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¿Por qué triunfó la escuela?

Pineau

El autor propone pensar la escuela como un fenómeno histórico y contradictorio, y no como


natural y evolutivo, sino como una de las formas posibles. Su punto de partida es la escuela
como metáfora del progreso, como una de las mayores construcciones de la modernidad la cual
aseguró que todos los hechos sociales se explican como triunfos o fracasos.
En el pasaje del siglo XIX al XX tuvo lugar la expansión de la escuela como forma
educativa hegemónica en todo el globo, presentando las siguientes características:

1) Legislación de educación básica, obligatoria, y explosión matricular.


2) Condición de no escolarizado, estigma degradante.
3) Escuela, metáfora del progreso.
4) Todos los hechos sociales fueron explicados como sus triunfos o fracasos.

El autor cuestiona los análisis explicativos del fenómeno “escuela”:

 Hay interpretaciones sobre el proceso de escolarización que lo homologan con otros procesos
sociales y culturales como la socialización, la alfabetización y la institucionalización educativa.
Para el autor están en sintonía pero cada uno de ellos goza de sus especificidades.
 La mayoría de estas lecturas ubican el sentido escolar fuera de la escolarización: la
significación del texto escolar está dada por el contexto en que se inscribe. Son los fenómenos
extraescolares los que explican la escuela, que se vuelve “producto” de estas causas externas.
Para Pineau, es históricamente demostrable que si bien estos contextos cambiaron, el texto escolar
resistió. La eficacia escolar parece residir entonces en su interior y no en su exterior, ya que este
último se modificó fuertemente durante su reinado educativo sin lograr destronar a la escuela.
Para el autor, a los educadores modernos les es muy difícil ver la escuela como un ente no fundido
en el paisaje educativo, lo que probablemente sea la mejor prueba de su construcción social como
producto de la modernidad.

Pineau ensaya otros abordajes que permitan comprender ese plus de significación que encierra el
triunfo de la escuela y que escapa a la enumeración de sus finalidades. Para ello supone que la
consolidación de la escuela como forma educativa hegemónica se debe a que ésta fue capaz de
hacerse cargo de la definición moderna de educación. Busca despegar la escuela del paisaje
educativo moderno a partir de analizar sus particularidades e identificar una serie de elementos
que provocan rupturas en el devenir histórico-educativo, para luego reubicarlo en el paisaje y
sostener que la escolarización es el punto cumbre de condensación de la educación como fenómeno
típico de la modernidad:

1. ¿Qué es una escuela?

La define mediante el análisis de sus particularidades y la identificación de una serie de elementos


que provocan rupturas en el devenir histórico-educativo, es decir, que se fueron ensamblando para
generar la escuela:
 Homología entre la escolarización y otros procesos educativos.
 Matriz eclesiástica.
 Regulación artificial.
 Uso específico del espacio y el tiempo.
 Pertenencia a un sistema mayor.
 Fenómeno colectivo.
 Constitución del campo pedagógico y su reducción a lo escolar.
 Formación de un cuerpo de especialistas dotados de tecnologías específicas.
 El docente como ejemplo de conducta.
 Especial definición de la infancia.
 Establecimiento de una relación inmodificablemente asimétrica entre docente y alumno.
 Generación de dispositivos específicos de disciplinamiento.
 Currículo y prácticas universales y uniformes.
 Ordenamiento de los contenidos.
 Descontextualización del contenido académico y creación del contenido escolar.
 Creación de sistemas de acreditación sanción y evaluación escolar.
 Generación de una oferta y demanda impresa específica.

2. La escolarización como empresa moderna.

Para Pineau, en el mismo sentido de su hipótesis acerca de que la escuela es un fenómeno


que resulta de rupturas y acomodaciones en su devenir, puede considerársela como el punto
cúlmine de la educación entendida como empresa moderna, en tanto proceso sobre el que se apoya
su naturalización. En la Edad Media ocurre la maceración lenta de alguno de estos componentes,
en el siglo XVI, inicio de la modernidad, el proceso se acelera, y en el XVII, decantan muchos de
sus elementos.
En el ilustrado Siglo XVIII, se comenzó a teorizar sobre las cuestiones educativas,
avanzándose en la construcción de la escuela como forma educativa moderna por excelencia: desde
Kant y otros pensadores, se comprendió a la educación como el fenómeno esencialmente
humano para del cambio social y de los procesos de superación o progreso individual y colectivo y
reafirmó a la infancia como el período etario educativo por antonomasia.
Kant (en Pedagogía), retoma el pensamiento pedagógico de los siglos XV al XVII y lo
entronca con la Ilustración, lo que le permitió desplegar las premisas educativas modernas: el
hombre es capaz de conocer prescindiendo de todo criterio de autoridad y de otredad, a partir de
desarrollar la razón, y este fenómeno es el proceso educativo.
La relación entre disciplina e instrucción soldada por Kant se mantiene en las
concepciones modernas sobre educación. La relación instrucción/disciplina, como binomio de
relación negativo/positivo, represión/producción, establece las fronteras precisas de lo educativo.
El hombre educado es un hombre cultivado/disciplinado. Es posible comprender este fenómeno
dentro de lo que Foucault llamó la gubernamentabilidad, en tanto forma de disciplina y gobierno
dirigida a la población. La construcción del poder moderno, que actúa por producción y no por
represión, que genera y no cercena sujetos, implicó la construcción de esta estrategia por la que el
poder actúa a la vez sobre todos y cada uno de los sujetos. En este marco, Kant reforzó una de las
operaciones centrales de la educación moderna: la constitución de la infancia como sujeto
educativo por excelencia.
El Siglo XIX fue un “laboratorio de pruebas” de la escuela, reprocesándose el
pensamiento educativo moderno principalmente a partir del despliegue de tres discursos: el
liberalismo, el positivismo, y el aula tradicional.

