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Eujanian

El surgimiento de la crítica

Durante muchos años se consideró a la polémica Mitre-López como el punto de inflexión


de la historiografía argentina; para aquellos que optaban por la profesionalización de la
disciplina Mitre brindaba el modelo por el énfasis puesto en la critica al documento. Por
tanto es de interés determinar el rol de la crítica en la conformación de un campo
profesional en la historiografía argentina hacia fines de siglo XIX.
Para ello el autor analiza la polémica Mitre-Vélez Sarfield (1864) y Mitre-López
(1881/82); las polémicas sirven para instrumento de consagración y disciplina miento
para fijar las reglas del oficio y las practicas que rigen a la historia; se jugaba el recelo
frente a las elites políticas, mientras que la actitud suponía la conciencia por parte de
quien la ejercitaba.
Ubicar el campo de reflexión en la segunda mitad de siglo XIX remite a la ausencia en el
primero de una historiografía propiamente dicha; en la segunda mitad de siglo XIX, la
critica surge con las transformaciones políticas y culturales, primer para dotar al Estado
de una personería jurídica luego de Caseros contribuirá a mejorar el status de la disciplina
tanto social como científicamente; en segundo término, el Estado funcionaba como
soporte de una rearticulación de las relaciones entre intelectuales y poder político en la
esfera de una elite burguesa culta; en tercer lugar, la aparición y consolidación de una
conciencia propiamente historiográfica no era ajena al proceso de constitución de una
literatura como esfera particular de producción cultural, desde Pavón, la vida publica de
la segunda generación romántica y particularmente desde el ’80 con el naturalismo y el
modernismo la literatura se desembarazaba del mandato que había detentado, dejando
abierto el camino para diferenciación respecto de una historiografía cuyo estatuto residía
en asumir aquella función que la literatura comenzaba a dejar de lado.

Mitre y Vélez Sarfield: interpretación en pugna


Presidente y Ministro de Hacienda se entabló en los diarios de Buenos Aires; Mitre
sostenía que el fin de la refutación de Vélez Sarfield pretendía poner en tela de juicio la
interpretación del primero sobre los sucesos revolucionarios, tal como los había
presentado en Historia de Belgrano (2da edición en 1859).
El problema era la interpretación de los hechos sometido a la doxa antes que a una
contraprueba de carácter documental, donde el papel de las provincias en la gesta
revolucionaria y en la definición del sentido de nación. Vélez no se presentaba como
historiador sino como hombre público que legítimamente defendía una interpretación
alternativa de los sucesos, mientras que Mitre se presentaba como el historiador que venia
a dar a la nación un pasado común, reflejado en la conducta y los valores de los héroes
adoptados para tal finalidad.
En el contexto de organización del Estado la pugna entre este y las provincias es llevado
al campo de la polémica; Mitre refutaba cada una de las criticas esgrimidas por Vélez por
medio de un uso riguroso de documentos de archivos y bibliografías privadas, mientras
que para el segundo esta rigurosidad no daba una interpretación verídica del pasado,
debilidad que Mitre sabrá aprovechar para deslegitimar la historia hipotética de Vélez
por una historia real y positiva basada en una amplia base documental sometida a la crítica
historia más rigurosa.

Mitre y López: In anima et factis


Se desarrolló entre 1881/2 y fue considerada muchas veces como el momento fundacional
de la historiográfica argentina del siglo XX, se insertaba en un contexto social, político e
historiográfico diverso del anterior.
Removidos los últimos obstáculos para la definitiva consolidación del Estado nacional y
fijado el rumbo deseado para llegar al proyecto de la burguesía liberal, la historiografía
otorgaba legitimidad jurídica e ideológica: la preexistencia de la nación sobre las
provincias ya había sido establecido y opera ahora como sentido común historiográfico
que quedaba fuera de cualquier disputa. En segundo lugar, ninguno de los contrincantes
ocupa en el momento un lugar preminente en el Estado. En tercer lugar, no era ahora la
prensa el soporte material en la disputa, es ahora el libro y la revista Nueva Revista de
Buenos Aires con casi 1600 páginas de debate con un riguroso registro de archivos,
documentos y referencias la hicieron excluyente para el publico general.
López acusa a Mitre de llevar a la historia a un campo lejano a la filosofía, mientras que
Mitre responderá que era precisamente la filosofía de la historia la que permitía encausar
los hechos con su moral y su estética, mientras que López estaba dispuesto a demostrar
que era precisamente el mal manejo de los documentos o los errores cometidos en la tarea
de interpretación traducción, para este Mitre era un improvisador.
A diferencia de Vélez no ponía López en duda la importancia del documento sino su
correcta interpretación o transcripción. Se abría así el campo de discusión del dominio
critico de los mismos y con ello, a la promoción del estatuto científico de la disciplina
científica de la historia y a su diferenciación respecto con la literatura. Para López estaba
en discusión el método expositivo; el estilo erudito de Mitre, con la profusión de detalles
homologaba la figura del cronista, el notario o el empleado practico. La relación
privilegiada que el investigador entablaba con el documento promovía una imagen del
historiador asociada al trabajo de gabinete y a la idea de un sacrificio laico, pero también
se distanciaba del principio romántico de creación literaria como producto de un momento
de inspiración quedando los iniciados excluidos como legítimos practicantes del oficio.
Si bien la historiografía comenzaba a adquirir ciertos rasgos de especialidad, ambos
concebían aun como participes de un espacio abarcativo y a la vez universal: eran antes
que historiadores, hombres de letras trabados en refriega literaria y regida por los cánones
de urbanidad propios de la dignidad de las letras.
Ambos expresaban cierto consenso respecto al papel que ocupaba el documento. En un
contexto que ponía en tela de juicio la veracidad de los textos la crítica aparecía legitimada
como instancia privilegiada para conferir autoridad tanto a las obras como a sus autores.
En la crítica, ya no estaba solo en juego la valoración de una obra sino a condición de
poner en cuestión la autoridad de quienes la ejercían. La tradición se convertía en una
fuente legitimidad que provenía de la esfera política para derivar luego en la actividad
intelectual.
López tomaba así partida por una postura mas filosófica de la historia, de carácter
moralizante y nostálgicamente ligada a las familias mas tradicionales desplazadas por el
proceso de formación de la argentina liberal y burguesa desde Caseros; Mitre, por su
parte, se basaba en la erudición y el manejo documental para construir una historia desde
el Estado y donde las figuras de Belgrano y San Martin se habían adecuado a establecer
una historicidad moral donde el concepto de nación servía como punto aglutinante.

