, entre otrás conse-
: cuencias en la clínica psicoanalítica, una teoría del aná-
^ Jisis como "preventivo", sobre todo en el campo de la
' J > p r á c t i c a con niños.
•.-..'< Así, la confusión elemental entre acontecimiento y
traumatismo, o lá; erradicación misma del concepto de
traumatismo, sometió en muchos casos a los niños-a pro-
cesos de análisis que, amén de devenir estéril en gran
parte de los casos los dejó librados a futurás cerrazones
defensivas de inanalizabilidad.
una recomposición espontánea de la
ruptura de un sistema de equilibrio que podría ser defi-
nida, a partir de un modelo de la física, bajo el rubro de
lo que hemos citado anteriormente como punto de bifur-
cación. "
. ~ Pero, a diferencia dé toda propuesta que intentara lle-
var el azar y la indeterminación hasta, el límite, señale-
.— í , .
;, mos que el conocimiento de las leyes del sistema, de sus
(^etenninantes^- de la historicidad que en él está inscrip-
táTpermite acotar el abanico deprobabilidades generando
un espectro predictivo capaz.de otorgar cierta racionali-
j\¿ dad plurideterminista al acontecimiento T^rcTa^c?
Freud, en sus trabajos de los orígenes, ofrece múlti-
ples elementos que operan en tal dirección. La teoría del
traumatismo se plantea en estos mismos términos: no se
trata sino de encadenamientos en los cuales lo contin-
gente deviene necesario¿U .-
11
Por citar sólo una frase de "Psicoterapia, de la histeria* (O. C,,
ob. cit., t. III, pág. 329): "La experiencia analítica nos obliga sin más
• • : a suponer que unas vivencias puramente contingentes de la infancia
son capaces de dejar como secuela fijaciones de la libido''. Vale decir,
• lo contingente se. abre como determinación vina vez inscripto, y fijado
(la bastardilla me pertenece). •

58
No abriremos acá la discusión respecto al concepto de
series complementarias, 0 de estadios de la libido, acerca
de los cuales ya hemos trabajado ampliamente en otros
textos. (Por una parte, para discutir la idea de que.al
concepto de estructura se opondría, pura y simplemente,
el de "redes de acontecimientos" —tal como fuera pro-
puesto por Foucault—, ni para subsumir el traumatismo
en el concepío~3é*series complementarias con el cual
Freud articula en una sumatoria de dudosa fecundidad
tanto la teoría de la fijación libidinal como la del trauma-
tismo.) " .
Señalemos brevemente que el^Eraumatismt^ ingresa ya
en el orden de una cualificación que asume en el ser
humano las características de un umbral no puramente
fisiológico, y que podría ser precisado, escuetamente, a
l!
modo de definición provisional, en los siguientes términos; °
.gTgüímbraP^ en el ser humano, está determinado por la
capacidad metabólica. vale decxrsimboiizante, con que
cuenta _el^p,aratajiSÍ£üj¿sp. para establecer redes_.de liga-
zón que puedan engarzar los elementos sobreinvestidos
qüe"Heñden a romper sus defensas habituaIesrSi"estós
elementos son incapturables en el entramado yoico, por-
que están más allá de las simbolizaciones que se han ido
estableciendo a lo largo dé las experiencias significantes
que la vida ofrece, quedarán librados, sea a un destino de
síntoma, sea a tina modificación general de la vida psíqui-
ca. Al modo de una cicatriz queloide, una insensibilización
de la membrana, efecto de su engrosamiento por contrain-
vestimientos masivos, puede establecerse residualmente y
para siempre, hasta que algo venga a atravesarla.
Y
El relato dé un episodio clínico puede servir para pre- ~
cisar mejor las ideas que estamos en vías de desarrollar. ^
Fui consultada, hace ya bastante tiempo, por los
padres de un niño cuyo hermano, dos años menor, acaba-

