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TRINIDAD

Coexistencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la unidad de la Divinidad (divina


naturaleza o esencia). La doctrina de la Trinidad expresa que dentro del ser y las
actividades del único Dios hay tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Aunque la palabra Trinidad no aparece en la Biblia, la "fórmula trinitaria" se menciona en
la Gran Comisión (Mt 28.19) y en la bendición de la segunda carta de Pablo a los corintios
(2 Co 13.14).
Dios se reveló como uno a los israelitas: "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es"
(Dt 6.4). Esta era una significativa verdad religiosa porque las naciones que rodeaban a
Israel habían caído en la idolatría, y eran muchos los dioses que adoraban (Ro 1.18-25).
Pero en el Nuevo Testamento Dios reveló que aunque es uno, esa unidad está compuesta
de tres personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que son uno en voluntad y propósito, amor
y justicia.
La relación del Padre con el Hijo es prominente en los evangelios porque Jesús, el Hijo
eterno que tomó forma humana, se hizo más visible a nosotros al expresarse en términos
de una relación Padre-Hijo. El Espíritu Santo se mantenía en el trasfondo ayudando a
nuestros ojos de la fe. La unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se ve claramente en
las enseñanzas trinitarias de Jesús (Jn 14-16). Se expresa en el ministerio total de
Jesucristo registrado en los cuatro evangelios y en el resto del Nuevo Testamento. La
familia trinitaria coopera como una unidad en hacer regresar a los perdidos a la familia de
creyentes.
La más distintiva característica de la familia trinitaria es el desinteresado amor de cada
uno de ellos hacia los otros dos. El Padre da toda autoridad al Hijo y confirma su
testimonio (Jn 8.18). Pero el Hijo no busca nada para sí mismo. Da toda gloria al Padre
que lo envió (Jn 12.49-50). La clave para descifrar el misterio de la Trinidad es observar
cómo las personas de la familia trinitaria se entregan unas a otras en desprendido amor.
Cada uno está siempre a la disposición del otro.
El Padre sirve al Hijo; el Hijo sirve al Padre; el Padre y el Hijo acatan lo que hace el
Espíritu Santo, quien a la vez sirve y acata al Padre y al Hijo en una unidad eternamente
dinámica e inagotable. El amor mutuo de las tres personas de la Trinidad afecta
favorablemente a la creación y se manifiesta en la cooperación sin límites entre ellos en la
salvación del perdido (Jn 14.15-17, 25, 26).
La Trinidad estuvo en acción en la encarnación de Jesús, el Hijo del Altísimo, al ser
concebido este en el vientre de María por el poder de Espíritu Santo (Lc 1.30-35). En su
bautismo, Jesús el Hijo recibió aprobación del Padre en la presencia del Espíritu Santo (Lc
3.21, 22), cumpliendo así dos profecías del Antiguo Testamento (Salmo 2.7; Is 42.1). La
Trinidad estuvo presente en la tentación de Jesús, cuando este, lleno del Espíritu Santo,
fue llevado por el Espíritu a pasar cuarenta días en el desierto. El diablo reconoció a Jesús
como el Hijo de Dios (Lc 4.3), pero trató de destruir la fiel relación que siempre ha existido
dentro de la divina familia.
En su predicación de la sinagoga de Nazaret, Jesús cumplió Isaías 61.1, 2, al afirmar: "El
Espíritu del Señor está sobre mí" (Lc 4.18), e indicar que la Trinidad estaba actuando en Él
como el Hijo siervo. En la transfiguración, la voz del padre se escuchó de nuevo aprobando
a Jesús el Hijo ante el grupo más íntimo de discípulos (Lc 9.35).
Cristo se regocijó en el Espíritu Santo y en el Padre que había entregado todas las cosas al
Hijo (Lc 10.21, 22). Afirmó que estaba actuando en nombre de Dios y a través del poder del
Espíritu Santo, quien es el "dedo de Dios" (Lc 11.20). Cuando limpió el templo, se
indentificó con la casa de Dios, su Padre (Lc 19.45, 46).
Jesús expresó aun más su autoridad al enviar a sus discípulos, después de la Resurrección
con las palabras: "yo enviaré la promesa de mi Padre" (Lc 24.49). También les dijo que
esperaran hasta que recibieran poder del Espíritu Santo (Hechos 1.5, 8).
Después de la Resurrección, Jesús envió a los discípulos a bautizar "en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt 28.19). El cumplimiento de la profecía de Jesús
como vocero del Padre y el Espíritu Santo (Hch 1.4-8) ocurrió en Pentecostés. Esto
continuó a través de Hechos cuando el Espíritu Santo inspiró a Pedro y a los apóstoles a
predicar un evangelio trinitario del Padre, Hijo y Espíritu Santo (Hch 2.32, 33; 5.29-32;
10.38).
Pablo empleó un lenguaje trinitario en Gálatas, al hablar a menudo del Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo (Gl 3.13, 14; 4.6; 5.5-6, 22-24). En Romanos empleó un modelo de tres
partes para describir el plan de la salvación (Ro 1.18-3.20; 3.21-8.1; 8.2-30). Los demás
libros del Nuevo Testamento contienen enseñanzas trinitarias, excepto Santiago y 3 Juan.

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