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1. Introducción
2. Características fisiológicas del hígado
3. Indicaciones de la resección hepática. Clasificación
4. Técnicas de oclusión vascular
4.1. El pinzamiento pedicular (Maniobra de Pringle)
4.2. La exclusión vascular total del hígado (EVT)
5. Técnica anestésica
5.1. Valoración preoperatoria
5.2. Monitorización y anestesia
6. Consideraciones anestésicas especificas
6.1. Estrategias para reducir el sangrado
6.1.1. Maniobras ventilatorias
6.1.2. Hipovolemia moderada
6.1.3. Hemodilución normovolémica aguda
6.1.4. Medios farmacológicos
6.2. Estrategias para mantener la estabilidad hemodinámica
6.3. Embolismo aéreo
6.4. Analgesia epidural
7. Postoperatorio
8. Conclusiones
Bibliografía
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1. INTRODUCCION
La cirugía hepática es un procedimiento que se realiza con más frecuencia en el paciente
oncológico, se asocia a un riesgo considerable de hemorragia y tiene una considerable
morbilidad postoperatoria. Actualmente, sin embargo, gracias a los avances en la técnica
quirúrgica y cuidados anestésicos perioperatorios, los resultados han mejorado
ostensiblemente, de modo que la cirugía se ha extendido a patologías oncológicas, primarias o
secundarias, más avanzadas y a pacientes cirróticos.
El plan anestésico, especifico para esta cirugía, debe fundamentarse en dos estrategias:
1. Procurar la mejor técnica anestésica para prevenir la hemorragia excesiva
2. Intentar conseguir el punto de equilibrio que permita mantener las presiones de llenado
venoso lo suficientemente bajas como para reducir el sangrado y al mismo tiempo, no
comprometer la perfusión de órganos vitales.
mecanismo podrían estar involucradas sustancias como los electrolitos séricos y la adenosina,
así como la reacción del musculo liso vascular a determinadas fuerzas.
Tanto la autorregulación como la relación entre flujo hepático y portal tienen como finalidad
mantener permanentemente la cantidad de sangre que el hígado recibe. La importancia de
preservar un caudal constante, bajo diferentes condiciones hemodinámicas, se debe a la
necesidad de sostener el metabolismo de sustancias endógenas y exógenas, aun en estados
críticos.
Tienen también efecto, teórico o real, sobre el flujo de la arteria hepática: la osmolaridad, la
ventilación mecánica, la cirugía, los anestésicos inhalatorios, etc.
Debido a su autorregulación, existen pocas posibilidades de que el hígado reciba un exceso de
flujo sanguíneo capaz de incrementar excesivamente su volumen interno. La única forma es
mediante el aumento de la presión venosa central (PVC) que ejerce un efecto retrógrado sobre
las venas cava y suprahepáticas. Si tal aumento se mantiene, crece el volumen hepático y la
filtración de líquidos al intersticio así como el flujo linfático, formándose en último término
líquido ascítico. De todas formas, antes de alcanzar esta situación extrema, el hígado se ha
convertido en un extraordinario reservorio de sangre por incremento de su volumen.
Realizar una resección hepática bajo estas condiciones supone mayores posibilidades de
sangrado. Por lo tanto, la anestesia para este procedimiento debe: a) mantener un adecuado
flujo hepático y b) disminuir el volumen de sangre intrahepático.
cardiaco, en torno al 50%. Caen las presiones de llenado cardiacas y la presión arterial.
Rápidamente actúa un reflejo vasopresor que al aumentar las resistencias vasculares (80-
100%), consigue que se restablezca la presión arterial, aunque el gasto cardiaco seguiría
bajo, mientras dure el pinzamiento vascular. La calidad de esta respuesta cardiovascular
dependerá del estado de los mecanismos compensadores, siendo más insuficiente en
pacientes cardiópatas, cirróticos o con disautonomia neurovegetativa. Para preverla, se
suele realizar un pinzamiento de prueba. Si al cabo de unos minutos la presión arterial no
se ha recuperado a valores un poco inferiores a los basales o el gasto cardiaco es menor
de 50%, la prueba es negativa y el paciente no tolerara la EVT. Se puede reponer la
volemia e intentar una nueva prueba. Si la EVT resulta ineludible, se puede recurrir a un
apoyo hemodinámico farmacológico con noradrenalina y/o dobutamina o al by-pass
venovenoso que permite mantener, en parte, el retorno venoso derivando sangre de las
venas porta y femoral hacia la vena yugular o subclavia.7, 8 En cualquier caso la duración de
la EVT no debe superar los 45 minutos en pacientes sanos y 30 minutos en cirróticos.
