Sie sind auf Seite 1von 3

Diálogo entre Platón y Aristóteles sobre el Arquetipo y la

Forma.

Aristóteles, como lo supuso Düring, había desarrollado tempranamente sus ideas en


la Academia. Lo suyo estaba más cerca de ser un sistema al que el propio filósofo tuvo la
oportunidad de hacer añadidos y correcciones a lo largo de su vida docente. Por eso la
crítica a la teoría de las ideas de Platón fue tan temprana que el propio Platón tuvo noticia de
ella. Y fue entonces que exclamó: “¡Aristóteles muerde la mano que le da de comer!”
También es famosa la irónica devolución verbal de Aristóteles que, ciertamente, no tenía
pelos en la lengua: “Soy amigo de Platón pero más amigo de la verdad.”

Lo cierto es que en más de una ocasión el propio Platón sometió su teoría a la


libertad crítica –a veces despiadada- de sus discípulos incluyendo, claro está, al “lector”,
término con el cual parecía honrar a Aristóteles por su sed insaciable de saber, pero en
realidad le denigraba porque “leer” (no escuchar) era tarea de esclavos…

Una de tantas noches ambos se recostaron bajo un abedul en el jardín de Academo,


cobijados por los trémulos cantos de amor de los grillos y el vaivén que producía el Céfiro
en las ramas de los árboles; éstos parecían recortados por una luna radiante que cubría de
plata el pequeño jardín y la fuente rematada por una figurilla de Poseidón sentado en un
trono de espuma. Hay que decir que este diálogo tuvo lugar antes de que Platón escribiera
el Parménides donde incluye en boca de Sócrates las paradojas que ya había advertido
Aristóteles.

Platón- La paradoja del Tercer hombre, querido Aristóteles, deja intacta la teoría de las
ideas y no me queda muy claro a quién incluyes entre los platónicos. Te lo he dicho otras
veces… Pero no parece entrarte por los oídos, según rumores.

Aristóteles: No te incluyo a ti, querido maestro. Pero tus discípulos, entre ellos
Sofronisco, pueden llegar a ser insufribles en sus simplificaciones.

Pl.- Me gustaría repasar tu crítica…

A.- Si así lo quieres. Lo haré con gusto. Si un conjunto de entes tiene una cualidad
común, ello es en virtud de que participan de una misma Forma (F1) que contiene la
esencia de dicha cualidad. El argumento del tercer hombre muestra que, si aceptamos esta
teoría, deberíamos también postular una nueva Forma (F2) de la que participasen, por un
lado, las cosas que se asemejan entre sí en una cualidad y, por otro lado, la primera Forma
(F1); entonces, a su vez, habría que postular una tercera (F3) de la que participasen las cosas
y la segunda (F2), y así ad infinitum. De este modo la teoría de las Formas se revela como
contradictoria.

Pl.- ¿Eso piensas?

A.- Sí, respecto de lo que te he expuesto. Pero yo no creo que tú la concibas así.

Pl.- Y dices bien. ¿Cuál crees que es mi verdadero pensamiento?

1
A.- Bueno, yo no creo, para empezar que tu hagas tantos supuestos como los que
contiene la teoría.

Pl.- ¿A saber?

A.- Para empezar, que las formas se predican de sí mismas…

Pl.- Ajá…

A.- Según Sofronisco, cualquier Forma puede ser predicada de sí misma: la Forma
de grande es en sí misma grande. F-idad posee como atributo a F. Y, entonces, él
supone que el atributo es en sí mismo una forma, pero ese es precisamente su error.
El atributo es sólo una descripción. En todo caso la predicación es tan extensa
como el sujeto mismo: lo grande es grande. Sólo decimos dos veces lo mismo al
afirmar que la forma de grande es grande. Pero no decimos dos formas distintas… Esto
es así porque no se trata de poner una magnitud a una idea, como si se le pudiera
hacer mayor o menor, sumar o restar, sino sólo de describirla…

Pl.- De acuerdo. ¿Es todo?

A.- También es necesario, en contra de la mentada teoría, suponer que cualquier


cosa que posea un determinado carácter o propiedad, no es idéntico con la Forma
en virtud de la cual nosotros aprehendemos tal carácter: si x posee como atributo F,
x no puede ser identificado con F-idad. De lo contrario confundiríamos al sujeto
con su cualidad.

PL.- ¿Y entonces?

A.- Explicitando estos dos supuestos, no es necesario apelar a la demostración


indirecta por regressus ad infinitum para mostrar la invalidez de la aceptación de las
premisas. O sea que no hay que apelar a F3 ni a F4 ni a Fn.

Pl.- ¿Ah, no? (con sorpresa estudiada).

A.- Es suficiente con reemplazar la x del segundo supuesto con F-idad: Si F-idad es
F, no puede ser idéntica a F-idad. Los supuestos son mutuamente contradictorios.
Es decir: si x = F pero F y F-idad no son iguales, ¿Cómo podría ser x = F al mismo
tiempo?

Pl.- Cierto, hay contradicción.

A.- Y Sofronisco no ha reparado en ella…

Pl.- He oído que también escribes en tu ética contra la idea del Bien, que el Bien no
es una “idea abstracta” sino siempre una cosa concreta… ¿Qué me dices al
respecto?

A.- Confieso que aquí parece más evidente que mi crítica se dirige a ti. Pero dime:
¿Crees que yo no acepto que el Demiurgo no ha tenido la idea de lo Bueno antes de
que existe cualquier bien concreto?

2
Pl.- No hasta donde te conozco.

A.- Me halagas pero no te equivocas. Tus discípulos en cambio, creen que no existe
sino el Bien como arquetipo y punto. Yo, por el contrario me he tomado en serio tu
doctrina de la participación (me{jexiV). ¿Cómo podría lo física participar de la
idea si para empezar están “separados” por la diversidad de su naturaleza? Según
teniendo su propia inteligibilidad, su propio principio de organización.

Pl.- ¿Qué me dices? ¿Qué además del arquetipo existe una forma “particular” que
imita a la Forma?

A.- No exactamente.

Pl.- Pues si no me engaño es en tu teoría y no en la mía donde se ha colado el


argumento del tercer hombre.

A.- Querido maestro, la forma de la que hablo no es “particular” ni puramente


“inteligible”. Es universal pero surge de la naturaleza misma y se une
indisolublemente a la cosa que organiza. Creo que sin ella no podría explicar, en
absoluto la influencia de los Arquetipos. Lo que éstos informan de modo inmediato
es la naturaleza misma, su modo de ser, la proveen de disposiciones para “ser así”, y
a esas “disposiciones” he querido llamarlas “formas naturales”. Así, Dios tiene la
idea del fuego, pero además, existe la forma natural por la cual el fuego tiene las
propiedades disolventes que tiene…

Pl.- (Perplejo). Pues me dejas patidifuso. Si no es verdadero está bien dicho… Pero
dejemos las cosas aquí por ahora, que he de meditar tus palabras.

Aristóteles sabía que Platón nunca había traicionado ni su nobleza ni su veracidad.


No le sorprendió que no intentara refutarle. “Vaya, parece que tengo cierta para
estos enredos… y sin embargo, la naturaleza gusta de ocultarse” –pensó con recelo
respecto de sí mismo-.

Das könnte Ihnen auch gefallen