59
ba de morir bruscamente a causa de un episodio trombo-
cerebral. La razón de la consulta consistía en saber cuál
era el estado en que éste se encontraba y de qué modo
había afectado una pérdida tan repentina como dolorosa
su vida psíquica—habida cuenta del profundo lazo, no
sólo fraterno sino amistoso, que unía a ambos hermanos,
de 6 y 8 años respectivamente—.
Compañeros inseparables hasta ese momento, Gui-
llermo, mi presunto paciente, había efectuado un replie-
gue en el seno del hogar y se manifestaba reacio a esta-
blecer nuevos vínculos, a desplazarse a casa de
compañeritos de colegio e, incluso, a participar en activi-
dades deportivas en el club al que concurría la familia.
Sólo mantenía, fuera del horario escolar, una relación
con un primo con el cual seguía practicando la actividad
favorita que lo había ligado a su hermano —el fútbol—,
y a ella se reducían todos los momentos de goce y ejerci-
tación lúdíca ds su restringida vida infantil.
Buen alumno, bien organizado, sin conflictos en su
vida escolar —sostenido esto en la severa restricción que
acabamos de enunciar—, llegó a la consulta poco tiempo
después de la muerte del hermano sin mucha convicción
acerca de los beneficios que un encuentro de este tipo
^ podría aportarle.
Las entrevistas transcurrieron en un clima de cerra-
zón obsesivizada, en el cual el niño respondió amable
pero escuetamente a las preguntas que le formulé; dibujó
una cancha de fútbol en la cual la ausencia notoria de
personajes daba cuenta del despoblamiento interior en el
cual se hallaba y explicó a sus padres —que. así me lo
transmitieron— que habían sido mucho más beneficiosos
para él los encuentros previos que había tenido con el
rabino de-su-congregación, con quien había podido
hablar largamente de la muerte y hallar consuelo para él
dolor que sentía.
No parecía dispuesto, en modo alguno, a recibir una
ayuda terapéutica. Por mi parte, no estaba segura de
que en el momento en que se encontraba' ésta fuera efi-
caz. La restricción social que evidenciaba ponía de mani-
fiesto cierto tipo de evitamiento de conflictos cuyo orden
era difícil rastrear como previo al episodio traumático
—en razón de que la vida familiar cumplía también, a
sus escasos 8 años, el lugar de soporte propicio en el cual
sus inquietudes se habían desplegado hasta el momen-
to—. Varios primos, tíos y un hermano daban satisfac-
ción suficiente, por otra parte, a un niño que no presen-
taba, además, ninguna sintomatología evidente que
pudiera poner en riesgo las tareas inmediatas que su
evolución futura pudiera requerir. __
Sus relaciones con el mundo exterior —maestros y
compañeros— no dejaban, sin embargo, de estar marca-
das por cierta distancia y organización fobígena del espa-
cio en las cuales la evitación de la angustia devenía el
rasgo princinal. " "" ——— -
Una larga experiencia —no sólo personal sino del psi-
coanálisis como práctica clínica— me tornaba cautelosa
indicacio-
nes de análisis en tales circunstancias han quedado, en
la mayoría de los casos, no sólo marcadas por el fracaso
en el que puede desembocar un tratamiento iniciado con
fines preventivos en u n momento de recomposición
defensiva ante algún tipo de traumatismo masivo, sino
por algo aún más riesgoso: la generación de condiciones
de ínanalizabilidad por el displacer que impone a un
sujeto el hecho de que otro ser humano intente, forzosa-
mente, llevarlo a "asumir un duelo" y a organizar sus
defensas en la dirección supuestamente saludable que la"
teoría propone.
En razón de esto, decidí que era necesario dar tiempo
al psiquÍ3mo de reorganizar espontáneamente sus moda-

61
. H d a d e s defensivas —cuestión que de hecho estaba en
vías de realizarse—, y esperar, en éste "punto de bifurca-
ción" que se había instalado, que nuevos procesos de'
desequilibrio vital generaran un rea.comodamiento dé la
economía libidinal que permitiera el comienzo de un aná-
lisis.
Durante cuatro años, periódicamente, los padres de
Guillermo vinieron a mi consultorio a solicitar ayuda
espontánea para.enfrentar cuestiones que se les iban
planteando frente al crecimiento de este hijo, de quien
sentían que, precozmente, la vida había confrontado a un
episodio tan limítrofe como desgarrante.
Dos hermanas nacieron con él transcurso del tiémpó.
Yo seguía cuidadosamente —si bien a distancia— ios
modos mediante los cuales este niño se iba enfrentando
a las situaciones de conflicto que los distintos aconteci-
mientos familiares y sociales le iban proponiendo.
Durante los cuatro años, Guillermo logró establecer
algunos vínculos "de amistad, ir a visitar a un número
reducido de amiguitos y recibirlos en su casa, e, incluso,
participar en campamentos y actividades extraescolares
que demandaban; cierta ruptura de las restricciones de
partida con las cuales había llégado a mi consultorio por
primera vez.
"Sin embargo, yo sabía que"estos avances.no eran en
modo alguno la., resolución espontánea de los núcleos
patológicos que sostenían el entramado de base que obs-
taculizaban una vida más plena y, al mismo tiempo,
esperaba que en algún momento se rompieran los siste-
m a s de equilibrio armados precaria pero tenazmente,
con los cuales sostenía una vida social pobre pero no lla-
mativamente: perturbada. .
f - Fue cuando Guillermo ya tenía 12 años y estaba en
. vías dé comenzar el secundario, que los padres llamaron,
para réalizar uña consulta que desembocó en tratamien-

