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FORMAS ORGANIZATIVAS Y ETHOS
MILITANTES

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FORMAS
ORGANIZATIVAS Y
ETHOS MILITANTES

Un estudio generacional del Frente


Popular Darío Santillán de
Argentina (2004-2012)

Francisco Longa

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ISBN: 9789502916514
Formas organizativas y ethos militantes

Compaginado desde TeseoPress (www.teseopress.com)

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Índice

Agradecimientos..............................................................................9
Introducción .................................................................................. 11
1. Consideraciones metodológicas y presentación del
caso de estudio .............................................................................. 15
2. El abordaje teórico de los movimientos sociales y la
epistemología crítica.................................................................... 29
3. Un nuevo ethos militante en América Latina .................. 71
4. Las generaciones políticas recientes y los ethos
militantes en Argentina .............................................................. 89
5. La toma de decisiones a través de los capitales
militantes ...................................................................................... 151
6. El perfil táctico en el Frente Darío Santillán desde las
problemáticas de género .......................................................... 193
Reflexiones finales a modo de conclusión........................... 235
Bibliografía ................................................................................... 253

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Agradecimientos

Un desafío tal vez tan difícil como llevar a cabo esta inves-
tigación, implica agradecer a todas y todos las y los que
dieron sustento a mi vida en estos años, soporte sin el cual
nada de esto hubiese sido posible.
Entre todos ellos, en primer lugar quiero agradecerles
a mis viejos: Paula y Héctor. Aún con sus modos curiosos
e insondables de ‘acompañarme’, estoy seguro que ver que
su hijo puede dar un paso más en las metas que se propone,
los alegra mucho más que a mi. El escepticismo de mi viejo
respecto de las Ciencias Sociales y sus pocas pero incisi-
vas interpelaciones a que estudie algo ‘útil’ para mi vida,
me sirvieron para empezar un camino con tanta suspicacia
como esperanza, valores de los cuales no reniego aún hoy.
Las preguntas, preocupaciones y el amor de mi vieja junto
con el de mi hijo Marcos, es lo que más agradezco en el
mundo y en esta tesis.
En segundo lugar quiero agradecer a todas las com-
pañeras y compañeros, militantes de base y referentes, del
Frente Popular Darío Santillán. Espero que este humilde
aporte pueda ayudar a sistematizar algunas dimensiones de
la lucha cotidiana e infinita que ellas y ellos emprenden por
un mundo más justo y digno. Y les agradezco también por
haberme enseñando tanto, tanto que requeriría otra tesis
específica donde el investigador dé cuenta de sus propios
procesos internos a partir del conocimiento brindado por
los sujetos que investigaba.
Maristella Svampa, que fomentó, acompañó y ayudó
con sus comentarios y amistad en todo este proceso, tiene
un lugar destacado en estos agradecimientos. Aun así, estoy
seguro que no voy a poder agradecerle en mi vida todo lo
que debiera. Saberla allí, dando soporte a mis errores, para
mi fue un alivio académico y emocional indispensable.

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10 • Formas organizativas y ethos militantes

Al querido Juan Wahren, co-director de la Tesis, con


quien nos hemos desgañitado debatiendo esta tesis y otras
cuestiones (tal vez de mayor importancia). Juan tiene una
responsabilidad absoluta en los aciertos que alguno pudiera
encontrar en este trabajo, a la vez que se encuentra exento
de todas sus limitaciones.
Un conjunto importante de colegas de la Universidad
Nacional de Lanús y de la Universidad de Buenos Aires,
espacios donde desarrollo mi tarea docente, han sido fun-
damentales en el vínculo entre investigación y docencia que
me propuse estos años: le agradezco a ellos, y evito nombres
para no incurrir en omisiones; al CONICET por brindarme
el espacio y el soporte económico adecuado para la fina-
lización de esta tesis; del mismo modo en particular a la
Facultad de Ciencias Sociales de la UBA que hizo posible
el vínculo con TESEO para la publicación digital de este
trabajo. También al Instituto de Investigaciones en Huma-
nidades y Ciencias Sociales (IdIHCS), de la Universidad
Nacional de La Plata, en donde estuvo radicado mi trabajo
de investigación doctoral, y donde actualmente radica mi
trabajo de investigación posdoctoral.
A mis amigos y amigas, imprescindibles en cada punto
y coma de este trabajo, como de todos los minutos de mi
vida: Mati, Dani, Edgar, Xime, Diego, Dieguito, Fer, Pablo,
Ale, Carlitos, Ulas, Marce, Pedro, Lau, Laurita, Guille, Anita,
Mary, Metin, Merve. Y a toda la nueva y hermosa genera-
ción de niños/as que estamos pariendo: Matilda, Eleo, Juli,
Denise, Ata, Zeyno, Ámbar, Juana, Eva.
A mis vecinos del barrio Las Tunas, en especial a mi
pequeña (ex) vecina Xiomara. A mi hermano de la vida
Mati, le agradezco devuelta, como así también a Pilar, mi
ahijada adorada.
A Lucía, mi compañera, no puedo solamente agrade-
cerle, sino entregarle mi vida y mis sueños.
Parte de esa vida y de esos sueños parieron a Marcos
Fidel. Para vos hijo no hay palabras que alcancen: sos el
único dueño de mi corazón y de mi alma.

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Introducción

Existe una cita secreta


entre las generaciones que fueron
y la nuestra
Walter Benjamin

El trabajo de investigación que presentamos a continuación


se ocupa de analizar y comprender las prácticas organiza-
tivas y los ethos militantes que se expresan en los movi-
mientos sociales contemporáneos en el país. Hemos elegido
para ello trabajar a partir de un estudio de caso focalizando
en el Frente Popular Darío Santillán, un movimiento social
multisectorial de presencia nacional nacido en 2004, en el
cual observaremos las formas en que se yuxtaponen los
diversos ‘ethos militantes’ de las generaciones políticas que
nutren el movimiento.
Este movimiento es entendido en nuestra propuesta
como un emergente que debe ser leído a partir del sur-
gimiento de una serie de movimientos socio territoriales,
nacidos al calor de la implementación del modelo neoli-
beral en América Latina desde principios de la década del
‘90. Estos movimientos, que presentaron características dis-
tintivas respecto de los formatos tradicionales de acción
colectiva, como los partidos políticos, sindicatos y orga-
nizaciones guerrilleras, se componen predominantemente
por lo que fue caracterizado, desde la teoría social contem-
poránea, como un ‘nuevo ethos militante’. Nuestra tesis se
ocupa de caracterizar ese ‘nuevo ethos militante’ y de dar
cuenta de su coexistencia en el movimiento elegido jun-
to con otros dos ethos militantes: el ethos setentista y el
ethos ochentista.

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12 • Formas organizativas y ethos militantes

Presentamos para ello un análisis de cada uno de estos


ethos militantes a partir del estudio de cuatro de sus dimen-
siones principales: la orientación estratégica, la toma de
decisiones, el perfil táctico y el capital militante. Las formas
organizativas y los procesos de subjetivación política que
atravesaron a cada generación política y a sus ethos militan-
tes, serán leídos desde un enfoque sociológico cualitativo,
con asiento metodológico principalmente en entrevistas en
profundidad, articulado con un relevamiento de la produc-
ción documental del movimiento y la observación de algu-
nas de sus actividades.
Partiendo de un enfoque conceptual y teórico que se
reconoce en un paradigma crítico, anclado en una episte-
mología ‘desde el sur’, los capítulos empíricos de nuestra
unidad de estudio dan cuenta de tres de las cuatro dimen-
siones descriptas de los ethos militantes: la toma de deci-
siones, que será analizada en diálogo con las formas de pro-
ducción y acumulación de capital militante en el capítulo 4,
y el perfil táctico, que será leído a partir del tratamiento de
la cuestión de género en el movimiento, en el capítulo 5.
De esta forma pretendemos poner en tensión algunos
sentidos comunes en torno a los movimientos sociales de
los cuales estamos dando cuenta, yendo más allá de esque-
mas lineales donde frecuentemente han sido encuadrados
estas experiencias. Por el contrario, el principal objetivo
de este trabajo es indagar acerca de procesos dinámicos y
complejos, que den cuenta de las tensiones y contradiccio-
nes que presentan estos movimientos, a la vez rescaten sus
novedades y potencialidades en términos de formas organi-
zativas y procesos de subjetivación, a partir de la coexisten-
cia en ellos de diversos ethos militantes.
Cabe destacar que el presente trabajo fue presentado
y aprobado entre finales de 2013 y principios de 2014, y
que necesariamente implicó establecer un recorte tempo-
ral en las relaciones observadas, que incluyó hasta el año
2012 inclusive. La realidad de los movimientos sociales,
y del escenario político nacional, cambió sustancialmente

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Formas organizativas y ethos militantes • 13

desde dicho momento hasta la fecha de publicación digital


de este trabajo, a del año 2017. Parte de las transformacio-
nes que acontecieron en el Frente Popular Darío Santillán
hasta 2015, fueron trabajadas en mi Tesis doctoral titulada:
“¿Entre la autonomía y la disputa institucional? El dilema de los
movimientos sociales ante el Estado. Los casos del Frente Popular
Darío Santillán y el Movimiento Evita (Argentina, 2003-2015)”.
Este último trabajo fue concluido y aprobado en octubre
de 2016, por lo que allí se puede indagar en actualizaciones
recientes del movimiento estudiado.

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Consideraciones metodológicas y
presentación del caso de estudio

Al plantear nuestro proyecto de investigación, finalizando


el año 2009, nos propusimos analizar la yuxtaposición
de ethos militantes en el Frente Popular Darío Santillán
(FPDS), un movimiento social surgido a finales de 2004
en Argentina. Dicho análisis reconocía dos dimensiones
centrales para caracterizar los ethos militantes: la toma de
decisiones y la orientación estratégica. A la vez, nuestra pro-
puesta original se orientó a analizar estas dimensiones en
dos generaciones políticas: la generación del ‘70 y la gene-
ración del ‘01.
Sin embargo las marchas de la investigación, el correr
del diálogo en las entrevistas, el análisis del material docu-
mental proveniente de nuestra base empírica y el segui-
miento de Maristella Svampa y Juan Wahren, nos fueron
llevando a visualizar la importancia de tomar en cuenta el
perfil táctico y el capital militante como dos variables que ope-
raban claramente en la arquitectura de los diversos ethos
militantes. Por otro lado, la emergencia de la generación del
‘80 (a priori desatendida), fue una de las reformulaciones
principales que el trabajo de campo reenvió.
A partir entonces de la construcción de una nueva
generación presente en nuestra unidad de estudio, que
dimos en llamar la generación ochentista, enmarcamos a los
militantes socializados políticamente en forma primaria
desde principios de los años ‘80 hasta mediados de los años
‘90. Una de las hipótesis que surgieron en el transcurso
del trabajo es que esta generación no sólo podía resultar

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16 • Formas organizativas y ethos militantes

relevante para contemplar los procesos de transformacio-


nes subjetivas que se dieron en la generación del ‘01, sino
que podría contener también puntos de equilibrios, en tér-
minos de subjetividad política, a partir de los cuales leer
los procesos de reformulación de las cuatro dimensiones
estudiadas, es decir, la toma de decisiones, las orientaciones
estratégicas, los perfiles tácticos y los capitales militantes.
Finalmente, la generación del ‘80 terminó operando en for-
ma decisiva en nuestro trabajo, al convertirse en una suer-
te de ‘eslabón perdido’, para comprender las metamorfosis
de las subjetividades militantes que parecían abismales si
comparábamos solamente la militancia setentista y la joven
militancia del 2001.
Esta reformulación emergente del trabajo de campo
se reconoce, en términos metodológicos, en los aportes de
Guber (2004) quien desde un perfil antropológico, trabajó
la ‘reflexividad’ del investigador en el proceso de investi-
gación. Consideramos que abrirnos paso a esas reformula-
ciones nos permitió despojarnos de algunas de las propias
‘anteojeras epistemológicas’ (Wallerstein, 1999) que muchas
veces los investigadores nos auto-construimos.
En lo que refiere al enfoque metodológico, hemos par-
tido desde un enfoque sociológico que se ocupó en pri-
mer lugar de relevar el material teórico, principalmente
sobre movimientos sociales, aunque también sobre estudios
generacionales y, en línea con nuestra tarea docente, sobre
metodología de la investigación. Entre 2010 y 2011 nos
dedicamos casi exclusivamente a desarrollar el trabajo de
campo, a partir de una articulación de técnicas y métodos
de recolección de datos, entre las cuales se encuentran las
entrevistas, el análisis documental y la observación.
Durante el trabajo de campo realizamos entrevistas
con doce militantes que representan a las tres generaciones
políticas centrales en nuestro análisis: la generación del ‘70,
la generación del ‘80 y la generación del ‘01 y a los secto-
res territoriales, sindicales y estudiantiles de la unidad de
estudio. En algunos casos nos hemos reunido más de una

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Formas organizativas y ethos militantes • 17

vez con estos militantes para realizar una segunda entre-


vista complementaria. En general los segundos encuentros
fueron a partir de formularios con preguntas específicas
respecto cuestiones planteadas en la primera entrevista. Las
entrevistas fueron realizadas entre los meses de agosto de
2010 y de marzo de 2011 y fueron llevadas a cabo tanto
en las casas de los entrevistados como en los locales de
los movimientos.
En general trabajamos con una guía de preguntas divi-
didas por ejes, con entrevistas abiertas y desestructuradas.
La selección de la muestra se realizó en forma estratégica,
es decir que la mayoría de los entrevistados fueron selec-
cionados a partir de la propia decisión de quienes realiza-
mos la investigación, tal como sostienen varios autores que
corresponde a esta modalidad de muestreo no probabilís-
tico (Sabino, 1996; Vieytes, 2004). Una porción reducida
de la muestra, que no estuvo definida a priori, terminó
siendo construida a partir de las sugerencias de los propios
entrevistados, constituyendo un proceso de ‘bola de nieve’
(Bertaux, 1997) donde los propios militantes nos fueron
abriendo el camino a otros militantes que serían luego tam-
bién parte de la muestra.
Hemos establecido un ‘recorte’ en el tipo de militante
al que entrevistamos, en función de evitar objetivos irrea-
lizables que podrían haber puesto en riesgo la factibilidad
de nuestra investigación (Samaja, 2004). Por ello, la selec-
ción estratégica fue efectuada con cuadros medios y refe-
rentes del FPDS, exclusivamente de la capital federal y del
gran buenos aires, sector geográfico donde nuestra unidad
de estudio tuvo históricamente mayor desarrollo. Si coin-
cidimos con Maristella Svampa en que los movimientos
populares como el FPDS están conformados por diferentes
‘anillos de participación’, la muestra a partir de la cual traba-
jamos incluye lo que según la autora constituiría el ‘núcleo
principal’ de la militancia del movimiento y el primer ani-
llo de participación que lo rodea. Nuestro recorte contie-
nen entonces a “los voceros o referentes, rodeados por un

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18 • Formas organizativas y ethos militantes

primer círculo donde se hallan los militantes y cuadros


medios” (Svampa, 2005: 182). Cabe destacar que aún tratán-
dose de voceros o referentes, el recorte superó el imaginado
sesgo de clase, logrando trabajar con referentes nacidos en
los propios territorios donde se despliegan los MTD como
también, como era de suponer, con referentes y cuadros de
la clase media, en general de procedencia universitaria.
Somos conscientes que un recorte de este tipo excluye
una parte importante de la organización, principalmente a
las extendidas bases populares que no han accedido aún a
sitios de referencia. Creemos además que la voz de dichos
sectores es igual o más importante que la de los referen-
tes, al momento de garantizar la existencia histórica de un
movimiento social. Dejamos abierta como posible línea de
investigación a futuro el abordaje de otras voces que inte-
gran el FPDS y que no pudieron ser tenidas en conside-
ración en este trabajo. Finalmente, deseamos aclarar que
algunos de los entrevistados prefirió que su testimonio apa-
rezca bajo seudónimo y otros optaron por que se consigne
su nombre real, por eso hemos respetado la voluntad de
cada uno respecto a su forma de aparición en esta tesis.
Con un caso en particular, uno de los militantes de
la generación ‘80, a partir del buen vínculo construido,
comenzamos a realizar encuentros periódicos y a trabajar
con cuestionarios que fueron respondidos vía electrónica.
De esta manera este militante, que terminó por convertirse
en un informante clave para nuestra investigación (Trem-
blay, 1982), brindó valiosa información referida a la orgáni-
ca y a la estructura del Frente Popular Darío Santillán.
Una de las fuentes secundarias principales que hemos
consultado para el análisis de los ethos militantes y las
generaciones políticas en nuestra unidad de estudio, son
los documentos producidos por el propio movimiento. El
análisis documental referido a nuestra base empírica se
centró en el relevamiento, la lectura y la sistematización
de documentos, comunicados, cartillas de formación, revis-
tas, periódicos y demás producciones del Frente. Al ser

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materiales ‘orgánicos’, creemos que se trata de fuentes docu-


mentales clave para poder leer y analizar posicionamientos,
debates y opiniones del movimiento respecto a diversos
temas y coyunturas de política nacional y regional. De las
cuatro dimensiones de análisis a partir de las cuales estudia-
mos las configuraciones de los ethos militantes, estas publi-
caciones nos permitieron particularmente analizar una: las
orientaciones estratégicas del movimiento, estableciendo un
diálogo entre las entrevistas y lo que el movimiento orgá-
nicamente publicó.
En lo que refiere a las observaciones, hemos acompaña-
do talleres, movilizaciones y espacios de articulación políti-
ca del FPDS. Durante dicho proceso, hemos confeccionado
diferentes tipos de notas que se corresponden con los tipos
presentados por Valles (2003), es decir: notas ‘condensadas’,
citas textuales durante las observaciones y notas ‘expandi-
das’, ampliación en detalle de las notas condensadas, des-
pués de la observación. Además, siguiendo el modelo de
notas de campo de Schatzman y Strauss, (1979) nos ayuda-
mos de las “notas metodológicas” durante las observaciones,
que sirvieron para luego completar información.
Finalmente, el análisis de los datos recolectados, tanto
desde las entrevistas como desde el análisis documental y
de las observaciones, fue procesado durante el año 2012,
en paralelo a la redacción de algunos avances de la pre-
sente tesis.

Repensar los roles: relación e interacción entre ‘sujeto


y objeto’

En lo que respecta a la relación construida entre nosotros


como investigadores y el movimiento (en general) y con sus
militantes (en particular), a lo largo de estos años nos hemos
propuesto abordar esta investigación desde una perspectiva
que intente reformular la clásica jerarquía establecida entre

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el sujeto investigador y el objeto investigado. A la vez, nues-


tra pertenencia y militancia en un movimiento socioterri-
torial, que aunque no pertenece al FPDS articula y coordina
acciones con el mismo, multiplicó aún más los desafíos en
términos del eterno debate entre la ‘distancia neutral’ y el
compromiso ideológico, que se dirimen en la relación entre
investigación y militancia.
Para dar tratamiento a estas complejidades, tomamos
en cuenta producciones locales como la de Vasilachis de
Gialdino (2006), quien aportó a comprender el carácter
intrínsecamente relacional y basado en la comunicación
que comportan las investigaciones cualitativas como la que
aquí presentamos. Ese carácter obliga al investigador a
replantearse la relación con sus unidades de estudio por
fuera de los cánones tradicionales de externalidad, conside-
rándolas en cambio como sujetos que participan del proce-
so de conocimiento, proceso en el cual “ambos, identificán-
dose con el otro (…) aumentan, además, su conocimiento
por medio de una construcción cooperativa de la que ambos
participan por igual, pero realizando contribuciones dife-
rentes” (Vasilachis de Gialdino, 2006: 56).
No obstante, nuestra perspectiva de ‘construccion
cooperativa’ tuvo en cuenta desde sus inicios los límites que
una propuesta de tal tipo presenta. Lejeune (1980) quien
ha trabajado largamente este asunto en sus trabajos sobre
el género autobiográfico en Francia, advirtió certeramen-
te sobre los riesgo de caer, a partir de un trabajo de co-
producción entre ambas partes, en un acto de manipulación
por parte del investigador. Tomando en cuenta entonces
los riesgos que planteaba Lejeune al momento de pretender
establecer un vínculo desprovisto de relaciones de domina-
ción entre las partes, hemos intentado construir una rela-
ción armónica con los entrevistados, pero reconociendo
a priori las diferencias evidentes entre los dos lugares de
enunciación (investigador e investigado) y la relación de
poder que de hecho existe entre ambas partes. En este sen-
tido, los lazos que hemos logrado establecer fueron a partir

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de la confianza recíproca, la cual se logró forjando vínculos


duraderos y respetuosos generando, en palabras de Melucci
(1992), “pactos cognitivos o fiduciarios” entre investigador
e investigado.

Presentación del caso de estudio: el Frente Popular


Darío Santillán

Hacia finales de 2004, una serie de organizaciones prove-


nientes de la ya mencionada Coordinadora de Trabajadores
Desocupados Anibal Verón (CTD AV) y otras organizacio-
nes independientes conformaron el Frente Popular Darío
Santillán. El FPDS se autodenomina un “movimiento social
y político, multisectorial y autónomo, con vocación revolu-
cionaria”1 y nuclea organizaciones sindicales, estudiantiles,
culturales, comunidades rurales y movimientos de trabaja-
dores desocupados. Una de las características más impor-
tantes del Frente reenvía a su estructura multisectorial. Es
decir que no es sólo un reagrupamiento de trabajadores
desocupados, sino que tiene un horizonte y una práctica
multisectorial aunque con predominancia numérica y polí-
tica de los trabajadores desocupados.
Con presencia en nueve provincias del país, pero con
un desarrollo cuantitativa y cualitativamente mayoritario
en el área sur del conurbano bonaerense, al interior del
FPDS se desarrollan trabajos territoriales (bloqueras, pana-
derías comunitarias, talleres de costura, talleres de herre-
ría, comedores populares, merenderos); educativos (bachi-
lleratos populares, talleres de alfabetización); de género
(campamentos de formación en géneros, espacios de mili-
tancia antipatriarcal); rurales (comunas rurales, huertas);
estudiantiles(disputa de los centros de estudiantes y de las

1 Estas definiciones se encuentran en la presentación del sitio Web del FPDS:


http://www.frentedariosantillan.org

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22 • Formas organizativas y ethos militantes

federaciones universitarias, organización de cátedras abier-


tas) y sindicales (jornadas de formación sindical, disputa de
comisiones internas).
En lo que refiere a la elección de nuestra base empírica,
consideramos que el FPDS no sólo representa la emer-
gencia de un movimiento social novedoso en cuanto a su
gestación (surgido en 2004 luego del auge de las luchas anti-
neoliberales) sino que también es representativo de dicha
transformación subjetiva en el campo militante. Al articu-
lar trabajo territorial con trabajo sindical, estudiantil, rural,
cultural y de género, constituyéndose en lo que reciente-
mente mencionábamos como una “herramienta multisecto-
rial”, la presencia de las dos vertientes (territorial y cultural)
del nuevo ethos militante que señalaba Svampa, han tenido
fuerte presencia en su constitución.
En lo que respecta al activista cultural, la existencia
al interior del FPDS de grupos como “Arte al Ataque” que
realiza intervenciones artísticas en movilizaciones, talleres
de formación, espacios urbanos, o incluso las experiencias
de cátedras alternativas en universidades nacionales de arte
(como el caso de la cátedra libre ‘Es-Cultura Popular’, del
Instituto Universitario Nacional de Arte), lograron dar con-
tención orgánica en el Frente a una cantidad importante de
militantes del arte y la cultura de los últimos años.
Sin embargo, sostendremos aquí que la presencia y
envergadura del militante territorial ha sido el factor clave
en la estructuración y desarrollo del Frente. Como ya
hemos mencionado, y desarrollaremos más adelante, el
Frente nació principalmente a partir de importantes expe-
riencias territoriales del movimiento piquetero como la
Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón
(CTD-AV). El carácter masivo y dinámico que tuvo el sector
territorial en la etapa de conformación del Frente, colocó a
este sector en un lugar determinante al momento de encarar
un estudio sobre la articulación de las generaciones políti-
cas en nuestra base empírica.

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El sector territorial del FPDS está compuesto prin-


cipalmente por diferentes Movimientos de Trabajadores
Desocupados (MTD) del conurbano bonaerense, aunque
también encontramos desarrollo territorial en las provin-
cias de Tucumán, Santa Fe (principalmente en el cordón
suburbano de Rosario), Córdoba, Río Negro (Alto Valle),
Jujuy y San Luis. En estas provincias el trabajo territorial
no está necesariamente estructurado a partir del MTD, sino
también de centros culturales, de centros comunitarios, etc.
Este sector se articula principalmente a partir del trabajo,
la educación y de la cuestión alimentaria y desarrolla el eje
laboral a partir de la creación de cooperativas tales como
talleres de Serigrafía, Rotiserías, Panaderías y Emprendi-
mientos textiles, entre otros. A su vez, el movimiento dispu-
ta cupos dentro de algunos programas de cooperativas lan-
zados por los gobiernos tales como el Programa Argentina
Trabaja del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
En el área educativa los MTD impulsan escuelitas de apoyo
escolar, talleres de formación política y Bachilleratos Popu-
lares de jóvenes y adultos y talleres para niños.
En el sector territorial cada MTD tiene una asamblea,
que puede ser semanal o quincenal, donde participan los
integrantes del movimiento y, que a su vez, son abiertas a
vecinos que se quieran sumar. Esa asamblea designa una
serie de delegados que, mandatados por su asamblea, parti-
cipan de una ‘mesa de coordinación’ del MTD en el distrito,
llamada la ‘mesa del MTD’. La mesa del movimiento, por su
parte, elije a su vez compañeros para otras instancias como
la mesa ‘regional’, que aglutina delegados de movimientos y
organizaciones que comparten una región (en muchos casos
esta regional abarca diferentes distritos)2.
Desde las instancias regionales se delegan militantes
para participar de los espacios nacionales del Frente tales

2 Por ejemplo, la regional sur XIII del Frente está integrada por el MTD
Lanús, FPDS de Varela, MTD Lomas de Zamora; Agrupación Los Queran-
díes; MTD La Cañada (Quilmes) y la C. P. Agustín Tosco (Escalada, Lanús).

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24 • Formas organizativas y ethos militantes

como áreas de trabajo (formación, finanzas, relaciones polí-


ticas, comunicación), y como instancias nacionales de toma
de decisión. Las instancias nacionales principales para la
toma de decisiones son por un lado los Plenarios Naciona-
les, que se realizan 1 vez al año y reúnen cerca de 300 dele-
gados; por otro lado se encuentran las Mesas Nacionales
donde participan entre 60 y 80 delegados aproximadamente
y se realizan cada 3 meses en general.
La recepción de las influencias de los movimientos de
América Latina, sumada a la proyección regional del FPDS,
ponen a la luz una de las características centrales en la
construcción de este movimiento y de las subjetividades
militantes que lo componen: su perfil latinoamericanista.
Encontramos en dicha dimensión otro ‘punto de transpa-
rencia’3 donde se visibiliza con nitidez la relación entre
nuestro marco teórico y el caso investigado.
Retomando la emergencia de un nuevo ‘ethos militante’
en América Latina, nos es posible entender la fuerte
influencia que la experiencia zapatista, el MST brasilero y
las recientes experiencias de gobierno populares en Vene-
zuela y Bolivia, ejercen en la política del Frente Popular
Darío Santillán. Esta influencia se manifiesta, en primer
lugar, en la integración del FPDS a la Articulación de Movi-
mientos Sociales del ALBA. El ALBA es una articulación de
movimientos de izquierda de los países de Latinoamérica y
el Caribe, entre los cuales se encuentra el Movimiento de
Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) del Brasil, el Frente
Nacional Campesino Ezequiel Zamora (FNCEZ) de Vene-
zuela, y el Centro Martín Luther King de Cuba, entre otros.
En segundo lugar, el impulso por parte del Frente de
“brigadas latinoamericanas” en Paraguay (en denuncia del
golpe institucional acaecido en 2012), en Haití (en contra
de la ocupación de la ONU tras el desastre ecológico de
2010), y en Venezuela en apoyo al gobierno Bolivariano son

3 La expresión es de la profesora Silvia Adoue.

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otros indicadores que resaltan la matriz latinoamericanista


de nuestra unidad de estudio.
Por lo visto anteriormente, la influencia del nuevo
ethos y la centralidad que tuvo en la mayoría de las organi-
zaciones que protagonizaron luchas decisivas contra el neo-
liberalismo durante los ‘90 y la primera década del nuevo
siglo, no sólo se tradujo en las transformaciones subjetivas
de la militancia local, sino que cobró sentido estratégico en
las proyecciones políticas de las organizaciones argentinas
del último tiempo. Esa perspectiva latinoamericanista, de
la cual el FPDS es exponente, puede ser pensada, con Ben-
said (2003), como un “nuevo internacionalismo”, heredero
del internacionalismo proletario que caracterizó a la matriz
militante partidaria y guerrillera de la mayor parte del siglo
XX, pero para el nuevo contexto mundial.
En lo que respecta al marco de alianzas a nivel nacional,
el FPDS impulsó en 2010 la Coordinadora de Organizacio-
nes y Movimientos Populares de Argentina (COMPA), una
herramienta política amplia y multisectorial de movimien-
tos y organizaciones que se referencian en la “izquierda
independiente”. A partir del año 2011, conformó también
la Asociación Gremial de Trabajadores Cooperativos, Auto-
gestivos y Precarizados (AGTCAP), una herramienta que
aglutina a otro arco de organizaciones (algunas de las cuales
confluyen también en la COMPA) que trabajan en coopera-
tivas del ya mencionado Programa Argentina Trabaja (PAT)
y en otras cooperativas de trabajo.

Las definiciones ideológicas del FPDS

El FPDS retoma la consigna “trabajo, dignidad y cambio social”


construida por los MTD. En su presentación alude a la dife-
rencia de esta experiencia en contraste con los partidos políti-
cos tradicionales y a la composición joven que caracteriza a la
mayoría de sus militantes.

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26 • Formas organizativas y ethos militantes

Una de las diferencias fundamentales respecto a los par-


tidos políticos tradicionales de la izquierda es su concepción
de autonomía. Como fue dicho, esta categoría ha sido traba-
jada extensamente por Castoriadis, (1998) quien sostuvo que
la construcción desde la autonomía modifica significa cons-
truir un ‘propio mundo según otras leyes’. Ligado a las ideas de
autogobierno y de independencia política respecto del Estado,
la noción de autonomía cobró centralidad en los movimientos
sociales que emergieron en América Latina después de los años
‘80 (De Sousa Santos, 2001). Esta autonomía no remite específi-
camente a la libertad económica, sino a “la protección y preser-
vación de valores, identidades y formas de vida frente a la impo-
sición política y burocrática de un cierto tipo de orden racional”
(Offe, 1996: 177). La misma no es concebida como un punto
de partida homogéneo y acabado desde el cual inician su desa-
rrollo los movimientos, sino como una “construcción que posi-
bilita la propia acción discursiva y política de los movimientos
sociales” (Wahren, 2009: 21).
En el caso del FPDS, la búsqueda de autonomía ha estruc-
turado el complejo andamiaje organizativo sobre el cual pivo-
tea la organización, articulando por un lado demandas hacia el
Estado4 con la independencia político-organizativa de la orga-
nización respecto de los lineamientos estatales.
El tipo de trabajo político que encarna el FPDS ha sido
conceptualizado como parte de la “nueva izquierda”, en tanto
intenta anclarse en valores solidarios, escapando de las modali-
dades políticas clásicas en las que identifican un marcado tinte
burocrático y sectario (Vázquez, 2008). Esta búsqueda de cons-
trucción de una nueva política, puede evidenciarse por ejem-
plo en la elusión de ciertas palabras que reenvían a la izquier-
da tradicional (tales como cuadros, dirigentes) y en la opción por

4 Son ejemplos de las demandas del movimiento hacia el Estado el otorgamiento de


cupos para las cooperativas del Programa Argentina Trabaja impulsado por el
Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, la exigencia del reconocimiento por
parte del Ministerio de Educación del distrito correspondiente de los título oficia-
lesparalosBachilleratos PopularesdeJóvenesyAdultos,etc.

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Formas organizativas y ethos militantes • 27

palabras novedosas que se diferencian de los códigos de la vieja


izquierda.
Melina Vázquez ha trabajado en su tesis de Maestría con
militantes jóvenes del FPDS, en lo que constituye un aporte
insoslayable para nuestro enfoque. Allí, analizó la relación de
la nueva política con el protagonismo juvenil, sosteniendo que
esta relación se consolidaría a partir de una discontinuidad con
“un conjunto de prácticas atribuibles a (…) la “vieja política”
(Vázquez, 2008: 92)5. Es por ello que los militantes jóvenes del
FPDS elijen hablar, por ejemplo, de ‘referente’, antes que de
‘dirigente’, o de ‘espacio’ en lugar de ‘comisión’.
Este impulso del FPDS por construir una nueva narrativa
militante puede evidenciarse también en la elección del nombre
de la organización, donde se rescata la figura de Darío Santillán:
un símbolo ‘nuevo’ para la izquierda, referenciado principal-
mente con la juventud. Como señala Bruno Fornillo, el nombre
de Darío Santillán suponía rescatar “un nombre que ponía en
primer plano un nuevo ethos militante, casi de clivaje genera-
cional: el sentimiento de injusticia por sobre lo racional, resca-
tando una mística propia” (Fornillo, 2007: 8).
Sin embargo, la identidad política del Frente, a la vez que
se construyó a partir de este nuevo clivaje generacional y regio-
nal, tuvo que combinarse con la relación cambiante y compleja
que se fue generando en el contexto institucional argentino de
la última década. Es a partir de allí que con la llegada de nue-
vos gobiernos progresistas en América Latina en general, y en
Argentina en particular desde la asunción de Néstor Kirchner
en 2003, la subjetividad militante y las generaciones políticas
del FPDS afrontarán nuevos desafíos.

5 En su tesis Vázquez enfoca, a partir de las teorías representacionistas del lenguaje


(Austin, 1971), en la nueva narrativa que intentan desplegar los militantes del
FPDS.

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2

El abordaje teórico de los movimientos


sociales y la epistemología crítica

Diversos han sido los modos que ha encontrado la teoría


sociológica para abordar el estudio de los Movimientos
Sociales contemporáneos. El amplio abanico conceptual
que signa la producción académica en este campo, va desde
el análisis racionalista hasta el estudio de las identidades
políticas de los sujetos que componen los movimientos. En
función de tamaña diversidad de enfoques, en el siguiente
apartado daremos cuenta de algunas perspectivas teóricas
que se han dado a la tarea de conceptualizar las dinámicas
y experiencias de los movimientos sociales desde mitad del
siglo XX. En tal sentido encontramos dos grandes para-
digmas que han hegemonizado los estudios del campo en
Norteamérica y Europa: el paradigma del Actor Racional y
el paradigma de la Identidad, respectivamente.
Si bien englobar la multiplicidad de perspectivas exis-
tentes respecto del estudio de los movimientos sociales
dentro de dos paradigmas puede parecer reduccionista,
creemos que los dos marcos teóricos principales desde don-
de se ha enfocado la problemática en general refieren, ora a
la racionalidad, ora a la identidad, como dimensiones com-
prensivas centrales. Esto fue así, más allá de que algunos
aportes que conviven al interior de los paradigmas sean
diferentes entre sí e incluso trabajen a partir de hipótesis y
métodos por momentos contrapuestos. Veremos entonces
en este capítulo diversas configuraciones que ha asumido
cada paradigma, las vertientes al interior de cada uno, a la
vez que indagaremos en sus límites y potencialidades.

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30 • Formas organizativas y ethos militantes

Luego nos abocaremos a una descripción de los estu-


dios acerca de los movimientos sociales en América Latina
y en el ámbito local, haciendo especial hincapié en aque-
llos que se han dedicado a los movimientos de trabajadores
desocupados (“piqueteros”) durante los últimos diez años; a
la vez haremos un somero repaso por los estudios socioló-
gicos sobre las generaciones, especialmente sobre aquellos
que se han dedicado a analizar las generaciones en el campo
de los movimientos sociales. Finalmente dedicaremos un
apartado a las 4 dimensiones que elegimos para el análisis
de los ethos militantes: la toma de decisiones, la orienta-
ción estratégica, el perfil táctico y el capital militante. Para
ello, revisaremos alguno de los estudios acerca de dichas
dimensiones que se han aplicado al análisis de los movi-
mientos sociales.
Como criterio general hemos decidido que nuestro
capítulo teórico dialogue con la base empírica de nuestra
investigación, trazando un puente continuo entre caso y
teoría. Es así que la mención a cada paradigma o corriente
estará acompañada de un señalamiento de aquellos con-
ceptos que consideramos fértiles o no para el abordaje de
nuestra unidad de estudio, el FPDS.

El paradigma del Actor Racional: entre la movilización


de recursos y la movilización política

Hacia finales de la década del ‘50 Norteamérica asistió


a la emergencia de una multiplicidad de organizaciones
sociales, colectivos y asociaciones civiles que, con alto nivel
de impacto y visibilidad, instalaron en la agenda política
un serie de demandas que distaban considerablemente de
aquellas reivindicaciones clásicas propias del movimiento
obrero. Entre los sectores movilizados más destacados se
encontraban sin dudas el movimiento feminista, el ecolo-
gismo y el movimiento por los derechos civiles que englobó

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Formas organizativas y ethos militantes • 31

la demanda de ampliación de derechos sociales para las


minorías étnicas y sexuales (Gloria Gohn, 1997).
Ante la aparente incompetencia de los esquemas clá-
sicos de interpretación de los movimientos sociales para
aprehender la complejidad de este nuevo escenario, emer-
gió en Estados Unidos un vasto conjunto de trabajos y
perspectivas académicas que ha sido encuadrada dentro
del llamado Paradigma del actor racional (Pérez Ledesma,
1994). Uno de los presupuestos básicos de dicha corriente
ha sido la creencia en la racionalidad de los actores, quie-
nes definirían su participación en los movimientos sociales
en función de un cálculo de costo-beneficio. Desde dicho
marco, los movimientos sociales fueron analizados a través
de la actividad individual de los sujetos que participan en
ellos, entendiendo a éstos como naturalmente maximiza-
dores de beneficios.
Dentro del paradigma del actor racional encontramos
diversas escuelas y aportes que sostienen que la acción
colectiva se constituye en función de la articulación de
acciones de individuos racionales. Quienes han dado cuer-
po a este tipo de perspectiva han sido autores como Olson
(1971) y Elster (1989) según los cuales, básicamente, las
personas que participan en una acción colectiva lo hacen
persiguiendo incentivos selectivos e individuales. Las dos
subcorrientes que englobamos dentro de este paradigma
son la Teoría de la Movilización de Recursos y la Teoría de
la Movilización política, ambas de extensa difusión contem-
poránea en el campo en que se inserta nuestro trabajo.

La Movilización de Recursos

Hacia los años ‘60 surgió, también desde Estados Unidos


y al interior del paradigma del actor racional, una fuerte
corriente interpretativa de los movimientos sociales que
generó una ruptura con los esquemas precedentes. La deno-

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32 • Formas organizativas y ethos militantes

minada teoría de la Movilización de Recursos (MR) rechazó


los componentes psicológicos como factores explicativos de
las acciones colectivas, pasando a enfocar los movimientos
sociales en forma similar a los partidos políticos y grupos
de intereses. La MR priorizó el análisis económico, dejando
las variables políticas y culturales presentes solamente de
manera marginal. Desde esta corriente, ‘recurso’ fue enten-
dido como cualquier bien o valor (material o no) reconocido
como tal por uno o más grupos de la sociedad (McAdam,
McCarthy y Zald, 1999).
Más adelante, algunos autores de la MR desarrollaron
este paradigma introduciendo al análisis conceptos propios
de las corporaciones económicas y del mundo empresarial,
al considerar a los líderes de un movimiento como ‘geren-
tes’, y a los miembros del mismo como consumidores de
un ‘mercado de bienes’ (McCarthy y Zald, 1973 y 1977).
La competencia entre movimientos por la imagen en los
medios, asi como por los recursos del Estado, también fue-
ron ejemplos del enfoque empresarial que destinó la MR a
los movimientos sociales.
Por su parte, Zald, en desarrollos posteriores, opera un
leve giro en su enfoque, adoptando la dimensión cognitiva
o más bien ‘ideal valorativa’, al introducir en su análisis los
problemas de significado e identidad:

según las últimas tendencias, en la investigación sobre movi-


mientos sociales, es preciso analizar sistemáticamente la cul-
tura, la ideología y los marcos. Sin embargo, estos temas solo
han adquirido importancia muy recientemente, después de
que, en la década de los sesenta, se optara por otras pers-
pectivas como el estudio de los recursos que permitían la
movilización o el de los procesos políticos de fondo (Zald,
1999: 371).

La teoría de la Movilización de Recursos ocupó (y


aún ocupa) un lugar capital en lo que refiere a los marcos
conceptuales consolidados a la hora de la interpretación

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Formas organizativas y ethos militantes • 33

de las acciones colectivas y de los movimientos sociales de


las últimas décadas.
Sidney Tarrow, uno de los principales referentes de lo
que luego se denominará la Movilización Política, observó
la limitación que reviste un enfoque que apenas busca los
incentivos micro-económicos que motivan a las personas a
las acciones colectivas, sin analizar los factores culturales.
En la misma línea, Cohen (1985) destacó que la MR dejaba
de lado valores, normas, ideologías, cultura e identidades
de los grupos estudiados, los cuales aparecen como funda-
mentales para una total comprensión del fenómeno. Por su
parte, Mayer (1995) remarcó el individualismo metodológi-
co implícito en este acercamiento y criticó el silenciamiento
que la MR dispensó hacia las creencias y emociones en los
comportamientos colectivos de la sociedad. Otra de las cri-
ticas a la MR provino de Gould, quien sostuvo que

aún asumiendo que los activistas y participantes de los movi-


mientos sean actores racionales, (…) hagan cálculos sobre los
costes y beneficios y elaboren estrategias para asegurar sus
intereses, el cómo lo hacen no es tan evidente ni tan simple
como suele afirmarse (Gould, 2004: 161).

Por su parte, uno de los más destacados estudiosos


sobre movimientos sociales, Alberto Melucci, sostuvo que
el paradigma de la MR deja fuera factores indispensables
en la acción colectiva como la identidad (Melucci, 1999).
En la práctica ya se ha demostrado que, por ejemplo, el
movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos no
podía ser explicado únicamente por variables económicas,
siquiera por la mera instrumentalidad en cuanto a la obten-
ción de las reivindicaciones puntuales que motorizaron a
dicho movimiento.
En la presente tesis partimos del supuesto que el estu-
dio de los ethos militantes y de las formas organizativas
que la articulación de diversos ethos militantes produce
en el FPDS, alude a procesos sociales complejos donde se

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34 • Formas organizativas y ethos militantes

yuxtaponen motivaciones materiales con innúmeras diná-


micas de construcción de identidades colectivas. En tal sen-
tido, consideramos que la perspectiva que ofrece la Movi-
lización de Recursos, centrada en la ‘participación racional’
de los sujetos en los movimientos, resulta limitada para el
abordaje de nuestro problema de investigación.

La teoría de la Movilización Política

Hacia los años ‘70, a partir de las críticas al utilitarismo y


al individualismo metodológico de la MR, algunos trabajos
comenzaron a enfatizar en la estructura de oportunidades
políticas, el grado de organización de los grupos y en los
discursos de los actores de los movimientos sociales. De
esta forma, el paradigma de la Movilización Política (MP),
en función de desprenderse de la MR, intentó incluir herra-
mientas de la psicología social y del interaccionismo simbó-
lico para interpretar las acciones de los actores (Goffman,
1967; Tarrow, 1997; Tilly, 2000). Los referentes más desta-
cados de esta escuela han sido Tilly, McAdam y Tarrow en
EE UU y, en Europa, Kriesi y Kitschelt. Los conceptos más
importantes forjados por esta corriente en los que abrevare-
mos para el estudio de algunas dimensiones del FPDS son:
la influencia del entorno institucional, los repertorios de
acción, la Estructura de Oportunidades Políticas y los ciclos
de protesta; a continuación describiremos dichas herra-
mientas y su forma de inserción en nuestra investigación.
De los desarrollos antes mencionados acerca de la MP,
sin dudas el aporte más destacado fue la inclusión del siste-
ma político institucionalizado como variable de incidencia
directa en el surgimiento y consolidación de los MS. En
los estudios de la MP:

se aprecia un interés común hacia el estudio de la interac-


ción entre movimientos sociales y política institucionalizada,
partiendo del supuesto que los movimientos sociales y las

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Formas organizativas y ethos militantes • 35

revoluciones adoptan una forma u otra, dependiendo de la


amplia gama de oportunidades y constricciones políticas pro-
pias del contexto nacional en el que se inscriben (McAdam,
McCarthy y Zald, 1999: 24).

