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Capítulo VI
LA CONVERSION CRISTIANA:
III.-SUS OBSTACULOS
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La conversión cristiana: IH.-Sus obstáculos
materia religiosa en la que los usos de los antepasados eran dignos, cuales
fueran, del más escrupuloso respeto. En las Bacantes de Eurípides, el viejo
Tiresias dirigiéndose al viejo Cadmos expresó maravillosamente la actitud
de fe respetuosa que fue la de toda la antigüedad: «No por cierto, ha dicho
Cadmos, yo no desprecio a los dioses, siendo yo mismo mortal». Y
respondió Tiresias: «No vamos a sutilizar acerca de los dioses. Las
tradiciones que hemos recibido de nuestros padres y que nos vienen de sus
lejanos tiempos, no las podrá arrojar razonamiento alguno, ni siquiera la
sabiduría que puedan descubrir algunos espíritus elevados'.
Incluso cuando se dejaba de creer interiormente en los dioses, había que
practicar su culto según las reglas fijadas antaño. En el De natura deorum,
Cicerón pone en escena a un pontífice, Cota, que es un hombre culto, un
escéptico desengañado y que por una ironía sin duda muy consciente está
encargado de demoler uno tras otro los argumentos aducidos por sus
interlocutores en favor de la existencia de Dios. Cota comienza por
declarar: «Es difícil negar la existencia de los dioses en una asamblea
pública, pero en un coloquio como éste que mantenemos, nada más fácil.
Yo que soy pontífice y que creo que hay que conservar piadosamente las
ceremonias religiosas y todo el culto nacional, quisiera tener, en lo que
concierne a este primer punto, algo más que una opinión, quisiera alcanzar
el conocimiento de la verdad»'.
Más abajo, Cota desarrolla un pensamiento:
EURlpIDES, Baeehantes, 200-204, d. A.]. FESTUGIERE, L'idéal religieux des Crees, p. 35,
nota.
\ CiCERÓN, De natura deorum, 1, XXII.
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siempre pudiera decirse, venían deliberando sobre ello los filósofos más
grandes: incluso para los mismos sabios, era entregarse a una labor
insensata y absurda, perderse más allá de los límites de la debilidad humana
y concebir la quimérica ambición de franquear el cielo y los mismos astros,
tratar de conocer a Dios con las luces de la razón 8 • ¿Qué hacer, por tanto,
puesto que en todo caso había que vivir? La solución a esta dificultad era
sencilla: obrar como siempre se habría obrado, guardar las viejas
costumbres:
Ya que existe o bien una Fortuna cuya acción es visible, o bien una
naturaleza impenetrable, ¡cuánto más respetuoso es y cuán preferible
tomar como guía de la verdad la práctica de nuestros antepasados,
profesar la religión tradicional, adorar a los dioses que nuestros padres
nos han enseñado a reverenciar antes de conocerlos más familiarmente y
no pronunciarse sobre la divinidad, sino creer a nuestros antepasados
que, en una época nueva todavía, en el nacimiento mismo del mundo,
merecieron hallar en los dioses protectores o reyes! De eso mismo
procede el que en todos los imperios, en todas las provincias, en todas las
ciudades, veamos que cada pueblo tiene su culto nacional y que honran a
los dioses de los municipios; así los eleusios adoran a Ceres; los frigios,
a la madre de los dioses; los epidaurios a Esculapio; los caldeas a Belus;
los tirios a Astarté; los taurios a Diana; los galos a Mercurio. En cuanto
a los romanos, adoran a todos los dioses 9.
