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Pedro recibe todos los días a su grupo de 1º en la fila con un “¡Buenos días!" a cada uno
de los niños y niñas, mientras les dedica una sonrisa y una caricia. Ellos le devuelven la
sonrisa y van entrando a la clase, colocándose sentados en corro, en una especie de
alfombra. Una vez situados, cada uno va contando cómo se siente hoy, qué trae o qué
aporta hoy al grupo, “Juan se siente contento porque piensa en el cumpleaños de su
hermano, Ana está triste porque su madre se ha enfadado esta mañana, María trae
nerviosismo porque su hermano pequeño estaba revoltoso…”
Pedro comienza a reflexionar y a exponer, mientras Laura lo escucha con atención:
- “Y es que las emociones son alteraciones rápidas e intuitivas de nuestro estado de
ánimo, provocadas por ideas o acontecimientos que producen reacciones rápidas que
conducen a actuar en función de lo que sentimos en un momento. Descubrir, identificar
y diferenciar las emociones es una forma de educar a los más pequeños para que sientan
sin temor, para que se descubran a sí mismos y acaben convirtiéndose en adultos
autoconscientes para afrontar los retos de la vida. Si una persona conoce bien sus
emociones, las podrá reconocer en los demás y sus relaciones serán más sanas y
positivas. Educar a un niño o a una niña no consiste en atiborrarlo de conocimientos; lo
imprescindible es convertirlo en persona, pero no al margen de los demás. Pienso que
debemos abordar desde los coles la enseñanza y el aprendizaje de todo lo que conlleva
una educación emocional, que tengamos personas socialmente integradas, y eso se
aprende en las relaciones entre iguales, en la relación entre alumnado y adultos, y a
través de la influencia que nuestras acciones ejercen sobre ellos y ellas.”
Continúa diciendo Pedro:
- “Para una buena convivencia es clave que el niño se conozca a sí mismo desde
pequeño, para saber qué hacer y tener control de su comportamiento y emociones. Un
ajustado auto concepto ayuda a saber actuar ante situaciones que la vida nos presenta.
Ya en el cole podemos aprender a ser más inteligentes emocionales, desarrollando una
serie de habilidades necesarias como la autoestima, o sea el agrado que sentimos hacia
nosotros mismos. Tener una buena autoestima quiere decir que estamos a gusto con lo
que hacemos, decimos, sentimos y pensamos. Otras habilidades son la empatía, cuando
me pongo en la piel del otro; la asertividad, cuando me expreso y actúo desde lo que soy
con respeto y responsabilidad, siendo capaces de tomar decisiones,
responsabilizándonos de nuestros actos y aceptando las consecuencias. También es muy
importante desarrollar la habilidad de la escucha activa, no se trata de oírnos cuando nos
hablamos, sino considerar y atender a lo que decimos, aunque no siempre estemos de
acuerdo.”
Laura entonces le plantea a Pedro: - “¿Entonces nunca se dan conflictos en tu grupo?”
Y Pedro continúa hablando:
- “Los conflictos van unidos a nuestra condición social, somos seres sociales que se
relacionan y que a veces diferimos en nuestros intereses, pero también que
argumentamos, comprendemos y respetamos. El conflicto es una oportunidad siempre
para aprender a convivir. En el conflicto hay una confrontación entre dos o más
protagonistas cuyos intereses o necesidades chocan. Creo en ese espacio y momento de
reflexión ante el conflicto, donde el objetivo no es punitivo, el castigo no modifica la
conducta, sino educativo, dotando de herramientas que ayuden a la resolución pacífica
de los conflictos y mejorar las relaciones interpersonales.”
Después de todo este tiempo de reflexión, Laura le dice a Pedro: “¡Qué importantes son
tus caricias cada mañana!”