A Los Catolicos Que Aman La Verdad

A LOS CATÓLICOS QUE AMAN LA VERDAD
Domingo Fernández Suárez
NOTA: Todos los textos bíblicos son tomados de la versión

católica: “Nueva Biblia Española”, Ediciones Cristiandad.
Este opúsculo fue editado por primera vez en Miami,

Florida. Más tarde, el autor amablemente dio su permiso
para la presente edición, por lo que se le agradece su
amabilidad y gentileza en dicha concesión.
En esta segunda impresión y las posteriores nos es grato

aportar otra breve obra suya, titulada: “Si Te Equivocas,
Lo Lamentarás Eternamente”. Es un ejemplo de las
excelentes presentaciones del evangelio que él solía hacer.
portada: Escultura de San Pedro,

obra de Giuseppe de Fabris
1ª Impresión: sin fecha, por Benjamín Martínez Agea

2ª Impresión: 2012
Editorial Berea
en conjunto con Iglesia Evangélica “Betel”
ISBN: 978-0-9858022-7-1
impreso en España por Publidisa, S.A.
Printed in Spain
Catolicos-Aman-tripa.indd 1 1/9/2015 4:13:06 PM

Estimado lector:
¿Es usted cristiano?
¿Ama la verdad, la busca y desea
encontrarla?
Si sus respuestas son afirmativas, le

sugerimos que lea, con detenimiento, este
librito. Estamos seguros que al concluir su
lectura, dará gracias a Dios por haberlo
leído.

A LOS CATÓLICOS QUE AMAN
LA VERDAD
E
n esta ocasión sentimos la necesidad
de dirigir un mensaje a los católicos
de buena voluntad, temerosos de Dios,
amantes de la verdad, y deseosos de alcanzar
la virtud de una fe que pueda resistir los
vaivenes de esta vida.
Tenemos para nuestros lectores católicos
todo el respeto y consideración que se merecen.
Les concedemos, de entrada, que están en libertad
de creer en lo que les parezca. Nuestro mensaje
para ustedes pretende ser de ayuda y orientación,
por lo que trataremos de no lastimar en lo más
mínimo su sensibilidad religiosa.

El Señor nos ha llamado a predicar el
Evangelio. Nos sentimos responsables delante
de Dios de lo que enseñamos y predicamos. Así
que estamos conscientes de que predicamos
la verdad, y de que en esta hora de confusión
y consternación tenemos un mensaje de Dios
para ustedes. Un mensaje de verdad, perdón,
fe, salvación, confianza, esperanza y seguridad
eterna.
Mi profunda experiencia religiosa
Yo, como ustedes, nací en un país católico

y en un hogar donde se rezaba el rosario todos los
días. Mi madre me enseñó hasta aprendérmelo de
memoria un pequeño catecismo que encerraba
todo lo que ella sabía de religión. Yo, como ustedes,
tuve el hábito de repetir de memoria las cuatro
oraciones siguientes: el Padre Nuestro, la Salve, el
Yo Pecador Me Confieso, y el Credo. Me confesaba
y comulgaba una vez al año, como lo determinaba
el sacerdote de la parroquia. Y me encomendaba
diariamente al santo de mi devoción. Así fue
transcurriendo mi niñez y primera juventud,
hasta que un día, al cumplir los 19 años de edad,
mi conciencia despertó a la realidad de mi estado
4

moral y espiritual delante de Dios. Y, como
resultado, me vi destituido de la gloria divina.
Cómo encontré la paz de mi vida
A partir de aquel momento mi alma

se vio sumida en la profunda angustia.
Experimentaba la sensación de que estaba en
medio de una noche tenebrosa. Y al ver que
no encontraba luz, perdón, descanso, empecé
a clamar directamente a Dios, diciendo: “Dios
mío, Señor, si existes te ruego que tengas
misericordia de mí y que me saques de esta
angustia espiritual en que me encuentro. Y hoy
puedo decirles a ustedes, amigos católicos, que
Dios oyó el clamor de mi alma, y moviendo
los hilos de Su divina providencia hizo llegar
a mis manos un Nuevo Testamento, libro que
contiene las enseñanzas de Jesucristo y Sus
apóstoles. Y leyendo el Evangelio, encontré lo
que mi alma buscaba. Sí, encontré al que murió
en la cruz para salvarme, al que me perdona
todos mis pecados, al que está sentado a la
diestra del Padre intercediendo por mí como
mi único Mediador entre Dios y los hombres,
al que me promete un lugar en Su reino por
toda la eternidad. Y desde que encontré a
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Cristo y la abrí las puertas de mi corazón, no
he vuelto a encomendarme al santo de mi
devoción; ya no sentía necesidad de hacerlo,
pues había encontrado a Uno que suplía y
suple abundantemente todas las necesidades
de mi alma.
Cristo es el Santo de los santos, el
Amor de los amores, la Fuente de compasión,
misericordia y gracia, el que tiene, como
Salvador y Abogado nuestro, todo el poder en
el cielo y en la tierra. ¡Bendito sea el nombre
de Dios, que oyó mi clamor y se compadeció
de mí! ¡Bendito sea el nombre de Jesucristo,
que me amó de tal manera que ha dado Su
vida en la cruz por mí! Por la gracia divina,
amo a Dios, sirvo a Jesucristo y me siento
hermano de todos los santos, redimidos por la
sangre del Crucificado, que hoy disfrutan de la
bienaventuranza del cielo.
Un tronco y varias ramas
En la esfera que ustedes, los católicos,