El ejemplo más destacado para nuestro caso sin dudas


le cabe a la relación entre contexto institucional y la con-
figuración del movimiento que se aborda en la segunda
parte del capítulo 3, donde analizamos los ciclos políticos
del FPDS en relación con las medidas más relevantes lle-
vadas a cabo por los gobiernos kirchneristas durante los
últimos años.
El enfoque desde la Estructura de Oportunidades Polí-
ticas (EOP) sostiene como elemento central para los movi-
mientos sociales el aprovechamiento de las oportunidades
que se abren a partir de cambios al interior de las institucio-
nes, o en las modificaciones de las disposiciones ideológicas
de los grupos gobernantes (McAdam, 1999). Fue trabaja-
do extensamente por Tarrow (1999) y Oberschall (1999)
quien analizó las oportunidades políticas en el marco de las
revueltas de 1989 en el este de Europa. Más recientemen-
te, Favela Gavia (2002) trabajó la relación entre el régimen
autoritario mexicano y la estructura de oportunidades polí-
ticas de los movimientos sociales de dicho país. En términos
generales, se ha sostenido que el enfoque desde la EOP
demuestra una considerable dependencia de los movimien-
tos sociales en función del ambiente político (Rodríguez
Arechavaleta, 2010).
Si bien coincidimos en las críticas a los enfoques que
convierten a los MS en sujetos pasivos en función de la
dependencia de la EOP, creemos que el enfoque que popu-
larizó Tarrow tiene un potencial argumentativo que no
debemos descartar. Es así que, por ejemplo, los cambios en
los ejes de acumulación política del FPDS en función de
las modificaciones en la estructura laboral en el país, serán
leídos en nuestro trabajo a partir de los cambios y reconfi-
guraciones en la EOP en el capítulo 3.

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36 • Formas organizativas y ethos militantes

En sintonía con el concepto de oportunidades políticas,


la noción de Ciclos de Protesta, trabajada principalmente
por Tarrow (1992 y 1997) refiere a los períodos de tiempo
donde los movimientos en particular y los sectores movi-
lizados en general aprovechan las fisuras en los procesos
institucionales para protagonizar jornadas extendidas de
acciones de protesta. Cuando el contexto político comienza
a demostrar un afluente continuado y sostenido de movili-
zaciones masivas, protestas visibles en instituciones públi-
cas, jornadas de reclamos, es decir, de acciones contenciosas
en general, estamos en presencia de la apertura de un ciclo
de protesta que lo movimientos deben saber aprovechar
para encauzar correctamente sus demandas. Desde dicha
óptica, las interpretaciones de las acciones colectivas de los
movimientos han sido profusas en la teoría social contem-
poránea. Tejerina (1997), por ejemplo, desde la óptica de los
ciclos de protesta analizó la relación entre violencia política
y movimientos sociales en el País Vasco.
En lo que refiere a la producción local, varios trabajos
han abordado la conflictividad social teniendo en consi-
deración los ciclos de protesta como es el caso de Gordi-
llo (1999) respecto de las revueltas obreras en la provin-
cia de Córdoba durante la década del ‘60, y de Barbetta
y Lapegna (2001) y Delamata (2002) para el estudio de la
conflictividad social desde mediados de la década del ‘90
en las provincias del interior del país a partir de la crisis
del modelo neoliberal.
Por nuestra parte, hemos caracterizado tres genera-
ciones políticas que coexisten en el FPDS a partir de su
relación con los contextos socio-históricos e institucionales
de la época, marcando líneas de condicionamiento entre el
orden institucional vigente y las características de los ethos
militantes del período. En dicho análisis, la institución más
destacada para analizar su influencia en el imaginario social
y su consiguiente expresión generacional ha sido, central-
mente, el Estado.

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Formas organizativas y ethos militantes • 37

Otro de los aportes que hemos retomado de esta escue-


la ha sido el del ‘repertorio de acciones’. Charles Tilly (1995)
desarrolló el concepto para las acciones entendidas como
las rutinas compartidas por los actores al interior de un
Movimiento Social. Son repertorio de acción entonces los
canales “establecidos para que pares de actores efectúen
y reciban reivindicaciones que afectan a sus respectivos
intereses” (Tilly, 1995: 17). Por su parte, Sidney Tarrow
(1997), también observó que los movimientos sociales cons-
truyen un repertorio fijo de símbolos e imágenes que se
plasman en la cultura política de la época, dimensión que
ha operado en el estudio del FPDS: siguiendo a Tarrow, los
repertorios permiten registrar “las demandas e interpreta-
ciones de un cierto tiempo histórico” (Gohn, 1997: 105).
En tal sentido, los repertorios de acción han sido un
factor clave en nuestro análisis, constituyéndose en una
fuente constante de datos y análisis. La forma en que los
sujetos despliegan su acción y su relación con la construc-
ción colectiva de una identidad es relevante para nuestro
trabajo de investigación, tanto en lo que respecta al análi-
sis y surgimiento de las tres generaciones confeccionadas,
como en loocurrido con los nuevos movimientos sociales.
Un ejemplo paradigmático de la influencia de los reper-
torios en la constitución de los movimientos lo constituye
el caso del “movimiento piquetero”, aquel que termina cons-
truyendo su identidad en función de un nombre que, en
un principio aludía a un repertorio de acción (el piquete).
En segundo lugar, la radicalidad, la “acción directa” y las
lógicas organizativas asamblearias, que han caracterizado a
la generación militante que florece en el transcurso de los
años noventa (Svampa, 2008), son algunos de los motivos
por los que la definiremos como una generación ‘prefigura-
tiva’. En tal sentido, estos dos ejemplos dan cuenta de esta
relación directa entre repertorio de acción y constitución
identitaria de los movimientos y las generaciones de nues-
tro caso de estudio.

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38 • Formas organizativas y ethos militantes

La tendencia a estudiar el comportamiento de los MS


en función de las Estructuras de Oportunidades Políticas
(EOP) que presenta el entorno institucional, generó amplia
aceptación entre los teóricos contemporáneos. Sin embar-
go, el concepto de OP fue vaciándose de sentido y se ter-
minó por convertir en un concepto ampliamente malea-
ble, con capacidad de ser aplicado en casi todos los casos
de estudio. En este sentido, Goodwin y Jasper han seña-
lado que los teóricos de la MP utilizaron el concepto de
‘oportunidades políticas’ de forma hiperbólica, llegando a
desvirtuarlo. Según estos autores el ensanchamiento del
concepto ha terminado por “convertir todo o casi todo en
oportunidad política. Incluso las amenazas, los obstáculos
legales contra los movimientos y la represión son a veces
conceptualizados como oportunidades” (Goodwin y Jasper,
2004: 83), lo cual habilita a pensar que si todo es una opor-
tunidad política, dicha categoría tendría escasa capacidad
explicativa específica.
Se ha señalado también que la Movilización Política
no pudo realmente dejar atrás la herencia racionalista de la
MR y obvió el análisis político de los movimientos, de sus
relaciones y estructuras de poder, y de los diferentes intere-
ses sociopolíticos y económicos que ellas conllevan (Gohn,
1997). Por todo ello, el enfoque general de nuestra investi-
gación eludirá la propuesta de la Teoría de la Movilización
Política, no obstante lo cual abrevaremos en situaciones
específicas en algunos conceptos ya señalados surgidos de
dicha escuela, tales como la EOP, la influencia institucional,
los repertorios de acción y los ciclos de protesta.
Como hemos visto, los estudios enmarcados dentro del
paradigma del Actor Racional, tanto en su variante ‘racio-
nalista’ como ‘politicista’ se han dedicado a estudiar el cómo
actúa y se moviliza un determinado sector de la población,
partiendo del estudio del movimiento social como orga-
nización, “sin cuestionarse el origen de tal organización y
sin dar explicación al paso del nivel individual al colectivo”
(Revilla Blanco, 1994: 182). Según Melucci, estos estudios

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Formas organizativas y ethos militantes • 39

han sido “por una parte, un punto de referencia obligado y


por otra una desilusión” (Melucci, 1999: 26), siendo que se
incurrió en el error de tratar al fenómeno colectivo como
un dato empírico unitario: “esto es, se asume de entrada, la
unidad empírica del fenómeno” (Melucci, 1999: 56).
Como vimos más arriba, algunos autores del paradig-
ma del actor racional intentaron complejizar la relación
lineal entre descontento y movilización, agregando al aná-
lisis la Estructura de Oportunidades Políticas. Sin embar-
go Melucci (1994) plantea que esa complejización no se
enfrenta a la debilidad fundamental de dicho paradigma
ya que sigue asumiendo la capacidad de los actores para
mantener su unidad.

El paradigma de la identidad

A partir de los años ‘60 surgió en Europa una nueva


corriente para el estudio de los Movimientos Sociales que
puso en primer plano la cuestión de la identidad. Si bien los
autores y perspectivas que revisaremos conservan diferen-
cias entre sí, el vector común que los une es la centralidad
de la dimensión identitaria, por lo cual suelen ser agrupa-
dos en un mismo paradigma. La denominada escuela de
los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) forjó un mode-
lo teórico que escapaba del análisis racional, a la vez que
negaba la visión funcionalista de la cultura como conjunto
fijo y predeterminado de normas y valores heredados del
pasado. Por el contrario, el paradigma de la identidad vino
a sostener que los NMS son capaces de generar áreas y
redes donde se nuclean individuos y grupos compartiendo
culturas e identidades. Entre sus autores más destacados
se encuentran Alberto Melucci, Alain Touraine, Alessandro
Pizzorno y Edward P. Thompson.
Como veremos más adelante, el problema general de
nuestro trabajo es comprender la articulación de ethos

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40 • Formas organizativas y ethos militantes

militantes diversos en el marco de las formas organizativas


de los movimientos sociales actuales en la Argentina. Dicho
proceso será abordado sin negar los incentivos materiales
para la acción, pero a su vez priorizando las motivaciones
identitarias, las cuales signan la participación política de los
integrantes de los movimientos.
Para profundizar las diferencias con el análisis raciona-
lista del paradigma del AR, desde el paradigma de la identi-
dad se ha sostenido que “el grado de identificación con un
grupo alcanza su nivel máximo cuando el coste de actuar
junto a otros por el mismo fin colectivo es nulo” (Pizzorno,
1989: 31). De esa forma se sostiene que en las acciones
colectivas el mismo hecho de participar anula “la relación
coste/beneficio porque sólo a través de la propia participa-
ción en la acción puede beneficiarse un individuo” (Revilla
Blanco, 1994: 191), lo cual demostraría que la participación
es un fin en sí mismo.
Por su parte, para Touraine (1985) los nuevos movi-
mientos sociales son aquellos que se derivan principalmen-
te de conflictos alrededor del control de los modelos cul-
turales. Es por ello que, como los movimientos son a la
vez contestatarios y prefigurativos, pueden expresar al mis-
mo tiempo un conflicto social y un proyecto cultural. Así,
los conflictos sociales entre actores deben ser entendidos
en términos formativos y culturales, asumiendo que no se
trataría de luchas por la dirección de los medios de produc-
ción como antaño, sino por producciones culturales, como
la educación y la información de masas (Touraine, 1999).
Tanto es así que para el autor, el principio general sobre
el que descansan los movimientos sociales es el derecho
a la igualdad cultural, siendo “la defensa de los derechos
culturales y sociales de los individuos y las minorías, actual-
mente, el objetivo primordial de los movimientos sociales”
(Touraine, 1999: 58).
En sus trabajos de campo Touraine investigó al movi-
miento de los Beurs (inmigrantes magrebíes en Francia),
al movimiento pacifista y, parcialmente, al movimiento

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Formas organizativas y ethos militantes • 41

feminista, entre otros. Según Touraine, todos estos “nue-


vos” movimientos se orientan hacia el reconocimiento de
la identidad cultural, atacando los problemas ligados a la
modernidad capitalista y a la cultura masificada (Tourai-
ne, 1999).
Sin dudas, el autor más destacado dentro del paradigma
de la identidad ha sido el ya mencionado Alberto Meluc-
ci quien, a diferencia de Touraine, cuyo énfasis estaba
puesto en los análisis macro-estructurales, se centró en la
dimensión micro, trabajando desde categorías tales como
emoción, intuición, creatividad, percepción femenina, etc.
Melucci ha sido el autor que con mayor profundidad operó
el giro epistemológico respecto a las corriente anteriores,
ya que no se limitó a agregar variables al análisis, sino que
partió de un enfoque radicalmente distinto, al analizar a
los MS como unidades analíticas en lugar de hacerlo como
unidades empíricas.
Para Melucci las corrientes anteriores trataron a los
MS como datos empíricos unitarios, y su propuesta, en
cambio, implica considerar los fenómenos colectivos como
“procesos en los cuales los actores producen significados,
comunican, negocian, y toman decisiones” (Melucci, 1999:
57).
Es decir que no toma los hechos, movilizaciones y
actos, como datos empíricos unitarios, sino que los enmar-
ca dentro de un análisis integral que involucra sus causas,
surgimientos, desarrollos y sentidos. Con ello, podríamos
decir que Melucci alumbra la complejidad de los fenómenos
que otras corrientes tomaban como dato ya construido.
En tal sentido, nuestro abordaje del FPDS a través de
sus generaciones militantes parte desde este mismo enfo-
que, al entender las formas organizativas del movimien-
to como parte de un proceso de construcción y recons-
trucción, complejo y dinámico, extendido en el tiempo.
Siguiendo la propuesta de Melucci, no analizaremos unida-
des observables como hechos empíricos aislados, sino que
las enmarcaremos en la construcción de sentido que tienen

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42 • Formas organizativas y ethos militantes

al interior de la subjetividad militante de las generaciones


políticas que integran el FPDS.
Es común señalar en este debate la contribución inicial
de Touraine (1987), siendo que él fue quien señaló la limi-
tación y escasez del concepto de ‘clase social’ para pen-
sar la actualidad del continente, proponiendo en cambio
al ‘movimiento social’ como sujeto pertinente para ana-
lizar en América Latina. En la misma línea se encuentra
Offe (1988), quien enfatizó en el carácter no clasista de los
MS latinoamericanos y el ya mencionado Alberto Melucci,
quien introdujo el término Nuevos Movimientos Sociales
(NMS) definitivamente en la literatura sociológica. A partir
de allí, el debate en torno a qué movimiento podría consi-
derarse un NMS, siguió un derrotero largo con debates que
no siempre aportaron a la identificación del nudo proble-
mático básico que atravesaba el concepto. Algunos autores
defendieron la novedad de los movimientos en función del
carácter de sus acciones públicas, mientras otros destacaron
que eran acciones que ya se encontraban en otras expe-
riencias históricas y, por ende, rechazaron la categoría de
‘nuevos’. Luego del florecimiento del debate, Melucci vuelve
a adoptar una postura disruptiva al señalar que tanto

los críticos de la novedad de los ‘nuevos movimientos’ como


los que apoyan este ‘paradigma’ cometen el mismo error
epistemológico: considerar a los fenómenos contemporáneos
como un objeto empírico unitario, y desde ese supuesto pro-
ceder a definir o a discutir y negar su novedad (…) un deba-
te de esta naturaleza me parece totalmente inútil (Melucci,
1994b: 123).

Es decir que ambos, defensores y detractores de la


‘novedad’, caen en la “miopía de lo visible que centra su
atención en los aspectos mensurables de la acción colec-
tiva (…) e ignora la producción de nuevos códigos cultu-
rales” (Melucci, 1994: 165). En tal sentido y siguiendo a
Melucci, reconocemos que nuestra base empírica puede ser
pensada como un NMS en tanto se destaca por las formas

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Formas organizativas y ethos militantes • 43

organizativas y procesos identitarios novedosas que contie-


ne, nuevamente, no considerando dichas formas y proce-
sos como unidades empíricas sino enfocándolas dentro del
movimiento como unidad analítica.

Una epistemología crítica desde el sur

Como vimos, tanto desde el paradigma del actor racional


como desde el paradigma de la identidad se han producido
aportes y avances significativos para el estudio sobre los
MS. Como hemos señalado, en nuestro caso el punto de
partida conceptual para el abordaje de nuestra unidad de
estudio retoma varios de los aportes del paradigma de la
Identidad, a la vez que se sirve de algunas herramientas
específicas brindadas por la escuela del Actor Racional.
Sin embargo, al reconocer que ambos paradigmas han
estado hegemonizados por las academias de los países cen-
trales (principalmente de EE UU y Europa), esto llevó a
encontrar una limitación estructural en los intentos de
insertar dichos marcos teóricos en nuestras unidades de
estudios locales. En tal sentido, las particularidades de Amé-
rica Latina exigen un esfuerzo metodológico que contem-
ple lo específico de sus formaciones sociales y políticas,
a la hora de elaborar una teoría crítica (Quijano, 2000).
Por ello, necesitamos herramientas conceptuales específi-
cas, ausentes en estos dos grandes paradigmas, para inter-
pretar las particularidades de los movimientos de nuestras
sociedades. El abordaje de nuestro caso de estudio, el Frente
Popular Darío Santillán, nos obliga a articular las diversas
escuelas ya revisadas con los aportes de teóricos latinoame-
ricanos. Por ello, en este apartado, introduciremos algunos
de los aportes al campo más destacados realizados desde
América Latina.
En relación a la desigualdad que impera en las socieda-
des latinoamericanas, hacia mediados de los ‘60, González

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44 • Formas organizativas y ethos militantes

Casanova y Rodolfo Stavenhagen introdujeron el concepto


de colonialismo interno haciendo referencia por un lado a la
complejidad de la dominación (racial, étnica, económica y
política) existente entre países de América Latina, y, por
otro lado, a las formas de la dominación al interior de cada
país del sub continente. Más adelante, Quijano (2000) operó
un segundo giro en la perspectiva latinoamericana, al seña-
lar que la dominación implica también una colonialidad del
saber en América latina, donde la epistemología eurocéntri-
ca y colonial de la modernidad occidental, sigue imponién-
dose como paradigma único en las ciencias sociales. En la
misma línea, Lander sostiene que esta perspectiva refiere
a un eurocentrismo que “piensa y organiza a la totalidad
del tiempo y del espacio, a toda la humanidad, a partir de
su propia experiencia, colocando su especificidad histórico-
cultural como patrón de referencia superior y universal”
(Lander, 2003: 4).
Sin embargo, la búsqueda de un camino alternativo
desde la región no es un afán novedoso. Lander (2003)
rescata una larga y valiosa tradición en Latinoamérica del
saber ‘no eurocéntrico’ donde recupera, en el campo de
la teoría política, la obra de José Carlos Mariátegui y, en
la actualidad desde la teoría social, los aportes de Enri-
que Dussel, Arturo Escobar, Michel-Rolph Trouillot, Walter
Mignolo, Fernando Coronil y Carlos Lenkersdorf. Coinci-
dimos entonces que en América Latina el forjamiento de un
paradigma propio se orienta a la necesidad de “comprender,
analizar y estudiar justamente estas complejidades de los
nuevos procesos sociales, la emergencias de nuevos actores”
(Dávalos, 2002: 3). En tal sentido, Dávalos destaca el aporte
de Daniel Mato quien tomando en cuenta las transforma-
ciones sociales de América Latina “interroga a esos procesos
desde la dinámica de los estudios culturales, y desde las
producciones teóricas hechas desde la región y desde los
movimientos sociales” (Dávalos, 2002: 3).
Así es que, para nuestro caso, resultan fundamentales
los aportes de estas ‘nuevas epistemologías’ que comienzan

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Formas organizativas y ethos militantes • 45

a considerar a los movimientos sociales como productores


de saberes, fundamentales para la producción de un cono-
cimiento crítico, aún desde la academia. En ese contexto,
se destaca la producción de Boaventura de Sousa Santos,
teórico portugués que trabaja en y con MS de América
Latina, quien va un paso más allá y describe una crisis
de la teoría crítica moderna, tanto en los países centrales
como en los periféricos, y postula la necesidad de una nueva
epistemología emancipatoria constituida ‘desde el sur’ para
refundar el pensamiento crítico (De Sousa Santos, 2009).
Según De Sousa Santos, el enfoque occidental moderno
es un ‘pensamiento abismal’ que excluye las concepciones
teóricas impulsadas desde otras latitudes, sea desde la aca-
demia o desde ‘abajo’, en referencia a los saberes de los
sectores populares y de los movimientos sociales (De Sousa
Santos, 2009).
Por el contrario, el autor postula un tipo de cono-
cimiento que requiere una interacción social no colonial,
solidaria y cosmopolita para que pueda convertirse “en la
base epistemológica de las prácticas emancipatorias, siendo
todas ellas de un carácter finito e incompleto y por lo tanto
sostenible sólo si logran ser incorporadas en redes” (Santos:
2008: 34). El aporte de Sousa Santos nos servirá también
para contemplar los saberes que se construyen ‘desde aba-
jo’. Al contemplar la experiencia social como un espacio
que debe ser ‘ecológico’ entre diversos saberes (académicos,
populares, etc.), de De Sousa Santos sumó desafíos a los
investigadores de nuestras latitudes, ampliando el foco de
análisis, especialmente en lo que respecta al estudio de los
movimientos sociales que construyen prácticas, sentidos e
identidades (De Sousa Santos, 2006).

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46 • Formas organizativas y ethos militantes

La dimensión ‘socioterritorial’ de los movimientos


sociales

La crisis y descomposición social que dejaron las décadas


neoliberales en los países de la región hicieron de los terri-
torios marginales el espacio social privilegiado para reor-
ganizar a los sectores excluidos. En ese contexto, la cen-
tralidad del territorio, como espacio material y simbólico
donde se despliegan las resistencias y donde se constituyen
las identidades de los militantes, pasará a constituirse como
uno de los rasgos sobresalientes de las diversas experiencias
de movimientos sociales que emergieron y se consolidaron
en América Latina desde finales de los años ‘80 y durante
la década del ‘90.
Así, la territorialidad ha sido destacada por Svampa
(2008) como una de las cuatro dimensiones que caracteri-
zan a los nuevos movimientos sociales. La territorialidad
en los movimientos puede ser entendida por un lado como
la defensa de un espacio físico y, por el otro “en un senti-
do amplio, esto es, concebido doblemente como hábitat y
comunidad de vida” (Svampa, 2008: 6).
Esta emergencia del territorio en la práctica de los
movimientos tuvo su correlato interpretativo desde la epis-
temología crítica que venimos revisando, en lo que significó
un viraje o una ampliación del enfoque tradicional de los
movimientos sociales, generalmente asentado en una pers-
pectiva sociológica, pasando a integrar los aportes de la
geografía crítica. Este nuevo marco teórico que se consoli-
da desde finales de la década del ‘90, ayudará a pensar las
dimensiones “geográficas de las acciones y de las relaciones
construidas por los movimientos sociales, en el sentido de
recontextualizarlos a partir de una lectura geográfica de
los procesos sociales y geográficos” (Mançano Fernández,
2010: 7). Desde dicha perspectiva multidisciplinaria se ha
conceptualizado a estos movimientos como movimientos
socioterritoriales (Porto-Gonçalves, 2009).

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Formas organizativas y ethos militantes • 47

Como se deja entrever, el concepto de territorio tiene


puntos de contacto con la idea de ‘espacio’, aunque la exce-
de ampliamente. A la hora de analizar la construcción de
los movimientos sociales contemporáneos, cobra visibili-
dad la idea de que la territorialidad implica una dinámi-
ca de disputa sobre un determinado espacio, disputa que
es a la vez material e identitaria. Creemos de esta forma
que pensar las disputas de los movimientos que conllevan
reclamos socioterritoriales a partir de procesos identitarios,
implicar dar cuenta de la relación estrecha que existe entre
la ‘demanda’ del movimiento y la subjetividad política de
sus integrantes (Retamozo, 2009).
Retomando el aporte de Bernardo Mançano Fernándes
(2005), queda evidenciado que los movimientos socioterri-
toriales construyen identidad y organización a partir de
su demanda y su existencia en el territorio. De esto se
desprende que el territorio es un espacio geográfico pero
también social, simbólico e identitario, en definitiva, un
espacio “apropiado por una determinada relación social que
lo produce y lo mantiene a partir de una forma de poder”
(Mançano Fernándes, 2005: 276). El territorio, a diferencia
del espacio, esta delimitado y constituido entonces a partir
de relaciones de poder (Schneider y Tartaruga, 2006). Por
ello, fácilmente los movimientos pueden ser considerados
como socio espaciales, pero no todos alcanzan a constituir-
se como movimientos socioterritoriales, siendo necesario
para ello que el territorio no sea solamente un objeto en su
disputa, sino una dimensión básica de su existencia.
En ese sentido se deriva que el territorio, al ser depo-
sitario de un cúmulo de relaciones de poder, no es estático
ni se despliega en forma lineal. Por el contrario, la disputa,
el enfrentamiento y las tensiones surgidas a partir de la
dinámica territorial de los movimientos contemporáneos
han llevado a Ana Esther Ceceña (2001) a hablar de ‘terri-
torios complejos’ donde habitan los movimientos, para dar
cuenta de las múltiples determinaciones que inciden en la
disputa territorial. En esa disputa en y por los sentidos del

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48 • Formas organizativas y ethos militantes

territorio, los movimientos confrontan, dialogan y nego-


cian diferentes niveles de constitución identitaria y material
de su territorialidad: “la construcción de un tipo de territo-
rialidad significa, casi siempre, la destrucción de otro tipo
de territorialidad” (Mançano Fernández, 2005: 279).
A partir de la confrontación territorial los movimien-
tos moldean sus acciones colectivas y su identidad en una
dinámica continua de territorialización y desterritoriali-
zación, de múltiples metamorfosis y desplazamientos en
el territorio. El territorio es entonces, no solo ‘complejo’,
como destacaba Ceceña, sino también dinámico. Este dina-
mismo está expresado en la constante creación y recrea-
ción de dinámicas indentitarias a partir de las prácticas
de los movimientos: las tomas de tierras, la constitución
de cooperativas de trabajo, los cortes de ruta, los acampes
por reclamos sectoriales del sector desocupado, las marchas
masivas hacia los edificios gubernamentales, etc., han sido
considerados frecuentemente como ejemplos de dinámicas
constitutivas de los movimientos socioterritoriales (Wah-
ren, 2009; Zibechi, 2003). En esos enfrentamientos cotidia-
nos se evidencia el rol siempre presente de la disputa en
relación a los territorios (la calle, la hacienda, los centros
urbanos, las rutas periféricas) que conlleva la dinámica del
movimiento socio territorial.
En los últimos años, como venimos observando, el aná-
lisis de los movimientos a partir de la especificidad de su
dinámica territorial comenzó a destacar las potencialida-
des que le otorga a los movimientos esta matriz territorial.
La capacidad de un movimiento socioterritorial de auto-
gobernarse en un territorio, donde puede poner a prue-
ba espacios, talleres y nuevos modos de autogestión de la
vida comunitaria, puede ser comprendida en su sentido más
amplio si hacemos uso del concepto de ‘campos de experi-
mentación social’ (De Sousa Santos, 2003). En tal sentido, el
territorio puede funcionar como un ‘campo de experimen-
tación’ para las nuevas relaciones sociales y formas de ins-
titucionalidad que apuntan a construir estos movimientos,

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Formas organizativas y ethos militantes • 49

basadas generalmente en la participación activa de la comu-


nidad en sus problemas cotidianos. De allí que desde el
paradigma crítico se viene sosteniendo que “el proceso de
territorialización puede configurar en el territorio una nue-
va institucionalidad, disruptiva, donde una nueva forma de
producir vida en los territorio se institucionaliza” (Wah-
ren, 2009: 30).
En suma, consideramos que el concepto de ‘movimien-
to socioterritorial’, forjado por la corriente de la epistemo-
logía crítica durante las últimas décadas, forma parte cons-
titutiva del acervo teórico indispensable para el abordaje
analítico de las prácticas y dimensiones subjetivas de los
ethos militantes en nuestra base empírica.

La producción académica desde Argentina en el


contexto neoliberal

En el período que abarcó los últimos años de la última dic-


tadura militar iniciada en 1976 y el retorno a la democracia
en el año 1983, asistimos en el país a la irrupción de fenó-
menos tales como las adscripciones masivas a determinados
conjuntos musicales de ‘Rock nacional’, el surgimiento de
organizaciones que revindicaban los derechos de las muje-
res, la constitución de organismos de derechos humanos
que apuntaban a esclarecer los crímenes de lesa humani-
dad cometidos por la dictadura militar, etc. Este conjunto
de expresiones sociales fue conceptualizado en forma tem-
prana por Jelin (1989) como ‘nuevos movimientos sociales’.
El trabajo de la autora contempló tres enfoques generales:
un primer enfoque que puso el acento en la politización
de estos movimientos; un segundo abordaje que destacó la
capacidad de estas organizaciones de llevar adelante “nue-
vas formas de hacer política con actores sociales que se van
definiendo de manera novedosa” (Jelin, 1989: 14), y una
tercera mirada ‘culturalista’, que rechazaba la interpretación

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50 • Formas organizativas y ethos militantes

política, privilegiando la comprensión de los movimientos


como promotores de prácticas acotadas a la construcción
de nuevas identidades sociales.
En este marco, el proceso de descomposición social que
se había iniciado en la argentina hacia mediados de la déca-
da del 70, logrará alcanzar su punto más álgido entre 1989 y
1999, cuando los dos mandatos presidenciales menemistas
lleven a cabo un proceso de desindutrialización del modelo
económico, de privatización del sector público y de ajuste
estructural de las cuentas fiscales. Dicho proceso dará lugar
a niveles inusitados de desempleo, subempleo y trabajo pre-
cario, a la vez que se elevarán sustancialmente los niveles
de pobreza e indigencia (Thwaites Rey, 2003: 31). Durante
los ‘90 se termina de configurar un modelo de acumula-
ción y regulación neoliberal cuyas característica societa-
les principales serán la descolectivización y la desafiliación
social (Castels, 1995; 2000). Dicho proceso irá erosionando
la identidad laboral lo cual, sumado a la ausencia general
del Estado en las funciones de regulación social que éste
propugnaba durante el ‘estado de bienestar’, terminarán por
configurar hacia fines de la década del ‘90 una ‘sociedad
excluyente’, con altos niveles de fragmentación y desigual-
dad social (Svampa, 2005).
Luego de consolidada la democracia y a partir del auge
de las políticas neoliberales en el país, un nuevo contexto
político y social traerá aparejado la proliferación de nue-
vas prácticas de acción colectiva, entre las cuales encon-
traremos un amplio abanico de organizaciones sociales,
movimientos populares, colectivos culturales y asambleas
barriales que terminarán por convertir a la Argentina de
fines de los ‘90 en un desafío para la producción local en
Ciencias Sociales.
Respecto al estudio específico con MS durante la déca-
da del ‘90, reconocemos la perspectiva antropológica inau-
gural de Wallace (1998), a la que le siguieron los trabajos
de Schuster y Scribano donde destacan una abundante pro-
testa social “a lo largo de todo el período democrático que

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Formas organizativas y ethos militantes • 51

se inicia en 1983 y, contra lo que a veces suele decirse, de


modo creciente en los años ‘90” (Schuster y Scribano, 2001:
17). Dichas producciones identifican la emergencia de un
nuevo ciclo de protesta social en la Argentina a partir de
los años ‘96/‘97, tomando como referencia principalmente
las puebladas y cortes de rutas (piquetes) de Cutral-Có, en
Neuquén y Gral. Mosconi, en Salta. Giarracca ha ayudado a
identificar los rasgos característicos del ciclo de protesta de
1997-2002, al destacar el tipo de reclamos que la caracteri-
zó, orientados principalmente:

a preservar derechos sociales adquiridos durante el siglo XX


(…) demandar un ingreso mínimo frente a la pérdida del tra-
bajo remunerado (la lucha de los desocupados), etc. Es decir,
en general son protestas de “defensa” y “preservación” frente
al avance de las políticas “expropiatorias” del neoliberalismo
(Giarracca, 2002: 2).

En consonancia con dicho planteo, Massetti ha desta-


cado que el escenario neoliberal, con los altos niveles de
pobreza que construyó, reconfiguró las estrategias de acu-
mulación política de los movimientos, las cuales viraron de
la lucha ideológico-política que había caracterizado a las
organizaciones políticas durante los ‘70, a la lucha social-
reivindicativa de los nuevos movimientos sociales. Dicho
proceso constituirá una novedad siendo que “lo reivindi-
cativo fue central en la búsqueda de la re politización de
sectores que, a pesar de ser perjudicados directamente por
las transformaciones neoliberales, estaban absolutamente
despolitizados y huérfanos de representaciones políticas”
(Massetti, 2009: 48).
En lo que respecta al estudio del movimiento piquetero
como subconjunto específico dentro de los movimientos
sociales emergentes durante el período neoliberal a lo largo
del país, Svampa y Pereyra (2003) han realizado uno de
los aportes más destacados, enfocando en su surgimien-
to, consolidación y límites. En dicho trabajo clasificaron
a los movimientos de desocupados entre aquellos de raíz

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52 • Formas organizativas y ethos militantes

nacional-popular: por sus vínculos y trayectorias militantes,


partidaria: ligados a los partidos políticos de la izquierda
marxista, o autonomista: quienes rehúsan de ocupar car-
gos en el Estado. Nuestra base empírica, el Frente Popular
Darío Santillán, si bien se consolidó luego de dicha publi-
cación, por lo cual no es tenido en cuenta en el estudio
de Svampa y Pereyra, es el resultado de la articulación de
movimientos provenientes de la Coordinadora de Traba-
jadores Desocupados Aníbal Verón (CTD-AV), la cual es
incluida dentro de la vertiente autonomista en el estudio
referido. En la actualidad, abrevaremos en la tipología cons-
truida por Svampa y Pereyra para caracterizar asimismo al
FPDS como un movimiento autonomista, aunque con una
yuxtaposición identitaria nacional-popular en lo que res-
pecta a los ethos militantes que contiene.
Otro análisis de la conformación de los movimientos
de desocupados que profundizó en la relación entre el sur-
gimiento del sector desocupado y el proceso de reforma
del Estado de la década del ‘90 en Argentina, encontramos
en Delamata (2004), quien analizó las organizaciones de
desocupados en tres dimensiones: la disputa por la pre-
sencia física y simbólica en el espacio político nacional; la
formación de organizaciones en los barrios de los sectores
movilizados y la práctica asamblearia de las organizaciones.
Como vemos, la cuestión simbólica, la disputa identitaria
y la conformación de subjetividades van a estar fuerte-
mente integradas a los estudios sobre el fenómeno de la
desocupación y la acción colectiva que emergieron hacia
finales de los ‘90.
La subjetividad y la acción colectiva han sido profu-
samente trabajadas por Retamozo a partir de sus estudios
con Movimientos de Trabajadores Desocupados y piquete-
ros (Retamozo, 2006a; Retamozo, 2006b; Retamozo, 2009).
Enfocando en los procesos de subjetivación de los desocu-
pados, el autor sostiene que estos sectores se rebelaron
frente al discurso neoliberal, donde la desocupación: “apa-
recía como responsabilidad individual en tanto la persona

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Formas organizativas y ethos militantes • 53

ya no estaba preparada, no era útil o no ponía suficiente


empeño en conseguir trabajo” (Retamozo, 2009: 116).
En ese marco de altos niveles de desempleo los desocu-
pados se comenzaron a encontrar y a reconocerse en una
identidad colectiva, lo cual ponía en jaque esa subjetividad
‘culpógena’ (Bleichmar, 2004; Flores, 2005) que la narrati-
va neoliberal había pretendido instalar respecto del origen
del desempleo. A partir entonces de que vastos sectores de
desocupados pudieron “inscribir la situación personal en un
universo colectivo” (Retamozo, 2009: 119), tanto la acción
como la subjetividad colectivas fueron re configurándose y
permitiendo el surgimiento de movimientos sociales masi-
vos y con gran capacidad de confrontación.
En esas acciones colectivas las demandas de los movi-
mientos comenzarán a exceder los reclamos materiales,
para contener en sí mismas dimensiones simbólicas de la
acción sumamente relevantes para comprender las trans-
formaciones en las subjetividades políticas de los inte-
grantes de los movimientos. La dimensión simbólica como
espacio central para la constitución de las subjetividades
políticas de los integrantes de los movimientos de desocu-
pados, fue trabajada profusamente por Dinerstein (2003)
para quien el movimiento piquetero significó la condición
de posibilidad para una ‘subjetivación invisible’ a partir del
desempleo. Recientemente, la autora indagó en los signifi-
cados que las organizaciones piqueteras le asignaron a la
idea de ‘trabajo digno’; en tal sentido sostiene que esos sig-
nificados van “desde la inclusión en el mercado de trabajo
a través de un empleo formal, acompañado de una política
estatal de redistribución del ingreso, hasta la idea de cons-
trucción de un ‘contra poder’ basado en nuevas formas de
producir en solidaridad” (Dinerstein, 2013: 70).
Esta apuesta a la construcción de nuevas formas de
contención y solidaridad, que marcan diferencias orgáni-
cas y políticas sustanciales respecto de formas organizativas
anteriores (como aquellas que caracterizaron a las orga-
nizaciones políticas durante las décadas del ‘60 y ‘70 en

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54 • Formas organizativas y ethos militantes

el país), fue trabajada en profundidad por Zibechi. Anali-


zando sus orientaciones estratégicas, dicho autor aportó a
comprender que estos movimientos no centran la práctica
política en el objetivo de la toma del poder estatal (Zibe-
chi, 2004); a la vez, logró dar cuenta de la capacidad de
los movimientos de constituirse en ‘sujetos educativos’ al
promover y mantener espacios de formación y educación
internos (Zibechi, 2005), sin descuidar la centralidad que
tiene la horizontalidad en sus toma de decisiones (Zibechi,
1999). Los aportes del mencionado autor serán centrales
para la comprensión de nuestro caso de estudio, sobre todo
en lo que refiere al capítulo 4, donde damos cuenta de las
tomas de decisiones en el FPDS en diálogo y tensión con la
idea de horizontalidad.
Más adelante Delamata aportó al estudio de estas orga-
nizaciones al analizar las orientaciones de la acción en
relación a las ‘cohortes’ de militantes observando la com-
plejidad del vínculo entre militantes ‘nuevos’ y ‘viejos’ en
un mismo movimiento (Delamata, 2005). Las tensiones y
distensiones que se presentan entre los diversos ethos mili-
tantes del FPDS serán leídas también desde dicho marco.
Para más abordajes de nuestra unidad empírica, contamos
con la tesis de Maestría de Vázquez (2008) sobre el acti-
vismo de jóvenes miembros de un Movimiento de Traba-
jadores Desocupados que pertenece al FPDS. Dicho trabajo
será una referencia central para nuestro abordaje siendo
que permite, entre otras cosas, comprender los procesos de
socialización política de los integrantes jóvenes del Frente,
a la vez que rescata la importancia del vínculo comunitario
en las actividades de base de los movimientos territoriales
enmarcados en nuestra unidad de estudio.
En la actualidad, creemos que seguir adscribiendo a
uno u otro paradigma en forma escindida, limita la capa-
cidad analítica necesaria para abordar un objeto de estu-
dio tan complejo como los Movimientos Sociales. Por ello,
intentaremos partir de un marco teórico que articule estas
corrientes que, en muchos aspectos parecen antagónicas.

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Formas organizativas y ethos militantes • 55

En los últimos años, el paradigma del actor racional


y el de la identidad, han tendido a unificar algunos cri-
terios conceptuales y esquemas de interpretación para la
comprensión de la acción colectiva y de los movimientos
sociales (Wahren, 2009b). En este sentido, Gerardo Munck
plantea que “sólo a través de una síntesis de los elemen-
tos discutidos en ambas escuelas es posible avanzar en el
análisis de todas las dimensiones clave de los movimientos
sociales” (Munck, 1995: 17).
Siguiendo a Pedro Ibarra (2000), en la actualidad no
se trata de redefinir aisladamente la esfera estructural-
económica ni la cultural-simbólica, sino que el desafío
metodológico consiste en consolidar un esquema metodo-
lógico integral que pueda interrelacionar ambos contextos:
la estructura de oportunidades políticas, las motivaciones
materiales, y los procesos de subjetivación culturales y sim-
bólicos.
Por ello, partiremos desde un enfoque teórico que si
bien abreva en las perspectivas identitarias para compren-
der las acciones, discursos y motivaciones de los militan-
tes entrevistados, reconoce su asiento en la ‘epistemolo-
gía crítica desde el sur’ que contempla las particularidades
de América Latina a la vez que los saberes que se cons-
truyen desde abajo. Nuestro enfoque, a la vez, incluye y
retoma herramientas conceptuales tales como el análisis de
los repertorios de acciones y la atención a la influencia
del contexto institucional, provenientes de la escuela del
Actor Racional.
Consideramos que desde los desarrollos teóricos del
paradigma de la identidad, combinados con los conceptos
fértiles de la escuela de la movilización política, y desde los
criterios e ideas-fuerza que promueven los actuales desa-
rrollos desde América Latina, podremos abordar de mejor
manera las formas organizativas y las subjetividades políti-
cas que presentan los movimientos sociales actuales.

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56 • Formas organizativas y ethos militantes

Acerca del estudio de las generacionespolíticas

“El pasado muere y renace en cada generación”


José Carlos Mariátegui

Al igual que con el abordaje de los movimientos sociales, la


aplicación, uso y conceptualización del concepto de ‘gene-
raciones’ en la teoría sociológica ha sido objeto de múltiples
polémicas. El primero uso de las generaciones definía las
mismas a partir de los grupos etarios; en tal sentido se
enmarcan los aportes clásicos de Wilhelm Dilthey. Según
Donati, Dilthey “define la generación como una entidad
constituida por un conjunto de individuos que han vivido
en el mismo momento una experiencia histórica determi-
nante e irrepetible, obteniendo de ella la propia orienta-
ción moral y el sentido de compartir un destino común”
(Donati, 1999: 2). Más allá de recalcar el sentido compar-
tido, el acento en la perspectiva de Dilthey estaba puesto
en la contemporaneidad cronológica. Según Martin, lo que
sugiere Dilthey es que una generación se define sustancial-
mente “por el hecho de que es un conjunto de personas que
cohabitan en un tiempo en común, en el cual comparten
un ethos y les identifica gracias a una condición de con-
vergencia social, por lo mismo, ello los conduce a sentirse
próximos en una multiplicidad de facetas de la existencia”
(Martin, 2008: 102). De esta forma encontramos una pri-
mera relación entre ‘generación’ y ethos, la cual abona a
nuestro abordaje del FPDS.
En función de disminuir el sobrepeso que Dilthey le
otorga a la contemporaneidad cronológica en la constitu-
ción de una generación, sobrevienen los aportes de Mann-
heim quien sostiene que una generación no se constituye
solamente por la contemporaneidad cronológica:

es fácil demostrar que la contemporaneidad cronológica no


basta para constituir situaciones de generación análogas. (..)
No se puede hablar de una situación de generación idéntica

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Formas organizativas y ethos militantes • 57

más que en la medida en que los que entren simultáneamente


en la vida participen potencialmente en acontecimientos y
experiencias que crean lazos (Mannheim, 1990: 52).

