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resistencia1
Anabel Rieiro2
1 El artículo fue realizado en una estadía de investigación en el Departamento de Sociología de la UQAM -Universi-
té du Québec Au Montrèal- Canadá, constituyendo un primer avance teórico como marco general para analizar
los sujetos y acciones colectivas en América Latina.
2 Magíster en Sociología. Profesora y Asistente de Investigación del Departamento de Sociología, Facultad de
Ciencias Sociales, UdelaR; Docente de la Incoop. Unidad de Estudiantes.
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3 “El sujeto “posee” las determinaciones del objeto histórico de las cuales no puede evidentemente sustraerse
el-mismo. Pero, al mismo tiempo posee otras que no valen para el objeto, sino solamente para el sujeto mismo
(…) El sujeto está ubicado de manera permanente en una actividad creadora, transformadora de lo dado” (Cas-
toriadis, 2009 :100).
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4 Arendt ([1948] 1994), al referirse al renacer contra el pensamiento totalitario, define la acción como facultad de
comenzar al disponer de la libertad y pluralidad humana, una vez terminado el mito de lo “único”, en el proceso-
democrático de consejos, con la promoción de la fuerza individual y colectiva de comprender, pensar, juzgar y
deliberar.
El sujeto: entre relaciones de dominación y resistencia 275
5 El término “agente” en general hace énfasis al individuo o a los colectivos como reproductores de prácticas
estructuradas en un campo social (muy característico del estructuralismo constructivista).
2. El concepto de “actor” pone énfasis en la decisión y acción propia, destacando los márgenes creadores o
innovadores. Este término fue defendido por Touraine en su obra clásica “El regreso del actor” (1982), y sin
embargo se observa en el mismo autor mayor uso del término sujeto durante el último período. Aunque en la
mayoría de los casos se refiere al sujeto individual. “Llamo como sujeto, al deseo de ser un individuo, de crear
una historia personal, de otorgar un sentido al conjunto de experiencias de la vida individual. Vivir su vida, encon-
trar en ella una referencia que aclare los comportamientos particulares más que la pertenencia a una categoría
social o una comunidad de creencias.” (Touraine, 1995 :29)
6 La democracia no es ni la tolerancia pura, ni la afirmación de una ciudadanía separada de las relaciones sociales
desiguales de la sociedad civil. Es la política del sujeto, la búsqueda de la participación y también nuevas formas
de reconocimiento del otro. (Touraine, 1995 :39)
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proyecto el sujeto es explicado por una razón (no en pocas instancias de índole instrumental) y
su comportamiento se reduce a su rol de consumidor y elector.
Frente a estas fuerzas colonizadoras y dominantes, la emancipación social no parece
tanto poder desarrollarse por procesos individuales de origen psicoanalítico (sin duda también
importantes en procesos de emancipación individual), sino a partir de procesos colectivos y
luchas sociales capaces de revertir las actuales relaciones de opresión social.
Es en este espacio donde se conforman las estructuras intermedias que conforman el
ensamblaje de la estructura social. Lo colectivo se conforma así como campo privilegiado en el
análisis de la resistencia frente a las relaciones de dominación. Lo colectivo, supone individuos
capaces de “asociarse” y construir intereses colectivos que los trasciendan en su racionalidad
individual.
Dicha construcción, necesita de un reconocimiento del otro, que además de un interés
racional (corporativo-estratégico) pueda implicar una afectividad hacia “el otro”, típico de una
racionalidad comunicativa particular. Alice Pechriggl (2007) analiza la capacidad (de)formatriz
que la afectividad puede ejercer sobre las relaciones de poder.
Spinoza (1990) propone que además de la reproducción de hábitos y pasividad frente a
las relaciones de dominación que conforman al sujeto a través de fuerzas heterónomas, existe
también la aptitud del cuerpo a ligar sus afecciones y constituirse en resistencia-activa y defen-
der la propia potencia7.
