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Terzaghi
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Trabajo publicado en: Estudios sobre psicosis y retardo mental, Asociación Mexicana de Estudios sobre
Psicosis y Retardo mental. Grupo Teseo. Volumen 5. Revista Anual.Mexico. 2000.
María A. Terzaghi
REPASO HISTORICO
“Desde la antigüedad se buscó el asiento cerebral de las cuestiones de la
mente, como lo evidencia la obra de Galeno (siglo II A.D), donde la idea de la
circulación de fluidos en las cavidades cerebrales aportaba una de las primeras teorías
sobre el funcionamiento cerebral.
Luego se pensó en la localización de funciones superiores, en términos de
distancias absolutas entre marcas en el cráneo y el cerebro, no creyéndose que
hubiera divisiones más pequeñas que los principales lóbulos que permanecerían
constantes de un individuo a otro y podrían localizar funciones psicológicas (teoría
frenológica)”.(Poli
Con la investigación realizada por P. Brocca de la localización de la facultad del
lenguaje en el pie de la tercera circunvolución frontal, en material de autopsia de un
paciente afásico y el posterior aporte de C. Wernicke sobre el conocimiento de áreas
de asociación comprometidas en el lenguaje, se inicia el desarrollo de las teorías
conexionistas y el reconocimiento de áreas con posibilidades funcionales específicas.
La construcción del mapa cerebral por Brodman, sobre el cerebro de adulto, ha
tenido vigencia hasta nuestros días.
Otro modelo de funcionamiento cerebral concibió niveles de complejidad
jerárquica creciente más que la suma de componentes simples.
J. H. Jackson, uno de los fundadores de la neurología clínica, pensaba que la
actividad neural respondía a la superposición de funciones cada vez más complejas,
sobre capacidades básicas.
Bajo la influencia de la teoría de Gestalt, surgieron los modelos que podríamos
llamar globales, en los que se plantean las influencias que diferentes áreas pueden
tener sobre el funcionamiento global del cerebro.
El desarrollo de la investigación genética, estimuló el resurgimiento de teorías,
más o menos innatistas, de la determinación del funcionamiento nervioso.
A pesar del acelerado desarrollo tecnológico, el sistema nervioso se mostró
particularmente esquivo a la comprensión de su funcionamiento y a medida que se
avanzaba en las posibilidades de observación de estructuras normales y lesionadas,
más lejos parecía estar la posibilidad de explicar su inmensa variabilidad funcional.
acerca del modo en que los estímulos endógenos y exógenos actúan sobre este
proceso.
Utilizando el modelo propuesto por Churchland y Sejnowski, (2) se plantean
distintos niveles de organización del SNC: Sistemas (visual, límbico, etc.) cuyos
componentes se distribuyen en distintas zonas y se conectan por fibras largas. Estos
sistemas tienen conexiones recíprocas y siempre hay muchas neuronas involucradas,
que dependen en general de la convergencia de muchas aferencias.
Hay además una organización laminar, que consiste en capas de neuronas que
constituyen una red, que proyecta y hacia la cual se proyectan vías. En la corteza las
aferencias del Tálamo Óptico proyectan a la lámina 4; las eferencias hacia estructuras
motoras subcortiales parten de la lámina 5.
Mountcastle (3) ha descripto una organización en columnas verticales, con un
alto grado de semejanza entre las neuronas que la forman, con conexiones locales y
similares forma de respuesta, pero también con una importante comunicación
horizontal conformando módulos mayores y sistemas distributivos que comprenden
millones de neuronas.
Con la utilización de los Potenciales Evocados y después los microelectrodos
corticales se inició la era de los mapas cerebrales. Así se descubrió el homúnculo de
Penfield como la correspondencia entre la corteza motora y los grupos musculares;
también el homúnculo sensorial; en el sistema visual las neuronas adyacentes reciben
aferencias de campos sensoriales adyacentes, etc.
También se descubrió que regiones de arquitectura celular uniforme podían
contener más de un mapa y que estos varios mapas podían tener diferente
especialización funcional.
Que las áreas sensoriales, que se pensaba que contenían sólo un mapa, podían
contener varios: cuatro en el giro post central del macaco, por ejemplo.
Que los mapas corticales son mutables, que pueden variar su tamaño, posición
y detalles internos, cambiando las aferencias a las áreas sensoriales y los blancos para
las motoras.
Esta plasticidad existe en las cortezas de muchas especies y se considera una
característica de los cerebros de los mamíferos.
