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RESUMEN
En Brasil, desde mediados de los años 1980 en la región metropolitana de São Paulo,
la población organizada en movimientos de lucha por la vivienda ha creado nuevas
formas de apropiación del ambiente construido, defendiendo la autogestión de todo
el proceso de construcción de la vivienda. La experiencia brasileña de São Paulo tiene
como referencia e inspiración el modelo uruguayo, y desde los años 1990 se ha
difundido para otras regiones del país, como es el caso de Rio de Janeiro - analizado
acá en mayores detalles.
La comunicación, entonces, cuestiona como se tornó posible que los contextos tan
distintos, que han constituido las bases de las experiencias de producción social de
la vivienda en Uruguay y Brasil, produjeron modelos de cooperativismo de vivienda
con gran impacto político en la estructuración del ambiente urbano. Se analizan, así,
los diferentes contextos políticos, económicos y sociales de Brasil y Uruguay para
comprender las especificidades de cada uno de los modelos.
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1. INTRODUCCIÓN
Una intensa dinámica económica subyace a los territorios de los más pobres en las
ciudades latino-americanas, formando el que se ha denominado como "economía
popular". Una economía que no acompaña a los patrones de la economía formal,
siendo formada por diversos y poco conocidos medios de relaciones con la dinámica
de reproducción de la vida en la ciudad. Como apunta Coraggio (1998: 44), "los
elementos de la Economía Popular son las unidades domésticas que dependen
principalmente del ejercicio de su trabajo para lograr su reproducción biológica y
cultural". La economía popular de la periferia, así, desarrolla diversos modos de
relación con las unidades domesticas, el fondo de trabajo y los flujos económicos.
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asistencia técnica, institutos populares de vivienda, asociaciones civiles pro-vivienda,
etc.), que produce viviendas y conjuntos habitacionales, que se adjudican a
demandantes, generalmente de bajos ingresos, pero con alguna capacidad de ahorro,
que participan activamente desde las primeras fases del proceso habitacional”. Hay
una diversidad de prácticas y concepciones en toda América Latina que se configuran
como producción social del hábitat, siendo diversas entre sí y, muchas veces, con
influencias múltiples.
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A finales de 1968 el parlamento uruguayo aprobó la Ley Nacional de Vivienda (nº
13.728). Elaborada como una iniciativa del estado para enfrentar la crisis económica
del sector inmobiliario en aquel periodo, la ley presentó en su capítulo X la modalidad
de financiación a las cooperativas de vivienda. Las obras de las cooperativas piloto
estaban en construcción cuando se debatía, en el parlamento, la Ley Nacional de
Vivienda, y fueron una importante influencia en el diseño del capítulo sobre el
cooperativismo (Pessina, 2008).
El régimen de construcción puede ser emprendido bajo dos modalidades: por ayuda
mutua, cuando el núcleo familiar utiliza su propia mano de obra en la construcción,
correspondiente a quince por ciento del valor de la financiación; o, entonces, por
ahorro previo, cuando los cooperativistas contribuyen, de forma monetaria, con
quince por ciento de la financiación y realizan solamente la administración de la obra.
En el 1969 se constituyó la Federación Nacional de Cooperativas de Vivienda
(FECOVI) representando las cooperativas de ahorro previo y, en 1970, se constituyó
la Federación Uruguaya de Cooperativas por Ayuda Mutua (FUCVAM), que representa
las cooperativas de ayuda mutua.
A partir de los años 1970, con la reglamentación del capítulo sobre el cooperativismo
de vivienda en la Ley Nacional, el gobierno uruguayo empezó a financiar de forma
más sistemática las cooperativas de vivienda. Éstas deberían obtener una personería
jurídica y tener sus proyectos aprobados por el gobierno nacional, así como elegir y
contratar un Instituto de Asistencia Técnica - IAT para la elaboración de los proyectos
y para la orientación de la obra. Los IATs también son reglados por la ley, debiendo
estar habilitados por el gobierno nacional y desarrollar trabajos de carácter
interdisciplinar.
