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“Cualquier camino que tenga corazón”

Para saberlo, tienes que aprender mucho más.


Estamos otra vez al principio, casi como el primer
día que viniste a pedirme hablar de Mescalito, y yo
no podía porque no me habrías entendido ni una
palabra. Ese otro lado es el mundo de los diableros.
Creo que lo mejor será decirte lo que yo creo y
siento, como lo hizo mi benefactor. El era diablero
y guerrero; su vida se inclinaba hacia la fuerza y la
violencia del mundo. Pero yo no soy ninguna de las dos cosas. Esa es mi naturaleza. Tú has
visto mi mundo desde el principio. En cuanto a enseñarte el camino de mi benefactor, nada más
puedo dejarte en la puerta, y tú tendrás que decidir solo; tendrás que aprenderlo por tu propia
cuenta. Debo reconocer ahora que cometí un error contigo. Habría sido mucho mejor, ahora lo
veo, empezar como yo mismo empecé. Así es más fácil darse cuenta de cuán sencilla y a la vez
cuán profunda es la diferencia. Un diablero es un diablero y un guerrero es un guerrero. O se
puede ser las dos cosas. Hay bastante gente que es las dos cosas. Pero un hombre que sólo
recorre los caminos de la vida lo es todo. Hoy no soy ni guerrero ni diablero. Para mí ya no hay
nada de eso. Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que
tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo. Y esos
recorro mirando, mirando, sin aliento.

Hizo una pausa. Su rostro reflejaba un estado de ánimo peculiar;


parecía inusitadamente serio. Yo no sabía qué preguntar ni qué
decir.

Carlos Castaneda: Las Enseñanzas de Don Juan

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