suelen llamar “protestantes”, hay grupos que
no son realmente evangélicos. Tienen la Biblia,
pero en lugar de someterse a sus naturales
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enseñanzas, tuercen las enseñanzas de la Biblia
para amoldarlas a sus teorías, invenciones
y negaciones humanas. Pero en la esfera
evangélica hay iglesias u organizaciones de
iglesias que predican, practican y enseñan el
puro y sano Evangelio de Jesucristo. La llamada
religión católica, y la religión que predicamos
los evangélicos, no son, propiamente dichos,
dos religiones distintas: tienen el mismo
origen, el mismo tronco. Creemos en el mismo
Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el mismo
origen del hombre y del universo, en el estado
pecaminoso de la descendencia de Adán, en la
imperiosa necesidad de un Redentor divino,
y en que la humanidad tiene delante el cielo
y el infierno. El cielo para los que aceptan a
Cristo como Salvador; y el infierno para los
que siguen el camino de su propia voluntad en
lugar de someterse a la voluntad divina.
Católicos y evangélicos creemos en la
concepción virginal de María, en la resurrección
corporal de Cristo, en que está sentado a la
diestra del Padre y que ha de venir otra vez al
mundo para juzgar a los vivos y a los muertos.
Y ambas ramas del cristianismo creemos que
la Biblia es la Palabra de Dios. Como ustedes
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ven estamos de acuerdo en la mayoría de los
aspectos fundamentales de la religión. Pero
no podemos negar que hay aspectos en los que
ciertamente no estamos de acuerdo. Ahora bien,
¿no podríamos sentarnos como amigos, abrir
las Sagradas Escrituras y dejar o permitir que la
Palabra de Dios hable a nuestra mente y corazón,
impartiéndonos el puro mensaje de salvación y
vida que predicaron Jesucristo y Sus apóstoles?
Sinceros ante Dios
Si pudiéramos vaciarnos de nuestros

prejuicios preconcebidos y con humildad
de espíritu rogar a Dios que nos muestre la
verdad, entonces se acabarían muchos de los
desacuerdos que ahora existen. Las Sagradas
Escrituras constituyen la fuente única de la
verdad divina para toda la humanidad. Y todo
el que con humildad y sinceridad de corazón
busca la verdad acudiendo a la fuente de la
verdad, acaba por encontrar lo que busca.
Porque la gracia divina impartida por el
Espíritu Santo al alma sincera le capacita para
entender el Evangelio, que es el mensaje del
Señor para todos nosotros.
8

Nuestro Señor Jesucristo, poco antes de
ascender al cielo, dijo a Sus discípulos:
“Id por el mundo entero pregonando la buena
noticia (el Evangelio) a toda la humanidad. El
que crea y se bautice, se salvará; el que se niegue
a creer se condenará” (San Marcos 16:15-16).

Preguntamos hace tiempo a un hombre
si había leído el Evangelio, y nos dio la siguiente
respuesta: “Ni lo he leído ni me interesa leerlo. Yo
tengo mi religión: soy católico”. Aquel hombre
ignoraba que el Evangelio es el mensaje de Dios
para todos los seres humanos, y que quien no
crea al Evangelio no irá jamás al cielo.
El mensaje de Dios a los hombres quedó
completo cuando se escribió el último libro del
Nuevo Testamento. La Revelación de Jesucristo
a los hombres (Apocalipsis) termina con estas
palabras:
“A todo el que escucha la profecía contenida

en este libro le declaro yo: Si alguno añade
algo, Dios le mandará las plagas descritas
en este libro. Y si alguno suprimiese de las
palabras proféticas escritas en este libro,
Dios le privará de su parte en el árbol de la
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vida y en la ciudad santa descritos en este
libro” (Apocalipsis 22:18-19).
Los evangélicos tenemos por credo o
fundamento doctrinal el Nuevo Testamento.
Nuestro credo no cambia, no puede cambiar;
creemos hoy lo mismo que creyeron los
cristianos en los días de los apóstoles; y
rechazamos todo lo que no está de acuerdo
con la Palabra de Dios. ¿No encuentra, amigo
católico, que nuestra posición es sólida y
lógica?
¿Por qué surgieron las ramas?
¿Qué es lo que en realidad ha motivado

la actual división del cristianismo? El que la
Iglesia Católica Romana ha alterado lo que fue
su credo original, el llamado Credo Apostólico,
y ha ido introduciendo a través de los siglos
nuevas prácticas, ordenanzas, sacramentos,
doctrinas y dogmas. No culpamos de esto a la
actual generación de católicos. Ustedes están,
en cierta forma, encadenados a una herencia
de siglos. Dicen que la costumbre se convierte
en ley. Y su Iglesia tiene en la actualidad
enseñanzas y prácticas que se han convertido
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en ley por la fuerza de la costumbre y no por
mandato divino.
PARA EXPONER UNA IDEA GENERAL
SOBRE EL ASPECTO QUE ESTAMOS
TRATANDO, DIVIDIREMOS LA HISTORIA
DEL CRISTIANISMO O DE LA IGLESIA EN
CUATRO GRANDES PERIODOS DE 500
AÑOS CADA UNO.
1º. Los primeros 500 años fueron de

luchas, avances, crecimientos y triunfos. Ésta
fue la época en que el cristianismo soportó
las grandes persecuciones desatadas contra
él por todos los elementos y recursos de
que disponía el Imperio Romano al servicio
del paganismo. Fue la etapa gloriosa de los
mártires de la fe. Y al fin el Imperio cedió ante
el vigoroso empuje moral y espiritual de los
que enarbolaban la bandera de la verdad y la
redención.
2º. La etapa que medía entre los años
500 y 1000 podríamos llamarla la edad
del obscurantismo religioso. Al cesar la
persecución y convertirse el cristianismo en
la religión oficial del Estado, los cristianos se
olvidaron de las Sagradas Escrituras, fuente
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de la verdad y medio vivificador de las almas.
Y como resultado, el cristianismo entró en
un periodo de decadencia moral y espiritual
que culminó en un siglo de escándalo.
Roma, como centro de ese cristianismo,
cayó en poder de tres mujeres de conducta
desordenada, llamadas Teodora – madre e hija
– y Marozía. Estas tres mujeres dominaron a
su antojo la Iglesia Romana durante cien años.
El historiador de la Iglesia Católica, Díaz
Carmona, nos dice que en aquellos siglos de
ignorancia y corrupción la barca de Pedro
andaba al garete: sin brújula, sin timón, y sin
timonel. En aquel largo y sombrío periodo
de decadencia se introdujeron en las Iglesias
toda suerte de errores provenientes de la
esfera del paganismo. Los paganos entraban a
formar parte de la Iglesia; pero entraban con
muchas de sus doctrinas y prácticas religiosas.
La ignorancia de las Sagradas Escrituras era
casi total. Y la historia nos enseña que el
desconocimiento de la Palabra de Dios abre
las puertas al error y deja a la imaginación
humana sin freno ni control.
3º. El periodo siguiente, los 500 años