Los datos de la ocupación obrera entre 1936 y 1999 destacan que el pico en el
volumen de trabajadores en el sector industrial ocurrió a fines de los años 1950
(Martí: 2006). Aprovechándose de un contexto macroeconómico facilitado por un
entorno internacional tras la Segunda Guerra Mundial, Uruguay consolidó un modelo
de sustitución de importaciones que le permitió la constitución de un circuito
industrial que hizo emerger una clase obrera que desarrolló un fuerte sentido de
unión gremial (Bértola y Bertoni, 2014).
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correlato en las formas populistas uruguayas, que se mantuvieron fieles a la tradición
liberal que las inspiró". Así, antes del final de la década de 1960 hubo en Uruguay un
sindicalismo con una “cultura” sindical bien definida y trabajadores protegidos por
reglamentaciones estatales, en un escenario de crisis económica y de crecimiento de
la represión política (Bértola y Bertoni, 2014).
Frente a ese contexto, FUCVAM reunió tales grupos y en el debate con ellos emergió
la propuesta de ocupación de tierras urbanas como mecanismo de lucha política
(González y Allagia, 2004). A pesar de las dificultades de negociación con el gobierno
nacional, la estrategia tuvo su éxito con la elección del partido Frente Amplio para la
Intendencia de Montevideo en 1989. Desde entonces se estructuró una cartera de
tierras urbanas para los proyectos de las cooperativas de vivienda.
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proyecto piloto, el cual generó la cooperativa COVIITU 78, con personas desalojadas
de la Ciudad Vieja de Montevideo (zona céntrica).
La tercera línea adoptada por FUCVAM fue el reciclaje de viviendas en el área central
de Montevideo. De acuerdo con Vallés (2009), la Intendencia en 1990 empezó a
desarrollar programas pilotos que intentaban promover experiencias de cooperativas
por ayuda mutua en operaciones de reciclaje de viviendas en el casco céntrico de la
ciudad. Entonces fueron desarrollados cuatro proyectos piloto: "Mujefa", con mujeres
jefes de hogar, "Las Bóvedas", en un predio histórico, "Pretyl" y "Goes". A partir de
esos proyectos fueron desarrollados otros más en el casco céntrico de Montevideo.
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Fueron tres momentos de trabajo de campo en Montevideo: una primera semana en marzo de 2015 y
otra en junio del mismo año y una inmersión más prolongada de cuatro meses entre junio y setiembre de
2016.
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La nueva reglamentación también añadió la previsión de sorteos para la adjudicación
de préstamos a las cooperativas de vivienda. Aquellas que tengan el pre-proyecto
aprobado son participantes de un sorteo semestral, siendo que después del segundo
sorteo sin contemplación, en el tercero se contempla la cooperativa.
En el inicio del sistema cooperativo de viviendas, las cooperativas por ayuda mutua,
por estar ubicadas en la periferia, también tenían la necesidad de construcción de
nuevos barrios con servicios de salud, educación, recreación etc. Como señala
González (2013: 74), en esas cooperativas “terminadas sus obras tenían muy pocos
servicios cercanos al nuevo barrio, lo que impulsó en forma extraordinaria la
necesidad del desarrollo social de los núcleos cooperativos. No será casualidad que
la inmensa mayoría de guarderías, policlínicas, locales comerciales, bibliotecas,
pequeñas cooperativas de consumo se generarán en el período comprendido entre
1975 y 1982”.
Figura 1
Cooperativa Mesa 1, Montevideo, Uruguay, conjunto de los años ´70. Foto
de 2015
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2.2.2. Sorteo y proceso de formación de cooperativas
Una primera cuestión a ser señalada es que la disminución del tiempo para el acceso
al financiamiento a través del sorteo (después de la aprobación del pre-proyecto, en
el máximo de un año y medio la cooperativa es contemplada) aporta un importante
desafío: la formación de los grupos cooperativos. Los nuevos cooperativistas
enfrentan varios desafíos para el aprendizaje sobre el proceso constructivo de las
viviendas y, también, para la propia convivencia colectiva luego de la finalización de
la obra.
