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Una de las características básicas de la comunicación literaria es la separación que existe entre el
emisor y el receptor de la obra. El emisor es el autor, pieza fundamental de la comunicación
literaria, pues es quien enuncia el mensaje. El significado de un texto depende, en primer lugar, de
la intención de su autor que, a la hora de escribir está influenciado por su sistema de creencias y el
contexto histórico social al que pertenece, entre otros condicionamientos. El receptor es el lector
de la obra. Cada lector hace "su propia lectura", según sus características personales y el contexto
histórico social al que pertenece.
COMENTARIO EXPLICATIVO
En describir, exponer y explicar, con un lenguaje objetivo, qué es lo que el autor plantea como
problema; cuál es su tesis, es decir, qué es lo que defiende ante lo que plantea como un problema y
cuáles son las razones (argumentos) que ofrece para demostrar la validez de eso que defiende. Esto
tiene que ver con las ideas del autor, es decir, con lo que él dice (qué dice). A eso debe añadirse la
explicación de las estrategias discursivas más relevantes que utiliza para sustentar el desarrollo de
sus ideas: referencias históricas (a hechos o a personajes), citas de autoridad, ejemplos, analogías,
contrastes, definiciones, contraargumentaciones, etc., todo lo cual tiene que ver, no ya con las ideas
(contenido, fondo), sino con la estructura, con la forma del texto, es decir, con cómo lo dice.
Es fundamental tener en cuenta que las ideas (las más relevantes: tesis o planteamiento
central y argumentos principales) deben siempre explicarse en conjunto con las estrategias (también
las más relevantes) de las que el autor se vale para sustentar esas ideas.
1- Deben estar presentes las referencias necesarias (elementos extratextuales) para que
cualquier lector sepa cuál es el texto que se está explicando, quién lo escribió y cuándo lo
escribió: título, tipo de texto, nombre del autor, fecha.
2- Se comienza a escribir empleando los verbos que sirven para introducir las diferentes ideas
del autor: EXPLICA, PLANTEA, TRATA, SEÑALA, CRITICA, DEFIENDE, POSTULA,
PROPONE, etc.
6- Siempre es útil tomar en consideración el contexto dentro del cual se inscribe el texto y
precisar cuál es el lugar de enunciación que ocupa el autor dentro del mismo, pues eso sirve para
precisar el sentido de lo que éste quiere decir: ¿es su tesis una crítica o una defensa de algún
aspecto de la sociedad? ¿Escribe desde la academia, desde el campo de las letras o de la ciencia?
Es decir, ¿su formación legitima su discurso? ¿Cuál es su aporte, cuál es su intención y dentro de
qué contexto inscribe su discurso?
8- Cuáles son las estrategias discursivas que utiliza el autor (se vale de referencias o citas de
autoridad, de ejemplos, de argumentos y contraargumentos, del humor, de la ironía, de
analogías, de definiciones, de ejemplificaciones, etc.) y, muy importante, cómo funcionan en el
texto, es decir, cuál es la idea o ideas que están sustentando y de qué sirve eso dentro del
contexto del texto, qué es lo que cada estrategia aporta como contenido, para una mayor
comprensión y para la validación o legitimación de esa o de esas ideas.
Y finalmente:
Para comentar un texto hay que analizar conjuntamente lo que el texto dice y cómo lo dice. Estos
dos aspectos no pueden separarse, pues, como opina el profesor Lázaro Carreter: "No puede negarse
que en todo escrito se dice algo (fondo) mediante palabras (forma). Pero eso no implica que forma y
fondo puedan separarse. Separarlos para su estudio sería tan absurdo como deshacer un tapiz para
comprender su trama: obtendríamos como resultado un montón informe de hilos".
Consejos para hacer un buen comentario de textos
• Consultar previamente los datos de la historia que se relacionan con el texto (época, autor, obra…)
• Evitar parafrasear el texto, es decir, repetir las mismas ideas a las que este se refiere, pero de forma
ampliada.
• Leer despacio, sin ideas prefijadas, intentando descubrir lo que el autor quiso expresar.
• Concebir el texto como una unidad en la que todo está relacionado; buscar todas las relaciones posibles
entre el fondo y la forma del texto.
• Seguir un orden preciso en la explicación que no olvide ninguno de los aspectos esenciales.
• Ceñirse al texto: no usarlo como pretexto para referirse a otros temas ajenos a él.
• Ser sincero en el juicio crítico. No temer expresar la propia opinión sobre el texto, fundamentada en los
aspectos parciales que se hayan ido descubriendo.
Así pues, comentar un texto consiste en relacionar de forma clara y ordenada el fondo y la forma de
ese texto y descubrir lo que el autor del mismo quiso decirnos. Puede haber, por tanto, distintas
explicaciones válidas de un mismo texto, dependiendo de la cultura, la sensibilidad o los intereses
de los lectores que lo realizan.