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que median entre el año 1000 y 1500, lo
denominaremos etapa de confirmación o
legalización del error. Los errores que se
habían ido introduciendo paulatinamente
se fueron convirtiendo ahora en dogma, en
doctrina de obligatorio cumplimiento, al ser
sancionados o legalizados por los concilios de
aquella época. El celibato del clero, la confesión
auricular, la transustanciación, la misa, el
purgatoria, las imágenes, la canonización de
los santos, las misas por los difuntos y otras
leyes y dogmas de la Iglesia datan de aquellos
tiempos.
4º. El último de los periodos comenzó

en el 1500, y se caracteriza por grandes
conmociones internas. Esta época de la historia
de la Iglesia comenzó con el Renacimiento
de las letras, las ciencias y las artes. Europa
experimentó como un resurgir de las tinieblas
a la luz, de la ignorancia al conocimiento,
del error a la verdad, de la apatía al estudio.
Los contados ejemplares de las Sagradas
Escrituras que por siglos habían reposado
en los empolvados anaqueles de viejas
bibliotecas despertaron la atención de muchas
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conciencias inquietas. Y el estudio de las
Sagradas Escrituras en las lenguas originales
vino a poner de manifiesto los grandes errores
que se habían ido introduciendo en el credo
de “la Iglesia”. Las autoridades del Vaticano,
al ver que los dogmas aprobados desde
principios del siglo XIII en adelante chocaban
abiertamente con las enseñanzas de la
Palabra de Dios, se enfrentaron a la siguiente
disyuntiva: O reconocían los mencionados
errores, o trataban de que las Sagradas
Escrituras no llegasen al pueblo en su propio
idioma para impedir que se conociese la
verdad. Ante tal dilema, optaron por prohibir
al pueblo la lectura de la Biblia. Pero como
no les fue posible controlar radicalmente el
asunto, la verdad se abrió paso y se produjo
la llamada Reforma Religiosa del siglo XVI,
reforma que marcó un regreso a las fuentes de
la verdad y al credo de los apóstoles.
Un cambio sorprendente
Tras siglos de lucha tratando de ahogar

el movimiento evangélico, y convencida de
que en lugar de alcanzar su propósito iba
14

perdiendo terreno, las autoridades de la
Iglesia Romana han dado un viraje o cambio
realmente sorprendente. Después de haber
prohibido por siglos la lectura de la Biblia,
ahora están contribuyendo de un modo efectivo
a que la Biblia llegue a manos del pueblo. Este
cambio de actitud se inició a partir del 30 de
septiembre de 1943, fecha en que vio la luz una
Encíclica del entonces Papa Pío XII, en la que
aconsejaba el estudio de la Sagrada Biblia. En
1944 la Editorial Católica de Madrid publicó la
versión de la Biblia conocida por el nombre de
Nácar-Colunga, primera traducción católica
de los originales hebreo y griego. Desde 1944
a la fecha, la Iglesia Católica ha publicado por
lo menos seis magníficas traducciones de las
Sagradas Escrituras.
Al subir a la silla pontificia Juan XXIII,
el más humilde y humano de los Papas, entró
en acción un cambio de táctica en el trato que
la Iglesia Católica aplica a los evangélicos. De
la noche a la mañana dejamos de ser diablos
para pasar a merecer el cordial calificativo de
“hermanos separados”. ¿A qué obedece tan
inesperado cambio de actitud? Los dirigentes
del Vaticano, con Paulo VI a la cabeza, están
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orientando la política de la “Iglesia” hacia la unión
de las cuatro grandes ramas del cristianismo: la
ortodoxa, la anglicana, la romana y la evangélica.
Con esta meta por delante, los dirigentes de la
Iglesia Católica están dando pasos en los que se
combinan la audacia, la prudencia y, en cierto
grado, la humildad. Sí, para reconocer que la
Iglesia ha caído en grandes errores y tratar de
enmendarlos, hay que tener cierto grado de
humildad y sinceridad.
Las autoridades del Vaticano saben
que los evangélicos pisamos terreno firme.
Saben que las Sagradas Escrituras constituyen
la fuente de la verdad. Saben también que no
vamos a cerrar los ojos para renunciar a la
verdad y aceptar el error que los siglos pasados
han dejado como herencia. Conscientes de
todo esto, los dirigentes del catolicismo se
están entregando a la tarea de ir eliminando la
pesada carga que la edad del obscurantismo les
ha echado encima.
El viernes 9 de mayo de 1969, el mundo
cristiano escuchó, con una sensación de
asombro, la sorprendente noticia de que el Papa
Paulo VI había firmado un decreto eliminando
del santoral católico gran número de “santos”.
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Y el motivo que se aducía para tal eliminación
era tan sorprendente como la noticia en sí. Se
confesaba públicamente que la Iglesia Católica
no tenía pruebas de la existencia real de cierto
número de santos. Entre los santos que el
Vaticano cree que no existieron figuran San
Nicolás, San Cristóbal, Santa Bárbara, Santa
Catalina, San Valentín y otros.
Si estas cosas las hubiera dicho un
evangélico, la grey católica hubiera reaccionado
airada acusándole de hereje, impío, sacrílego,
blasfemo y mentiroso. Pero como fue el Papa
quien lo dijo, los católicos se sintieron – o
se sienten – profundamente consternados.
¿Cómo es posible, se preguntan, que el hombre
a quien consideramos como el vicario de
Cristo en la tierra nos venga, a estas alturas,
con la noticia de que la Iglesia ha estado
recomendando y promoviendo durante siglos
el culto o veneración a santos y santas que no
han existido? Y si es verdad que esos santos
no existieron, ¿quién inventó las leyendas o
hechos que les han atribuido? ¿Cómo una
leyenda sin fundamento histórico ha podido
llegar a la canonización y a los altares? ¿Cómo
aceptar que nuestra Iglesia haya procedido
17

