Sie sind auf Seite 1von 13

Mártires rebeldes

Sensibilidad y religiosidad femenina en el siglo VII

Camila Reyes - Javier Godoy

Licenciatura en Historia
Los albores del cristianismo o antigüedad tardía, es un periodo de profundos cambios
en la unidad territorial que definía occidente. Roma, ya dividida entre occidente y
oriente empezaba a ser testigo de los primeros vestigios de inestabilidad, la obra
augusta se encontraba ya lejos, y en esta ocasión particular, el cristianismo ponía en
juego las más básicas estructuras representativas del poder imperial, como lo era el
culto imperial o la constitución básica de la familia.

Pero junto con la discusión en torno a la nueva religiosidad de los súbditos del imperio,
también se dio la problematización de los espacios de la mujer, tanto en el cristianismo
como en el paganismo (Teja, 1999). Pensemos por ejemplo el caso de Joviniano, monje
célibe que, al llegar a Roma, expandió su doctrina donde posicionaba a la virgen en la
misma categoría de la mujer casada, esta afirmación le supondría la condena de la
ciudad santa en el 390 (Teja, 1999). Por otro lado, también observamos a Juliano de
Eclana, quien abrió el debate en torno a la concupiscencia, la cual no consideraba en si
misma negativa, sino parte del orden natural de la constitución humana y no un residuo
del pecado original (Teja, 1999). Esta apertura a una sexualidad más libre naturalmente
podría encontrar ecos en la comprensión de la sexualidad de las propias mujeres de la
época.

Aun así, disminuir el papel de la mujer en las disputas sociales, como un mero objeto de
discusión es totalmente injusto. Si consideramos comunidades como los priscilianistas,
que, en la parte más occidental del imperio, gozaron de gran protagonismo, donde la
figura de Ágape es considerada la maestra del mismo prisciliano (Teja, 217). Esta
corriente será defendida incluso por mujeres de alta alcurnia como Eucrocia y Procula,
nada menos que la esposa e hija del rector Delfidio. Las cuales en muchos casos llegaran
al martirio por defender sus ideales, tal es el caso de Urbica la burdigalense, acusada de
seditionem vulgi o la mismísima hija de Delfidio, entre otras (Teja, 1999).

Estos casos permiten hacernos una idea de la posición de la mujer en los debates
políticos-teológicos de la época, por un lado, la discusión en torno a su posición social
desde la perspectiva del matrimonio, por otro, la participación femenina en sí misma en
esta discusión. No se trata simplemente de una configuración de la religiosidad, sino
que, al cuestionar la posición de la mujer en la familia romana, constituye todo un
cambio en las estructuras sociales básicas y fundamentales del imperio. Recordamos
que el núcleo básico de la estructura romana siempre fue la gens (Barrows, 2000).

Consideremos que la sociedad romana, siempre vio a la mujer como un objeto que por
derecho era dominado, al menos legalmente, por el hombre basándose en su supuesta
debilidad mental (Palacios, 2014) considerando en muchos casos “La actitud del varón
que no contempla otra posibilidad de relación con la mujer que la de su explotación
sexual” (Cascajero, 2001). Desde la perspectiva marital, siempre se observó este como
un contrato donde el honor matrimmonii y la affectio maritalis, siempre estuvieron
presupuestos a la procreación de hijos legítimos y la perpetuación de la gens masculina
(Muñoz 2013).

Teniendo en cuenta la tradición romana, y considerando los nuevos cambios sociales


que permitió el auge del cristianismo ya expuestos, donde se considera que “El cuerpo
individual ya no era un mero eslabón que llevaba el nombre del padre y la fama social a
la próxima generación y los hombres ya no estaban programados por la naturaleza”
(Brown, 1993). En ese sentido, nos preguntamos ¿Pudo ser el cristianismo en su primera
instancia, una herramienta para objetar ciertas normas patriarcales?

Al respecto Ramón Teja menciona que “La promoción de las mujeres en las sociedades
occidentales modernas se ha basado en dos factores: la liberación económica y la
liberación sexual. Al final de la Antigüedad un cierto número de mujeres de la alta
sociedad alcanzó la libertad económica, pero no la sexual. La gran mayoría no alcanzaron
ni una ni otra. En el bloqueo de la liberación sexual la influencia de la doctrina cristiana
fue decisiva al hacer suyos, con nuevos y poderosos argumentos, viejas ideas y
representaciones anti femeninas de origen helenístico, judío y romano.” (Teja, 1999).