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romanos. No se sabía cómo clasificarlos ". No había lugar para ellos en los
cuadros conocidos y se veían forzados a inventar, para hablar de una
religión tan nueva, una nueva fórmula. Los mismos cristianos acabarían
por adoptar esta expresión de tercera raza, que se encontraba usada en un
escrito seudo-cipriánico compuesto en 242-243, el De pascha computus. El
autor habla en él del fuego que había perdonado a los tres jóvenes en el
horno y escribe con motivo de esto: «Et ipsos tres pueros a Dei filio
protectos -in mysterio nostro qui sumus tertium genus hominum-, non
vexavit» 14. Pero en general no les gustaba emplearla 15 y preferían afirmar
que eran un pueblo nuevo No se equivocaron con ello, y bien se ve que
J(,.
Romano,Judaei, dehinc Christiani... Porro si tam monstruosi qui tertii loci, quales habendi qui
primo et secundo antecedunt?», d. Ad nation., 1, XX; Scorpiace, 10: «IlIic constitues et
synagogas Judaeorum, fontes persecutionum, apud quas apostoli fIagella perpessi sunt, et
populos nationum cum suo quidem circo, ubi facile conclamant: «Usquequo genus tertium?
"La designación de los cristianos como tertium genus les viene primordialmente de su culto,
de su religión, que les distingue de los paganos y de los judíos; pero aunque no se refiera
principalmente a la novedad, ésta se halla constantemente incluida. Cf. A. VON HARNACK, Die
Mission und Ausbreitung, 4: edición; t. 1, pp. 285·288.
1\ Cf. ORíGENES, In psalm., 36, hom. 1; ed. LOMMATZSCH, tomo XII, p. 155: «Nos sumus
non gens, qui pauci ex ista civitate credimus et alli ex alia, et nunquam gens integra ab initio
credulitatis videtur assumpca... Non enim skut Judaeorum gens erat ve! Aegyptiorum gens, ita
etiam christianorum genus gens est una integra, sed sparsim ex singulis gentibus
congregantur».
l\ SEUDO (¡PRIANO, De Pascha computus, 27.
" En un pasaje de la Praedicatio Petri, citado por CLEMENTE DE ALEJANDRíA, Stromat., VI,
V, 41, se habla de las diferentes maneras de honrar a Dios, la de los griegos, la de los judíos
y la de los cristianos, que es la tercera: «ÚI.u;i~ lit 01 Kalvli'i~ aiJ'tov tpitC¡l yl;VEl O'E~ÓJ.1EVOl
<01> XP10'tlavoí». CLEMENTE DE ALEJANDRíA también contrapone a dos pueblos, los griegos
y los judíos, e! tercer pueblo de los cristianos, Stromat., III, X, 70; V, XIV, 98; VI, V, 42. Fuera
de estos dos escritores, no parece que haya habido otros que hayan considerado de esta forma
al pueblo cristiano; d. A. VON HARNACK, Die Mission und Ausbreitung, t. 1, p. 267.
'" El pueblo nuevo de los cristianos es citado por e! Pastor de Hermas; BERNABÉ, Epist~
V, 7; VII, 5; XIII, 6; II Clement. ad Corinth., 11, 3; IGNACIO, Ej., XIX; Xx. (Véanse todas estas
citas en Los Padres Apostólicos, pp. 288, 294, 306; 504; 188-189), ARíSTlDES, Apol., XVI;
JUSTINO, Dialog., CXIX; Oracula Sibyl., 1, 383 y ss.; IRENEO, Advers. Haeres., III, XII, 15; 1, V,
20; 1, VII, 58; CONSTANTINO, Orat. ad sanctor. coctum, 19, etc... La novedad cristiana es lo que
choca a todos los espíritus y debe entenderse en su sentido más amplio. Todo el mundo parece
tener conciencia de la profunda originalidad del mensaje evangélico.
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Posterior nostra res non est, immo omnibus prior ese hoc erit
testimonium veritatis, ubique occupantis principatum. Ab apostolis
utique non damnatur, immo defenditur: hoc erit indicium proprietatis...
Si haec ita se habent ut veritas nobis adjudicetur quicumque in ea regula
incedimus quam Ecclesia ab apostolis, apostoli a Christo, Christus a Deo,
traditit, constat ratio propositi nostri definientis non esse admitendos
haereticos ad ineundam de scripturis provocationem 19.