tan irresponsablemente dando entrada en su
santoral a “santos” que ni fueron santos ni han
existido? Y si los dirigentes de la Iglesia sabían
que esos “santos” y “santas” no existieron, ¿por
qué no se nos dijo antes de ahora?
Si en el pasado se nos instó a
encomendarnos a los “santos”, y ahora nos
eliminan del santoral a la gran mayoría
diciéndonos que la devoción a los “santos”
contribuye a desviar nuestra atención de los
aspectos fundamentales de la redención,
¿Cuándo nos dicen la verdad? Y si “la Iglesia”
confiesa que ha caído en errores tan grandes
como el de elevar al rango de los altares a
personas que ni siquiera han existido, ¿qué
confianza podemos depositar en lo que nos
enseñan nuestros guías espirituales? Y si
“la Iglesia” ha llegado a la conclusión de que
algunos de los “santos” y “santas” que han
eliminado del santoral ni siquiera han existido,
¿por qué nos dice que podemos continuar
rindiéndoles veneración o culto? ¿No entraña
esto una contradicción o irresponsabilidad? La
Iglesia no debe autorizar a sus hijos a rendir
culto a la mentira. En relación con este aspecto,
un periodista católico ha escrito lo siguiente:
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“El Vaticano ha explicado que el hecho de
que se hayan eliminado esos santos no quiere
decir que han dejado de ser santos y que no
pueden seguir adorándose. Este ser y no ser
no acabamos de entenderlo, y nos parece
una interpretación muy rara”, dice el citado
periodista. Y una señora católica nos ha dicho:
“El decreto del Vaticano eliminando a cierto
número de santos ha sacudido los cimientos
de la Iglesia Católica”. De aquí en adelante todo
católico que se preocupe de la salvación de su
alma se preguntará si puede confiar realmente
en las enseñanzas de su “Iglesia”. Y el arzobispo
de Madrid declaró que hay en las altas esferas
de la Iglesia Católica una corriente de opinion
que tiende a eliminar la invocación de los
santos.
Un periodista de la ciudad donde
residimos entrevistó, a través de una emisora
radial, a tres sacerdotes. El primero dijo que el
decreto del Vaticano constituye una declaración
honesta al reconocer que no se tienen pruebas
de la existencia de algunos santos. El segundo
manifestó que aunque dirigimos las oraciones
y peticiones a los santos, la realidad es que
el único que oye y contesta las oraciones es
19

Dios. Y el tercero afirmó que los santos, por
sí mismos, no pueden hacer milagros, que el
único que puede hacer milagros es Dios, y
que si un devoto se dirige a un santo que no
ha existido, como Santa Bárbara, lo que sucede
es que Dios oye la petición, se compadece de
la ignorancia del que clama y le concede lo
que pide. La declaración de estos sacerdotes
también se puede calificar de honesta: Dicen
ahora algo que los evangélicos siempre hemos
enseñado.
¿Qué alcance tiene la eliminación de
santos del santoral católico? La Iglesia Romana
reconocía, hasta ahora, alrededor de 4.400
“santos”. De ahora en adelante, el santoral
católico sólo registrará los nombres de 150
santos, divididos en dos categorías: Cincuenta
y ocho tendrán para los católicos categoría
universal. Y los 92 restantes, categoría local
u optativa. La eliminiación, como vemos, fue
muy grande.
Otros cambios
Estimados amigos católicos, nos damos

cuenta de los motivos que tienen para sentirse
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embargados por la consternación y hasta por
la duda. “La Iglesia” estuvo durante mucho
tiempo conmemorando la resurrección de
Cristo, el llamado “sábado de gloria”. Pero
hace unos cuantos años rectificó, diciendo
que había sido un error fijar la resurrección de
Cristo en sábado, porque el Evangelio dice que
fue le primer día de la semana: domingo. En
aquella ocasión, las mujeres católicas llamadas
Gloria pusieron el grito en el cielo.
“La Iglesia” enseñó durante siglos que
quien comulgase sin estar en ayunas desde las
doce de la noche cometía pecado. Ahora se ha
derogado tal disposición, y ya no es requisito
estar en ayunas para comulgar.
Hasta ahora “la Iglesia” exigía que las
mujeres se cubriesen la cabeza para entrar en el
templo, porque lo contrario constituía una falta
de respeto al Señor. Pero tal ley o disposición
acaba de ser derogada por el Vaticano.
Hasta ahora sólo podían oficiar en el altar
los sacerdotes no casados. De ahora en adelante
podrán hacerlo hombres casados, y ayudados por
mujeres. Y en relación con este aspecto, miles y
miles de sacerdotes y obispos están diciendo que
no se someterán más a la ley del celibato.
21

Hace justamente 106 años, en 1870, se
reunió en el Vaticano un concilio que decretó
la infalibilidad del Papa. Pero ahora, desde
que el Papa Paulo VI emitió, en julio de 1968,
su Encíclica relacionada con el Control de la
Natalidad, parece que son muy pocos los que
siguen creyendo que el Papa es infalible. He
aquí algunos titulares de la prensa:
“Obispos franceses parecen enfrentarse a