Se han descrito 72 áreas en la corteza del macaco. Estas están organizadas en
forma columna en sistemas distributivos, que son una colección de unidades de
procesamiento que están espacialmente separadas y que se comunican
intercambiando mensajes. Un sistema es distributivo si el retraso en la trasmisión del
mensaje es una fracción significativa del tiempo entre eventos singulares en una
unidad de procesamiento.
Algunas de las propiedades de estos sistemas:
No son jerárquicos, aunque algunos subsistemas tienen propiedades
jerárquicas.
El flujo de señales puede seguir varios caminos diferentes.
La acción puede iniciarse en cualquiera de varios puntos nodales del sistema.
Las lesiones focales del sistema pueden degradarlo pero no eliminar
totalmente su función.
María A. Terzaghi
NEUROPLASTICIDAD Y DESARROLLO
Dice S. Brailowsky (6): “ la complejidad funcional del SNC implica una gran
diversidad en el número, tipo y función de sus elementos. Estos forman una gran red
plástica de circuitos que se mantiene en constante movimiento, capaz de responder a
presiones ambientales, lesiones o modificaciones en el estado interno del organismo,
incluyendo procesos tan poco conocidos como el aprendizaje y la memoria”.
Esta neuroplasticidad se ha constatado en muchos de sus elementos. Respecto
de la plasticidad sináptica se ha podido mostrar como la estimulación y las condiciones
del entorno pueden dar origen a cambios numéricos, morfológicos y funcionales en las
sinapsis.
María A. Terzaghi
que interrumpe una vía, el axón debe reencontrar el camino, en un cerebro mas
complejo y potencialmente hostil (9).
Los axones forman billones de sinapsis en el sistema nervioso, Kandel, E. R.
dice: “más que estrellas en nuestra galaxia”. (10) La mayoría con dendritas. Para que
las sinapsis se formen se requieren ciertas señales químicas. Probablemente haya
factores genéticos que determinan la estructura general del sistema, que requiere
además de lo que aporta la actividad, la experiencia, el entorno.
Durante el desarrollo las sinapsis se activan y esta actividad las afecta pudiendo
ser retenidas o eliminadas. Después del nacimiento la actividad sináptica es el
resultado de la experiencia, como se ve en el desarrollo de las conexiones visuales.
El núcleo geniculado lateral y la corteza visual reciben terminaciones
redundantes con impulsos provenientes de los dos ojos. Posteriormente la localización
de estas sinapsis cambia produciendo una distribución de los impulsos de cada ojo,
alternando en áreas específicas.
Si experimentalmente se impide la visión de un ojo o se bloquea químicamente
el impulso nervioso, se observa un incremento del área en contacto con el ojo
funcionante. No obstante, si se reduce la actividad simétricamente, dejando al animal a
oscuras, se consigue una estructura casi normal.
Hay períodos críticos en el desarrollo del sistema nervioso, así como los hay en
el desarrollo psíquico. Durante estos períodos el animal joven, incluyendo al cachorro
humano, debe interactuar con un medio ambiente adecuado para que su desarrollo
pueda lograrse.
Ejemplos son: el desarrollo visual, con gran pérdida de la visión, en los gatos, si
tienen el ojo cerrado hasta los seis meses; los estudios sobre imprinting en los
animales hechos por K. Lorenz; los monos criados por Harlow en aislamiento o por
monas de alambre, hasta los seis meses, que produjeron severo daño en su conducta;
los hallazgos de R. Spitz en bebés criados con falta de contacto afectivo y que
padecieron depresión anaclítica.
Estas y otras experiencias muestran que el control genético sólo no es suficiente
para producir funciones adecuadas, aún mediadas por conexiones sinápticas normales.
recuperación parcial ocurre a todas las edades y algunos adultos logran similar
resolución. Esto se ha demostrado con el estudio del flujo vascular por PET. (14).
Se ha sugerido, que la plasticidad sináptica explicaría la ausencia de parálisis
facial en la hemiparesias de origen prenatal. Este efecto edad, está ausente cuando la
paresia es bilateral. Esto indica la existencia de un período crítico en que la
eliminación sináptica normal puede modificarse por la injuria. De la misma manera
parece que la muerte apoptótica neuronal puede disminuirse ante la lesión, estando
accesibles las neuronas para ocupar el lugar de las lesionadas.
El daño en áreas del lenguaje en el niño produce menor pérdida de función que
lesiones similares en etapas posteriores. Esto puede deberse a la intervención de áreas
vecinas que toman las funciones del lenguaje, especialmente las que tienen funciones
vinculadas a él.
El rango de edad para esta plasticidad parece amplio aunque pobremente
delimitado. (15).