Evangelium».
11 TERTULIANO, De virgo veland., I: «Haeresim non tam novitas quam veritas revincit:
quodcumque adversus veritatem sapit, hoc erit haeresis, etiam vetus consuetudo».
21 ClPRIANO, Epits., LXXI, 3.
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Dios 14. San Justino habla asimismo de los discípulos del Salvador que lo
habían abandonado y renegado de EI1'. Denuncia la falta de los que se
alejaban de las palabras del Salvador 16, del conocimiento de Dios 17, de la fe
de Cristo 1". Con todo, el sentido técnico, si bien resulta ya predominante, no
es exclusivo. Y así es cómo Tertuliano designaba a los judíos bajo el nombre
de apostatae ¡¡l¡¡19 y hablaba de los herejes empleando la misma palabra de
apóstatas 20. Dice también de Saúl que el espíritu del mal lo había
transformado en otro hombre, en un apóstata 21. Pero también en ocasiones
da la significación actual al término apóstata 22, Ya partir de san Cipriano,
esta significación queda definitivamente consagrada con exclusión de
cualquier otra ". Bastan estos ejemplos para hacernos comprender lo que
era propiamente la apostasía a los ojos de los cristianos y cuál era la
gravedad de esta falta. Apóstata era quien, después de haberse adherido a
la enseñanza del Salvador y recibido el bautismo, abandonaba la Iglesia y
traicionaba sus promesas. Desde los primeros tiempos, su crimen era de los
que no recibían el perdón... «Porque quienes, una vez iluminados, gustaran
el don celestial y fueran hechos partícipes del Espíritu Santo, gustaran de
la palabra de Dios y los prodigios del siglo venidero, y cayeran en la
apostasía, es imposible que sean renovados otra vez a penitencia, pues de
nuevo crucifican para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a la afrenta»24.
Por muy grave que la apostasía fuera en sí misma, por tremendas que
fueran sus consecuencias espirituales, no deja de tener ejemplos en la
" Cf. HERMAS, Simil., VIII, VIII, 2 (Los Padres Apost6licos, p. 461): «nvi;¡; /ji; aú'trov &i¡;
'tÉAO¡; lÍlto<1'tó.'tat. ou'tOt ouv lJ.E'tlÍvotav OUlC eXOU<1lV . /jtlÍ 'flÍp tlÍ¡; ltpa'f~atEía¡; aú'trov
k~Aa(f(plÍ~Tl<1av 'tóv KÚPlOV Kai lÍltTlPvlÍ<1ilV'tO».
" ]USTlNO, 1 Apol., L, 12: «oi yvroptflOt aú'tou ltáV'tE¡; lÍltEcr'tlÍcrav, lÍpvT]cráf!&VOl au'tóv».
,r, ]USTlNO, Dial., VIII, 2: «lÍ<pícrmcrem 'tro¡; 'tou crÚl'tfipO¡; AÓyOOV».
" ]USTlNO, Dialog., XX, 1: «lÍ<pícrmcreat 'tfi¡; yvrom;oo¡; (ewu)>>.
IH [bid., CXI, 2: «lÍ<pícrmcrem 't1;¡; ltícr'tEW¡; (XPlcrwU)>>.
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La apostasía
" Marc., 3, 19; Mat., 10,4; Luc., 6, 16. Cí. Jn., 12,4.
