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Una de las técnicas más empleadas y estudiadas desde la Psicología del Aprendizaje

para reducir o eliminar conductas o comportamientos es la Extinción.Cuando tratamos


de educar, estamos tratando de instaurar nuevas conductas o habilidades que permitan al
individuo desenvolverse más fácilmente en su entorno, adaptarse y por tanto tener una
vida plena.Con frecuencia encontramos conductas que impiden, dificultan o alteran el
desarrollo de estas conductas adaptativas, lo que deriva en un gran número de
problemas a nivel personal, familiar, social y escolar.

El procedimiento de extinción parte del principio teórico de que cualquier conducta que
aparezca con cierta periodicidad, lo hace porque está siendo reforzada o premiada de
algún modo.

Consiste, por tanto, en establecer las condiciones necesarias para que esos reforzadores
dejen de estar presentes cada vez que aparezca la conducta desadaptada.

Por ejemplo, dejar de atender al niño cada vez que patalea, no reírnos cuando utiliza
palabras inadecuadas o darles una chuchería para que estén entretenidos y dejen de
molestar.Ya hace muchos años que técnicas como la extinción demostraron su
efectividad experimentalmente, reduciendo las conductas a las que la aplicamos de
forma consistente, o sea a lo largo del tiempo, aunque conviene tener en cuenta algunos
aspectos importantes.

Este procedimiento es más lento que otras técnicas de reducción de conductas, como el
castigo positivo, el castigo negativo o el refuerzo de conductas diferenciales o
alternativas, por lo que no debe ser usado con aquellos comportamientos que requieren
ser reducidos de forma inmediata.

El tiempo de desaparición de la conducta problema dependerá entre otros factores de la


historia de refuerzo que presente la conducta problema, cuanto más haya sido reforzada,
más lento será el proceso de extinción.

Es también muy importante, por ser causa frecuente de numerosos fracasos en su


aplicación, ser conscientes de que la aplicación de la extinción produce
habitualmente en los primeros momentos, un incremento en la frecuencia e
intensidad de la conducta que queremos eliminar.
Del mismo modo pueden aparecer algunas conductas agresivas o emocionales
al inicio de su aplicación y por último, transcurrido un tiempo, puede darse
una reaparición espontánea del comportamiento desadaptado que terminará
desapareciendo de mantener la ausencia de consecuencias reforzantes de
forma consistente.

En general, si quieres que una conducta que no te gusta aparezca con menos frecuencia o
incluso desaparezca, la técnica de extinción de la conducta puede resultarte más que útil.
Si tu ex, a pesar de “haberle dejado las cosas claras” sigue llamándote, será un error
responder; si quieres que aquel niño llorón del artículo que describía a los Reyes Magos
como pésimos psicólogos deje de sollozar tendrás que estar unos minutos escuchándole
llorar sin hacerle caso; y si pretendes que ese perro tan motivado deje de deambular por
el chiringuito, tendrás que asegurarte que ningún cliente NUNCA le ofrezca restos de
comida.

La técnica de extinción de la conducta está infrautilizada porque exige mucha


sistematicidad y paciencia por parte de quien la aplica, y sobre todo implica luchar contra
la culpabilidad o la mala sensación que tiene uno al ponerla en práctica: cómo no coger
el teléfono al pobre de mi ex; cómo no acurrucar a mi niño cuando llora, incluso cuando
sé que sus lágrimas son instrumentales; y cómo no alimentar a ese can escuchimizado que
me pone ojillos gato-de-Shrek. Pero cuidado, porque la alternativa, aunque es mucho más
fácil de aplicar, genera efectos secundarios y mucha más culpabilidad, y encima es mucho
menos eficaz: el castigo.

La extinción conductual está ocurriendo continuamente en nuestra vida personal o


profesional, aunque no siempre seamos conscientes: nuestros comportamientos que son
menos útiles o que reciben menos atención tienden a desaparecer.