En este sentido, es innegable la no “casualidad” en la importancia que ciertos sujetos
colectivos han dado a la palabra “resistencia”. “La resistencia” ha sido un emblema aglutinador
dentro de la historia de las acciones colectivas y aparece hoy con insistencia sobre todo en las
organizaciones altermundistas.
Caloz-Tschopp explora la hipótesis de que este resurgimiento se encuentre en relación
con la exigencia de redefinición de un proyecto revolucionario después del siglo veinte y “los
tiempo extremos” según los términos de Eric Hobsbawn. (Tosel en Caloz-Tschopp, 2008 :12)
Retomando dicha temática Casanova (2003) nos plantea que para pensar el contexto
actual, es relevante reconocer como aprendizaje histórico que ahora sabemos que el socia-
lismo realmente existente no es el socialismo y la democracia realmente existente no es la
democracia.
Retomando el análisis de los totalitarismos de Arendt, Caloz-Tschopp propone que el
totalitarismo contemporáneo, sería el total-liberalismo, que acompaña el nuevo orden mundial
capitalista y la tensión entre la hegemonía de Estados Unidos y el mundo occidental contra el
“terrorismo”.
7 Mientras que el habitus sería la memoria fundamental según la cual el tiempo se constituye (como especialidad
durable) y por la cual la vida misma se perpetua como necesidad repetitiva; el conato es una memoria funda-
mental de acción por si, en sí y para sí. Sería el proceso de subjetivación, en el cual y por el cual todo ser se
afecta el-mismo en relación a la vez minimal, esencial y singular resistiendo las fuerzas heterónomas (Bove,
1996 :135).
El sujeto: entre relaciones de dominación y resistencia 277
8 Un ejemplo de lo “contradictorio” que este enfoque podría resultar, sería el caso de Colombia, país que a pesar
de haberse constituido formalmente como “democrático”, siendo inclusive uno de los primeros en instituciona-
lizar su asamblea constituyente, alberga hoy uno de los autoritarismos más feroces de nuestro continente, al
igualar y acusar a toda acción colectiva de origen social o político, ser “aliada de la guerrilla”.
La sociedad civil y sus sujetos colectivos articulados en expresiones tan variadas como comunidades negras, indíge-
nas, desplazados, estudiantes, universitarios críticos, ONGs que trabajan con la infancia y adolescencia, con
mujeres, refugiados, familiares de desaparecidos, periodistas, entre otros, manifiestan dinámicas propias que
no pueden igualarse al conflicto armado. Hacerlo es tomar parte en el conflicto a través del Estado. Ningún
gobierno que muestre estos mecanismos de criminalización a la lucha social puede definirse de “democrático”.
9 Hobbes ubica al sujeto individual racional y funcional a los ideales de “soberanía” como una estrategia de
asujetamiento que garantiza la democracia, mientras que Spinoza combate la idea del sujeto obediente por
reducir la dinámica viva como pujanza del sujeto a un cierto estado de automatismo ciudadano. En este sentido,
sintetiza Bove (1996 :290): “Las revueltas no significan la disolución del sujeto democrático sino un dinamismo
de la estrategia de resistencia-activa del conato, que contra la dominación y lógica de heteronomía del cuerpo
colectivo, se auto-organiza autónomamente y se expresa el movimiento de resistencia”.
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10 La esfera pública constituye un espacio político alternativo para la directa presentación de identidades plurales
y demandas. El concepto implica la idea de un espacio de interacción cara-a-cara entre ciudadanos diferenciado
del Estado. (Melucci, 2000 :509)
11 ¿Es este proyecto político inspirado en la multitudinis potentia el que emerge de los procesos políticos en
Bolivia? Evo Morales se ha referido en numerosas ocasiones al Estado ya no como estructura de dominación
(imaginario impuesto y naturalizado) sino como afirmación de libertad de los colectivos autónomos, es decir, de
sujetos que logran accionar de acuerdo a las causas propias a través de la Asamblea Constituyente.
