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Desarrollo y control motor

TEMA 4
DESARROLLO MOTOR

OBJETIVOS

1. Conocer y comprender cómo se lleva a cabo el desarrollo de la locomoción, control


postural, alcance y manipulación

CONTENIDOS

1. La organización motriz del neonato


1.1 Los reflejos
1.2 La motricidad espontánea
2. Control postural y locomoción
3. La motricidad fina
3.1 Atención visual a las propias manos y los objetos
3.2 Contacto con los objetos
3.3 Variaciones de la fuerza muscular y la prensión
3.4 Utilización de los objetos
3.5 Destreza manual en la niñez media y avanzada

BIBLIOGRAFÍA
 Conde, J.L y Viciana, V. (1997). Fundamentos para el desarrollo de la motricidad en edades
tempranas. Ediciones Aljibe. Málaga
 Del Moral Sánchez, A. (1994). Aprendizaje y desarrollo motor. Servicio de publicaciones de la
Universidad de Alcalá de Henares.
 Le Boulch, J. (1991). La educación psicomotriz en la escuela primaria. Ediciones Paidos.
Barcelona.
 Palacios, J. y cols.(1.990). Desarrollo psicológico y educación I. Psicología Evolutiva. Madrid.
Alianza.
 Shaffer, D. y Kipp, K. (2007). Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Mexico:
Thompson.

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1. La organización motriz del neonato

1.1 Los reflejos


Según la función que cumplen y su complejidad, se pueden distinguir cuatro grupos. Estos
cuatro grupos de reflejos encierran comportamientos predominantemente motóricos:

1. El Primer grupo de reflejos está compuesto por respuestas reflejas que controlan
funciones fisiológicas iniciales de alimentación, orientación y de defensa. Entre estos
reflejos están:

Reflejo de succión: Consiste en la acción involuntaria y automática del recién nacido de


chupar cualquier objeto que entre en contacto con sus labios. Si este reflejo no apareciera
después de transcurridas 24 horas del nacimiento, debería ser considerado como un síntoma
de alarma.
Reflejo de búsqueda y hociqueo: El bebé tiende a girar la cabeza y a buscar, llevando la
boca cualquier objeto que roce o estimule su mejilla. Se trata, por tanto de una conducta
refleja de orientación y succión que puede registrarse en bebés de hasta 30 minutos de vida.
Reflejo de moro: Es una reacción defensiva. El recién nacido responde con un sobresalto
a los cambios repentinos de posición o a las sacudidas abriendo los brazos en una posición
simétrica para luego cerrarlos en círculo simulando un abrazo. El momento óptimo para
producirlo se sitúa entorno al tercer día del nacimiento. Su presencia empieza a ser
preocupante a partir de la segunda mitad del primer año y especialmente preocupante al final
del primer año.

2. El segundo grupo de reflejos incluye algunos reflejos relacionados con los movimientos
extensores y flexores y cuya combinación, dará lugar a los primeros rudimentos de
coordinación corporal y a la locomoción.

Reflejo de paso o marcha: Consiste en que manteniendo al recién nacido verticalmente y


colocando sus pies apoyados sobre un plano, sus piernas quedan firmemente extendidas y si se
le impulsa, el niño inicia un movimiento de marcha con buena coordinación y ritmo
adelantando un paso.
Reflejo de enderezamiento: Si estando bocabajo se ejerce una presión en las plantas de
los pies (principalmente en el talón), el bebé endereza el cuello y la cabeza. Este reflejo es
precursor de lo que posteriormente será la postura erecta.
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Reflejo de presión plantar: Si se estimula la planta del pie tocando la base de los dedos
del bebé, éste contrae los dedos con fuerza.