Critica y poder
En 1892 Mitre y López se reúnen por motivos políticos coincidentes, pero también para
acordar sobre los aspectos centrales de la historia argentina. A pesar de esto, desde el
despunte del siglo XX la historiografía argentina se apresuro a consagrar a Mitre como
vencedor, en base a dos líneas interpretativas; la primera, seguida por Rojas y Carbia se
basaba en el antecedente de Mitre respecto al valor del documento y el status profesional
de la disciplina, la segunda destacaba la capacidad del historiador para conciliar oficio
con acción política y una obra de carácter moderno de historia social.
Ambas corrientes creían oportuno ubicar la aparición de la historiografía argentina en este
debate.

Buchbinder

Vínculos privados, instituciones públicas y reglas profesionales en los orígenes de la


historiografía argentina

Los profesionales de la historia a principios del siglo XX


En las primeras décadas del siglo XX surgió en Argentina una nueva generación de
historiadores a los que se conoce colectivamente bajo el nombre de NEH. Por lo general,
se admite que estos historiadores constituyeron la primera escuela profesional; sus figuras
centrales fueron Ravignani y Levene ya que crearon un aparato institucional consagrado
a la producción e investigación histórica y que configuro el ámbito en el que la practica
de la historia adquirió autonomía con respecto a la política y a otras manifestaciones de
la vida intelectual. El autor se centra fundamentalmente a analizar la formación de estos
espacios institucionales y académicos ya que eran marcadamente diferentes a los del siglo
anterior.
Hasta comienzos de siglo XX la práctica de la historia en el país no devino en el modelo
de profesionalización imperante en Europa donde la disciplina había adquirido ya un
marcado carácter científico, se estableció un método y un modelo de tarea para los
historiadores basado en el uso de documentos originales y donde el uso del archivo
publico fue clave. Este proceso de profesionalización vino de la mano de una nueva forma
de difusión, la revista de divulgación. En el Rio de la Plata durante la segunda mitad del
siglo XIX no se desarrollo un sistema tal y en su lugar se dio una serie de redes privadas
compuesta por intelectuales e historiadores. Durante mucho tiempo convivieron dos
espacios de socialización, uno privado y otro público, pero hasta comienzos de siglo fue
de claro predominio del primero sobre el segundo, mientras que este último espacio se
mantenía en estado de debilidad por la ausencia de un aparato administrativo y estatal
sólido.

Bibliotecas y Archivos privados. Circulación de libros y documentos.


Los historiadores del siglo XIX hicieron hincapié sobre la necesidad estructurar sus obras
en base a documentos legales, caso de Mitre con sus obras Vida de Belgrano y Vida de
San Martin, a pesar de que una pequeña fracción de estos documentos provenían de
repositorios públicos mientras que la mayor parte era de privados miembros de la elite;
esta situación provoco que se montara una red no solo de libros, sino documentos a la que
se sumaron miembros tanto del interior como de países vecinos. Muchos de estos se
habían conocido durante sus exilios antes de Caseros en 1852; se comunicaban sus
descubrimientos de documentos y se ofrecían mutuamente sus servicios para copiar
determinados papeles y ponerlos en circulación (Mitre y Lamas, el primero con la historia
de Artigas, el segundo con la historia de Belgrano), muchos de estos habían sido testigos
y protagonistas de los hechos que trataban, tal como el caso de Mitre con Zapiola y Las
Heras. Uno de los centros de socialización, lugar de encuentro y distribución de libros,
así como copias de documentos originales, tal como la Librería y tertulia de Casavalle,
quien tenía una gran disposición de documentos, libros, biografías, etc.
Las bibliotecas privadas también fueron fundamentales para estos historiadores, a la
muerte del dueño se cedían o heredaban, hasta que en algunos casos pasaron a ser
patrimonio público.

Instituciones Públicas
Hasta comenzado el siglo XX estos círculos privados siempre fueron mas fuertes que los
intentos por consolidar instituciones orgánicas de las cuales pudieran desarrollarse la
investigación histórica y se difundieron normas comunes de trabajo. Lo particular es que
fueron estos historiadores quienes incentivaron la formación de instituciones públicas en
el ámbito del Estado donde se pueda desarrollar la práctica de la historia, pero en líneas
generales fracasaron. Mitre impulsó la formación del Instituto Histórico y Geográfico con
el objetivo de reunir documentos históricos dispersos, aglutinar a la comunidad intelectual
y editar una revista mensual, generalizar los principios de asociación y ponerlo a servicio
del trabajo científico y literario; también se presentaría como espacio neutral de la agitada
vida política y publica, debía formar, según Estatuto, un archivo, una biblioteca, una
colección de mapas y un museo de antigüedades. Intento similar se dio en Paraná con el
intento de formación del Instituto Histórico de la Confederación que intento editar una
revista dedicada a la historia, la legislación, la literatura y economía política; también se
proponía formar un circulo literario de Historia Argentina.