Si bien las contradicciones en la realidad se hacen presentes, el imaginario de democracia que intenta instituirse
a través del discurso del MAS explicita en este caso a “los pueblos y comunidades” como sujetos que deciden
sobre sus problemas y sus soluciones constituyendo un sujeto político-activo, auto-organizado que disputa la
voluntad colectiva sobre el propio devenir social.
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durante los procesos de colonización y cuáles son los actuales? Se parte de una perspectiva
dialéctica que analiza la lucha a través de la relación entre los modelos dominantes y las al-
ternativas, más allá de los distintos ejes que las acciones colectivas decidan priorizar en cada
territorio.
La crisis económico-social y la llegada de gobiernos “progresistas”, parecerían marcar
nuevos horizontes políticos en la región Latinoamericana. Sin embargo, ¿cuales son los proce-
sos de resistencia y emancipación planteados a nivel social?
Abordar esta pregunta señala la necesidad de construir una posición crítica y de autono-
mización en el trabajo político y filosófico que recupere la actividad de pensar ligada al hacer
individual y colectivo. Significa retomar la pregunta planteada por Casanova (2003) acerca de
¿cómo vamos a hacer las ciencias sociales ahora que se ha declarado la guerra por la “libertad
duradera”?
Comprender esta apertura a un futuro que no tiene otro “destino” del que la humanidad
como tal sea capaz de construir, significa entablar un diálogo con las corrientes estructuralistas
que proyectan el futuro a través de las estructuras histórico-sociales y actuales que nos gobier-
nan. El desafío entonces, es recorrer el pensamiento crítico.
En los años sesentas, en América Latina los movimientos sociales y políticos que cons-
truían imaginarios transformadores se constituían como sujetos colectivos en base a un pro-
yecto “Latinoamericano y antiimperial”. Las acciones colectivas se caracterizan en este período
por desarrollar estrategias que utilizan la violencia física entre sus repertorios de acción.
Al analizar esta característica es necesario contextualizar y recordar que en aquel mo-
mento la acción colectiva en la esfera pública era censurada, aún se encontraban fuerzas
inspiradoras en un mundo bi-polar y la inspiración de una isla que se enfrentaba al imperio apos-
tando a un proyecto de liberación Latinoamericano, pero la defensa para el uso de las armas
era los “imaginarios colectivos”, no encontraban garantías institucionales-políticas para ejercer
su libertad de acción.
El triste episodio que ensangrentó al continente bajo la instauración de dictaduras milita-
res no permite, al menos, tratar de injustificados los miedos sobre el uso que el estado podía
alcanzar a través de algunos grupos políticos.
La violencia no debería ser comprendida buscando “culpables” o aquellos que “comen-
zaron” el conflicto; sino asumiendo que el conflicto armado fue conformándose y agravándose
de manera relacional. Lo central es entender cómo el deber y la función del Estado de mediar
entre los conflictos políticos-ciudadanos garantizando libertades mínimas fueron desarticulados
bajo la acción violenta de un grupo político que a través de las fuerzas armadas dieron fin a una
lucha ideológica sobre proyectos políticos nacionales y regionales diferentes.
