Sie sind auf Seite 1von 2

El rol de la semiología en los síndromes clínicos

Carlos Alberto Pérez. Médico de Staff de Clínica Médica de Clínica La Pequeña


Familia

“ …la vida es breve, el arte largo, la ocasión fugitiva, la experiencia engañosa, el juicio
débil” Hipócrates, Aforismos, 1

Desde siempre, el hombre quiso saber. Saber si está enfermo, saber de qué está
enfermo, saber si tiene cura, saber si se va a morir, saber cuando se va a morir, saber si
va a sufrir.
De todos estos conocimientos sobre el hombre mismo, que pueden resumirse en
diagnóstico, pronóstico y tratamiento, el primero sin dudas es el más importante y sobre
el cual se cimientan el resto de las actividades médicas.
El estudio histórico del milenario arte médico nos enseña que la medicina pudo apenas
en el último siglo abandonar el empirismo y por fin establecer sólidas bases científicas
que permitieran su ilimitado desarrollo actual, hasta ocupar un lugar de privilegio en la
sociedad del siglo XXI. Todas las instancias biológicas humanas, desde la concepción
de una nueva vida, hasta la muerte misma están regidas por un acto médico. El prodigio
de la tecnología contemporánea puso en nuestras manos valiosas herramientas para
hacer más precisos, rápidos y efectivos nuestros diagnósticos. Los últimos avances tanto
en la bioquímica clínica como los estudios por imágenes, que remedan a los dibujos de
disecciones anatómicas que recordamos del Testut, nos ofrecen un cierto marco de
infalibilidad en nuestros dictámenes. La ultraespecialización, la atomización del
hombre, el saber en definitiva todo de nada, muchas veces nos sumerge en intrincados
laberintos de confusión a la hora de resolver un determinado problema médico iniciando
por el final; se impone entonces regresar al punto de partida: el enfermo y su queja.
Ningún avance tecnológico presente o futuro tiene que desviar este norte sólido,
concreto e inmutable a pesar del tiempo.
Supongamos que quisiéramos ingresar a un edificio desconocido. Aunque existiesen
múltiples vías de acceso al mismo, usaríamos la entrada principal y dejaríamos que
nuestro sentido de ubicación o conocimientos previos nos guíen hasta llegar a destino.
Acaso tendríamos que preguntar, o volver sobre nuestros pasos, pero en la casi totalidad
de las veces cumpliríamos nuestro objetivo.
Esta lógica elemental que nos acompaña desde el uso de la razón, no se verifica a veces
en medicina. Es cotidiano observar ingresos por la ventana o por puertas laterales o de
servicio, pretendiendo así ahorrar tiempo y distancia. La sorpresa es que no siempre el
camino que conduce al diagnóstico clínico es el más directo o el más corto.
Pero el único camino que conozco es el raciocinio. Sin importar cuan largo o corto sea,
agradable o tedioso, triste o alegre es el único posible cuando de pensamiento médico se
trata.
La formación médica nos enseña, ya desde el tercer año, que la Semiología es la lógica
de la medicina y como dice Jaim Echeverry “constituye la clave de una de las
actividades médicas fundamentales: el diagnóstico”. Sólo a través de un estudio
detallado de los síntomas que escuchamos del paciente y de los signos que recogemos
con el examen físico por medio de la inspección, palpación, percusión y auscultación, y
un adecuado razonamiento clínico que elabore hipótesis diagnósticas, estaremos en
condiciones de solicitar estudios complementarios para arribar a un diagnóstico
definitivo, o indicar un tratamiento o decidir un pronóstico o certificar una condición
saludable.
Esta prolija ecuación matemática: signos + síntomas + razonamiento (+ estudios
complementarios) = diagnóstico + pronóstico + tratamiento
es viable si contamos además con la información suficiente, la sabiduría para
jerarquizar dicha información, tiempo para recoger todos los datos posibles y calidez
humana para comunicar de acuerdo al nivel cultural y emocional del enfermo y su
entorno en cuestión.
De nada vale un diagnóstico brillante si el paciente no entiende las indicaciones, o si la
información recibida no fue debidamente comprendida por el mismo o fue dada de
manera inapropiada.
Pero, citando a Göethe, lo que uno sabe uno ve, que es igual a decir no se puede
diagnosticar lo que se desconoce. Las habilidades médicas como detectives al servicio
de la salud, van de la mano de la técnica inteligente de anamnesis con la que se
disponga y de la competencia para realizar un examen físico completo, como también
un profundo conocimiento y criterio para poder interpretar los hallazgos para conformar
un síndrome clínico que sea gatillo racional de ulteriores conductas. Así, la historia
clínica debe ser en definitiva, un espejo que refleje cuanto sabemos de medicina y de
cada paciente en particular.
Y no basta sólo con saber. Debemos también aprender de nosotros mismos cuan
sensibles y específicos somos en practicar las distintas maniobras semiológicas para que
el error médico sea una variable a considerar en el ejercicio diario.
Estamos hechos de naturaleza humana, y ser falibles nos equipara con quien padece y
nos permite establecer un vínculo igualitario donde quien sabe, además, aprende de si
mismo y del otro.
Desde Hipócrates y a pesar del inmenso progreso en ciencias, el objetivo de la medicina
no ha cambiado. Aunque escondamos mejor los miedos, aunque nos sepamos más
eruditos, aunque tengamos la ilusión de vivir más y mejor, estaremos condenados como
hombres a sentir siempre la misma perplejidad ante la soledad, el dolor y la muerte.

Bibliografía
Sapira’s Art & Science of Bedside diagnosis, second edition Lippincott, Williams y
Willkins
Semiología Médica. Argente Alvarez Editorial Panamericana
Medicina Interna. Kelley. 2da edición Editorial Panamericana

Das könnte Ihnen auch gefallen