Paulo VI”.
“Obispos católicos austriacos se enfrentan
a la Encíclica”.
“Rebelión contra la Encíclica en Holanda”.
“Los obispos de los Estados Unidos se
enfrentan a Paulo VI”.
“Los católicos suecos se rebelan contra la
Encíclica”.
“Sacerdotes nicaragüenses se oponen a los
dictados del Papa”.
“Aumenta el desafío al Papa de los obispos
de Bélgica y Alemania”.
“Cincuenta y cinco prelados católicos
ingleses se pronuncian contra la Encíclica”.
Y una convención de jóvenes católicos

22

de Alemania Occidental pidió al Papa que
renunciase a su puesto.
Estos y otros acontecimientos que se
repiten día tras día han hecho exclamar a un
destacado sacerdote mejicano lo siguiente:
“Me siento perplejo y angustiado ante la
situación por la que pasa la Iglesia”. Después
del Concilio Vaticano II, y en parte como
resultado de sus deliberaciones, se han
publicado nuevos catecismos de la religión
católica en Holanda, Francia y Estados
Unidos.1 Estos catecismos son bien diferentes
de los anteriores. En el catecismo holandés ya
no aparece la palabra “transustanciación”. Y
enseñan que el único sacrificio verdadero es
el que Cristo ofreció una vez en el Calvario.
Y como para remachar el clavo, después
de haber estado diciendo durante cuatro siglos
que a un católico no le era permitido asistir a una
iglesia evangélica, el Papa asistió a una reunión
de “protestantes” en Suiza.
Un firme fundamento para nuestra fe
1 En 1992 la Iglesia Católica sacó el “Catecismo de la Iglesia

Católica”, de carácter “universal”.
23

Desde el día que se anunció el decreto
sobre el santoral hemos tratado de pulsar la
opinión y el estado de ánimo de nuestros amigos
católicos. Y el resultado de tal investigación nos
ha preocupado de veras. Un católico, con quien
hablamos, nos dijo más o menos lo siguiente:
“Toda mi vida he sido devoto de Santa Bárbara.
Mi Iglesia me la ha presentado como una santa
real y milagrosa. Y ahora me vienen con que no
hay pruebas de que Santa Bárbara haya existido.
¿Cuándo me dicen la verdad, antes o ahora?
Digan lo que digan, cerraré los ojos y me taparé
los oídos, y moriré abrazado a la santa de mi
devoción, aunque esté abrazando a una mentira”.
Comprendemos, amigo católico, los
motivos que te impulsan a expresarte en esta
forma. Ahora bien, nuestra preocupación por tu
destino eterno nos mueve a decirte que tu actitud
es temeraria y suicida. Dice un refrán que “vale
más tarde que nunca”. A lo menos por esta vez,
Dios y el Papa están de acuerdo en que has estado
abrazado a un error. Pero todavía estás a tiempo
para volver la espalda a la mentira y abrazarte
a la verdad. La Sagrada Escritura nos dice, en
Romanos 1:25, que algunos han cambiado la
verdad de Dios por la mentira, honrando y
24

dando culto a la criatura antes que al Creador.
Dios es el único ser digno de recibir culto. Por
lo tanto debemos abrazarnos a Dios el Creador,
a Jesucristo el Redentor, y al Evangelio, fuente de
verdad.
Trata de sobreponerte al conflicto
sentimental que te embarga; acepta la realidad
y busca el camino que conduce al reino de los
cielos. La verdad no es monopolio de ninguna
Iglesia. Ninguna Iglesia puede decir qué es la
verdad. La verdad es Jesucristo, que nos dice:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie

se acerca al Padre sino por mí” (San Juan
14:6).
El Evangelio, las enseñanzas de Cristo,

constituyen la fuente de la verdad. El Señor
Jesús dijo a sus seguidores:
“Vosotros, para ser de verdad mis discípulos,

tenéis que ateneros a ese mensaje mío;
conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres” (San Juan 8:32).
Abrázate con sinceridad y confianza a

25

Jesucristo y sus enseñanzas. Cristo es fuente
y viaducto de toda bendición. Nadie te puede
brindar lo que Jesucristo te brinda. Siendo esto
así, ¿por qué no aceptas a Jesucristo como el
Santo de tu devoción, Salvador de tu alma y
Señor de tu vida?
Uno de los motivos que aduce el Papa
Paulo VI para quitar los santos es que, según él
dice, la devoción a los santos contribuye a que
los fieles no pongan su confianza en Jesucristo.
Esta es una verdad como un templo. El Papa
está diciendo a los católicos que lean las
Escrituras, que pongan su fe en el Evangelio, y
que se conviertan en seguidores de Cristo. En
esto, el Papa y nosotros estamos de acuerdo.
¿Estás tú dispuesto a aceptarlo así?
Cambio de actitud
El reconocer los errores nos resulta

realmente duro. Pero rectificar es de sabios. Y
cuando lo que está en juego es nuestro destino
eterno, no debemos permitir que la ofuscación
nos ciegue el endendimiento y nos arrastre a
la perdición. No permitas, amigo mío, que
la decepción te hunda en la incredulidad. Lo
26

que te está sucediendo puede contribuir a tu
salvación, si abres los ojos a la verdad.
Yo creo que Dios es mi Creador.
Creo que Jesucristo es mi Redentor. Creo
que el Evangelio es la verdad. Y estas tres
realidades no están a merced de los decretos
de los hombres. Ningún decreto humano
puede conmover los cimientos de mi fe. Mi
credo religioso es el mismo de Pedro y de
Pablo.
En el cielo hay millones y millones
de santos. Me siento hermano de ellos, y
espero vivir eternamente en su compañía.
Pero no me encomiendo a los santos;
ellos no pueden hacer nada por mí. Yo me
encomiendo cada día al Dios de los santos.
¿No quisieras tú, amigo mío, poder mirar al
futuro con la seguridad de ir eternamente
a la patria de los santos? Si lo deseas, tan
grande bendición está a tu alcance. El Señor
te ofrece el perdón de todos tus pecados, la
salvación de tu alma, y la entrada al cielo,
la vida eterna feliz. Y todo esto lo puedes
alcanzar por la fe en el Señor Jesucristo; lo
puedes obtener ahora mismo. Ahí donde
estás, arrodíllate y entrégate de corazón a
27

Jesucristo, el Santo de los santos de verdad.
Y que Dios te bendiga.
Palabras del ángel Gabriel a José:
“Dará a luz (Maria) un hijo, y le pondrás de

nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados” (San Mateo 1:21).
Dice el apóstol San Pedro:
“La salvación no está en ningún otro, es

decir, que bajo el cielo no tenemos los
hombres otro diferente de él (de Cristo)
al que debemos invocar para salvarnos”
(Hechos de los Apóstoles 4:12).
Afirmaciones de nuestro Señor

Jesucristo:
“Y ¿se puede saber por qué os saltáis vosotros

el mandamiento de Dios, en nombre de
vuestra tradición?”

