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Cornisa: EL MODELO DE CAMBIO…

El Modelo Cambio Misional Adaptativo.

Osvaldo Jorge Daniel Diaz

Seminario Wesley en Indiana Wesleyan University

Fecha del Escrito: 5 de octubre del 2017

Nota de Autor

Al incluir el nombre del estudiante indicado en el título de esta página, tal estudiante

certifica que ha leído y comprendido la política de honestidad e integridad académica, tal como

aparece en el Catálogo IWU y en el plan de estudio de cada curso.

Al añadir esta declaración a la página del título, certifica que los pasos correctos para

completar la presente tarea fueron seguidos y que la misma es un trabajo original diseñado para

este curso.

Si el plagio y/o deshonestidad académica aparece en este escrito, el estudiante entiende

que este acto puede resultar en una expulsión del Seminario Wesley tal como lo describe los

reglamentos de la Universidad.
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El Modelo de Cambio Misional Adaptativo.

Hay una frase que sintetiza el tiempo que vivimos hoy en día: “la única constante es el

cambio”, atribuida a Heráclito. El cambio siempre genera incertidumbre y emociones

encontradas, amor y odio. La gente ama el cambio cuando es beneficioso; una esposa ama cuando

su marido cambia y comienza a ayudarla alrededor de la casa. Un empleado ama cuando su jefe

cambia su actitud y se vuelve más agradable. Los padres aman cuando sus adolescentes cambian

y se vuelve más respetuoso y responsable. Los ejemplos podrían seguir y seguir. Por otro lado,

hay momentos en que la gente detesta el cambio. Puede no ser tanto como odiar el cambio, como

es el miedo al cambio. Esto describe la iglesia evangélica también, sobre todo a la occidental. Con

más de la mayoría de las iglesias (de todas las denominaciones) que experimenta caída en USA,

el estancamiento y la ineficacia misional es l amoneda corriente, por lo tanto, la única alternativa

para sobre vivir será el cambio. También es un reto para la Iglesia Hispana, que sólo copia los

modelos del Norte. Sin embargo, el cambio de paradigmas y modelos causa miedo entre las

personas de la iglesia. Algunos tienen miedo porque "nunca lo han hecho así". Otros tienen miedo

porque amenazan su tradición y sus posiciones obtenidas. Aún otros pueden tener miedo de salir

de las cuatro paredes y convertirse en vulnerables a la gente fuera de la iglesia. El remedio implica

comprensión y liderazgo. Las iglesias deben entender la importancia de cambiar en un mundo en

constante cambio. Este cambio requerirá de fuertes líderes misioneros para navegar y hacer

“camino al andar” como reza la canción de Juan Manuel Serrat.

Un cambio de mentalidad

Alan Roxburgh y Fred Romanuk, en su libro, “El Líder Misional”, (2006), explican el tipo

de líder que se necesita para conducir ese cambio. Presentan una manera de entender qué tipo de

líder se requiere en la navegación a través del cambio, así como un modelo para cómo estos líderes

pueden formar congregaciones misionales. Roxburgh y Romanuk creen que hay mucha confusión
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todavía en cuanto a lo que una iglesia misional es en realidad. Por lo tanto, ellos definen en

primera instancia lo que es una iglesia misional como tal: "Es la comunidad del pueblo de Dios

que vive esa expresión, por su misma naturaleza. El pueblo misionero de Dios viviendo como una

demostración de lo que Dios planea hacer en y para toda la creación a través de Jesucristo ". Gran

parte de la iglesia hoy en día no encaja dentro del marco de esta definición. Muchos se encuentran

en un marco más empresarial/corporativo, liderado por una ideología de crecimiento, números y

tendencias de mercado. Iglesias como esta tienden a centrarse en las tácticas, programas y técnicas

de mercado, junto con las habilidades de organización, estructura y capacidades administrativas.

Por otro lado, hay muchas otras que están en una nebulosa, arrojadas en un medio cultural

desconocido, y su reacción es de supervivencia. Roxburgh y Romanuk describen estos dos

escenarios como “culturas de organización”, uno puede ser “adaptativo” y el otro “reactivo”.

