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El procedimiento de extinción parte del principio teórico de que cualquier conducta que
aparezca con cierta periodicidad, lo hace porque está siendo reforzada o premiada de
algún modo.
Consiste, por tanto, en establecer las condiciones necesarias para que esos reforzadores
dejen de estar presentes cada vez que aparezca la conducta desadaptada.
Por ejemplo, dejar de atender al niño cada vez que patalea, no reírnos cuando utiliza
palabras inadecuadas o darles una chuchería para que estén entretenidos y dejen de
molestar.Ya hace muchos años que técnicas como la extinción demostraron su
efectividad experimentalmente, reduciendo las conductas a las que la aplicamos de
forma consistente, o sea a lo largo del tiempo, aunque conviene tener en cuenta algunos
aspectos importantes.
Este procedimiento es más lento que otras técnicas de reducción de conductas, como el
castigo positivo, el castigo negativo o el refuerzo de conductas diferenciales o
alternativas, por lo que no debe ser usado con aquellos comportamientos que requieren
ser reducidos de forma inmediata.
En general, si quieres que una conducta que no te gusta aparezca con menos frecuencia o
incluso desaparezca, la técnica de extinción de la conducta puede resultarte más que útil.
Si tu ex, a pesar de “haberle dejado las cosas claras” sigue llamándote, será un error
responder; si quieres que aquel niño llorón del artículo que describía a los Reyes Magos
como pésimos psicólogos deje de sollozar tendrás que estar unos minutos escuchándole
llorar sin hacerle caso; y si pretendes que ese perro tan motivado deje de deambular por
el chiringuito, tendrás que asegurarte que ningún cliente NUNCA le ofrezca restos de
comida.
Establecer los objetivos (conductas meta), atendiendo al niño con el que se esté
trabajando, los problemas de comportamiento que presente y las conductas que
se deseen instaurar o reforzar. Hay que seleccionar pocas conductas y
definirlas de manera concreta, clara y precisa.
Elegir el tipo de fichas (pegatinas, estrellas, caritas sonrientes, etc.) que se
vayan a utilizar.
Decidir qué reforzadores de apoyo (premios) se van a conceder y por cuántas
fichas se van a canjear. Esto puede hacerse con la colaboración del propio niño
y/ o de sus padres.
Seleccionar quién va a ser la persona que supervise el adecuado funcionamiento
de la economía de fichas y se encargue de administrar los puntos y los
reforzadores.
Escoger el aspecto que tendrá el soporte del programa, atendiendo al contexto en
el que éste se vaya a utilizar, los recursos del terapeuta, la disponibilidad de la
persona que lo vaya a supervisar y, sobre todo, los intereses del niño.
Éstas y otras complicaciones se pueden evitar casi siempre con una planificación
cuidadosa de la economía de fichas desde el principio.