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Definición
El texto narrativo es un tipo de discurso que cuenta una historia y que tiene un inicio, un
desarrollo y desenlace.
Rasgos
Para entender cabalmente el sentido de un texto narrativo, debemos tener en cuenta los
siguientes rasgos:
Estructura
Diagrama
Sucesos
Historia {
Personajes
Existentes {
Escenario
Texto Narrativo {
Discurso
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Personajes. En una obra encontraremos aquellos que realizan un conjunto de acciones.
La característica principal de un personaje la podemos encontrar por la forma en que
actúa, piensa o dice algo. También cuando el narrador lo califica de determinada manera.
El narrador.
Tipos de narración. En realidad existen muchas formas de relatar una historia. Desde
distintas perspectivas, o lo que comúnmente se denomina punto de vista, se puede
abordar una narración.
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció
su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá
haya sido ayer.
El asilo de ancianos está en Marengo, a ochenta kilómetros de Argel. Tomaré el
autobús a las dos y llegaré por la tarde. De esa manera podré velarla, y regresaré
mañana por la noche. Pedí dos días de licencia a mi patrón y no pudo negármelos ante
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una excusa semejante. Pero no parecía satisfecho. Llegué a decirle: «No es culpa
mía.» No me respondió. Pensé entonces que no debía haberle dicho esto. Al fin y al
cabo, no tenía por qué excusarme. Más bien le correspondía a él presentarme las
condolencias. Pero lo hará sin duda pasado mañana, cuando me vea de luto. Por
ahora, es un poco como si mamá no estuviera muerta. Después del entierro, por el
contrario, será un asunto archivado y todo habrá adquirido aspecto más oficial.
Tomé el autobús a las dos. Hacía mucho calor. Comí en el restaurante de Celeste
como de costumbre. Todos se condolieron mucho de mí, y Celeste me dijo: «Madre hay
una sola.» Cuando partí, me acompañaron hasta la puerta. Me sentía un poco aturdido
pues fue necesario que subiera hasta la habitación de Manuel para pedirle prestados
una corbata negra y un brazal. El perdió a su tío hace unos meses.
Corrí para alcanzar el autobús. Me sentí adormecido sin duda por la prisa y la
carrera, añadidas a los barquinazos, al olor a gasolina y a la reverberación del camino y
del cielo. Dormí casi todo el trayecto. Y cuando desperté, estaba apoyado contra un
militar que me sonrió y me preguntó si venía de lejos. Dije «sí» para no tener que
hablar más.
El asilo está a dos kilómetros del pueblo. Hice el camino a pie. Quise ver a mamá en
seguida. Pero el portero me dijo que era necesario ver antes al director. Como estaba
ocupado, esperé un poco. Mientras tanto, el portero me estuvo hablando, y en seguida
vi al director. Me recibió en su despacho. Era un viejecito condecorado con la Legión de
Honor. Me miró con sus ojos claros. Después me estrechó la mano y la retuvo tanto
tiempo que yo no sabía cómo retirarla. Consultó un legajo y me dijo: «La señora de
Meursault entró aquí hace tres años. Usted era su único sostén.» Creí que me
reprochaba alguna cosa y empecé a darle explicaciones. Pero me interrumpió: «No
tiene usted por qué justificarse, hijo mío. He leído el legajo de su madre. Usted no
podía subvenir a sus necesidades. Ella necesitaba una enfermera. Su salario es
modesto. Y, al fin de cuentas, era más feliz aquí.» Dije: «Sí, señor director.» El agregó:
«Sabe usted, aquí tenía amigos, personas de su edad. Podía compartir recuerdos de
otros tiempos. Usted es joven y ella debía de aburrirse con usted.»
Era verdad. Cuando mamá estaba en casa pasaba el tiempo en silencio,
siguiéndome con la mirada. Durante los primeros días que estuvo en el asilo lloraba a
menudo. Pero era por la fuerza de la costumbre. Al cabo de unos meses habría llorado
si se la hubiera retirado del asilo. Siempre por la fuerza de la costumbre. Un poco por
eso en el último año casi no fui a verla. Y también porque me quitaba el domingo, sin
contar el esfuerzo de ir hasta el autobús, tomar los billetes y hacer dos horas de
camino.
El director me habló aún. Pero casi no le escuchaba. Luego me dijo: «Supongo que
usted quiere ver a su madre.» Me levanté sin decir nada, y salió delante de mí. En la
escalera me explicó: «La hemos llevado a nuestro pequeño depósito. Para no
impresionar a los otros. Cada vez que un pensionista muere, los otros se sienten
nerviosos durante dos o tres días. Y dificulta el servicio.» Atravesamos un patio en
donde había muchos ancianos, charlando en pequeños grupos. Callaban cuando
pasábamos. Y reanudaban las conversaciones detrás de nosotros. Hubiérase dicho un
sordo parloteo de cotorras. En la puerta de un pequeño edificio el director me
abandonó: «Le dejo a usted, señor Meursault. Estoy a su disposición en mi despacho.