La Biblioteca Pública de la Provincia y la Biblioteca Nacional


Algunos años mas tarde, entre 1871 y 1879 Quesada ocupo la dirección de la Biblioteca
Pública de la Provincia. Entre 1873/74 realizo un viaje por Europa aprovechando para
visitar las bibliotecas, para lo que pensó a la Bilbioteca Provincial como autentico
repositorio de libros y archivo de alcance nacional, donde el acceso debía ser restringido
y no prestar libros. Durante su gestión se reorganizo el material y se gestaron intercambios
con otras bibliotecas del mundo; no obstante la indiferencia del Estado y la falta de
recursos hizo que los proyectos no se realicen hasta pasados unos años; en 1879 Trelles
remplaza a Quesada, poseía una gran biblioteca privada, se propuso ordenar la sección de
manuscritos y ese mismo año publico una revista de la biblioteca pero no logro avanzar
en el proceso de catalogación y reorganización de la Biblioteca. Finalmente, en 1885 llega
Paul Groussac y para fines de la década sostenía que la biblioteca era de tercer orden en
comparación con las de EEUU, Europa y la región de Latinoamérica; en 1901 presentó
el primer catalogo de los existentes en la biblioteca.

El Archivo Público Provincial y el Archivo General de la Nación


El Archivo Publico se creo en agosto de 1821, pero permaneció en completa
desorganización hasta finales del siglo XIX. Durante el gobierno de Rosas estuvo bajo
control de Pedro de Angelis y disponía estadísticas del antiguo virreinato. En 1852
Mariano Vega fue nombrado archivero, reorganizo el material existente y editó una
revista para publicar documentación del archivo, apareció entre 1869 y 1872. En 1875,
Trelles fue reemplazado por Carlos Spano, que debió efectuar la reorganización definitiva
para su nacionalización en 1884, junto con la Biblioteca Publica por medio de la gestión
de Roca y la Comisión específicamente creada para darle fuerza de ley, pero también
bregó por la adopción de un plan de reforma de archivo y clasificación metódica de los
documentos; Spano se retiro en 1894 para ser sustituido por Pardo, primer director que
había realizado toda su carrera en el Archivo.

Los historiadores, el Estado y los problemas de los limites


La mayor parte de los historiadores de la segunda mitad de siglo XIX eran conscientes
del carácter amateur de sus tareas y de las necesidades de contar con apoyo público para
que su actividad adquiriste un nuevo status.
El caso de los problemas limítrofes se convirtió en un campo especial donde se
establecieron vínculos entre los historiadores y el poder político de turno para mitigar los
limites entre los respectivos estados nacientes; el Estado apelo a estos para que indaguen
en los archivos para legitimar sus derechos en territorios en litigio; la lógica de esta
relación Estado-historiador-historia es meramente auxiliar al servicio del Estado; así se
desarrollaron misiones a el archivo de Indas para determinar los derechos de la Patagonia
(1878).

La critica documental y la profesionalización del Historiador


Junto al problema del desarrollo institucional consagrada a la producción y difusión del
conocimiento histórico, la introducción de los métodos de tratamiento de documentos
cumplió un papel esencial en la profesionalización del historiador. Estos métodos
destinados a verificar la autenticidad de los documentos habían aparecido en el Rio de la
Plata a mediados de siglo XIX; todavía no se aplicaba una perspectiva critica del análisis
documental, sino una reproducción pasiva. Entre los años ’50 y ’60 se nota la
preocupación por formar espacios públicos para la labor histórica, pero se topaba con la
debilidad del Estado para imponerla, pero también por la misma red privada de
documentos.
Según Carbia será Groussac quien introduzca los métodos de análisis documental a la
Argentina. El papel desempeñado por Groussac en el esfuerzo por definir un espacio
propio y especifico para los historiadores y en el proceso de surgimiento de una escuela
profesional de la historia fue fundamental tanto en su función como director de la
Biblioteca Nacional, como en la revista que edito desde la Institución; desde esta se
desarrolló la polémica con Piñero y contribuyo a delimitar un espacio especifico para la
practica de la actividades intelectuales; Groussac criticó su obra sobre Moreno
sosteniendo que no cumplía con los requisitos mínimos para la compilación de
documentos originales: no se efectuaban aclaraciones, ni se introducían notas
explicativas, pero en el mismo articulo Groussac definía las reglas para el oficio del
historiador, la metodología critica y la heurística, pero también proponía delimitar un
campo especifico del historiador diferenciando a este del militar, el jurista y el profesional
liberal. A comienzo de siglo XX Groussac reclamó la reconstrucción de una historia
argentina en base a una rigurosa selección de materiales verídicos y la búsqueda de
nuevos documentos.
Por medio de las publicaciones de la revista La Biblioteca y Anales pasaron cuestiones
que expresaban una opinión académica seria y técnica, difundiendo al mismo tiempo la
idea de que existía una sabiduría profesional específica necesaria de respetar. También
introdujo un nuevo estilo, critico y agresivo diferente a la tradición liberal-romántica;
reclamo a la comunidad de historiadores que cedan sus archivos privados a los públicos
ya que sin este paso era imposible construir una historia verdaderamente científica.