Para llevar a cabo el análisis conviene seguir un método, establecer una serie de fases o etapas en el
comentario que nos permitan una explicación lo más completa posible del texto.
Argumento y tema
Hallar el argumento de un texto es seleccionar las acciones o acontecimientos esenciales y reducir
su extensión conservando los detalles más importantes. El argumento puede desarrollarse en uno o
dos párrafos.
Si del argumento eliminamos todos los detalles y definimos la intención del autor, lo que quiso
decir al escribir el texto, estaremos extrayendo el tema. Este ha de ser breve y conciso: se reducirá a
una o dos frases.
El contexto
¿DE QUÉ TAMAÑO era el mundo para un hombre del Neolítico? ¿O para un habitante
de Sumer, o de la Atenas de Pericles; del París de Abelardo o de Rousseau? Sin ningún riesgo
podríamos decir que era mucho más pequeño que el que se ofrece a la curiosidad del hombre de
hoy. El hombre del Neolítico vivía en un espacio estrecho, en un medio natural limitado, con
relaciones fijas y casi inmutables con lo que lo rodeaba. No solamente podía conocer todo lo
que le importaba sino que, de hecho, por la sola necesidad de vivir, tenía que conocerlo. Ese
mundo reducido e inmutable podía designarse en toda su amplitud con un puñado de voces. El
vocabulario era tan pequeño como el mundo y suficiente para expresar todos los aspectos y
relaciones que lo caracterizaban.
El del hombre de Sumer era más grande tanto geográfica como intelectualmente.
Conocían la Mesopotamia y el espacio del Oriente Medio y hasta una historia completa de su
mundo. El tamaño del mundo ha ido creciendo continuamente, hemos pasado de ser el centro
del universo a convertirnos en los marginales habitantes de un pequeño planeta de un pequeño
sol, de una pequeña galaxia entre los millones de soles y de galaxias que forman el universo.
El más lejano objeto que han detectado nuestros telescopios está a 20 mil millones de años luz
de la Tierra, lo que es infinitamente más que aquel universo que diseñó Ptolomeo, en el que una
cercana luna y unas parpadeantes estrellas giraban en esferas concéntricas en torno al gran
planeta central que era el asiento del hombre. Podríamos seguir la ampliación continua de la
extensión del mundo hasta hoy para hallar que cada vez se ha hecho más vasto, más inabar-
cable, más difícil de comprender y explicar.
El hombre del Neolítico, seguramente, tenía por necesidad un vocabulario del tamaño
de su mundo. Nosotros los contemporáneos del alba del Tercer Milenio de la Era Cristiana no
lo tenemos. Eso significa básicamente, que la inmensa mayoría de los seres humanos y, en
cierta forma, todos sin excepción no estamos en capacidad de conocer el mundo en el que
vivimos porque tampoco estamos en capacidad de nombrarlo por entero.
Los filósofos del lenguaje nos han enseñado a distinguir entre lengua y realidad, entre
lenguaje y mundo. Lo que ha crecido, en verdad, no es el mundo, sino el conocimiento del
mundo por el hombre. Ese conocimiento no tiene otra manera de expresarse y comunicarse que
por medio de palabras, de pobres, limitadas y aproximativas expresiones orales que
corresponden imperfectamente a la cosa que pretendemos.
Frente a esa inmensidad creciente del mundo del conocimiento, que con todo ello está
muy lejos de alcanzar la dimensión completa del mundo real en toda su inagotable variedad y
cambio continuo, es desproporcionadamente pequeña la capacidad de comprensión y de
expresión de los seres humanos. La mayor fuerza limitante con la que tropieza es la del tamaño
reducido e inadecuado de su propio vocabulario.
Una gran parte de los habitantes del planeta emplea un vocabulario no mayor de 500
palabras. Todo lo que ignoran lo arropan con borrosas alusiones, comodines, o simple
perplejidad. Su percepción del tamaño del mundo no puede ir más allá de su vocabulario, en
verdad, su mundo no puede ir más allá de lo que logran expresar esas 500 voces. Todo lo que
sobrepasa esa medida está fuera de la posibilidad de su conocimiento, casi como si no existiera.
Los medios de comunicación masivos de nuestros días lanzan continuamente un torrente
incontenible de información que escapa a la comprensión de la mayoría de quienes lo reciben.
Están condenados a darse cuenta de que existe exteriormente un mundo en el que no pueden
penetrar, ni siquiera conocer, porque carecen del instrumento lingüístico mínimo para poderlo
intentar.
Nunca fue más trágica que hoy esa desproporción, porque jamás antes hubo una
multiplicación semejante en la extensión múltiple de los conocimientos y en su continua y
creciente tendencia a expandirse.