3. Un tercer grupo de reflejos del recién nacido viene determinado por los reflejos flexores-
prensores y de fijación o adherencia a los estímulos. Dentro de este grupo podemos
estudiar:

Reflejo de prensión: Si se estimula la palma de la mano, el bebé la cierra con fuerza


aferrándose al objeto que causa la estimulación. Al principio no coge el objeto con los dedos
cerrados, pero al final del segundo mes la flexión se relaja y suaviza su tonicidad facilitando la
evolución posterior de la prensión normal.
Reacción magnética o efecto imán: Es una reacción de fijación o adherencia a los
estímulos. Aplicando a la planta del pie o de la palma de la mano una superficie u objeto liso
estando el miembro flexionado, el niño reacciona al contacto.

4. El cuarto grupo, está relacionado con las reacciones infantiles primitivas de estornudo, tos,
etc, las cuales ponen de manifiesto el rechazo o aversión frente a determinados estímulos
nocivos o molestos. Dentro de este grupo encontramos por ejemplo:

Reflejo de parpadeo: Es un reflejo e defensa mediante el cual el niño responde ante un


estímulo molesto cerrando los ojos.
Reflejo de retracción de la lengua: Mediante este reflejo el recién nacido es capaz de
expulsar alimentos sólidos colocado en la punta de la lengua.

Además de estos cuatro grupos de reflejos, podemos encontrar un quinto grupo de


reacciones que exigen la asociación de reflejos que implican el empleo simultáneo y la
coordinación de varios sentidos. Es la denominada reacción cosensorial en dar respuesta
convergente a estímulos sensoriales de distinta especie y a las reacciones reflejas que movilizan
un sentido en presencia de estímulos específicos.
La reacción motórica es ahora doblemente refleja. Por un lado, el niño reacciona
automáticamente a los estímulos exteriores y por otro, se moviliza un órgano en la dirección
conveniente para la interpretación de los estímulos captados por otro.

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Entre estas reacciones cosensoriales tenemos:


Reflejo auditivo: Se registra tempranamente y consiste en cerrar los ojos ante un ruido.
Reflejo óculo-cervical: Consiste en la orientación de la cabeza en la dirección de un
objeto que se mueve o de un ruido localizado.

Por último, debemos hablar de las reacciones fásicas del movimiento, dentro de las
cuales encontramos:
Articulación fásica del movimiento: Consiste en una sucesión alternante de movimientos
de músculos antagonistas. Esta reacción parece estar asociada al reflejo plantar.
Reflejo de Babinsky: Consiste en una extensión de los dedos de los pies como respuesta
a una estimulación plantar (desde el talón hacia los dedos). Hasta los dos meses se observa con
gran pureza. Entre los 3 y los 10 meses se presenta con carácter indefinido para convertirse a
partir de los 10 meses en un reflejo flexor. Esta reacción es bastante importante para la
sustentación, el equilibrio y probablemente también para la regulación cerebelar de la marcha.
La desaparición progresiva de estos reflejos pone de manifiesto el control creciente de
la corteza cerebral sobre los distintos centros nerviosos y, de esta forma, las acciones pasan
de ser automáticas y reflejas a maduras y controladas. La ausencia o la persistencia de estos
reflejos pueden reflejar perturbaciones neurológicas, por lo que proporcionan una información
importante para el diagnóstico evolutivo, la identificación precoz y la maduración del niño. Sin
embargo, los reflejos claramente protectores como el parpadeo, bostezar, toser, estornudar,
etc, no desaparecen.

1.2 La motricidad espontánea


Se entiende por movimientos espontáneos aquellos movimientos que tienen su origen en
el propio organismo sin provocación externa.
Según Mira Stambak, se pueden observar desde el nacimiento hasta los dos años una serie
de movimientos espontáneos que se pueden agrupar en:

a) Movimientos espontáneos de los miembros


Los miembros superiores e inferiores del recién nacido en reposo se encuentran en
flexión. Los superiores se encuentran un poco distantes del eje del cuerpo y con los
antebrazos flexionados sobre los brazos. Los inferiores se caracterizan por la flexión de los
muslos sobre la pelvis, las piernas sobre los muslos y los pies en flexión dorsal. Pero desde que
el recién nacido despierta puede observarse agitación intensa y explosiva a nivel de los
miembros. Los movimientos espontáneos de los miembros superiores son bilaterales pero no

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forzosamente simétricos, mientras que los miembros inferiores se flexionan y extienden


alternativamente recordando al movimiento del pedaleo, aunque se distingue de este porque la
flexión y extensión no son sincrónicas.