Paul Groussac y la historia crítica


La historia y los historiadores
En 1925 Carbia daba cuenta del nacimiento de la tradición historiográfica y posterior
consolidación de una “nueva escuela histórica”, como culminación de un proceso
ascendente que encontraba en Groussac uno de los antecedentes más notorios. Halperin
crítica esta postura y entiende que este fue mas un espectador que un actor en la crisis
historiográfica que se da entre 1880-1910.
Ambas posturas marginan el paso de Groussac en el proceso de constitución de la
disciplina profesional desde la dirección de la Biblioteca Nacional y fundamentalmente
en lo que hace a la estabilización de normas y reglas que regulen la practica y en la
construcción de una imagen del historiador contrapuesta a la del amateur. Su figura
también se considera en la relación con sus pares de época, quien lo vieron como un
historiador erudito y la importancia que asignó a la historiografía en revistas como en la
dirección de la Biblioteca Nacional, esto era así por su fe en que la poesía estaba presta a
desaparecer para dar lugar a formas bellas, entre ellas la historia, ya que podía conciliar
arte por medio de la forma y el estilo, y la ciencia, por medio de la aplicación del método
experimental para análisis de documentos. Su esquema de jerarquías ubica a la historia
en el segundo lugar, por detrás de las ciencias naturales y antes que las ciencias políticas,
la literatura y la teología.
Su marginación se puede deber a varios factores: su marginalidad -por ser extranjero- y
su omnipresencia -al autodefinirse como la voz autorizada en una nación culturalmente
atrasada-, pero también por que los artífices de la profesionalización a comienzo de siglo
XX buscaron referentes europeos en la legitimación metodológica para evitar la
tradicional traslación de la disciplina al campo de la literatura. Hacia el cierre del siglo
XIX las transformaciones políticas y culturales contribuyeron a disolver la tensión entre
política e historia, para que se diferencien con mayor facilidad; así las ciencias sociales
se presentan a fin de siglo como herramienta para intervenir por medio del saber científico
para dar soluciones desde la crisis de 1890: este marco dio la pretendida autonomía del
intelectual y donde la revista se ofrece como escenario propicio para la difusión del
ideario reformista, mientras que la crítica histórica funcionara como dispositivo de
disciplina miento de la practica tendiente a sentar las bases de la profesionalización.
Las armas de la critica
Su forma de criticar y velar por su entendimiento de status de la disciplina se ve con
claridad entre 1896-1898 con Piñero sobre el Plan de Operaciones; en el primer artículo
alude al campo del debate al problema de la legitimidad del historiador, propiciando la
profesionalización en un contexto caracterizado por la ausencia de canales académicos
que la garanticen: critica al autor del Plan de falta de noción en critica documental,
inexperiencia literaria y un errado concepto de historia. Se posiciona desde un plano
intelectual pero también moral superior al de cualquier intelectual, así critica al Plan
como falso tanto por estilo, leguaje lo que lo convierte en defensor de la nación y su
memoria histórica tachándolo sencillamente apócrifo y pernicioso. La segunda operación
que realiza consiste en colocar la historia, la filosofía y la literatura en el rango de
especialidades y en tanto no debían ser invadidos por aficionados sino ser preservado para
los profesionales de la materia: fija los limites de incumbencia en el interior y exterior del
campo de aquellos intelectuales dedicados al estudio de lo social.
En el segundo articulo destaca la profesión de Piñero (abogado) como falencia
fundamental ya que se halla en las antípodas del historiador: el segundo busca la verdad
absoluta, mientras que abogado solo busca una sentencia positiva sin buscar la veracidad
de los argumentos. Groussac acepta postulados de la ciencia natural como metáforas, tales
como el organicismo, pero se lo puede encuadrar como racionalista y anti mecanicista
donde se concilia el espiritu romántico y el racionalismo positivista; sin embargo, el rigor
del método experimental aplicado convertirá a la historia en una práctica especializada y
difícil como las ciencias naturales. Así abre paso a una tercera operación diferenciando la
profesión de abogado y la de historiador en el terreno de las practicas para homologar a
la historia instalando el debate en torno al principio de autoridad.

II
En el segundo articulo critica el régimen de citas que Piñero emplea: son todas de segunda
o tercera mano, hecho que demuestra en domesticidad mental. El método científico
entendido como critica de fuentes esta ausente en la obra de Mitre y la historiografía
argentina a fines de siglo XIX, a pesar de que este usa el documento como arma contra
López, entiende que hay ausencia total de critica externa o psicológica.
Sin embargo, no es Mitre sino sus discípulos e imitar odres quienes confirieron a esos
textos una autoridad soberana y canónica.
III
El tercer campo de debate se abre con el fin de la revista La Biblioteca, anunciando en el
mes de abril de 1898. Las impugnaciones que desde el Estado se hacían sobre la critica
de Groussac son de orden ético, diplomático y económico: la critica ha llegado a la injuria
y la tensión con Chile; la censura fue tomada como una violación arbitraria del liberalismo
reinante la labor profesional que el desarrollaba.

Método, objetividad, y estilo en el proceso de institucionalización, 1910-1920


Desde la segunda década del siglo se forma un grupo que se autodefine como una nueva
escuela histórica y que propiciaba la aparición del profesional de la historia. La
formulación de Halperin en cuanto a Ravignani, Carbia, Molinari y Levener es que
habrían sido los creadores de la historiografía profesional en el país (Devoto) y en ligar
esta profesionalización con la apuración de un marco institucional vinculado al aparato
universitario.
Los historiadores de la NEH fueron quienes conformaron los nuevos espacios
institucionales e impulsaron una imagen de historia profesional en conflicto con otras
alternativas de la época, también trazaran una delgada línea en el manejo del método, la
objetividad y el estilo de escritura acorde al status profesional de la disciplina.

Las condiciones de debate


La obra de Carbia Historia de la historiografía argentina de 1925 establece como se había
desarrollado el proceso de profesionalización, en la relación de este con el documento
como la piedra fundamental del carácter científico de la reconstrucción del pasado; esto
venia a separara la literatura y otras disciplinas de la historiografía profesional. Su idea
del proceso de conformación era de carácter ascendente y que culminaba con esta
generación que dará instituciones y espacio de formación a los cuadros universitarios y
de los archivos públicos. Así la obra de Carbia es de carácter auto consagratorio para la
joven generación: reconocía en Groussac al más firme antecedente en su labor de
recolección de fuentes, publicaciones de documentos y fijación de criterios para la crítica
documental; esta generación comenzara a remplazar a los jefes de catedra sin embargo
desde 1919.
Los jóvenes historiadores entablaron también polémica con Groussac ya que la negación
de su autoridad se convirtió en una condición indispensable para el encumbramiento de
los jóvenes historiadores y que les dará el lugar para modificar radicalmente la estructura
y las reglas dominantes en la historiografía a comienzo de siglo.