2.5.2. Extinción : Es la conducta inadecuada visibles y comprobables. El


procedimiento de extinción consiste básicamente en eliminar el refuerzo
que hace que la conducta inadecuada se mantenga. Ahora bien, es necesario
saber algo más para poder manejarlo desde el papel de profesor. Cuando
comenzamos a dejar de reforzar una determinada conducta, por ejemplo,
que el alumno acuda privadamente donde el profesor para preguntar
obviedades con la intención de reírse un rato de nuestros comentarios, es
decir, cuando ignoremos dichas preguntas, la conducta.
inadecuada se emitirá en mayor medida, aunque no sea reforzada. El alumno
no sabe por qué no encuentra en el profesor lo que busca, y sigue haciéndolo
hasta que se cansa. Por eso es importante que no tiremos la toalla en este
memento. Una vez ganada esa pequeña batalla, existe lo que se llama una
recuperación espontánea (Klein, S.B, 1994), y el alumno normalmente
volverá con sus preguntas extravagantes para obtener lo que ha venido
obteniendo hasta ahora: la atención del profesor en forma de explicaciones.
Pasadas unas cuantas veces, el alumno irá cediendo en sus preguntas si es
que sigue sin encontrar el elemento reforzador. El hecho de que la nueva
situación de no contestarle al alumno no sea reforzante para él, hace que cree
en él un estado aversivo de frustración; y por tanto, el escape de esa situación
desagradable es reforzante, alivia. Por último, debemos tener en cuenta que
un comportamiento visible es más fácil de extinguir si: a) La recompensa
anteriormente recibida es pequeña (D´ Amato, 1970). Si el alumno ha
recibido un evento muy reforzante (le ha resultado muy divertido escuchar
las explicaciones del profesor), será más difícil que deje de hacer esa
conducta molesta. b) El tiempo en que tardaba en llegar el refuerzo era
constante (Anderson, 1963). Si no siempre que preguntaba algo, el profesor
le contestaba será más difícil que se extinga esa conducta. c) La recompensa
llegaba siempre (Capaldi, 1971). Cuanto mayor es el número de veces que
ha sido reforzada la conducta inadecuada más lenta es la extinción de dicha
conducta.
La economía de fichas es una técnica psicológica de modificación de conducta que
resulta de gran utilidad cuando se trabaja con niños. Basada en los principios de
condicionamiento operante, la técnica consiste en establecer un sistema en el que el
niño gane puntos o fichas por comportarse de una determinada manera. Estas fichas
pueden canjearse más tarde por un premio mayor, pactado de antemano. Así, se puede
acordar con el niño que si consigue un determinado número de fichas o puntos podrá

acceder a un juguete, juego, actividad, etc. que desee.


Entre sus ventajas, la economía de fichas se puede aplicar tanto en un tratamiento
individualizado como en un grupo de niños, siempre que éste sea homogéneo y las
conductas objetivo sean las mismas. Asimismo, permite el establecimiento de
comportamientos a medio y a largo plazo que, de estar bien planteados, finalmente se
adquirirán como rutinas. Paralelamente, la administración de puntos supone un refuerzo
positivo inmediato a la conducta meta y permite a su vez acceder a un reforzador mayor
a largo plazo. Ello va a favorecer la motivación del niño y su colaboración en el
cumplimiento del programa. Y, por último, esta técnica se puede llevar a cabo en distintos
contextos (familiar, escolar), en función de cuáles sean los objetivos.
A la hora de diseñar una economía de fichas, hay que tomar una serie de decisiones:

 Establecer los objetivos (conductas meta), atendiendo al niño con el que se esté
trabajando, los problemas de comportamiento que presente y las conductas que
se deseen instaurar o reforzar. Hay que seleccionar pocas conductas y
definirlas de manera concreta, clara y precisa.
 Elegir el tipo de fichas (pegatinas, estrellas, caritas sonrientes, etc.) que se
vayan a utilizar.
 Decidir qué reforzadores de apoyo (premios) se van a conceder y por cuántas
fichas se van a canjear. Esto puede hacerse con la colaboración del propio niño
y/ o de sus padres.
 Seleccionar quién va a ser la persona que supervise el adecuado funcionamiento
de la economía de fichas y se encargue de administrar los puntos y los
reforzadores.
 Escoger el aspecto que tendrá el soporte del programa, atendiendo al contexto en
el que éste se vaya a utilizar, los recursos del terapeuta, la disponibilidad de la
persona que lo vaya a supervisar y, sobre todo, los intereses del niño.

La adecuada implantación de una economía de fichas obedece a varias normas. En


primer lugar, se ha mencionado que se trata de una técnica psicológica y, por lo tanto, es
un psicólogo formado en modificación de conducta quien debe diseñarla. En segundo
lugar, es necesario establecer una línea base a fin de obtener datos cuantitativos que
avalen la eficacia del programa. La línea base consiste en un registro de la frecuencia y/o
la intensidad con la que el niño lleva a cabo los comportamientos objetivo en ausencia de
intervención. Los datos de la línea base son fundamentales para compararlos con el
comportamiento del niño durante y tras la implantación del programa. En tercer lugar, se
debe diseñar de manera exhaustiva y atendiendo a todas las variables que puedan
interceder en el adecuado funcionamiento del programa. En este sentido, el profesional
debe prever la aparición de posibles dificultades en forma de:

 Confusión, especialmente al principio de la instauración del programa.


 Escasez de plantilla (falta de disponibilidad del adulto para hacer las labores de
supervisión).
 Intentos del niño para conseguir fichas que no ha ganado o para acceder a premios
para los que no tiene suficientes fichas.
 Que el niño juegue con las fichas o las emplee como distracción de manera
indebida.
 Fracasos a la hora de comprar los reforzadores de apoyo (premios)

Éstas y otras complicaciones se pueden evitar casi siempre con una planificación
cuidadosa de la economía de fichas desde el principio.

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