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número 18, viernes 4 de mayo de 2018 L’OSSERVATORE ROMANO

GAETANO VALLINI
urante la II Guerra Mundial los romanos hicieron
Peregrin
D un voto a la Virgen del Divino Amor —la construc-
ción de un nuevo santuario— para que la ciudad no
fuera bombardeada. Sus oraciones fueron respondi-
das y los romanos mantuvieron su promesa. Setenta y cuatro
años después, la tarde del 1 de mayo, inicio del mes mariano,
La oración del Papa en el

el Papa Francisco fue allí, a los pies de esa misma Virgen para
implorar el don de la paz por la Siria martirizada desde hace
siete años de guerra y por el mundo entero. No hay ningún
voto esta vez, sino solo una oración coral —el rezo del rosa-
rio— por un mundo marcado por decenas de conflictos, esa
tercera guerra mundial a trozos que ha evocado varias veces el
Pontífice. El cual no añade más a lo anunciado el domingo
precedente en el Regina Coeli, cuando había invitado a todos a
unirse a él en la oración durante la visita. Las intenciones es-
tán contenidas en la moción introductoria, que cita un pasaje
del mensaje Urbi et Orbi del día de Pascua. Desde la logia
central de la basílica vaticana, Francisco el pasado 1 de abril
había, de hecho, invocado «frutos de paz, de reconciliación y
de esperanza para el mundo entero, comenzando por la ama-
da Siria, cuya población está exhausta por una guerra que no
ve el final». y había añadido otra imploración: «Que la luz de
Cristo Resucitado ilumine las conciencias de todos los respon-
sables políticos y militares, para que se ponga fin inmediata-
mente al exterminio en curso, se respete el drama humanitario
y se proceda a facilitar la llegada de ayudas de las que estos
nuestros hermanos y hermanas tienen necesidad urgente, ase-
gurando al mismo tiempo las condiciones adecuadas para el
regreso de cuantos están desplazados».
Palabras que, por lo tanto, resonaron de nuevo en la prime-
ra visita llevada a cabo por Francisco al santuario tan querido
por los romanos; una parada breve, poco más de una hora,
transformada en un peregrinaje símbolo de la paz. Habría de-
bido ir allí el 18 de mayo del 2014, pero importantes compro-
misos internacionales le hicieron posponer la cita a una fecha
por asignar. El último peregrinaje de una Papa —después de
los tres de Juan Pablo II en 1979, en 1987 y en 1999— se re-
montaba al 1 de mayo de 2006 y lo llevó a cabo Benedicto
XVI. Una larga espera, por lo tanto, para los fieles de Castel
di Leva, a las puertas de Roma, pero el día llegó y tuvo una
motivación que fue más allá de los límites del santuario y de
la misma ciudad para abrazar al mundo. El automóvil con el
Pontífice a bordo, saludado por los fieles a lo largo del breve
trayecto que desde Ardeatina lleva al santuario, llegó con un
cuarto de hora de anticipo sobre el programa, mientras el cie-
lo nublado, que había amenazado lluvia hasta poco antes, se
abría a un pálido sol. Francisco fue acogido por el arzobispo
vicario Angelo De Donatis, por el obispo Paolo Lojudice, au-
xiliar para el sector sur; por el presidente de los oblatos Hijos
del Divino Amor, monseñor Enrico Feroci; por el rector del
santuario, don Luciano Chagas Costa; por el párroco, don Jo-
hn Harry Bermeo Sánchez y por el rector del seminario, don
Vincent Pallippadan. Acompañaron al Papa el prefecto de la
Casa pontificia, el arzobispo Georg Gänswein, con el regente
de la Prefectura, monseñor Leonardo Sapienza y Piergiorgio

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