Entre estos movimientos espontáneos podemos encontrar:


 Movimientos de “zapateta” o cruzamiento y descruzamiento sucesivo de los pies
 Al final del primer mes se observa un nuevo movimiento: pronación- supinación a nivel
de las muñecas
 Durante el segundo mes aparecen los movimientos unilaterales, aunque permanecen
localizados en los miembros superiores
 En ese mismo periodo aparece un rudimentario movimiento de reptación mientras el
niño permanece en pronación

b) Estereotipias infantiles
Las estereotipias son movimientos que, aún siendo movimientos espontáneos,
presentan unas características especiales:

 No son movimientos genéricos como los anteriores sino que están bien localizados
 Presentan un carácter repetitivo.
 Desaparecen con el tiempo, aspecto que cual las diferencia de los tics.

Stambak clasificó las “estereotipias infantiles” en cuatro grupos:

1. Movimientos relacionados con la succión o estereotipias bucales.


 Succión del pulgar, de los demás dedos y de la parte dorsal de la mano
 Succión de los vestidos con extensión a otros objetos cercanos como el babero,
cintas, botones, etc
 Mordida, consistente en bocados en la mano u otros objetos, con un movimiento
brusco, claramente distinto al mordisqueo habitual de los niños pequeños
 Masticar y mordisquear, consistente en un movimiento fino y repetitivo
 Rechinamiento de dientes, observado habitualmente durante el sueño.

2. Movimientos relacionados con la exploración del propio cuerpo


 Frotar con un movimiento repetitivo, la nariz, los ojos o las orejas, acompañado de
resoplidos
 Frotar la cabeza sobre la almohada con un movimiento fino y repetitivo
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 Retorcimiento y manoseo del pelo asociado, frecuentemente, a la succión del pulgar


 Manipulación del abdomen y órganos sexuales, especialmente, cuando se encuentra en
el baño o desnudo
 Introducción del dedo en la nariz con movimientos de torsión

3. Ritmias o balanceos no suscitados por los padres en distintas posiciones:


sentado, acostado, de rodillas, a cuatro patas, de pie, etc

4. Movimientos autoagresivos o descargas motrices dirigidas contra sí


mismo
 Golpearse violentamente la cabeza con la mano y también contra la pared, la cama u
otros objetos
 Morderse los dedos, las manos o los brazos
 Estirarse o retorcerse los dedos
 Tirarse de la lengua con las manos

2. Control postural y locomoción

En relación a la adquisición de las habilidades motoras, existe un orden definido que va


de lo simple a lo complejo y de lo global a lo específico. Cuando se ha logrado el control de
varios movimientos diferenciados, éstos se integran para conseguir acciones más complejas.
De este modo, conseguirá el control fino de los dedos sólo cuando tenga un adecuado control
de las manos y comenzará a andar, cuando consiga integrar el control de las piernas, los pies y
los brazos en un movimiento coordinado.