Se instaura así, el pensamiento unilateral desde sectores políticos que no en pocos casos
recibieron “colaboración internacional” sobre todo de Estados Unidos. Es innegable que en el
último siglo de nuestra historia global las fuerzas coloniales e imperiales respecto a América
Latina han cambiado de matriz ante el desarrollo de fuerzas hegemónicas e imperiales propia-
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12 “La tradición de los oprimidos nos enseña que el “estado de excepción” en que vivimos es la regla” (Benjamin,
[1940] 1999 :53)
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13 El damné es el sujeto que emerge en el mundo, marcado por la colonialidad del ser. El damné, tal y como Fanon
lo hizo claro, no tiene resistencia ontológica frente a los ojos del grupo dominador. El damné es, paradójica-
mente, invisible y en exceso visible al mismo tiempo. Este existe en la modalidad de no-estar-ahí; lo que apunta
a la cercanía de la muerte o a su compañía. El damné es un sujeto concreto, pero es también un concepto
trascendental. Émile Benveniste ha mostrado que el término damné está relacionado, etimológicamente, con el
concepto donner, que significa “dar”. El damné es, literalmente, el sujeto que no puede dar porque lo que ella o
él tiene ha sido tomado de ella o él. Es decir, damné se refiere a la subjetividad, en tanto fundamentalmente se
caracteriza por el dar, pero se encuentra en condiciones en las cuales no puede dar nada, pues lo que tiene le
ha sido tomado. (Maldonado-Torres, 2007 :151)
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mación de que “otro mundo es posible” que ha albergado las distintas expresiones sociales
insita a una posibilidad de cambio, de resistencia y de alternativa.
14 Para Quijano “La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder
capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra
angular de dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y
subjetivas, de la existencia cotidiana y a escala social” (Quijano en Grosfogel, 2007 :93).
15 Si bien se cree que la polarización “centro-periferia” es útil para pensar las relaciones de opresión a nivel global,
se plantea la contradicción de “concederle” a occidente el espacio de “Centro”, imagen ombliguista derivada de
un pensamiento occidental asimilado. Sin embargo, dichas categorías también permiten plantear una “exterio-
ridad” posible que habilita el pensamiento sobre una autonomización económico-cultural desde los bordes. Por
otro lado, el termino “tercer-mundo” también limita nuestro imaginario “otro”, ya que como nos dice Escobar
(2004 :2) la noción de tercer mundo está asociada a formaciones sociales que han ocupado el primer lugar.
16 Quijano nos aclara que el eurocentrismo no es la perspectiva cognitiva de los europeos exclusivamente, o sólo
de los dominantes del capitalismo mundial, sino del conjunto de los educados bajo su hegemonía. “Se trata de
la perspectiva cognitiva producida en el largo tiempo del conjunto del mundo eurocentrado del capitalismo co-
lonial/moderno, y que naturaliza la experiencia de las gentes en este patrón de poder. Esto es, la hace percibir
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de que los marcos de referencia científicos son obras humanas inspiradas y fundamentadas en
contextos geográficos, nos hablan de la necesidad de trabajar la autoestima y creatividad de
la ciencia propia (no-eurocentrica), ante la desorientación que experimentan las universidades y
centros educativos y culturales, herederas de relaciones culturales de opresión17.
El problema para que estos centros logren estudiar y analizar las causas de lo que vie-
ne ocurriendo en nuestras sociedades y territorios sería que estos transfieren conocimientos
obtenidos de frente a realidades correspondientes a latitudes diferentes a las nuestras (Fals
Borda y Mora-Osejo, 2003 :6). Los mismos autores explican cómo con el transcurso del tiempo
tales procesos de transferencia generaron patrones mundiales para la comparación del nivel de
desarrollo alcanzado por los países respecto a los países “desarrollados”.
La linealidad implícita de los “modelos de desarrollo”, desconoce el marco histórico re-
lacional donde fueron consolidándose entre distintos territorios relaciones de dominación, a
través de procesos complejos, heterogéneos, irregulares, multilineales y fractales de cada
sociedad.
Al definir como “moderno” una situación y proceso social específico, se construye una
temporalidad “liderada” por ciertos países, como si su historia fuera la historia universal y sus
etapas procesuales las únicas posibles. En este sentido, es a través de la implantación de una
temporalidad definida como lineal y donde ciertos países se encuentran en el status de “más
avanzados” que otros que también se expande la geocultura hegemónica.
