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Por otra parte, hace falta mayor claridad acerca de la dirección y el rumbo que el
país seguirá en los próximos años en los ámbitos económico y productivo —y
sobre todo en los ámbitos de la educación, la ciencia y la tecnología. Pese a los
esfuerzos realizados durante la primera mitad del 2002 para negociar y aprobar
las 30 ―Políticas de Estado‖ que constituyen el Acuerdo Nacional con un
horizonte temporal de 20 años, aún no se ha logrado transformar a estas Políticas
de Estado en estrategias y medidas operativas que cuenten con el apoyo de todas
las fuerzas políticas. El Congreso, las autoridades del Poder Ejecutivo, los
gobiernos regionales y los representantes de los más importantes partidos están
dando señales ambiguas y confusas a los agentes económicos. Por ejemplo, el
pedido de revisión de contratos de estabilidad de inversión, la postergación de las
concesiones de servicios públicos, las iniciativas del Congreso en materia laboral,
las marchas y contramarchas en los procesos de privatización, y el retraso de
urgentes reformas en sectores claves como educación y agricultura, han
contribuido a sembrar dudas sobre el rumbo del país, y han puesto de manifiesto
el papel que juegan las presiones políticas y sociales en el diseño y ejecución de
las políticas públicas. A esto se unen los problemas que enfrenta el Poder Judicial
y el proceso de reforma de la Constitución de 1993 que viene realizando el
Congreso de la República, los cuales agudizan la percepción de incertidumbre.
(f) Entorno cultural, social y político. Muy pocas entidades ayudan a crear un
ambiente favorable para la ciencia, la tecnología y la innovación. Sólo en el último
año es posible detectar un esfuerzo sistemático del CONCYTEC para garantizar el
acceso al acervo mundial de conocimientos, promover y difundir la ciencia, y
fomentar ampliamente la toma racional de decisiones basadas en evidencia
empírica. Además, existen muy pocas organizaciones de la sociedad civil que
realizan estas actividades en la escala necesaria, sobre todo considerando que el
mundo está ingresando de lleno a la ―sociedad del conocimiento‖. Los valiosos
pero aislados esfuerzos de difusión carecen de apoyo gubernamental, con la
excepción del proyecto de un museo de ciencia y tecnología, y no tienen el
alcance que justifica su importancia al iniciarse el siglo 21. No se ha tomado
conciencia de la necesidad de planear estratégicamente los esfuerzos de
desarrollo nacional, y recién se está abriendo paso para la convicción de que es
necesario consolidar la gobernabilidad y las prácticas democráticas como
condición para el ejercicio libre de la crítica constructiva y el debate respetuoso —
algo esencial para establecer una cultura científica, tecnológica y de innovación.
Más aún, la experiencia de los últimos cuatro decenios muestra que casi ningún
gobierno ha reconocido —de manera real y efectiva— la importancia de la ciencia
y tecnología para mejorar la situación social de los peruanos, elevar los niveles de
productividad de las empresas y, en general, para contribuir al desarrollo nacional.
Los institutos estatales de I+D tienen muy limitada capacidad para generar y
transferir tecnologías a los sectores de la producción y los servicios
Poca vinculación entre los investigadores de una misma universidad y entre éstos
y los de otras universidades o centros de investigación del país.