Desde los movimientos sin propósito y los reflejos, el niño progresará a movimientos
voluntarios dependiendo de la maduración del sistema nervioso, el desarrollo de la fuerza
muscular y la resistencia, dependiendo de su desarrollo de la postura y equilibrio y
dependiendo de la mejora en el procesamiento de la información sensorial.
Los niños consiguen el control postural de la parte superior del cuerpo hacia los 5
meses, y en los tres meses siguientes, adquieren el control del tronco entero. Voltearse la
posición prona a la supina y viceversa es una adquisición importante. Hacia los 8 meses de
edad, el niño ya tiene un buen control del volteo. Es entonces cuando el niño empieza a
intentar la locomoción, a través de una serie de movimientos que le conducen al gateo. Los
niños suelen rastrear antes de gatear. Hacia los siete meses adelantan la rodilla y el muslo
junto al cuerpo. Con unas pocas semanas más consiguen la posición de gateo pero sin levantar
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el tronco del suelo. Una vez que son capaces de levantar el tronco y sujetarse con las piernas y
los brazos, empiezan a balancearse en esta posición. Después comenzarán a desplazarse,
generalmente hacia atrás, hasta que consiguen coordinar los movimientos de brazos y piernas
para gatear hacia delante.
La marcha, por otra parte, suele comenzar entre los 9 y los 17 meses de edad, aunque
el niño no adquiere el patrón de marcha adulto hasta los 5 años. Los primeros pasos se
caracterizan por pasos muy cortos con una extensión también corta de la pierna y la cadera. El
paso se da con el pie plano y las rodillas inclinadas. Las puntas de los pies apuntan hacia fuera y
los pies están muy separados para mantener el equilibrio. Los brazos se mantienen delante del
cuerpo, abiertos y flexionados. Con la práctica, los brazos irán cayendo hacia los lados pero
seguirán sin balancearse con el cuerpo. El niño tendrá que aprender a aumentar la distancia del
paso extendiendo completamente las piernas, a apoyar el pie desde el talón hasta la punta, a no
girar el pie hacia fuera, a reducir la base de apoyo cerrando las piernas, a extender las rodillas
de forma apropiada, a rotar la pelvis, a no inclinar el cuerpo hacia delante y a coordinar el
movimiento de los brazos con el de las piernas. Hacia los dos años el patrón básico de la
marcha está adquirido pero no es hasta los 5 años, como decíamos, cuando el niño puede
realizar los movimientos coordinados del adulto.
En los años que van del segundo al sexto, los movimientos de las piernas ganan en finura y
precisión, permitiendo al niño realizar una serie de actividades tales como:

 La carrera: correr es una habilidad más avanzada que caminar pero muchas de las
características de los patrones de ambos movimientos son similares. Correr tiene un
momento “sin apoyo” en el que ninguno de los pies toca el suelo. Los niños son capaces
de estar sin este apoyo seis o siete meses después de empezar a andar. Los primeros
intentos de correr son andar muy deprisa. Cuando empieza a correr, el niño adopta una
base de apoyo ancha, pone el pie plano y coloca los brazos delante para protegerse. Es el
mismo patrón que usaba al andar. Parece que estas regresiones en los patrones de
movimiento simplifican la tarea del niño. Con el tiempo, llega a realizar el patrón adulto
que se caracteriza por una mayor distancia en el paso, ausencia de movimientos laterales
de las piernas (rotación de la rodilla hacia delante, no hacia un lado), movimiento del pie
hacia fuera, flexión de la rodilla apropiada, rotación e inclinación hacia delante del tronco
y movimientos de los brazos adecuados.

La adquisición de la carrera se consigue hacia los 2-3 años pero con dificultades para girar
o pararse bruscamente. Los progresos aparecen hacia los 4-5 años, cuando el niño
controla con mayor precisión la iniciativa, la parada y los cambios de dirección de la

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carrera. A los 5-6 años mantiene un control preciso de la actividad y la utiliza