Es la colonialidad del sujeto (individual y colectivo) la fuerza heterónoma que encarna el
sentido normalizado sobre la “modernidad” y la “globalización”. “La modernidad” se construye
desde el occidente como si fuera un proceso global, sin tomar en cuenta la colonialidad del
poder (Quijano, 1998) y la diferencia cultural (Mignolo, 1999, 2000). De esta manera “sólo
concibe el sistema-mundo desde su propio imaginario18, pero no desde el imaginario conflictivo
que surge con y desde la diferencia colonial” (Mignolo, 2000 :56)
Así, emerge el concepto de geocultura (Wallerstein 1991) con el que se hace referencia
a la estructura cultural del sistema-mundo, dando cuenta de la imagen ideológica-hegemónica
expandida por las clases dominantes a partir de la Revolución Francesa. Imaginario del mundo
moderno definido como universal a través de los particulares países europeos en ascenso (In-
glaterra, Alemania, Francia, etc.).
Para Grosfogel, la “geocultura” tendría que ser entendida no como un ámbito superestruc-
tural, sino como un ámbito constitutivo de la acumulación de capital a escala mundial desde el
siglo XVI y que forman una “heterarquía”, es decir, la articulación enredada (en red) de múltiples
regímenes de poder (Grosfogel, 2007 : 14)
como natural, en consecuencia, como dada, no susceptible de ser cuestionada (Quijano en Grosfogel :94).
17 “Tan elevado aprecio por el conocimiento originado en Europa, de frente a las realidades naturales, culturales y
sociales, de ese continente, impide percibir las consecuencias negativas que ello implica cuando se transfieren
y se intenta utilizarlos para explicar realidades tan diferentes” (Fals Borda, 2002 :7)
18 Mignolo toma de Edouard Glissant (1996) el concepto de “imaginario” como construcción simbólica mediante
la cual una comunidad (racial, nacional, imperial, sexual, etc.) se define a sí misma.
El sujeto: entre relaciones de dominación y resistencia 285
¿Tiene sentido conceptualizar el contexto actual como “colonial” ante una supuesta glo-
balización creciente?
En la perspectiva de Quijano (2003:131-132) lo que se globaliza es el patrón de poder
mundial que comenzó con la constitución de América y Europa desde 1492, proceso de domi-
nación colonial caracterizado por: 1. la clasificación social básica y universal de la población
mundial según la idea de “raza”, a través de las que se estructuran las relaciones capital-trabajo
2. la formación de una estructura de control del trabajo, recursos y productos que conforma un
nuevo patrón de explotación, 3. el eurocentrismo como la perspectiva dominante de intersub-
jetividad y crecimiento que impone una única economía, una única política, una única sociedad
y una única cultura.
Es por ello que millones de hombres y mujeres de los que adhieren en el mundo a los
ideales democráticos tienen el sentimiento que Occidente instrumentaliza, por momentos, los
valores realmente universales para imponer su sistema y su esfera de influencia. (Pastor, 2003
:159)
En este sentido, si tomamos el hecho de “la globalización” como un proceso ya dado y
natural, se acepta el patrón colonizador de poder, impidiendo pensar una “globalización otra”
que incluya temporalidades, economías, sociedades y culturas en su plena heterogeneidad.
Reconocer esta diversidad implica reconstruir relaciones de reciprocidad enfrentando las
relaciones sociales mercantiles de las que se ha servido la dominación colonial.
Pensar la “decolonialidad” en este sentido, implica reconocer el patrón de dominación
que sin duda “opera” en nuestra realidad, pero también reconocer las resistencias, las fisuras,
las distintas temporalidades que no tienen que desembocar precisamente en “El destino” único
y mítico propuesto por las sociedades “desarrolladas”, sino que pueden encontrar un otro desa-
rrollo, definido por procesos, objetivos, imaginarios y temporalidades propias.
En este sentido la ideología occidentalista, presentada como realidad universal, encuen-
tra fisuras en realidades como la Latinoamericana donde los anuncios de “libertad”, “equidad”
y el resto de “beneficios” que resultaría al aplicar políticas de carácter liberal-racional19, se
oponen a una realidad y experiencia cotidiana donde se experimentan las fuerzas de opresión
y polarización.