La conquista de la critica
El enfrentamiento con Groussac arranca en 1914 cuando se establece la discusión
respecto a los aspectos metodológicos que la nueva generación proponía para la
profesionalización de la disciplina; Carbia deslegitima a su adversario en tres direcciones:
su estilo de escritura y la utilización de un léxico anticuado; en segundo lugar, cuestionaba
la complicación de documentos que el director venia realizando por no ajustarse al plan
de corpus orgánico. En tercer lugar, lo descalificaba como critico historiográfico en la
misma clave de enfrentamiento generacional que había anticipado Groussac. Este
sostenía que la metodología era inútil por obvia, ya que, primero desde Heródoto la
historia se hacia con documentos, en segundo lugar, porque la heurística no debía entrar
en la metodología ya que podía ser realizada por trabajos subalternos, y en tercer lugar,
señalaba que la historia no podía hacerse sin haber agotado previamente todos los
documentos ya que el saber histórico era aproximativo, lo que le llevó a sostener que la
historia no es una ciencia, sino un conocimiento científico basado en datos positivos, por
lo tanto si se abolía la subjetividad del autor se cometía abolir la faz literaria de la
producción.
Establecida la controversia entre la nueva generación y la historiografía decimonónica, la
mediación entre sociedad y especialistas se fue agrandando considerablemente formando
espacios cerrados; consolidados con el proceso de institucionalización, tendió a limitar el
campo de la polémica en la medida que los paradigmas historiográficos se fueron
asentando el método, la objetividad y el estilo.

El estilo y la limitación de un espacio


El sentido tanto institucional como metodológico se hallaba en Alemania. Allí
encontraban un modelo que a comienzo de siglo un modelo ineludible y prestigioso,
donde el profesor era prestigioso y bien remunerado; en el segundo sentido, el
metodológico, aportaba un modelo de técnicas de investigación riguroso aplicable al
documento y por los principios de Langlois y Seignobos. La preminencia del documento,
su critica interna y externa de la cual la nueva generación hiso un culto, esta expuesta
como un programa de instrucción tomado al pie de la letra.
La diferenciación, según estos preceptos, de arte y de historiografía científica se da por
dos operaciones: primero, abolir la interpretación ya que ponía en duda la “verdad”
inherente al hecho histórico, y por la otra, se pretendía divorciar definitivamente a la
historia de la literatura (fundamentalmente en lo referente al estilo). En esta segunda
dirección fue donde los jóvenes historiadores dirigieron la critica a Groussac, ya que era
difícil correrlo por el aspecto documental: el estilo no solo posibilita un modo mas
acertado o borroso de representar el pasado, sino que también transparentaba una moral
del historiadora y un ideal de objetividad que se asocio como atributo de profesionalidad.
Se puede concluir que los historiadores de la NEH vieron en la monopolización de la
crítica y el disciplinamiento de su practica un imperativo moral para el ejercicio de la
profesión, lo que impuso una critica cortes si no benevolente hacia los miembros de la
corporación; en tanto al campo literario.

La consolidación de un modelo profesional


El proceso de profesionalización de la historiografía argentina que generalmente se
definía con los escritores de la época del Centenario debe ser revisado: sus agentes ,a
diferencia del resto del campo literario, privilegiaron en la etapa de institucionalización
el vinculo con el Estado antes que con el mercado, así su preocupación principal giraba
en torno a expulsar elementos extraños, tal como Groussac y que puede interpretarse
como un intento de los historiadores profesionales por desembarazarse de los resabios
literarios.

Escudero
Profesionalización e institucionalización de la historia
La generación de jóvenes historiadores que lleva adelante el proceso puso su interés y
énfasis en la discusión en torno al método histórico, cuestión central que no solo dirima
la identidad de la disciplina, sino también el alcance y la anhelada objetividad y
cientificidad. La NEH proponía: disciplina de trabajo, cumplimiento del método, ejercicio
riguroso de la critica documental, considerar la historiografía como practica erudita.
Estas bases se articularon en base a un entramado institucional para definir y situar
también a los miembros de la NEH: varias instituciones de larga data fueron modernizada
por sus criterios metodológicos, entre ellos, el Archivo General de la Nación, el Archivo
de la Provincia de Bs As, el Museo Mitre, la Biblioteca Nacional, entre otros.
La influencia más tangibles en el grupo es el historicismo de Croce, las propuestas de
Berr, Spengler, y los utillajes metodológicos del positivismo y accedió a posiciones de
las universidades nacionales, logrando difusión de sus actividades por medio de
publicaciones, especialmente documentales, que operaron como base de nuevos trabajos
y lecturas del periodo colonial.
Al no pertenecer a las grandes familias, rechazaron la historiografía decimonónica por ser
de carácter “familiar” y facciosa, así presentaron la alternativa método, estilo y
objetividad como puntales de la labor del historiador.

Teran
Positivismo y Nación en la Argentina

El positivismo desempeñó un papel hegemónico, tanto para plantear una interpretación


verosímil de estas realidades, como por su capacidad para articularse con instituciones
que tramaron un sólido tejido de prácticas sociales para la consolidación del Estado
nación. En esta dirección coincide temporalmente con el propio desarrollo de formación
de la estructura política y administrativa. También su auge es considerablemente corto,
entre 1880 y 1910, ya que en el seno de la sociedad del momento aparecían otras
corrientes tales como el vitalismo, el decadentismo y el propio arielismo.
El ensayo positivista tuvo una doble capacidad, explicar, por una parte los efectos no
deseados del proceso de modernización y por otra hacerse cargo reflexivamente del
problema de construir una nación; ante estas problemáticas el positivismo se presentaba
como herramienta de diagrama para integrara a la modernidad a aquellos sectores que se
consideraban asimilables. También la corriente reconoció problemáticas particulares de
la sociedad y el medio propio del continente (males latinoamericanos) dentro de las que
el autor destaca la fascinación por ver desde el darwinismo los factores raciales que
componían la sociedad latinoamericana.
Trasladar la retícula teórica hacia la practica de construir la nación era tarea del
positivismo, la estática del orden y la dinámica del progreso, propuestos comteanos,
implicaba para la región la legitimación de un Estado fuerte, centralizado, que condujo
muchas veces, caso del mexicano Sierra, a criticar duramente al propio liberalismo,
inclinado por posturas más próximas al cesarismo, tal como fue el Porfiriato como
solución a las naciones.
Cuando el evolucionismo de Spencer se convirtiera en la oferta mas recurrida, no serán
los intelectuales que hallarán en los temas de darwinismo social nuevos estímulos para
interpretar la realidad que el mundo de la modernización había creado: el positivismo vio
la sociedad latinoamericana desfasada y con una serie de desafíos en torno a la relación
Estado-masas, lo que deviene en un replanteamiento de la cuestión de la nación.