En síntesis, el pinzar o no pinzar es cuestión de oportunidad y viene dictado por la
necesidad de reducir el sangrado durante la sección del parénquima hepático. El repertorio
del cirujano deberá incluir las técnicas de pinzamiento habitual para reducir el sangrado en
el curso de una resección hepática compleja o para prevenir la hemorragia masiva en caso
de lesión accidental a un gran vaso cuando se moviliza el hígado. La decisión de aplicar
una determinada técnica de pinzamiento vascular depende en cada caso de la complejidad
de la resección y la calidad del parénquima hepático.
5. TECNICA ANESTESICA
Dependerá de las características de cada paciente. La intensidad de la monitorización se
fundamentará en la extensión de la resección hepática y el estado físico del paciente.
Los factores de riesgo resultan de la presencia o no de enfermedad hepática: cirrosis, ictericia
obstructiva y esteatosis, así como de que haya recibido quimioterapia o radioterapia
prolongadas por neoplasias.
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Uno de los conceptos claves para esta técnica es definir el límite inferior de hematocrito
“seguro” para el paciente. Con la HNA los pacientes pierden hematíes de dos formas:
por la hemodilución y la hemorragia intraoperatoria, por lo que cabe esperar una anemia
importante.
La HNA se ha utilizado con éxito en diversos tipos de cirugía: cardiaca, ortopédica,
urológica y hepática. Pese a ello, la eficacia de la HNA no está clara, constatándose
otros resultados discrepantes, tal vez debido a diferencias en el grado de hemodilución,
procedimientos quirúrgicos o en diferencias metodológicas. En diversas revisiones
sistemáticas y meta-análisis no se ha probado la eficacia y seguridad de la HNA.21 En
suma, hasta que todo esto haya sido convenientemente probado, no se justifica el uso
generalizado de la HNA, quedando reservada para pacientes quirúrgicos con una
contraindicación absoluta para la transfusión alogénica.
24 horas. Con una dosis < 0,3 mg, no se encuentras episodios de depresión respiratoria
con más frecuencia que en aquellos pacientes que reciben analgesia co opioides por vía
intravenosa.
En resumen, la morfina intratecal es una buena alternativa a la epidural. Sus efectos
pueden prolongarse por más de 24 horas y la depresión respiratoria carece de entidad con
dosis < 0,3 mg.
7. POSTOPERATORIO
El dolor es importante en el postoperatorio de la cirugía hepática. Ya se han discutido las
ventajas e inconvenientes de las técnicas anestésicas intra o epidurales. Hay equipos que las
contraindican de entrada, en cuyo caso se puede recurrir a la morfina I.V., autocontrolada por el
paciente (PCA), que se puede complementar con metamizol o paracetamol (salvo en
cirróticos). 35
La disfunción renal puede presentarse en esta fase. Para prevenirla hay que reponer la
volemia con expansores o albumina y mantener una precarga adecuada, con una diuresis de
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0.5-1 ml/Kg/hora. La dopamina no está indicada como diurético .La coagulación suele
permanecer alterada los cinco primeros días del postoperatorio. Es precisa una monitorización
estrecha para vigilar su tendencia. 37
En los pacientes sanos puede aparecer ascitis en un elevado porcentaje de casos, aunque
desaparece en 2-5 días. Sin embargo, la ascitis se desarrolla a expensas del volumen
intravascular y causa hipovolemia y debe tratarse adecuadamente. En estos pacientes también
puede surgir una insuficiencia hepatocelular (1-3%), que requiere más cuidados críticos y
descartar una infección abdominal o sistémica, así como una posible trombosis portal o arterial.
En los pacientes con carcinoma de vías biliares, con ictericia obstructiva, la mortalidad es del 5-
20%. La causa principal es la insuficiencia hepática, asociada o no a sepsis abdominal o
sistémica.
En los pacientes cirróticos la tasa de complicaciones es muy elevada; las más frecuentes son:
ascitis, infección respiratoria, encefalopatía, insuficiencia renal, trombosis portal o hemorragia
gastrointestinal, por este orden. Estos pacientes van a precisar, desde su ingreso, de unos
cuidados críticos prolongados.38 Finalmente, en cuanto a resultados, la resección hepática
tiene una mortalidad en torno al 1% en pacientes sin enfermedad hepática previa y del 10% en
cirróticos. La hemorragia y la infección son las complicaciones más frecuentes. La
insuficiencia hepatocelular tiene una incidencia del 1-3%.
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8. CONCLUSIONES
De las diferentes estrategias propuestas para minimizar el sangrado, la más eficaz ha resultado
el procurar una hipovolemia moderada durante la resección hepática. Los modos de
conseguirlos son diversos, pero tal vez los más empleados sean la restricción de fluidos y la
administración de nitroglicerina, vigilando siempre la diuresis para evitar la disfunción renal.
En tales casos, no resulta infrecuente tener que recurrir a fármacos inotropos y/o vasopresores
en función de los parámetros ofrecidos por el catéter en arteria pulmonar.
BIBLIOGRAFÍA
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