Esto plantea un inmenso problema en la educación de hoy. Ya no hay la posibilidad de
encerrarse en un mundo limitado y suficiente como fue el caso de los campesinos hasta hace
poco tiempo, los medios de comunicación que no dejan fuera de su alcance, prácticamente, a
ningún habitante de ciudad, llevan a los millones de televidentes, radioescuchas y lectores de
prensa la noticia de todos los progresos científicos y tecnológicos, que el vocabulario de los más de
ellos no les permite asimilar. Están condenados a no poder conocer.
El primer e insustituible paso para disminuir en lo posible esa incomunicación y esa
amenazante brecha que tiene consecuencias tan graves de todo género, consiste en el estudio
continuo y permanente del lenguaje. Una enseñanza eficaz y creciente del lenguaje, de su uso, de
su enriquecimiento sin tregua, debería ser el primer y más importante objeto de la educación.
Todo lo demás depende de esto sencillamente, porque no se puede avanzar en el
conocimiento sino se dispone de las palabras necesarias para expresarlo y adquirirlo. No
aprendizaje inerte de reglas de gramática sino de lenguaje vivo, hablado y escrito, que con cada
palabra nueva aumente el tamaño del mundo para cada hombre.
Tesis: Existe una desproporción entre el desarrollo del mundo y la capacidad de comprenderlo
en su totalidad porque se carece de gran parte del vocabulario necesario.
[IDENTIFICACIÓN] Arturo Uslar Pietri en su artículo titulado “El tamaño del mundo”,
publicado en el diario El Nacional el 21 de septiembre 1985. A-4/Página Editorial, [TESIS]
plantea que existe una desproporción entre el desarrollo del mundo y la capacidad de
comprenderlo en su totalidad porque se carece de gran parte del vocabulario necesario.
[RESUMEN] Para lograrlo, Uslar Pietri explica que desde el período Neolítico hasta el presente
se ha incrementado el conocimiento del mundo y por lo tanto se necesita mayor comprensión
del lenguaje para asimilarlo y evitar así la incomunicación entre los seres humanos. Como
conclusión, el autor propone que se asuma la enseñanza del lenguaje, su uso y enriquecimiento
de una forma prioritaria y que esa formación sea eficaz, continua y permanente para aumentar
el conocimiento del mundo.
[ESTRUCTURA].En el texto argumentativo de Uslar Pietri se exponen una serie de
situaciones de tipo histórico referidas al uso del lenguaje, se plantea un problema y se ofrece
una solución a modo de conclusión para lo cual el autor recurre a una serie de estrategias
discursivas. En principio comienza con la formulación de preguntas retóricas acerca del tamaño
del mundo en diferentes épocas históricas: “¡¿DE QUE TAMAÑO era el mundo para un
hombre del Neolítico? ¿O para un habitante de Sumer, o de la Atenas de Pericles; del París de
Abelardo o de Rousseau?” y se detiene a explicar que en el período Neolítico se requerían
pocas palabras para expresarse pues los espacios de acción eran muy reducidos y limitados y
sus habitantes debían conocerlos por completo para sobrevivir, por lo tanto su mundo era muy
pequeño. A continuación señala que el hombre de Sumer tenía más espacio geográfico y mayor
conocimiento pues el tamaño del mundo se ha ido incrementando progresivamente. Esa
afirmación es ilustrada con una ejemplificación sobre la mínima dimensión del ser humano en
relación con el universo: “El más lejano objeto que han detectado nuestros telescopios está a 20
mil millones de años luz de la Tierra”. También hace mención de una referencia histórica al
nombrar a Ptolomeo y comparar que en su tiempo el universo era más reducido.
Uslar Pietri afirma que en la actual época, debido a la gran dimensión del mundo: “no
estamos en capacidad de conocer el mundo en el que vivimos porque tampoco estamos en
capacidad de nombrarlo por entero”. Asimismo indica una referencia de autoridad al señalar que
los filósofos del lenguaje distinguen “entre lengua y realidad, entre lenguaje y mundo” pues no
es el mundo lo que ha crecido sino el conocimiento sobre este, que, además debe ser expresado
con el lenguaje. De igual forma argumenta que es muy pequeña la capacidad de abarcar todo el
conocimiento del mundo, que está en constante crecimiento, principalmente por el reducido uso
del lenguaje que está en el orden de las 500 palabras. El autor menciona que los medios de
comunicación cada vez más extendidos no logran transmitir por completo la información por esa
falta de entendimiento del lenguaje. Esa carencia supone un enorme problema para la educación
por lo que Uslar Pietri propone a modo de conclusión que para evitar la incomunicación se
genere el estudio y uso correcto del lenguaje de forma permanente como su objeto más
importante en la educación para una mejor forma de conocer, entender y hacer crecer el tamaño
del mundo.