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La Constitución uruguaya data de 1830, aprobada ese año por la Asamblea Constituyente,

convocada el 22 de noviembre de 1828, por iniciativa del Gobernador delegado, Juan A. Lavalleja,
que con sus 28 miembros iniciales, ya que el número definitivo debía ser 40, elegidos por voto
popular, había comenzado a sesionar en San José. (No pudo hacerse en Montevideo ya que aún
estaban allí las tropas brasileñas).
La Asamblea era unicameral y las primeras sesiones fueron realizadas en San José en la casa de un
particular, Juan E. Durán (entre del 22 de noviembre al 3 de diciembre de 1828). La segunda
sesión en Canelones, desde el 17 de diciembre de 1828 al el 8 de febrero de 1829). La tercera (16
de febrero de 1829 al 22 de abril de 1829) y la cuarta (28 de abril al 22 de octubre de 1830) A
partir del 1 de mayo de 1829, las sesiones pudieron realizarse en Montevideo.
La Asamblea nombró a un gobernador provisorio, José Rondeau, que como estaba ausente fue
reemplazado interinamente por Joaquín Suárez, organizó la justicia y el sistema impositivo.
El diputado por Canelones, Gabriel Pereira fue designado para presidir la Asamblea general
Constituyente y Legislativa, nombre que adoptó casi enseguida. La Comisión de Asuntos
Constitucionales estuvo integrada entre otros, por los montevideanos, Jaime Zudáñez, como
Presidente y José Ellauri, como Secretario.
A partir del 6 de mayo de 1829 el proyecto constitucional ya estaba en poder de la Asamblea para
su aprobación, lo que se produjo el 19 de setiembre.
La Constitución así elaborada se basó en las constituciones de Francia, España, Estados Unidos,
Argentina, Brasil, Chile.
El texto constitucional
La Constitución contaba de 159 artículos, divididos en XII secciones, a su vez separadas en
capítulos. Estaba precedida por una introducción o Preámbulo, donde se destacaba la importancia
de Dios en la concepción de los constitucionalistas, ya que se lo consideraba como el inspirador de
esa Ley Suprema, cuyos objetivos eran el bienestar general del pueblo, respetando su
idiosincrasia, promoviendo la seguridad, la justicia, la libertad civil y política, la propiedad y la
igualdad.
Las luchas por la independencia sumieron al país en un desorden que obligó a pensar en una
constitución liberal pero que confiriera unidad, a través de un sistema centralizado, a través del
Poder Ejecutivo. Así se adoptó como forma de gobierno un estado unitario, democrático (la
soberanía residía en la nación, y presidencialista.
La división de los poderes del estado, se estructuró con un Poder legislativo ejercido por una
Asamblea General, con sede en Montevideo, compuesta por dos Cámaras, una de Representantes,
elegidos por los ciudadanos, en proporción de uno cada tres mil habitantes, o fracción no menor de
dos mil, sistema de designación que se aplicaría a partir de la tercera legislatura, cuando ya
estuviera confeccionado el censo y otra de Senadores elegidos uno por Departamento, de modo
indirecto.
Cada Cámara poseía la facultar de designar su presidente, el Vicepresidente y los secretarios.
En los recesos de la asamblea, actuaba una Comisión Permanente.
El Poder Ejecutivo era ejercido por el Presidente de la República, elegido por la Asamblea, a
pluralidad absoluta de votos, por cuatro años, sin ser reelegible para el período inmediato
posterior. Es también Jefe de Estado, de Gobierno, y del Ejército. Los ministros, que no serán más
de tres, actuarán en las distintas secretarías. La designación de los miembros del Poder Judicial
(Alta Corte de Justicia, Tribunales con funciones de apelación y Jueces de primera instancia
también era atribución de la Asamblea.
Distinguía entre los ciudadanos, los naturales y los legales. Los primeros eran los hombres libres
nacidos en los límites territoriales. El artículo 8 determinaba distintas formas de adquirir la
ciudadanía legal.
La ciudadanía se adquiría a la edad de 20 años, salvo para los casados, para los cuales regía a partir
de los 18. Pero además, el ejercicio de la ciudadanía tenía varias excepciones. El sistema de
sufragio adoptado fue el restringido, y calificado, siendo privados de ese derecho las mujeres, los
esclavos, los analfabetos, los peones, los jornaleros, los soldados de línea, los deudores del Estado,
los ebrios, los sometidos a proceso penal, y sirvientes a sueldo.
La sección X, se ocupaba de la organización de los Departamentos. Un Jefe Político estaba a cargo
de los pueblos cabeza de Departamento, por delegación del Poder Ejecutivo, y Tenientes bajo su
mando, ejercían el poder en los pueblos dependientes de estas cabeceras.
Los derechos naturales reconocidos, en la sección XI, bajo el título de “Disposiciones generales”
eran el de la vida, el del honor, a la igualdad a la libertad, siendo suprimida la esclavitud por el art.
131. El único límite a la posibilidad de hacer lo que a cada uno le plazca era lo prohibido por la ley
estableciéndose explícitamente los derechos a la libre circulación, a no ser injustamente
encarcelado, rigiendo el principio de “in dubio pro reo”, la libre expresión sin censura previa, el
secreto epistolar y de todo tipo de documentación y el de propiedad con la obligación de parte del
estado de asegurar su uso y goce pacífico.
El art. 133 suprimía los privilegios por razones nobiliarias o de mayorazgo. Se declaraba la
inviolabilidad del domicilio y el derecho a ejercer industria, comercio y profesión lícita. Sin
embargo no se reconocieron los derechos a la libertad religiosa (la religión adoptada por el estado
era la católica, apostólica romana, ni los de reunión y asociación, lo que impedía la actuación de los
partidos políticos.
Esta Constitución conservó su vigencia hasta 1917, cuando José Batlle y Ordóñez propició su
reforma.

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