Ambos modelos existen en la mayoría de las iglesias de Occidente, con el “adaptativo” siendo

casi la nota predominante de estos tiempos.

Una tercera zona organizativa descrita por los autores es la "emergente". La zona

emergente se expresa en formas creativas, imaginativas y con nuevas energías. Una iglesia

misional se encuentra dentro de esta franja. Las iglesias que se encuentran como adaptativas y

reactivas deben aspirar a convertirse en una iglesia en la zona emergente. En un medio cultural

que está cambiando constantemente, las iglesias que pueden navegar el cambio con fluidez son

las que están mejor equipadas para llegar a los que están fuera de la iglesia y traer el reino de

Dios.

Por su puesto esto requerirá un nuevo “liderazgo misional”, que tenga la capacidad de

navegar una congregación a través de todas las zonas: emergentes, adaptativas, y reactivas. En

otras palabras, los líderes misionales deberán tener la capacidad de crear una cultura de adaptación
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al cambio y de transición, que es en esencia contextualización, para llegar luego con los principios

del reino de Dios a traer transformación, que es otra manera de decir: “crear cultura”.

Liderando a través de una nueva narrativa.

La narrativa es la forma más eficaz de proporcionar un sistema y una estructura por la cual

una iglesia puede operar. Roxburgh y Romanuk escriben sobre la importancia de las narrativas

en que se forma y transforman la realidad, proporcionando la comprensión, y creando un sistema

de principios y valores para la comunidad y la sociedad. La organización de una iglesia y la vida

por medio de la narración, particularmente la gran narración de Dios desalienta la bifurcación de

la esfera privada frente a la esfera pública; el clero y el laicado, y nos orienta a ver nuestra vida,

trabajo, ministerio y congregación a través del lente de la gran narración de Dios. En otras

palabras, en vez de usar la Escritura como una herramienta para "uso privado solamente", o peor

aún “sólo para justificar ciertos puntos doctrinales o teológicos”, la usamos para redescubrir y

vernos todos, como la comunidad del pueblo de Dios, inmersos en Su narración, es decir en el

Plan cósmico de la redención de todas las cosas. (Efesios 1). Esto puede parecer pequeños

cambios en la semántica, pero la narrativa moldea la realidad. Por lo tanto, en lugar de invitar y

pedir a Dios para que Él se una a la historia de nuestras vidas, de mi vida y mi congregación, soy

yo, y mi congregación que debe aplicar y pedir si puede ser parte de la historia de Dios y de lo

que Él está haciendo en el mundo. Por lo tanto, las congregaciones misionales se forman a partir

de la interacción entre la narrativa cristiana (ligada a una cultura) en la que viven y que se les ha

transmitido, y su interacción con las narrativas de las personas en su comunidad (ligada a una

cultura del mundo), para que ahora todos juntos sigamos la narrativa de Dios (la cultura del reino

de Dios). Cultivar este tipo de sistema misional no ocurre en un vacío o dentro de una narrativa

cristiana tradicional, pero en una comunidad donde la imaginación, la creatividad, el diálogo y la


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participación misionera son alentados y guiados por el poder de Su Espíritu Santo, ¡hay

oportunidad!

Como fruto del trabajo de Alan Roxburgh , nos ha quedado también un Manual, que

provee a la iglesia de las herramientas y cierta metodología, que va a necesitar para desarrollar de

manera continua sus propias actividades misionales. Actividades que nacen de adentro de la

comunidad, en vez de depender de expertos, programas externos o modelos de turno. El proceso

lo tenemos que disfrutar, ya nos vamos a embarcar en un viaje en el cual usted y su congregación

podrán descubrir maneras maravillosamente nuevas de ser el pueblo de Dios donde él los ha

puesto, local y globalmente. Durante el proceso, puede ser que encuentre que se está uniendo a la

narrativa de lo que Dios está haciendo de maneras que quizás nunca se hubiera esperado. Este

proceso tiene que ver con escuchar a Dios, escucharse el uno al otro, de darse cuenta de las

historias y las narrativas que están formando a su congregación y a sus comunidades, y cómo a

través del diálogo quizás puedan iniciar experimentos en misión y testimonio de la Verdad, a un

mundo que se debate entre la vida y la muerte.