62
to. Me dijeron, telefónicamente, que en un campamento
al cual el niño había concurrido tuvo una crisis de angus-
tia tan intensa que se vieron obligados a ir a recogerlo.
Ideas recurrentes de temor a la muerte de sus padres no
le habían permitido dormir durante dps ppches. y estaba
en un estado pfofundcTde inflj¿i£¿ud_ciue requería una
visita urgente a mi consultorio^Pregunté entonces si el
niño estaba dispuesto a realizarla y me.informaron que
• no sólo estaba dispuesto sino que prácticamente él había
demandado una ayuda profesional; ante ello, fijé una
cita inmediata para el día siguiente.
Guillermo llegó, tímido pero decidido, estrujando un
papelito entre sus manos. Había apuntado allí los temas
acerca de los cuales quería consultar conmigo- los rubros
eran los siguientes: 1) ¿Por qué no se podía sacar estas
ideas de muerte dé la cabeza? 2) ¿Cómo era mi trabajo?
—vale decir, de qué manera yo lo iba a ayudar a hacer-
lo—. 3) La agresividad de sus compañeros —no estaba
muy claro si se refería a por qué eran agresivos o a qué
hacer él mismo con la agresividad de la cual se sentía
objeto.
Comencé por preguntarle cuándo había empezado a
sufrir esa angustia y sentir que no podía dejar de tener
tales pensamientos. Me hizo un relato del campamento,
de la brusca aparición de estas ideas, de la desesperación
que lo embargaba. El síntoma se había extendido a la
escuela: allítambiéhliÉrsetrt^^ a
sus padresles pasara_algo.' ! : r
""Antes de hablar de ciertas "generalidades" que me
permitieran abordar lo que le ocurría de un modo no cen-
trado sólo en el síntoma —del cual por otra parte sabía
sólo lo que él descriptivamente podía formular^-, le
expliqué "cómo era mi trabajo": Hicé un dibujito de un
niño de perfil, y le mostré, en la cabeza de ése niño, cómo
había pensamientos que conocía y luego localicé, en la