2. En el área del ensayo argentino se centra en la obra de José María Ramos Mejía,
Ingenieros, Álvarez, Bunge; el autor parte por ver que tan próximo o distante se
encuentran de Comte y Spencer y si está presente sus creencias filosóficas con el abordaje
de las problemáticas nacionales.
La experiencia del ’80 se abre para el arco político e intelectual con un optimismo
inmenso. Entusiasmo sobredimensionado al que se le oponía ya Goyena en 1888, quien
reconocía el contraste entre progreso material y disolución de las viejas virtudes
republicanas y que estallarán en la revolución de 1890: la corrupción, la especulación y
el crac financiero serán leídos con lentes moralistas y venía a desnudar la crisis de
legitimidad de la elite gobernante. En este contexto el positivismo apunto a recortar una
zona donde creyó detectar una clave de la historia nacional: el fenómeno de la multitud,
con su consecuente derivación en el fenómeno migratorio y donde la figura del inmigrante
era imposible soslayar, mientras que el problema de la nacionalización de esas masas y
la “cuestión social” que circulaba en torno a la propuesta socialista y anarquista.

3. José María Ramos Mejía inaugura el análisis de la problemática nacional. Organiza


desde lo medico una interpretación de la realidad nacional donde esta es concebida como
organismo y donde la crisis es la enfermedad. La escuela será entonces uno de los
espacios para que el positivismo proponga una respuesta, puesto que las elites
gobernantes debían lidiar con la problemática de como asimilar a los inmigrantes a un
régimen de salario que desmentía muchas veces las expectativas de dichas masas: el
latifundismo generaba un gran mercado de mano de obra libre. El positivismo argentino
actuó entendiendo que se debe controlar a esa multitud, así el movimiento se vuelve
medicamento y penetra en las disciplinas jurídicas. La obra de Mejías es entonces
atravesada por la problemática de la gobernabilidad en una sociedad atravesada por la
presencia de multitudes que han llegad a la historia para ya no abandonarla, asiste a la
crisis del liberalismo clásico, donde la acción racional del individuo es ahora reemplazada
por las masas irracionales, hemos ingresado sin retorno a la era de la muchedumbre de la
cual ya no se puede volver y se debe, por tanto, intentar analizar objetivamente para saber
gobernarlas y así evitar, tal como había pasado durante el rosismo, que se gesten procesos
políticos despóticos, irracionales, con la diferencia que la masa que el positivismo analiza
no es la plebe rural, sino la masa urbana de fin de siglo, con caracteres aluviales. El asunto
también pasaba, como reconocía Joaquín V. Gonzáles, por el legado de la “república
posible” y el asunto del voto universal, ya que el esquema de la republica conservadora
no garantizaba la plena participación política (según Germani el 70% de los varones
estaban excluidos en Bs As para 1895). Mejía veía que el aporte aluvial era necesario,
pero que también se lo debía formar y desarrollar en clave evolutiva hacia la argentinidad
y fundamentalmente en la generación nacida de estos llegados donde el Estado debía
dirigirse para consumar el proceso de argentinización, donde era vital la intervención de
la trasmisión genética de los caracteres biológicos adquiridos y del beneficio de la mezcla
de razas, punto el cual el autor mas se distancia del darwinismo social más doctrinario.
El problema reside entonces para detectar los métodos adecuados para que estos estímulos
éticos penetren en el animo de las multitudes argentinas. Una vez logrado el paso final,
de la multitud pasional a la multitud política, se sustituirá orgánicamente las agrupaciones
artificiales y personlaistas; si esto no es logrado la multitud política puede devenir en
multitud socialista.

4. Agustín Álvarez (1857-1914) se propondrá desentrañar los problemas y males


argentinos para obtener de veras un a nación laica y moderna; su estilo no responde al
positivismo doctrinario, pero sus escritos coquetean con el darwinismo y el cientificismo
evolucionista y de acendradas convicciones liberales. En South América denuncia las
deformidades que caracterizan al país, una serie de lastres que dificultan la constitución
de una ciudadanía cabal, entre ellos la virilidad y la ilustración como herramientas de
control sobre el otro.
La inorganicidad del poder es lo que define para él la política criolla configuran un
problema para la entera nacionalidad, dado que la ruptura independentista arrasó con la
tradición colonial sin ofrecer otra alternativa a la que acudir. De confesa postura
anticatólica, proponía abandonar la superstición y las costumbres hispánicas por un
ambiente étnico donde la fe en el trabajo y la verdad revelarían las soluciones.
Escandinavos y anglosajones eran los modelos sociales y políticos a imitar, tanto por la
libertad del individuo como por la moralización de sus costumbres (contra las propuestas
destructivas del comunismo, el socialismo, el anarquismo y el radicalismo); adhería a la
noción que entre los sectores gobernantes había alcanzado el diseño del proceso por
etapas alberdiano que velaba primero por las libertades económicas y luego por las
políticas.
Situación de Latino América era comparada no en relación con las grandes potencias,
sino con el Japón y especialmente Australia donde la colonización angla a experimentado
grandes trasformaciones. El cientificismo se combina con un gran sentido moral público,
la emancipación de la independencia fue entonces un hecho de carácter político mientas
que los aspectos culturales y conductuales se mantienen (anti hispanismo) y para ello era
necesario desarrollar instrucción publica y promover la nacionalización pedagógica.