Liderando a través del modelo de cambio misional. (MCM)

El MCM se basa en la premisa de que el cambio rara vez es lineal, pero si es progresivo.

Los modelos en general, según Stephen Bevans, no captan plenamente la realidad del sujeto que

se va, pero sí buscan simplificar realidades complejas que producen un verdadero conocimiento

de la realidad en particular. Por lo tanto, Roxburgh presenta un modelo por el que muestran la

realidad simplificada (o “marco”) de cómo las iglesias pueden cambiar a inclinarse más hacia una

postura misional. Hay cinco etapas, según los autores, que una iglesia local necesita para moverse

con el fin de cultivar una comunidad misional. Construyendo uno sobre otra, estas cinco etapas

son: conciencia, comprensión, evaluación, prueba y compromiso. Los cinco elementos se basan
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en el trabajo del antropólogo Everett Rogers, cuyas ideas ayudan a comprender los elementos

clave para lograr que el cambio sea adoptado en un sistema.

El modelo de cambio misional (MCN) que perdura ocurre cuando una congregación

atraviesa una serie claramente definida de etapas de cambios. Es decir “vive el proceso”. Esto es

particularmente valido también para las personas en forma individual. El proceso de cambio está

dividido en cinco etapas:

Conciencia: A menudo congregaciones “sienten” que algo está mal o que necesitan

reformular la manera en que participan en misión, pero no encuentran una manera significativa

de explicar lo que sienten. Un error común es suponer que tales sentimientos, tensiones o

ansiedades son una base suficiente para iniciar planes estratégicos o programas nuevos para

cambiar la iglesia. Pero la gente necesita de suficiente tiempo experimentando tales sentimientos

y tensiones como para poder dar significado y poner en palabras lo que está sucediendo. Esto

lleva tiempo. Necesitamos de tiempo y oportunidad para dejar que los sentimientos nos guíen a

un lugar en el que arribamos a una nueva conciencia de qué los está causando, y de lo que está

sucediendo en nuestro mundo cambiante. Pocos de nosotros nos comprometemos al cambio hasta

que hayamos pasado por varias etapas definidas, que comienzan con la voluntad de afrontar

seriamente nuestra propia necesidad de darle sentido a las nuevas experiencias de confusión,

ansiedad y pérdida que resultan de los cambios que nos rodean. La conciencia es el primer paso;

se trata del primer paso en un camino que lleva a introducir novedades que transforman un

sistema. Comenzamos del lugar donde se encuentra nuestra gente, no del lugar donde nos gustaría

que estuviesen ni de donde deberían estar de acuerdo con algún programa o plan.

Entendimiento: El segundo paso en la cultivación del cambio misional ocurre cuando la

conciencia individual se convierte en un período de diálogo entre personas. Este es un período en

que se invita a la gente no a soluciones y respuestas, sino a andar un camino que los lleve más a
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fondo, explorando el significado de lo que están aprendiendo a través de la interacción entre sí.

El entendimiento surge de la conciencia; las perspectivas de la gente entran en diálogo con los de

otros para llegar juntos a explicaciones significativas de todo el cambio que están

experimentando. En este proceso la gente comienza a hacerse preguntas nuevas entre ellos, que

estimulan nuevas formas de pensar. Esto lleva a la tercera etapa de un proceso efectivo de cambio.

Evaluación: Solamente al llegar a esta tercera etapa se invita a la gente a conversar acerca

de las prácticas, los valores, los programas, y la vida de la congregación en su totalidad a la luz

de su nuevo entendimiento. A este punto la congregación comienza a conversar acerca de las

implicaciones que surgen de su conciencia y entendimiento para la vida actual y las acciones de

la congregación. Dentro de la congregación comienza a crecer un apoyo para acciones que

resultarán en cambio. De igual importancia, la gente comienza a hacer preguntas acerca del tipo

de apoyo que necesitan en cuanto a habilidades, estructuras, y recursos para seguir adelante. Esta

es una etapa en que la congregación toma decisiones mientras se mueve hacia acciones propias

que afectarán cambio, o se aleja de ellas.