En El problema de las generaciones, su célebre artículo


de finales de la década del ‘20, Karl Mannheim, indaga
la cuestión de la generación en clave marxista, tendiendo
puentes entre la pertenencia a la clase social y la adscripción
generacional. Beck señala que el acento de Mannheim está
puesto en “la importancia de los acontecimientos históri-
cos traumáticos en la creación de una conciencia genera-
cional” (Beck, 2008: 20). El enfoque generacional de este
autor, asigna vital importancia a los procesos culturales y
sociales, (entendidos además como procesos dinámicos e
incluso contradictorios) en la pertenencia ora a una clase
ora a una generación. Dicha perspectiva aporta al acervo de
conocimiento acumulado para la teoría social, habilitando
un marco conceptual que creemos adecuado para analizar
las prácticas generacionales de nuestra unidad de estudio.
En tal sentido, una generación se convierte en “generación
efectiva” para Mannheim, en tanto experiencia común de
ciertas dinámicas sociales (Mannheim, 1990:41).
Otro aporte fundamental para la utilización de las
generaciones en la teoría social ha provenido de parte de
Pierre Bourdieu, quien acuerda en que no alcanza la coin-
cidencia cronológica para la confección de una genera-
ción, señalando la importancia de construir la ‘generación’
en relación al campo en el que se inscribe dicho grupo
social: “únicamente los cambios estructurales que afectan
a ese campo poseen el poder de determinar la producción
de generaciones diferentes” (Bourdieu, 1988: 465-6). En la
misma línea, Mauger reconoce dos formas de analizar las
generaciones, una definición estrecha que reenvía a la defi-
nición replanteada por Bourdieu, donde la generación se
define según un campo precisamente definido del espacio
social, y otra definición ‘amplia’ donde

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58 • Formas organizativas y ethos militantes

la extensión de una generación en el espacio social puede


variar (…) de la entrada en el mismo momento en una misma
profesión (que supone un mismo ‘modo de generación’) a la
simple participación en un mismo ‘acontecimiento-fundador’
(como una guerra o una crisis política: la guerra de Argelia
o Mayo 68), de la confrontación a una misma situación (la
crisis del mercado de empleo, por ejemplo) (Mauger, 1990:11;
citado por Martín Criado, 2002).

En lo que refiere al estudio de los movimientos sociales


contemporáneos desde una perspectiva generacional, y
ligado a nuestro campo de estudio, Zibechi (2004) realizó
un análisis de las subjetividades políticas de los movimien-
tos sociales contemporáneos en el país, analizando las gene-
raciones jóvenes de militantes durante fines de los años ‘90.
Allí identifica viejas y nuevas generaciones trazando puen-
tes de continuidad y marcas de ruptura, especialmente en lo
que refiere al rol de las emociones y las vivencias personales
en los nuevos movimientos sociales, especialmente en los
movimientos de Derechos Humanos como la Asociación
Madres de Plaza de Mayo y la Asociación H.I.J.O.S. Por su
parte Svampa (2000) realizó un análisis de la desestructu-
ración del mundo del trabajo acaecido en estas latitudes en
función del auge neoliberal que flexibilizó la estructura de
empleo en el país, a partir del análisis comparativo de las
representaciones acerca del trabajo en tres generaciones de
trabajadores metalúrgicos.
A pesar entonces que el estudio ‘generacional’ de los
movimientos sociales ha cobrado fuerza en los últimos
años, recientemente algunos autores han criticado el uso de
las generaciones para el análisis de la sociedad, sosteniendo
que las mismas son construcciones ficticias que, en tiem-
pos de desafiliación social y de modernidad tardía, con su
consiguiente relativización de los valores, no aportarían a
clarificar el análisis. Dicha crítica sostiene que la separación
en generaciones no constituiría una tipología pertinente,
siendo que en la actualidad los rasgos generacionales no son

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Formas organizativas y ethos militantes • 59

tan claros como para agrupar sujetos en generaciones que


los distingan de otras generaciones.
En tal sentido el uso de las generaciones tal como se
viene pensando desde las Ciencias Sociales estaría agotado:
“no habría que pensar, hoy, hasta qué punto la produc-
tividad de esta idea de generación, que alguna vez quiso
decir algo –o mucho- en los lenguajes políticos argentinos,
debía su eficacia a cierta filosofía de la historia que hoy
nos ha abandonado?” (Rinesi, 2010: 8). Desde una pers-
pectiva crítica con los antecedentes acerca del uso de las
generaciones, también el mencionado Donati planteó que
“las generaciones, así como las ha pensado, representado y
vivido la tradición moderna, han desaparecido. Los jóve-
nes, particularmente sensibles a este tema, sienten ser una
no-generación, hablan de sentimientos que no los unen a
alguna generación” (Donati, 1999: 1).
A pesar de ello, Donati no concluye de la misma forma
de Rinesi, sugiriendo la invalidez del concepto o su aparente
obsolescencia sino que, en cambio, propone construir las
generaciones desde una lógica “relacional”, donde se consi-
deren tanto la posición del sujeto en un contexto histórico
como en relación a su familia nuclear (Donati, 1999: 10).

Nuestro estudio de la militancia a partir de las


generaciones políticas

Una generación es un hecho colectivo;


no es la adición de individuos sino la multiplicación
de las preocupaciones singulares
en pactos de discusión
y cooperación comprometida
Omar Acha

En los apartados anteriores hemos puesto en consideración


algunas dimensiones en clave ‘generacional’ que presenta
la producción sociológica y varios de los cuestionamientos

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60 • Formas organizativas y ethos militantes

actuales a su aplicación. En nuestro caso sostenemos que si


una generación se define en tanto su lugar dentro de cierto
contexto socio político, que la hace compartir un ‘nosotros’
social, toda generación sería en términos generales política,
o mejor dicho, se constituiría en función del escenario polí-
tico. Tomando como partida las advertencias ya revisadas
de Rinesi y las propuestas superadoras de Donati, nuestro
estudio reconoce que la identidad colectiva de una genera-
ción se mantiene a lo largo del tiempo, dándole una relati-
va continuidad a los movimientos (Whittier, 1997). Desde
allí es que nos propusimos analizar en clave articulada los
procesos generacionales (es decir rupturas y continuidades
en la identidad política de las generaciones) y los procesos
organizacionales (los reposicionamiento políticos del movi-
miento). Para ello, retomamos la definición de Domínguez,
para quien las generaciones son

el conjunto histórico – concreto de personas, próximas por


la edad y socializadas en un determinado momento de la evo-
lución de la sociedad, lo que condiciona una actividad social
común en etapas claves de formación de la personalidad que
da lugar a rasgos estructurales y subjetivos similares que la
dotan de una fisonomía propia (Domínguez, 2005: 69).

En nuestro caso, partimos del supuesto que la expre-


sión de dicha ‘actividad social’ en los movimientos actua-
les, se cristaliza en un tipo específico de generación que
es la ‘generación política’ (Braungart y Braungart, 1986),
concepto utilizado en el estudio específico de generaciones
militantes o de activistas. La generación política, entonces,
se constituye al momento en que los lazos identitarios se
estrechan al interior de un grupo, subjetivando a un noso-
tros colectivo (Lewkowicz, 2003); es en dicho campo que
entenderemos la conformación de las tres generaciones en
nuestro análisis del FPDS.
Como vemos, en la teoría social acerca de la utilidad
del uso de las generaciones como recorte sociológico, o
bien como tipología para el análisis de lo social, ha sido

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Formas organizativas y ethos militantes • 61

permanente. En nuestro caso utilizaremos la conformación


de generaciones como estrategia analítica, es decir entende-
remos una generación no como constructo empírico inmu-
table y monolítico, sino como una construcción semántica
con fines analíticos y pedagógicos, buscandoestablecer una
tipología entre los sujetos investigados que componen la
base empírica de nuestra investigación.
Como vimos en el anterior apartado, nuestro análisis
reconoce la influencia de Whittier, siendo que también
enfocaremos en el mutuo condicionamiento generación-
movimiento-generación donde, sostenemos, la identidad
política que contiene cada generación se expresa, síntesis
política mediante, en la forma de construcción política del
movimiento. A la vez, la dinámica colectiva del movimiento
social va permeando las identidades de las distintas gene-
raciones militantes que coexisten en el movimiento y, por
consiguiente, transformándola.
En función de lo expuesto, entenderemos las gene-
raciones como grupos que comparten la existencia social
en términos de un colectivo de identidad que coexiste en
un período temporal delimitado. Siguiendo a Melucci, una
identidad colectiva es: “una definición interactiva y com-
partida, producida por varios individuos que interactúan
y que hace referencia a las orientaciones de su acción, así
como al ámbito de oportunidades y restricciones en el que
tiene lugar la acción” (Melucci, 1989: 34). Desde esta defi-
nición, hemos confeccionado tres generaciones militantes
que, sostenemos, coexisten al interior del FPDS, entendien-
do cada generación como grupo social con una identidad
compartida cuya socialización política primaria fue coinci-
dente en un tiempo y un espacio precisos. Reconociendo
entonces la validez del concepto de ‘generación’ para dar
cuenta de una identidad colectiva, daremos un paso más
en la utilización del término “generación política” (Braun-
gart y Braungart, 1986), al trabajar a partir de tres gene-
raciones políticas.

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62 • Formas organizativas y ethos militantes

Las tres generaciones políticas a partir de las cuales


analizaremos al FPDS son: la generación “setentista”, aque-
lla que contiene a los militantes socializados políticamen-
te entre las décadas del ‘60 y ‘70; la generación político-
partidaria que reenvía a la militancia que se activa durante
las décadas del ‘80 y hasta mediados de los ‘90, y la gene-
ración del 2001, donde se inscriben los militantes iniciados
en las luchas anti-institucionales que signaron el final de
la década del ‘90 y que continuaron siendo hegemónicas
hasta mediados de la primera década del siglo XXI. En el
capítulo tres presentaremos una descripción detallada de la
confección de cada una de las tres generaciones y de los
ethos militantes hegemónicos en cada una de ellas.
Cabe destacar que estas generaciones, en el marco de
este trabajo, deben pensarse más bien a la forma de ‘tipos
ideales’ que presenta Weber (2008); es decir, sin esperar
encontrar en nuestra base empírica un modelo puro que se
vea representado acabadamente y sin fisuras, sino más bien
como un recorte metodológico que nos permita abordar
nuestra unidad de estudio en forma analítica.

El capital militante

Heredera en forma parcial de la concepción Bourdieuana


de ‘capital simbólico’1, hacia finales de los años ‘90 algunos
estudios han abordado las formas en que se construyen las
legitimidades, las referencias y los saberes al interior del
mundo militante, a partir del concepto de ‘capital militan-
te’. De esta forma, el capital militante se asumió como una
dimensión del compromiso, a la vez que se diferenció del

1 Para Bourdieu además del capital económico, las clases sociales al interior
del capitalismo disputan diversos tipos de capitales simbólicos (culturales,
escolares). Estos capitales son disposiciones necesarias para acceder a deter-
minados consumos culturales, o para realizar exitosamente carreras escola-
res, profesionales, etc. (Bourdieu, 2005).

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Formas organizativas y ethos militantes • 63

‘capital político’, el cual estaría directamente asociado a un


tipo de capital simbólico (Bourdieu, 1998) que resulta rígido
a la hora de abordar trayectorias tan dinámicas como la
de los militantes de movimientos sociales de la actualidad
(Poupeau, 2007).
El capital militante refiere entonces a lo que esta
“incorporado bajo la forma de técnicas, disposiciones para
actuar, intervenir, o sencillamente obedecer [y que] abar-
ca un conjunto de saberes y de saber hacer movilizables
durante las acciones colectivas” (Matonti y Poupeau, 2004:
10). Este enfoque intenta evitar la “visión idealizada del
militantismo, donde el compromiso es visto, a la vez, como
total (casi natural) y explicado (solamente) por una forma de
vocación” (Poupeau, 2007: 38).
Desde dicho enfoque, el estudio de los movimientos
sociales a partir del análisis de los capitales militantes que
se disputan y adquieren al interior de las organizaciones,
acertó en considerar las habilidades y disposiciones para
el análisis de trayectorias de referentes y dirigentes. Hacia
finales de los ‘90 los capitales militantes que componían
el movimiento de cesantes en Francia fueron estudiados
por Dunezat (2006). En Bolivia, por su parte, a partir del
novedoso proceso institucional abierto con la asunción de
la presidencia por parte de Evo Morales en 2005, se ha
estudiado la conversión del capital militante en referentes
gremiales, campesinos e indígenas, analizando el proceso
de transferencia de la arena sindical a la arena parlamen-
taria (Do Alto, 2008).
En lo que refiere a la producción local, y en una línea
similar a la nuestra, se han estudiado las formas en que
se consolidan las legitimidades militantes analizando las
adquisiciones de capitales militantes en la generación de
militantes de derechos humanos que militó en la Argentina
entre los años ‘70 y principio de los años ‘80 (Vecchioli,
2009). Recientemente, Aiziczon ha estudiado los esplaza-
mientos biográficos de militantes desocupados de finales
de los ‘90 en la provincia de Neuquén. Enfocando dichas

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64 • Formas organizativas y ethos militantes

trayectorias en “términos de acumulación de un tipo de


capital específico, un capital militante” (Aiziczon, 2011: 6),
el autor trabajó los acontecimientos biográficos de los mili-
tantes como ‘inversiones a largo plazo’ en su vida militante.
En nuestro trabajo las formas de disputa y adquisición
de capitales militantes serán leídas en forma diacrónica, al
indagar en los mecanismos específicos que presentó cada
una de las tres generaciones políticas para la consolida-
ción de lo que se consideraba en cada época un ‘legítimo’
militante.

El ethos militante

Cualquier sociedad humana


establece un orden de significaciones,
de normas, de reglas y valores, en resumen,
funda un ethos que le da sentido
tanto a sí misma como a sus prácticas
Carlos Walter Porto Gonçalves

En la actualidad, el uso más difundido del término ethos


está asociado al campo de la lingüística, más precisamente
a los enfoques identitarios dentro del área de la retórica.
Para Amossy la categoría de ethos “muestra la forma en que
el sujeto que habla construye su identidad integrándose a
un espacio estructurado que le asigna su lugar y su papel”
(Amossy, 2010: 38). Este espacio, a su vez, estaría “estruc-
turado por condicionamientos socio institucionales y por
una configuración ideológica” (Bettendorf, 2011: 7). Tal es
la vinculación entre ethos y contexto histórico, que algunos
autores han analizado desde allí las identidades sociales en
el marco de los cambios al interior del modo de acumu-
lación capitalista. De tal forma, Garland (2005) al estudiar
el pasaje del Estado benefactor (‘Walfare State’) al Estado
neoliberal, sostiene que dicho pasaje estuvo acompañado de

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Formas organizativas y ethos militantes • 65

un cambio en la matriz social de un “ethos walfarista” a un


“ethos individualista”.
En lo que refiere al uso del ethos en el campo de la teo-
ría política, especialmente desde el marxismo latinoameri-
cano, Bolívar Echeverría ha hecho un uso intensivo del tér-
mino al analizar cuatro tipos diferentes de ethos que convi-
ven en la modernidad capitalista: el ethos realista, el ethos
romántico, el ethos clásico y el ethos barroco. Según Eche-
verría ese cuádruple ethos puede construir una estrategia de
los sectores subalternos para sobreponerse a la enajenación
capitalista actual. El autor clasifica cuatro modos diversos
de comprender el mundo de la vida y de actuar en él, postu-
lando finalmente el “ethos barroco” como propuesta de vida
y de intervención en las sociedades tardo-capitalistas: “el
ethos barroco, como los otros ethos modernos, consiste en
una estrategia para hacer vivible algo que básicamente no lo
es: la actualización capitalista de las posibilidades abiertas
por la modernidad” (Echeverría, 2000:15).
Más ligado a nuestro campo de estudios, el término
ethos ha sido utilizado por Reichmann y Fernández Buey
(1994) al analizar las dinámicas de los electorados de Esta-
dos Unidos y Europa hacia la década del ‘60, en relación al
surgimiento de nuevos movimientos sociales como el movi-
miento ecologista, el movimiento feminista, el movimiento
por los derechos de los afroamericanos, etc. En ese marco,
han cuestionado la supuesta existencia de un “ethos post-
materialista”, que algunos autores identifican al analizar los
comportamientos de los integrantes de estos movimientos.
Este desarrollo del ethos postmaterialista reenvía al campo
de la identidad, donde se analiza la participación más allá de
la posibilidad de obtener recursos, ligándolos a procesos de
pertenencia e identidad que constituirían un ‘ethos’ propio
de los participantes de esos movimientos.
En lo que respecta a su uso para los movimientos
sociales de América Latina, Carlos Walter Porto Gonçalves,
identifica el ethos “como conjunto de valores que confor-
man la identidad” (Porto Gonçalves, 2004: 51). En el mismo

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66 • Formas organizativas y ethos militantes

marco, y en relación directa con nuestro enfoque, Svam-


pa (2007) conceptualizó un ‘nuevos ethos militante’ para
América Latina, el cuál tiene estrecha ligazón con nuestro
trabajo y es abordado en profundidad en el capítulo 2.
El ethos militante hace referencia entonces a una cons-
telación de prácticas, perspectivas e ideologías que caracte-
rizan un modo específico de práctica militante al interior de
una generación. A partir de lo expuesto, hemos reservado
un lugar preponderante para la categoría de ethos militante
en nuestro trabajo.
Es en función de caracterizar las tendencias al interior
de las generaciones que abrevamos de la categoría de “ethos
militante”.En nuestro trabajo, el ethos militante fue el con-
cepto que nos permitió caracterizar al modo hegemónico de
experimentar la práctica militante dentro de cada genera-
ción. En tal sentido, “ethos militante” operó como una sub-
categoría en relación estrecha a la de “generación”, pudien-
do coexistir al interior de una generación múltiples ethos,
tal como lo aplica el ya citado Bolívar Echeverria (2000).
De la misma forma, y como fue expuesto anteriormente,
Mannheim, al problematizar la cuestión de las generacio-
nes, también reconoce la posibilidad de encontrar unidades
antagónicas al interior de una generación, que constitu-
yen diversas ‘unidades de generación’. Además, Mannheim
presenta una perspectiva del proceso histórico donde cada
generación recoge la continuidad de la generación que lo
precedió, presentando una ‘estratificación de experiencia’
importante para estudiar el diálogo y la yuxtaposición de
ethos en el FPDS.
En este punto deseamos incluir una aclaración de
orden conceptual y a la vez metodológica: es nuestra inten-
ción escapar de los análisis reduccionistas que homologan
un tipo de práctica a una generación como si las generacio-
nes, al igual que los proceso históricos en general, fueran
bloques monolítico, sin matices en su interior.
En tal sentido no consideramos que todo el arco mili-
tante de una generación se englobe en un único ethos

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Formas organizativas y ethos militantes • 67

militante, por el contrario, sostenemos que pueden coexis-


tir y de hecho han coexistido, múltiples ethos militantes al
interior de una generación política. No obstante, definimos
un “ethos” por cada generación, por ser el que consideramos
“paradigmático” de la militancia en su conjunto para esa
época. En tal sentido, hablar del “ethos setentista”, con las
característica que le asignamos a dicho ethos, implica con-
siderar que esa caracterización responde al modelo “hege-
mónico” de la militancia de izquierda entre los años ‘60 y
‘70 en el país, a la vez que supone que existieron formas
alternativas de practicar la militancia en dicho período, con
otras características. Esto mismo puede aplicarse para cada
generación política delimitada
La estructura básica de lo que denominamos ethos
militante para nuestra investigación está compuesta enton-
ces por cuatro dimensiones definidas por nosotros. En pri-
mer lugar, una forma en la toma de decisiones; en segundo
lugar un determinado perfil táctico; en tercer lugar una par-
ticular concepción de la producción y reproducción de los
capitales militantes y, en cuarto lugar, una marcada orien-
tación ideológica.
En primer lugar, una de las dimensiones de análisis
clave en lo que refiere a la caracterización de los ethos
militantes se observa en la tensión entre la prefiguración
y el pragmatismo, al interior de la dimensión que hemos
denominado orientación estratégica. En este sentido, varios
autores acuerdan en destacar como uno de los rasgos básico
de los nuevos movimientos las orientaciones estratégicas
basadas en la política prefigurativa, que consiste en una
práctica cotidiana anclada en valores igualitarios y demo-
cráticos, que buscan replicar en el presente el horizonte de
sociedad que se pretende alcanzar, construyendo una rela-
ción estrecha entre medios y fines (Zibechi, 2000; Esteva,
2006). Con ello, partimos de un enfoque teórico que con-
sidera los modelos clásicos de militancia partidaria como
más permeables a la práctica pragmática, donde se recrearía
una relación asimétrica entre medios y fines; tal como lo

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68 • Formas organizativas y ethos militantes

sugiere Dussel (2003) en su estudio entre proyectos políti-


cos y orden establecido, la constitución como sujetos políti-
cos de los militantes partidarios aparece íntimamente ligada
a la lógica institucional y pragmática de la política.
En segundo lugar, respecto del análisis de la toma de
decisiones, indagaremos en las tensiones entre horizonta-
lidad y verticalidad que aparecen en las diversas instancias
de toma de decisiones que atraviesan al FPDS, las cuales
reenvían a un complejo decisional construido a partir de
diversas perspectivas respecto a la toma de decisiones, que
van desde el verticalismo que caracterizó al ethos setentis-
ta, hasta el horizontalismo que pretendió instalar el ethos
2001.
En tercer lugar hemos analizado el perfil táctico a
partir de la tensión existente entre un ethos pragmático y
teleológico que reconocía una distancia pronunciada entre
medios y fines y un perfil táctico prefigurativo de las prác-
ticas cotidianas, que intentará sostener un estrecho margen
entre los fines a alcanzar y los medios y los procesos para
hacerlo. Para ello, hemos elegido el estudio sobre cómo es
contemplada la disputa por la igualdad de género en nues-
tra base empírica.
En cuarto lugar, los ethos militantes y las generaciones
políticas fueron analizadas a partir de cómo se construyen,
reproducen y validan los capitales militantes de las diversas
generaciones políticas. Esta dimensión nos permitió abor-
dar un costado no siempre revisado en los estudios sobre
militancia, que responde a cuáles eran las características
‘solicitadas’ a los militantes para que su desempeño sea con-
siderado legítimo. Así, observaremos con esta dimensión la
tensión existente entre un tipo de capital militante anclado
en el sacrificio individual y la obediencia a la dirección,
que responde a la lógica setentista, y otro que comienza
a dejar lugar al deseo individual, y a la construcción de
estructuras y legitimidades colectivas antes que las refe-
rencias personales.

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Formas organizativas y ethos militantes • 69

Estructura del ethos militante

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3

Un nuevo ethos militante en América


Latina

En el presente capítulo abordaremos los cambios en las


matrices subjetivas y en las formas organizativas operados
en la militancia de izquierda en el contexto Latinoameri-
cano, en función de analizar el surgimiento de un nuevo
‘ethos militante’ que reconoce sus primeras manifestaciones
hacia principios de la década del ’90, para terminar por
consolidarse hacia finales del siglo XX en la región.
Al respecto de las mudanzas en los tipos de militancia
en América Latina, varios autores han señalado en 1989
el año a partir del cual el ethos militante setentista tendrá
un quiebre definitivo, cuando una serie de acontecimientos
sociales y políticos marquen el fin de una etapa signada por
un tipo de subjetividad política de izquierda, encarnada en
las organizaciones políticas y político-militares orientadas
a la toma del poder estatal (Massetti, 2009; Romá, 2011).
A partir entonces de acontecimientos tales como la derrota
del Sandinismo en Nicaragua, de los alzamientos carapin-
tadas, del ataque al cuartel de La Tablada y del ascenso del
presidente Carlos Menem en Argentina y, desde luego, de
la caída del muro de Berlín, 1989 no solo se convertirá en
un año de viraje político, sino que pasará a representar “la
debacle de una cultura política y el lento y vacilante naci-
miento de nuevas formas de acción social para cambiar el
mundo” (Zibechi, 2004: 65).
En ese contexto, principalmente los jóvenes, aunque
atañe a todas la generaciones, que transitaron su proceso de
socialización política primario durante la década del ‘80 y

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72 • Formas organizativas y ethos militantes

finales de los ‘90, asistirán a un contexto de crisis del mode-


lo de militancia setentista, a partir del cual se comenzaron
a revisar los preceptos básicos sobre los cuales pivoteaba
dicho ethos militante, a saber la verticalidad, el pragmatis-
mo, la toma del poder y la disciplina, etc1.
Así como durante las décadas del ‘60 y ‘70 las expe-
riencias revolucionarias de la guerrilla cubana, del socia-
lismo por la vía democrática en Chile y el triunfo de las
insurrecciones populares en países asiáticos, funcionaron
de referencia para la constitución de la subjetividad de los
militantes locales, durante la década del ‘90 y luego de las
desilusiones que produjeron la caída del campo socialista
soviético y la crisis del socialismo cubano, nuevas experien-
cias de resistencias radicales comenzarán a salir a la luz
y se propondrán como referencias de construcción polí-
tica de nuevo tipo, para la generación naciente (Ouviña,
2004). Entre ellas, las más destacadas serán la irrupción del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional en el sureste de
México (Le Bot, 1997), la consolidación del Movimiento de
los Trabajadores Rurales Sin Tierra del Brasil (Fernandes,
2000), el protagonismo de las organizaciones indígenas-
campesinas en Bolivia y Ecuador (Gutiérrez, 2008; Dávalos,
2002) y los movimientos sociales surgidos en el marco del
llamado ‘proceso Bolivariano’ en Venezuela (Denis, 2005;
Lander, 2006)2.
Las transformaciones en las subjetividades políticas
que terminarán por conformar el nuevo ethos militante
se centrarán en dimensiones tales como la autonomía, la
territorialidad y la forma asamblearia, transmutándose los
sentidos de la toma de decisión, los perfiles tácticos, el capi-
tal militante y las orientaciones estratégicas que el código
generacional setentista presentaba.

1 Para un análisis las metamorfosis de la política setentista durante los ‘90 en


Argentina, enfocado no tanto desde los cambios subjetivos, sino más bien
desde el plano estratégico de las organizaciones cfr. Massetti, 2009.
2 Las tres primeras experiencias aquí mencionadas serán analizadas en las
páginas subsiguientes.

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Formas organizativas y ethos militantes • 73

En lo que refiere a la autonomía, además de hacer alu-


sión a una forma organizativa, también está revestida de un
planteo estratégico “que remite a la idea de autodetermina-
ción (…) lo que en clave contemporánea quiere decir cen-
tralmente reconocimiento de la diversidad y la diferencia”
(Svampa, 2010: 12). Abrevando de los desarrollos de Casto-
riadis, para esta generación se hizo evidente que la domina-
ción capitalista de finales de siglo XX intentó instalar una
idea dominante anclada en el ‘fin de la historia’, donde se
negaba la posibilidad de “considerar la idea de una eventual
caída del capitalismo” (Zizek y Jameson, 2001: 176).
Desde allí, para el nuevo ethos militante y para las orga-
nizaciones que por él se componen, resultará central apun-
tar a las transformaciones subjetivas a partir de la prefigura-
ción de un nuevo orden social no capitalista3. En tal sentido,
las nuevas experiencias contestatarias al orden dominante
que se visibilizan en América Latina a partir de mediados de
los ‘90 presentarán rasgos comunes y novedosos entre los
cuales se destacan: la construcción política desde la auto-
nomía respecto de organizaciones clásicas como sindicatos,
partidos políticos y Estado.
Otra de las dimensiones destacadas de las nuevas estra-
tegias de resistencias y disputas que permearon el reflujo
político en que habían caído las organizaciones popula-
res durante la década del ‘80, será la centralidad del terri-
torio. En el capítulo 1 hemos hecho referencia a que la
militancia ligada a prácticas de defensa y constitución de
territorios específicos fue forjando un tipo de movimientos
que, desde la teoría social crítica, se han conceptualizado
como ‘socioterritoriales’ (Mançano Fernándes, 2005; Porto-
Gonçalves, 2009).
Los movimientos populares verán entonces convertirse
el territorio en “posibilidad de organización material y

3 Algunas dimensiones de las transformaciones subjetivas en la militancia


local, desde un enfoque psicoanalítico, han sido abordados en Lewkowicz
(2002) y Sopransi y Veloso (2004).

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74 • Formas organizativas y ethos militantes

de apuntalamiento simbólico de la identidad colectiva”


(Sopransi y Veloso, 2004: 5); siendo que la militancia terri-
torial no se acota en el peso específico que contiene el espa-
cio físico para la disputa del movimiento, sino que cobra
un sentido amplio apuntalando, por ejemplo, estructuras
organizativas, subjetividades militantes, vida cotidiana de
los integrantes de los movimientos, etc. Así, el territorio se
constituirá en punto de partida de reclamos en moviliza-
ciones pero también en un puntal definitorio en la consti-
tución de las subjetividades de los militantes que integran
dichos movimientos (Svampa, 2010).
De allí que los ‘campos de experimentación social’ a
los que hicimos referencia a partir de De Sousa Santos,
tuvieron una ligazón muy estrecha con el concepto de terri-
torio en la subjetividad en formación de los militantes del
período señalado. El territorio, allende su inscripción espa-
cial, pasó a ser el espacio donde ensayar, crear y re-crear
nuevas relaciones sociales prefigurativas del cambio social
anhelado, constituyendo un cimiento destacado de la nueva
identidad militante.
Los intentos por apuntalar un tipo de organización
estructurada a partir de la democracia de base, con asien-
to en altos niveles de horizontalidad, tendrán en la forma
asamblea una dimensión privilegiada. En estos movimien-
tos, la asamblea pasará a vertebrar toda una serie de prác-
ticas militantes que exceden la mera instancia de toma de
decisión. La formación política de los militantes, las evalua-
ciones y caracterizaciones políticas e incluso las moviliza-
ciones callejeras se verán estructuradas a partir de prácticas
y dispositivos asamblearios en las militancias emergentes.
Se ha destacado recientemente que para el nuevo ethos
militante la forma asamblea parece haber constituido todo
un ‘lenguaje movilizacional’ (Svampa, 2010). Siguiendo a
Colombo (2006), las asambleas conjugan democracia direc-
ta, acción directa y desobediencia civil, lo que conlleva
una ruptura del orden existente. Teniendo en cuenta las

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Formas organizativas y ethos militantes • 75

dimensiones expuestas, podemos coincidir con Svampa en


que el caso Latinoamericano ha logrado conjugar la

territorialidad, acción directa, difusión de modelos asamblea-


rios y demanda de autonomía (…) configurando un ethos mili-
tante, esto es, un conjunto de orientaciones político e ideoló-
gicas que configuran la acción colectiva y se expresa a través
de nuevos modelos de militancia (Svampa, 2010: 7).

Como dijimos anteriormente, a partir de mediados de


la década del ‘90 a lo largo de América Latina una cantidad
importante de experiencias de construcción autonómica
de fuerte desarrollo y visibilidad, pondrán en evidencia la
emergencia de este nuevo ethos. A continuación haremos
una breve referencia a tres de las experiencias más destaca-
das en este sentido: la del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) del sureste mexicano, la del Movimiento
de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) del Brasil, y
la de las organizaciones vecinales y campesino-indígenas
de Bolivia.

Zapatistas, Sin Tierra e indígenas-campesinos

Luego de levantarse en armas el 1 de Enero de 1994 en el


Estado de Chiapas, al sureste de México, el Ejército Zapa-
tista de Liberación Nacional promovió la autoorganización
comunitaria de los indígenas mexicanos desestimando la
toma del poder estatal y fomentando la construcción social
y política en sus comunidades en base. La estrategia de
poder del EZLN implicó una autonomía total respecto del
Estado y de sector privado mexicanos. Sin recibir subsidios
ni recursos por parte del Estado Nacional, las comunida-
des rebeldes zapatistas se abocaron a la autogestión de sus
vidas creando una estructura organizativa que contempla la
salud, la alimentación, la educación y la seguridad.

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76 • Formas organizativas y ethos militantes

En la actualidad, y transcurridos 18 años desde el


levantamiento, el desarrollo zapatista priorizó las mudan-
zas endógenas a la ampliación de su política en términos
ofensivos. El período actual de retraimiento en el que se
encuentra el movimiento en los últimos años, que en térmi-
nos clásicos podría ser leído como de estancamiento, pue-
de entenderse también siguiendo a Melucci (1994) como
una etapa de latencia donde el movimiento apuntaría a la
consolidación de los cambios objetivos y subjetivos inter-
nos de la vida cotidiana en sus comunidades. Algunas de
las manifestaciones que comenzaron a emerger por parte
de los zapatistas hacia finales de 2012 han sido leídas en
este sentido4.
Por su parte, el Movimiento de los Trabajadores Rura-
les Sin Tierra (MST) del Brasil es un movimiento que aglu-
tina campesinos, trabajadores rurales sin tierra y desocupa-
dos de las periferias urbanas que retornan al campo a través
de la ocupación de tierras de latifundistas. Fundado en 1984
a partir de un conjunto de organizaciones de base, entre las
que se destacan las Comunidades Eclesiales de Base ligadas
a la Comisión Pastoral de la Tierra de la Iglesia Católi-
ca Brasilera, durante la década del ‘90 el MST comenzó a
organizar masivas tomas de tierras. Una vez ocupadas las
tierras el movimiento se plantea, a partir de la instalación
de campamentos, las tareas de ocupar, resistir y producir la
tierra (Stédile y Mançano Fernandes, 2005).

4 Luego de la última iniciativa pública hacia el resto de las organizaciones y de


la sociedad mexicanas lanzada por el EZLN en 2008, el movimiento perma-
neció durante años sin emitir comunicados ni hacer movilizaciones públi-
cas. Hacia finales del 2012 emitió una serie de comunicados y realizó una
masiva marcha en Chiapas. En esta última, algunos análisis principalmente
desde una perspectiva periodística, destacaron como rasgos sobresalientes
las imágenes donde muchos varones zapatistas llevaban a cuestas a sus
niños, factor que pondría en evidencia las transformaciones subjetivas e
internas que, en el marco de una cultura abiertamente patriarcal como la
mexicana en general y la campesina en particular, el zapatismo viene reali-
zando (Gil Olmos, 2013).

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Formas organizativas y ethos militantes • 77

En estos campamentos se organiza la producción de


la tierra en forma colectivista a partir de núcleos de base
que abarcan a la totalidad de los integrantes de las fami-
lias acampadas. De esa forma y con un fuerte énfasis en
la organización, el movimiento promovió la construcción
de cooperativas agrícolas, escuelas de agroecología, escuelas
de formación política, etc. A nivel de la subjetividad de sus
militantes, la construcción de una militancia arraigada en el
territorio cotidianamente deja entrever una práctica prefi-
gurativa de la sociedad que el movimiento pretende. De esa
forma el MST logró crecer hasta ser en la actualidad consi-
derado como el movimiento social más grande del mundo,
contando con aproximadamente 2 millones de campesinos
organizados (Rocchietti, 2002); además, cerca de 17 mil
militantes participaron del último Congreso Nacional del
movimiento en 2007.
Respecto a su relación con el Estado y su noción de
autonomía, el MST ha decidido mantenerse lejano a la par-
ticipación institucional, focalizándose como dijimos en la
construcción de la vida cotidiana en los territorios campesi-
nos. Sin embargo, a diferencia del EZLN, su relación con el
Estado brasilero es fluida y recibe fondos por parte de dife-
rentes instancias de los gobiernos nacionales y estaduales, a
la vez que defiende su autonomía política. El MST mantiene
entonces autonomía respecto de las estructuras partidarias
brasileñas y presenta un cúmulo de militancia que hace vida
en campamentos y asentamientos.
En lo que refiere a los casos de las organizaciones
campesino-indígenas y vecinales de Bolivia, las luchas anti-
neoliberales a partir de 2000, con la guerras del Agua y
del Gas como principales referentes, pusieron en escena
a un conjunto de organizaciones territoriales que demos-
traron gran capacidad de confrontación y movilización,
sumadas a propuestas organizativas sólidamente estableci-
das. Las luchas del pueblo boliviano contra empresas pri-
vatizadas transnacionales que gestionaban el Agua y el Gas,
conllevaron una primera dimensión reivindicativa ligada

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78 • Formas organizativas y ethos militantes

a la recesión de los contratos a las empresas, pero a la


vez también implicaron una acción propositiva: en el caso
de la Guerra del Agua en Cochabamba, por ejemplo, se
logró expulsar a la empresa Ítalo-Estadounidense “Aguas de
Tunari” y se estableció un sistema de co-gestión del ser-
vicio del agua con participación activa de la comunidad
(Ceceña, 2004). Más adelante, luego de masivas puebladas
en gran parte del territorio nacional, el pueblo boliviano
logró derrocar al presidente neoliberal Gonzalo Sánchez de
Lozada en Octubre de 2003, quien intentaba impulsar las
exportaciones de gas a Chile.
En ese contexto los movimientos sociales pusieron en
pie la llamada “Agenda de Octubre”, que incluía principal-
mente las demandas de “nacionalización de los hidrocarbu-
ros y asamblea constituyente (Stefanoni, 2007). Las luchas
por la ‘reapropiación social de la naturaleza’ (Leff, 2004) a
las que asistimos en Bolivia fueron en estos años “luchas
por territorios, por sentidos de estar en la tierra, en fin,
por territorialidades” (Porto-Gonçalves, 2009: 33). Se suma,
en el caso de Bolivia, (aunque también podríamos incluir a
los movimientos indígenas del Ecuador de finales del siglo
XX) que los pueblos indígenas y los campesinos tienen un
papel estratégico en esas disputas “al protagonizar luchas en
defensa del agua, del aire, de la tierra y de la vida” (Porto
Gonzalvez, 2009: 34).
Dotando de base empírica al surgimiento del nuevos
ethos militante en toda América Latina, al igual que con el
autogobierno en los territorios indígenas de Chiapas, y con
la recuperación de la tierra por parte de los trabajadores
rurales brasileros, nuevamente en la experiencia boliviana
la territorialidad aparece como una dimensión central de
estos movimientos.
Sin embargo una de las características que distinguen al
proceso boliviano de los casos brasileño y mexicano, es que
algunas organizaciones sociales participaron y dieron vida a
un instrumento político de los movimientos sociales. Así, la
conformación del Movimiento Al Socialismo –Instrumento

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Formas organizativas y ethos militantes • 79

Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), un


instrumento electoral conformado a partir de la confluencia
de organizaciones sociales, sindicatos campesinos y secto-
res del movimiento indígena, terminó llevando a la presi-
dencia en 2005 al dirigente sindical aymara Evo Morales,
quien se convertiría en el primer presidente indígena de
Bolivia5.

El Movimiento piquetero: nuevo ethos militante en


Argentina

En Argentina, el proyecto neoliberal iniciado con la dic-


tadura de 1976 tendrá su corolario con los dos gobiernos
democráticos del presidente Carlos Menem entre 1989 y
1999. A nivel social, el proyecto neoliberal implicó la frag-
mentación de los lazos comunitarios y la ‘descolectiviza-
ción’ de la sociedad, promoviendo una cultura individualis-
ta y consumista (Svampa, 2005). Algunas de estas caracte-
rísticas del modelo de acumulación neoliberal, que implicó
una profunda ‘individualización de lo social’ (Rosanvallon
y Fitoussi, 1997) serán centrales para comprender el nue-
vo ethos militante surgido desde mediados de los ‘90. A la
par que el modelo de sociabilidad neoliberal se consolidó,
promoviendo lo que será luego denominado una ‘sociedad
excluyente’ (Svampa, 2005), las organizaciones políticas y
sociales dejaron atrás el reflujo vivido desde principios de

5 En la actualidad, en su segunda presidencia tras ser reelegido en 2009 y lue-


go de más de 7 años en el gobierno, la relación entre el gobierno boliviano y
los movimientos sociales ha crecido en complejidad y contradicción. Esto
pudo evidenciarse durante las protestas de un sector del activismo indígena
en 2011 en contra de un proyecto gubernamental por la instalación de una
autopista en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure (TIP-
NIS). Dicho conflicto evidenció que gran parte del movimiento social boli-
viano sigue teniendo capacidad de movilización y autonomía frente a un
gobierno que, a la vez, continúa legitimado a través del voto.

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80 • Formas organizativas y ethos militantes

la década del ‘80 para iniciar un nuevo ciclo de ascenso de


las acciones colectivas de protesta en el país.
Es en este marco de reformas neoliberales donde iden-
tificamos dos grandes ciclos de protesta (Tarrow, 1990) en
Argentina. Por un lado un ciclo “extenso” de protesta que
ocupó el tiempo de una década, que podemos comprender
entre 1993 con el Santiagueñazo, hasta el año 2003, con
la llegada del proyecto kirchnerista al poder y el re encau-
zamiento de la protesta social. Por otro lado, al interior
de dicho ciclo extensivo, tuvo lugar un ciclo intensivo de
protestas en la argentina entre 1997 y 2002, donde la radi-
calidad y la masividad de las protestas (principalmente a
partir de los cortes de ruta), se agudizaron. Este ciclo inten-
sivo coincide con la crisis institucional que se profundizó
entre 2000 y 2003, y que será desarrollada más adelante
en diálogo con el surgimiento de las nuevas organizaciones
sociales que ocupan un lugar central en este trabajo.
El nuevo ciclo de protestas encontró un momento fun-
dante en diciembre de 1993, cuando una pueblada en contra
de la corrupción gubernamental en la provincia de Santiago
del Estero, terminó con la toma por asalto y el incendio de
la casa de gobierno Provincial, la legislatura y los tribunales
(Farinetti, 2000). Dicha rebelión conocida como el “Santia-
gueñazo” se convirtió en un clivaje para los sectores de la
sociedad que resistían a las reformas neoliberales y logró
fungir de primera acción colectiva contestataria frente a la
aplicación del modelo neoliberal en el país (Laufer y Spi-
guel, 1999). El camino abierto por el “Santiagueñazo” siguió
trazado por una senda de resistencias y acciones colecti-
vas de protesta, principalmente cortes de ruta, acampes y
tomas de oficinas públicas, cuyo punto más destacado serán
las puebladas de Cutral Co y Plaza Huincul, en Neuquén,
durante el año 1996 y 1997 (Favaro, Bucciarelli y Luomo,
1997; Auyero, 2002; Bonifacio, 2009) y en Gral. Mosco-
ni y Tartagal, en la provincia de Salta, en los años 1997,
1999, 2000 y 2001 (Barbetta y Lapegna, 2001; Benclowicz,
2005; Wahren, 2009). En ambos casos se trató de regiones

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Formas organizativas y ethos militantes • 81

petroleras donde se concentraban grandes masas de des-


pedidos de la petrolera estatal YPF, que acababa de ser
privatizada, generando la desarticulación de las economías
locales y de los lazos comunitarios en los pueblos (Svampa
y Pereyra, 2003).
Este sector, ahora desocupado, se encontró carente de
los dispositivos clásicos de protesta como las huelgas gene-
rales o las bajas programadas de producción. En ese marco,
“la retirada del Estado arbitral y regulador, que había com-
prometido el desarrollo industrial con el bienestar social,
restó eficacia al repertorio tradicional del reclamo colecti-
vo, consistente en presionar y negociar a través del Estado
mejoras económicas o actualización de derechos” (Delama-
ta, 2004: 12). Para ello, los sectores afectados por la desre-
gulación estatal encontrarán en el corte de ruta una acción
de protesta que luego se extenderá hacia el resto del país
convirtiéndose en uno de los métodos paradigmáticos de
resistencia al neoliberalismo. Según Maceira y Spaltenberg,
“el corte de ruta no ha sido de uso exclusivo de los desocu-
pados, pero la particularidad en este caso es que se trata de
la única medida de fuerza a su disposición, y del instrumen-
to de lucha que les permite instalarse en la escena nacional”
(Maceira y Spaltenberg, 2001: 24).
El piquete trascendió entonces su constitución como
mero método de lucha para convertirse en una forma de
asumir la identidad colectiva, evidenciada en la autoafirma-
ción del ‘movimiento piquetero”. Según Massetti “la noción
‘piqueteros’ usada contemporáneamente es, por supuesto,
un constructo simbólico cuya principal utilidad es la de
encarnar la acción de protesta, el reclamo en sí, bajo una
serie de sentidos legitimados” (Massetti, 2009). Este ‘reper-
torio de acción’ (Tilly, 1986) se instalará definitivamente
en el proceso subjetivo de construcción de las identidades

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82 • Formas organizativas y ethos militantes

de los militantes y participantes de las organizaciones del


movimiento piquetero6.
Hacia finales de los ‘90, las resistencias del sector
desocupado en las provincias mencionadas a partir de los
piquetes, comenzaron a ser replicadas en las regiones cen-
trales del país, principalmente en el área metropolitana,
cuando un conjunto amplio de organizaciones de desocu-
pados comenzaron a efectuar cortes de rutas, calles, aveni-
das, puentes y autopistas, con el fin principal de dificultar
los accesos a las principales ciudades y, con ello, potenciar
su capacidad de reclamo frente a las autoridades nacionales,
provinciales y/o municipales.
Las grandes masas de desocupados principalmente
del cordón sur del conurbano (Avellaneda, Lanús, Lomas
de Zamora, Quilmes, Florencio Varela, Almirante Brown),
aunque también del oeste y norte del conurbano, sumado
a sectores de la Capital Federal, comenzaron a organizarse
a partir de una pléyade de organizaciones sociales de base
territorial, cuyo eje principal estuvo puesto en la recupe-
ración del trabajo y el piquete como método privilegiado
de reclamo.
Sin embargo, antes del primer piquete bonaerense, se
realizó una masiva movilización a plaza de mayo deno-
minada la “marcha del hambre”; la coordinación de esta
marcha estuvo a cargo de referentes como Toty Flores del
Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La

6 Al respecto Delamata (2004) sostiene, a partir de su trabajo de campo con el


Movimiento de Trabajadores Desocupados Resistir y Vencer, que la identi-
dad de los militantes está más ligada al grupo al que se pertenece que a la
herramienta que se utiliza. En cualquiera de los casos, la identificación
constatada en las entrevistas tanto respecto a la identidad de piqueteros así
también como a la identidad de “santillanistas” o de pertenecientes a ‘La
Verón’ que muchos militantes demostraron, pone en relieve la pertinencia
del enfoque identitario, encarnado principalmente por los aportes de Alber-
to Melucci, para el abordaje de nuestra unidad de estudio. Para un análisis
en profundidad de los cambios en las subjetividades de los protagonistas de
los piquetes, que abordan el pasaje de “trabajador de YPF” a “trabajadores
desocupados” e incluso “piqueteros”, para el caso de Neuquén, cfr. Svampa y
Pereyra, 2003 y para el caso de Salta, cfr. Wahren, 2010.