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En principio, el entierro está fijado para las diez de la mañana. Hemos pensado que así
podría usted velar a la difunta. Una última palabra: según parece, su madre expresó a
menudo a sus compañeros el deseo de ser enterrada religiosamente. He tomado a mi
cargo hacer lo necesario. Pero quería informar a usted.» Le di las gracias. Mamá, sin
ser atea, jamás había pensado en la religión mientras vivió.
Ese martes se realizó, pues, la cena en honor de Laurita, quien no quiso que se invitara a
sus amigas y prefirió una reunión puramente familiar. Una cena modesta, de acuerdo con
los tiempos, pero aún así muy especial. Las viandas fueron escogidas y preparadas con
esmero. Tú te encargaste de poner las mejores piezas de la vajilla familiar, tan
heterogénea, pues era resultado de una larga y complicada historia. Se usó también el
mantel de hilo tejido a mano por tu abuela Marta, que en sí no era gran cosa, pero que
estaba revestido de un cierto prestigio. Hubo, además, como lujo extraordinario, un par de
botellas de vino que le obsequió a tu padre un ingeniero francés de Huarón, y que habían
sobrevivido a pesar de las ocasiones y de los años. Tu hermana se las arregló para tomar
parte en los ajetreos, no obstante su condición de homenajeada, y reía y parlaba como
cuando tenía quince años. Por momentos te parecía muy guapa, y en otros hasta bonita.
Te era más difícil, en cambio, conciliar su tez y perfil de muchacha serrana con el acento
barranquino que, según Abelardo, había tomado. Se acabó, en fin, con los preparativos y
pudieron sentarse todos a la mesa.
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un
rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó
construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se
aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque
la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el
andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer
burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó
afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y
dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia
que él en Arabia tenía un laberinto mejor y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer
algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos
de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo
cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto.
Cabalgaron tres días y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y susbstancia y cifra del siglo!, en
Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y
muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras
que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden
el paso”.
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Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto, donde murió de
hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.
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EL TEXTO DESCRIPTIVO
1. DEFINICIÓN.
A) LA DESCRIPCIÓN LITERARIA.
A los dieciséis años yo era una verdadera belleza. Mi rostro tenía un óvalo
perfecto, estrecho en las sienes y un poco ancho abajo, los ojos rasgados, grandes y
dulces, la nariz recta, en una sola línea con la frente, la boca grande con los labios
bellos, rojos y carnosos y, si me reía, mostraba unos dientes regulares y muy blancos.
Mi madre solía decirme que parecía una virgen. Yo me di cuenta de que me parecía a
una actriz de cine, muy de moda entonces, y empecé a peinarme igual que ella. Mi
madre decía que si mi cara era bonita, mi cuerpo era cien veces más bello. Un cuerpo
como el mío, según ella, no se encontraba en toda Roma. Pero entonces yo no me
preocupaba de mi cuerpo, me parecía que toda la belleza estaba en la cara, pero hoy
puedo afirmar que mi madre tenía razón. Mis piernas eran firmes y derechas, las
caderas redondas, el tronco largo, estrecho en la cintura y ancho en los hombros.
(Alberto Moravia, La romana)
1.¿Por qué el texto anterior no es una descripción científica? ¿Es una descripción objetiva
desde el punto de la vista de la ciencia? Sustente su respuesta.
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2.¿No exagera la madre respecto de la belleza de su hija? ¿Qué opina usted?
1. El texto describe algunos aspectos de la ciudad moderna, ¿por qué alude a los seres
humanos refiriéndose a los ojos, las manos y las corbatas?
2. Los avisos luminosos se asocian con la publicidad, ¿de qué manera aquellos hacen
que el cielo parezca de otro color?
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B)LA DESCRIPCIÓN CIENTÍFICA
Tiene como finalidad dar a conocer un objeto –sus partes, funcionamiento y finalidad- o
un proceso. Sus cualidades esenciales son las siguientes: la precisión y la objetividad
en la observación; la claridad en la exposición, mediante la justeza y exactitud de las
palabras que se emplean; y la lógica presentación de los elementos a través de una
rigurosa ordenación de los mismos. Se debe usar un lenguaje de valor denotativo con
el uso de palabras técnicas, apropiadas a la materia en cuestión. (Miguel Carneiro
Figueroa, Manual de redacción superior)
El oído y la audición
El oído medio es una pequeña cavidad llena de aire que se inicia en el tímpano.
Comprende a tres osículos contiguos llamados martillo, yunque y estribo. El tímpano
recibe las ondas sonoras y vibra. Por ello se puede decir que transforma la energía
aérea en energía sólida. La cadena de minúsculos huesos recibe la vibración del
tímpano y la transmite amplificada al oído interno. La presión sobre la ventana oval del
oído interno es entre veinte y treinta veces mayor que la presión sobre el tímpano.
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2.¿Cuáles son las subpartes del oído medio?
EJERCICIOS