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A mi hijo primogénito:

17 de enero de 1935
Afable, correcto y cortés con todo el mundo.
Deferente con discreción y siempre modesto.
Hermético en general y, principalmente, en los asuntos encomendados
a la Oficina.
Guardar sin afectación decoro y dignidad inquebrantables.
Consagrarse con entusiasmo y perseverancia sin intermitencias, al
trabajo y al estudio, fuentes únicas de formación de una recia personalidad y
de creación de una posición firme y estable.
Solamente aceptar y buscar distracciones honestas, siempre que sea
indispensable fortalecer y dar descanso al ánimo. No olvidar que el trabajo
que se une a la disipación acarrea muy en breve la decadencia física, y pronto
asoman las canas en la cabeza.
La juventud florida, cuyo valor es inconmensurable, hay que
conservarla a todo trance hasta donde sea posible, con método y hábitos
rígidamente ordenados e higiénicos.
Hay que huir de líos mujeriles porque envuelven, principalmente en
estos tiempos, peligros muy graves y trascendentales fracasos, muchas veces
irreparables.
Hablar siempre con suma discreción al jefe y su secretario. El fino
halago sin degenerar en servilismo, es muy conveniente.
Observar lealtad inquebrantable a toda prueba, y cuidar de que el jefe
esté bien enterado de todos los detalles de la labor que se desarrolla sobre esa
base y sobre la de estudio y competencia.
Dios es árbitro único de nuestros destinos, y hay que alentar por modo
inquebrantable esa convicción e invocar a diario su santo nombre al acudir a
las cotidianas labores, así como al abordar los problemas difíciles que se
presenten.
No venderse nunca por la indignación que suelen provocar como es
natural de los malos manejos con que tienden a perjudicarnos algunos de los
hombres que nos rodean. A tal indignación hay que oponer invariable
serenidad y discretas palabras de decoro, si éste nos aconseja hablar en esos
casos, pues habrá algunos en que bastará adoptar un digno silencio.
El nuestro es difícil, pero aplicando a él todas las fuerzas y voluntad,
así como un organismo vigoroso libre de desórdenes, se dominará con honor
y puede irse de triunfo en triunfo.
Es también halagador y satisfactorio, pero implicará sólo irreparable
pérdida de tiempo, si en él no se ejercitan con toda eficacia y se aumentan el
saber y la pericia.
Habla aquí la experiencia de un hombre, huérfano desde muy
temprana edad, que desarrolló sin amparo humano de nadie, excepto el muy
débil pero verdaderamente grandioso de su desvalida madre. Y su vida ha
sido de éxitos constantes, sin fracaso alguno sensible, porque todos los días
imploró con fe y recibió siempre la ayuda y protección del Señor. Esto no
necesitaría declararlo, porque los acontecimientos de su vida lo prueban
notoria e incontrovertiblemente.
Guía, pues, tus pasos con absoluta confianza y entusiasmo por
ese mismo derrotero, como te lo aconseja la voz más cariñosa y autorizada
de tu vida, y llegarás victoriosamente a la meta de tus aspiraciones.

Por mi parte y en su memoria.


Firma del Licenciado Francisco Landero Álamo
26-VII-93.

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