a) Liberalismo:
El fin de la educación liberal es la formación del ciudadano en un doble juego de obligaciones y
derechos. De tales consideraciones: el Estado docente y la obligatoriedad escolar; la
comprensión de la educación como un cursus honorem que permitía la “carrera abierta al
talento” a partir de su función monopólica de dotación de capital cultural institucionalizado,
como vía inestimable de ascenso social y de legitimación de las desigualdades, en una tensión
constante entre la igualdad de oportunidades y la meritocracia que ordenan sus prácticas; marcó
el camino de construcción de las naciones y el sentimiento de adscripción a ellas. La
naccionalidad debía ordenar la totalidad de las prácticas escolares

b) Positivismo:
Comprensión de la escuela como la institución evolutivamente superior de difusión de la cultura
válida como instancia de disciplinamiento social. La cientificidad como el único criterio de
validación pedagógica: adoptó distintas formas y produjo diversos impactos. A raíz de ella, se
produjeron una serie de reducciones para la comprensión del hecho educativo: todo problema
educativo era en última instancia un problema de un sujeto que aprende, y las posibilidades de
aprender de esos sujetos estaban determinadas por sus genes, su anatomía o su grado de
evolución, y los sujetos sociales excluidos eran producidos como resultantes de enfermedades
sociales o expresiones de deficiencias provenientes de la raza de origen. Por último, establece un
currículo científico y la idea de experimentación e investigación como estrategias pedagógicas
que responden a una racionalidad de medios-fines que impide la construcción de nuevos saberes.

c) Aula tradicional:
Ordenó las prácticas cotidianas, a partir de un método simultáneo que combinó: la organización
del espacio, el tiempo y el control de los cuerpos siguió el método de organización propuesto. Se
buscó formar la mente de los alumnos en su máxima expansión, y para ello era necesario
inmovilizar sus cuerpos, para volverlos dóciles.

Posteriormente se les fueron sumando otros discursos: higienismo, nacionalismos,


normalismo, asistencialismo, pragmatismo, materialismo, sensualismo, etc.
La escuela triunfó y se expandió por todo el globo, a la vez que fue cambiando los fines
transcendentales o metafísicos kantianos y ubicando allí al liberalismo, al nacionalismo y/o al
cientificismo.
El logro de los procesos de aprendizaje escolar quedó conformado centralmente por el
siguiente triángulo:
1. Alumno pasivo y vacío, reductible a lo biológico, y asocial. Se debe controlar su cuerpo y
formar su mente.
2. Docente fundido en el método, reducido a ser un robot enseñante.
3. Saberes científicos acabados y nacionalizadores.

Respecto al Siglo XX, con una escuela notablemente expandida, en las primeras décadas el
énfasis estuvo puesto en la generación de una validación académica y teórica del modelo, y
fundamentalmente, la definición durkheimiana de la educación como proceso social que, según
Pineau, sigue vigente. Durkheim (en Educación y Sociología) definió la “educación”:
 Despega la educación de cualquier definición trascendental (como en Kant) y la limita a la
espera de lo social, la educación se vuelve un fenómeno esencialmente social.
 Determina muy fuertemente el lugar del educador y del educando. Al la concepción kantiana de
la educación como proceso de completud del infante en tanto sujeto inacabado, suma su
comprensión como sujeto social.
 Refuerza la dupla represión/liberación mediante la inscripción social de la educación.
 Naturaliza a la escuela al volverla heredera de la evolución pedagógica previa, negando su
historicidad.
 La pone bajo el control estatal. Las ecuaciones son educación=escuela y sociedad=estado, de
forma tal que la enunciación fundante, “la educación es un proceso social”, se desplaza a “la
escuela debe ser estatal”.
En conclusión, Pineau aporta el pensar la escuela no como un fenómeno natural y
evolutivo, sino histórico y contradictorio, como una de las tantas, y no la única opción posible. No
obstante, la escuela sigue siendo una alternativa posible en la que confiar.

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