Por otro lado, Peter Brown asume la existencia de ciertas figuras femeninas de
trascendencia en el mundo romano-cristiano, pero manifiesta que “Tecla, la supuesta
virgen violada, y no Vibia Perpetua, una mujer real, matronaliter nupta y madre de un
hijo, estaba destinada a convertirse en la santa del futuro. La difusión de una leyenda
como la de Tecla agregó una nueva nota aún más aguda al conjunto de nociones
asociadas con el ideal de la castidad en los círculos cristianos (…) la persona humana era
un aparte esencial de la sociedad tal y como normalmente está constituida. Para ambos,
la actividad sexual debía ser disciplinada y, finalmente, suspendida de tal modo que el
cuerpo humano siguiera vinculado al medio ambiente inmediato.” (Brown 1993).

Se desprende que esta exaltación de la virginidad como un bien a todo precio que
mantiene Tecla presupone ciertas nociones sobre el cuerpo, “El cuerpo joven de Tecla
se mantuvo asombrosamente aislado. Conservar su virginidad significaba conservar una
identidad personal enraizada en el cuerpo físico, puesto que se manifiesta en la
integridad física que retuvo consigo desde su nacimiento” (Brown 1993). Esta exaltación
de la virginidad se considera parte fundamental y cautivante de la imaginación cristiana,
y a la vez se subentiende la natural negación y estigmatización de la feminidad que
presupone dicho postulado.

Aun así, ambos autores no consideran el universo personal y particular de las


sensibilidades femeninas, en sus obras si bien se observan abundantes menciones, no
se considera directamente testimonios femeninos de la época, como por ejemplo el de
Perpetua. A este respecto Peter Dronke considera que “Las razones por las cuales las
mujeres escriben son, en apariencia, rara vez literarias, sino más serias y urgentes de lo
que es habitual entre sus colegas varones; responden a una necesidad interior antes que
a una inclinación artística o didáctica. Se da, con mayor frecuencia que en la literatura
escrita por hombres, una total ausencia de prejuicios, de posturas preestablecidas: una
y otra vez nos encontramos con intentos de abordar los problemas humanos en su
singularidad, sin imponerles reglas ni categorías desde fuera, sino buscando soluciones
adecuadas y existencialmente válidas.” (Dronke 1995).

Desde dicha posición, nuestro estudio pretende profundizar en el universo de la


sensibilidad de las mujeres de la misma época, para desde allí, evaluar el verdadero
impacto que pudieron tener las doctrinas en su comprensión de familia, individuo y
maternidad. La extensión del trabajo y la dispersión temática de las fuentes no nos
permiten desarrollar con profundidad, el complejo mundo de los testimonios femeninos
de la época, así que hemos decidido abocarnos en el análisis de uno solo de ellos, pero
de dan trascendencia, nos referimos al diario de Vibia Perpetua.
Perpetua fue una mártir de Cartago, quien a principio del año 203 se encontraba
prisionera a los 22 años, por negarse a realizar el sacrificio obligatorio a la figura del
emperador (Dronke, 1995). En su reclusión junto con su hijo, escribió para la posteridad
un diario con sus experiencias en la cárcel, que contiene además sus sueños y visiones,
percepciones sobre su familia, hijos y amigos, además de su concepción del cristianismo.

La conservación de la obra se debió a través del texto hagiográfico Pasio SS. Perpetuae
et Felicitatis, el autor dice haber transcrito en su obra el manuscrito de Perpetua,
además de insertar ciertos datos posteriores y anteriores al testimonio, que no afectan
la constitución integral del mismo (Dronke, 1995). La metodología en este caso será el
análisis de discurso, puesto que dadas las carteristas de documento resulta una
excelente herramienta de análisis vislumbrando que “El lenguaje no es transparente, los
signos no son inocentes, que la connotación va con la denotación, que el lenguaje
muestra, pero también distorsiona y oculta, que a veces lo expresado refleja
directamente lo pensado y a veces sólo es un indicio ligero, sutil, cínico” (Santander
2011). Ya mencionado lo anterior, es hora de sumergirnos en el mundo de los primeros
cristianos y las postrimerías del imperio romano, de mano de una de sus protagonistas.
El relato de Perpetua nos sirve para analizar cómo desde los primeros años de la era
cristiana, se constituyen numerosas opresiones a las mujeres sólo por eso, por ser
mujeres. Si bien para Perpetua el cristianismo funciona como vía de escape o de
desobediencia social, cultural y moral, esta ideología asumida por ella no le otorga
mayores herramientas, salvo por la mejoría espiritual, la calma que le ofrece esta visión
provocará en ella la rebelión a la institución familiar, a la maternidad y también a la
marital.