“Así, en nombre de vuestra tradición, habéis
invalidado el mandamiento de Dios” (San
Mateo 15:3, 6).
28

“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie
se acerca al Padre sino por mí” (San Juan
14:6).

“Sí, os lo aseguro: Quien oye mi mensaje y
da fe al que me envió, posee la vida eterna y
no se le llama a juicio; no, ya ha pasado de
la muerte a la vida” (San Juan 5:24).
29

30

Si Te Equivocas,
Lo Lamentarás Eternamente
S
ucede con alguna frecuencia que un
niño se interna en un bosque y pierde la
orientación correcta para salir. Cuando tal
cosa ocurre suelen movilizarse las autoridades
y el pueblo para buscar al niño perdido.
A unos cuantos kilómetros al este de
la Habana hay dos poblaciones llamadas El
Cotorro y La Cotorra. La vía que conduce a
estos lugares es la misma hasta la salida de la
ciudad; pero allí se bifurca: la vía que conduce
a El Cotorro se inclina hacia el sureste, y la que
conduce a La Cotorra dobla hacia el noreste.
Un residente de la Habana tuvo necesidad de
hacer un viaje a El Cotorro. Con tal propósito
se paró en una esquina y vio llegar un autobus
que decía: La Cotorra, y subiendo a él, preguntó:
31

“¿Va a El Cotorro este autobus?”»
“No, no va a El Cotorro, va a La Cotorra”.
“Bueno, Cotorra o Cotorro es lo mismo”, dijo
el ciudadano en cuestión.
Cuando el autobus llegó al final de la

ruta, el hombre preguntó si aquella población
era El Cotorro, y escuchó la siguiente respuesta:
“No, esto no es El Cotorro; es La Cotorra. Para
ir a El Cotorro tenía que haber tomado otro
autobus y otra dirección”.
El error cometido por aquel ciudadano
tenía remedio. Podía volver al lugar donde se
bifurca el camino y tomar la ruta que conduce
a El Cotorro. Pero, hay errores que no tienen
remedio. Dice la Sagrada Escritura que hay
camino que al hombre le parece derecho,
pero conduce a la perdición (Proverbios
14:12).
Lo reconozcámos o no, todos tenemos
que emprender el viaje de este mundo al otro, a
la eternidad. Cuando nos disponemos a hacer
un viaje a una provincia o un país desconocido,
averiguamos la manera de llegar, y lo que
vamos a necesitar para que nos den entrada. A
veces, por una sola letra que no coincida con
32

otros documentos, el viajero es rechazado y no
puede entrar.
Cada hora más de seis mil personas
emprenden el viaje de este mundo a la esfera
de la eternidad. Y más de ciento cincuenta mil
cada día. Un día tendremos que emprender
este viaje tú y yo. Cuando llegue esa hora ¿en
qué dirección irás? ¿A qué lugar te destinará el
supremo Juez? ¿No piensas que sería prudente
detenerte a considerar este aspecto?
El Señor Jesucristo nos enseña que
todo el que parte de esta vida va en una de dos
direcciones: el cielo o el infierno. Cristo vino a
este mundo para abrirnos las puertas del cielo
y librarnos del pecado y su destino final: el
infierno. El cielo es un lugar preparado para los
que están preparados para ir al cielo y sentirse
allí en un ambiente de felicidad.
La entrada al cielo está sujeta a ciertos
requisitos indispensables. Nadie puede pasar
por encima de las normas establecidas por
Dios. Nadie se puede burlar de Dios. Los que
se pasan la vida quebrantando las leyes de
Dios, despreciando al Salvador, y burlándose
del Evangelio, al morir, no pueden entrar en el
reino de los cielos. Para los que proceden así,
33

el Creador ha preparado un lugar de eterno
confinamiento, que es la antítesis del cielo.
En este mundo todos cometemos
equivocaciones. Las hay de carácter temporal y
las hay de consecuencias eternas. Hay personas
que piensan que están en el camino que
conduce al cielo, y no es así; son sinceras pero
están equivocadas. El camino que conduce a la
felicidad eterna es tan simple, claro y fácil que
hasta un niño lo puede entender. Pero el diablo
ha inventado muchos caminos con el propósito
de confundir y engañar a la humanidad.
Una revista profana publicó las
declaraciones de un hombre que al sentirse
preocupado por el futuro eterno, se dio a la
tarea de buscar lo que él llama “un contacto”
o relación “con el más allá”. Con ese propósito
frecuentó centros e interrogó a “sacerdotes
de todas las religiones”. Las explicaciones que
escuchó, y las respuestas que le dieron no
concordaban; eran contradictorias. Y al fin
creyó haber encontrado la verdad en un centro
espiritista. Nosotros sabemos que el espiritismo
es una de las trampas más cautivadoras de
las muchas invenciones e imitaciones que ha
urdido el príncipe de las tinieblas.
34