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Formas organizativas y ethos militantes • 83

Matanza y de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV)


impulsada en ese momento por la Central de Trabajadores
de la Argentina (CTA). Esta movilización es un antecedente
directo del tipo de reclamos y de acción que tendrá lugar
un año después en 1997, cuando Roberto Martino, un ex
militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT), impulse el primer piquete del conurbano en Flo-
rencio Varela.
Entre 1998 y 1999, numerosos Movimientos de Tra-
bajadores Desocupados (MTD) pasarán a crearse especial-
mente en los territorios, villas de emergencia y asenta-
mientos populares, principalmente en el cordón sur del
conurbano bonaerense, aunque tendrán peso también en el
Oeste, donde la hegemonía organizativa estará marcada por
la FTV y la Corriente Clasista y Combativa (CCC), brazo
territorial del Partido Comunista Revolucionario (PCR); el
principal distrito del oeste del conurbano dónde se desarro-
llarán con fuerza estas últimas será el partido de La Matan-
za, el más numeroso de la provincia de Buenos Aires.
Los MTD son organizaciones de desocupados cuyo
impulso inicial surge en función de combatir la desocupa-
ción estructural de finales de los años ‘90, a partir de lo cual
se comienzan a organizar para realizar trabajos autogesti-
vos, emprendimientos productivos, merenderos, comedo-
res populares, etc. Según Pacheco, “el MTD no era una
organización única; tampoco un ‘movimiento’ en los térmi-
nos clásicos. En los hechos era un conjunto heterogéneo de
comisiones barriales que, sin vínculos entre sí, se habían ido
desarrollando con el objetivo de agrupar a los desocupados”
(Pacheco, 2010: 32).
En lo que respecta a las organizaciones de desocupados
vinculadas a partidos políticos, luego del surgimiento de
la CCC y la FTV, la Corriente Patria Libre (CPL), nacida
en 1998, apuntará a profundizar el desarrollo territorial a
través de la creación del movimiento Barrios de Pie. Más
adelante el Partido Obrero impulsará en el año 2000 su
organización territorial llamada Polo Obrero, mientras que

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84 • Formas organizativas y ethos militantes

el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) hará lo


propio con el Movimiento Sin Trabajo; en la misma línea el
Partido Comunista (PC) impulsará el Movimiento Territo-
rial de Liberación (MTL).
Por otro lado, una pléyade de MTD comenzarán a
emerger al margen de los partidos políticos existentes. Se
trata principalmente de los MTD que luego confluirán el la
Coordinadora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón
(CTD-AV). Uno de los primeros agrupamientos de este
sector del movimiento de desocupados será el Encuentro
de Organizaciones Sociales (EOS), que tendrá lugar entre
1997 y 1999 aproximadamente, que agrupó a los MTD
y experiencias barriales independientes principalmente de
los barrios Lanús, Almirante Brown, La Plata, Berisso-
Ensenada7 y Claypole8, Solano y organizaciones indepen-
dientes de la zona norte, principalmente de los barrios
Rincón de Milberg, Los Troncos y Las Tunas, del Parti-
do de Tigre.
Más adelante, durante el año 2000, los MTD del sur
del conurbano conformarán la Coordinadora Sur, antece-
dente directo de la coordinación más destacada en el ciclo
de asenso de la lucha piquetera en el país, la ya mencionada
CTD-AV, nacida en 2001. La CTD-AV nace como una coor-
dinación de movimientos donde confluyeron varios de los
MTD del sur y el Oeste del Conurbano, como así también
el Movimiento de Unidad Popular (MUP) y el Movimiento
Patriótico Revolucionario Quebracho (MPR-Q) a partir de
su frente territorial/barrial, la Coordinadora de Trabaja-
dores Desocupados (CTD). La CTD-AV tenía como rasgos
característicos la radicalidad en la acción directa, a la vez
que la autonomía respecto a los gobiernos, tanto nacional
como provinciales (Svampa y Pereyra, 2003).

7 Estos se encuentran hoy dentro del FPDS.


8 Éste actualmente forma parte del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL).

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Formas organizativas y ethos militantes • 85

Territorio, asamblea y autonomía: la reproducción


local del nuevo ethos militante

Como venimos trabajando en este capítulo, la emergencia


de un universo de luchas y resistencias al neoliberalismo
en las últimas décadas en América Latina estuvo apunta-
lado por organizaciones sociales estructuradas principal-
mente a partir de un nuevo ‘ethos militante’ con asiento
en el asambleísmo, la autonomía y la territorialidad. De esa
forma el nuevo ethos se diferenció de las matrices mili-
tantes clásicas tales como la partidaria, la guerrillera y la
sindical, características, al menos en el caso argentino, de
la militancia setentista. En lo que refiere a la realidad local
el nuevo ethos militante tomó carnadura en Argentina en
una serie amplia de organizaciones de nuevo tipo como los
MTD, las asambleas vecinales principalmente de la Capital
Federal, los colectivos culturales y artísticos, los grupos de
educación popular, etc.
En Argentina el auge de la forma asamblea se expresó
principalmente en el tipo de estructura organizativa que
asumieron la mayor parte de las experiencias de resistencia
al neoliberalismo. Así, colectivos culturas, organizaciones
de trabajadores desocupados, fábricas recuperadas y, desde
luego las “asambleas barriales”, comenzaron a tomar sus
decisiones principalmente de este modo9. El rol de las asam-
bleas como órganos de decisión privilegiados de los movi-
mientos contemporáneos, fue observado desde la autoorga-
nización vecinal que sostuvo los cortes de rutas provinciales
de finales de los ‘90 (Scribano, 1999), hasta en las fábricas
recuperadas por sus trabajadores (Palomino, 2005), pasando
por las asambleas vecinales (Alimonda, 2001) y las organi-
zaciones piqueteras (Natalucci, 2010). En todos estos casos,
la centralidad de la práctica asamblearia ha sido entendida

9 Más adelante veremos cómo la centralidad de la asamblea se combina, en el


caso de los Movimientos de Trabajadores Desocupados del FPDS, con una
multiplicidad de instancias y prácticas decisionales complejas.

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86 • Formas organizativas y ethos militantes

como “una refundación de la política y una profundización


de sus contenidos democráticos” (Alimonda, 2001: 1)10.
La relevancia de la dimensión territorial es otro factor
destacado al analizar la constitución del nuevo ethos mili-
tante en el plano local, tanto en lo que refiere a las disputas
de los movimientos, como a la subjetividad de los militan-
tes. En nuestra unidad de estudio la centralidad del territo-
rio en la disputa contra el neoliberalismo ha sido innegable,
siendo que las organizaciones territoriales de desocupados
fueron “la primera respuesta estratégica al capital en el
período de la mundialización” (Zibechi, 2004: 145).
Esta centralidad física y simbólica de la construcción
territorial en el nuevo ethos militante no se redujo, en la
realidad local, al espectro de las organizaciones piqueteras.
La ocupación de espacios para ensayar otras formas de vida
y el avance sobre edificios o espacios públicos que reali-
zaron innúmeros colectivos militantes en función de esta-
blecer allí centros culturales, espacios comunitarios, talleres
de esparcimiento y/o de formación, pusieron en foco la
relevancia del territorio en todo el abanico de prácticas que
desplegará el militante del ‘nuevo ethos’.
Sostenemos entonces que la emergencia del nuevo
‘ethos militante’ en América Latina durante la década del
‘90 tuvo su correlato en el plano local principalmente en
el florecimiento de asambleas barriales, fábricas recupera-
das, movimientos de trabajadores desocupados, etc. Entre
todo este arco de organizaciones que cobijaron al nuevo
ethos militante, el movimiento piquetero logró un lugar
destacado en cuanto a su capacidad de movilización, de

10 Desde una perspectiva crítica, Rebón (2005) ha presentado las tensiones


entre la forma asamblea y el ‘excesivo asambleísmo’ en algunas organizacio-
nes y experiencias recientes. En sus trabajos sobre fábricas recuperadas des-
taca que “si vulnera de forma continua lo decidido precedentemente, (el
excesivo asambleísmo) puede conspirar contra la cooperación al no conser-
var como válido lo que ya ha sido aceptado, llevando continuamente a la
contradicción” (Rebón, 2005: 9). Estas limitaciones serán indispensables
para leer la propuesta decisional actual que presenta el FPDS.

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Formas organizativas y ethos militantes • 87

organización interna y de masividad. Desde allí entonces es


que el nuevo ‘ethos militante’ dio a lugar principalmente al
‘activista cultural’ y al militante “socio-territorial” (Svampa,
2010), vertientes principales de este nuevo ‘ethos’. Ambas
vertientes, como veremos a lo largo de este trabajo, encon-
traron cauce orgánico en una herramienta que lograría
un destacado desarrollo entre los movimientos sociales de
Argentina: el Frente Popular Darío Santillán.
Para dar cuenta de ello, en el capítulo siguiente con-
ceptualizaremos las generaciones políticas y los ethos pre-
sentes en los militantes de nuestra unidad de estudio. Esta
conceptualización se hará metodológicamente a partir de
un enfoque sociohistórico basado en fuentes secundarias,
combinado con la bibliografía especializada sobre setentis-
mo, nuevos movimientos sociales y militancia en general.
En segundo lugar, la conceptualización se apoyará en un
trabajo de fuentes primarias a partir de entrevistas abiertas
y en profundidad con militantes del FPDS pertenecientes a
las tres generaciones políticas desde las cuales parte nuestro
enfoque: la generación del ‘70, la generación del ‘80 y la
generación del ‘01.

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4

Las generaciones políticas recientes y


los ethos militantes en Argentina

La generación política del ‘70

Durante las décadas del ‘60 y ‘70 en América Latina


en general y en Argentina en particular, los movimientos
populares vivieron un intenso ciclo de luchas principal-
mente contra los gobiernos dictatoriales de la región. Sader
ha conceptualizado la historia de la izquierda latinoame-
ricana del siglo XX a partir de cuatro períodos. Lo que el
autor llama el ‘tercer período”, incluye dos ciclos cortos de
lucha armada: “el primero incluía a (…) Nicaragua, Vene-
zuela, Perú y Guatemala, básicamente, con un modelo de
guerrilla rural bastante similar al cubano” (Sader, 2006: 66).
El triunfo de la revolución Cubana en 1959 y el ascenso al
poder del socialismo Chileno en 1970 en el plano latinoa-
mericano, sumado al florecimiento de movimientos revo-
lucionarios en diversas partes del mundo como las luchas
anticoloniales en África y Asia, generaron un clima de época
propicio para la lucha armada en otros países de América
Latina. En ese marco tiene lugar el segundo ciclo corto de
lucha armada esta vez en Guatemala, Perú y Venezuela. En
este ciclo y principalmente a partir de modalidades de gue-
rrilla urbana se encuentra Argentina (Sader, 2006).
En ese marco las nuevas generaciones militantes de
nuestro país comenzaron a socializarse políticamente en un
contexto de grandes transformaciones sociales. Es a partir
de finales de la década del sesenta entonces que la actividad

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90 • Formas organizativas y ethos militantes

política en Argentina comenzará a estar orientada hacia el


horizonte revolucionario, en la mayoría de los casos diri-
gidos hacia la búsqueda de una sociedad socialista. En tal
sentido los ‘60 “culminaron con una generación conven-
cida de que ‘hacer la revolución’ era un deber inapelable”
(Massetti, 2009: 11).
Debemos aclarar que esta generación que denomina-
mos ‘setentista‘, subsume también la actividad política acae-
cida durante finales de los años sesenta hasta entrados los
años ‘80, sin embargo, es durante la década del ‘70 que, en
Argentina, alcanzó su máximo desarrollo, de allí que sea
común en la literatura especializada referirse a la genera-
ción “setentista” (Pozzi y Schneider, 2000; Hilb, 2007; Pitta-
luga, 2007) para hacer mención a un conjunto de prácticas
políticas que se desarrollaron desde los ‘60 hasta incluso
después de los años ‘70.

La toma de decisiones

Sostendremos en este trabajo que las dinámicas verticales


en los procesos de toma de decisión han sido un rasgo
generacional característico en la matriz militante setentista.
En las organizaciones políticas de los setenta (tanto parti-
dos políticos, como sindicatos y organizaciones armadas),
se observan estructuras piramidales con espacios segmen-
tados que presentan diferentes niveles de toma de decisión.
Las decisiones más importantes eran tomadas exclusiva-
mente por la dirección de las organizaciones y luego “baja-
ban” de la pirámide decisional y debían ser acatadas por el
resto de los militantes (Gillespie, 1987). Este acatamiento a
las decisiones, en la mayoría de los casos, no permitía el más
mínimo cuestionamiento y, ante casos de cuestionamientos
reiterados, se podía llegar a poner en duda la condición del
militante: “yo veía que si discutías algo críticamente venían
a explicarte las cosas, como queriendo demostrarte que la

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Formas organizativas y ethos militantes • 91

luna es cuadrada. Y yo les decía -‘la luna es redonda’. Y si


discutías mucho eras un loco o un agente de la CIA”1.
En el caso de Montoneros y del Partido Revolucionario
de los Trabajadores-Ejercito Revolucionario del Pueblo
(PRT-ERP)2, dos de las organizaciones armadas más impor-
tantes de los años setenta, la fórmula asumida en la toma
de decisiones era la del “centralismo democrático” basada
en el modelo clásico del partido leninista, el cual se pro-
ponía como una dinámica decisional intermedia entre la
democracia absoluta y el centralismo sin más3. Sin embar-
go, el centralismo democrático ocultaba “una clara praxis
jerárquica (cuando no la jerarquía como valor en sí mis-
mo) en la cual la dirección partidaria sellaba con la fuer-
za consensuada de su autoridad, la línea política a seguir”
(Carnovale, 2011: 224).

1 Entrevista a Héctor Jouvé, militante del Ejército Guerrillero del Pueblo


(EGP). Revista Lucha Armada en la Argentina, Nº 2, Pág. 48, año 2005.
2 De origen Peronista, la Organización Montoneros será una de las guerrillas
urbanas más importantes de Argentina. Con militantes provenientes de
organizaciones nacionalistas y católicas de la década del ‘60, alcanzará en los
años ‘70 desarrollo en varias provincias del país. Montoneros protagonizó
acciones resonantes como el secuestro y posterior asesinato del ex presiden-
te de facto Pedro Eugenio Aramburu en 1970. Por su parte, el PRT se fundó
en 1965, a partir de la confluencia de dos organizaciones políticas: el Frente
Revolucionario Indoamericano y Popular (FRIP) y Palabra Obrera (PO).
Luego de la ruptura en 1968 con el sector que rechazaba la vía armada, el
PRT-“El Combatiente” formará, hacia 1970 el Ejército Revolucionario del
Pueblo (ERP). Así, el PRT-ERP terminará por consolidar una identidad polí-
tica guevarista, y se desarrollará ampliamente en el sector fabril de las pro-
vincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
3 Un análisis y una justificación del centralismo democrático como método
‘intermedio’ entre el autoritarismo puro y la democracia plena, encontra-
mos en el Curso de Formación de Cuadros del Partido Montonero, allí
exponen que el centralismo democrático es un método “que establece una
relación entre la centralización absoluta y la democracia, una combinación
determinada sobre estos elementos que permita a una organización dar res-
puesta a dos cuestiones: a) la necesaria existencia de organismos de decisión
que, en forma permanente, tengan la facultad de tomar resoluciones por sí
mismo, sin consultar a ninguna otra instancia de la organización; b) La par-
ticipación del conjunto de los miembros de la organización en las decisiones
de las mismas”. (Montoneros, 1973, s/p).

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92 • Formas organizativas y ethos militantes

En el testimonio de un militante de PRT-ERP se tras-


luce la complejidad que había detrás de aquella supuesta
síntesis entre centralización y democracia: “el centralismo
democrático en los papeles es precioso pero en la práctica
es más centralista que democrático”4.
Cabe destacar que tanto Montoneros como el PRT-
ERP fueron dos organizaciones político-militares. Es evi-
dente que las condiciones específicas que implican la lucha
armada y la clandestinidad, desde ya obligaban a un tipo
de toma de decisión centralizada y expeditiva. Sin embargo,
otras organizaciones de la izquierda setentista no implica-
das en la lucha armada también replicaban esquemas verti-
cales. La lógica vertical formaba parte de un “clima de épo-
ca” que se presentaba en casi todas las organizaciones revo-
lucionarias, e incluso en las reformistas, de la izquierda5.
Esta verticalidad solo se rompía en momentos de amplia
movilización de masas como fueron el Cordobazo del ‘69, o
el Mayo Francés del ‘68 en el plano internacional.
La obediencia implicada en la verticalidad trajo apare-
jada la necesidad de una disciplina exigida desde las cúpu-
las; esta disciplina no se remitía exclusivamente al ámbito
público. En el ámbito privado el militante setentista debía
guardar una estricta relación de seguimiento de las pau-
ta “morales” que establecía la organización. En 1971 el
PRT-ERP publicó en su revista “Gaviotas Blindadas”, un
texto llamado Moral y Proletarización. En él se descri-
bían (y prescribían) una serie de consideraciones acerca de
la moral burguesa y de la necesaria moral proletaria que
debían encarnar los militantes del PRT-ERP, indagando en
la tensión entre la vida pública y privada de los militan-
tes: “el revolucionario sólo puede ser cabalmente tal en la
medida que sea un ser humano completo, que desarrolla

4 Entrevista a Hernán Invernizzi, Revista Lucha Armada en la Argentina, Nº


5, Pág. 66, año 2006.
5 Verbigracia el Partido Obrero, Partido Comunista de Argentina o el Partido
Socialista, que no impulsaron la lucha armada en el país, mantenían de todas
formas un esquema tradicional y vertical de partido.

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Formas organizativas y ethos militantes • 93

integralmente su condición humana, como a la inversa, la


actividad revolucionaria es la condición básica para el desa-
rrollo integral de su personalidad” (Parra, 1972: s/p). En
dicho texto, cuya lectura a partir de 1974 la dirección del
partido desrrecomendará, se vertían consideraciones res-
pecto de la ‘revolución sexual’ de principios de los setenta,
de la constitución de la familia, e incluso sobre el lugar que
debía tener el sexo en las parejas de combatientes6.
Pero la obediencia no se circunscribía solamente a la
toma de decisiones y a la moral interna de sus militantes,
sino que limitaba también la capacidad de relacionarse con
otros militantes:

nadie sabía quién era el otro ni cuál era la magnitud de la


organización. Sólo sabíamos todo los cuatro que integrába-
mos la dirección. Esto da cuenta de otra reflexión y es sobre
el poder que tenían las direcciones: control sobre las armas,
control sobre el dinero, control sobre los elementos de falsi-
ficación y control sobre los contactos. En cambio los demás
compañeros contaban con una información muy retaceada7.

Así, la verticalidad no solo se consolidaba en el meca-


nismo concreto donde una persona o un conjunto de per-
sonas mandaban y otras obedecían, sino que orgánicamente

6 El artículo agregaba: “Debemos plantearnos a continuación un segundo


problema. ¿Cuál es la base material de esa relación? ¿El sexo o la actividad
social? Consciente o inconscientemente la creencia de que el sexo es la base
material de la pareja caracteriza la mayor de las relaciones, incluso entre
algunos compañeros revolucionarios. Sin embargo, la sicología moderna y
numerosas experiencias demostraron lo contrario: sólo cuando la pareja tie-
ne relaciones armoniosas en los demás terrenos logra al mismo tiempo la
plenitud sexual. Por el contrario las relaciones que pretenden basarse pura-
mente en el sexo, terminan por frustrarse en todos los aspectos, incluso en el
sexo. La pareja sólo puede, pues, basarse en una relación integral entre sus
miembros, que tiene como base material la actividad social de los mismos, el
rol concreto que juegan en la sociedad: el de militantes revolucionarios”
(Parra, 1972: s/p).
7 Entrevista a Jorge Pérez, militante de las Fuerzas Argentinas de Liberación
(FAL) y de la Juventud Revolucionaria Peronista (JRP). Revista Lucha Arma-
da en la Argentina, Nº 4, pág. 79, año 2005.

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94 • Formas organizativas y ethos militantes

la estructura impedía muchas veces no solo el cuestiona-


miento, sino incluso el contacto entre los militantes de base
y los dirigentes.

El perfil táctico

Como hemos mencionado, el triunfo de la revolución


Cubana en 1959, la experiencia socialista chilena entre 1970
y 1973 y la existencia del campo socialista euroasiático
liderado por la URSS, se consolidaron como horizontes
insoslayables de la construcción política setentista en la
izquierda argentina. Estas experiencias triunfantes de pro-
cesos revolucionarios o democráticos que tomaron el poder
estatal y comenzaron a construir instituciones socialistas,
operaron como símbolo generacional de honda importan-
cia en el imaginario político de los sujetos que se iniciaron
en la militancia hacia finales de la década del ‘60 e inicios
de la década del ‘70. El éxito obtenido por los procesos
de cambio en América y el mundo otorgaba a los militan-
tes la sensación de inmediatez del triunfo revolucionario
en Argentina: “nosotros pensábamos que ya estábamos, no
se como decirte…la época, el momento…que estábamos a
punto de hacer la revolución, con los fierros en la mano”
(María -generación ’70).
Basándose en la necesidad de alcanzar el objetivo revo-
lucionario (en general la consolidación de un Estado socia-
lista) para luego modificar las relaciones de opresión de la
sociedad capitalista, la militancia setentista desplegó una
serie de mecanismos de participación y acción política que,
antes que prefigurar la sociedad anhelada, consideraban la
construcción de dicha sociedad como una tarea posterior a
la toma del poder. Para ello, anclados en una visión pragmá-
tica, los métodos de lucha y de organización interna debían
ser lo suficientemente adaptables y maleables para lograr
el fin: “en la concepción tradicional, entre fines y medios

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Formas organizativas y ethos militantes • 95

se establece una relación instrumental. El objetivo final (la


toma del poder) ordena y marca la pauta. En consecuencia,
las formas de lucha se subordinan a la táctica y la estrategia”
(Zibechi, 2004: 13).
Anclado en una concepción teleológica de la lucha
político-militar, que ponía el acento en la conquista del
poder del Estado por medio de la vía revolucionaria, el
imperativo de hacer la revolución se consolidó entonces
como una marca generacional de la militancia setentista
(Massetti, 2009). Con ello la política cotidiana de la mili-
tancia en los años ‘70 se encontró abocada principalmente
al objetivo máximo de tomar el poder a través de la vio-
lencia popular organizada, con lo que se fue consolidando
un accionar cotidiano de marcado sesgo pragmático y mili-
tarista, donde los objetivos intermedios o específicos eran
subsidiarios del objetivo principal mencionado. Esta orien-
tación hacia la toma del poder enmarcaba a los militantes
en una concepción política de largo plazo.
Así, muchas contradicciones internas y dimensiones de
la opresión del sistema se dejaban de lado, esperando sean
resueltas una vez alcanzada la toma del poder: “era fuerte
eso, funcionaba muy fuerte, había algunos temas que no se
podían tocar, no formaban parte de la agenda importante,
en ultima instancia había montones de cosas que se iban
a resolver con el socialismo, el socialismo era como una
situación casi casi cristiana, es decir…era el cielo!” (Celina
-generación ’70).
En tal sentido, la literatura especializada ha coincidido
en señalar a la militancia setentista con una marcada ten-
dencia hacia el pragmatismo. Gillespie, quien ha produci-
do uno de los estudios más destacados sobre Montoneros,
señaló: “su pragmatismo era a menudo su fuerza, (…) facili-
tando la flexibilidad táctica y la realización de alianzas polí-
ticas” (Gillespie, 1987: 99). La Juventud Trabajadora Pero-
nista, nucleamiento de trabajadores ligados a Montoneros
que tuvo su auge entre 1973 y 1975, también fue señalada
como una organización pragmática (Vittor, 2011); por su

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96 • Formas organizativas y ethos militantes

parte, Weizs (2003) analizó el contenido pragmático de las


orientaciones del PRT.
Sin embargo, estas características que destacamos en la
generación política setentista, no deben llevarnos a concluir
que la militancia setentista constituye un bloque monolítico
con prácticas simétricas en todos sus militantes y organi-
zaciones. Las prácticas pragmáticas se constituyeron como
parte de un perfil táctico que denominamos hegemónico en
la militancia de la época. Es por eso que el perfil táctico
pragmático es tomado al modo de los tipos ideales de cuño
weberiano ya mencionados. Cabe destacar que existieron
durante los ‘60 y los ‘70 otros ejemplos, tanto de prácticas
individuales como de organizaciones, donde se promovía
un perfil táctico prefigurativo. Como ejemplo de ello pode-
mos mencionar algunas dimensiones de las organizaciones
político-militares de los setenta donde, siguiendo las con-
ceptualizaciones de Ernesto Guevara, se promovieron ins-
tancias de autocrítica y de construcción de nuevos valores
solidarios: “lo que podemos hablar de la prefiguración en
las FAP8 era lo del hombre nuevo, del compañerismo, de
qué querías vos de tus compañeros, había todo un esfuerzo
de crítica y autocrítica” (María -generación ’70).

8 Las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) fue una organización político militar
nacida en el año 1968 asociada al Peronismo de Base (PB). La también llama-
da FAP-PB, llegó a criticar duramente al Gral. Perón por sus vínculos con
dirigentes y organizaciones de la derecha peronista, sin dejar de reivindicar
la identidad ‘peronista’ que, sostenían, hegemonizaba a la clase obrera
argentina. Dos de las entrevistadas y uno de los entrevistados de la genera-
ción del ‘70 pertenecieron a dicha organización; además de ellos, algunos
militantes más del FPDS pertenecieron a las FAP-PB. Fornillo, García y Váz-
quez (2008) han destacado los puntos de contacto y la recuperación que en
el FPDS se realiza de la experiencia de las FAP-PB. En un texto publicado
por uno de los militantes del FPDS que participó de dicha experiencia seten-
tista, también se recupera la filiación entre ambas experiencias, a la vez que
se matiza la idea de ‘continuidad directa’ entre ellas: “El hecho de que un
puñado de militantes del Frente Popular Darío Santillán, que no superan la
media docena, provenga de las FAP-PB, no debe suponer que esta organiza-
ción sea una continuidad, o la creación de una célula sobreviviente de la
década del 70” (Cieza, 2010: 1).

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Formas organizativas y ethos militantes • 97

Estas tendencias internas al imaginario militante seten-


tista, que existieron y deben ser tenidas en cuenta, no alcan-
zan sin embargo a constituir un perfil táctico que pueda
aplicarse al conjunto de la generación.

El capital militante

Las formas en que se construía el capital militante de los


militantes en el setentismo estaban basadas en la entrega
total de la vida del militante a la causa de la organización.
Construida en base a la abnegación, el militante lograba
alcanzar mayores grados dentro de la estructura jerárqui-
ca, es decir ganaba respeto por parte de sus compañeros
militantes y de la dirigencia de la organización en base a
la construcción de una referencialidad basada en el mérito
individual, la abnegación y la demostración de una férrea
disciplina a los preceptos de la organización.
Los méritos como militante estaban basados en la capa-
cidad de entregar la propia vida en forma total al compro-
miso con la organización y con la lucha. No nos referimos
solamente a la vida en términos biológicos (estar dispuesto
a matar o morir) sino a la entrega de la vida cotidiana a
las necesidades y requerimientos de la organización y del
proyecto revolucionario.
Así, el respeto a la jerarquía acabará por convertirse en
marca de fuego del capital militante de la generación seten-
tista. La disciplina interna, producto en general de la adop-
ción de la estructura del partido leninista (Carnovale, 2011),
devendrá en rasgo característico del ethos setentista:

uno de los rasgos más característicos de las organizaciones


políticas de los años ‘70 es la doctrina que guiaba a los mili-
tantes en su práctica política: el ascetismo, la disciplina, la
subordinación de lo personal a lo político y un estilo de vida
sacrificado eran algunos de los valores revindicados por los
militantes en todos sus niveles (Gillespie, 1987: 132-148).

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98 • Formas organizativas y ethos militantes

Los testimonios de los militantes setentistas refieren


en forma recurrente a la abnegación y la entrega como
una característica fundamental de la militancia setentista.
La capacidad de colocar en segundo plano las necesida-
des personales y la vida privada en función de priorizar
los requerimientos orgánicos eran valorados positivamente
dentro de una estructura vertical y meritocrática:“el centro
de la vida era la militancia, después el resto, la educación
de los hijos, la familia, los amigos, todo giraba en torno a
eso, se condicionaba por eso”9. En este sentido Gugliemucci
observó que en las organizaciones setentistas:

la capacidad de sacrificarse por la revolución constituyó una


condición subyacente al principio de autoridad. Por medio
del gasto visible de tiempo, saberes e incluso la puesta en peli-
gro de la propia vida, aquel que sacrificaba algo de su autosu-
ficiencia individual obtenía el reconocimiento por parte del
grupo (Guigliemucci, 2008, acápite 22).

Esta lógica de exigencia extrema sobre la vida privada


de los individuos ha sido analizada en profundidad por Ana
Longoni. En sus estudios sobre los códigos éticos, morales y
disciplinantes como aspectos constitutivos de la militancia
(Longoni, 2007), ha enfocado en las trayectorias de militan-
tes de los setentas que a su vez eran artistas plásticos y músi-
cos que debieron declinar en su vocación para cumplir con
tareas asignadas por la organización: “cómo tenía que ser
ese muevo militante? Primero, entrega total, capaz de armar
y desamar una pistola 11,25 en pocos segundos y de trabajar
en una huelga (…) éramos verdaderos cuáqueros”10.
Sin embargo, esta rigidez en la dedicación y en la dis-
ciplina, conserva aún rasgos que son valorados positiva-

9 Entrevista a Luis Mattini, militante del PRT-ERP. Revista Lucha Armada en


la Argentina, Nº 10, pág. 33, año 2008.
10 Entrevista a Juan Carlos Cibelli, militante de las Fuerzas Argentinas de
Liberación (FAL). Revista Lucha Armada en la Argentina, Nº 1, pág. 36, año
2004.

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Formas organizativas y ethos militantes • 99

mente. La riqueza en la formación política que implicaba la


militancia setentista y el grado de apropiación del proyecto
político que implicaba para los militantes una dedicación de
tal magnitud, han aparecido reiteradamente en los testimo-
nios de los militantes de diversos ethos como componentes
parcialmente positivos.

La demanda de proletarización

Una de las estrategias que se dieron las organizaciones polí-


ticas, sindicales y político-militares setentistas, que tendrá
hondo impacto en las transformaciones en la subjetividad
militante de la época tiene que ver con el corrimiento de
clase que, en el caso de los militantes provenientes de cla-
ses medias y altas, comienza a imponerse como método
de inserción en la clase privilegiada a la hora de pensar el
cambio revolucionario: la clase obrera.
La proletarización apuntaba a “compartir la práctica
social de la clase obrera y adquirir sus características y pun-
tos de vista” (Carnovale, 2006: 30). Se trataba de enviar a los
militantes de clases ‘no proletarias’ a trabajar en fábricas, y
también a vivir a barrios populares, villas de emergencia,
etc. El componente proletarizante está muy marcado en el
ethos setentista, lo cual se evidencia tanto en los testimo-
nios de los militantes (donde destacan una y otra vez la cen-
tralidad del trabajo adentro de la fábrica) como en el análisis
de su práctica militante: organizar asambleas en las fábricas
donde se habían insertado, realizar volanteadas en las puer-
tas de las fábricas vecinas, preocuparse por las problemáti-
cas barriales del territorio al que se habían mudado, etc.
La concepción misma de la proletarización fue jus-
tificada por el PRT desde una mirada marxista, donde se
concebía la construcción de la subjetividad social y de la
conciencia política en función del lugar del sujeto en la
estructura productiva: “el que tiene una práctica social de

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100 • Formas organizativas y ethos militantes

obrero tenderá a tener una conciencia de obrero. El que


tiene una práctica de policía tendrá una conciencia de poli-
cía, he aquí la primera clave de la cuestión de la prole-
tarización”11.
Sin embargo, la proletarización no fue una estrategia
privativa de las organizaciones de cuño marxista; por el
contrario, las organizaciones peronistas también buscaron
proletarizar a sus militantes, en función de mejorar la inser-
ción de la organización en la clase obrera, y de apuntalar
procesos subjetivos de los militantes provenientes de clases
medias: “había un mandato de la dirección de que todo el
mundo tenía que entrar a una fábrica para proletarizarse,
tanto en el PRT como en la M”12.
No obstante, la estrategia de proletarización no se
dio en forma homogénea en las organizaciones peronis-
tas. Ollier (2005) destaca que mientras las Fuerzas Arma-
das Peronistas (FAP), a las cuales pertenecieron varios de
los militante de la generación del ‘70 del FPDS, apuntaron
a una estrategia clara de proletarización de sus cuadros,
Montoneros no priorizó esa estrategia, matizando lo surgi-
do en el testimonio del párrafo anterior. Lo que es innegable
es que la demanda de proletarización caló hondo en el ethos
setentista presentando niveles desiguales y combinados de
proletarización en casi todo el arco de las organizaciones
de izquierda, desde los partidos políticos hasta las orga-
nizaciones político-militares. La proletarización entonces
fue el modo privilegiado que encontró el ethos setentista
de dar tratamiento al problema del ‘origen de clase’ de la
militancia de los sectores medios. Como veremos cuando
abordemos el ethos del ‘01, este nudo problemático vol-
verá a escena pero esta vez el tratamiento será diferente,

11 PRT, “Sobre Moral y proletarización. Pequeña burguesía y revolución., Pág.


19, año 1972.
12 Se refiere a Montoneros. Este testimonio de una militante setentista se
encuentra en: Guglielmucci (2006).

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Formas organizativas y ethos militantes • 101

dejando atrás la proletarización y pasando a una estrategia


de ‘territorialización’.

La orientación estratégica

Al hacer mención a la orientación estratégica de la gene-


ración setentista nos referimos a la fuerte tendencia hacia
la toma del poder estatal que permeó a las organizaciones
sindicales, políticas y militares desde finales de la década del
‘60 hasta principios de los ‘80. Las experiencias triunfantes
de procesos revolucionarios o democráticos que tomaron
el poder estatal ya mencionados operaron como símbolo
generacional de honda importancia. En tal sentido hemos
dicho que el éxito obtenido por procesos de cambio en
América Latina y el mundo otorgaba a los militantes la sen-
sación de inmediatez del triunfo revolucionario en Argen-
tina: “estábamos convencidos de que íbamos a tomar el
poder y que ciertas cosas las íbamos a hacer después de
tomar el poder”13.
En este contexto, la militancia se enmarcó en fuertes
estructuras institucionalizadas: el sindicato, el partido o la
organización armada. La forma sindicato, partido político
o guerrilla (tanto urbana como rural), aún con las diferen-
cias evidentes entre un esquema que se plantea la lucha
económico-reivindicativa, la disputa en el ámbito electo-
ral del sistema legal de partidos, y la organización de la
lucha por medio de la violencia ilegal, conservan fuertes
rasgos identificatorios; entre ellos, las estructuras formales,
la verticalidad y la demanda hacia el Estado. En los casos de
los partidos políticos y de las organizaciones armadas, esta
orientación implicó también la conquista del aparato del
Estado. Incluso en el caso de las organizaciones armadas,

13 Entrevista a Luis Mattini, militante del PRT-ERP. Revista Lucha Armada en


la Argentina, Nº 10, pág. 33, año 2008.

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102 • Formas organizativas y ethos militantes

cuya finalidad en términos generales se orientó a la destruc-


ción de la institucionalidad establecida, eso fue planteado
como una tarea a realizar desde dentro de la estructura esta-
tal, lo cual implicaba una primera instancia de copamiento
de las instituciones. Por orientación estratégica entendere-
mos entonces la vocación ‘institucional’ de esta generación
militante que colocó a la toma del poder estatal como tarea
insoslayable en la disputa por la construcción de un Estado
y una sociedad socialistas.

El ethos militante setentista en nuestra investigación

Como vemos, la generación militante que operó su sociali-


zación política primaria entre finales de la década del ‘60 y
hasta principios de la década del ‘80, encontró una serie de
rasgos epocales fuertemente definidos que consolidarán su
estructura identitaria y sus formas organizativas.
En lo que refiere a la toma de decisiones, se trata de una
generación militante que se enmarca en estructuras decisio-
nales verticalistas, con escasez de instancias de crítica hacia
las decisiones provenientes de la cúpula dirigente. El víncu-
lo entre la conducción de las organizaciones y sus bases,
como vimos, no solo era de obediencias de estas últimas
respecto de las primeras, sino que también al tratarse en
muchos casos de organizaciones clandestinas, directamente
las bases desconocían quienes eran aquellos que les dicta-
minaban las órdenes.
Respecto a la orientación estratégica, la impronta que
los triunfantes procesos revolucionarios de conquista del
poder estatal (Cuba, Chile, URSS) imprimieron en el ima-
ginario militante de la época es innegable. Con ello, la
militancia setentista consolidó una orientación estratégica
hacia la conquista de las instituciones del Estado para su
posterior transformación en instituciones socialistas. Esta
orientación estratégica hacia la conquista del poder abonó

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Formas organizativas y ethos militantes • 103

la configuración de un perfil táctico de la generación seten-


tista que se caracterizó por una marcada tendencia prag-
mática. La capacidad de hacer y deshacer alianzas con otras
organizaciones, o la amplitud en los métodos de lucha que
implicaron desde el secuestro extorsivo y la colocación de
explosivos, hasta la disputa electoral, son algunas de las
muestras del fuerte contenido pragmático que hegemonizó
el accionar de las organizaciones setentistas.
En cuarto lugar, la construcción del capital militante
en el universo setentista estuvo cimentada en una decidida
abnegación y un completo sacrificio por parte del militante
respecto de su vida pública y privada. Priorizar las tareas
militantes antes que las cuestiones personales, colocando
a la dimensión privada como subsidiaria de una conducta
regida por los parámetros que establecía la organización
para sus integrantes, formaba parte de la entrega absoluta
que se requería para ser considerado un legítimo militante
en esta generación.
Finalmente, el ethos de la generación militante seten-
tista le dio un tratamiento específico al problema del ‘origen
de clase’ de los militantes de las clases medias y acomoda-
das, que consistió preferentemente en la demanda de prole-
tarización, lo cual implicó en la mayoría de los casos que los
militantes provenientes de clases ‘no proletarias’ debieron
comenzar a trabajar en industrias y/o mudarse a vivir a
los barrios obreros en función de mejorar su ‘conciencia de
clase’ y su inserción en la clase obrera.
A partir de esta caracterización en cuatro dimensio-
nes, entenderemos en este trabajo a la generación seten-
tista como portadora de un ‘ethos militante’ particular y
definido. El ethos setentista se define entonces como un
ethos predominantemente verticalista en sus estructuras
decisionales, con una marcada orientación institucionalis-
ta, que colocó a la toma del poder Estatal como objetivo
estratégico. El ethos setentista esta estructurado a partir
de una fuerte tendencia pragmática, que otorga amplitud
táctica a las organizaciones, en cuyo marco la legitimidad

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104 • Formas organizativas y ethos militantes

militante se construyó a partir de la abnegación, la obedien-


cia y el sacrificio individual; éste último en muchos casos
dedicado al trabajo industrial en función de la demanda
de proletarización.

La generación política del ‘80

En Argentina, a partir del golpe militar de 1976, el Estado


de bienestar comenzó a ser desmantelado virando hacia un
modelo de acumulación neoliberal que se caracterizó, en el
plano económico, por el retiro de la intervención del Estado
en la economía. Este proceso, que se prolongará por varios
años, encontrará su punto de mayor condensación hacia
principios de los años ‘90, cuando en el marco de las pre-
sidencias de Carlos Menem sean privatizadas las empresas
estatales más importantes como las de energía, transporte
y comunicaciones (Thwaites Rey, 1998). A la vez el Estado
incrementará su rol como garante de la seguridad jurídi-
ca para las inversiones de capital. Isuani, quien estudió las
transformaciones del Estado en el nuevo escenario, sostiene
que con el neoliberalismo

la presencia del Estado en la economía fue indudablemente


la principal afectada. De un nivel de casi 7% del PBI en los
comienzos del periodo se desbarranca a cerca del 2% a fina-
les del mismo, teniendo la caída principal en la década del
noventa. Los procesos de privatización de empresas públicas
son causa principal de este fenómeno, especialmente en el
área de combustibles y de servicios (Isuani, 2007: 6).

En el plano laboral, las transición hacia un modelo neo-


liberal implicó un trauma en la clase trabajadora argentina,
conforme se fueron erosionando las redes asociativas a las
que estaba asociado el trabajador tradicional, tales como los
sindicatos, las mutuales, etc. Es así que “en el tránsito de
una generación a otra desaparecieron los marcos sociales y

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Formas organizativas y ethos militantes • 105

culturales que definían al mundo de los trabajadores urba-


nos” (Svampa y Pereyra, 2003: 52).
Esta desaparición de espacios reguladores de lo social
no se limitó solamente al ámbito laboral. Los análisis socio-
lógicos del período de transición hacia la etapa neoliberal
del modelo capitalista en el marco de la modernidad tardía,
señalan que los agentes socializadores como la escuela, la
religión, sumados desde ya al trabajo, atravesarán en este
momento una etapa de crisis y disolución.
Según Bialakowsky, Giddens, quien ha trabajado larga-
mente estos cambios en la subjetividad de los sujetos, sos-
tiene que esta dislocación de la modernidad tardía “impli-
ca la destradicionalización de las formas en las cuales se
reproducía el saber mutuo que habilitaba y estructuraba las
agencias” (Bialakowsky, 2012: 12). Esto implicaría que para
Giddens, a partir de la modernidad tardía los sujetos deben
tratar de diseñar su subjetividad en función de un cálculo
que toma en cuenta los riesgos de estar descontextualizado
de lo colectivo (Zahar, 2002). En nuestro país, a partir de la
apertura neoliberal, los sectores populares debieron reco-
menzar la construcción social y política en ese marco de
disgregación de las instituciones clásicas que habían ope-
rado como socializadoras durante las décadas anteriores.
En este contexto, hacia fines de los ‘80 y durante la década
del ‘90, el ciclo de luchas populares pasó a caracterizarse
por su carácter defensivo, con un arco militante diezma-
do por la dictadura militar. En este plano, la sangría que
dejó la dictadura militar con un saldo de aproximadamen-
te 30 mil desaparecidos e incontables exiliados políticos,
generaría un vacío generacional con el que la generación
militante que se socializó políticamente a partir del año ‘83
tendrá que convivir.
A la vez, la derrota militar de las organizaciones arma-
das de izquierda generaría una sensación de obsolescencia
de los métodos beligerantes para la vida política argentina.
Hacia finales de la década del ‘80 asistimos a la disolución
de la mayoría de las organizaciones armadas, mientras que

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106 • Formas organizativas y ethos militantes

algunas pocas mantendrán una actividad latente. En ese


marco, el asalto al cuartel militar de La Tablada en la Pro-
vincia de Buenos Aires, por parte del Movimiento Todos
Por la Patria (MTP), también durante 1989, será leído como
el correlato local de la caída del muro de Berlín, marcando
un quiebre definitivo con los métodos de la lucha armada de
amplia masividad durante la década setentista. Según Mas-
setti, “el ataque al regimiento de La Tablada fue el último
combate de una época que se daba en los albores de otra
distinta” (Massetti, 2009: 20). El fracaso de la acción del
MTP mostró el agotamiento de la matriz de la violencia
política en Argentina y se presentó como un último vestigio
de política setentista en el país (Merklen, 2005). Luego de
la derrota política y militar de las organizaciones armadas
en el país y de la traumática transición a la democracia
iniciada en el año ‘83, fundada en el fracaso belicista que
la junta militar se granjeó luego de la guerra con Ingla-
terra por la soberanía de las Islas Malvinas, la construc-
ción política a partir de métodos democráticos, pacíficos e
institucionales, se instalará como un código común en la
militancia y en la sociedad. El acontecimiento de La Tabla-
da, sumado a los alzamientos militares carapintadas entre
1988 y 1990, fueron expresiones minoritarias de un cúmulo
de actividad política que comenzó a transitar las sendas
de la construcción política pública, no clandestina, alejada
de la lucha armada y de orientación político-partidaria. La
matriz setentista, que venía perdiendo capacidad de irra-
diación en las nuevas generaciones militantes, irá cediendo
terreno a nuevas formas de participación que la generación
‘80 encontraba y creaba a la vez.