En todas las instituciones mencionadas la mujer es entendida como un ser que sirve a
otro, no compone su personalidad y sus características por si misma. Este acontecer se
remonta al origen de las civilizaciones con la división sexual del trabajo que delega en la
mujer el cuidado y la responsabilidad de ocuparse de hijas e hijos además del cuidado
de las labores domésticas, mientras el hombre se ocupa de la esfera pública.

El trabajo realizado por la mujer es apropiación del hombre, así como también la mujer
es considerada y tratada como valor de cambio, esto se puede apreciar en los primeros
estados de la formación social cuando para formar alianzas con otras tribus, se pactan
matrimonios o se terminan guerras, usando a la mujer como objeto de cambio o como
garantía. Ese mecanismo se mantuvo a lo largo de la historia hasta hace muy poco
tiempo.

Si la mujer no está en matrimonio con un hombre, debe permanecer bajo el dominio de


la familia, primero de su padre, luego de sus hermanos si los tiene. Perpetua como tantas
otras mujeres no escapa de este esquema, a través de su relato se puede apreciar el
sometimiento que padece por el poder que ejerce su padre, ella misma advierte el alivio
que le provoca no tener que verlo más. Perpetua no menciona en su relato a marido o
esposo, pero sí que tenía un hijo; el padre de Perpetua se percibe más que como un
padre (incluyendo toda la carga patriarcal), en ocasiones parece ver en Perpetua no sólo
una hija sino una amante: “... llevado de su piedad, a par que me besaba las manos y se
arrojaba a mis pies y me llamaba, no ya su hija, sino su señora.”(Dronke 1995) la mujer
que al rebelarse a lo que le corresponde, merece castigo: “Entonces mi padre, irritado
por esta palabra, se abalanzó sobre mí con ademán de arrancarme los ojos; pero se
contentó con maltratarme. Y se marchó (...) Luego, por unos pocos días, di gracias al
señor de no ver a mi padre y sentí alivio con su ausencia” (Dronke 1995). Al leer esta
parte del relato, no podemos dejar de relacionar el caso de violencia machista sufrido
por Nabila Rifo, hay algo que trasciende, un querer realizar un cambio en la vida de la
mujer que no se borre, el recordarte siempre que pierdes la posibilidad de contemplar
el mundo con tus propios ojos, pérdida de autonomía, perdida del valor del cuerpo,
disminución del valor propio. Por otro lado, el alivio que siente Perpetua significa de
cierta forma, libertad. Aunque esté presa por ser cristiana, la verdadera cárcel es
representada por el padre, hacia él van dirigidos sus lamentos, más que al poder del
emperador.

Perpetua, así como otras tantas mujeres, escapan del yugo patriarcal o de la
servidumbre más directa que se nos impone a las mujeres en pos del hombre, a través
del cristianismo. Si bien el contexto histórico no favorece que ella decida adoptar esta
fe, sí favorecerá a las mujeres posteriormente cuando el cristianismo tenga una mayor
aceptación, siendo los conventos o el hábito de monja el único reducto permitido a las
mujeres, aceptado socialmente, en el que se puede vivir entre mujeres y escapar de las
labores domésticas y sexuales a las que son confinadas, es decir, se puede escapar de la
heterosexualidad obligatoria. Pero también, es menester mencionar el análisis de Gerda
Lerner en La Creación del Patriarcado, que nos recuerda que las mujeres siguen estando
bajo el yugo patriarcal porque la religión, la deidad también fue reformada por los
hombres dejando a todas las mujeres subordinadas, a todas, desde Eva que nace de la
costilla de Adán a María que tiene hijos por el espíritu santo. Es decir, nos quitaron la
capacidad innata y propia de las mujeres de dar vida. “A la pregunta «¿quién crea la
vida?», el Génesis responde: Yahvé y el varón que Él ha creado a su imagen.” (Lener
1990).

El valor otorgado a la mujer en la familia consta de características que parecen


contraponerse, por una parte, es importante su permanencia y pertenencia a ella
porque les sirve, porque sin ella es difícil pensar quién cumple los roles que le
corresponden, pero no se reconoce explícitamente su importancia, la mujer es obligada
a permanecer en ella, el problema reside justamente en que es ese lugar, dentro de toda
la sociedad, el que le hace recordar su valor. El padre de Perpetua apelará además de a
los golpes y amenazas, al chantaje emocional para convencerla de que con sus actitudes
y su decisión está perjudicando a la familia: “Compadécete, hija mía, de mis canas;
compadécete de tu padre si es que merezco ser llamado por ti con el nombre de padre.
Si con estas manos te he llevado hasta esa flor de tu edad, si te he preferido a todos tus
hermanos, no me entregues al oprobio de los hombres.”(Dronke, 1995) Esta mujer tuvo
que cargar con la responsabilidad que históricamente se les ha otorgado a las mujeres
de mantener la familia, lo que significa dejar y olvidar que se es persona individual,
olvidar que se es mujer, antes que madre, esposa o hija y tener que dejar los anhelos
propios, por un fin “más grande” o “noble” que es el bien de la familia y que es que el
padre no se vea perjudicado, mal mirado por tener una hija con convicciones como las
de Perpetua, en el fondo siempre se trata de otros, de hombres.