26 Cf. IRENEO, Adv. haeres., 1, XXXI, ed. HARVEY, t. 1, p. 242: «Kul tOV npoliótT)v lil:
·Ioúliuv ¡!ÓVOV ÉK návtrov tóiv a.nocrtÓArov tUÚtT)v ÉcrXT)KtVat ti¡v yvóicrív <¡>ámv Kul lilo.
toiíto tO tf\<; npoliocríu<; Évepycrul ¡!Ocrti¡plOV». SEUDO TERTULIANO, Adv. omnes haereses,
2: «Hi qui hoc asserunt etiam Judam proditorem defendunt, admirabilem iHum er magnum
esse memorantes proprer utilitares quas humano generi contulisse jacratur. Quidam enim
ipsorum gratiarum acrionem Judae propter hanc causam reddendam putant. Animadvertens
enim, inquiunt, Judas quod Christus vellet veritatem subvertere, tradidit illum ne subverti
veritas posset». EPIFANIO, Haeres-. XXXVIII, 1, 1-5, ed. HOll, t. n, pp. 63-64. FIlASTRIO,
Haeres., n y XXXIV distingue claramente a los cainitas y a los admiradores de Judas. Pero su
testimonio, tardío, no tiene mucho valor. Por lo demás, este problema no tiene importancia
por lo que se refiere al tema de nuestro estudio.
17 E. DE FAYE, Gnostiques et gnosticisme. Etudes critiques des documents du gnosticisme
chrétien aux [1' et lIl' siecle, 2:' ed., París, 1925, p. 372.
" Véase por ejemplo ED. FlEG, Jesús raconté par le Jui! errant, París, 1933, pp. 67, 250,
273. Según Fleg, Judas es el sabio que traiciona para realizar la profecía y dar de ese modo su
última consagración a Jesús, ayudándole a cumplir lo que de él estaba escrito.
'" ¡n., 12,6; 13,29.
'l' ¡n., 12,4-6. Los otros evangelistas, al narrar el incidente no nombran a Judas, Mat., 26,
8; Marc., 14, 4-5; Luc., 7, 36 y ss. refiere de modo muy distinto el episodio del frasco roto y del
perfume esparcido.
" Marc., 14, 10; Mat., 16, 14-16; Luc., 22, 3-6.
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rotundamente de él que era un ladrón \2. ¿Basta esto para explicar tan negra
prevaricación?, ¿y cómo explicar, en la hipótesis de un alma vil, el
arrepentimiento profundo, aunque insuficiente, que se apoderó del apóstol
prevaricador una vez realizado su crimen? 13. Todo está lleno de misterios
en la apostasía de Judas. Era necesario señalarla: no es posible compren-
derla.
Más sencillos son los demás casos referidos en el Nuevo Testamento.
La conversión de los primeros cristianos se debía, en la mayoría de los
casos, a un generoso impulso de entusiasmo: la venida del Espíritu Santo
sobre los apóstoles'4, la curación del cojo de la Puerta Hermosa 3', los
milagros realizados por Pedro y sus compañeros 36, la maravillosa liberación
de los apóstoles encarcelados!7, habían multiplicado el número de los
discípulos en proporciones considerables. No se pedía mucho a los
primeros fieles: la penitencia de las faltas pasadas, la afirmación de la
mesianidad, si no de la divinidad, de Jesús, éstas eran las únicas condiciones
requeridas para que fuera administrado el bautismo 38. ¿Por qué sorprenserse
de que en estas condiciones, una vez pasado el primer fervor, cierto número
de creyentes se dejara vencer por sus viejos hábitos y renunciara más o
menos expresamente a Cristo a quien había prometido servir sin reservas?
A decir verdad, no siempre se trataba, ni siquiera quizá las más de las
veces, de apostasías puras y simples. Las cosas del alma son más complejas
y una vez que había sido conquistado por el Salvador, una vez que se había
comprendido la hondura de su enseñanza sobre Dios, sobre los hombres y
sobre el mundo, resultaba muy difícil volverse atrás sin conservar la
impronta imborrable de semejantes lecciones. Se solía tratar, en tales casos,
de coordinar la fe cristiana con toda clase de doctrinas humanas y se caía en
la herejía más que en la apostasía propiamente dicha. Los que habían
venido del judaísmo se dejaban persuadir de que la circuncisión y las
ceremonias rituales prescritas por la Ley de Moisés seguían obligando a
pesar de la liberación realizada por el Salvador. Era inútil que san Pablo
clamara entonces:
" Cf. Hech., 8, 26-40. El diácono Felipe, después de haber explicado al eunuco de la reina
Candaces la profecía de Isaías sobre el siervo de Javé, le dice que puede ser bautizado si cree
de todo corazóo que Jesús es el Hijo de Dios. El eunuco responde que lo cree e inmediatamente
es introducido en el número de los fieles. U na formación tan rápida, tan superficial, no deja
de extrañarnos.