La toma de decisiones

En lo que refiere a la toma de decisiones, en esta década


la crítica a los esquemas verticalistas del ethos setentista

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Formas organizativas y ethos militantes • 107

comenzará a asomar fuertemente y a instalarse en las for-


mas organizativas y en las subjetividades militantes. Pro-
cesos como las tomas de tierras masivas del suroeste del
conurbano bonaerense o el surgimiento de centros cultura-
les y sociales, comenzarán a instalar un tipo de organización
donde la verticalidad del ethos setentista, no hallará asidero:

el barrio, como territorio de construcción societaria (…)


aparece en los promotores de estos movimientos como un
lugar propicio de construcción política. Muchos militantes
desestructurados (es decir, que quedaron a la deriva) encuen-
tran en los proyectos locales, en los horizontes barriales, un
lugar para recomponer relaciones de militancia ‘desde abajo’
(Maneiro, 2012: 139).

En ese marco que provee la década del ochenta, donde


florecen nuevas prácticas políticas, la crítica a que las
estructuras verticales terminan por consolidar mecanismos
rígidos de conducción, incapaces de reconocer errores y
rectificar rumbos, se multiplicó (Zibechi, 2003; Massetti,
2009). A pesar de ello, la matriz partidaria, que conlleva
en general una estructura vertical asociada a la toma de
decisiones, continuó siendo hegemónica en las prácticas
organizativas de la generación política del ‘80.
Aún en los casos de los militantes de la generación del
‘80 del FPDS, que fueron formados en la transición entre
el ethos setentista y el ethos del 2001, son comunes las
menciones a la lógica verticalista. Pablo y Mariano son dos
de los militantes entrevistados miembros de la generación
del ‘80, formados en esta transición. En sus testimonios, las
referencias a la disciplina automática, donde los cuestiona-
mientos a la cúpula de la organización eran impensables,
son recurrentes. Según ellos, en esa formación se repro-
ducían “alguno de los más jodidos vicios de verticalidad,
manipulación, etc., de lo que es la lógica sagrada de la orga
y de acatar sin preguntar” (Pablo -generación ’80).
Esa dirección que reproducía lógicas “enfermizas” en
palabras de Pablo, resultaba además, en el caso de Mariano,

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108 • Formas organizativas y ethos militantes

inaccesible en tanto que se trataba de cúpulas dirigente


clandestinas:

y por ejemplo yo en un momento no sé qué pregunto y me


dijeron: -no, la dirección es clandestina. Yo pregunté quién
había tomado esa decisión y me dijeron que estaba la direc-
ción y los responsables de ámbito, y había un compañero que
se suponía que era el responsable de enlace entre los ámbitos
y la dirección (Mariano -generación ’80).

Las nuevas modalidades militantes que comenzaron a


insinuarse en forma marginal en estos años, por el con-
trario, buscaron regirse bajo otra lógica decisional, más
cercana a la construcción de consensos democráticos que
al acatamiento a las órdenes de una cúpula dirigente. Sin
embargo, en este período la toma de decisiones horizontal
seguirá siendo embrionaria y minoritaria en comparación
a la estructura organizativa vertical de las organizaciones
predominantes de la época, el sindicato y, principalmente,
el partido político.

El perfil táctico

Las evaluaciones críticas y autocríticas acerca de los límites


y potencialidades de la política revolucionaria de los años
‘70 tendrán en la década del ‘80 un lugar privilegiado. En tal
sentido, el pragmatismo setentista será sometido a un fuerte
cuestionamiento por parte de los militantes que sobrevivie-
ron a la derrota política y militar que significaron los ocho
años de dictadura militar en el país. La lucha armada, que
en la mayoría de los casos se consideraba un ‘método’ o
una ‘táctica’ más en la concreción del objetivo estratégico,
devino en gran parte de los casos en una política militarista
integral y estratégica de las organizaciones de izquierda:
“sin tener en cuenta las condiciones concretas de cada país,
la lucha armada llegó a ser considerada el único camino

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Formas organizativas y ethos militantes • 109

para llevar adelante la revolución. De medio se transformó


en fin” (Harnecker, 1999: 16).
Será en la bisagra de la década del ‘80 marcada por
los últimos combates militares protagonizados por las orga-
nizaciones de izquierda, que toma punto de maduración
entonces la crítica generacional al militarismo, como forma
de consolidar el perfil táctico. Los estudios desde la teoría
social entre violencia y política en las organizaciones arma-
das, conceptualizaron este ‘militarismo’, al sostener que la
violencia “en tanto régimen de medios puede independizar-
se de los fines políticos, al tiempo que éstos pueden pres-
cindir de medios violentos” (Carnovale, 2010: 41).
A partir de allí, se profundizó la crítica hacia la escisión
entre medios y fines que suponía el pragmatismo táctico
del ethos setentista, principalmente a partir de su desvío
militarista y, con ella, se comenzó a proponer a la prácti-
ca prefigurativa como orientación de los perfiles tácticos.
Estos perfiles intentarán a partir de este ensayo generacio-
nal de conservar una relación estrecha entre medios y fines;
sin embargo, la hegemonía organizativa siguió marcada por
el formato político-partidario en función de la conquista de
las instituciones democráticas, lo cual continuó relegando a
las prácticas prefigurativas a un segundo plano.

El capital militante

Como vimos, la derrota de las experiencias revolucionarias


dio paso a complejos y profundos procesos de crítica y
autocrítica, tanto a nivel orgánico como a nivel individual.
Los militantes revolucionarios sobrevivientes de la dicta-
dura militar empezaron a revisar los métodos y las condi-
ciones históricas que los llevaron a entregar sus vidas por
un proyecto que mostró sus limitaciones. Como surge del
testimonio de Mariano: “yo me forme diciendo, no por-
que tal compañero no sabes lo que era!…era un soldado, le

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110 • Formas organizativas y ethos militantes

ordenabas hacer tal cosa y el compañero la hacía” (Mariano


-generación ’80). A partir de la internalización de muchas
de esas limitaciones, la abnegación sobre la cual pivoteaba
la forma de producción y adquisición de capital militante
del setentismo, comenzó a ponerse en duda: “no era lógico
decirte: -che hay una reunión ahora. Y yo decía: -no, me
tengo que ir a la casa de mi vieja. Y todos me miraban como
si iba contra la revolución” (Florencia -generación ’80).
Sin pretender establecer un parámetro único para
estos procesos, muchos militantes comenzaron a construir
un tipo de militancia prefigurativa que dejara lugar para
dimensiones tales como el deseo individual. Así, los centros
culturales y las organizaciones de derechos humanos que
florecieron desde la década del ‘80 implicaron dedicación y
compromiso militante, desprovisto de alguna de las aristas
de abnegación y obediencia que en la década pasada eran
constitutivas del capital militante. Mariano ilustra bien ese
pasaje entre el militante setentista y el nuevo ethos militan-
te que intentó dejar atrás al tipo de militante disciplinado,
verticalista y pragmático:

el militante que obedecía que negaba su subjetividad y no


hacía crítica era como un héroe, como un tipo que construía
su legitimidad militante a partir de la obediencia a la direc-
ción, idolatría a la dirección, todo eso va a erosionarse con el
período del 2001, un poco antes, un poco después (Mariano
-generación ‘80).

Como vemos, en los testimonios de los militantes de


los ‘80 surge con bastante nitidez la autocrítica respecto de
la abnegación absoluta que el ethos setentista imponía:

te das cuenta que esos militantes a full todo el día 24 hrs., que
niegan toda su vida, duran un período, después esos mismos
militantes se van, se cansan, se putean y se transforman ya en
seres poco seductores para contagiar el entusiasmo; son esos
tipos siempre enojados, siempre ofuscados, siempre cagando

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Formas organizativas y ethos militantes • 111

a pedos a todo el mundo, que vos decís, para qué quiero un


militante así? (Mariano-generación ‘80).

Pero no todo es autocrítica, sino que observamos tam-


bién que en esta generación despunta el germen de una nue-
va subjetividad política respecto del capital militante, que
promueve combinar la obediencia con el deseo y las obliga-
ciones individuales con la toma de decisiones colectivas:

si uno puede ir definiendo colectivamente cual es su campo


de intervención, cuál es el que más sirve, puede ir definiendo
sus tiempos de intervención que no son todo el día todos los
días, y ahí ya es otra situación (…) entonces más por ese lado,
si a alguno le gusta pintar, tratá de militar vinculado a algo
que tenga que ver con la pintura, quizás no exclusivamente,
pero no dejes de pintar porque ahora sos, no se, un delegado
sindical (Mariano -generación ‘80).

Como vemos, se comienzan a integrar nuevas dimen-


siones de la subjetividad a la práctica militante, que en el
ethos setentista parecían relegadas cuando no definitiva-
mente marginadas, como el deseo individual y las vocacio-
nes personales (como por ejemplo el caso que cita Mariano
de la vocación artística por la pintura) como modos y acti-
vidades a partir de los cuales también se construye el capital
militante14.
No obstante, la generación del ‘80 no encontrará
canales orgánicos sólidos y masivos por dónde proyectar

14 Cabe destacar que en la década del ‘70, algunas organizaciones armadas


impulsaron frentes de masas donde se desarrollaba la organización política
a partir de actividades que podrían relacionarse a las vocaciones personales
como lo fue por ejemplo Frente Antiiperialista de Trabajadores de la Cultu-
ra (FATRAC) impulsado desde el PRT, que nucleaba a artistas e intelectuales
que militaban en el PRT. Sin embargo, los estudios más difundidos acerca de
esta experiencia, problematizan la relación entre la ‘vocación personal’ y las
tareas políticas que indicaba el Partido, dando cuenta de una relación
muchas veces contradictoria en donde los intereses orgánicos terminaban
por prevalecer por sobre la vocación artística de los militantes. Cfr. Longo-
ni, 2001 y 2005.

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112 • Formas organizativas y ethos militantes

orgánicamente estas orientaciones novedosas para la cons-


trucción y acumulación de capital militante, situación que,
sostenemos, sí se dará unos años más adelante durante la
emergencia de los nuevos movimientos de finales de los ‘90.
Vuelve a surgir con claridad, entonces que la generación del
‘80 se ve jalonada en un movimiento pendular entre nuevas
y viejas formas organizativas y orientaciones subjetivas.

La orientación estratégica

La orientación estratégica será uno de los campos de tran-


sición más interesantes para analizar la generación política
del ‘80 y su actividad militante. En términos generales, la
toma del poder siguió predominando en las organizacio-
nes de izquierda y la presentación a elecciones continuó
siendo uno de los registros primordiales utilizados por las
organizaciones de izquierda. La reapertura del escenario
democrático en el país ofreció un panorama a partir del
cual gran parte del caudal militante intentó aprovechar las
condiciones de legalidad democrática que ofrecía la nueva
coyuntura, lanzándose al ensayo de experiencias electora-
les. Entre ellas podemos mencionar el caso del Frente del
Pueblo (FREPU), una alianza electoral de mediados de los
años ‘80 donde confluyeron el Partido Comunista (PC), el
Movimiento Al Socialismo (MAS) y militantes de Peronis-
mo de Base y el PRT, que se presentó en las elecciones
nacionales a Diputados del año 1985, obteniendo un consi-
derable 2,30 % de los sufragios.
Esta experiencia sirve apenas como una muestra de
la centralidad que tendrá para esta generación política la
recuperación de la posibilidad de ejercer transformaciones
y orientar proyectos políticos que impliquen detentar las
instituciones democráticas, luego de ocho años de dicta-
dura militar, con los consiguientes derechos políticos cer-
cenados. Con ello, sostenemos que el ethos hegemónico

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Formas organizativas y ethos militantes • 113

que encarnará la generación política de los ‘80 reenvía a


un ethos político-partidario que reivindicó fuertemente la
participación a través de las instituciones democráticas.
Sin embargo, a la vez que se construía en forma hege-
mónica una subjetividad política inscripta en una narrativa
institucionalista, donde la ponderación de la democracia
formal operó fuertemente, en esta generación comenzaron
a tomar cuerpo experiencias de construcción por fuera del
Estado que no se planteaban la toma del poder, sino que
buscaron la construcción desde la autonomía de nuevos
valores y la reformulación de las relaciones sociales en fun-
ción de lazos solidarios y cooperativos. Este tipo de orien-
taciones se expresaron en iniciativas tales como la toma
de tierras, los centros comunitarios barriales y los orga-
nismos de derechos humanos. El surgimiento de Centros
Culturales que comenzaron a trabajar a partir de talleres
con niños y adolescentes y la proliferación de comedores
comunitarios donde se impulsaron procesos asamblearios,
fueron acompañados de la conformación de comisiones
vecinales de tomas de tierras y de organizaciones de dere-
chos humanos. Estas organizaciones empezaron construir
por fuera del Estado y sin orientarse a la toma del poder,
para llevar adelante la tarea de reconstruir los lazos sociales
que el proyecto dictatorial se había propuesto disgregar.
En palabras de Guillermo, un militante setentista del FPDS
que dio nacimiento a muchas de las experiencias sociales y
culturales de los años ochenta:

nosotros nos habíamos ido de Berisso en el ‘76, me habían


ido a buscar a mi casa, cuando volvemos armamos un centro
cultural en Berisso a principios del ‘84, armamos un cen-
tro cultural apoyando el tema de reconstrucción de lo que
se llamaba el tejido social después del genocidio. Entonces
empezamos a trabajar con chicos de zonas marginadas, o muy
humilde digamos, en ese momento no se porqué razón el
tema de los talleres infantiles no se porqué se había propagan-
dizado (…) y después con el tiempo el centro cultural medio
se resumió en el trabajo del taller en Villa Progreso, y el taller

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114 • Formas organizativas y ethos militantes

era muy bueno, realmente muy bueno, era un trabajo con


gente que venía y colaboraba y hacía cosas muy lindas para
los pibes, que era todos los sábados. Ese era nuestro trabajo
social (Guillermo -generación ‘70).

Estas experiencias, sin embargo, continuaron siendo


marginales en la constelación militante de la generación
del ‘80 en comparación con las modalidades instituciona-
les (predominantemente partidos políticos y sindicatos) que
siguieron hegemonizando el modo político-organizativo de
esta generación. No obstante, fungieron como campos de
experimentación para el surgimiento de organizaciones de
nuevo tipo que, más adelante, lograrán masificarse.
De esta forma, nuevamente nos alejamos de un escena-
rio esquemático y cerrado, donde una única forma organi-
zativa o subjetividad política, logra explicar acabadamente
las orientaciones militantes de una generación política. Por
el contrario, reafirmamos nuestro supuesto de que en cada
generación coexisten diversas formas organizativas y sub-
jetividades políticas que pueden ser leídas a partir de diver-
sos ethos militantes. Esto no nos inhabilita, sin embargo,
a reconocer formas organizativas y subjetividades políti-
cas hegemónicas en cada etapa histórica, la cual identifi-
camos como el ‘ethos militantes’ central de cada genera-
ción política.
Así, en lo que refiere a la orientación estratégica, la
generación del ‘80 mostrará un tipo de práctica militante
heterogénea, que se debate entre las formas clásicas de par-
ticipación política y las nuevas metodologías y construccio-
nes que se plantean por fuera de las instituciones tradicio-
nales, pero con asiento mayoritario en un ethos militantes
político-partidario, que privilegia la participación hacia y
desde las instituciones democráticas.

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Formas organizativas y ethos militantes • 115

El ethos militante ochentista en nuestra investigación

Los años ‘80 fueron entonces una etapa de transición en


la cosmovisión de la militancia local entre el ethos seten-
tista y el ethos del ‘01. Según Zibechi, este pasaje de un
modelo de militancia ligado a prácticas clásicas, hacia un
nuevo tipo de militante, tuvo en los años ochenta un perío-
do de inflexión:

a caballo entre las dos décadas se produjo un importante


recambio generacional que fue simultáneo a un cambio en las
formas de hacer política (…) mientras los ochenta estuvieron
impregnados aún por la impronta de los viejos militantes,
los viejos partidos y las viejas estrategias instrumentales, la
década siguiente supuso un viraje (Zibechi, 2004: 57).

Como vimos, en este período transicional las prácticas


militantes a partir de los formatos clásicos de la acción polí-
tica como los partidos políticos, lograrán centralizar las for-
mas organizativas y las orientaciones subjetivas, asentadas
en una valorización central de las instituciones democráti-
cas, largamente postergadas luego de la dictadura militar.
Guillermo remarca la etapa de transición de los años ochen-
ta como un momento de ‘reflujo’: “es indudable que a las
generaciones del ‘80 y el ‘90 les tocó vivir una etapa de
reflujo, con incursiones político-institucionales con inicios
prometedores, pero que naufragaron en los primeros años
de los ‘90, durante el período de mayor depresión de las
luchas populares” (Guillermo -generación ‘70).
No obstante, también podemos leer este segmen-
to generacional como un período de ‘latencia’ (Melucci,
1994a), donde los militantes fueron trabajando, hacia den-
tro, nuevas formas y experiencias político-organizativas
que se masificaron y tomaron relevancia pública recién a
mediados de la década del ‘90. En tal sentido, la latencia
fue trabajada como una “especie de laboratorio clandes-
tino” (Melucci, 1994b: 146) donde los movimientos crean

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116 • Formas organizativas y ethos militantes

nuevas prácticas sociales y políticas. Pensar de este modo


la latencia, nos permite encuadrar los momentos de trabajo
internos de un movimiento o de una generación política,
como parte constitutiva de su disputa política, aún en eta-
pas donde ésta no se visibiliza. Es así que, a la vez que
se ponderaban los formatos clásicos e institucionales de la
acción política, en esa latencia de los años ‘80 nacieron un
entramado de acciones colectivas y de militancias ligadas a
las luchas ‘sociales’, las cuales enfocaron en la reconstruc-
ción del tejido social antes que en la disputa de espacios
institucionales. Todas estas luchas sociales fueron áreas de
construcción donde los militantes canalizarán su reformu-
lada intervención política.
Este tipo de luchas, que permearán a la generación del
ochenta estarán signadas por el asociativismo y la recupe-
ración de los lazos colectivos, lo cual apunta a la “reva-
lorización de las prácticas comunitarias como parte de la
transformación paradigmática de las concepciones político-
organizativas que se fueron gestando a finales de los ochen-
ta” (Massetti, 2009: 62). Sin embargo, la matriz militante de
la generación del ochenta seguirá asociada en forma hege-
mónica a la orientación institucional y, en muchos casos, al
verticalismo en las formas organizativas.
Como hemos revisado, la generación del ‘80 se socia-
lizó políticamente en una etapa de transición de las formas
militantes donde, al decir del teórico político italiano Anto-
nio Gramsci, lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no
termina de morir. No obstante, sería imposible caracterizar
al ethos del ‘01 sin estudiar las percepciones y las trans-
formaciones subjetivas que atravesaron a la generación del
‘80. Es a partir de los testimonios de estos militantes, donde
pudimos comprender con mayor amplitud los puntos de
inflexión y de pérdida de irradiación de la cultura mili-
tante setentista.
Lejos de considerar a cada generación como compar-
timentos estancos y con quiebres marcados y rígidos, es
desde esta concepción embrionaria que proponemos leer

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Formas organizativas y ethos militantes • 117

el nuevo ethos militante de la generación del ‘01. Ese nue-


vo ethos está anclado, sostenemos, en las experiencias de
transición que protagonizó la generación del ‘80. En lo
que refiere al FPDS, la continuidad las experiencias nacidas
durante los años ‘80 y los Movimientos de Trabajadores
Desocupados que integran el sector territorial del FPDS, es
notoria. Tal como lo destaca Guillermo en sus entrevistas,
la gran mayoría de los MTD que cobrarán protagonismo
hacia finales de los ‘90, ocuparán principalmente “la zona
Sur del conurbano y La Matanza, es decir en los mismos
territorios que se habían desarrollado las experiencias de
los asentamientos” (Guillermo -generación ‘70).
Este complejo proceso político que le tocó atravesar a
la generación del ‘80, conformará un tipo de militante que
articulará dimensiones subjetivas tanto de la generación
que la precedió como de aquella que le será posterior. El
caso de Mariano sirve para ver cabalmente ese proceso: “yo
también fui parte de ese proceso (…), entonces de alguna
manera por eso soy como un espécimen formado en los ‘90,
con una edad determinada, pero con toda una lógica y una
jerga de los ‘70”. (Mariano -generación ‘80).
A partir de lo expuesto, en nuestro trabajo entendere-
mos a la generación del ’80 como una generación política
propia, que protagoniza históricamente una etapa de tran-
sición en las subjetividades y experiencias militantes. En ese
período transicional, las formas organizativas y las subjeti-
vidades políticas hegemónicas reenvían a un ethos político-
partidario de valorización institucional, diferenciado de las
dimensiones propias ora del ethos setentista, ora del ethos
del dos mil uno.
Aún cuando el ethos político-partidario de la genera-
ción del ‘80 tiene rasgos particulares que lo diferencian de
los otros dos ethos militantes, sostenemos que la subjetivi-
dad militante de esta generación se construyó a partir de
un doble juego de influencias y rechazos respecto, princi-
palmente, de las dimensiones propias de ethos setentista. El
setentismo influyó en la generación del ‘80 presentando una

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118 • Formas organizativas y ethos militantes

concepción vertical en la toma de decisiones, aún cuando


introdujo críticas al verticalismo como método canónico
para decidir los rumbos de una organización. Respecto a la
orientación estratégica, el ethos político-partidario ochen-
tista se definió desde el continuismo respecto de la tenden-
cia institucional del ethos setentista, a la vez que comenzó a
incubar experiencias de construcción de relaciones y orga-
nizaciones por fuera del Estado, con marcados niveles de
autonomía respecto de las instituciones. El perfil táctico de
la generación del ‘80, si bien continuó orientado en forma
hegemónica hacia la toma del poder estatal y la ocupación
de las instituciones democráticas, comenzó a demostrar un
elevado grado de prefiguración en sus prácticas cotidianas,
aún cuando el objetivo de la toma del poder siguió con-
duciendo a una militancia predominantemente pragmática.
Finalmente la producción de capital militante en esta gene-
ración demostró un proceso de desgaste de la condición
sacrificial y abnegada del setentismo, abriendo paso a los
deseos y las aspiraciones individuales. En suma, durante
la socialización política de la generación del ‘80 tomaron
cuerpo tipos organizativos y modelos de militancia que lue-
go, con la crisis de representación que conllevó el modelo
neoliberal a finales de los años ‘90, fueron masificados y se
colocaron como nuevos modelos generacionales.

La generación del ‘01

Como fue trabajado en el capítulo 2, el proyecto neoliberal


que se inició con la dictadura militar (1976-1983) tuvo
su profundización con los gobiernos de Carlos Menem
(1989-1999) y de Fernando De la Rua (1999-2001). Este
período de desregulación desembocó en una crisis econó-
mica y social de inusitada magnitud hacia mediados del año
2001 en el país, cuando se cambiaron los marcos regula-
torios que el Estado propugnaba, principalmente a través

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Formas organizativas y ethos militantes • 119

de las estructuras formales de empleo (Delamata, 2004). Al


período que caracterizamos como de crisis de institucio-
nalidad (2000-2003), le correspondió un ciclo de protesta
donde se desplegó un alto nivel de invención política por
parte de los sectores movilizados que recrearon un nove-
doso ‘repertorio de acciones’ en las calles y en los terri-
torios populares que incluyeron cortes de ruta, asambleas
barriales, escraches, acampes, etc. De tal forma la socie-
dad argentina de esos años se convirtió en un auténtico
‘campo de experimentación social’ (De Sousa Santos, 2003),
donde cada día se creaban y re creaban nuevas formas de
lo político.
Este ciclo de protesta tuvo su punto más agudo durante
las revueltas populares que se vivieron en todo el país
durante los días 19 y el 20 de diciembre de 2001 cuya
consigna, ‘que se vayan todos’, fungió como elemento arti-
culador del hastío social respecto a un modelo de gober-
nabilidad que parecía agotado. En esos días la represión
policial dejó 42 asesinados y obligó a la salida posterior de
4 presidentes en una semana (GEMSAL, 2007). Estas movi-
lizaciones tuvieron un fuerte componente espontáneo en
su participación y estuvieron protagonizadas por sectores
de la clase media urbana y por sectores populares urbanos.
Sin embargo, el rol de los organismos de derechos humanos
(Madres de Plaza de Mayo, por ejemplo), y de los movi-
mientos sociales no fue menor; algunas de las organizacio-
nes piqueteras y de los MTD abordados en el capítulo 2
aportaron con la participación de muchos de sus militantes
en las puebladas y saqueos.
Luego del intento de encauzamiento institucional del
gobierno de Duhalde, el año 2002 continuó presentando
una coyuntura de altos niveles de protesta social, hacia la
cual el gobierno provisional profundizó la estrategia repre-
siva. Esta estrategia tendrá su punto más álgido en la jor-
nada del 26 de Junio de 2002. Ese día una serie de movi-
mientos de trabajadores desocupados que intentaban cortar
el Puente Pueyrredón (principal acceso entre la zona sur del

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120 • Formas organizativas y ethos militantes

conurbano y la Capital Federal), en reclamo de aumento en


los planes sociales y en las partidas alimentarias para los
comedores populares, fueron reprimidos dejando un saldo
de dos militantes jóvenes asesinados por la policía y un
centenar de heridos y detenidos. Esos militantes, que luego
se convertirían en un símbolo para toda una generación
de activistas eran Darío Santillán y Maximiliano Kosteki,
miembros del MTD de Lanús y del MTD de Guernica res-
pectivamente, ambos pertenecientes a la entonces CTD-AV.
Durante la mencionada crisis del modelo neoliberal en
Argentina, los dispositivos clásicos de participación política
se vieron fuertemente desprestigiados. Con ello, emergió
un nuevo ciclo de luchas sociales, signado por nuevas orga-
nizaciones, críticas de los esquemas clásicos que presenta-
ban los partidos políticos, los sindicatos y las organizacio-
nes armadas clásicas del ethos setentista. Las organizacio-
nes populares empezaron a presentar formas organizativas
internas novedosas en el plano de la disputa de poder, abo-
cándose a la construcción “social” antes que a la política,
apuntaladas por una nueva subjetividad militante.
Este proceso de transfiguración de las organizaciones
políticas y sociales, que ya se insinuaba durante la confor-
mación de la generación de los ‘80, alcanzó un grado de
desarrollo destacado durante la nueva generación de jóve-
nes que se insertaronal activismo político hacia finales de la
década del ‘90. En tal sentido, la nueva generación militante
se configuró no solamente a partir de las transformacio-
nes del escenario ‘político’, sino que tuvo en el terreno de
las luchas ‘sociales’ un campo privilegiado de disputa de
poder y de experimentación política. Respecto a esta última
dimensión, coincidimos decididamente con Zibechi en que
“en los noventa entró a tallar una nueva generación, que se
distinguía por ser portadora de una cultura social diferente”
(Zibechi, 2004: 57).
Es esta generación, nacida al calor de la crisis del siste-
ma representativo, del amplio desprestigio de la clase polí-
tica, y cuyo leit motiv durante las jornadas de diciembre de

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Formas organizativas y ethos militantes • 121

2001 fue el ya mencionado “que se vayan todos”, encontra-


rá en los movimientos socioterritoriales, en los comedores
comunitarios, en las asambleas barriales y en los centros
culturales, algunos de los ejemplos paradigmáticos de for-
mas organizativas de nuevo tipo, a través de las cuales parti-
cipar, involucrarse y militar. Según Zibechi la característica
principal de esta nueva generación militante será la opción
por las dinámicas horizontales en la toma de decisiones,
donde el asambleísmo comenzó a jugar un rol destacado. A
la vez, la construcción de un vínculo político entre militan-
tes anclado en los afectos, la emotividad y la construcción
de lazos de confianza, fueron combinados con un fuerte
rechazo a la institucionalidad (Zibechi, 2004).
Svampa ha destacado cuatro dimensiones acerca de los
movimientos sociales actuales: en primer lugar la territo-
rialidad; en segundo lugar la acción directa como “herra-
mienta de lucha generalizada”; en tercer lugar las formas
de democracia directa y finalmente la demanda de autono-
mía (Svampa, 2008). Tomando como punto de partida esta
caracterización, agregaremos que tanto la acción directa
como las formas de democracia directa y la demanda de
autonomía, son dimensiones que están directamente rela-
cionadas con una característica clave de los nuevos movi-
mientos y, por consiguiente, del nuevo ethos militante: la
prefiguración. La nueva generación militante que se sub-
jetivó políticamente al calor de estos movimientos, fue la
depositaria de un cúmulo de nuevas prácticas militantes
que pusieron el acento en las formas prefigurativas. Desde
la construcción de decisiones horizontales, hasta la críti-
ca al dogmatismo y al verticalismo, pasando por el recha-
zo al culto al líder, la nueva generación política comenzó
a impugnar sentidos y verdades que el setentismo había
intentado consagrar como canónicas, y que la militancia
durante los ‘80 había comenzado a cuestionar sin lograr
trascender.
La prefiguración del ethos ‘01 impactó a su vez en
las orientaciones estratégicas de los movimientos sociales

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122 • Formas organizativas y ethos militantes

que pasaron de la búsqueda por tomar el poder a la cons-


trucción de autonomía principalmente desde los territo-
rios marginales. En estas experiencias de construcción de
autonomía dónde los movimientos sociales crean formas de
gestión de la vida colectiva, la nueva generación militante
intentó resignificar el trabajo, la educación y las relacio-
nes de género en clave prefigurativa. Creemos entonces
que fue a partir de una concepción prefigurativa del cam-
bio social, que las dimensiones mencionadas por Svampa
cobraron relevancia en la proyección política de los movi-
mientos sociales.
Nuevamente introducimos la misma aclaración de
orden metodológico y conceptual que ya fue señalada: al
definir a la militancia de esta generación política a través
de estos parámetros y colocar estos colectivos y organiza-
ciones como ejemplos paradigmáticos de su militancia, no
estamos afirmando que los dispositivos clásicos de militan-
cia (partidos y sindicatos, principalmente) y las orientacio-
nes estratégicas clásicas (la toma del poder) se hayan diluido
durante el período ’96-‘10, sino más bien que ocuparon un
lugar secundario. A su vez, no implica tampoco asumir que
la militancia socializada políticamente durante el período
1996-2010 lo hizo exclusivamente a través de estos movi-
mientos y organizaciones de ‘nuevo tipo’ y que evitó de
plano la participación en partidos políticos y/o sindicatos.
Creemos sí, que el tipo de configuración hegemónica del
ethos militante que se advierte en la nueva generación polí-
tica, promovió la consolidación de organizaciones de nuevo
tipo, que se diferenciaron de las organizaciones clásicas.

La toma de decisiones

Como ya fue sugerido, uno de los rasgos principales de la


generación ‘01 será la crítica hacia el esquema verticalis-
ta y centralista en la toma de decisiones que hegemonizó

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Formas organizativas y ethos militantes • 123

las prácticas militantes de los años ‘70 y ‘80. A partir de


allí se comenzaron a masificar los mecanismos de toma de
decisión asamblearios. Si bien la asamblea como dinámica
resolutiva no es nueva, sí creemos que es novedosa la for-
ma en que la práctica asamblearia comenzó a hegemonizar
esquemas decisionales de las organizaciones sociales, cen-
tros culturales, organismos de derechos humanos, grupos
de escrache popular, etc., de finales de la década del ‘90.
Según Federico, un militante de la generación del ‘01, el
FPDS intentó revertir ese esquema piramidal que reinaba
en los setenta: “nosotros decimos bueno la construcción es
de abajo para arriba, la democracia directa, la toma de deci-
sión es asamblearia” (Federico -generación ‘01). Ana, repre-
sentante de la misma generación coincide al agregar: “noso-
tros vemos como la pirámide invertida siempre, vemos la
asamblea que es la que define” (Ana –generación ‘01).
Se ha señalado que la centralidad de las prácticas hori-
zontales en las formas organizativas y en las subjetividades
políticas de la generación militante del 2001 está relaciona-
da al componente juvenil que prima en estas organizaciones
(Zibechi, 2004; Svampa, 2008). En nuestras entrevistas con
militantes del FPDS, las referencias relacionales entre la
juventud de la militancia y los modos horizontales en la
toma de decisiones, han sido recurrentes. La mayoría de los
militantes del movimiento marcan la introducción de los
modos asamblearios como mecanismos novedosos ligados
a las jóvenes generaciones:

lo que hoy es la democracia de base, que es este intento por


digamos democratizar, yo creo que ahí si hay algo genera-
cional que tiene que ver con esta idea democrática de todo
el tiempo promover niveles de democratización (…)todo el
período de 2000 – 2001 va a ser como la explosión de la
asamblea, el basismo a ultranza, acción directa, democracia
directa, todo directo viste? (Mariano -generación ’80).

El ethos ‘01 promovió entonces, en lo que refiere a la


toma de decisiones, la participación de la mayor cantidad

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124 • Formas organizativas y ethos militantes

posible de militantes del movimiento en los espacios de


tomas de decisiones. En el capítulo 4, nos dedicamos exclu-
sivamente a analizar los modos que asume la toma de deci-
siones en el FPDS, en función de indagar en la presencia o
ausencia de mecanismos horizontales, y su articulación con
otros modos de toma de decisión.

El perfil táctico

Como fue presentado anteriormente la nueva generación


redobló la crítica al pragmatismo del ethos setentista, que
ya estaba presente en la generación del ‘80, y promovió un
tipo de militancia cotidiana que intentó construir en el aquí
y el ahora relaciones sociales igualitarias y emancipatorias,
sin esperar para ello a la toma del poder; a esta orientación
se la ha referido como un tipo de práctica prefigurativa y
tuvo hondo impacto en consolidar orientaciones estratégi-
cas autónomas (Vázquez, 2009; Ouviña, 2011).
Las prácticas prefigurativas refieren a la construcción
de una práctica solidaria, cooperativa desde lo cotidiano
que busca edificar una nueva subjetividad donde sea estre-
cho el margen entre medios y fines, evitando colocar la
transformación de la sociedad solamente en instancias suje-
tas a situaciones históricas a posteriori. Por el contrario,
una práctica militante prefigurativa se propone reconstruir
en el aquí y el ahora un tipo de sujeto solidario, demo-
crático e igualitario que represente los valores de la nueva
sociedad a la que se pretende, alcanzar por un lado, pero ir
construyendo en la práctica por el otro. De esta forma, los
movimientos dan cuenta “en lo cotidiano de estos nuevos
mundos que se proponen construir” (Wahren, 2009: 27).
Según Miguel Mazzeo, intelectual que milita en el
FPDS, “el carácter prefigurativo tiene que ver con una deci-
sión política y una labor consciente y no tanto con prin-
cipios inmanentes” (Mazzeo, 2007: 2). De esa forma los

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Formas organizativas y ethos militantes • 125

movimientos sociales pueden lograr, a través de la pre-


figuración, la puesta en marcha del ‘comunismo en acto’
(Mazzeo, 2005) que no es sino la articulación de diversas
prácticas y formas organizativas prefigurativas de la nueva
sociedad.
Los testimonios de los militantes del FPDS, allende su
inscripción generacional, coinciden en destacar a este tipo
de prácticas como marca de fuego para la generación del
‘01: “Lo clave para mi a partir del 2000 va a ser la cen-
tralidad de las prácticas prefigurativas, para mi eso va a
ser clave” (Mariano –generación ‘80). La diferencia con la
perspectiva teleológica setentista es marcada en reiteradas
ocasiones por los entrevistados: “en la idea anterior (…)
todo el objetivo era después de la revolución” (Mariano
–generación ‘80).
A partir de esta transformación, el ‘cambio social’ como
consigna pasó a ser producto de una construcción desde la
política de la cotidianidad, en palabras del Frente:

entendemos al cambio social como una práctica a promover


cotidianamente y como un objetivo en el tiempo. En lo coti-
diano, pensamos a nuestras propias construcciones sociales
y políticas como prefigurativas de una nueva sociedad. Por
eso intentamos promover aquí y ahora nuevos valores, nue-
vas relaciones sociales y de trabajo, nuevas formas de luchar
y de actuar políticamente, nuevas formas de relación entre
mujeres y hombres, entre hijos y padres, nuevas manifesta-
ciones culturales15.

Justamente en las relaciones entre varones y mujeres


enfocaremos específicamente en el capítulo 5 en función de
indagar en los límites y potencialidades que el perfil táctico
prefigurativo de los militantes del movimiento demuestra
en la práctica concreta. Partiendo de la definición estra-
tégica del FPDS como una organización ‘antipatriarcal’,

15 ¿Qué es el Frente Popular Darío Santillán?, en


http://www.frentedariosantillan.org/, fecha de consulta: 06/06/12

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126 • Formas organizativas y ethos militantes

analizaremos en ese capítulo la relación entre el perfil tác-


tico que se expresa en las actividades cotidianas del movi-
miento en diálogo y tensión la igualdad entre los diversos
géneros que dicha definición estratégica supone.

El capital militante

Como vimos, la abnegación y entrega absoluta de la vida


pública y privada de los militantes a la causa revolucionaria,
que fue prácticamente un axioma para el ethos militan-
te setentista, durante la generación ochentista comenzó a
ponerse en cuestión. Esos niveles de cuestionamiento llega-
ron a un punto de saturación durante finales de la década
del ‘90, cuando la nueva generación socializada política-
mente en el marco del surgimiento de nuevos movimientos
sociales, cuestione de plano la dedicación sacrificial que la
militancia setentista exigía. Por el contrario, las actividades
políticas ligadas al deseo del militante, incluso a nivel indi-
vidual, comenzaron a tomar cuerpo dejando atrás un para-
digma donde el capital militante se producía asumiendo
cualquier tarea que fuera ordenada. En este nuevo contexto,
por el contrario, se multiplicaron las elecciones por parte de
los militantes del lugar y la forma donde deseaban militar.
Puestas en cuestión la abnegación y el ascetismo como
métodos privilegiados de producción del capital militan-
te, el nuevo ethos militante traerá aparejado la concepción
colectiva de la construcción de la legitimidad, en contrapo-
sición a un tipo de capital militante individual que primó
en el setentismo. Las virtudes en la construcción política
dejarán, en parte, de medirse en términos de las capacida-
des individuales del militante (en su capacidad de orato-
ria, de análisis político o de entrega individual a la causa)
y comenzarán a valorarse virtudes tales como la destre-
za del militante para promover espacios de construcción

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Formas organizativas y ethos militantes • 127

colectiva, para facilitar la circularidad de la palabra en las


asambleas, etc16.
A contramano de la abnegación canónica setentista, el
nuevo ethos militante de finales de los ‘90 buscó integrar el
deseo individual dentro del proyecto colectivo:

el 2001 fue justamente poner en discusión que muchas veces


no es necesario estar tan organizado, tan disciplinado, y que
hay que darle más rienda suelta a otro tipo de característica
pero bueno a la vez lo mismo, para otras cosas…pero eso
poder ir viendo para qué cosas….o cómo combinar el deseo
con la disciplina (…) yo me refiero con el deseo más a eso
que con decir hoy no tengo ganas y no voy; que alguna vez
lo podes hacer y tampoco es el fin del mundo, pero ahora si
todos hacen eso todo el tiempo, es imposible construir una
organización, pero me parece que lo del deseo va más en
función de eso (Mariano –generación ‘80).

Sostenemos que esta apertura del militante respecto


a su deseo individual, es complementaria al traspaso de la
producción de capital militante de la esfera individual a la
esfera colectiva. Con ello, la cultura militante del culto hacia
el líder y de la obediencia a la dirección se dejó atrás, en pos
de una búsqueda, no siempre alcanzada, de equidad entre
militantes más allá de sus roles y tareas específicas.

16 Dejamos asentado aquí, sin espacio para profundizar al respecto, una posi-
ble hipótesis de trabajo que indicaría una fuerte influencia de las corrientes
de la educación popular en la militancia local al respecto en este período.
Anclados en una concepción de equidad de saberes, donde los conocimien-
tos, por ejemplo, académicos no son jerárquicamente superiores a los cono-
cimientos de cualquier trabajador manual, la educación popular, cuyo máxi-
mo referente es el pedagogo brasilero Paulo Freire, sugiere que la
construcción de prácticas colectivas y liberadoras debe basarse en un inter-
cambio democrático de saberes, desterrando el lugar jerárquico y de domi-
nación que el profesor o maestro tienen en general en el esquema clásico de
la educación (Cfr. Freire, 1999, 2002, 2010). La educación popular, como
técnica y como corriente ideológica, fue apropiada fuertemente por los
colectivos culturales, grupos de educación en barrios populares, asambleas
barriales y organizaciones sociales en general, desde mediados de los años
‘90 en Argentina.

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128 • Formas organizativas y ethos militantes

La demanda de territorialización

Como vimos, en el ethos militante setentista el tratamiento


dado al problema del ‘origen de clase’ de los militantes de
sectores medios y acomodados, se canalizó preferencial-
mente a partir de la demanda de proletarización. En lo que
refiere al ethos del ‘01, la centralidad que fueron cobran-
do las construcciones territoriales fueron trastocando esa
demanda, lo cual operó un viraje hacia una nueva demanda:
la territorialización.
Es así que en los militantes jóvenes que comienzan a
socializarse políticamente en este contexto de auge de las
organizaciones barriales, comenzó a instalarse un impera-
tivo (muchas veces implícito), respecto a la necesidad de
‘hacer vida’ en el territorio donde el militante desplegaba
su militancia. En el caso del movimiento piquetero fueron
numerosos los militantes de sectores medios que se muda-
ron a locales de los movimientos, a casas alquiladas en los
barrios populares o, incluso que decidieron participar en
tomas de tierras con vecinos para proyectar un terreno pro-
pio, como fue el caso paradigmático de Darío Santillán17.
Más allá del ejemplo particular de Darío, la demanda de
territorialización cobra visibilidad en una cantidad impor-
tante de militantes de esta generación. En el caso de Ana,
una de nuestras entrevistadas, ella comenzó su militancia
después del estallido social de diciembre de 2001, primero
en grupos de educación popular y luego en el MTD de
Capital Federal del FPDS. En las entrevistas surge que su
territorialización comienza a ser una necesidad para dar
cuenta de una integralidad en su militancia. En su militancia

17 La trayectoria habitacional de Darío Santillán resulta en este sentido para-


digmática. Darío se mudó, en la última etapa de su vida a una casa en Villa
Corina donde vivía junto a una pareja de compañeros del MTD de Lanús, a
escasos metros de los locales del Movimiento. Meses antes de ser asesinado
por la policía había sido participe como referente del MTD en una toma de
tierras en el barrio La Fe, de Lanús, donde tenía su parcela y planificaba edi-
ficar su vivienda.