63
base de la cabeza —ingenua pero eficaz graficación del
inconsciente— los pensamientos desconocidos que po-
dían afectarlo sin que él lo supiera. "Así —dije— hay
pensamientos en tu cabeza que no conocemos, y que
deben tener que ver con esto que te ocurre. Por eso es
necesario que hablemos de muchas cosas, para relacio-
nar estos que conocemos con los que no conocemos -—que
muchas veces pueden no gustarte, darte vergüenza o
miedo, o incluso producirte sufrimiento."
A partir de esto Guillermo empezó a contarme espon-
táneamente algunos hechos. Me dijo, por ejemplo, que
había empezado a prepararse para hacer ese año su Bar
Mitzvá. Le pregunté —no ingenuamente—, si él sabía el
sentido de la ceremonia por la cual pasaría. Respondió:
"Sí, quiere decir que tenés que independizarte de tus
padres, ser un hombre". Apunté, entonces, que él lo sen-
tía como sin transición, que a partir del momento del Bar
Mitzvá debía separarse de los padres, y que tal vez eso le
producía mucha zozobra. Recordé entonces al rabino con
el cual había tenido sus charlas después de la muerte del
hermano y le pregunté si ya conocía al rabino con el qué
estaba haciendo su preparación. Respondió.que sí, qué lo
conocía desde chico. Agregué que cuando él me vino a
ver, de pequeño, había tenido simultáneamente conver-
saciones con un rabino a raíz de la muerte del hermano,
y si sé trataba del mismo de entonces.
En ese momento comenzó a hablar de aquella época:
recordó que había venido a mi consultorio, pero no qué
había ocurrido entonces. Me hizo un relato, por el contra-
rio, de lo que había sentido: "Cuando murió mi hermano
yo no entendía lo que estaba pasando... El día que se lo
llevaron, mi papá me levantó en brazos, en la vereda, y
dijo: "Vamos á despedirte de A'. Yo no entendía nada, pero
vi a mamá y papá llorando, y sentí algo horrible. Al otro
día pensé £Un día sin mi hermano'; cada día iba pensan-
do lo mismo: T a van dos días sin mi hermano', "Tres
días', hasta que me di cuenta de que no iba a volver más.
Entonces apoyé la cabeza contra la almohada para que
no me oyeran mis papás y lloré mucho... Esos días llora-
ba mucho en mi pieza, pero no quería que me vieran por-
que ellos estaban muy tristes".
La voz quebrada, las manitas apretando el papel, yo ;
tenía una sensación dolorosa y terrible del sufrimiento
de este niño. Algo había quedado "en espera", sin trami-
tación, en la frescura dramática de lo inelaborable. En
cierto momento, él mismo se repuso; respiró hondo, se
secó los ojos y dijo: "¿Vos creés que puede tener algo que
ver con mi angustia?".
Le dije (no me atrevo a decir "le interpreté") que
parecía que en su cabeza, cuando eso ocurrió, no había
posibilidad de hacer una diferencia entre muerte y sepa-
ración; tal vez esto tuviera alguna relación con lo que le /
ocurría ahora, cuando hablaba de "separarse de los j
padres". S
Yo sabía, por otra parte, que nada es tan simple. El
miedo a la agresión de lo extraño, su modalidad fóbico- .
obsesiva de ubicarse en el mundo —y en mi consultorio— \
no eran productos directos del traumatismo. Dé un modo j
menos ingenuo aún me preguntaba dónde estaba presen- /
te el deseo que daba origen al síntoma.
Guillermo había tenido-dos hermanas a lo largo de
esos años. Con la menor se llevaba muy bien; a la mayor-
cita a veces la retaba o zamarreaba —racionalizaciones
morales de por medio— por maltratar a la pequeña.
Inserto en una familia en la cual los impulsos eran
cuidadosamente controlados —no sólo por una patología
específica sino por razones culturales y valores relativos
al ideal del yo—, este niño había sido educado en princi-
pios morales sólidos y en una práctica del autocontrol
que no implicaban en modo alguno, del lado de los

65
padres, ni distancia rigidizante ni falta dé ternura o
desamor.
En ese marco determiñádo-:détermiñánte, .¿dé qué
modo había podido mi paciente vivir él nacimiento de sus
hermanas menores, atravesado por el- doble entretejido
de la muerte real de un hermano —que convertía todo -
fantasma fratricida en eventual reálización— y por un
medio familiar en el cual el dominio de la agresividad,
constituía una premisa.de la humanización estructuran-
te de los hijos? Más aún: ¿qué reconocimiento de sus fan-
tasmas hostiles previos a la muerte del hermano —cuyo
nacimiento debió de afectarlo de uno u otro modo—
había tenido cabida en esta estructura que le dio origen
y en la cjial se constituyó durante los primeros tiempos
de su vida?
Separarión-agresividad-múerte articulaban un entra- .
mado que estaba en la base tanto de las defensas ejerci-
das por Guillermo hasta entonces como de la angustia
concomitante desplegada en el momento de fractura de
sus modos habituales de ejercicio, por el ingreso a las
nuevas tareas qüe la vida le planteaba.
Fue entonces cuando, de común acuerdó, decidimos
emprender un análisis. La angustia disminuyó rápida-.
ijiente con el consiguiente riesgo para la analizabilidad
del niño, pero éste ya era consciente de la necesidad de
realizar un trahajo que sabía difícil y costoso libidinal e
intelectualmente.
r A los modos de recomposición espontáneos del apara-
: to psíquico, producidos cuando el azar acqntencialjie la
muerte del hermano devino traumatismo, Guillermo
"ííabía respondido con una autoorganización espontánea,
reequilibrante, pero no indeterminada, de un modo de
funcionamiento empobrecedor y limitante. ~
f~~¿,'n este fmév5~^^^'^é^Mfxircgcf(5rrde las cadenas
traumáticas en las cuales su historia se desplegó, u n á