frecuentemente en sus juegos.
 Trepar: Los primeros movimientos que utiliza el niño de 12 meses para subir una
escalera son similares a los que realiza para reptar en el suelo, ayudándose con las
manos y elevando siempre la misma pierna para reunir la otra a continuación. A medida
que va desarrollando fuerza en las piernas, equilibrio y coordinación suficientes
comenzará a subir la escalera sin ayuda, como un adulto hecho que ocurre poco antes
de los 3 años. Sin embargo, el descenso se produce mucho más tarde, hacia los 4 años.
De forma general podría decirse que la seguridad en el ascenso precede a la del
descenso. En cuanto a la escalera de mano o las espalderas, los mayores progresos se
consiguen en el periodo de tiempo comprendido entre los 3 y los 6 años.
 Saltar: El salto se caracteriza por un periodo de vuelo provocado por el impulso de uno
de los pies y con recepción sobre una o dos piernas. A los 18 meses aparece el primer
indicio de salto, cuando los niños comienzan a superar obstáculos bajos. Hacia los 2,5
años, cuando el niño quiere pasar de una posición alta a otra baja, realiza un salto
rudimentario dejando caer un pie detrás de otro y permaneciendo muy poco tiempo en
el aire, en esta etapa puede saltar hasta una altura de 30 cm. con un pie delante de otro.
Seis meses más tarde aparece el salto con impulso de los dos pies y con recepción de
las dos piernas.
El niño aprende a saltar con los pies juntos antes de hacerlo con uno solo. Más tarde,
cuando el niño adquiera fuerza, coordinación y equilibrio suficientes, aprenderá a
impulsarse con una pierna pero la recepción la realizará con las dos, y por último se
impulsará con una pierna y caerá sobre la misma (“la pata coja”). Para la realización de
esta destreza son necesarios altos niveles de fuerza, coordinación y equilibrio por lo
que distinguimos distintos niveles de evolución: la mayoría de los niños no tienen
capacidad de realizar dicho salto antes de los 3 años, a los 3,5 años, ya pueden realizar
hasta 3-4 saltos consecutivos con su pierna preferida y a los 5 años tienen suficiente
capacidad para realizar más de 10, lo que le permitirá la participación en determinados
juegos.

3. Motricidad fina

A los pocos días de nacer, el bebé adquiere conciencia de que en su campo espacial hay
objetos. Se ha comprobado que después del nacimiento si se sostiene al pequeño de modo que
sus brazos queden libres, lanzará golpes contra objetos reales o ilusorios que se proyectan

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frente a él. Al no lograr contacto con los objetos ilusorios grita y manifiesta signos de
agitación, lo cual indica que, probablemente, los nexos entre la visión y el tacto se han formado
antes del nacimiento. En general, cualquier niño pasa por cuatro fases generales en su relación
con los objetos. Primero, se siente atraído por los objetos y por sus propias manos. En la
segunda etapa, manifiesta excitación motriz al enfrentar un objeto, sin ninguna tentativa por
contactar con él. La tercera fase es de contacto y manipulación. La cuarta y última, involucra
diversas clases de exploración del objeto

3.1 Atención visual a las propias manos y los objetos


A las pocas semanas después del nacimiento, los bebés comienzan a dar muestras de que
prestan una atención visual más prolongada a los objetos, así como, mayor atención a partes
de sus propios cuerpos. Por lo general, los pequeños comienzan a observar la acción refleja de
cerrar sus manos a las dos semanas de vida. El uso de la mano parece presentarse después de
que el niño ha emprendido movimientos rudimentarios de mano – brazo guiados visualmente,
antes de tomar cualquier contacto preciso con el objeto.

3.2 Contacto con los objetos


Dependiendo de las características del niño, de la naturaleza del objeto y de la experiencia
previa con el mismo, al percibir el objeto el pequeño puede denotar excitación general o una
conducta de golpeo. A los 4 meses puede que el bebé emprenda tentativas rudimentarias por
tomar contacto con los objetos. Puede que, al principio, los brazos toquen en forma accidental
un objeto y que después empiece a “tirar golpes” a objetos que se presenten ante su vista. Si el
objeto está sobre una superficie frente a ellos realizará un amplio “barrido” hacia el cuerpo,
tratando de traer el objeto hasta una posición más cómoda para mirarlo. Después, empiezan a
realizar la conducta, descrita por Piaget, que consiste en mover lentamente una mano hacia el
objeto deseado, fijando alternativamente la mirada en éste y en aquélla, hasta que establecen
contacto. En esta conducta inicial el niño a menudo alterna las manos, pero Gesell y
colaboradores han señalado que la preferencia por una mano se advierte con frecuencia en el
cuarto mes. Durante este período, se advierte cierta actividad de alcanzar con las dos manos.
En otros momentos, el pequeño tenderá hacia un objeto con una sola mano, lo tomará con
ella, llevará también la otra mano al objeto y después lo atraerá hacia la línea media del cuerpo,
exactamente frente a los ojos.