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La apostasía
" 1 Tim., 4, 3.
" 2 Tim., 3, 6; 4, 3-4.
\(, Tit., 3,9.
17 1 Tim., 1, 19-20. Es probable que Himeneo y Alejandro pertenecieran a la comunidad
de.Efeso y que san Pablo los hubiera condenado antes de abandonar aquella ciudad. Alejandro
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Pero no hay que engañarse, ese futuro no era más que un velo
transparente de la actualidad y los falsos doctores ya hacía tiempo que
actuaban en la Iglesia:
Estos son fuentes sin agua y nieblas empujadas por el torbellino, a los
cuales está reservada la lobreguez de las tinieblas. Porque voceando
pomposidades hueras, ceban con lascivias, atizando las concupiscencias
de la carne, a los que apenas escapan de los que pasan la vida en e! error,
prometiéndolos la libertad ellos que son eslavos de la corrupción; porque
de quien es uno vencido, a éste queda esclavizado. Porque si, después de
haber escapado de las inmundicias del mundo por e! conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo, envueltos nuevamente en ellas son
vencidos, resultan para ellos las postrimerías peores que los principios.
Que mejor les fuera no haber conocido e! camino de la justicia que,
después de haberlo conocido, volverse atrás de la ley santa a ellos
enseñada. Y les ha acontecido aquello del proverbio verdadero: «Perro
que vuelve a su propio vómito» y «Puerca lavada, al revolcadero de!
cieno» ".
parece ser el herrero de quien se queja el apóstol, 2 Tim., 4, 14; Himeneo es también
mencionado en 2 Tim., 2, 17, en compañía de cierto Filetos. No sabemos con exactitud el
castigo de que aquí se trata como ameriormeme en 1 Cor., 5, 5.
" 2 Tim., 2, 17-18. Según el Ambrosiaster:Himeneo y Filetos creían que la resurrección
se realizaba en los hijos, es decir que el hombre revivía en sus hijos. Pero no era eso lo que
decía el apóstol. Según él, estos dos personajes afirmaban que la resurrección estaba ya
realizada, es decir que era puramente espiritual. Debían de confundirla con el nuevo
nacimiento del bautismo.
" 2 Tim., 1, 15; 4, lO. Cf. C. SPICQ, Les építres pastorales, pp. 336 y 391.
'O 2 Pdr.,I, 1-3; trad.]. CHAINE, Les Epítres catholiques, París, 1939, pp. 59-61. (El texto
español en este y otros pasajes es el de Bover-Camera, BAC, Madrid, 1957). Cf. Jud., 4.
" 2 Pdr., 2, 17-22; trad.]. CHAINE, op. cit., pp. 75-81. (El texto español, Bover-Camera).
Cf.Jud., 12-13,16.
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La apostasía
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La conversión al cristianismo durante los primeros siglos
para retener 3 sus ovejas en el recto camino; era necesario que fuera el viejo
apóstol, quien a pesar de su edad, se lanza a la busca de la oveja descarriada
y la trajera al redil Las epístolas de san Juan, finalmente, confirman
ji.
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Il
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La conversión al cristianismo durante los primeros siglos
IV
Nada más lamentable, ciertamente, pero también nada más vulgar que
las apostasías, cuyo espectáculo acaban de ofrecernos las persecuciones de
Decio y de Diocleciano. Es inútil que busquemos en tales caídas argumentos
o pretextos. La debilidad humana era lo único que en ellas aparecía, al
menos cuando la apostasía era voluntaria, y era lo único que contaba.