66
génesis por après-coup me permitiría ordenar junto a él
las variables que oosibilitajaiLflagJflJjiscripto —en el
inconsciente, atemporal y espacial— dgyimerâlssippra-
lización historizante. »" . ..
Era así como el análisis debía generar las condiciones
para ima expansión de sus potencialidades psíquicas en el
<enclave~cfe Condiciones mstóncag, determinadas pero a su
vèFaûiertas, en las cuales la insistencia de repetición ins-
cripta diera paso a un reordenamiento de nuevos modos
de recomposición más o menos estables, en el marco de la
perspectiva vital azarosa pero no indeterminada, arran-
cándolo de la oscilación entre la angustia y la rigidización
defensiva en la cual había vivido hastá entonces.
Si el análisis no sé limitaba a encontrar los fantas-
mas hostiles reprimidos, si no se reducía a "agregar lo
faltante" ni a "quitar lo sobrante" sino que producía un
verdadero movimiento de resimbolización tanto de lo
reprimido como de los movimientos estructurantes
—determinados— que le habían dado origen en el marco
de lo azaroso acontencial que le tocó vivir, un verdadero
proceso àeÇneogénesisjpe hacía posible.
En el punto actual de bifurcación, là recomposición
en la cual lo disipativo no era sino un modo de reorgani-
zación de los elementos previamente constituidos
—representaciones fañtasmáticas metabòlicamente ins-
criptas—, la compulsión de repetición de lo idéntico que
encuentra un lugar diferente podía ser cercada.

. HISTORIA Y TEMPORALIDAD

El breve relato expuesto desemboca, inevitablemen-


te, en lsf'cuestijaLde la tempGrllIdadI)¿De qué tiempo se.
trata cuando a lo largo de la vida de un ser humano
vemos producirse movimientos de constitución y de
recomposición de los procesos psíquicos presentes?

67
Es necesario distinguir, a los fines del tema que nos
ocupa, el tiempo —en su formulación matemática, como
fuera definido por la física—• dé la temporalidad, en la
cual inevitablemente el sujeto está comprometido.
Las ideas acerca defcgiempa se desarollan en cuatro
niveles: *2 1) el del tiempo cosmológico —tiempo del
mundo—; 2) el del tiempo perceptivo —aquel de la con-
ciencia inmediata, tiempo del viviente—; 3) el del tiempo
de la memoria y del proyecto —temporalización del ser
humano—, y 4) el del tiempo de la historia, de las socie-
dades humanas, incluso tiempo de la humanidad conce-
bida como un todo.
Después de Kant se desabrocha la filosofía del tiempo
por relación con el problema del tiempo cosmológico. La
temporalidad deviene entonces independiente del tiem-
po. La teoría de la relatividad y, más recientemente, la
postulación de un comienzo y de un fin del mundo físico,
abren la puerta a especulaciones filosóficas renovadas. 13
J3i_a_embargo, la temporalidad no puede ser remitida
sino a una subjetividad. Y esto impregna la discusión
ciéñtínca^tgvañdólaralrozar los límites de la filosofía.
Conocemos la carta que Einstein envió a la hermana
y al hijo de Besso —su amigo e interlocutor— luego de su
muerte: "Michele (Besso) se me ha adelántado en dejar
este extraño mundo. Es algo sin importancia. Para noso-
tros, físicos convencidos, la distinción entre pasado, pre-
sente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que
ésta sea..."11» Besso ha estado verdaderamente obsesio-

12
Jean Laplanche, "Le íemps et i'autre" en La révolution cópper-
hicienm inackeuée, París, Aubier, 1992, pág. 363.
13
Jean Laplanche, ob. cit., págs. 316 y sigs.
14
Einstein-Besso, Correspondente, París, Ed. P. Speziali, Her-
mán, 1972, pág. -88. (Citado por Prigogine en ¿Tan sólo una ilusión.?,
Barcelona, Tusquets, 1993, pág. 12).