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Formas organizativas y ethos militantes • 129

previa al Frente, en los grupos de educación popular, había


tenido un acercamiento a los barrios marginales, pero jus-
tamente percibió en forma crítica que estos grupos no se
planteaban la territorialización de sus militantes:

estaba buena la idea de la educación popular pero nunca me


cerraba que nunca se insertaban en un territorio a hacer un
trabajo cotidiano, todos los días, como opción de vida, sino
que era un toco y me voy, eso no me cerraba y me vuelve
a pasar lo mismo, estoy en un lugar pero no me cerraba,
y la búsqueda…la búsqueda…y ahí si conocí al Frente (Ana
–generación ‘01).

Una vez que entró a militar en el FPDS, luego de un


primer paso por el MTD de Capital Federal, se mudó a
Villa Fiorito, para militar de lleno en el MTD de Lomas de
Zamora. Más allá de los casos individuales a los que hicimos
alusión, casi la totalidad de los militantes del sector territo-
rial del FPDS que entrevistamos, o bien son oriundos de los
barrios donde militan o bien operaron este pasaje ‘territo-
rializándose’. Esto no significa que los MTD y las organiza-
ciones barriales no hayan recibido y reciban actualmente un
importante caudal de militantes, talleristas, docentes, etc.,
que no viven en los barrios del movimiento, pero que se
trasladan a participar y a sostener actividades territoriales.
Por el contrario, la demanda de territorialización de la mili-
tancia, que se expresó en forma mayoritaria en la mudanza
de los militantes a los barrios, también contempló muchas
formas de militancia ‘externa’ que ayudaron a apuntalar los
procesos organizativos de los movimientos barriales.

La orientación estratégica

Estrechamente ligado a la construcción cotidiana de nue-


vos valores y a la prefiguración, el nuevo ethos militante
buscó reconstruir las relaciones de poder en la sociedad,

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130 • Formas organizativas y ethos militantes

orientándolas hacia la construcción del ‘cambio social’. Para


ello lo central no fue ocupar cargos en el andamiaje esta-
tal sino la construcción por fuera de las instituciones. Esta
concepción de construcción de autonomía se asentó en un
marco ideológico que dejará de ponderar al Estado como el
sitio donde se dirimen privilegiadamente las cuestiones del
poder, pasando a concebir al poder, no ya como un ‘cosa’
a ser tomada, sino como una relación social que como tal
permeó todas las esferas de la vida social (Castoriadis, 1998,
Hardt y Negri, 2001; Holloway, 2002). En tal sentido, el
cambio revolucionario a partir de la toma del poder Estatal,
dejó de operar como horizonte de transformación principal
en el nuevo ethos militante, y se comenzó a plantear la
construcción de un contra-poder o un anti-poder (Borón,
2002). En esta cosmovisión política, la construcción desde
la autonomía jugó un rol central.
Los trabajos al respecto son abundantes, tantos desde
la teoría política (Thwaites Rey, 2004) como desde el aná-
lisis de casos para el movimiento piquetero (Ribero, 2007;
Cortéz, 2008; Núñez, 2011). La autonomía puede ser leída,
desde las competencias de un movimiento social, en diver-
sas dimensiones. Thwaites Rey (2004) plantó 5 perspecti-
vas sobre el concepto de autonomía. En primer lugar, la
autonomía del trabajo frente al capital; en segundo lugar la
autonomía en relación a las instancias de organización que
puedan representar intereses colectivos (partidos políticos,
sindicatos), en tercer lugar la autonomía con referencia al
Estado, en cuatro lugar autonomía de las clases dominadas
respecto de las dominantes y finalmente la autonomía social
e individual. En el caso de los nuevos movimientos socia-
les, la segunda y tercera dimensión que plantea Thwaites
Rey, forman parte de la concepción que opera como punto
de partida para el FPDS: “decimos que nuestro movimien-
to es autónomo, porque (…) nos definimos como indepen-
dientes del Estado, los partidos políticos, las iglesias, las

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Formas organizativas y ethos militantes • 131

ONG, y las centrales sindicales, y ejercemos nuestro dere-


cho a decidir sobre nuestras acciones”18.
En el Frente, esta búsqueda de construcción de auto-
nomía se expresó principalmente en la construcción de
espacios de poder propios de los movimientos por fuera de
las instituciones estatales. La construcción de Bachilleratos
Populares autónomos del Estado en su concepción y ejecu-
ción pedagógica y la apuesta a construir emprendimientos
laborales autogestivos tales como bloqueras comunitarias,
textiles, panificadoras, que proliferan en el FPDS, siguieron
ese lineamiento de construcción autónoma.
El rechazo a las instancias electorales, identificadas
como cara visible de una democracia representativa que
ostentaba una crisis integral de representatividad, fue uno
de los ejes claros de la subjetividad militante autónoma en el
2001. En el testimonio de Ana, el rechazo que se generalizó
hacia finales de la década del ‘90 respecto a la clase política
es más que evidente: “somos una generación que muchos
compañeros venimos de eso, del ‘que se vayan todos’” (Ana
–generación ‘01). Este rechazo trajo consigo la crítica a
la democracia representativa y a los procesos electorales,
respecto de los cuales Ana presenta toda una postura gene-
racional: “nosotros venimos del ‘gane quien gane, el que
pierde es el pueblo’”. (Ana –generación ‘01).

El ethos militante del ‘01 en nuestra investigación

Como vimos la generación que se socializó políticamente


desde finales de la década del ‘90, propuso una crítica radi-
cal a los supuestos sobre los cuales se asentaba el ethos mili-
tante setentista y de los cuales el ethos político-partidario
ochentista no había logrado desproveerse por completo.

18 ¿Qué es el Frente Popular Darío Santillán?, en


http://www.frentedariosantillan.org/, fecha de consulta: 06/06/12

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132 • Formas organizativas y ethos militantes

Enmarcado en un nuevo contexto global de luchas por fuera


del Estado contra el modo de acumulación neoliberal del
capitalismo, esta nueva generación militante, que denomi-
namos del 01 en referencia al año de mayor auge y capaci-
dad de movilización de los sectores organizados, forjó un
ethos militante propio, con un perfil definido y diferencia-
do de las generaciones que lo antecedieron.
A partir de allí, definimos al ethos militante del 2001
como un ethos que privilegió los modos horizontales en la
toma de decisiones y la construcción de un cambio social
desde la autonomía, por fuera de las organizaciones clási-
cas del universo político (sindicatos, partidos, ONG), des-
estimando la ocupación de espacios en la institucionalidad
estatal. A la vez, este ethos militante buscará desde un per-
fil táctico prefigurativo construir en el aquí y el ahora la
sociedad anhelada, intentando conservar un margen estre-
cho entre medios y fines. En ese perfil táctico, la demanda
de territorialización fue acentuada, presentando un amplio
segmento de militancia de sectores medios que se mudó
a los barrios populares para llevar una militancia integral
en el marco de los movimientos socio-territoriales. En esa
militancia integral, el ethos del ‘01 promovió un tipo de
producción de capital militante anclado en la capacidad
de construir espacios colectivos que dejen lugar al deseo
individual, dispersando a la vez la acumulación de referen-
cias individuales.

La relegitimación institucional kirchnerista y la


recomposición del espacio militante argentino

Luego de los extendidos procesos de crisis de los gobiernos


neoliberales en la región, hacia mediados de la primera
década del siglo XXI América Latina en general y Argentina
en particular, comienzan a transitar un cambio de época
(Svampa, 2008) con la llegada de gobiernos progresistas o

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Formas organizativas y ethos militantes • 133

denominados de centro-izquierda al poder (Sader, 2009).


En nuestro país, con el arribo de Néstor Kirchner a la
presidencia en 2003 y el posterior gobierno de Cristina
Fernández a partir de 2007, se inauguró una política de
apertura a algunas de las demandas históricas de los secto-
res populares a partir de la cual se reconfiguró el escenario
político (Cheresky, 2004). En este apartado presentaremos
algunos puntos básicos para comprender la naturaleza de
la recomposición de la legitimidad del sistema político que
operó el kirchnerismo y su impacto en el espacio militante
en general y en nuestra unidad de estudio en particular.
Tras lograr un 22% de los sufragios, Néstor Kirchner
perdió en la primera vuelta las elecciones presidenciales de
2002 frente a Carlos Menem. Ante la previsible derrota en
el balotaje, el ex presidente, exponente del neoliberalismo
en Argentina, declinó su candidatura convirtiendo a Kirch-
ner en presidente, aunque con una escasa legitimidad dados
los pocos votos que había logrado en la primera vuelta. Los
trabajos que se han dedicado a estudiar el derrotero del
primer gobierno de Kirchner destacan una serie de medi-
das que le permitieron acrecentar su legitimidad a partir
de políticas activas; estas medidas se focalizaron princi-
palmente en el campo de los Derechos Humanos y de la
Justicia (Iraola, 2011).
La renovación de la corte suprema de Justicia que había
establecido Carlos Menem, la transformación del predio
de la Escuela de Mecánica de la Armada (símbolo de los
campos de concentración de la última dictadura militar) en
Espacio para la Memoria gestionado por los propios orga-
nismos de Derechos Humanos, el rechazo al proyecto eco-
nómico del ALCA impulsado por Estados Unidos y su acer-
camiento a los gobiernos populares de Hugo Chávez y Luiz
Inácio Lula da Silva, han sido señalados como los trazos
gruesos a partir de los cuales el gobierno logró posicionarse
y construir su hegemonía (Barbosa y Moreira, 2011).
El impacto que esta batería de políticas iba a gene-
rar en los movimientos sociales no se hizo esperar. Las

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134 • Formas organizativas y ethos militantes

políticas mencionadas, sumadas a la apuesta explícita del


ex presidente Kirchner por equilibrar el centro histórico
del poder peronista a través de una estrategia de “transver-
salidad” (donde pretendió hacer convivir a las estructuras
tradicionales del Partido Justicialista con los movimientos
sociales que se acercaban al proyecto) comenzaron a tener
efecto en algunos de los movimientos populares que habían
protagonizado la resistencia contra el neoliberalismo. En
ese marco, el gobierno llevó adelante una profunda políti-
ca de integración de las organizaciones sociales al Estado,
muchas de ellas provenientes del movimiento piquetero,
como el Movimiento Evita o Barrios de Pie. En estos dos
casos, algunos puestos ministeriales, cargos medios y hasta
lugares en listas electorales fueron concedidos a los movi-
mientos sociales a cambio del apoyo político al gobierno.
En el universo piquetero se generó entonces una primera
gran fractura entre quienes apoyaron al gobierno y quienes
se mantuvieron independientes del mismo.
En lo que refiere a nuestra unidad de estudio, debemos
destacar que la conformación del FPDS tuvo lugar en 2004,
es decir posteriormente a la asunción de Kirchner en 2003.
Pero la propia génesis del Frente contiene de algún modo
una primera cristalización de una ruptura producida por
la época kirchnerista. La Coordinadora de Trabajadores
Desocupados Aníbal Verón (CTD-AV), espacio que integra-
ban la mayoría de las organizaciones que luego confluirán
en el FPDS, se rompió precisamente en 2003 luego de dife-
rentes lecturas que las organizaciones que componían la
coordinadora hicieron del ciclo que se abría en el país:

La fractura del MTD Aníbal Verón se empieza a vislumbrar


desde diciembre de 2003, a partir del distanciamiento entre
el Núcleo de Afinidad y el sector liderado por Juan Cruz
Daffunchio. Desde principios de 2004 ambos grupos comien-
zan a diferenciarse actuando políticamente de manera sepa-
rada, distanciamiento que mucho tiene que ver con las dis-
tintas caracterizaciones respecto del gobierno de Kirchner
(Moreno, 2011: 47).

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Formas organizativas y ethos militantes • 135

Prácticamente disuelta la CTD AV, las organizaciones


que no adhieren al proyecto kirchnerista deciden nucleares
principalmente en el FPDS19.
Un segundo impacto tendrá el proceso kirchnerista en
el Frente, cuando, luego del debate interno acerca de la
caracterización de las medidas progresistas del gobierno y
del acercamiento de algunos funcionarios kirchneristas a
una de las organizaciones que integraban el frente, el MUP,
éste finalmente se distanció del FPDS, quedando algunos
grupos minoritarios del MUP dentro del Frente20. A partir
principalmente de la incorporación de movimientos socia-
les al gobierno, el kirchnerismo logró una sólida legitimi-
dad en los últimos años. En 2006 el gobierno impulsó la
creación de movimientos sociales y organizaciones políti-
cas directamente desde las estructuras del poder, como es
el caso emblemático de la agrupación La Cámpora o de la
corriente Kolina (Perez y Natalucci, 2012; Rivarola, 2013).
Como vemos, el kirchnerismo constituye un fenó-
meno político que interpeló fuertemente a las organizacio-
nes sociales provenientes tanto del campo de la izquierda
como del campo nacional y popular. Desde 2003, numero-
sas organizaciones vivieron crisis, rupturas y transforma-
ciones internas a partir de los ciclos políticos nacionales.
Este proceso está generando una cantidad importante de
trabajos académicos que enfocan desde el tipo de matriz
militante inaugurada por el kirchnerismo, hasta la rela-
ción entre movimientos sociales y Estado, pasando por los

19 Otras organizaciones no kirchneristas, principalmente de tendencia liberta-


ria, se fusionan en la Federación de Organizaciones de Base (FOB). Las orga-
nizaciones barriales del Movimiento Patriótico Revolucionario Quebracho
continúan con el nombre CTD AV. La organización más importante que se
desplaza hacia el kircherismo será, como vimos, el MTD Anibal Verón, lide-
rado por Juan Cruz Daffunchio.
20 En la actualidad el MUP se integró plenamente a las estructuras militantes
kirchnerista. Hoy este grupo, de orígenes anarquistas, es miembro del Parti-
do Justicialista y de la corriente Kolina, agrupación creada desde el seno del
kirchnerismo con fuertes vínculos con el Ministerio de Desarrollo Social de
la Nación conducido por Alicia Kirchner.

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136 • Formas organizativas y ethos militantes

desplazamientos entre la política barrial y la inserción ins-


titucional operada por numerosos movimientos a partir de
2003 (Perez y Natalucci, 2010).
En este contexto, Masseti 2010 ha analizado la inser-
ción en el aparato Estatal del movimiento piquetero, inda-
gando especialmente en algunas organizaciones de la Capi-
tal Federal durante el mandato de Jorge Telerman como Jefe
de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires entre 2006 y
2007. Más recientemente, Natalucci (2010) ha analizado a
los movimientos que se incorporaron a la estructura estatal
y su rol durante los gobiernos de Cristina Fernández. El tra-
bajo de Boyanovsky (2010) desde la investigación periodís-
tica, analiza la participación de tres movimientos sociales
kirchneristas en el gobierno entre 2003 y 2009. En el mismo
sentido, Pereyra, Pérez y Schuster (2008) han puesto aten-
ción en el derrotero de las organizaciones que componen el
arco piquetero, exponiendo un amplio abanico de estrate-
gias políticas que han tomado las organizaciones, que van
desde la estatalización por medio de la inserción en el pro-
yecto kirchnerista, hasta la autonomía respecto al Estado.
En nuestra propuesta académica de largo plazo, inten-
taremos articular la presente tesis de maestría con una
investigación de doctorado que focalice en la relación entre
movimientos sociales y gobiernos kirchneristas, principal-
mente a partir del análisis comparativo del FPDS, el MTD
AV y el MUP, durante la última década. Con ello, las ten-
siones entre la institucionalización y el encapsulamiento
que suelen ser señaladas como clásicas en el devenir de los
movimientos sociales (Munck, 1995), serán leídas en fun-
ción del derrotero de cada organización durante los últimos
diez años. En ese escenario, la relación que tendrá el FPDS
con el kirchnerismo será compleja, con puntos de acerca-
miento y momentos de distanciamiento.

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Formas organizativas y ethos militantes • 137

El kirchnerismo y el Frente Popular Darío Santillán:


distancias, acercamientos y crítica sin impugnación

En lo que refiere a nuestra unidad de estudio, el desarrollo


y la constitución del Frente estuvo fuertemente signado
por el derrotero de los ciclos políticos a nivel nacional y,
entre ellos, por las políticas que los gobiernos kirchneristas
desplegaron. En términos generales, y como análisis dia-
crónico del ciclo 2003-2012, la posición global del FPDS
ha sido la independencia política y el distanciamiento res-
pecto de la mayor parte de las políticas kirchneristas. A
nivel ideológico, el Frente nunca se definió como kirchne-
rista ni formó parte de las coordinaciones de organizacio-
nes sociales identificadas con los gobiernos kirchneristas.
Sin embargo, ha apoyado públicamente varias de las ini-
ciativas del gobierno de Néstor Kirchner en primer lugar
y, posteriormente, de los gobiernos de Cristina Fernández,
trazando una relación compleja y dinámica entre gobierno
y movimiento.
Por ejemplo, hacia el año 2008, el gobierno intentó
aprobar un aumento en las retenciones a las exportaciones
del sector agropecuario, acrecentando sustancialmente el
porcentaje de retención a la soja. La reacción de las patro-
nales agrarias, que incluyeron un prolongado paro agrario,
cortes de rutas, desabastecimientos y una fuerte campa-
ña mediática contra el gobierno, generaron un escenario
de fuerte polarización social entre el kirchnerismo y los
empresarios agropecuarios autodenominados “el campo”
(Giarracca y Teubal, 2009).
El impacto social de este conflicto arrastró fuertemente
a los movimientos sociales, muchos de los cuales se movili-
zaron a favor o en contra de las retenciones. Cabe destacar
que organizaciones históricas de la izquierda como el Par-
tido Comunista Revolucionario o el Movimiento Socialista
de los Trabajadores se movilizaron junto a las entidades clá-
sicas del sector agropecuario como la Sociedad Rural y las
Confederaciones Rurales Argentinas. El FPDS, al igual que

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138 • Formas organizativas y ethos militantes

otras organizaciones de izquierda no kirchnerista adoptó


una postura que sería factor común a lo largo de estos años
en la relación entre el Frente y el gobierno: la crítica sin
impugnación.
En lo que refiere a ésta última medida, la ‘crítica sin
impugnación’ implicó que el FPDS promoviera moviliza-
ciones y comunicados reivindicando el aumento a las reten-
ciones que impulsaba el gobierno, a la vez que denunciaba
los fines asistencialistas que, según ellos, el gobierno pre-
tendía dar a las hipotéticas retenciones. En ese marco de
crisis política nacional, el Frente, junto con otras organiza-
ciones de izquierda, en su mayoría de carácter territorial,
conformaron el espacio “Otro Camino para Superar la Cri-
sis”. Este espacio dio a conocer un comunicado el 2 de julio
de 2008 donde manifestaban: “Sí a las retenciones! Pero que
sirvan para eliminar el IVA a los alimentos y productos de
primera necesidad y para aumentar el salario mínimo, las
jubilaciones y los planes a los desocupados!”21.
Esta postura de crítica sin impugnación a ciertas
dimensiones, será repetida por el Frente con la mayor par-
te de las medidas progresistas que promovió el gobierno.
Entre ellas, la disputa por la promulgación de la Ley de
Comunicación y Servicios Audiovisuales, que ocupó gran
parte de la agenda política del año 2009, fue paradigmática.
Gran parte de los artículos de la ley que impulsó el gobierno
fueron discutidos, consensuados e incluso redactados por
un amplio abanico de organizaciones sociales y comunita-
rias del ámbito de la comunicación alternativa. Por su par-
te, algunas de las herramientas de comunicación orgánicas
del FPDS, participan en un nucleamiento de medios alter-
nativos, la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA),
que elaboró numerosos comunicados y documentos don-
de, por un lado apoyaba el proyecto de Ley y, por el otro,
presentaba algunas modificaciones a determinados artícu-

21 Ver. http://otrocamino.wordpress.com/ . Fecha de consulta 04/03/2013

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Formas organizativas y ethos militantes • 139

los22. En definitiva, la consigna principal que sostuvo el


FPDS fue: “Queremos la Ley, con nosotros en ella”23.
Durante el conflicto por la aprobación de la Ley, el
frente mantuvo esa consigna publicada permanentemente
en recuadros y banners en el sitio “Prensa de Frente”, portal
digital de noticias del movimiento hasta 2011.
Similar fue la postura del FPDS respecto de la Asigna-
ción Universal por Hijo en 2009 y de la Ley de Matrimonio
Igualitario en 2010. En estos casos, al igual que con la Ley
de Medios, las denuncias y críticas que formuló el Frente
apuntaron a cuestionar la supuesta capitalización política
exclusiva que el gobierno intentaba hacer de la aproba-
ción de esas leyes, negando la participación y la lucha de
los movimientos sociales que históricamente sostuvieron
dichas banderas. Por otro lado, al mismo tiempo que apo-
yaba medidas puntuales, el Frente continuó manteniendo
un alto nivel de confrontación con el gobierno, protago-
nizando piquetes, acampes, tomas de ministerios y demás
métodos de lucha a lo largo de todo el ciclo kirchnerista.
Es así que, según destacan los entrevistados, las mayorías de
las conquistas del Frente durante el kirchnerismo han sido
a través de la movilización y el piquete.
Como vemos, el sitio político donde se ubicó el FPDS,
y en general la mayoría de las organizaciones del autode-
nominado espacio de la “izquierda independiente”, ha sido
complejo, dinámico y, por momentos, contradictorio, com-
binando cercanías y distanciamientos con algunas medidas
kirchneristas. Así, el Frente logró diferenciarse en general
de la izquierda tradicional, expresada en los partidos políti-

22 “El reconocimiento expreso en el texto de la Ley de los medios comunita-


rios, populares y alternativos como actores diferenciados de los ‘prestadores
de gestión privada sin fines de lucro (modificación del artículo 21)“. Publica-
do en
http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/anuncios/2009/08/26/
p5017.
23 Cfr.http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/anuncios/2009/08/
26/p5017.

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140 • Formas organizativas y ethos militantes

cos clásicos de raigambre trotskista, los cuales se opusieron


abiertamente a la mayoría de las medidas del gobierno que
el FPDS criticó sin impugnar.

Los ciclos de acumulación de FPDS a la luz de la


coyuntura política nacional

A lo largo de su desarrollo como movimiento popular el


FPDS fue atravesando diversas etapas y momentos. A partir
de las entrevistas, del análisis de los documentos y comuni-
cados del Frente, se pone en evidencia la influencia que ejer-
ció la coyuntura política nacional en el rumbo de la organi-
zación, en cada etapa. Observaremos en este subcapítulo los
ciclos de desarrollo social y político de nuestra unidad de
estudio en relación a los cambios en la arena política y con
las medidas tomadas por los gobiernos kirchneristas.
En este análisis buscamos evitar el análisis unidirec-
cional donde la relación entre movimiento social y política
institucionalizada es leída a partir de una sobrevaloración
de la variable institucional, como en los trabajo de Mac
Adam, McCarthy y Zald (1999). Estos abordajes, que fueron
puestos en consideración en clave crítica en el capítulo uno,
dejaron a los movimientos como variable de análisis absolu-
tamente dependiente, subestimando su propia capacidad de
marcar agendas e incidir en las coyunturas institucionales.
Por el contrario, la observación de la relación entre
movimiento social y política institucional en este apartado
es leída como un juego de interrelaciones e interdependen-
cias entre gobierno, movimientos y otros actores sociales
en escenarios dinámicos donde por momentos las acciones
de uno de estos actores condicionan las política de los otros,
y durante ciertas coyunturas los actores condicionantes y
condicionados intercambian sus roles.

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Formas organizativas y ethos militantes • 141

Salida de la crisis y ciclo territorial (2003-2007)

HemosvenidoobservandoqueelFrenteheredaypotencialacons-
trucción política realizada a partir del sector desocupado de los
barrios populares del conurbano bonaerense y de las principales
ciudades del interior del país. De tal manera podemos establecer
que el ciclo ‘territorial’ de la construcción del FPDS abarca desde
su fundación en 2004 hasta 2007, como primer gran ciclo de desa-
rrollo.Enesteprimerciclo,elprincipalejedeacumulaciónpolítica
estará dado por la incorporación de grupos, movimientos y colec-
tivos al Frente a partir de sus características específicamente terri-
toriales.
Eneste ciclo, las incorporaciones al Frente nofuerontanto de
carácter individual sino de carácter colectivo. Desde su creación, y
enfuncióndelniveldereferenciaobtenidoporlaCTD-AVprime-
royporelFrentemásadelante,numerososgrupos,organizaciones
y colectivos se fueron sumando a la estructura orgánica del Frente.
Setratóprincipalmentedeorganizacionesterritorialesquebusca-
ban potenciar su capacidad de articulación política, de irradiación
y de presión hacia las esferas gubernamentales a cambio de recur-
sos para la organización. En este ciclo se destacan también los pri-
merosdesarrollosdelincipientesectorruraldelFrente24.
Aúncuandoelfrenteesdesdesuconstituciónunmovimiento
multisectorial, será el territorial el sector que demostró mayor
dinamismo durante este primer ciclo, logrando las principales
conquistas frente al gobierno kirchnerista, tales como cupos en
cooperativas de trabajo estatales, obtención de puestos en planes
sociales tanto a nivel provincial como nacional, adjudicación de
considerablessumasdemercaderíaapartirdepiquetesymoviliza-
ciones,etc.Enesteciclo,losejesdeorganizaciónbarrialprincipales
serán la organización alimentaria (comedores, merenderos, copas

24 Paraelaño2005enlalocalidaddeSanVicente,conurbanosurdelaprovinciadeBuenos
Aires,ungrupodemilitantesdelFPDScomienzalaprimeraexperienciadelsectorrural
del Frente. Este grupo luego pasará a llamarse Cooperativa de Trabajo Rural (CTR) de
SanVicente.MásadelanteelsectorruraldelFrenteabriráotrosfocosdeconstrucciónen
el área metropolitana como la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTR) en el Parque
PereyraIraola,enlasafuerasdelaciudaddeLaPlata.

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142 • Formas organizativas y ethos militantes

de leche) y la organización laboral (cooperativas de trabajo, redes


dechangassolidariasparapaliarladesocupación,etc.).
Entendemos que a partir del año 2007 el dinamismo del
sector territorial comienza una parábola descendente. Este decai-
mientoenelniveldemovilización,interpelaciónalEstadoyaccio-
nes contenciosas no fue privativo del FPDS sino que acaeció en
general en las organizaciones territoriales. Las principales cau-
sas de esta parábola descendente, leídas a partir de la relación
entre movimientos sociales y contexto institucional, responden a
la recomposición de la estructura laboral y económica que expe-
rimentan los sectores populares (y en consecuencia sus territorios
naturales de vida) entre 2003 y 2007. Principalmente, la recompo-
sición de la tasa de empleo operada en este segmento interanual
irá haciendo mella en las redes de asociatividad que planteaban los
movimientosbarrialesapartirdeorganizaralosdesocupados.

Fuente: INDEC, EPH Continua.

Como vemos, del 20% de desocupación que los aglome-


rados urbanos ostentaban hacia 2003, en 2008 se llegó a un
piso de 7,5%. Si bien es cierto que la categoría de ‘ocupados’
incluye a aquellos que cumplen tareas como contrapresta-
ción de alguno de los planes sociales que el gobierno lanzó
(o bien conservó de gestiones anteriores), lo cual favorecería
la organización territorial, debemos destacar que la mayoría

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Formas organizativas y ethos militantes • 143

de esos planes comienzan a estar gestionados por organiza-


ciones territoriales kirchneristas.
Así es que entre 2008 y 2009 comenzará a tallar
un período transicional en la cronología del FPDS, don-
de mientras el sector territorial desplegaba con efectividad
relativa nuevas estrategias para multiplicar su convocatoria
política, otros sectores, como el estudiantil y el sindical,
comienzan a tomar relevancia, dinamismo y lugar en la
agenda pública.

El período transicional (2008-2009)

En lo que denominamos período transicional, la acumula-


ción militante y las estrategias de lucha del sector territorial
del FPDS se diversificaron. Comenzaron a tomar más rele-
vancia la incorporación de militantes individuales y los pro-
yectos territoriales ligados principalmente a lo educativo,
tales como los Bachilleratos Populares de Jóvenes y Adul-
tos, que comienzan a ser incorporados por el Frente como
parte de su política territorial estratégica. El Bachillerato
Popular Roca Negra, por ejemplo, fue el primer bachillerato
del FPDS creado en el año 2008 por el Movimiento de
Trabajadores Desocupados (MTD) de Lanús. En pocos años
el FPDS desplegó cerca de 8 Bachilleratos Populares en sus
barrios, logrando acumular un número importante de mili-
tantes de clase media que se acercaron a dicha experiencia
en calidad de docentes.
Otro eje de disputa tomado fuertemente desde el sector
territorial en este ‘ciclo transicional’ tuvo que ver con la
disputa por la inclusión en forma autónoma de los movi-
mientos del FPDS en el Programa Argentina Trabaja (PAT),
lanzado en 2009 por el gobierno nacional25. Estas fueron

25 A partir del anuncio de dicho programa el Frente junto a un conjunto


amplio de organizaciones territoriales tanto de la izquierda tradicional
como de la izquierda independiente, comenzaron un plan de lucha extenso

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144 • Formas organizativas y ethos militantes

algunas de las estrategias que le permitieron al sector terri-


torial mantener capacidad relativa de dinamismo y acumu-
lación en un contexto de clausura parcial del ciclo terri-
torial.
Dichas estrategias impulsadas desde el sector territorial
fueron masivas y lograron conquistas importantes. En el
primer caso, los Bachilleratos Populares del FPDS lograron
acrecentar su matrícula de estudiantes y su planta docente,
a la vez que algunos lograron el reconocimiento oficial por
parte del Ministerio de Educación, lo cual los habilita a emi-
tir títulos secundarios oficiales. En lo que refiere al segundo
caso, el FPDS logró incluir cerca de 1200 desocupados del
conurbano bonaerense al PAT, en la mayoría de los casos
manteniendo un elevado nivel de autonomía respecto de
las dinámicas del trabajo cotidiano de los cooperativistas,
al margen de las estructuras de gestión del programa que
imponía el gobierno en los territorios.
A la par que el sector territorial lograba conquistas de
este calibre, la recuperación de los niveles de empleo y de
consumo de los sectores populares, sumado a las disputas
de corte ‘cultural y comunicativo’ que comenzó a llevar
adelante el gobierno descriptas en el subcapítulo anterior,
fueron dinamizando por demás a los militantes y colectivos
políticos que desarrollaban tareas en el movimiento estu-
diantil o en la militancia cultural, tales como los centros
culturales, las radios comunitarias, los colectivos de forma-
ción política, los partidos políticos, etc.
Muchos de estos sectores de la militancia, principal-
mente ligados a las clases medias, comienzan a tener un
rol destacado en la arena pública. Esto puede observar-
se tanto en lo que respecta a la militancia kirchnerista
(con el florecimiento de organizaciones políticas, culturales

que, a través de casi 14 meses, incluyó movilizaciones, piquetes, e incluso


acampes en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires frente al Minis-
terio de Desarrollo Social de la Nación, encargado de la adjudicación de
dichos planes.

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Formas organizativas y ethos militantes • 145

y estudiantiles afines al gobierno) como al espacio de la


izquierda (Pérez y Natalucci, 2012). En lo que refiere al
espacio de la izquierda, es en este período que empiezan a
tener lugar los Foros Nacionales de Educación, una iniciati-
va de organizaciones del movimiento estudiantil de izquier-
da no partidario (entre las cuales se encuentran las organi-
zaciones estudiantiles del Frente). El primer Foro Nacional
de Educación tuvo lugar en 2009 en Universidad Nacional
de La Plata y convocó a más de 1500 estudiantes, docentes,
talleristas, intelectuales y militantes en general.
Es en ese marco que sostenemos que la Estructura de
Oportunidades Políticas (Tarrow, 1997) de dicha coyuntura
entre 2008 y 2009, con una sociedad que comienza a debatir
abiertamente cuestiones de confrontación netamente polí-
tica como la disputa frente a los sectores concentrados del
agro, o como la nueva Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual y la Asignación Universal por Hijo, ofreció un
amplio terreno de desarrollo político al Frente a partir de la
apuesta a la organización de la militancia comunicacional,
estudiantil y sindical.
Hemos advertido en el capítulo 1, con Goodwin y Jas-
per (2004) que la conformación de la EOP no debe pensarse
en forma mecanicista a la manera de un fourre-tout, donde
cualquier acontecimiento económico, medida de gobierno
o cambio en la correlación de fuerzas entre los grupos
dominantes, sea entendido como una oportunidad políti-
ca para el movimiento, licuando así su capacidad analí-
tica específica. Por el contrario, creemos que las nuevas
orientaciones del Frente en este período transicional son
el resultado de una ‘conjunción de lecturas’, donde se yux-
taponen objetivos estratégicos históricos del movimiento
con lecturas tácticas de la EOP en dicha coyuntura. Esta
‘conjunción de lecturas’ dará paso entonces al segundo ciclo
que atravesó a nuestra unidad de estudio entre 2010-2012.
En suma, consideramos que el período que acaece entre
2008 y 2009 no comporta las condiciones suficientes como
para convertirse en un ‘ciclo’ propio, sino que se trata de

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146 • Formas organizativas y ethos militantes

un período transicional donde el primer ciclo comienza a


dibujar una parábola descendente, mientras se van conso-
lidando y emergiendo formas organizativas y dinamizando
sectores que, ya en 2010 tomarán la consistencia suficiente
como para conformar un segundo ciclo de acumulación,
que revisaremos a continuación26.

El ciclo estudiantil-sindical-comunicacional
(2010-2012)

Ante la mencionada disminución del dinamismo del


sector territorial será la arena de la intervención política-
comunicacional en general y el movimiento estudiantil en
particular, desde donde se comiencen a protagonizar dispu-
tas visibles tanto contra el gobierno como contra sectores
de la derecha clásica. Las tomas de colegios secundarios
públicos de la ciudad de Buenos Aires durante 2010 y 2012,
donde fueron tomados entre 60 y 80 colegios por lapsos
de hasta un mes y medio, sumados al avance significativo
de las fuerzas de izquierda en el movimiento estudiantil,
que en este período lograron la conducción de las principa-
les Federaciones Universitarias como las de Buenos Aires,
Rosario, La Plata y Comahue, muestran un escenario de
fuerte presencia del movimiento estudiantil en la agenda
política.
Si bien la militancia kirchnerista tuvo fuerte partici-
pación en la toma de escuelas secundarias de la Capital
Federal, el alto porcentaje de militancia de la izquierda,
tanto partidaria como independiente, sumado al triunfo de
la izquierda en la mayoría de los centros de estudiantes
de las facultades más politizadas de las Universidades con
mayor matrícula del país (Buenos Aires, La Plata, y Rosario),

26 Agradezco especialmente a María Maneiro por sus apreciaciones respecto


de esta periodización, que me permitió subsanar algunas inconsistencias
que se presentaban en el borrador de este apartado.

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Formas organizativas y ethos militantes • 147

colocan en este período al movimiento estudiantil como


uno de los sectores donde el proyecto kirchnerista no pudo
lograr hegemonía política y donde el Frente en particular
ha tenido en los últimos años un desarrollo destacado.
Sumado a esto, la realización de los Foros Nacionales
de Educación antes mencionados se fue multiplicando en
masividad. A raíz de estos foros se conformó el Espa-
cio Nacional de Estudiantes de Organizaciones de Base
(ENEOB) donde el sector estudiantil del Frente participa
desde su fundación. En la última fecha del Foro de Edu-
cación en Rosario, el ENEOB llegó a juntar más de 4500
personas que debatieron sobre política estudiantil duran-
te dos días.
Según los testimonios de los entrevistados, este escena-
rio generó una ampliación en la acumulación de la militan-
cia en el sector estudiantil, lo que se tradujo en una mayor
importancia del sector relativa dentro de la orgánica del
FPDS, en función de presentarse como un sector dinámi-
co, capaz de arrebatarle visibles conquistas y trincheras al
gobierno, frente a un sector territorial que veía como sus
construcciones se mantenían en el período de latencia y no
lograban multiplicarse en forma sustancial.
La recuperación del empleo antes desarrollada, fue
generando también que hacia 2012, el sector sindical fuese
uno de los más dinámicos en cuanto a capacidad de protes-
ta y movilización llegando a liderar claramente los paros,
piquetes y jornadas de lucha durante los primeros últimos
años del primer mandato (2007-2011) y los primeros del
segundo mandato (2011-2015) de Cristina Fernández. La
gran masa de desocupados que durante el primer ciclo fue
organizada principalmente a partir de los dispositivos terri-
toriales de las organizaciones populares, ahora integrada a
la estructura laboral en forma precaria (Longo, 2012), gene-
rará un trasvasamiento del tipo de organización donde los
conflictos y reclamos comenzarán a trasladarse lentamente
hacia las agrupaciones sindicales.

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148 • Formas organizativas y ethos militantes

Fuente: www.nuevamayoria.com

Como se observa, si tomamos los cortes de ruta y


vías públicas durante 2011, solo el 6% de éstos se deben
a organizaciones piqueteras, mientras que más del 50% de
los mismos responden a protestas de trabajadores ocupados
en diversas ramas, entre los cuales los trabajadores docen-
tes se destacan.
En ese contexto se explica también el hecho que la
agrupación La Fragua del FPDS, que aglutina a los traba-
jadores ocupados del Frente, comenzó a gravitar y a tener
mayor peso específico en la orgánica del movimiento. En
la actualidad, militantes de La Fragua que a su vez están
agremiados en sus lugares de trabajo han logrado amplia
visibilidad y referencia, contando el FPDS con militantes
que son delegados en las Juntas Internas de varios lugares de
trabajo privados, como empresas periodísticas, y estatales
como el Ministerio de Trabajo de la Nación, la subsecretaría
de Promoción Social de la Ciudad de Buenos Aires, etc.

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Formas organizativas y ethos militantes • 149

Sostenemos entonces que este cambio en el eje de acu-


mulación y en la estrategia de desarrollo político que se
observa a lo largo de todo el derrotero de nuestra unidad
de estudio desde su conformación en 2004 hasta 2012, que
fue desde la centralidad del sector territorial al protago-
nismo del sector estudiantil, estudiantil-comunicacional y
sindical, fue producto de una ‘conjunción de lecturas’ efec-
tuada por el Frente. En esta conjunción se combinó, por
un lado, una respuesta del movimiento ante las políticas
centrales de los gobiernos kirchneristas que recompusieron
la tasa de empleo y la asistencia estatal en gran parte de
los territorios marginales donde las organizaciones popu-
lares desplegaban sus trabajos territoriales de base; en ese
sentido la búsqueda de nuevos horizontes de acumulación
se volvió prácticamente una tarea de ‘supervivencia políti-
ca’. Por otro lado, el desarrollo de dichos sectores respon-
dió a una línea estratégica e histórica del movimiento que
hunde sus raíces en la conformación del Frente (hacia el
año 2004), donde la multisectorialidad fue asumida como la
forma privilegiada en que se entiende el sujeto de cambio.
Desde sus comienzos el FPDS no concibió que el sujeto
que protagonizará el cambio social serían exclusivamente
los moradores de los barrios marginales, ni particularmente
la clase obrera industrial, sino que se apuntó a la confluen-
cia de identidades y fuerzas políticas múltiples, donde se
yuxtapongan multisectorialmente la construcción territo-
rial, sindical, estudiantil, comunicacional, rural, etc., en pos
de encarar la tarea histórica del cambio social.
Es así que el movimiento supo leer la EOP abierta a
partir de la coyuntura 2008-2009, pero a partir de su pro-
pia estrategia política, lo que demuestra que el devenir de
los movimientos es sin duda influenciado por el contexto
institucional, como sostenía la corriente de la MP norte-
americana, pero dicha dimensión no agota la explicación ni
el análisis. Para ello debemos considerar también las estra-
tegias, orientaciones y procesos identitarios internos que se
dan los movimientos por sí mismos.

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150 • Formas organizativas y ethos militantes

Sostenemos que estos posicionamientos de nuestra


unidad de estudio, y la conjunción de lecturas que per-
mitieron su recorrido desigual y combinado en función
del contexto institucional kirchnerista de la última década,
pueden ser leídos como producto de una compleja relación
de coexistencia y superposición de los ethos militantes de
las diversas generaciones políticas que componen el Fren-
te. Una vez caracterizadas las generaciones políticas y sus
respectivos ethos militantes hegemónicos, en el próximo
capítulo nos proponemos indagar empíricamente en dos de
las dimensiones de los ethos militantes presentadas: la toma
de decisiones, a partir de los capitales militantes.

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5

La toma de decisiones a través de los


capitales militantes

En este capítulo analizaremos las formas organizativas del


Frente Popular Darío Santillán a partir de sus mecanis-
mos de toma de decisiones y su relación con los capitales
militantes, dos de las dimensiones centrales de los ethos
militantes que presentamos en el capítulo 3. Si una de las
hipótesis que acompaña nuestro trabajo refiere a la capaci-
dad que existiría en los nuevos movimientos socioterrito-
riales de sintetizar corrientes, tradiciones y ethos militantes
diversos en una propuesta de coexistencia de las tensio-
nes paradigmáticas que jalonaron, principalmente al ethos
setentista y al ethos del 2001, consideramos que el análisis
empírico de la estructura decisional del movimiento nos
brinda un panorama privilegiado para observar límites y
potencialidades al respecto.
Para ello, analizaremos los mecanismos de toma de
decisiones que aparecen tanto a nivel general en el Frente
como a nivel particular en algunas de las organizaciones
que lo componen. Para el plano general tendremos en cuen-
ta las instancias orgánicas multisectoriales del FPDS, los
plenarios nacionales y las mesas nacionales. Los plenarios
nacionales se realizan una vez al año y reúnen cerca de
300 delegados de distintas regionales del país. Las mesas
nacionales convocan entre 60 y 80 delegados y en gene-
ral se realizan cada 3 meses, pudiendo variar su periodici-
dad en función del contexto político, de necesidades de la
organización, etc. Para observar el nivel particular, tendre-
mos en cuenta la estructura decisional de los MTD, forma

teseopress.com 151
152 • Formas organizativas y ethos militantes

organizativa que consideramos representativa de uno de los


sectores del Frente: el sector territorial. Las instancias más
importantes de toma de decisiones de estas organizaciones
territoriales son las asambleas de base y las mesas del MTD.
En el presente capítulo se incluye también un apartado don-
de analizamos la relación al interior de los MTD entre las
asambleas y las mesas, indagando en tensiones y convergen-
cias en los procesos de toma de decisiones.
Si bien el presente capítulo se estructura principal-
mente a partir del análisis de la toma de decisiones, esta
dimensión será leída principalmente en diálogo con el capi-
tal militante, otra de las dimensiones a partir de la cual
caracterizamos a los ethos militantes de las generaciones
políticas en el capítulo anterior. Las formas de producción y
reproducción de capital militante exigido para ser parte de
una toma de decisión, así como las diferencias entre el capi-
tal militante individual y colectivo que operan al legitimar
ciertas voces y no otras en los procesos decisionales, serán
analizadas desde la observación empírica de los mecanis-
mos de toma de decisiones en nuestra unidad de estudio.