Experimentación: La congregación, a través de sus líderes, identifica los retos que

afrontará en los meses venideros – estos retos son experimentos en un camino hacia aprender

nuevas maneras de hacer misión. Solamente a este punto llega a incorporarse el cambio de una

manera permanente en la vida de la congregación.

Compromiso: La gente ha interiorizado las estructuras del cambio; están introduciendo

novedades para producir cambio a todos los niveles de la vida de la iglesia y están involucrando

a otros. Están ocurriendo acciones tangibles, mensurables, y observables. Hasta que una

congregación llegue a esta etapa el cambio que ha experimentado no es permanente. Demasiado

a menudo líderes quieren comenzar con esta etapa. En otras palabras, demasiadas estrategias para
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introducir cambio comienzan con la última etapa, razón por la cual la mayoría o fracasan o no

sobreviven más allá de los líderes que las introdujeron.

El liderazgo, un punto clave.

El MCM está diseñado para ayudar a los líderes a cultivar un ambiente de cambios

adaptativos y emergentes de la cultura de la zona en su congregación. Por lo tanto, un segundo

nivel y calve Enel proceso son los líderes del proceso. Los líderes misionales empiezan con

fundamentos bíblicos teológicos, talvez tenemos que introducir un nuevo concepto, que es la

“cosmovisión Biblica”, es decir volver a la narrativa de Dios y Sus planes, más que con principios

pragmáticos. Ellos están más preocupados por los “telos” o final, y ese fin es Jesucristo.

Trabajando hacia el final, los líderes misionales se centran en la formación de un pueblo -la

comunidad el Rey- en lugar de moldear su iglesia a la espiritualidad consumista individual a

través de una versión cristianizada del “motivador de turno”. Con el fin de innovar una

congregación misional, uno debe centrarse en la formación de la comunidad del pueblo de Dios.

Nuevamente Roxburgh y Romanuk nos señalan el camino. Hay cuatro áreas interconectadas

claves.

La primera área es la del carácter personal del líder, y los autores creen que es primaria.

Los factores clave en el carácter de un líder son: madurez, manejo de conflictos, valor personal y

confiabilidad. Un líder misionero que desea navegar por el cambio congregacional necesitará ser

una persona que demuestre madurez, abrace el conflicto, muestre valor personal y viva confiable.

La segunda área tiene que ver con mover el centro del líder, al pueblo. La clave del cambio

misional radica en la gente y en cultivarla en una comunidad misionera. Emergiendo de la gente

habrá energía y visión para la vida misional. Para lograr esta comunidad misionera se necesitan

habilidades específicas para formar un pueblo misionero: fomentar la imaginación misionera,

cultivar el crecimiento a través de prácticas específicas, dialogar con las personas a través de los
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cambios y crear equipos de personas energizadas para experimentar. La tercera y cuarta áreas

tienen que ver con formar un ambiente y cultura misional, y para luego fijar la participación de

un contexto local a la imaginación y creatividad de los principios cristianos. Finalmente, la quinta

área prepara a la comunidad para aprender, escuchar y encarnarse en su comunidad y en el mundo

de los no alcanzados.

Si, hay oportunidad, que usted y su iglesia sean parte del Plan global de Dios. Si, todavía

existe la oportunidad y el potencial para llegar a ser una iglesia misional vibrante. Pero este giro,

este cambio de narrativa y de mente, requerirá un nuevo tipo de liderazgo y un nuevo tipo de

modelo comunitario de iglesia. Que Dios conceda a los líderes de las iglesias la gracia y la fuerza

de voluntad necesarias para navegar a través de este mar de cambios guiados por Su Espíritu.

¡Que así sea, para la gloria de Dios!


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Referencias

Roxburgh, A. (2006). Manual para el desarrollo de iglesias misionales. Vancouver, BC:

The Missional Network.

Roxburgh A. y Romanuk F. (2006). The Missional Leader: Equipping Your Church to

Reach a Changing World. Jossey-Bass/Leadership Network.

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