El que crea haber encontrado la verdad
en el espiritismo, (guías, luces, voces, fuerzas,
etc.) va por un camino equivocado. En lugar
de haber encontrado el medio de relacionarse
con Dios, ha entrado en relación con espíritus
simuladores que engañan con el deliberado
propósito de apartarnos de Dios, de la verdad
y del camino que conduce al reino de los cielos.
San Pablo nos advierte de este peligro de los
espíritus en 1 Timoteo 4:1.
Más del cincuenta por ciento de las
personas que se consideran religiosas, buscan
la solución de sus males en fuentes que no
solucionan nada. Siguen enseñanzas, ritos,
sacramentos y caminos que no conducen a la
felicidad eterna. Muchos son fieles a lo que hacen,
pero su fidelidad y sinceridad no les libra de estar
en mal camino. Están sinceramente equivocados.
¿Cómo podemos evitar el ser víctimas
del engaño? ¿Cuál es la religión verdadera?
¿Cuál es el camino que conduce al reino de
Dios? Estos interrogantes debieran interesar
a todo ser humano. Envuelven aspectos cuyas
consecuencias no podemos evadir.
El error capital de muchas personas
religiosas a quienes preocupa su futuro eterno
35

radica en pensar que por pertenecer a una
religión y formar parte de una iglesia van a
encontrar abiertas las puertas del reino de
los cielos. ¿Quién ha dicho que las iglesias
tengan la facultad de salvar a sus miembros?
¿Quién ha dicho que la religión, como sistema
doctrinal o sacramental, puede resolver
nuestros problemas con la justicia divina?
Si piensas que por ser religioso y
pertenecer a una iglesia vas a encontrar abiertas
las puertas del cielo, reflexiona, cambia de
criterio. En lugar de pensar en una institución,
por vieja y grande que sea, piensa en una
Persona. En lugar de cifrar tus esperanzas en
una religión, búscalas en la persona de un
Salvador. El mero hecho de pertenecer a una
iglesia no quiere decir que tengas una relación
personal con Dios. Puedes pertenecer a todas
las iglesias que hay en el mundo, y al final
quedar para siempre fuera del reino de Dios.
No hay nada escrito en las Sagradas
Escrituras que prometa la salvación a los que
se bautizan, se hacen miembros de una iglesia
y participan de sus ritos o sacramentos. La
Iglesia no tiene facultades ni virtudes para
salvar a nadie. La misión de la Iglesia es otra.
36

El día que Jesús nació en un establo
de Belén de Judá, los ángeles anunciaron su
nacimiento, diciendo: “Os ha nacido hoy... un
Salvador, que es Cristo el Señor” (S. Lucas 2:11).
Y el propio Jesucristo dice que Dios el Padre le
envió al mundo para que la humanidad pueda
salvarse por medio de El (S. Juan 3:17). Y en
el monte de la transfiguración, los apóstoles
oyeron una voz del cielo, que dijo: “Este es mi
Hijo amado... a El oíd” (S. Mateo 17:5). Dios
el Padre envió a su Hijo a este mundo con
el propósito de ofrecer a los hombres una
oportunidad de salvación. Dios el Padre nos
manda oír y obedecer a su Hijo Jesucristo.
Dios no envió una religión ni una iglesia.
Envió a un ser personal: su Hijo. En la cruz
no murió ninguna iglesia ni religión; murió
Jesucristo. Dios no nos manda creer en una
religión ni en una iglesia; nos manda creer en
Aquel que murió en la cruz con el propósito
de redimirnos de nuestras culpas y restablecer
nuestra relación con el Creador.
El Señor Jesucristo nos dice que Él
es EL TODO de nuestra salvación. Veamos
los siguientes pasajes tomados del Evangelio
según San Juan. Dice el Redentor:
37

“YO SOY EL PAN DE VIDA; el que a mí viene
nunca tendrá hambre; y el que en mí cree no
tendrá sed jamás” (S. Juan 6:35).
“YO SOY LA LUZ DEL MUNDO; el que me
sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida” (S. Juan 8:12).
“YO SOY LA PUERTA (de la salvación); el que
por mí entrare será salvo” (S. Juan. 10:9).
“YO SOY EL CAMINO, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre sino por mí” (S. Juan 14:6).
Cristo, como Dios y hombre, es el
camino, el único camino, que conduce al reino
de los cielos. Nadie puede llegar al reino de
Dios por otro camino, ni por otro ser, ni por
otro medio.
Cristo, como Redentor, es la puerta
de la salvación. A los que entramos por esta
puerta se nos promete que seremos salvos.
Pero no hay promesa de salvación para los que
pretenden entrar por otra vía.
Cristo es la fuente de la luz que alumbra
al mundo físico, moral y espiritual. El que oye
a Cristo, confía en Su obra redentora, y le sigue
con fidelidad puede decir que ha salido de las
tinieblas del error y que le alumbra el SOL de la
verdad.
38

Cristo es para el alma lo que el pan es
para el cuerpo. Cristo satisface plenamente la
sed del alma y el hambre de conocimiento.
Notemos el énfasis que pone el Señor
en el pronombre personal: “YO”. YO SOY el
pan que imparte la vida eterna. YO SOY la luz
que alumbra la senda de la verdad. YO SOY la
puerta de entrada a la esfera de la salvación.
YO SOY el camino que conduce al reino de
los cielos. Nadie puede hacer por nosotros
lo que Cristo hace. Cristo es el todo de la
salvación. Cristo hace por nosotros todo lo que
necesitamos. Si no nos salvamos por medio de
Cristo, no nos podremos salvar por ningún
otro medio.
Algunos enseñan que todos los caminos
conducen a Dios. Y que si somos sinceros
no importa por que camino vamos. Este
razonamiento es falso. Si todos los caminos
conducen a Dios, entonces Jesús no dice
la verdad cuando afirma que Él es el único
camino para llegar al reino de Dios.
Ninguna iglesia o religión puede decir que
es la puerta de la salvación, la fuente de la vida
eterna, la luz de la verdad, ni el camino que
conduce al cielo. Nosotros no estamos en contra
39