El hincapié que hace el padre al decir que la ha preferido por sobre los hermanos revela
otro aspecto importante en lo que constituye el ser mujer y es la minusvaloración que
a modo de ejemplo se ve reflejada en muchas culturas que recurren a la práctica del
infanticidio femenino, por el peso que significa para las familias una mujer que
permanece a la sombra, una mujer que implica más gastos cuando se trata de la dote
del matrimonio, una mujer que no aporta económicamente como si lo podrían hacer,
en este caso los hermanos de Perpetua.

Perpetua sometida a toda clase de violencia por su padre y por las lógicas que mantiene
la violencia en las relaciones familiares, se siente conmovida y apenada por el pesar de
su padre, aun así, no desiste de su ideal, incluso la amenaza de la pérdida del hijo no la
hace desistir. Nuestra protagonista estuvo amamantando a su hijo al interior de la
cárcel, a penas su padre tiene opción de tenerlo la amenaza con quitarselo, más cuando
no se lo entregan, Perpetua se convence de que eso ocurre por voluntad de Dios: “y por
no quererlo así Dios, ni el niño echó de menos los pechos ni yo sentía más hervor en
ellos” (Dronke 1995) y de ahí en adelante el hijo deja de tener mención en su relato.

Esto nos parece importante porque la noción de la maternidad es algo que ha sido
inculcado desde los orígenes, también con la división sexual del trabajo, de ahí en
adelante todos los pueblos o civilizaciones se han empeñado en elevar la figura de la
mujer en tanto madre, es decir, una mujer no está completa si no tiene hijos, eso es algo
que se ve hasta el día de hoy. Esto ha llevado a la errónea creencia del instinto materno,
como si fuera algo innato e inherente a todas las mujeres, cuando también sabemos que
no basta con tener útero, que no basta incluso con el hecho de ser madres para sentir
plenitud, porque sabemos que hay “malas madres” mujeres que abandonan, que
golpean, etc.- El hombre se ha empeñado en dejar claro que ese es el rol de la mujer, a
través de la instauración ideológica de la maternidad como instinto materno, cuando en
realidad esto obedece a una construcción socio cultural. El hecho de que se relegue a
las mujeres al cuidado, a la procreación, a que las primeras escuelas a las que tenían
acceso las mujeres fueran enfocadas en enseñar cómo ser mejores madres o esposas
nos indica esta construcción.

Podemos apreciar como poco a poco Perpetua se desprende de aquello que la


constituye o delimita en lo que es ser mujer, la obediencia, el sentido de responsabilidad
y cuidado que trasciende a su persona, la maternidad, el ejemplo de hija. Pero todo esto
no le basta, es por eso que podemos apreciar cómo, al final de su relato, menciona una
visión en la que pelea frente a un hombre en presencia del público, el ganar le significaba
la libertad, lo interesante es que cuando comienza a pelear se ve convertida en un varón.
Entonces la feminidad es concebida como debilidad para la pelea, ella ya se ha venido
desprendiendo de la feminidad al renunciar a los mandatos tradicionales que se le
imponen, como mujer se valora en la debilidad y para ganar al hombre debe convertirse
en uno, por otra parte, puede reflejar cómo hubiera sido su vida si hubiera nacido
hombre y no mujer.
Ya evidenciadas las posiciones de Perpetua en torno a su mundo y concepción de
religiosidad, nos parece importante concluir el reconocimiento de la riqueza emocional,
pura y sensible que hay en sus escritos. La producción de textos, escritos o de las fuentes
históricas que más solemos frecuentar, en su mayoría responden a autores hombres,
esto porque la mujer no tenían acceso a la producción y luego las mujeres que sí tuvieron
acceso, en su afán por ser reconocidas e incluidas en las esferas del conocimiento
intelectual, tendieron a borrar su feminidad y trataron de escribir de la misma manera
en que lo han hecho ellos, este tipo de escritura quita la riqueza propia de la perspectiva
femenina incluyendo la falta de emocionalidad. Llegados a este punto cabría hacerse la
pregunta ¿ Cuántos acontecimientos a lo largo de la historia no fueron movidos más que
por el afloramiento de la emoción, la sensibilidad? ¿No es eso lo que nos hace humanos?
Y es algo que no se suele reconocer ni defender, tiene que ver con la expresión superior
de la subjetividad, pero negarlo y pensar todo desde una forma objetiva es imposible.