Nuestra matriz de datos para el abordaje de la toma de


decisiones

Es evidente que las decisiones que atraviesan a un movi-


miento social son múltiples y disímiles. En el caso de
un movimiento multisectorial como el FPDS donde con-
vergen movimientos territoriales, agrupaciones culturales,
estudiantiles, sindicales y rurales, sería difícil imaginar que
puedan existir métodos uniformes de toma de decisiones.
Para dar cuenta de esta complejidad, hemos elaborado una
tipología de la toma de decisiones que se compone de cua-
tro dimensiones; en primer lugar el nivel de proyección de
la decisión, en segundo lugar la temporalidad de la toma
de decisión, en tercer lugar el grado de organicidad de la

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Formas organizativas y ethos militantes • 153

decisión y en cuatro lugar el tipo de capital militante que se


pone en juego en la toma de decisiones:
1-La proyección de la decisión: Entendemos por pro-
yección de la decisión al alcance político-organizativo que
implica una determinada decisión en el marco de un movi-
miento social. En ese sentido un movimiento, con la com-
plejidad y multiplicidad de decisiones que ya mencionamos,
presenta cuatro tipos de proyección posibles en las decisio-
nes: estratégicas, tácticas, coyunturales o cotidianas.
2-La temporalidad de la decisión: La segunda dimen-
sión a partir de la cual procesaremos la toma de decisio-
nes es la temporalidad. En este sentido reconocemos tres
distintas temporalidades: de largo plazo, de mediano plazo
o de corto plazo.
3-El grado de organicidad: Nos referimos con el grado
de organicidad al nivel de tratamiento orgánico que atra-
viesa una decisión antes de ser tomada por el movimien-
to. Los tipos de tratamiento pueden configurar: decisiones
tomadas a través de instancias orgánicas multisectoriales,
decisiones tomadas por medio de canales orgánicos secto-
riales o decisiones que son tomadas por fuera de las ins-
tancias orgánicas.
4-El Capital militante: Hacemos alusión al capital mili-
tante en el sentido que éste fue definido en el capítulo 3.
Desde allí, encontraremos dos tipos de creación o acumu-
lación de capital militante en el momento de la toma de
decisión. La acumulación de capital militante a nivel indi-
vidual, que ocurre a partir de las competencias individuales
de los militantes, en general ligadas a su entrega o com-
promiso integral o a su buen nivel de formación política; y
la acumulación de capital militante en forma colectiva, que
se construye a partir de la legitimidad que se granjean los
espacios colectivos en el movimiento, en función de su buen
desarrollo y crecimiento político.
La matriz de datos construida entonces para abordar
la toma de decisiones quedaría compuesta de la siguien-
te manera:

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154 • Formas organizativas y ethos militantes

Finalmente, la combinación entre los tipos específicos


de proyección, temporalidad, organicidad y capital mili-
tante puestos en juego en cada decisión, irá configurando
esquemas decisionales diferentes que conviven dentro del
movimiento. Sostendremos que cada esquema decisional, a
su vez, tiene apoyatura en un tipo particular de ‘consenso’
el cual se configura según la composición y articulación de
las cuatro dimensiones de análisis. Los tres tipos de con-
sensos que pueden dar sustento a un esquema decisional
son el consenso activo, el consenso pasivo y el consenso
automático. Finalmente, analizaremos los mecanismos que
se habilitan en el movimiento a partir de las situaciones en
las que no se logra construir ningún tipo de consenso, en
función de indagar en la posible existencia de un campo de
decisiones para el cual el esquema decisional del FPDS no
lograría dar respuesta.

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Formas organizativas y ethos militantes • 155

Las decisiones estratégicas: el caso de la definición de


‘antipatriarcado’

Las decisiones estratégicas que afronta un movimiento


social son aquellas que, fruto de su resolución terminan
comprometiendo a la totalidad de los recursos de la orga-
nización (Skocpol, 1984). Entendemos aquí como recursos,
tanto a los militantes como a la estructura organizativa
y a las fuentes económicas con las que cuenta un movi-
miento. Estas decisiones estratégicas implican en general
posicionamientos que marcan una línea de acción de largo
plazo para el conjunto de la organización. Una decisión
estratégica implicará para el movimiento un alto nivel de
compromiso con las tareas y orientaciones que surjan pro-
ducto de esa decisión, es así que posiblemente esa decisión
marque fuertemente la configuración orgánica y política
del movimiento durante los años subsiguientes. En lo que
refiere a nuestra unidad de estudio, las definiciones que
son producto de decisiones estratégicas son la de postularse
como una organización multisectorial, anticapitalista, anti-
imperialista y antipatriarcal. A continuación analizaremos
empíricamente el modo en que se tomó la definición del
FPDS de constituirse como organización antipatriarcal.
Como se observa en algunos documentos iniciales
del Frente, el antipatriarcado no aparece como definición
estratégica. En un documento interno del año 2004 llamado
“Acuerdos Políticos del Frente Popular Darío Santillán”, que
luego el Frente publicó en 2013, se consignaba: “las orga-
nizaciones que conformamos este espacio nos definimos
como antiimperialistas y anticapitalistas y somos indepen-
dientes del Estado, de las iglesias, de los sindicatos y de los
partidos políticos”1.
Sin embargo conforme el Frente fue creciendo, la acti-
vidad del ‘Espacio de Mujeres’ del FPDS se fue desarrollan-

1 Acuerdos Políticos del Frente Popular Darío Santillán, documento interno,


septiembre de 2004, publicado en FPDS (2013).

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156 • Formas organizativas y ethos militantes

do. Incluso, lo que hoy es el espacio de mujeres del Frente


ya existía, aunque con otro nombre, previo a la conforma-
ción del Frente en 2004. Fue hacia finales de 2003 que,
luego de participar en un Encuentro Nacional de Mujeres
en Rosario, un conjunto de mujeres que eran miembros
de la CTD-AV, impulsaron la primera ‘Asamblea de Muje-
res’ (Partenio, 2008)2. Es decir que el espacio de mujeres
como tal, es previo a la conformación del Frente, pero será
luego de sus primera acciones como ‘espacio de mujeres’
del Frente que comenzará a ganar legitimidad y referencia
tanto al interior de la organización como hacia fuera. A
partir de allí, la participación del espacio en los Encuentros
Nacionales de Mujeres cada año y sus aportes a las discu-
siones de género respecto de los temas de agenda nacional,
van a ir marcando un vector importante en la discusión
estratégica del Frente.
El capital militante acumulado por el espacio de género
del FPDS fue decisivo para que en un plenario nacional en
Mar del Plata, el movimiento en su conjunto avale la pro-
puesta de ese espacio de definirse como ‘antipatriarcales’.
En ese marco, un número de la revista Cambio Social que
refleja las posiciones del Frente, se consignaba: “En el plena-
rio de Mar del Plata, donde asumimos como FPDS el anti-
patriarcado, surgió con fuerza la posibilidad y la necesidad
de comenzar hacer talleres mixtos de debates y reflexión”3.
La noción respecto de que fue el espacio de mujeres el que
logró instalar la demanda de género en una instancia orgá-
nica de decisión del Frente, es compartida por los entre-
vistados: “en principio fue un fuerte impulso de parte de

2 Florencia Partenio ha trabajado en profundidad la participación femenina


en los movimientos sociales contemporáneos. En particular, en un trabajo
de 2008 abordó la conformación del espacio de mujeres del Frente y, a partir
de allí, los límites y potencialidades del espacio en relación a la igualdad de
géneros al interior del FPDS. Por su parte Cecila Espinosa también trabajó
sobre el espacio de mujeres del FPDS, para observar sentidos y recorridos
de politización en las mujeres que lo componen. Nuestro trabajo retoma y
recupera fuertemente ambos aportes, sobre todo en el capítulo 5.
3 Revista Cambio social, n 4 junio 2009.

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Formas organizativas y ethos militantes • 157

compañeras que venían militando los espacios de mujeres,


tanto al interior de los MTD en los años de mayor moviliza-
ción como en los encuentros nacionales de mujeres, desde
una perspectiva feminista” (Pablo -generación ‘80).
Como se evidencia a partir del trabajo de observación
de espacios de decisión, y también de los testimonios de
las entrevistas, esta decisión, al igual que otras decisiones
estratégicas del movimiento atravesaron temporalidades de
largo plazo; ese ‘largo plazo’, si bien no implica una cantidad
determinada y exacta de tiempo, pueden contemplar desde
una serie prolongada de meses hasta un conjunto de años;
ese plazo incluye desde el planteamiento del debate hasta su
tratamiento y posterior resolución.
Respecto de los canales orgánicos a partir de los cuales
son conducidos los debates estratégicos, como vemos, el
canal privilegiado para una definición estratégica es el ple-
nario nacional, es decir una instancia orgánica multisec-
torial. Si bien en las mesas nacionales se debaten y dan
tratamiento a muchas cuestiones de orden estratégico, y de
hecho se generan insumos que luego son claves a la hora del
tratamiento de una decisión estratégica, es principalmente
en los plenarios nacionales donde se da cauce a una decisión
estratégica en nuestra unidad de estudio.
En lo que refiere al capital militante que se pone en
juego en este tipo de decisiones, en el modelo clásico de
militancia setentista el capital militante se construía en fun-
ción de la ‘entrega integral’ o del alto nivel de formación
política, los cuales se acumulaban en términos individua-
les. En ese marco, las decisiones estratégicas quedaban en
general reducidas a los militantes que ocupaban la cúpu-
la de la organización. En este caso, por el contrario, la
participación de los militantes en las instancias multisec-
toriales que dirimen decisiones estratégicas (mesas nacio-
nales y plenarios nacionales), a la vez que representa a los
espacios colectivos a partir de los delegados, presenta un
modo particular y, sostenemos, novedoso de circulación y
acumulación del capital militante. Los capitales militantes

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158 • Formas organizativas y ethos militantes

que son sopesados al momento de tomar una decisión en


instancias multisectoriales tienen más que ver en nuestra
unidad de estudio con una legitimidad colectiva del espa-
cio que el militante representa como delegado, que con las
capacidades individuales.
Es decir que el capital que se pone en juego no es
primordialmente individual, aunque claramente sean valo-
radas las capacidades individuales de oratoria por ejemplo,
sino que se construye colectivamente desde el ‘trabajo real’
y colectivo que está detrás de la delegación que representa
ese militante. En concreto, si los delegados representan a
una regional o espacio del FPDS que funciona bien, que es
dinámica en términos de actividades concretas y cotidianas,
que está movilizada y que demuestra un buen funciona-
miento político, eso permite acumular un capital militan-
te colectivo que será sopesado al momento de tomar una
decisión estratégica.
Como se muestra en un testimonio de un militante
varón del Frente:

pensaba que también… que este tema se esté discutiendo en


el Plenario Nacional del Frente… expresa… la potencia y la
fuerza… de un espacio colectivo de compañeras que vienen
trabajando hace mucho tiempo… y se expresa de esta forma
y esta es su manifestación!4.

Este peso y gravitación en un tipo de capital militante


colectivo para las decisiones estratégicas, novedoso respec-
to de la forma de acumulación de capital militante clásica
que vimos en el ethos setentista, sirve a modo de ‘punto de
trasparencia’, que permite visualizar modalidades novedo-
sas en la forma de toma de decisiones y de acumulación de
capital militante ligadas a la mixtura generacional que pre-
senta el FPDS. En tal sentido, el punto de gravitación en este
caso se acercaría a una modalidad de toma de decisiones

4 Testimonio de Miguel, citado en Partenio (2008: 25).

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Formas organizativas y ethos militantes • 159

y de acumulación de capital militante cercana a los modos


hegemónicos del ethos del 2001. Sostenemos que la combi-
nación de canalización de una decisión estratégica a través
de instancias orgánicas multisectoriales, con largos plazos
para la toma de decisiones, en función de un elevado capital
militante individual, pero sobre todo colectivo, genera un
consenso activo que da sustento a esta decisión.
En suma, las decisiones estratégicas obligan al movi-
miento estudiado a un tratamiento de largo plazo. Aunque
si bien esta extensión tiene un rango variable, casi siempre
estamos en presencia de debates que circulan por las ins-
tancias orgánicas durante meses o años. En ese sentido, las
decisiones estratégicas se debaten en la mayor cantidad de
espacios orgánicos de los diferentes sectores que componen
el FPDS, aunque la deliberación queda como competencia
primordial de los plenarios nacionales. A la vez, el capital
militante que circula y se pone en juego a la hora de influir
en la decisión no es un capital puramente individual, sino
que refiere a una legitimidad construida en función de un
espacio colectivo que demuestre un buen funcionamiento
político. Esta conjunción de largos plazos y canalización
orgánica multisectorial, con raigambre en un capital mili-
tante colectivo, le confieren a las decisiones estratégicas una
apoyatura en un consenso activo.

Las decisiones tácticas: el ejemplo del ‘Otro Camino


para Superar la Crisis’, durante 2008

Los cambios y reconfiguraciones en función del entorno


político, las aperturas del escenario institucional y los cam-
bios en las alianzas son ejemplos de acontecimientos que
muchas veces obligan a un re posicionamiento táctico por
parte del movimiento. Según Skocpol (1984) son decisiones
tácticas aquellas que comprometen solo una parcialidad de
los recursos de la organización. Desde la teoría política, en

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160 • Formas organizativas y ethos militantes

general lo táctico ha sido relacionado con los medios para


alcanzar algún fin (el cual sería lo estratégico).
Hemos visto también en el capítulo 1 que los movi-
mientos suelen orientar sus posiciones tácticas dentro de
un sistema variable que incluye apoyos, acompañamien-
tos, rechazos y/o impugnaciones públicas, en función de
los cambios en el contexto institucional que puede habili-
tar una ‘oportunidad política’ (Tarrow, 1997). No obstante,
hemos señalado también que los posicionamientos tácti-
cos de los movimientos no solamente son una respuesta
frente a una ‘estructura de oportunidades política’ favora-
ble (Gohn, 1997), sino que se puede tratar también de una
política táctica que el movimiento decide darse para una
etapa específica producto de una lectura propia. Nuestro
enfoque de la toma de decisiones tácticas recupera entonces
la importancia que los movimientos le dan a la lectura de
la EOP, a la vez que contempla la propia capacidad de ini-
ciativa política de los movimientos en lo que denominamos
una ‘conjunción de lecturas’. Son ejemplos de decisiones
tácticas de un movimiento, el posicionamiento que asume
frente a una coyuntura electoral, frente a una política rele-
vante llevada a delante por un gobierno como por ejemplo
recuperar un predio militar para destinarlo a un espacio de
derechos humanos o también la decisión de participar en
una determinada coordinadora de organizaciones.
El ejemplo que analizaremos de una decisión táctica
llevada adelante por nuestra unidad de estudio, es el de
su posicionamiento respecto del conflicto entre las patro-
nales agrarias y el primer gobierno de Cristina Fernández
en el año 2008. Como vimos en el capítulo 35, el FPDS
decidió distanciarse de los dos actores principales en pug-
na, marcando una posición propia; no obstante, el Frente
acompañó en términos generales la resolución Nº125 que

5 Un análisis en profundidad del posicionamiento del FPDS en este y en los


principales acontecimientos que marcaron la década de gobiernos kirchne-
ristas, ya fue realizado en el capítulo 3.

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Formas organizativas y ethos militantes • 161

impulsaba el gobierno nacional para aumentar las retencio-


nes a las exportaciones de soja, aunque marcando demandas
propias para la aplicación de los fondos obtenidos a partir
de las retenciones. A nivel táctico entonces en esa coyun-
tura abierta por el conflicto, que alcanzó gran repercusión
nacional con cortes de ruta, paros agrarios, marchas y con-
tramarchas en respaldo y en rechazo de la resolución, el
FPDS tomó la decisión táctica de, no solo salir públicamen-
te a respaldar la resolución, sino de impulsar una coordi-
nación de organizaciones, de dirigentes e intelectuales, que
pudiera a la vez visibilizar una diferencia de fondo con el
gobierno y con el sector agrario.
La decisión del Frente de impulsar un espacio alterna-
tivo a las dos posiciones mayoritarias expresadas en el con-
flicto (el “campo” y el gobierno), iba a implicar una apuesta
política importante para el movimiento en el mediano pla-
zo, con participación callejera y pública en función de un
conflicto fuertemente politizado. Es así que la táctica fue
debatida y resuelta en una instancia orgánica multisecto-
rial, en función de los insumos de las asambleas de base.
La decisión táctica consistió principalmente en impulsar un
espacio capaz de imponer una ‘tercera voz’ en medio de la
fuerte polarización; este espacio de coordinación se llamó
“Otro Camino para Superar la Crisis”6.
Una decisión de tipo táctica en nuestra unidad de estu-
dio es tratada entonces privilegiadamente a través de los
canales orgánicos multisectoriales, generalmente las mesas

6 Como también desarrollamos en el capítulo 2, este espacio emitió comuni-


cados, realizó movilizaciones, ferias de alimentos y otras actividades con el
fin de apoyar la resolución del gobierno, a la vez que marcar un perfil pro-
pio. El espacio estaba conformado principalmente por organizaciones polí-
ticas y sociales y por intelectuales y referentes de las Ciencias Sociales. Entre
las organizaciones más importantes se encontraba el Frente de Organiza-
ciones en Lucha (FOL), la Corriente José Antonio Mella de la Universidad
de Buenos Aires, la Juventud Guevarista, Militancia Comunista, la Red de
Encuentro Social, el Centro Social y Cultural Flores Sur, etc. Luego de la no
aprobación de la resolución, este espacio continuó con algunas actividades
en forma aislada, para luego terminar por diluirse.

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162 • Formas organizativas y ethos militantes

nacionales. Esto no significa que su tratamiento no circule


también por las asambleas de base de cada sector, pero ello
es insuficiente, siendo necesario también que la decisión
táctica se trate en una instancia orgánica multisectorial.
El nivel de importancia en el procesamiento del asunto
y el grado de recursos organizativos que en definitiva se
pondrán en juego en función de la decisión táctica que tome
el movimiento, obligan a un tratamiento a partir de una
temporalidad mediana o larga. El tratamiento que requiere
una toma de decisión táctica, en general, puede llevar sema-
nas o incluso meses; en este caso, como en el anterior, el
tipo de tratamiento orgánico y su temporalidad son dimen-
siones que están intrínsecamente relacionadas.
En relación al capital militante que se pone en juego
en este caso, las decisiones tácticas, al igual que fue seña-
lado respecto de las estratégicas, al implicar proyecciones
políticas de mediano plazo no son tomadas por cualquier
militante. Como fue mencionado, los militantes que acce-
den a instancias multisectoriales en general son delegados
de sus espacios, lo cual ya implica pensar en un filtro de par-
ticipación. Ahora bien, al igual que vimos anteriormente,
hay dos niveles de capital militante en juego en este plano:
uno individual y otro colectivo. En el primero de los casos,
el o los delegados que acceden a representar a su espacio
en una instancia multisectorial claramente lo hacen a par-
tir de un capital militante acumulado en forma individual
por ser considerados capaces de llevar la voz de las bases
y, a la vez, de socializar en ellas luego los debates de los
espacios de síntesis.
Ahora bien, saldado el primer nivel de capital militante
individual para la participación, en la toma de decisiones
tácticas, al igual que como vimos en las estratégicas, opera
un grado colectivo de acumulación de capital militante, que
se evalúa en función de la legitimidad que tiene el espacio
representado por dicho militante. Al igual que observamos
para los plenarios nacionales, en una mesa nacional no es lo
mismo la opinión de un delegado de un espacio nuevo, que

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Formas organizativas y ethos militantes • 163

está dando sus primeros pasos en el FPDS, que la opinión


de un delegado de una regional grande, con buen desarro-
llo, funcionamiento y dinamismo político. Es decir que el
sistema de legitimidades que se pone en funcionamiento a
la hora de una decisión táctica contempla un nivel colec-
tivo de capital militante. Aquí, las referencias al ethos ‘01
vuelven a ser marcadas en nuestra unidad de estudio: la
acumulación colectiva de capital militante, en función del
buen funcionamiento de un espacio regional, se muestra
como una arista novedosa en el funcionamiento empírico
de los movimientos sociales de la actualidad.
En suma, al ser las decisiones tácticas posicionamientos
del movimiento que pueden devenir en acciones de
mediano plazo, como la conformación de una coordina-
dora de organizaciones, y al requerir medianos y largos
plazos para su tratamiento, se canalizan a través de instan-
cias orgánicas multisectoriales, donde se ponen en juego
niveles colectivos e individuales de capital militante; este
tratamiento sostenemos, le confiere una apoyatura en un
nivel de consenso activo. Nos referimos a un nivel de con-
senso activo cuando una decisión fue debatida y consen-
suada activamente en los espacios más representativos del
movimiento, las mesas nacionales o el plenario nacional.
Sostenemos que este tipo de procesamiento para la toma
de decisiones tácticas del FPDS, marca un contrapunto evi-
dente con el mecanismo hegemónico de toma de decisiones
tácticas en la militancia setentista y ochentista.
En los últimos años varios trabajos han tomado en
consideración la ausencia de consenso que enmarcó algunas
de las decisiones tácticas más relevantes que organizaciones
centrales de la vida política durante los ‘60 y ‘70 llevaron
adelante (Salas, 2006; Hilb, 2007). Entre ellos se destaca la
tensión que muchas veces generaba en los militantes de base
algunas decisiones tácticas de las cúpulas dirigenciales de
las organizaciones de izquierda. Es el caso de la decisión
de la dirección de Montoneros de no replegar la actividad
armada en el año ‘76, una vez acontecido el golpe militar.

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164 • Formas organizativas y ethos militantes

Esa decisión generó hondo malestar en militantes de base y


de los frentes de masas de la organización, que considera-
ban esa táctica como sumamente arriesgada, a partir de ello:

durante los años 1976 y 1977, centenares de militantes de


distintos niveles de Montoneros abandonaron su participa-
ción en la organización. Muchos de ellos plantearon en su
ámbito de militancia las causas de su disidencia; otros reflu-
yeron de manera instintiva, como la mayoría popular, ante la
carnicería que se avizoraba (Salas, 2006: 4).

Otro ejemplo paradigmático del mecanismo setentista


aplicado a una decisión táctica que reafirma la ausencia de
consenso y/o de debate colectivo, lo encontramos en el aná-
lisis del asalto al cuartel de La Tablada llevado adelante por
el Movimiento Todos por la Patria (MTP) en 19897. Claudia
Hilb, quien ha trabajado el caso en profundidad, problema-
tizó esta ausencia de consenso desde dos dimensiones, en
primer lugar contemplando la extendida versión de que la
acción se trató de una ‘puesta en escena’ ficticia por parte
de la conducción del MTP para abortar un supuesto golpe
de Estado que se estaría preparando por los militares en ese
cuartel y, en segundo lugar, el hecho de que el MTP estaba
desarrollando una estructura de acción armada a espaldas
de sus militantes de base. En función de estas dos dimen-
siones, la autora sostiene que la cúpula del MTP “ocultó
ambos hechos a sus simpatizantes o a sus militantes más
periféricos” (Hilb, 2007: 13). A diferencia de las organiza-
ciones setentistas como el PRT-ERP o Montoneros, muchos
militantes del MTP que realizaban tareas sociales y polí-
ticas, desconocían por completo que su estructura incluía
también un brazo armado.

7 Como venimos sosteniendo, más allá de su ubicación temporal en las postri-


merías de la década del ‘80, el caso del MTP pone de manifiesto una de las
últimas expresiones de la acción política setentista en un nuevo contexto
(Hilb, 2007).

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Formas organizativas y ethos militantes • 165

En lo que refiere a los militantes que sí participaron del


ataque, es decir que participaban de aquel brazo armado,
la autora señala que la cúpula apenas los “instruyó muy
precariamente (…) sobre el filo de la acción de La Tablada”
(Hilb, 2007: 13); es decir que ni siquiera dichos militantes
participaron de la toma de decisión táctica de atacar el cuar-
tel (Hilb, 2007). Esto generó luego una situación de crisis
interna importante que el MTP no pudo resolver y que se
desenvolvió con la salida de muchos de los simpatizantes y
militantes periféricos del movimiento.
Más allá de las evidentes distancias que implican en
términos de seguridad interna e inteligencia, una decisión
táctica como la analizada para el FPDS, donde se trató de
conformar un espacio político, y decisiones tácticas como
las que observamos en el caso de Montonero y el MTP
que implicaban niveles elevados de lucha armada que de
por sí reducen el margen de debate interno en función de
las necesidades de seguridad de la organización, creemos
que es más que elocuente el contrapunto que se establece
al analizar estos casos. Surge con nitidez que en las deci-
siones tácticas paradigmáticas de la militancia setentista,
el ocultamiento de información y la ausencia de consen-
sos y debates colectivos aparecen como factores comunes;
contrariamente, el esquema decisional que se expresa en el
FPDS, donde el debate colectivo y el consenso juegan un
papel preponderante, dan cuenta de un ethos militante que
se desmarca en lo que refiere a la toma de decisiones, de las
características principales del ethos setentista.

Las decisiones coyunturales: mandatos colectivos y


capital individual en la negociación con el Estado

Las decisiones coyunturales que atraviesan a un movimien-


to social refieren a la resolución de cuestiones de meno-
res grados políticos que los revisados más arriba y cuyas

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166 • Formas organizativas y ethos militantes

definiciones comprometerán apenas a sectores del movi-


miento y no a su totalidad. Ahora bien, esas decisiones, por
ser de carácter coyuntural, no refieren a situaciones polí-
ticas generales ni marcan una etapa política para el sector,
sino que se ajustan a coyunturas acotadas.
Las situaciones que disparan decisiones coyunturales
refieren a acontecimientos imprevistos o a sucesos ocu-
rridos en un tiempo reciente que tienen fuerte impacto
político y que obligan al movimiento o al sector a asumir
un posicionamiento o una acción pública que le dé res-
puesta. Ejemplos de situaciones que requieren decisiones
coyunturales para un movimiento o un sector pueden ser
sucesos fortuitos en el escenario político local, como el
fallecimiento de un intendente de la localidad donde tiene
desarrollo el movimiento, una toma de tierras acaecida en
el área del influencia del movimiento que cobra relevan-
cia mediática, etc.
En nuestro caso, analizaremos la toma de decisiones
coyunturales en el marco de una situación recurrente en la
vida política del movimiento: las negociaciones con autori-
dades estatales, sean estas locales, provinciales o nacionales.
En esos casos, lo que hay que resaltar es que el movimiento
busca ‘entrar a la negociación’ con el mayor número posible
de militantes, lo cual no siempre resulta posible:

en principio, siempre proponemos una delegación colectiva


a la hora de interactuar con el Estado o la patronal. Busca-
mos evitar la representación individual, como reaseguro pero
también como ayuda al compañero delegado, que estará más
expuesto cuantos menos compañeros sean en la instancia de
negociación (Pablo -generación ‘80).

Sin embargo, a pesar de la intención de generar nego-


ciaciones con varios delegados, en la mayoría de los casos
los funcionarios estatales no aceptan negociar con dele-
gaciones numerosas, por lo que la reunión termina diri-
miéndose con un puñado de referentes, lo cual ya confi-
gura un escenario muy distinto respecto del tratamiento

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Formas organizativas y ethos militantes • 167

que vimos anteriormente con las decisiones estratégicas y


tácticas, donde el debate encontraba un soporte colectivo;
en estas situaciones los elegidos para la negociación con el
Estado son los referentes de las organizaciones.
Si bien es cierto que los referentes tienen un mandato
surgido de la asamblea de base, en general, el mandato
original requiere ser reformulado en el momento en fun-
ción de las contra-propuestas efectuadas por la otra parte
actuante en la negociación. A partir de allí, dentro de la
negociación los referentes tienen un margen de negocia-
ción donde pueden, si hiciera falta, modificar algunas de las
reivindicaciones, negociar, bajar reclamos que evalúa en el
momento que son menos realizables, modificar levemente
los tonos políticos con los cuales se quiere encarar la nego-
ciación, etc. Esta situación confiere un peso específico muy
importante a la capacidad individual de negociación del o
de los referentes del movimiento:

el margen de maniobra está en cuanto a variables de imple-


mentación, en cuanto a ‘buscarle la vuelta’ a la demanda, ya
que después de todo, estamos hablando de una negociación,
y en raras ocasiones se dan resultados netos, de conquista
absoluta, por no decir prácticamente nunca. Entonces, en la
mesa de negociación los delegados pueden debatir algunas
variables de implementación del reclamo, o incluso saber de
antemano, junto a sus compañeros, cuánto “aflojar” durante
la negociación y evaluar un plan B (Pablo -generación ‘80).

Ahora bien, esta ‘expertise’ que se pone en juego de


manos del delegado o referente, que sin dudas reenvía a
un tipo de capital militante ligado a la formación política
individual, que será abordado en las páginas subsiguientes,
presenta un límite en caso que la negociación llega a un
punto en que implica una decisión de envergadura. En este
caso el mecanismo supone que se debe hacer un cuarto
intermedio para que el referente pueda consultar con las
bases: “Si en la mesa de negociación, por debilidad o por
otras circunstancias surge una posibilidad muy distinta a

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168 • Formas organizativas y ethos militantes

la mandatada por la organización, ningún delegado puede


acordar por más razonable que le parezca, sin ratificar la
decisión que sea en la asamblea” (Pablo –generación ‘80).
Leído a partir de nuestro prisma intergeneracional, el
esquema decisional para el tratamiento de las decisiones
coyunturales a partir del tipo de capital militante que se
ponen en circulación en nuestra unidad de estudio, nos
ofrece un panorama sumamente sustancioso. Es aquí que
sale a la luz un mecanismo complejo de articulación de
capitales militantes que difícilmente se puede leer a partir
de una tipología cerrada. Por el contrario, en estos casos los
elementos de legitimidad militante que reenvían al mode-
lo setentista de militancia son tan comunes como aque-
llos novedosos modos colectivos de acumular referencia y
capital militante.
Respecto a la temporalidad de la decisión, con grados
variables según el contenido específico de la situación pro-
blemática sobre la cual decidir, este tipo de decisiones
coyunturales son tratadas a partir de lo que llamamos
medianos plazos.Estos tiempos pueden abarcar un abani-
co amplio, difícil de tipificar. No obstante son situaciones
cuya decisión por parte del movimiento busca no exceder la
jornada o las jornadas inmediatamente posteriores al acon-
tecimiento, o a la notoriedad mediática del acontecimiento.
De esta forma, en el mismo día o en los días subsiguientes
a una situación política relevante, el movimiento o el sector
buscan tomar una decisión que siente un posicionamiento
al respecto. Estas decisiones coyunturales, aún cuando sean
tomadas en cortos plazos (en el plazo de algunos días), van
a implicar un posicionamiento general del movimiento, por
lo que aquí, la ecuación entre tiempo y organicidad es por
demás compleja.
Con ese horizonte temporal, el movimiento o el sector
comienzan a poner en marcha un mecanismo decisional
que no presenta un tipo de canalización orgánica defini-
do, pudiendo el tratamiento oscilar entre la realización de
una instancia orgánica extraordinaria y la decisión entre

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Formas organizativas y ethos militantes • 169

los referentes del movimiento por fuera de una instancia


orgánica.
En el primero de los casos el mecanismo inherente a la
práctica del movimiento llevaría a que los referentes convo-
quen a una asamblea extraordinaria para el tratamiento del
tema. En ese caso la decisión se tomaría a través de un ámbi-
to orgánico (aunque no regular) del movimiento, sino pues-
to a funcionar en forma extraordinaria. En el segundo de
los casos, y suponiendo que la decisión coyuntural requie-
re tiempos aún medianos pero más perentorios al ejem-
plo anterior, los referentes toman las decisiones por fuera
de los ámbitos orgánicos del movimiento o del sector. Sin
embargo, al tratarse de decisiones de carácter político que
seguramente implicarán una acción colectiva pública para
el movimiento, en estos casos el mecanismo presenta un sis-
tema de compensaciones. Este sistema de compensaciones
suele operarse a través de una deliberación entre referentes;
en estos casos se pone en marcha un circuito de circulación,
deliberación y toma de decisión entre los referentes.
El capital militante que requiere un referente para
poder tomar legítimamente una decisión coyuntural se
construye principalmente en función de sus capacidades
individuales. En las negociaciones con el Estado, la otra
parte no distingue entre la construcción colectiva, o si el
referente representa a un espacio de base que tiene un fun-
cionamiento político destacado. Además, la capacidad de
negociar frente al Estado, teniendo en cuenta una cantidad
importante de variables como la coyuntura política, las for-
mas de debilitar la posición del funcionario del Estado en
la negociación, etc., son dimensiones que exigen un nivel
elevado de experiencia en negociaciones y de información
acumulada por el referente. En estos casos, la forma a partir
de la cual se llega a adquirir capital militante nos reenvía
a un ethos militante setentista, donde las capacidades indi-
viduales son valoradas en forma primordial en función de
la formación y la dedicación individual. Cabe mencionar
también que la deliberación entre referentes o el llamado

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170 • Formas organizativas y ethos militantes

a instancias orgánicas extraordinarias, desdibujan de todas


formas un escenario setentista puro.
En lo que refiere al consenso que legitima una decisión
coyuntural, a partir de esta multiplicidad de escenarios es
que hablamos de un ‘consenso dinámico’; este dinamismo
abarca un abanico de posibilidades que van desde el con-
senso activo, en el caso que la decisión final se canaliza a
través de una instancia orgánica de emergencia, hasta un
consenso pasivo, cuando la decisión es tomada a partir de la
deliberación entre referentes.
Las decisiones coyunturales aparecen nuevamente
como un ‘punto de transparencia’ para visualizar las tensio-
nes y límites que presentan los escenarios rígidos que pre-
tenden comprender en forma lineal procesos tan diversos y
complejos como la toma de decisiones. Antes que un esce-
nario ‘horizontal’ o ‘vertical’, o bien decisionista o colectivo,
el mecanismo decisional que se observa en el FPDS para las
decisiones coyunturales vuelve a poner en foco las tensio-
nes entre horizontalidad y verticalidad que se pueden leer
desde la articulación de los diversos ethos militantes.
Queda en evidencia que el lugar de los referentes en la
toma de decisiones de este calibre vuelve a ser preponde-
rante respecto a la capacidad de decisión de un participante
cualquiera del movimiento. Más aún, en este caso, si bien la
dedicación es un factor importante para la construcción del
capital militante que a los referentes les permite ser deposi-
tario de las decisiones coyunturales, también entra en juego
la formación individual y la experiencia militante a la hora
de la toma de decisión, que remite al ethos setentista.
La falta de canalización orgánica definida en este tipo
de decisiones, su asiento en consensos dinámicos y no acti-
vos, y la centralidad individual de los referentes en ellas,
permite encontrar matices respecto de la ‘mirada horizon-
tal’ como modo privilegiado de toma de decisiones que,
según algunos trabajos (Zibechi, 1999; Ferrara, 2003) carac-
terizaría a los movimientos recientes; sin embargo, creemos
que no se trata nuevamente de pensar a estos movimientos a

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Formas organizativas y ethos militantes • 171

partir simplemente desde un par binario que solo reconoce


los polos horizontal-vertical.
Por el contrario creemos que los mecanismos puestos
a jugar por el FPDS en la toma de decisiones tácticas per-
miten encontrar la confluencia de elementos decisionis-
tas individuales, que tienen asiento en el ethos setentista,
articulados con mecanismos de control colectivo, como la
rendición de cuentas orgánica a posteriori, que reenvían a
una concepción decisional propia del ethos ‘01. Esta obser-
vación empírica refuerza el escenario de síntesis compleja
entre los arquetipos decisionales generacionales que revisa-
mos en el capítulo anterior. Así, comenzamos a vislumbrar
que la toma de decisiones en nuestro caso de estudio no
se definirá solamente como expresión acabada de un nuevo
ethos militante, sino que estará más cercana a una yuxta-
posición de ethos, con predominancia en algunos modos
propios de la generación política del ‘01.

Las decisiones cotidianas: decisionismos, mandatos y


referentes

La dinámica de funcionamiento cotidiano en la que están


imbuidas las organizaciones sociales supone una multiplici-
dad de tareas que implican una práctica constante de reso-
lución de conflictos y situaciones problemáticas. A diferen-
cia de las proyecciones anteriores, las decisiones cotidianas
refieren en general a la toma de posición respecto de situa-
ciones específicas, cuya resolución no comprometen can-
tidades importantes de recursos de la organización; sin
embargo, no por ello dejan de ser decisiones significati-
vas para el desarrollo de un movimiento u organización.
Pueden ser ejemplos de decisiones cotidianas en nuestra
unidad de estudio, desde la necesidad de comprar de urgen-
cia un tubo de gas para un comedor popular de un MTD,
hasta cubrir una reunión que surgió de imprevisto con un

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172 • Formas organizativas y ethos militantes

conjunto de autoridades universitarias para una agrupación


estudiantil del FPDS.
En estos casos es fácil advertir que se requiere un
mecanismo de toma de decisión rápido, ágil y efectivo que
resuelva el problema en el corto plazo lo que lleva en gene-
ral a que la decisión sea tomada por el o la responsable de
ese espacio en ese momento. Esto se plantea así en función
de evitar la parálisis que se generaría en caso de intentar
canalizar dichas decisiones en espacios como asambleas,
reuniones de responsables, etc. Sin embargo a la capaci-
dad decisionista de los referentes o responsables se le debe
agregar su entrega y dedicación para la resolución cotidia-
na de conflictos.
Otro elemento importante es que muchas veces estas
decisiones implican también una acción consecutiva a la
decisión. Con los ejemplos anteriores, ir a comprar el tubo
de gas o acudir a una reunión que tiene horario de fina-
lización incierto, son actividades que se suelen derivar del
tipo de decisión que tome el responsable. Lo que es dable
en destacar es que en general las acciones que surgen de la
decisión, en muchos casos son canalizadas por los mismos
responsables. Es así que la segunda dimensión de análisis
de la decisión nos indica que estas decisiones se dan por
fuera de los ámbitos orgánicos tales como asambleas, mesas
barriales, mesas regionales, etc. Sin embargo, es preciso
señalar que en muchas de las decisiones, los responsables
buscan rastrear criterios colectivos previos (en caso que los
hubiera) recordando cómo se resolvió la última vez una
situación similar8. También es común que los responsables,
antes de tomar la decisión realicen lo que llamaremos una
rápida ‘consulta de cercanía’. Esta consulta de cercanía es
un recurso muchas veces utilizado por referentes o por
encargados de alguna actividad del movimiento, y consiste

8 Este mecanismo se ve obturado, evidentemente, cuando las situaciones a


resolver son novedosas y no presentan antecedentes previos en el movi-
miento.

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Formas organizativas y ethos militantes • 173

en realizar consultas expeditivas con el resto de las par-


ticipantes que se encuentran en el local del movimiento
o en la actividad, maniobrando dentro del escaso margen
de tiempo que, como vimos, exigen en general las deci-
siones cotidianas.
Por otro lado, como vimos más arriba, según surge
del trabajo de campo que las tareas que resultan de las
decisiones cotidianas, terminan siendo tomadas por el o la
referente del movimiento; es decir que en este esquema por
momentos ‘decisionista’, un mayor nivel de toma de deci-
siones también suele implicar un mayor nivel de dedicación
al movimiento, lo cual demuestra también una entrega a la
práctica militante que en general es mayor a la del resto de
los que participan en las actividades del movimiento.
Poniendo el foco en el capital militante, en la mayo-
ría de estos casos, la producción y ampliación de capital
militante en este sector ocurre en primer lugar de manera
individual. Si para la validación de la palabra de un mili-
tante en un plenario nacional o en una mesa nacional, se
ponían en juego capitales militantes colectivos (expresados
en qué regional o sector tiene mejor desarrollo político),
en este caso la capacidad individual de resolver la situa-
ción cotidiana se construye a partir de una acumulación
puramente individual de ese militante, que en general es un
referente del espacio. Esta acumulación de capital militante
no se construye sin embargo tanto a partir de la capaci-
dad analítica o la amplia formación política del militante,
sino más bien en función de su alto nivel de compromi-
so y entrega al movimiento. Los responsables y referen-
tes de los movimientos y organizaciones que componen el
Frente tienen un elevado nivel de entrega al movimiento
y, en general, su mayor poder de decisión viene apareja-
do de una mayor dedicación cotidiana. Esta acumulación
de capital militante en forma individual y a partir de la
dedicación al movimiento, reenvía en cierto modo a las
características de acumulación de capital militante que pre-
sentaba en forma hegemónica el ethos setentista. A su vez, la

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174 • Formas organizativas y ethos militantes

condición ‘decisionista’ en la cual se encuentra un referente


o responsable con capital militante individual acumulado al
momento de tomar una decisión cotidiana (si bien hemos
recalcado que no se trata de decisiones de envergadura polí-
tica), sin dudas va consolidando la referencia individual y
promoviendo escenarios con visos de verticalidad, lo cual
nuevamente, y teniendo en cuenta las abismales diferencias
que existen entre un movimiento contemporáneo y una
organización político-militar, reenvía en cierto sentido al
ethos setentista.
Es evidente que dentro de los locales del movimiento,
al interior de las agrupaciones estudiantiles y en las agru-
paciones sindicales de nuestra unidad de estudio, los refe-
rentes ejercen una relación de mandato y de poder con
respecto a otros integrantes. Por ejemplo, una participante
del comedor de un MTD, cuya única función es cocinar
y que no participa de las instancias orgánicas (asambleas,
mesas de síntesis, etc.), no tiene el mismo margen de deci-
sión cotidiano que la responsable del comedor, y mucho
menos que el o la referente del MTD.
Por último, en lo que refiere al nivel de consenso sobre
el cual se erige esta decisión cotidiana llevada a cabo por el
o la referente o responsable, en un análisis a primera vista
parecería que son decisiones ajenas a cualquier consenso
colectivo. No obstante, en función de las mencionadas ‘con-
sultas de cercanías’ y del intento por anclar las decisiones en
consensos previos (cuando es posible), lo que aparece es lo
que llamaremos un tipo de ‘consenso automático’. Este tipo
de consenso confiere un amplio margen decisionista para
los referentes. Sin embargo, resultaría limitado tipificar a la
toma de decisiones cotidiana simplemente como verticalis-
ta, en el modo en que el verticalismo fue entendido en el
ethos setentista. Más preciso sería hablar de un complejo
escenario donde las decisiones cotidianas están atravesadas
por referencias, dedicaciones, consensos y verticalidades.
En suma, las decisiones de proyección cotidiana en el
FPDS se canalizan en temporalidades cortas, por fuera de

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Formas organizativas y ethos militantes • 175

ámbitos orgánicos del movimiento y apelando a consensos


automáticos, a partir de un ‘decisionismo de referentes’, que
está asentado en un tipo individual de acumulación de capi-
tal militante. Este decisionismo, de indudable matriz verti-
calista, se encuentra matizado con elementos democráticos
de referencia colectiva, como la consulta de cercanías y el
rastreo de los consensos previos.

Las decisiones inconclusas: más allá de los consensos

Hasta ahora hemos revisado cuatro diferentes niveles de


proyecciones en lo que refiere a la toma de decisiones y a
las estructuras decisionales que tienen presencia en nues-
tro caso de estudio. Si bien observamos que los consensos
alcanzados son distintos dependiendo del nivel de proyec-
ción que implique la decisión, la existencia de algún nivel
de consenso aparece como factor común en todos los casos.
Sin embargo, queremos dar cuenta en este apartado de algu-
nos campos decisionales en donde el esquema de toma de
decisiones anclado en la construcción de ‘consensos’ pudie-
ra no resultar enteramente efectivo. Se trataría entonces
de dar cuenta de una aparente dificultad del movimiento
al momento de construir consensos, cuando no directa-
mente de estar en condiciones orgánicas de resolver un
debate inconcluso, en torno a decisiones específicas. En este
caso, nos ocuparemos brevemente del debate que atravesó
al movimiento en torno a la participación electoral entre
2010 y 2012.
Según han reiterado en numerosas ocasiones los mili-
tantes que hemos entrevistado, la posibilidad de que el
FPDS tenga una participación de algún tipo en un proceso
electoral, se instaló como parte del debate orgánico varios

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176 • Formas organizativas y ethos militantes

años atrás9. El debate se fue configurando entre posiciones


que sostenían que el movimiento debía participar como tal
en alguna instancia electoral (local, regional o nacional),
posiciones que proponían una participación colocando a
militantes orgánicos en estructuras nuevas creadas como
‘instrumentos electorales’ pero resguardando la identidad
del movimiento, hasta posturas cercanas al abstencionismo
electoral. Este debate político comenzó entonces a cristali-
zar al interior de la orgánica del movimiento algunas postu-
ras bien definidas, tanto por una o por otra de las posiciones
presentadas, lo cual fue consolidando posicionamientos de
diversas regionales del FPDS que sostenían y defendían una
u otra postura.
Lo que a la luz de nuestro problema de investigación
nos interesa al respecto, es que esta situación comenzó a
visibilizar una incapacidad en la construcción de los con-
sensos que lograse sintetizar las diferentes posiciones. El
rol que jugó la acumulación de capital militante y su rai-
gambre en el ethos ‘01, debe ser también puesto en consi-
deración. En lo que refiere al capital militante, en este caso
observamos que la construcción de legitimidades estuvo sin
dudas ligada a la creación y recreación de capital militante
colectivo, como hemos visto que ocurre con el caso de las
decisiones estratégicas y tácticas.
Como dijimos, los posicionamientos se fueron canali-
zando a través de las diferentes regionales del movimien-
to, con el agregado de regionales que no habían logrado
sintetizar una posición definida al respecto. En las mesas
nacionales y en los plenarios, las posiciones que más peso

9 Si bien las posibilidades tácticas que ofrece la opción electoral forman parte
general de los debates de los movimientos sociales, incluso en aquellos que
deciden no participar de instancia electoral alguna, uno de los factores que
aparecería como disparador orgánico de este debate en el FPDS sería la bue-
na elección legislativa de 2009 en la Capital Federal que protagonizó el
Movimiento Proyecto Sur que, llevando como primer candidato al cineasta
de centro izquierda Fernando ‘Pino’ Solanas, logró la segunda posición, con
el %24 de los votos.