68
nado con la cuestión del tiempo en sus últimos años:
¿Qué es el tiempo, que es la irreversibilidad? Einstein,
paciente, no se cansa de contestarle: la irreversibilidad
es una ilusión, una impresión subjetiva, producto de con-
diciones iniciales excepcionales.!5
Frigogine toma este intercambio, atravesado por la
amistad y la muerte, en eje de una discusión científica (e
incluso en título polémico de un libro).. Considera que.la
razón que lleva a Einstein a dar estas respuestas a su
amigo no es sino una reiteración de la propuesta clásica
de Giordano Bruno en el siglo XVI; desde esa perspectiva
el universo es uno, infinito e inmóvil; el universo no tiene
generación propia; no es corruptible, no es alterable.
Para contraponerse a la frase "el tiempo es sólo una
ilusión" apela a argumentos de la física, de la literatura,
de la filosofía. Introduce, por último, una idea que cono-
cemos ampliamente y que es eje de su propio pensamien-
to: "Para nosotros —dice—, tiempo y existencia humana
y, en consecuencia, la realidad, son conceptos indisocia-
bles".16 Se trata, evidentemente, de "el significado del
tiempo".
No es necesario ser psicoanalista para entrever aquí
que la racionalidad científica está atravesada por la sub-
jetividad. La pregunta de Besso, sin dejar de tener su
validez en el campo específico, se juega en el interior de
lo que Laplanehe ha denominado "la motivación de un
autor" en la búsqueda científica, aIgo"que~éslTentreSji- u
,,. . . I -(— ••

do entre dos entramados: por una parte, las preocupacio-


nes del sujeto respecto a los enigmas fundamentales que
'lo^cechan;;güfffir5, los problemas^espe^lcos q u e l a .
ciencía^eiucixestiónjieae comojenigima teorico tunda-
mental.
15
Prigogine, ob. cit., pág. 12.
16 Hya Prigogine, ibíd.

69
La carta de Einstein a la familia Besso. puede ser
considerada en el interior de un juego que se abre en la
. dimensión del empleo de la ciencia al servicio del aplaca-
miento del sufrimiento: el tiempo es tan sólo una ilusión^
y, por ende, somos parte del plan Eterno de la naturaleza
en el cual presente, pasado y futuro no son sino modos
imaginarios de la existencia. El sujeto ha desaparecido
en la fusión con el cosmos, y. esta fusión es el consuelo
que posibilita tolerar tanto la muerte del otro como nues-
tra propia muerte.
Prigogine, por el contrario, reintroduce al sujeto: la
¡ muerte es irreversible, la existencia también lo es. Cada
vida marcha hacia un punto de no retorno. 17 Es desde
allí que el tiempo es una realidad Tactual y de consecuen-
\^cias subjetivas...
Es a nivel del tiempo de la memoria y del proyectó
que se juega, én el aparato psíquico, la témporafización
del sujeto. - •
r - ^ El tiempo de la temporalidad, aquel que marca la
irreversibilidad de los fenómenos y, entre ellos, de la vida
—no" sólo cósmica,, sino singular, histórica—, es el tiempo
historizable y, como tál, sé imbrica con una teoría del
\ sujeto. ..
\ j"5* Pero el aparato psíquico no sé reduce al sujeto. Preci-
sámente, el inconsciente es lo. que constantemente se
- i sustrae al sujeto; de modo que, del lado del inconsciente,
i la temporalidad no existe cómo tal, no hay historización
", posible.
<, El inconsciente—-a partir de la formulación que de
eí realizará Freud— es a temporal por definición;. La
cuestión de la significación es inherente a la temporali-

17
Como lo dijera en su lucidez terrible Sinjone de Beauvoir en
La ceremonia del adiós: "Tú muerte nos separó, la míá' no nos
unirá...". - -

