“Esto nos conduce a la proposición más célebre de la filosofía moderna, el «Dios ha
muerto»‚ de Nietzsche. Corría el año 1882… Nietzsche puntualizó que no se trataba de
una declaración de ateísmo sino simplemente de la noticia de un suceso. Calificó la muerte de Dios de «suceso enorme‚ el más importante de la historia moderna».La noticia era que la gente culta ya no creía en Dios debido al auge del racionalismo y el pensamiento científico, incluyendo el darwinismo… Pero antes de ponerse a celebrar la noticia por todo lo alto, dijo, los ateos deberían reflexionar sobre las consecuencias de este hecho. Lo que cuento —escribió— es la historia de los dos próximos siglos… El siglo XX sería un siglo de guerras como jamás las ha habido en el mundo, guerras catastróficas, inimaginables, ¿y por qué? Porque los seres humanos ya no tendrían un Dios al cual recurrir para que los absolviera de su culpa, sin embargo seguirían viviendo atormentados por la culpa, porque este es un impulso que se le inculca a los niños cuando son muy pequeños antes de que tengan edad para razonar. Por lo tanto además de odiarse entre si los hombres se odiarían a si mismos, la fe ciega y reconfortante que habían depositado en Dios, dijo Nietzsche, pasaría a recaer en fraternidades bárbaras; en su opinión las doctrinas que no distinguían entre el hombre y el animal, como el darwinismo, podrían conducir a la aparición de fraternidades organizadas con el fin de robar y explotar a las personas ajenas a ellas… la humanidad avanzará, a trancas y barrancas guiada (aún) por la miseria del viejo y decadente código moral fundado en la idea de Dios. En el siglo XXI, no obstante, llegaría un período más pavoroso que el de las guerras mundiales, una época de transvaloración de todos los valores…las gentes tratarán de hallar nuevos sistemas de valores… pero fracasarán porque es imposible creer en códigos morales sin creer en un Dios que señala con su temible índice y dice «Haréis esto o No haréis aquello…etc, etc, etc…”