Si bien podemos evidenciar en su relato, como su insistencia en el cristianismo y en la


mantención de su fe, lleva a cuestionar las barreras impuestas por la sociedad romana
de madre, esposa e hija. Podemos concluir como debe transformase en un hombre, para
finalmente poder llevar acabo victoriosa la mas potente batalla entre sus ideales y el rol
de matrona romana ya abandonado, en el campo de su inconsciente.

Aun así, es interesante destacar que el relato de Perpetua, su diario, nos hace entrar a
esferas más profundas, de repente nos hace comprender mejor todas las
contradicciones que se viven por ser mujer, el sentir pena o lástima por tu opresor, la
importancia de los lazos familiares, su hijo, la entrada a zonas más oscuras, sus sueños
y visiones, las interpretaciones que les busca dar. Nos proporciona la autenticidad de la
escritura femenina. Poseer un pequeño universo donde todos los sentires si tienen
reconocimiento y sí tienen lugar, es un acto subversivo para la historia, nos entrega una
mirada más holística del desarrollo femenino y también creemos que ese
reconocimiento a la sensibilidad, hacia aquello menos racional es lo que le abre las
puertas a las mujeres para entrar en la religión, una religión que le dará grandes espacios
al sentir del cuerpo, al pecado, a la culpa, el perdón. La salvación superaría los actos
concretos, materiales, la salvación es otorgada por el sentir en el interior de una misma,
la fe. El sólo hecho de pensar que Jesús realiza todo tipo de acciones motivado por el
amor a la humanidad, y el repudio que esto le inspira a la sociedad, nos podría dar luces
de este acercamiento de la mujer al cristianismo, finalmente las mujeres dan su vida por
los demás, se postergan a sí mismas por la humanidad.
Bibliografía

1. Cascajero, J. (2001). La descalificación de la mujer en la paremiología latina.


Paremia, 10.
2. Cascajero, J. (2002). Feminismo, postmodernidad e historia antigua. entre la
igualdad y la diferencia. Gerión, 20, 33-74.
3. Cascajero, J. (2003). Espacios genéricos ¿espacios de la religión? una reflexión
sobre la condición de la mujer a través de las fuentes orales. Arys, 6, 7-20.
4. Palacios, J. (2014). Miradas romanas sobre lo femenino: discurso, estereotipos y
representación. Asparkía, 25, 92-110.
5. Muñoz, E. (2013). Consentimiento viciado o error en los matrimonios de
conveniencia celebrados desde la antigua Roma. RJUAM, 27, 243-271.
6. Brown, P. (1993). El cuerpo y la sociedad. Los cristianos y la renuncia sexual.
Barcelona: Muchnik.
7. Dronke, P. (1995). Las escritoras de la edad media. Barcelona: Critica
8. Teja, Ramon. (1999) Emperadores, obispos, monjes y mujeres. Protagonistas del
cristianismo antiguo. Madrid: Trotta.
9. Epiney- Burgard, G. (1989) Mujeres trovadoras de Dios. Madrid: Paidos.
10. Cirlot, V. (1999) La mirada interior. Barcelona: El árbol del saber.
11. Jung, C. (2004) La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Trotta.
12. Mañas, M. (1996-2003). Mujer y sociedad en la Roma imperial del siglo I. Norba,
16, 191-207.
13. Parra, M. (2005). Mujer y concubinato en la sociedad Romana. Anales de
derecho, 23, 239-248.
14. Thomas, Y. (1991). La división de los sexos en el derecho romano. En G. y. Duby,
Historia de las mujeres en occidente, vol I. (págs. 115-134).
15. Etienne, R. (1971). La vida cotidiana en Pompeya. Aguilar, S.A.
16. Barrows, R H (2000). Los R omanos. México: Fondo de Cultura Económica
17. Santander, P. (2011). Por qué y cómo hacer Análisis de Discurso. Cinta moebio,
41, 207-224
18. Pernoud, R. (1991). La mujer en el tiempo de las cruzadas. Madrid: Rialp.
19. Herrin, J. (2002). Mujeres en Purpura. Madrid: Taurus.
20. Brown, P. (1989). El mundo de la antigüedad tardía. Madrid: Taurus.

Das könnte Ihnen auch gefallen