La lesión piramidal, no sólo produce síntomas de déficit neuromotor (parálisis),
sino también, de liberación de sistemas extrapiramidales, que tienden a reorganizar el
campo de acción motora, a expensas de engramas más toscos y menos diferenciados
que constituyen las sincinesias piramidales. También la espasticidad y exaltación de los
reflejos osteotendinosos son evidencia de neuroplasticidad. (16)
Para dar cuenta de los fenómenos neuroplásticos, que conducen a alteraciones
en el proceso de construcción cerebral en las severas epilepsias de la infancia, se da la
teoría de la línea ocupada. El desequilibrio entre los impulsos excitatorios e inhibitorios,
con el aumento de la sincronía neuronal, produce un efecto de estimulación continuada
que alteraría los programas de regulación del número de neuronas, de
neurotransmisores y la construcción de receptores, alterando funcional y
estructuralmente el sistema. Esto podría explicar el deterioro producido por algunos
síndromes epilépticos. (17)
Deberíamos pensar aquí también, en algunos tratamientos, que imponen al niño
actividades programadas que pueden no respetar sus ritmos propios, estímulos
polisensoriales que no corresponden a los que habitualmente se reciben del entorno
familiar, ni en número, intensidad, tiempo, ni en la carga afectiva, o que fuerzan
actitudes y movimientos que no corresponden a ninguna etapa de la maduración,
ejercicios para músculos y articulaciones que no dejan espacio para el juego.
Hoy sabemos, que las actividades monótonas y repetitivas, así como las
acompañadas de mucho stress producen menos aprendizaje, dado que el stress
dificulta el proceso de estabilización postsináptica y de facilitación implicando, en tales
circunstancias, probablemente por el efecto de las benzodiacepinas endógenas
producidas en situaciones de stress, la inhibición de la formación de algunos tipos de
memoria.
María A. Terzaghi
CONCLUSIONES
Los valiosos aportes de la investigación en neurociencias, conducen a
importantes cambios en la manera de pensar el funcionamiento del sistema nervioso.
La constante producción de nuevos conocimientos tendrá seguramente
importantes implicancias clínicas y terapéuticas.
Permítasenos algunas especulaciones, dado que creemos avizorar una mayor
comprensión para aquellas cuestiones que observamos en nuestros pacientes y que,
como decíamos al comienzo, hasta hace algunos años parecían no encontrar sustento
neurofisiológico.
Dado que la neuroplasticidad es una cuestión inherente a la estructura y función
del sistema nervioso, que se observa en la maduración normal y en diferentes
situaciones patológicas, al arribar a un diagnóstico no hemos llegado a una verdad
absoluta e inmutable.
Lo que suceda en el proceso madurativo de ese niño portador de una alteración
dependerá del entramado singular que formen la información genética que ha recibido,
la historia previa a la lesión, lo que le ofrezca el entorno, lo que se le diga, lo que se le
pida, el lugar donde se lo sitúe, las experiencias que se le brinden y lo que se espere
de él.
También las intervenciones terapéuticas, lo que digan y hagan los profesionales,
las modalidades de abordaje de las cuestiones instrumentales, las indicaciones,
prescripciones y prohibiciones, el techo que se le pronostique, etc.
Existen momentos críticos donde cuestiones nodales se arman, por lo que no es
lo mismo atender a un niño pequeño que a uno mayor con respecto a su potencial de
plasticidad. Pero es interesante saber que el sistema nervioso mantiene su capacidad
de responder a situaciones cambiantes mucho mas allá de lo que pensábamos, lo que
abre nuevas expectativas.
Algunas de las cuestiones planteadas por la investigación nos parecen
particularmente vinculadas con el campo específico de la estimulación temprana.
Un aspecto singularmente interesante es el relacionado con la manera de
pensar el estímulo.
Numerosos ejemplos, algunos mencionados a lo largo de este trabajo muestran
que no existe “un estímulo” que sea de por sí, bueno o malo, o que sea útil para
promover por sí un efecto determinado en el sistema nervioso.
Para que un efecto tenga lugar se requerirán: condiciones producidas
anteriormente, un determinado estado del funcionamiento del sistema, la producción
de respuestas asociadas, la no superación de determinado umbral de stress, por
nombrar sólo algunas de las referidas a aspectos específicos del funcionamiento
cerebral.
Se hace entonces insostenible cualquier intervención centrada en el estímulo.
No era infrecuente encontrar en la bibliografía, pero también en el relato de
pacientes, respecto de algunas experiencias terapéuticas, listas de actividades a
realizar para obtener determinado logro madurativo. Estímulos que parecían servir
para cualquier bebé, tal vez con la salvedad de que fueran presentados a determinada
edad.
María A. Terzaghi
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA
María A. Terzaghi