En el sexto mes, la conducta manipulativa denota dos tendencias. Los infantes empiezan a
observar con mayor detalle cada objeto con el que toman contacto. La prensión palmar
evoluciona hasta convertirse en manipulación táctil que emplea las puntas de los dedos y el

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índice en oposición al pulgar y al resto de los dedos. Los niños empiezan además a utilizar los
objetos de muchas formas. Comienzan a apilar bloques, a arrojar objetos para hacer ruido y a
sacudirlos.

3.3 Variaciones de la fuerza muscular y la prensión


Cuando el niño alcanza los 8 meses de edad empieza a demostrar una precisión más
interesante. Antes de los 8 meses, el pequeño toma los objetos en forma relativamente
invariable. De esta forma, no prepara los músculos del brazo y el hombro para sostener un
objeto más grande o pesado valiéndose sólo de señales visuales. En consecuencia, si se
presenta un objeto a un niño de esta edad el brazo puede caer cuando la mano tome el objeto,
pues el bebé todavía no está listo para ajustar con suficiente rapidez su esfuerzo al peso.

Alrededor de los nueve meses, esta conducta inicial se modifica. El bebé, en la primera
tentativa, deja caer la mano y el brazo al tomar un objeto cuyo peso cambia inesperadamente.
Pero, en una segunda presentación, ha comenzado a producirse una especie de aprendizaje
cinético y el brazo no cae tanto. Los receptores musculares del brazo y el hombro empiezan a
acomodarse, al cabo de sucesivas presentaciones, al nuevo peso del objeto. Cuando se le
presentan objetos desconocidos, la mano y el brazo vuelven a caer rápidamente, lo cual
demuestra que el infante no tiene capacidad para generalizar las relaciones de forma – tamaño
– peso ni llevar a cabo las adaptaciones necesarias de la musculatura del brazo y el hombro.

En el segundo año de vida se observa otra modificación: aparece una conducta a juzgar
por la cual el niño prevé los pesos de los objetos que se le presentan. De esta manera, si se da
al infante un objeto de peso y tamaño determinados, y a continuación otro de tamaño y
formas iguales, pero más ligero, el brazo se elevará súbitamente. El niño sobreestima el peso
del objeto como consecuencia de algún tipo de preparación previa de la respuesta. Es capaz de
formular generalizaciones como “cuanto más largo es un objeto, más pesado será”, lo que da
lugar a ajustes cinéticos más eficientes.

3.4 Utilización de los objetos


La manera inicial que el niño tiene de manejar objetos consiste en sacudirlos o golpearlos
contra superficies, o bien, golpearlos entre sí. Según Uzgiris, el bebé empieza en ese momento
a examinar las cosas, a darles la vuelta, a frotarlas, a empujarlas... Durante esos meses también
se advierte el esquema de “soltar”. El bebé deja caer o arroja objetos, lo cual le permite
aparear señales auditivas y visuales, explorar la forma en que las cosas rebotan desde varias
superficies, aprender los sonidos que producen al chocar y formarse otras impresiones.

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En el primer año de vida, el niño emplea los objetos para promover el contacto social con
otro individuo. Este tipo de conducta ha sido denominada con el nombre de “muestra”.
Cuando se le da un objeto, el pequeño lo dirige hacia otra persona, con el fin de provocar una
especie de contacto social e interacción simples. Si el otro individuo intenta tomar el objeto,
por lo general el bebé lo retiene. Otro esquema identificado por Uzgiris es el de “nombrar”.
Desde luego, esta conducta depende de la aparición del lenguaje y se manifiesta hacia los 2
años de edad.

Otros autores han examinado la forma mediante la cual la conducta manipulativa puede
reflejar la aparición de conductas cognitivas en el niño de 2 y 3 años de edad. Tres tipos de
actos: a) actos de carácter simbólico (tomar té); b) actos que establecían relaciones (combinar
varios objetos) y; c) actos que establecían secuencias (poner tazas en platos).

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