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En ese sentido, FUCVAM creó en 2012 una Escuela de Formación, promoviendo cursos con los
cooperativistas de las cooperativas en constitución.
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Recordamos Sennett (2000: 25) con sus cuestionamientos sobre las consecuencias personales del
trabajo en el nuevo capitalismo: “¿Cómo pueden perseguirse objetivos a largo plazo en una sociedad a
corto plazo? ¿Cómo sostener relaciones sociales duraderas? ¿Cómo puede un ser humano desarrollar un
relato de su identidad e historia vital en una sociedad compuesta de episodios y fragmentos? Las
condiciones de la nueva economía se alimentan de una experiencia que va a la deriva en el tiempo, de un
lugar a otro lugar, de un empleo a otro”.
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2.2.4. El tiempo de ayuda mutua
Las veintiuna horas semanales de trabajo en las cooperativas de ayuda mutua fueron
instituidas en un contexto socio-laboral muy distinto del contemporáneo. Si el trabajo
de peón que realizan los cooperativistas, por un lado posibilita la economía en los
costos de la obra, promueve la solidaridad en el grupo y enseña nuevas habilidades,
por otro es un aporte de extensión en la jornada de trabajo de los cooperativistas
durante los meses de obra.
La actual configuración del mundo del trabajo en Uruguay, más flexible, también
parece dificultar la presencia de muchas familias en la obra. Mucho se discute si
determinadas familias en el cooperativismo de vivienda por ayuda mutua no tendrían
un perfil más adecuado al sistema de ahorro previo.
Figura 2
Cooperativistas de COVIVEMA V, Montevideo, 2015
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En las cooperativas más antiguas, se pone la cuestión sobre las dificultades en la
inserción de los nuevos cooperativistas (cuando se da la salida de un miembro
original) que no tuvieron la experiencia del proceso de formación de la cooperativa
y, principalmente, de la experiencia de ayuda mutua o de gestión de obra. Además,
no hay una línea de financiamiento para que los nuevos cooperativistas aporten el
monto de la cuota parte en la cooperativa, haciendo que se prefieran aquellos nuevos
con mayor capacidad financiera.
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Véase, por ejemplo, Baravelli (2006).
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Véase Drago (2011).
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Véase Lopes y Rizek (2006) y Klechen, Barreto y Paula (2011).
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Desde los años 1980 iniciativas pioneras de producción autogestionaria de la vivienda
en la región metropolitana de São Paulo plantearon el sistema cooperativo uruguayo
como referencia de prácticas e ideas. A partir de iniciativas de movimientos sociales
urbanos que surgieron como “nuevos actores” 7 en la escena política local y de un
conjunto de organizaciones de asistencia técnica formadas por profesionales y
académicos, ideas y personas empezaron a circular por la región.
Una iniciativa desarrollada por la nueva directiva enfocó las precarias condiciones de
vivienda y en 1988 se constituyó la Cooperativa Mixta y de Consumo de los
Pobladores de Nueva Holanda. En el inicio de los años 1990 la cooperativa se volvió
responsable por la construcción viviendas, siendo asesorada por el grupo
Arquitectura y Comunidad - ARCO, un instituto de asistencia técnica que antes
desarrollaba proyectos de urbanización de favelas.
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Hacemos referencia al análisis de Sader (1988) acerca de la entrada de nuevos actores en la escena
política brasileña con la apertura democrática tras la dictadura.