5. Estas letras serán tematizadas por Bunge desde parámetros ideológicos que lo colocan
como un caso extremo del biologismo positivista argentino y sus correspondientes
traducciones racistas; buscara la causa de los males argentinos y latinoamericanos en una
sociología psicobiología que se le ocurre fundamentalmente científica. La positividad de
la ciencia y el carácter paradigmático de la biología son elementos necesarios y suficientes
para explicar el creciente y definitivo desprestigio de la idea filosófica. En Nuestra
América Bunge aborda expresamente estas dificultades para la modernización del
continente, mantiene una concepción organicista de la sociedad. La organización social y
política de un pueblo remite según Bunge a su piscología y donde los modelos son
patologizados. La mirada decadentista de la sociedad latinoamericana finisecular, que al
final de la obra son caracterizadas por un trípode: pereza-tristeza-arrogancia en el que se
sostiene ominoso fracaso de la política criolla. La génesis de la arrogancia española se
encuentra en la geografía de la península hispánica, aún cuando los temas raciales ocupen
en la economía de la obra un lugar central; la decadencia colectiva del espiritu español no
basta para explicar la decadencia de la región.
Sobre este suelo teórico Bunge construye al fin las razones de contraste entre la región y
los EEUU, en donde la modernidad se ha nacionalizado exitosamente; un factor fue el
control racial que los colonos ejercieron sobre la reproducción, evitando el cruzamiento
de razas; otro aspecto radica en la disparidad de política económica de las respectivas
metrópolis, mientras Inglaterra sostuvo el librecambio, España opto por el monopolio, así
articulaba su biologismo positivista con la confianza en el libre mercado y así explicar
los procesos políticos, donde las colonias del norte habían tenido una vida política y cívica
más temprana y flexible; finalmente considera al protestantismo y el utilitarismo inglés
como promotores del libre examen, mientras que el catolicismo dogmático reprimió al
individuo y la producción.
Alcanzar un porvenir promisorio dependía de enterrar la política criolla motorizada por
los caudillos hispanoamericanos, más preocupados por sostener sus propias aspiraciones
de poder faccioso que por contribuir al efecto del progreso de la historia; para ello también
se desapega de los postulados de la revolución francesa y el jacobinismo, incita a provocar
la transformación por la vía racional mas que revolucionaria, para ello recurre a la cultura
general evolutiva, inculcando la obediencia y la disciplina en la conducta levantisca de la
juventud argentina; adhería al proyecto institucionalizante mediante el cual el positivismo
estructuro además una respuesta solidada de la nacionalización y ciudadanización de las
masa de una sociedad aluvional. El disciplina miento escolar y jurídico le sumará en
último texto una pedagogía mas alberdiana fundada en la ética del productivismo
civilicemos por el trabajo, a Bunge igual que Mejía le entusiasma la masa migrante
extranjera ya que se formaran en casta y lograra argentinizarse.

6. Corresponderá a un hijo de italianos configurar el desarrollo positivista dentro del


campo cultural argentino. Ingenieros nació en Palermo, pero su formación intelectual se
dará en el Colegio Nacional de Buenos Aires; su padre se había vinculado con los
socialistas de la Primera Internacional.
Se entrelazó con la critica moralista de la crisis de 1890 a la que se sumo el enfoque
literario y teórico del positivismo evolucionista y darwiniano y que desplazan
gradualmente la formación de corte anarquizante que había adquirido en su hogar en favor
de una suerte de síntesis con el marxismo economicista producirá una síntesis lineal de la
cual el bioeconomicismo será un de los precipitados sustancialmente.
La terapéutica que propone ramifica en una serie de estrategias destinadas a atacar la
enfermedad social según las características especificas que adopte de acuerdo con los
diversos sujetos sociales que la padezcan. Las leyes y la legislación deberán mitigar
aquellos lugares donde se reconozcan las falencias.
En el caso de Ingenieros la traslación masiva del darwinismo social hacia el análisis social
resulta bloqueada por la importancia del factor económico en la evolución histórica y a la
definición del hombre como animal productor. Entre 1900 y 1911 la investigación
psiquiátrica y criminológica serán fundamentales en el estudio de factores que degeneran
el organismo social y simbolizan la crisis y perturbación del orden anhelado y donde las
cuestiones sociales demandaran la emergencia de las ciencias sociales como saberes
normativos que permitan integrar el disenso y segregar los estratos patologizados.
Argentina debe encarnar con liderazgo el proceso de modernización pero también como
potencia antimperialista que se asoma también en la obra de Bunge opuesta a las
pretensiones expansionista de EEUU. Este programa es llevado adelante por el sector
dinámico de la sociedad, la elite ilustrada que garantizan la evolución social, pero también
capaz de transformar estructura existentes tales como al tenencia de tierras para lograr la
nacionalización efectiva de la masa migratoria; como final de este movimiento discursivo
se destaca una jerarquización moral y tripartita de los actores sociales dentro de la cual,
la cúspide es ocupada por las minorías idealistas y sapientes motorizadas por el cambio;
luego las multitudes productivas que encarnan bastiones de orden y finalmente las
minorías patologizadas dentro de las que desataca el anarquismo.