Debilidades excusables sin duda, si pensamos en los espantosos suplicios
que se reservaban a los fieles y en los procedimientos puestos a propósito
'" FEDRO DE ALE]ANDRfA, Epist. canon.; ed. A. O. DE LAGARDE, Reliquiae juris ecclesiastici
antiquissimae, p. 73.
1" FlLOSTORGlü, Hist. Ectes., II, XIV; ed. BIDEZ, p. 25. Según san Atanasia, De synod.,
XVIII, esta apostasía ocurrió a raíz de la primera persecución, la que tuvo lugar bajo el reinado
del abuelo de Constantino, Max.imiano Hercúleo.
'" FILOSTORGIO, Hist. Ectes., II, XIV.
''', TILLEMONT, Mémoires, t. VI, p. 292.
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La apostasía
"" Recordemos aquí únicamente los nombres de san Justino, Atenágoras, Tertuliano,
Orígenes, Pedro de Alejandría, Metodio de Olimpo. Fuera de las obras expresamente
dedicadas a la resurrección, no hay autor de los tres primeros siglos, que no haya tratado de
este tema con amplias exposiciones. Cf. A. D. NocK, Conversion, pp. 247 y ss.
'" Cf. supra, pp. 271-273.
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No hay por qué insistir en el caso de Domnus que cita EUSEBIO, Hist. Ec/es., VI, XII,
1 (Editorial Nova, p. 294). Se trataba de un cristiano que en la persecución había abandonado
la fe de Cristo y se había pasado a la superstición judía.
1" E. BRÉHIER, P/otin, Ennéades, t. 1, p. III.
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'" HIEROCl.ES, citado por FOCIO, Bibliotheca, codo 214; P. G., cm, 701.
'" PORFIRIO, Contra christ., m, citado por EUSEBIO, Hist. Ecfes., VI, XIX, 7 (Editorial
Nova, p. 306).
"'. EUSEBIO, Hist. Ecles., VI, XIX, 10 (Editorial Nova, p. 308).
'" OR/(;ENES, citado por EVSEBIO, Hist. Ecles., VI, XIX, 14 (Editorial Nova, p. 308).
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Los ejemplos de filósofos cristianos no faltan, por tanto, desde antes del
siglo tercero. Pero no por eso estamos menos obligados a impugnar el
testimonio de Eusebio. Sabemos, en efecto, que Amonio Sakkas no escribió
nada. En lugar de tratar de difundir su doctrina al exterior, hizo de ella el
privilegio de algunos iniciados, a quienes debió de recomendar la mayor
discreción, si no el secreto, conforme por lo demás a un uso bastante
corriente en las escuelas filosóficas 149. Por otra parte, ninguno de los que
entre los antiguos nos han hablado de Amonio lo presenta como interesado
en las cuestiones exegéticas que en los ambientes podían plantearse:
únicamente la filosofía excitaba su atención; por lo menos ella lo había
conquistado por entero 150. Es pues muy probable que Eusebio, engañado
por la comunidad de nombre y preocupado por hacer obra de apologista
hubiera confundido a Amonio Sakkas con un homónimo, quizá como ha
supuesto C. Schmidt con Amonio, obispo de Tamne y discípulo de
Orígenes 151: sería éste y no Sakkas quien habría escrito acerca de la
conformidad entre Moisés y Jesús 152.
'" EUSEBIO, Hist. Beles., VII, XXXII, 6 (Editorial Nova, p. 402).' En Antioquía, el
sacerdote Malquión, único que consiguió desenmascarar la herejía de Pablo de Samosata era
jefe de una escuela de sofistas en la que se daba la enseñanza de los griegos; EUSEBIO, Hist.
Beles., VII, XXIX, 2 (Editorial Nova, p. 391). La historia de la iglesia antigua proporcionaría
otros ejemplos análogos.