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Para la reconstitución de ese largo proceso, véase, entre otros, Baravelli (2002), Bonduki (1992), y
Muçouçah y Almeida (1991). Emblemático de la referencia de São Paulo al sistema uruguayo fue la película
en Super 8 hecha por el ingeniero Guilherme Coelho en las cooperativas de vivienda uruguayas en el
comienzo de los años 1980, siendo después proyectada en la periferia de São Paulo para los grupos que
empezaban a formarse.
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Después, en el inicio de los años 1990, los técnicos de la organización fueron a la
fuente de inspiración de São Paulo, el Uruguay. De acuerdo con documento de la
entidad, “una delegación compuesta por técnicos de la Fundación (...) y liderazgos
de los grupos populares y de la Intendencia de Rio de Janeiro (...) pasaron una
semana en talleres con representantes y técnicos de CCU y FUCVAM, así como en
visita a las cooperativas (...). Meses después, una segunda etapa (...) ocurrió con la
presencia de una delegación uruguaya en Rio de Janeiro” (Fundação Bento Rubião,
2007: 27, traducción propia).
Figura 3
Cooperativa de Viviendas "Shangri-lá", Jacarepaguá, Rio de Janeiro – RJ,
2014
Como hemos visto, en Uruguay, una previa configuración de un mundo del trabajo
regulado y constituido en la primera mitad del siglo XX aportó condiciones especiales
que han permitido la adhesión de una clase trabajadora industrial, estable y
numerosa a un novedoso sistema cooperativo de producción de vivienda. Por otro
lado, en las experiencias de autogestión de la producción de vivienda en São Paulo y
Rio de Janeiro, en los años 1980 y 1990, la precariedad de vivienda en la ciudad y
de inserción laboral en el mercado de trabajo formal son características salientes de
las condiciones de su estructuración. Así, se observa cómo, aun en situaciones muy
diferentes, el modelo cooperativo de vivienda ha podido aplicarse respetando sus
aspectos más importantes.
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3.2. El contexto contemporáneo
Después del cierre del Banco Nacional de Vivienda, en el año 1986, no hubo, en
Brasil, una política pública federal con directrices y presupuesto para el sector de
vivienda de interés social. Solamente a partir del cambio político en 2003, con la
elección del presidente Lula y la creación del Ministerio de las Ciudades, se volvió a
estructurar una política de vivienda social en Brasil (Cardoso, 2001).
En el año de 2009 fue lanzado el programa Mi Casa Mi Vida, como mecanismo para
contrarrestar los efectos de la crisis económica de 2008. Junto a la versión
direccionada a los empresarios del sector inmobiliario, fue creada la versión para las
organizaciones de la sociedad civil, conocida como Mi Casa, Mi Vida - Entidades (para
la cual fue destinado menos del 5% de los recursos de todo el programa).
Para analizar algunas cuestiones más especificas sobre el cambio del escenario
reciente con el Mi Casa Mi Vida - Entidades, se presentan algunos datos de una
investigación desarrollada recientemente. Se trata de la investigación "Desarrollo de
tecnologías sociales para la construcción, recuperación, manutención y uso
sustentable de la vivienda, especialmente de interés social", junto a un
financiamiento de la Financiadora de Estudios y Proyectos - FINEP, del Gobierno
federal, bajo la responsabilidad del Instituto de Investigación y Planificación Urbana
y Regional de la Universidad Federal del Rio de Janeiro y desarrollada por la
Fundación Centro de Defensa de Derechos Urbano Bento Rubião. La investigación fue
desarrollada entre los años 2013 y 2015, con el objetivo de identificar los padrones
de calidad en los proyectos contemporáneos de autogestión en la construcción de la
vivienda de interés social, en cuanto a las dimensiones de arquitectura, diseño
urbano, organización social y modelo institucional.
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3.2.1. Tamaño de los proyectos
Tabla 1.