Es desde este “síntoma social”20 desde donde se subvierte la noción universal, quedando
en desnudo una matriz ideológica donde la libertad discursiva no logra efectivizarse.
Dussel (2001) propone hablar de “trans-modernidad”, al mencionar la potencialidad no-
incluida en el proyecto de modernidad-occidental de donde surge la “exterioridad” alternativa y
anti-hegemónica que la trasciende. Para el autor la “centralidad” de Europa se reduce a poco
19 En la matriz liberal, “el sujeto se vuelca a la libertad interior abstracta y, por esa misma razón, la externalidad
afirma su derecho en la forma del poder estatal del imperio, experimentado por el Sujeto como un poder externo
en el cual él ya no reconoce su propia sustancia ética”. (Zizek, 2001 :98)
20 El síntoma social sería una fisura, asimetría que Marx inventó (según Lacan) desmintiendo el universalismo de
los “derechos y deberes” burgueses. (Zizek, 2003 :339)
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más de dos siglos y permite suponer la emergencia de lo no-subsumido como fuerza pujante a
ser redescubierta, no como un milagro anti-histórico, sino como el resurgimiento de una poten-
cialidad de muchas culturas silenciadas y ocultadas por el “brillo” occidental.
De esta manera la transmodernidad desplazaría el proyecto moderno a partir de la mul-
tiplicidad de proyectos decolonizadores provenientes de los sujetos “otros” (es decir no-occi-
dentales).
Dentro de la heterogeneidad existente se necesitan pensar procesos de democratiza-
ción global, donde el interés social material de la sociedad acompañe las aspiraciones éticas-
estéticas. “La libertad de creación no consiste en ocupar una situación de libertad abstracta
total en relación a los medios y formas (libertad imaginaria y fantasmagórica), sino que consiste
en dominar los medios efectivamente disponibles por hacerlos servir a su propia intención”
(Castoriadis, 2009 :105).
En este sentido, la acción y la imaginación lejos de ser opuestos encuentran un vínculo
indisoluble. Pensar la historia como creación significa para Castoriadis que ella se constituye de
hechos, apoyados sobre imaginarios.
De la capacidad de crear imaginarios radicales capaces de instaurar un nuevo sistema de
axiomas que rompan con la linealidad evolucionista, colonial, natural y única, también depende
la acción social.
Reflexiones finales
A lo largo del artículo se han expuesto de manera primaria algunos nudos conceptuales
que permitan enmarcar teóricamente los procesos de dominación/resistencia que caracterizan
a los sujetos individuales y colectivos, dentro de procesos coloniales/decoloniales que carac-
terizan a nuestra región.
A la hora de abordar y estudiar las luchas sociales y las acciones colectivas que se llevan
a cabo en América Latina, la necesidad de renovación de la teoría social que logre dar cuenta
de nuestras propias realidades y procesos históricos es ineludible.
Desde el pensamiento crítico, se han tratado de sintetizar algunas discusiones que defien-
den la centralidad del sujeto y la necesidad de pensar los procesos de “sujetamiento” a través
de la tensión entre procesos de dominación y resistencia.
Dicha perspectiva, busca la apertura de nuevos enfoques, estudiando la relación entre
lo posible y lo inesperado21. Los distintos sujetos colectivos (políticos, sociales y económicos)
que han llevado a cabo distintas luchas y acciones colectivas a lo largo del continente, se han
configurado a través de nuevas redes como la CLOC, Vía Campesina y el Foro Social Mundial,
desde donde se defiende la necesidad y posibilidad de la transformación social, bajo el lema de
“otros mundos posibles”.
21 Aquello que separa lo posible de lo inesperado, no encuentra un corte inmutable, la cuota fija de los territorios
definitivamente establecidos, sino que el límite se presenta “móvil” (Pastor, 2003: 110)
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