'" Cf. PORFIRIO, Vita Plotini, 3: «Herenio, Orígenes y Plotino habían convenido entre sí
conservar en secreto los dogmas de Amonio que su maestro les había explicado con toda
claridad en sus lecciones. Plotino cumplió su promesa; mantenía relaciones con algunas
personas que le venían a buscar; pero conservaba, ignorados por todos, los dogmas que había
recibido de Amonio. Herenio fue el primero en romper la convención y Orígenes le siguió».
No es seguro que Amonio mismo hubiera impuesto tan estrictamente el secreto a sus
discípulos; pero éstos debían ser fieles a una consigna del maestro, habiéndose comprometido
a ello.
'''' Cf. F. HElNEMANN, Ammonios Sakkas und die Ursprung des Neuplatonismus, en
Hermes, t. LXI, 1926, pp. 1 Y ss.; H. VON HARNACK, Quelle des Uberlieferung über
Ammonius Sakkas, en Rheinisches Muscum, t. XLII, 1887, pp. 276 a 285; R. CADIOU, La
Jeunesse d'Origime, pp. 184-203; 231-234.
'" C. SCHMIDT, Plotins Stellung zum Gnosticismus und Kirchlichem Christentum (Texte
und Untersuchungen, XX), Leipzig, 1910, p. 6, n. 1. El nombre de Amonio está muy
extendido en Egipto. Lo llevaba especialmente un peripatético contemporáneo «que no tenía
semejante en erudición». LONGIN, De fine, citado por PORFIRIO, Vita Plotini, 20; ed. BRÉHIER,
I
p.22.
'" Hay que recordar sin embargo que en el siglo tercero, sobre todo bajo la dominación de
294
La apostasía
los Severos, el cristianismo estuvo bastante de moda aun en los ambientes aparentemente más
refractarios. Numenio de Apamea, filósofo pitagórico, citado por PORFIRIO, apud EUSEBIO,
Hist. BeleJ., VI, XIX, 8 (Editorial Nova, p. 307), por San Jerónimo, Epis., LXX, 4, Ypor otros,
y de quien nadie ha pretendido fuera cristiano, demostraba respeto para los judíos y su
legislador: llamaba a Platón «un Moisés aticisante»; admitía el sentido figurado de ciertas
profecías hebreas y se había interesado en la historia de Jesús que él trasfería el plano
alegórico. Cf. P. DE LABRIOLLE, La Réaction pafenne, p. 228.
Cf. supra, p. 392.
'" Cf. E. KRAKOWSKI, Plotin et le paganisme religieux, París, 1933, p. 140.
'" Los simples fieles de Alejandría de quienes habla CLEMENTE, STROMATAS, VI, 80; V, 85;
11,45 no erraban al espantarse de la filosofía y reconocer en ella un verdadero peligro para una
fe insuficientemente iluminada. Si Clemente toma resueltamente el partido de los filósofos, es
que él mismo es un sabio, capaz de no dejarse enredar en las redes de la sabiduría humana.
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también el género de vida que había alcanzado en la filosofía; en cuanto a las costumbres,
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La apostasía
viviendo en el rito cristiano y en contra de las prescripciones de las leyes; pero en lo referente
a las opiniones de las cosas y acerca de Dios, helenizando y suplantando los discursos de los
griegos y de los gentiles con fábulas peregrinas. Porque estudiaba asiduamente a Platón.
Diariamente tenía también entre manos los escritos de Numenio, de Cronio, de Apolofanes
y Longino, de Moderato y de Nicómaco, y de otros que son tenidos por principales entre los
pitagóricos. Utilizaba asimismo los libros de Cheremón el Estoico y de Comuto. Habiendo
aprendido de ellos el sistema alegórico en la explicación de los misterios de los griegos, lo
aplicó a las Escrituras judaicas».