Mi Casa Mi Vida - Entidades, Número de Proyectos y de Unidades
Habitacionales (UH) por Franjas de Unidades Contratadas (Brasil, 2009-
2014)
Promedio de Unidades
Franjas Unidades (a) Proyectos (b)
por Proyecto (a/b)
01 - 25 UH 430 27 16
26 - 50 UH 1.678 38 44
51 - 100 UH 3.341 40 84
101 - 150 UH 4.797 35 137
151 - 200 UH 6.144 33 186
201 - 300 UH 9.897 38 260
301 - 500 UH 12.688 30 423
501 - 1.760 UH 13.937 15 929
Total 52.912 256 207
La gestión de una obra grande comprende procesos muy complejos para la toma de
decisión y rendición de cuentas. Así, el desafío se encuentra en como organizarse los
procesos de gestión y rendición de cuentas en esos grandes proyectos. La
construcción de grandes complejos de vivienda también implica la producción de una
"nueva ciudad". Los grandes proyectos tienen el desafío de articular la demanda por
equipamientos sociales y la movilidad de un gran contingente de personas entre la
ciudad y el complejo.
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En varios casos ocurre la construcción de una relación que intenta impulsar el
desarrollo de los proyectos. Sea por la iniciativa de la oficina regional - con la
capacitación y orientación técnica -, sea por la iniciativa de la entidad de la sociedad
civil - con la búsqueda de una comprensión común sobre los normativos del
programa. En otros contextos la relación se ha constituido de manera conflictiva. En
realidad, la interpretación sobre las reglamentaciones del programa no presenta una
uniformidad en la red de oficinas regionales. Las exigencias para el análisis de los
documentos demandados en las normativas tampoco presentan uniformidad. La
"disputa por el significado" de las normativas es una constante batalla junto a las
oficinas regionales.
Acceder directamente, por la vía del mercado, a la tierra urbana para la ejecución del
proyecto se ha consolidado como una propuesta política de los movimientos de lucha
por vivienda en Brasil. Así se ha desarrollado en el programa Mi Casa Mi Vida -
Entidades la posibilidad de acceso a recursos financieros para la "compra anticipada"
del terreno urbano junto al propietario privado.
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contratada para la obra en casi su totalidad y las familias y la entidad poco desarrollan
de la gestión de la obra.
La relación entre las familias y la entidad ocurre a partir de tres tipos de procesos.
En el primero las familias procuran o crean la entidad. En el segundo tipo la entidad
ya tiene una trayectoria de producción de viviendas y organiza previamente las
familias. En esos dos tipos, el gran desafío se encuentra en la ausencia de horizonte
temporal para la contratación del proyecto, generando, muchas veces, la
desconfianza de las familias junto a la entidad.
El tercer tipo de relación ocurre cuando la entidad es formada y después busca las
familias. Son entidades que privilegian la construcción de nuevas viviendas y no la
formación de un grupo de familias para la autogestión de la producción de la vivienda.
4. CONSIDERACIONES FINALES
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Coraggio (1998: 73), al preguntarse sobre cómo promover la economía popular en
la ciudad, señala que "el agregado de unidades domésticas populares sólo puede
manifestarse como forma relativamente autónoma de organización económica,
densificando sus redes de comunicación y decisión, cuando la dinámica del capital y
el Estado son altamente insuficientes para incorporar sus recursos y subsumir sus
relaciones". La producción social del hábitat, así, puede ser leída como un proyecto
político que promueve la densificación de redes de comunicación y decisión en la
estructuración urbana de la ciudad.
Para cerrar la reflexión, señalamos dos puntos que exigen destaque en las
experiencias analizadas y que interesan sumamente al debate sobre la economía
social en general. En Uruguay, la propiedad colectiva tiene una gran importancia en
el sistema cooperativista de vivienda. Por un lado, garantiza la permanencia de la
organización del grupo cooperativista luego del cierre de obras. Por otro lado, la
propiedad colectiva promueve la desmercantilización de la mercancía vivienda. El
tema de la desmercantilzación de una mercancía y su inserción en el rol de los
derechos es uno de los pilares de los sistemas de bienestar modernos (Oliveira,
1998).
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