70
dad; la muerte, como representación de la ausencia, no
se inscribe como tal en el inconsciente pulsional reprimi-
do —sólo puede ser pensado por relación con lo secundar
riamente reprimido, o con lo que se ha llamado "aspectos
inconscientes del yo", en razón de que se instala del lado
de las preocupaciones del sujeto—. .->
Atemporalidad, entonces, del inconsciente, en su i
insistencia de repetición. Pero por otra parte (y a diferen-
cia de lo que proponen ciertos planteos psicoanalíticos),
hemos considerado una historicidad fundante del incons-
ciente, de las inscripciones que lo constituyen, dé l o s ,
entramados vivenciales que le dan origen. —
¿Cómo concebir entonces esta paradoja fenomenal de
inscripciones significantes, traumático-vivenciales, no
historizables, atemporales, condenadas a la repetición,
por relación con la historia que las constituye?
Y así como Freud se pregunta, respecto a los senti-
mientos inconscientes: de qué tipo sería un sentimiento
que no pudiera ser sentido por nadie, podemos pregun-
tarnos, en relación con el inconsciente: ¿de que carácter
es una historia que no puede ser historizada sino en un .
segundó tiempo y mediante un trabajoso proceso de
apropiación? ¿Una historia que está condenada a la repe-
tición en tanto no encuentre un destino de significación?
En psicoanálisis, podemos afirmar, la historia tiene
un carácter^^ron¿g??emite,"^or un la3o7a"Ib~acontencial .
^ ^ ^ S ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ B ^ ^ S ^ g j o g ^ c 0 - temporalizad, ^
cíe lo acaecido/Del lado del inconsciente? lo que se inscri-
be es efecto d e j i n a historia acontencial devenida trau- y
mática. (Del lado del sujeta, esta historia sólo esj_ecomp_<a- _.
nible por apres-coup
En esté sentido, la historia debe ser reubicada en psi-
coanálisis, en los diversos elementos que se plantean
.para una teoría tanto del inconsciente como de las pre-
misas de la cura.
Resumiremos nuestra posición al respectó realizando
para ello un esfuerzo, si 110 de formalizaeión, al menos de
ordenamiento. El modo de exposición elegido será enton-
ces el de en una serie de tesis que desplegáremos engar-
zándolas en sus nexos de articulación con problemas
nodales del psicoanálisis.

[ Cl>La historias—que inevitablemente se liga a lo tem-


/ poral— no es patrimonio, como tal, del inconsciente.
Definiéndolo brevemente: el hecho de que el inconsciente
sea residual, singular e histórico, no implica que la histo-
ria secuencialTtemporal, se encuentre en él como tal (es
en este punto dqnde.se.HgaxL.temporalidad_eJiistoria a
una teoría del sujeto). Esta afirmación que colocamos
como premisa de partida nos obliga a diferenciar la cues-
t i ó n del estatuto de lo histórico en psicoanálisis en sus
múltiples aspectos.
(J^Xib. histórico^ en tanto constituyente del. aparato
psíquico —en una temporalidad no lineal, no genética,
sino azarosa en el marco de la necesariedad y. fundamen-
talmente, destinada ai Gj?rgs-cot¿^—_agarece en psicoa-
nálisis en una basculación quejaos diferencia tanto del
estructuralismo formalista como del giñetismo éñHoge-
nisía. . J—
- T | ) Lo histórico "encuentra SU lugar e n ^ ^ ü e m p M rea-
les —ntriflíticos—, de constitución del aparato; tiempos
destinados a una historización posterior y cuya modali-
dad no puede sino ser tematizada por el sujeto que se
encadena a su propia identificación. Esto nos lleva a
rehusar la idea de que el sentido del análisis sea la
"construcción de una historia".; Por el contrario, el análi-
sis se dedica a la desconstrucción de lo fijado, de la "his-
toria oficial" del sujeto, absteniéndose de ofrecer totalida-
desmie reensamblen el todo., —^
1^4) En el encaminamiento^ de la cura los procesos de
historización son siempre parciales: se trata de otorgar
un ensamblaje a esos elementos que han quedado a la
deriva y df» r>rnniciar£j¿ reljgazón^mediañte la descons-
trucción dei los que habían 1sido soldados
•• — " ••——
en las autoela-
boraciones espontáneas que dahan origen a lQssfñtoma|v
La historia süempre u laescriben los vencedores" (en
este caso el yo). Paradoja del descentramiento que el
análisis inaugura y de los recentramientos necesarios
que el sujeto espontáneamente propicia en sus movi-
mientos autoteorizantes, autosimbolizantes, autohistori-
zantes (siguiendo a Laplanche). ^
5) Lo histórico a ser considerado como movimiento en
el cual el aparato se despliega aun constituido implica
concebir un sistema abierto siempre al après-coup, descap-
turado de un deterninismo lineal que tenana sólo en
cuenta la acción del pasado sobre el presente y no las
recomposiciones que el presente inaugura sobre el pasadoj
6) Desde esta perspectiva, el proceso de la cura puede
ser concebido gomo espacio privilegiado de la resimboli-
zaciómJLugar de re-engenciramîëiïîôa partíFüe.que lo
traumático no es lo vivido en general sino aquello que no
pudo encontrar, en el momento de su inscripción y fija-
ción, de su caída en el aparato, posibilidades metabólicas
de simbolización productiva. ,-
No se trata aquí de un "retorno al pasado" para agre-
gar lo que faltó ni para quitar lo que sobró, sino de una
recomposición "disipativa" en un proceso irreversible. A
partir de ello, lo que insiste como idéntico, una vez
retranscripto, no deja intacta la totalidad en la cual se
despliega.
[ 7) Historizar es entonces estructurar de modo signifi-
cante los efectos de ío acontencial-traumático, inscripto a
pártir de una descomposición- y una recomposición que
liga de un modo diverso las representaciones vigentes
(investidas o plausibles de serlo).
^jp T &)JLaj:epetición| (correlativamente, la transferencia)
es el modo privilegiado mediante el cuál Ió históricamen-
te inscripto se manifiesta a través dé la a-historicidad
radical del inconsciente. Las representaciones que en el
. aparato psíquico "se depositan" están destinadas a reën-
samblarse por après-coup, es decir Nachträglichkeit —a
posteriori—. Si este aparato está abierto siempre a la
posibilidad dé nuevas inscripciones, de recibir elementos
de lo real exterior —élemeritos "traumáticos", capaces de
producir aflujos energéticos que deben ser domeñados o
expulsados para mantener sil constancia—, las represen-
taciones previamente existentes, aun cuando permanez-
can como tales en su singularidad, se entrelazan de
manera diferente en la totalidad resultante.