Pagano-Rodríguez
Las polémicas historiográficas en el marco de la profesionalización y consolidación de
la disciplina histórica

El sentido común entre los historiadores sitúa los inicios y la constitución de un campo
historiográfico especifico a comienzo del siglo XX; este proceso se vincula con la labor
desarrollada por la Nueva Escuela Histórica Argentina, ya que fue el artífice de la
historiografía profesional, pero, sin embargo, tuvo alcances limitados y peculiaridades.
El articulo se fija en el periodo que va desde 1914 a 1920, que se puede definir como
periodo de búsqueda de afianzamiento disciplinario e institucional: desde 1920 la
dinámica corporativa se asienta y los jóvenes historiadores ocuparan ahora notables
funciones en el campo profesional. Para logara dichos objetivos se intenta entronizar a la
disciplina a la altura de aquellas que ya lo han logrado, la dotan de carácter científico y
un método.
En ambos casos el elemento central es la posesión de las reglas del oficio, cuya
importancia es fijar las formas “validas” de hacer historia; punto neurálgico de estos
historiadores ya que no solo tiene implicancias heurísticas relacionadas con la con la
conformación del corpus documental, sino que también extiende su influencia a la fase
hermenéutica de la investigación marcando de manera decisiva la interpretación del
pasado.
Estos dos pilares se analizan por medio de la obra de Groussac, Carbia, Levene, Molinari
y Levillier. La primera polémica se produce entre Groussac y los jóvenes Carbia y
Molinari.

La crítica a Paul Groussac: el parricidio intelectual


Carbia y Molinari desarrollan esta critica en la segunda década del siglo XX, Carbia lo
ataca luego que Groussac se asuma como “la autoridad” en materia de critica histórica.
Su objetivo era dos, por un lado, desterrar la imagen de Groussac como soberano de la
crítica histórica poniendo en duda su capacidad como historiador y su manejo del método
y del juicio histórico; la critica entonces vino dada por la posesión del método, elemento
diferenciador entre historiadores aficionados y profesionales. En esta dirección, Carbia
criticaba también el estilo de Groussac, demasiados adjetivos, la elegancia y la brillantez
retórica obstaculizaban el logro de la objetividad histórica. La segunda polémica tiene
como protagonista a Molinari, con motivo de la crítica lexicográfica que había recibido
del viejo maestro; Molinari utilizo el tono controversial para negarle, tal como había
hecho Carbia, todo mérito como historiador y como autoridad en la materia.
Los dos debates apuntan a quitar a Groussac del pedestal historiográfico mediante la
descalificación de aquellos puntos que, considerados como pilares, eran obviados por
este: la crítica documental, la aplicación del método y el juicio analítico, elementos
interrelacionados y vitales para la investigación histórica. Estos elementos a su ves sirven
para fundar una posición que garantiza la cientificidad de los estudios y por ende legitima
a quienes los realizan. En otro texto de Molinari la impugnación se extiende hasta Mitre
y fundamentalmente a López, además de Groussac, que tenía como finalidad establecer
una idea de vacío donde dichos historiógrafos eran remplazados por los nuevos
historiadores.

Las polémicas al interior del grupo de “Nuevos Historiadores”


La nueva corriente historiográfica se pretende presentar como una creación ex nihilo,
reinaba sobre el vacío existente y así afirmaba su absoluta modernidad en sintonía con las
modas europeas contemporáneas.
Pero pronto aparecieron las impugnaciones entre pares y que reflejaban la pugna por
establecer la hegemonía al interior del nuevo campo historiográfico; el espiritu polemista
fue abierto y público; en otras explicito pero unilateral y en otras larvado.
Si la polémica partió por los aspectos metodológicos, terminaron comprometiendo
aspectos sustantivos de la interpretación. Para explica estas polémicas las autoras recurren
a dos elementos, el primero esta dado por la centralidad de la disciplina histórica y la
emergencia de un campo historiográfico con sus correspondientes ámbitos
institucionales.
Iniciada la segunda década del siglo existió cierto consenso en torno al periodo que se
privilegiaría, así el esfuerzo de recopilar documentos, fuentes y demás apuntaban a la
época colonial y en particular a la época virreinal, dada por la privilegiada posición en las
relaciones Europa-América. Se vieron publicaciones ya desde 1914 de esta problemática
(Ravignani, Levene, Molinari, etc.) mientras el Archivo General de la Nación procedía a
recopilar un abultado volumen de documentos referentes a la guerra de independencia y
la emancipación de Argentina. La temática temporal no se combinó con una convergencia
institucional sino todo lo contrario, mientras que los profesionales se desenvolvían en un
mundo documentario imperfectamente organizado. Se abre en ese momento un gran
debate en torno al criterio y la finalidad que se debía seguir para la organización del
Archivo General de la Nación. Un tenor similar se observa en los cruces que sostuvieron
Levellier y Carbia, en su contrarréplica refería a la publicación de la revista de la Facultad
de Derecho (UBA); la publicación de Levellier fue objeto de juicios por parte de Carbia
sobre la falta de rigor metodológico en los tratadistas que allí publicaban (falta de critica
externa y apoyo de otras disciplinas depurativas que se extienden al documento, errores
de sub periodización que le permitiese exponer una visión de conjunto) pero siempre se
preocupa por salvar a la institución.
Carbia proponía así un criterio metodológico aplicando el criterio de vestigio y tradición
que estaba en la base de la clasificación documentaria, pero en ella la comprensión del
periodo histórico a la que se accede según un criterio adecuado y una metodología propia.
Los vestigios deben ser sometidos a una selección que los torne “elementos sintomáticos”
del proceso a revelar; el ordenamiento es consustancial con el valor que los documentos
elegidos dentro del procesos a historiar.
Molinari pone el acento en tartar de establecer la autenticidad y determinación de los
caracteres externos de las fuentes, es decir, la crítica externa. Entonces selección y critica
son dos operaciones fundamentales del proceso de edición que atañe a la otra instancia
fundamental, la interpretación, punto al cual se ha desatendido en la reflexión
historiográfica. Esta concepción intentaría un análisis de la estructura y la coyuntura,
ambas convergentes en la consideración de instancias individuales: buscaba articular
aspectos dinámicos y flexibles de un proceso, le posibilita abrir líneas interpretativas
novedosas concebidas en abiertas discrepancias a la entendida por Levene.
Esto permite ver una corporación con vinculaciones internas y externas bastante menos
armónica de los que algunos estarían dispuestos a admitir.

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