'''' Cf. J. BIDEZ, Vie de Porphyre, Gand, 1813, pp. 9-10: «Debía de hablar el idioma de su
país, y hasta blasonaba quizá de comprender el hebreo. Se hallaba versado en los misterios de
la Caldea, de Persia, de Egipto. Se le ve describir e interpretar una especie de jeroglífico y
manejar los libros sagrados y la literatura profana de los judíos como de los fenicios. La misma
India había atraído su curiosidad y a él se dirigieron para hacer demostrar la no autenticidad
de cierros escritos gnósticos atribuidos a Zoroastro».
[C.I Cf. J. BIDEZ, op. cit., p. 13: «Su naturaleza dulce y fina no podía por menos de atraer a
297
La conversión al cristianismo durante los primeros siglos
comprometido a tratar, que había leído de cerca los evangelios y las cartas
de san Pablo y al menos varios libros del Antiguo Testamento, que había
lanzado sobre la Iglesia miradas sin benevolencia pero terriblemente
aguzadas. Nada hay sin embargo, al menos en los numerosos fragmentos
que nos han llegado, que permita suponer que su autor hubiera conocido
jamás el cristianismo por dentro y por haberlo practicado él mismo. En el
siglo III bastaba tener ojos y mirar para distinguir a los catecúmenos de los
fieles, a los sacerdotes y los obispos de los seglares, o incluso para admirar
con envidia los vastos edificios donde se celebraban, a la vista de todos, las
asambleas cristianas. Suponiendo que Porfirio hubiera sido jamás bautizado,
lo habría sido, como Amonio, en su infancia; su razón que jamás habría sido
cristiana de nada habría tenido que abjurar. Pero no es necesario hacer esta
hipótesis; Sócrates, que en definitiva es el único garante preciso del
cristianismo de Porfirio, no es un testigo bastante autorizado para que se
nos Imponga.
Así, los dos únicos apóstatas notoriamente inteligentes que nos
ofrecería la historia de los tres primeros siglos: Amonio Sakkas y Porfirio,
no merecen que nos detengamos en ellos. Es probable, hay que decirlo, que
ha debido de haber en el curso de los doscientos cincuenta años de un
período cargado de acontecimientos de toda clase, cierto número de
apostasías provocadas por razones intelectuales. Si hace pocos años se han
podido poner de realce las estrechas relaciones de dos mentalidades en
apariencia tan irreducibles entre sí como Celso y Orígenes 163 se puede
también, y sin paradoja alguna, mostrar el abismo humanamente casi
infranqueable que separa a Plotino de los cristianos 164. Raros han sido hasta
la paz de la Iglesia los filósofos cristianos; aun así no es seguro que todos
ellos hubieran perseverado en la fe 165.
v
En definitiva, habrá que llegar hasta Juliano, aquél a quien los siglos
cristianos han dado por excelencia el nombre de apóstata, para encontrar
",' M. MIURA-STANGE, Celsus und Origenes, das Gemeinsame ihrer Weltanschauung nach
den acht Büchern des Origenes gegen Celsus, Giessen, 1926.
1M Cf.]. LEBRETON, en A. FUCHE y V. MARTIN, Historia de la Iglesia, t. n, pp. 187-194
(Desc1ée de Brouwer, Buenos Aires, 1935, trad. Jaime de Lezaun, O. F. M. Cap.). E. BRÉHIER,
Plotin, Ennéades, t. n, pp. 108-110.
1M La herejía ciertamente ha ejercido su influjo sobre cierto número de ellos. Cf. supra, p.
366. Sin participar de la entusiasta admiración que manifiesta E. de Faye por ejemplo con
respecto a los jefes del gnosticismo, no nos sería posible dudar de la valía intelectual de
hombres como Basílides, Valentín, Herac1eón, Ptolomeo, Marción. Por muy mal que los
conozcamos, esos hombres pueden ser considerados como verdaderos pensadores; y varios de
ellos, si no todos, habían pasado por el catolicismo antes de enseñar la herejía.
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