Las consecuencias de una recuperación de lo histórico


en psicoanálisis son mayores; asumir esta definición pro-
duce mutaciones en toda nuestra concepción de la teoría
de las neurosis y del proceso de la cura.
Lao dos formulaciones alternativas freudianás: hacer
; consciente lo inconsciente, por un lado, y llenar las lagu-
nas mnémicaSj por otro, se unifican. Al recuperar la his-
toricidad fundacional del sujeto psíquico y considerar al
inconsciente como residuo metabólico de inscripciones
exógenas, la atemporalidád del inconsciente atañe a su
indestructibilidad pero no a la posibilidad de reensam-
blaje de sus representaciones.
Se trata de un movimiento en el cual en el proceso de
reconocimiento de la insistencia repetitiva del incons-
ciente se organizan continuidades bajo el modo de lo dis-
continuo. GQEDO lo definen algunos historiadores, se trata
de una "historia problema" y no de una "historia relato". •
El relato es, en todo caso, el modo con el cual el sujeto
tematiza y significa'la historia problema.
Lo histórico encuentra aquí su espesor propio, dife-

74
rendando la historia relato —siempre constituida por el
intento de temporalización y espacialización del yo— de
lo acontencial-traumático inscripto como metabólico resi-
dual de las vicisitudes libidinales del psiquismo.
Si las instancias del aparato psíquico, ellas mismas,
son efecto residual de procesos históricos de diverso
orden—inscripciones, identificaciones, recomposicio-
nes—, la ilusión de construir una historia que abarcara
la totalidad de lo vivido por el sujeto no sería sino el
retorno de un ideal de superación del conflicto psíquico
mediante la subsumisión de lo residual inscripto en ¿1
relato.

A modo de breve comentario final: nuestra pregunta


sigue siendo, como en tiempos de Freud, los modos de
abordaje de aquello que, sujeto a una determinación ins-
cripta y fijada bajo los modos de la compulsión de repeti-
ción, limita los márgenes de la libertad y deja sometido
al sujeto psíquico a la inermidad de una historia cuyos
efectos sufre pero cuyos modos de insistencia desconoce,
aun cuando reconozca sus efectos.
Nuestra respuesta es que las formas de recomposi-
ción espontánea —abierta— de los sistemas psíquicos
ante lo azaroso del acontecimiento —de la vida— no son
totalmente indeterminadas, sino que se juegan en el
interior de un abanico de posibilidades cuya combinato-
ria es múltiple pero ño infinita.
En ese sentido, la herencia del pensamiento raciona-
lista de Fretid sigue siendo no sólo una propuesta filosó-
fica sino un modo.de concebir la esperanza: limitar' la
irrerversibilidad bajo el modo de opérancia sobre la lega-
lidad, no para tornar reversible lo acaecido sino para
dominar sus efectos cuando se inclinan del lado de la
destrucción y la muerte.

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