de la religión y de la Iglesia. Pertenecemos a
una iglesia, y predicamos una “religión”: el
evangelio. La función de la Iglesia es predicar
el evangelio de Cristo, que es la única religión
verdadera. Algunos dicen: Yo tengo MI iglesia.
Yo tengo MI religión, y no voy a cambiar. Y
esta manera de razonar es la que nos preocupa.
Piensan que tener una iglesia y una religión es
todo lo que necesitan para ir al cielo; y no es
así, están equivocados.
Los apóstoles nos enseñan que la salvación
se alcanza por medio de la fe en Cristo, y
no por pertenecer a una iglesia. San Pablo
nos dice: “Nosotros predicamos a Cristo
crucificado” (1 Corintios 1:23). Y agrega:
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los
pecadores” (1 Timoteo 1:15). Y San Pedro
dice lo siguiente: “Jesús. . . ha venido a ser
la piedra angular. Y EN NINGÚN OTRO
HAY SALVACIÓN, porque no hay otro
nombre bajo el cielo... por el cual podamos ser
salvos” (Hechos 4:12). Y San Juan expresa lo
siguiente: “Dios nos ha dado vida eterna, y
esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo
tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios
no tiene la vida eterna” (1 Juan 5:11-12).
40

Muchos cometen hoy el mismo error
que cometieron los contemporáneos de Jesús.
Aquéllos tenían SU religión, sí, la religión de
sus padres, promulgada por medio de Moisés.
Era una religión de símbolos que tuvieron su
culminación o cumplimiento en la Persona y
obra de Jesucristo. Pero los contemporáneos
de Jesús se aferraron a su religión, y rechazaron
al Salvador enviado por Dios el Padre. Amigo,
¿no estarás tú aferrándote a la religión de tus
padres, a tus tradiciones, y dejando de centrar
tu fe personal en el Crucificado?
Ten por cierto que en el día del juicio,
Dios no te va a preguntar si fuiste católico
romano, o luterano, o bautista, o pentecostal,
o espiritista. No. Aquel día lo que va a
determinar tu destino eterno es tu actitud para
con Cristo (S. Juan 3:16-18). El Hijo de Dios
cargó en la cruz con todas tus culpas, sufrió
el castigo que tú mereces, y Su sangre puede
limpiarte de todos los pecados. El Salvador
te ofrece el perdón de todas tus culpas, la
reconciliación con Dios, la liberación de
las cadenas de vicios y pasiones, y una vida
nueva, tranformada por el poder y la virtud
del Espíritu de Dios.
41

El papa Pablo VI se caracterizó
por algunas declaraciones que resultaron
sorprendentes. En mayo del año 1969 dijo
que hay personas que tienen un santo, al
que llaman el santo de su devoción. Y que se
encomiendan a ese santo, que rezan a ese santo,
y que confían en ese santo. Pero no tienen a
Cristo en su corazón, ni se encomiendan a
Cristo, ni confían en Cristo, ni siguen a Cristo,
ni sirven a Cristo. Cristo puede convertir a un
pecador en santo. Pero recuerda: ningún santo
ni sacramento puede hacer lo que hace Cristo.
Dios pone delante de ti un camino de
salvación. Es el camino que conduce al reino
de los cielos. Satanás, para confundirte, te pone
delante muchos caminos atractivos: cualquiera
que escojas te conducirá al infierno. ¡Abre los
ojos a esta realidad! ¡No te dejes confundir
o engañar! Si te equivocas lo lamentarás
eternamente. Dios te ofrece ahora la redención.
Si partes de esta vida sin haber echado mano
de la salvación, no tendrás otra oportunidad.
Entonces, no habrá remedio para ti.
¡Te ruego en el nombre de Dios que prestes
atención a lo que te estamos diciendo!
42

Estimado lector:
Si desea saber más acerca del mismo tema o

de algún otro relacionado con la Biblia, visite o
escriba a una de las siguientes direcciones:
Asamblea Bíblica Betel

C./Torreblanca, 6 (detrás de la muralla “Macarena”)
41003 Sevilla, España
domingos: 11:00 y 12:00 horas, jueves: 20:00 horas
internet: http://asambleabetel.blogspot.com
Editorial Berea:
Apartado 1313
41080 Sevilla, España
Apartado Postal #80

Estelí, Nicaragua
43

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A LOS CATÓLICOS QUE AMAN LA VERDAD

Domingo Fernández Suárez

NOTA: Todos los textos bíblicos son tomados de la versión

Este opúsculo fue editado por primera vez en Miami,

En esta segunda impresión y las posteriores nos es grato

portada: Escultura de San Pedro,

1ª Impresión: sin fecha, por Benjamín Martínez Agea

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Si sus respuestas son afirmativas, le

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Mi profunda experiencia religiosa

Yo, como ustedes, nací en un país católico

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A partir de aquel momento mi alma

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Un tronco y varias ramas

En la esfera que ustedes, los católicos,

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Sinceros ante Dios

Si pudiéramos vaciarnos de nuestros

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“A todo el que escucha la profecía contenida

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¿Por qué surgieron las ramas?

¿Qué es lo que en realidad ha motivado

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1º. Los primeros 500 años fueron de

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3º. El periodo siguiente, los 500 años

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4º. El último de los periodos comenzó

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Tras siglos de lucha tratando de ahogar

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Estimados amigos católicos, nos damos

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“Obispos franceses parecen enfrentarse a

Y una convención de jóvenes católicos

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Un firme fundamento para nuestra fe

1 En 1992 la Iglesia Católica sacó el “Catecismo de la Iglesia

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“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie

El Evangelio, las enseñanzas de Cristo,

“Vosotros, para ser de verdad mis discípulos,

Abrázate con sinceridad y confianza a

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El reconocer los errores nos resulta

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“Dará a luz (Maria) un hijo, y le pondrás de

Dice el apóstol San Pedro:

“La salvación no está en ningún otro, es

Afirmaciones de nuestro Señor

“Y ¿se puede saber por qué os saltáis vosotros