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Formas organizativas y ethos militantes • 177

presentaron estuvieron ancladas en los altos niveles de


capital militante colectivo que esas regionales fueron acu-
mulando a partir de su histórico desarrollo político.
Como vemos, el debate por la participación electoral,
asumido por el movimiento como una decisión táctica, no
fue entonces ajeno al esquema decisional que venimos pro-
poniendo, en donde las decisiones tácticas requieren un
capital militante colectivo que valide posicionamientos para
la toma de decisiones.
Ahora bien, sostenemos aquí que este caso muestra un
‘punto ciego’ en el esquema decisional del FPDS basado en
la búsqueda de consensos, en tanto que, si bien el esque-
ma se muestra efectivo en términos generales, demostró
en este caso una dificultad importante para lograr sinteti-
zar diferentes posicionamientos de regionales con similares
capitales militantes, configurando un escenario de visible
falta de consensos al menos en el período que va de 2010
a 2012. Recién a principios de 2013, el movimiento dará
a conocer una postura sintetizada respecto de la partici-
pación electoral:

hoy desde el Frente Popular Darío Santillán hemos decidido


dar la pelea también en el ámbito electoral como un plano
más de disputa hacia ese proyecto popular de transformación.
Estamos convencidos y convencidas que la disputa debe darse
en todos los terrenos y deben generarse todas las herramien-
tas que permitan ir peleando en cada lugar10.

No es nuestra intención en este trabajo analizar en pro-


fundidad las consecuencias políticas de este cambio de posi-
cionamiento de nuestra unidad de estudio respecto de la
participación electoral. Tampoco indagaremos en los pun-
tos de tensión y conflicto que la asunción de esta táctica

10 FPDS, “Los Movimientos Populares asumimos nuevos desafíos”, comunica-


do publicado el 23/02/2013, URL:http://www.frentedariosantillan.org/
fpds/index.php?option=com_content&view=article&id=980&Itemid=1 .
Fecha de Consulta 30/05/2013

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178 • Formas organizativas y ethos militantes

electoral generan en relación a la definición de ‘autonomía’


respecto de las estructuras del Estado que caracterizó his-
tóricamente al movimiento. Dichas tareas de análisis están
contempladas en nuestra propuesta de tesis de Doctora-
do, que da continuidad al presente trabajo. En ella, nos
proponemos abordar las tensiones entre participación elec-
toral, integración institucional y construcción de autono-
mía en perspectiva comparada, entre el FPDS y otros dos
movimientos sociales de adscripción kirchnerista durante
la década 2003-201311.
Otra dimensión insoslayable que está relacionada con
la actualidad del movimiento y que podría vincularse al
debate electoral refiere a que, dos meses antes del mencio-
nado comunicado, se dio a conocer una importante ruptura
en el movimiento a partir de la cual prácticamente la mitad
de las organizaciones y regionales que componían el FPDS
deciden abandonar el espacio y fundar una nueva organiza-
ción, el Frente Popular Darío Santillán Corriente Nacional
(FPDS-CN)12. En este capítulo dejamos asentada esta situa-
ción, relevante por demás para la historia y el desarrollo
de nuestra unidad de estudio, la cual será tenida en consi-
deración en las conclusiones generales de nuestro trabajo,
donde trataremos de ofrecer una mirada comprensiva más
amplia respecto de la ruptura del FPDS y su relación con
las dimensiones que orientan nuestro problema de inves-
tigación. En suma, lo que aparece con nitidez y reenvía
directamente a la problemática de la toma de decisiones
en el caso revisado, es que la construcción de consensos,
que continúa apareciendo como núcleo fundamental en la

11 Los otros dos movimientos a analizar son el Movimiento de Unidad


Popular-MUP- y el Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal
Verón liderado por Juan Cruz Daffunchio.
12 Sin embargo, en lo que refiere a la decisión respecto de la participación elec-
toral, este nuevo espacio también decidió a principios de 2013 participar de
las elecciones legislativas pero en la Ciudad de La Plata, matizando la rela-
ción directa que a priori se podría establecer entre la ruptura y el debate
electoral.

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Formas organizativas y ethos militantes • 179

toma de decisiones del FPDS, lejana tanto de la modali-


dad vertical setentista, como del horizontalismo extremo
que algunas organizaciones de finales de los ‘90 pretendie-
ron consolidar, no es un terreno exento de contradicciones
y dificultades, ni ofrece un modelo decisional sin fisuras.
Por el contrario, ante determinadas decisiones que gene-
ran posicionamientos donde los capitales militantes colecti-
vos que se ‘enfrentan’ son de acumulación equilibrada, este
esquema decisional podría presentar escenarios de ‘deci-
siones inconclusas’; o que fuesen configurando temporali-
dades tan extensas para la resolución de la decisión, que
terminen por generar una situación de parálisis política en
el movimiento.

La estructura decisional de los MTD: construcción de


las decisiones, asambleas de base y mesas de síntesis

Hemos mencionado que los Movimientos de Trabajadores


Desocupados son las organizaciones barriales más numero-
sas y características del sector territorial de nuestra unidad
de estudio. Lejos de mantener una estructura inalterable,
desde su nacimiento a la actualidad las estructuras de toma
de decisiones de estos movimientos fueron experimentan-
do múltiples metamorfosis. Estas variaciones tuvieron lugar
al calor de los cambios en las coyunturas políticas y de
los crecimientos y decrecimientos de los MTD, entre otros
factores (Maneiro, 2012). Es por eso que abordar la estruc-
tura decisional actual de los MTD no es una tarea simple;
si a ello le sumamos que no todos los MTD funcionan de
manera idéntica, la tarea se complejiza aún más. Esta com-
plejidad incluye tener en cuenta por un lado los espacios
orgánicos de decisiones de los MTD (como asambleas de
base y mesas de síntesis), los diferentes tipos de decisiones
(cotidianas, coyunturales), y el rol de los referentes o res-
ponsables. En lo que refiere al rol de los referentes, este fue

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180 • Formas organizativas y ethos militantes

abordado anteriormente en este capítulo, al momento de


analizar la toma de decisiones coyunturales y cotidianas. A
continuación analizaremos el lugar de las asambleas de base
en relación a las mesas de los MTD. En la primera parte
de este subcapítulo desarrollaremos la funcionalidad de los
espacios orgánicos para luego abordar los diferentes tipos
de decisiones que a través de ellos se canalizan.
El núcleo decisional fundamental de los MTD son las
asambleas de base: “el MTD, como movimiento barrial,
se organiza en base a una asamblea en cada barrio en el
que está presente, donde se toman la decisiones de ges-
tión, administración y proyección del movimiento” (Pablo -
generación ‘80). Las asambleas son del MTD pero son abier-
tas a cualquier vecino que se quiera sumar. Los temas que
atraviesan las asambleas de base son múltiples. Allí se mez-
clan, a veces con mayor o menor naturalidad, los temas que
surgen de la realidad del barrio con los temas que se vie-
nen discutiendo en el conjunto de la organización, que los
delegados vuelcan a la asamblea y comprometen un amplio
abanico de asuntos donde se cruzan temas cotidianos como
cuestiones más generales que se promueven en la organi-
zación, aunque no surjan en particular de esa asamblea, o
ni siquiera del sector barrial: “el temario puede incluir el
corte de luz en una zona del barrio, la demora en aprobar
la nueva cooperativa por parte del ministerio, y también la
campaña por la soberanía popular que convoca a un foro en
Plaza Congreso” (Pablo -generación ‘80).
La periodicidad de estas asambleas varía según lo dis-
ponga cada MTD. En general las asambleas son semanales,
aunque a veces también se convierten en quincenales. La
cantidad de participante de las asambleas de base de los
MTD también está muy influenciada por el contexto barrial
o político. La realización de las asambleas de base, tanto
en lo que refiere a su periodicidad como a su masividad,
va variando en función de las coyunturas: “La dinámica
social marca, en algunos casos, una mayor frecuencia (y
mayor participación también) y a veces no tanto” (Pablo

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Formas organizativas y ethos militantes • 181

–generación ‘80). Sin embargo al margen de las variaciones


estacionales, las asambleas conservan siempre un rol central
en la toma de decisiones de los MTD. Esto hace que en
contextos donde la problemática barrial alcanza un punto
álgido es común que las asambleas de los MTD se nutran
de más participación vecinal, mientras que en contextos de
relativa ‘calma social’, muchas veces la participación decae.
La centralidad de las asambleas de base en las formas
organizativas de estos movimientos reenviaría a las carac-
terísticas de las toma redecisiones que fueron propuestas
y masificadas durante finales de los años ‘90. La orienta-
ción permanente por la promoción de espacios delibera-
tivos horizontales para las tomas de decisiones como las
asambleas de base, buscarían dejar atrás el verticalismo
imperante en las prácticas militante de las generaciones
políticas pasadas. No obstante, para dar cuenta de la toma
de decisiones de los MTD en su integralidad, la centrali-
dad de las asambleas de base debe conjugarse con el resto
de las instancias y modalidades de toma de decisión que
implican mayores niveles de centralización y referenciali-
dad individual, como las mesas de síntesis y el rol de los
referentes y responsables.
Los temas más generales que hacen a la política de
una regional o del FPDS en su conjunto, muchas veces no
encuentran lugar en los tiempos y las motivaciones que
nutren la participación de las asambleas de base. Es por ello
que estos temas a veces llamados ‘específicamente políticos’,
son abordados en una ‘mesa’ del MTD:

conceptualmente es una mesa de síntesis, en un doble sen-


tido: sintetiza lo que surge de las asambleas de los distin-
tos barrios, y sintetiza el cruce entre lo que surge de las
asambleas y lo que viene de otras instancias de la organiza-
ción, generalmente una agenda más genérica, política, inte-
gral (Pablo -generación ’80).

La mesa tiene el objetivo de, a partir de dichas sínte-


sis, dinamizar las discusiones en los espacios de base, por

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182 • Formas organizativas y ethos militantes

ejemplo en las asambleas del MTD; es decir que sinteti-


zar y dinamizar serían las funciones básicas de la mesa de
un MTD.
En las mesas participan delegados de cada asamblea de
base que, mandatados por cada asamblea barrial, participan
a su vez de una mesa regional de coordinación del MTD
en el distrito. Respecto de la participación, a diferencia de
las asambleas de base, las mesas son internas. Si bien no
hay criterios estrictos de participación, lo que se observa
es que participan uno, dos o tres delegados de cada barrio.
Esta característica ‘interna’ hace que en general se evite
que un vecino recién llegado vaya directo a una reunión
de delegados. Al igual que con las asambleas de base, la
periodicidad de las mesas también varía, aunque en general
son más espaciadas que las asambleas, lo cual permitiría la
relación de ida y vuelta entre asamblea y mesa del MTD. En
forma también variable, en general son quincenales, aunque
pueden ser semanales en momentos de algidez política.
Ahora bien volviendo a la doble tarea general de sin-
tetizar y dinamizar, lo que resulta evidente es que la mesa
no cumple el mismo rol en todos los MTD. Al contrario,
en algunos MTD las mesas gravitan más hacia la función de
sintetizar, mientras que en otros la mesa es principalmente
una instancia de dinamización. En los MTD donde el rol de
la mesa esta supeditado a los tiempos y a las dinámicas de
la asamblea, el lugar que ocupa la mesa queda reducido a la
tarea de ‘elaboración de propuestas’ que ayuden a dinamizar
las discusiones en las asambleas. En estos casos, la mesa no
tiene la potestad de avanzar sobre definiciones políticas que
no sean un reflejo claro de la discusión en la base: “en el
MTD nosotros vemos como la pirámide invertida siempre,
vemos la asamblea que es la que define, hay una mesa que
elabora propuesta, digamos no todos los compañeros que
asisten a la asamblea tienen ganas de discutir hasta el último
punto” (Ana -generación ‘01). Estos MTD son considerados
por el resto como más ‘basistas’ siendo que en ellos pre-
domina la toma de decisiones asamblearias, y que tratan

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Formas organizativas y ethos militantes • 183

de reducir al mínimo las modalidades decisionales de los


referentes. En estos casos la mesa ocupa un rol específico de
dinamizador pero no privilegiadamente de resolución.
Por el contrario, en los MTD donde la mesa tiene un rol
más activo, ésta elabora propuestas y síntesis políticas que
tal vez no guardan una simetría respecto del estado de la
discusión en las asambleas de base. El rol de la mesa en estos
casos tiende hacia el polo de la síntesis, por encima de la
dinamización. Sin llegar al esquema político clásico donde
un espacio ‘dirige’ la política de las bases, sin dudas en los
MTD donde la mesa adquiere un rol ligado a la síntesis, la
relación entre Mesa y Asamblea abandona el basismo antes
descripto para tomar un cariz más centralizado e, incluso,
con visos de verticalidad.
Al observar en clave generacional las modalidades y las
complejidades que presentan las diversas mesas al interior
de los MTD, aparece como dato insoslayable la inscrip-
ción del formato mismo de la ‘mesa’ en una trayectoria
que integra mecanismos y modalidades de las generaciones
políticas pasadas. Así, la modalidad de la mesa política reco-
noce sin dudas una amplia tradición en las organizaciones
políticas del país.
En las organizaciones político-militares más paradig-
máticas del ethos setentista, la mesa de decisión, nacional
o regional, era el espacio al que solamente podían acceder
determinados militantes que cumplían con ciertos requisi-
tos que los hacían “aptos” para ocupar ese rol (Ollier, 1998),
dirimiendo la participación en la mesa a partir de una acu-
mulación individual de capital militante. A su vez, las mesas
eran espacios superiores dentro de la jerarquía piramidal
de la organización, donde se tomaban decisiones que luego
“bajaban” a las asambleas o espacios de base13. En tal sentido

13 Esa centralidad se puede rastrear en el trabajo de Lissandrello (2012) donde


se describe el posicionamiento de la Mesa Nacional de la Juventud Trabaja-
dora Peronista (JTP), frente de masas sindical de la organización Montone-
ros, en cuanto al ‘pacto social’ lanzado por el gobierno peronista en 1973.

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184 • Formas organizativas y ethos militantes

la mesa adquiría en el ethos setentista una configuración


verticalista en dos sentidos: en primer lugar en cuanto al
acceso a ese espacio, que era restringido y definido a par-
tir de la acumulación individual de capital militante. En
segundo lugar, en cuanto a la jerarquía superior que ocu-
paba la mesa en la orgánica verticalista de la organización,
por encima de las asambleas de base. Ambas dimensiones
presentan diferencias claras con el tipo de ‘mesa’ que se
observa en los MTD.
A diferencia de la funcionalidad orgánica de la mesa
setentista, en la configuración de los movimientos actuales,
la “mesa política” parecería venir a ocupar un espacio dife-
rente. Por un lado las dinámicas democráticas en cuanto al
acceso a la mesa parecen mayores. Por otro lado, las mesas
del MTD tienen una relación diferente con las asambleas de
base, presentando entre sí espacios de decisión segmenta-
dos pero no necesariamente jerarquizados, donde las mesas
en muchas ocasiones están más cerca de la dinamización
de la base que de su subordinación, tal como aparecía en
el ethos setentista.

La toma de decisiones en los MTD: escenario desigual


y combinado de prácticas decisionales

Al analizar los canales y modos de toma de decisiones en


los MTD del FPDS, lo primero que surge con nitidez es
que no existe un modo unívoco para la toma de decisiones,
ni siquiera al interior mismo de un MTD, siendo que los
procesos internos y las coyunturas políticas van marcando
derroteros llenos de cambios en estos movimientos. Lo que
sí aparece como factor común en las relaciones entre las
asambleas de base y las mesas es que en todos los casos que
hemos estudiado las mesas de los MTD son abiertas; esto
significa que cualquier persona que participa activamente

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Formas organizativas y ethos militantes • 185

de las actividades del MTD y demuestra interés en partici-


par de las discusiones que se dan en la mesa, lo puede hacer.
En términos conceptuales entonces, la Mesa del MTD
no es necesariamenteun espacio que ocupa una jerarquía
superior respecto a la asamblea de base, sino que más bien
aparece como un espacio con su propia especificidad, donde
se discuten asuntos que exceden los tiempos y las volunta-
des de la asamblea de base, pero que se inscriben en una
referencia amplia respecto al consenso que existe en dicha
asamblea. En tal sentido, se busca que una mesa no decida
algo que diste ampliamente de los consensos que existen
en las asambleas. Esto le otorga carácter “consensual” a las
mesas del FPDS, alejándolas de la estructura vertical que
comportaba esta instancia de decisión durante los ‘70.
Por otro lado, hemos observado que en algunos MTD
la mesa adquiere mayor centralidad en la toma de decisio-
nes, situándose por encima de la asamblea de base. En estos
movimientos, si bien la mesa es abierta, el acercamiento
empírico muestra una participación que remite en general
a los militantes más activos. La especificidad política de los
temas que se tratan en las mesas, sumadas a las dinámicas
extendidas en los tiempos de los debates, operan en estos
casos como “filtro natural” para la participación de un gran
caudal de militancia de base con poca formación política.
En los movimientos donde se presenta esta configu-
ración encontramos una estructura más decisionista en la
mesa. Aquí el rol de los referentes en las tomas de deci-
siones ocupa un lugar destacado, ponderándose la mesa
como espacio que, si bien recoge su política de la asamblea
de base, tiene como finalidad resolver y definir las líneas
políticas del MTD. En estos movimientos, si bien también
se promueve una política de consensos, las prácticas deci-
sionistas que recaen en personas singulares, referentes o
responsables de los espacios, son más recurrentes. A su
vez, en esos movimientos la mesa cumple antes que un rol
dinamizador hacia abajo, la función de sintetizar en forma
(cuasi) definitoria la línea política del movimiento.

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186 • Formas organizativas y ethos militantes

Otra variable a tener en cuenta es que incluso un mis-


mo MTD puede oscilar en el tiempo entre el basismo y el
centralismo. Esta configuración variable en los modos de
toma de decisión se da en función del momento político, de
la situación determinada de la militancia que lo compone,
etc: “en los momentos de menos dinamismo de base, se
realza el rol del delegado o referente como dinamizador”
(Pablo –generación ‘80). Ahora bien en otros contextos, de
ofensiva del movimiento, es probable que la relación entre
mesa y asamblea, vuelva a modificarse:

claro que también están las situaciones en las que sucede


a la inversa: son las asambleas las que marcan un ritmo de
protagonismo, de lucha, generalmente reivindicativo, que se
impone en esas mesas de síntesis aún por sobre otros ejes más
políticos de la organización (Pablo -generación ‘80).

Sin embargo, la clave común que atraviesa a todos los


MTD y que los hace pertenecer a la identidad política del
FPDS, refiere a la búsqueda de consensos como base común
en la toma de decisiones: “más allá de un contexto u otro,
la concepción es de ida y vuelta” (Pablo -generación ‘80).
Deseamos destacar que no nos referimos a que el factor
común sean los ‘consensos colectivos’ como un producto
alcanzado, sino la búsqueda de consensos colectivos, más
allá de que se puedan o no alcanzar. Dentro de esa orien-
tación generar a la ‘búsqueda de consensos colectivos’, el
complejo escenario entre asambleas, mesas, referencias y
delegados, construye un andamiaje decisional complejo en
el sector territorial de nuestra unidad de estudio que no
se comprende bajo la simple categoría de ‘horizontalidad’
mediante la cual pretendió hegemonizar las formas organi-
zativas para la toma de decisiones el ethos del ‘01.
Por el contrario, la búsqueda de consensos contiene
en su interior elementos decisionistas, prácticas de refe-
rencialidades y centralización de algunas decisiones en los
responsables de los espacios. Sin embargo, sostenemos que

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Formas organizativas y ethos militantes • 187

son los consensos los que terminan por configurar el tra-


zo grueso del complejo decisional que estructura al sec-
tor territorial de nuestra unidad de estudio, mostrando un
esquema que integra elementos de diversos ethos militantes
descriptos en el capítulo 3.
Ahora bien, esta centralidad de la búsqueda de con-
sensos no está exenta de prácticas de centralización caras
al ethos setentista. En síntesis, lo que aparecen son yuxta-
posiciones entre una nueva cultura militante, con raíces en
el ethos del ‘01 y las tradiciones clásicas de la militancia
política. En esa yuxtaposición, la prevalencia de la búsqueda
de los consensos, termina por darle un rol preponderante a
un perfil novedoso en la toma de decisiones.

Hacia una constelación de consensos

¿Qué hemos aprendido? Según mi militancia en


los llamados nuevos movimientos sociales,
creo que mucho: escuchamos más
y las prácticas autoritarias, tan comunes aún
en nombre de la liberación,
han disminuido.
Jorge Pérez14.

Hemos analizado la toma de decisiones en el Frente Popular


Darío Santillán a partir de un análisis de cuatro dimen-
siones, la proyección, la temporalidad, la organicidad y el
capital militante. Hemos complementado este análisis gene-
ral del Frente con un apartado específico sobre las formas
decisionales de un sector de nuestra unidad de estudio,
el sector territorial, para lo cual relevamos las instancias
orgánicas de los MTD. En función de lo visto, lo primero
que surge como conclusión parcial es que procesar la toma
de decisiones a través de un esquema binario que va del

14 Militante de las FAL durante los años ‘70.

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188 • Formas organizativas y ethos militantes

verticalismo setentista a la horizontalidad del ‘01 (esquema


que nuestra propuesta de abordaje analítico de los ethos
militantes ofrecía) es insuficiente.
En nuestra base empírica no existe un modo unívoco
para la toma de decisiones, sino una constelación de prác-
ticas decisionales de rango variable. Esta constelación de
prácticas decisionales a la que nos referimos, leída a partir
de los ethos militantes descriptos, abreva en un abanico de
modalidades que va desde el decisionismo vertical seten-
tista que hoy recala en los referentes, hasta el asambleismo
de cuño horizontalista. Al referirnos a una “constelación
de prácticas decisionales” hacemos alusión a un desarrollo
desigual y combinado en cuanto a los métodos de toma
de decisiones en el Frente, en función del tipo de decisión
que se deba tomar. La constelación decisional sobre la cual
pivotea el movimiento es entonces amplia y diversa. Esta
amplitud no solo abreva en los diversos mecanismos de
toma de decisión, sino también en las diferentes formas
internas de relación entre las instancias orgánicas de deci-
sión que conviven en el FPDS (mesas, asambleas, referentes,
plenarios, etc.).
Ahora bien, existen factores comunes que nos permiten
generalizar y tipificar este complejo andamiaje decisional;
creemos así que el principal factor unificador para el análi-
sis tiene que ver con la siempre presente tendencia hacia la
búsqueda de consensos:

con respecto a la toma de decisiones en el Frente, es como


una construcción de consensos, viste, nosotros por ahí en las
asambleas decimos nuestras decisiones se toman en las asam-
bleas y no es tan exactamente así, yo creo que una asamblea o
las construcciones más de base te van marcando límites, muy
de trazo grueso, digamos, no? (Guillermo -generación ‘70).

Ahora bien, tampoco creemos que se sature el análisis


al sostener que priman los consensos, ya que al interior
del complejo decisional del movimiento se enlazan dife-
rentes niveles de consensos, e incluso se presentan campos

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Formas organizativas y ethos militantes • 189

decisionales donde el consenso pareciera difícil de arribar


como en el caso analizado respecto del debate sobre la
participación electoral. Lo que aparece en un mayor nivel
de desagregación es la forma de construir y re construir
los consensos y los canales orgánicos destinados a dicha
tarea. En algunos casos, como en los MTD que tienen mesas
‘dinamizadoras’, los consensos tienen su ámbito de anclaje
privilegiado en la asamblea de base. En otros casos, son los
referentes o es la mesa de responsables la que se convierte
en depositaria de los mismos. Aún así, como señala Gui-
llermo, “en el Frente hay un consenso o consensos que no
es fácil de imponer, es decir, cualquier militante por más
referencia que tenga no puede venir un día con un ataque
de locura e imponer” (Guillermo -generación ‘70).
Por su parte las formas de acumulación y reproducción
de capital militante, leídas a partir de la toma de decisiones,
también presentan un escenario complejo y novedoso, difí-
cilmente encasillable dentro de los esquemas analíticos que
nos sirvieron para caracterizar a los ethos militantes en el
capítulo 3. Es decir que si leemos la toma de decisiones a
partir de los capitales militantes en juego en el FPDS, no
aparece con claridad un único tipo de capital militante, sea
éste construido en forma individual y a partir de la entrega
sacrificial característica del ethos setentista, o dirimido en
forma colectiva con margen para atender al deseo indivi-
dual, como caracterizamos en forma analítica a la construc-
ción de capital militante para el ethos del 2001.
Por el contrario, la posibilidad de una acumulación
de capital militante colectivo, como en el caso del capital
acumulado por el Espacio de Mujeres del FPDS, que le
permitió afrontar con amplia legitimidad la discusión sobre
el antipatriarcado en un plenario nacional, como también
los casos donde el capital militante individual termina por
primar, como en las negociaciones con el Estado en virtud
de la capacidad de un referente, nos vuelven a mostrar un
escenario complejo con múltiples mecanismos de acumu-
lación de capital militante, que muestran una coexistencia

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190 • Formas organizativas y ethos militantes

de formas organizativas y subjetividades políticas genera-


cionales.
Finalmente, el esquema decisional del FPDS, anclado
en un abanico variable de consensos, podría presentar una
limitación importante en cuanto se configuran situaciones
que denominamos de ‘decisión inconclusa’. Cuando se pre-
senta un escenario de equilibro en los niveles de acumula-
ción de capital militante colectivo de dos o más sectores que
sostienen posicionamientos enfrentados respecto de deter-
minada temática (el ejemplo en el cual focalizamos más arri-
ba fue la decisión de intervenir o no en el terreno electoral),
el esquema decisional de nuestra unidad de estudio parece
mostrar importantes falencias. Lejos de la posibilidad de la
resolución centralizada y vertical a partir de una mayoría
que se impone sobre una minoría, tal como primaba en
el ethos setentista, la apuesta a los consensos deja entre-
ver ‘puntos ciegos’ que dificultan la toma de decisiones en
escenarios de polarización interna, desembocando en lar-
gos períodos de parálisis política del movimiento, cuando
éste se ve imposibilitado de tomar una decisión.
A pesar de estas limitaciones, consideramos que la
diversidad de modos de toma de decisión, de formas de
acumulación de capital militante y de instancias y tipos de
participaciones en la toma de decisiones que se observan en
este capítulo, expresan sin lugar a dudas, en términos gene-
rales, una ‘constelación de prácticas decisionales’ orientada
a la búsqueda de consensos, que implica una novedad en la
forma organizativa de los movimientos sociales en lo que
refiere a la toma de decisiones, distanciándose de manera
parcial de los formatos clásicos de toma de decisión de las
organizaciones políticas tradicionales.
En esta construcción novedosa hacia la búsqueda de
consensos, encontramos dos dimensiones relevantes: por
un lado, una notoria preponderancia de los modos decisio-
nales característicos del ‘nuevo ethos militante’, con asiento
en el asambleísmo y en la primacía de los consensos y, por
el otro, una evidente articulación de elementos, prácticas

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Formas organizativas y ethos militantes • 191

e instituciones decisionales que reenvían al ethos militante


setentista, que logran coexistir y yuxtaponerse con el ethos
‘01 en lo que refiere a las formas organizativas y a las subje-
tividades políticas relativas a la toma de decisiones.
El presente cuadro completa nuestra tipología a partir
de la matriz de datos propuesta al inicio del capítulo:

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6

El perfil táctico en el Frente Darío


Santillán desde las problemáticas de
género

En el presente capítulo presentaremos un análisis de la


dimensión: ‘perfil táctico’ del ethos militante, a partir de
la atención a las formas en que se configuran las relacio-
nes de género en el Frente Popular Darío Santillán. Dicho
análisis comprenderá dos niveles: la dimensión conceptual
y la dimensión empírica. En el plano conceptual enfocare-
mos en las definiciones ideológicas del FPDS relativas a la
llamada ‘cuestión de género’; serán contemplados para ello
la presencia de debates y definiciones en torno a conteni-
dos conceptuales que problematizan la cuestión de género
tales como Antipatriarcado, Patriarcado y Feminismo; esta
dimensión será abordada desde la observación de los mate-
riales escritos de nuestra unidad de estudio, como también
desde las entrevistas a militantes. En el plano empírico,
daremos cuenta de algunas dimensiones de las relaciones
de género en la práctica concreta en la organización. Para
ello analizaremos por un lado los procesos de formación
política de los militantes y, por el otro, la constitución y el
desarrollo del ‘Espacio de Mujeres’ del FPDS. Para atender
a esta dimensión haremos foco en las entrevistas, el análisis
de los materiales de formación política y en la observa-
ción de algunas actividades concretas llevadas a cabo por
el Espacio de Mujeres tales como movilizaciones y campa-
mentos de formación.

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194 • Formas organizativas y ethos militantes

Antes de ello, referenciaremos teóricamente algunos


conceptos tales cómo ‘género’, ‘sexo’, ‘feminismo’ y ‘patriar-
cado’. Esta segunda parte se estructura, como hemos adver-
tido en el capítulo 1, integrando en el mismo capítulo los
aportes conceptuales con el estudio empírico, en línea con
la relación histórica entre producción académica y produc-
ción política, es decir entre movimientos y teorías femi-
nistas, que según algunas autoras (Guzmán, 1994; Maffia,
2006) caracterizó el desarrollo de la cuestión de género.

Algunas líneas generales de abordaje conceptual

En términos generales, la teoría social ha caracterizado el


desarrollo del ‘feminismo’ a partir de tres grandes ‘olas’ o
momentos históricos. La llamada ‘primera ola’ del feminis-
mo, que abarca desde principios del siglo XIX hasta media-
dos del siglo XX, mostró un escenario donde las reivindica-
ciones de las mujeres se orientaron principalmente a luchas
por su inclusión en el campo de los derechos sociales de
los que ya gozaban los hombres. Así, proliferaron las orga-
nizaciones de mujeres sufragistas que luchaban por el voto
femenino, y las organizaciones anarquistas que demanda-
ban derechos sociales para las mujeres (Maffia, 2006).
Durante el siglo XX, a partir de los desarrollos de
Simone de Beauvoir, la perspectiva feminista comenzará a
dar un vuelco, cuando en su clásica obra El Segundo Sexo,
publicada en Francia en 1949, proponga desde una perspec-
tiva cultural un nuevo enfoque para la categoría de mujer.
Beauvoir sostendrá allí la alteridad cultural absoluta de la
mujer respecto del varón, a la vez que defenderá la tesis de
que no se nace mujer, sino que ‘se llega a ser mujer’ (Beau-
voir, 1987). A partir de este renovado enfoque, una serie de
desarrollos feministas posteriores darán cuerpo a la llamada
‘segunda ola’ del feminismo que tendrá lugar principalmen-
te desde la segunda mitad del siglo XX. En ese marco, los

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Formas organizativas y ethos militantes • 195

trabajos que intentan conceptualizar cómo se opera el pasa-


je “del sexo al género”, proliferarán (Scott, 1996).
Desde esa perspectiva, que entiende al sexo como
socialmente construido, Rubin ha definido al genero como
“el conjunto de disposiciones por el que una sociedad trans-
forma la sexualidad biológica en productos de la actividad
humana y en el que se satisfacen esas necesidades huma-
nas transformadas” (Rubin, 1986: 30). Así, en este trabajo
consideraremos que los géneros y los sexos son un conjun-
to de valores elaborados en un contexto histórico a partir
de una diferencia fisiológica. Esta diferencia, lejos de ser
neutral, trasunta a su vez desequilibrios de poder entre los
sexos y se suma a otras formas de las jerarquías sociales
(De Barbieri, 1992).
Sin embargo, a pesar de las relaciones que pueden esta-
blecerse entre otras violencias, la violencia contra las muje-
res por ejemplo presenta características diferenciales. De
Miguel señala que una de las características especificas de la
desigualdad de género radica en la base de legitimación que
la sustenta “esta legitimación procede de la conceptualiza-
ción de las mujeres como inferiores y como propiedades de
los varones” (De Miguel Álvarez, 2005: 235).
Como vimos, estas tensiones y relaciones de poder
desiguales entre varones y mujeres fueron abordadas en
numerosos estudios sobre género, pero será a partir de
mediados de los años setenta que los enfoques sobre la
cuestión de genero ingresan al ámbito académico con perfil
propio, en dicha década se produjo “el despegue y con-
solidación académica de los llamados estudios feministas,
estudios de la mujer y, cada día más, estudios de género” (De
Miguel Álvarez, 2005: 243).
Hacia finales de la década del ‘70 una serie de pro-
ducciones académicas por un lado, y de luchas políticas
feministas por el otro, irán configurando un nueva ‘ola’ lla-
mada comúnmente el ‘feminismo crítico o radical’ (Puleo,
1994). Esta tercera ola, al calor de los debates que insta-
laron las perspectivas posmodernas sobre la dilución de

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196 • Formas organizativas y ethos militantes

las identidades clásicas de la modernidad (Bauman, 2005),


comenzará a cuestionar fuertemente los esquemas binarios
en la perspectiva feminista, que intentaban conceptuali-
zar las diversas dominaciones a partir del par indisoluble
varón-mujer:

las identidades van a estallar, van a surgir la pluralidad de


consideraciones con respecto a las identidades. Esto no solo
abarcará a las identidades de los géneros, sino a muchas otras
identidades. Toda esta emergencia de los múltiples géneros,
que en la actualidad todavía estamos procesando, tiene que
ver con la ruptura de las dicotomías. Por ejemplo con respec-
to a las categorías femenino-masculino (Maffia, 2006: 9).

Algunas de las autoras que harán sus mayores contri-


buciones en esta etapa del feminismo serán sin dudas Judith
Butler (1998; 2001), Nancy Fraser (1991; 1995) y Seyla Ban-
habib (1990; 1994).

El Feminismo popular

Hacia finales de la década del ’70, principalmente en Méxi-


co, una serie de experiencias de asociaciones y colectivos
de mujeres fueron dando nacimiento a lo que se conoce
en la actualidad como ‘feminismo popular’ (Cano, 1997;
Lamas, 2000). Intentando marcar una diferencia con la
acción direccional hacia los sectores populares que un con-
junto de organizaciones empiezan a criticar en los partidos
políticos y movimientos tradicionales de la izquierda en
México, las militantes y organizaciones que comienzan a
dar cuerpo al ‘feminismo popular’ buscó promover la refle-
xión y los encuentros entre mujeres de sectores populares,
a la vez que introducir la reflexión feminista en el ámbito
académico (Lamas, 2000).
A partir de una serie de encuentros nacionales
donde confluyeron trabajadoras, campesinas y militantes de

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Formas organizativas y ethos militantes • 197

izquierda provenientes de las clases medias: “este proceso se


caracterizó por el intento de vincular las demandas feminis-
tas perfiladas en la década anterior con las demandas parti-
culares de mujeres de diversos sectores” (Cano, 1997: 357).
Así, demandas históricas de la clase trabajadoras, deman-
das específicas previas del movimiento de mujeres y nuevas
demandas de género, fueron tratadas en forma yuxtapuesta
en estos encuentros. Esta coexistencia de demandas ha sido
trabajada por Massolo (1992), quien profundizó en la rela-
ción entre demandas de clase y demandas de género en el
marco de la corriente del feminismo popular.
Sin referirse a la ‘multisectorialidad’ que pronuncia
nuestra unidad de estudio como definición estratégica,
algunas de las orientaciones del feminismo popular, sobre
todo las que refieren a la relación entre las diferentes
demandas, creemos que pueden ser leídas desde una pers-
pectiva de feminismo popular. Sumado a ello, el énfasis en
el trabajo de base que en estos encuentros en particular y en
su práctica en general las ‘feministas populares’ marcaban, y
la diversidad de militantes que lo compusieron, son puntos
en común con el FPDS: “el ‘feminismo popular’, constituido
principalmente por feministas socialistas, mujeres cristia-
nas y ex-militantes de partidos de izquierda, (…) privilegió
el trabajo con las bases del movimiento amplio de mujeres”
(Lamas, 2000: 19).
A partir de lo expuesto, consideramos que las prácticas
políticas y formas organizativas que se observan en el FPDS
y que serán analizadas en el presente capítulo, exigen un
abordaje a la vez que contemple los aportes generales de
los tres períodos expuestos entorno al desarrollo históri-
co del feminismo, se centren en las categorías y enfoques
propuestos por el feminismo crítico y por las orientaciones
y prácticas políticas de la corriente del feminismo popu-
lar. Como veremos más adelante, la propia concepción del
movimiento entorno a la existencia de varios ‘géneros’ y
algunas definiciones políticas que aparecen en documentos

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198 • Formas organizativas y ethos militantes

y comunicados orgánicos del FPDS, darían cuenta de un


enfoque político ligado a las bases del ‘feminismo popular’.

El concepto de ‘patriarcado’ en las corrientes


feministas

A partir de la década del setenta y entrados los años ochen-


ta, la corriente teórica del ‘feminismo radical’ que descri-
bimos, brindará un marco conceptual estructural desde el
cual explicar el sentido y el alcance de la opresión hacia las
mujeres. Desde allí se elaboró el concepto de patriarcado,
que fue un puntal clave para explicitar “la existencia de un
sistema de dominación basado en el sexo-género e inde-
pendiente de otros sistemas de dominación” (De Miguel
Álvarez, 2005: 238).
El concepto de patriarcado será una construcción con-
ceptual fundamental a partir de la cual el movimiento femi-
nista y los movimientos sociales en general analizarán las
opresiones y los desafíos del cambio social. Hablar de un
sistema patriarcal, como antecesor incluso del capitalismo,
presentó ante la sociedad el desafío de una transformación
“no sólo relacionada con la desigualdad en la esfera de lo
público, sino muy fundamentalmente con las prácticas que
tienen lugar en la esfera de lo privado” (De Miguel Álva-
rez, 2005: 238).
Como hemos trabajado en los capítulos 3 y 4, el perfil
táctico que hegemonizó al ethos de los ‘70 en nuestro país
fue característicamente pragmático y teleológico. En el caso
de las relaciones de género, ese perfil táctico teleológi-
co colocó a la opresión entre hombres y mujeres como
una contradicción secundaria para las organizaciones de
izquierda, contradicción que en todo caso, se resolvería una
vez cristalizado el proceso revolucionario y superada la
contradicción fundamental de la sociedad capitalista entre
capital y trabajo. De esta forma lo ilustra Celina, militante

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Formas organizativas y ethos militantes • 199

de la generación del setenta y hoy referente del FPDS: “en


nuestra época toda la cosa del género, no formaba parte ni
del imaginario” (Celina -generación ‘70).
Así, mientras las corrientes feministas se consolidaban
en la academia y en los movimientos sociales de los países
centrales, las organizaciones de izquierda locales omitían o
incorporan apenas en forma marginal la cuestión de género
(Guzmán, 2011). A pesar de ello, huelga destacar que duran-
te los setentas las reivindicaciones de género encontraron
importantes canales orgánicos de expresión, si bien no en
partidos políticos o sindicatos, pero sí en el movimiento
feminista que tuvo importante desarrollo político en el país.
Entre 1970 y 1976, existieron una serie de organizacio-
nes y movimientos tales como la Unión Feminista Argen-
tina (UFA), el Movimiento de Liberación Feminista (MLF)
y el Movimiento Feminista Popular (MOFEP), entre otros
(Cano, 1982); de hecho muchas mujeres feministas debieron
exiliarse o pasar a la clandestinidad una vez acontecido el
golpe militar de 1976 (Tarducci y Rifkin, 2010). Ahora bien,
como observamos, las reivindicaciones de género quedaron
en los años ‘70 asociadas directa, por no decir únicamen-
te, a las organizaciones y movimientos específicamente de
mujeres. Estas organizaciones, colectivos y movimientos de
liberación femeninos se encontraban integrados casi exclu-
sivamente por mujeres y, como organizaciones, anclaban
sus reivindicaciones casi en forma total en la cuestión de
género. Por el contrario, las organizaciones armadas clasis-
tas, partidarias y/o sindicales fueron reticentes a incorporar
la demanda de género, lo cual implicaba también repensar
en su interior la configuración desigual de poderes entre
varones y mujeres.
Entradas las décadas del ‘80 y ‘90 se multiplicaron
las organizaciones de mujeres, ligadas principalmente a
la reivindicación de derechos. Estas organizaciones, que
comenzaban a trabajar por un lado desde lo emocional
con un conjunto amplio de mujeres y por el otro, desde
las actividades contenciosas frente a las autoridades por

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200 • Formas organizativas y ethos militantes

el reconocimiento de los derechos femeninos, fueron de


hecho consideradas como organizaciones paradigmáticas
de los ‘nuevos movimientos sociales’ locales en la década
del ‘80 ( Jelin, 1989).
Pero lo más interesante para nuestro enfoque es que
en estas décadas no sólo afloraron más organizaciones de
mujeres, sino que las organizaciones tradicionales (como
partidos políticos y sindicatos) sumadas a los movimien-
tos sociales emergentes, comenzarán a incluir demandas de
género en forma transversal, superando la segmentación a
la que había quedado confinada la lucha de las mujeres en
las décadas anteriores. Así, por ejemplo, “en las décadas de
los ‘80 y los primeros años de los noventa fueron tiempos
en que surgieron algunos espacios de mujeres en el movi-
miento sindical” (Chejter y Laudano, 2002: 5).
Este proceso es corroborado por militantes de las gene-
raciones del ‘70 y del ‘80 del FPDS, quienes resaltaron en
más de una oportunidad que la ‘transformación’ respecto a
cómo eran vistas las desigualdades de género en su militan-
cia, se dio precisamente en ese segmento temporal que va
desde el retorno a la democracia al auge del neoliberalismo:

en la década de los ‘80 cuando vienen las compañeras exilia-


das, de México fundamentalmente…imaginate 75-85 fueron
los diez años de las mujeres, nosotros vivimos en un oscu-
rantismo total entre el 75 y el 85. Porque cuando vienen las
compañeras y plantean este debate…yo tardé años en darme
cuenta que el patriarcado existía y como me jodía mi vida
militante y personal…años tardé (Celina -generación ‘70).

En una cartilla elaborada por el Espacio de Mujeres del


FPDS, también se da cuenta de esa transformación gene-
racional: “En los ‘70 las mujeres salieron del lugar priva-
do cuestionando y visibilizando al conjunto de la sociedad
la doble explotación de la mujer (adentro y afuera de la

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Formas organizativas y ethos militantes • 201

casa)”1. Esa tensión que planteaban las mujeres militantes en


los ‘70, comenzó a atravesar fuertemente las subjetividades
políticas al interior de las organizaciones de finales de los
ochenta y principios de los noventa.

Mujeres y movimiento piquetero en el contexto


neoliberal

La mujer es central en el desarrollo del movimiento.


Quizás no en el nivel de representaciones,
ahí lo cuantitativo no se ve reflejado,
es decir no está reflejado en las instancias
de responsabilidad, pero la mujer es mayoritaria
y en los comedores, en las copas de leche es hegemónica2.

Fue justamente entrada la década del ‘90, partir de la des-


composición social que sobrevino al auge del neolibera-
lismo, con la pérdida de los marcos regulatorios que las
estructuras formales de empleo brindaban (Svampa, 2005)
y con la consiguiente reconfiguración de la militancia a
partir de actividades sociales como merenderos, toma de
tierras, comedores y ollas populares, que asistimos a una
nueva relación entre mujer y política. En este marco, pre-
senciaremos un elevado protagonismo de las mujeres en las
organizaciones de desocupados que, como desarrollamos
anteriormente, comenzarán a poblar la geografía nacional
hacia finales de la década del ‘90. Así,

la presencia femenina en el conjunto de estas formas urbanas


de organización es, más que mayoritaria, decisiva, pues no
se trata solamente de una participación cuantitativamente
importante de mujeres, sino de una real gestión organizativa

1 Cartilla del Área de Género, FPDS.


2 Testimonio de un referente de un Movimiento de Trabajadores Desocupa-
dos citado en Maneiro, 2012.

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202 • Formas organizativas y ethos militantes

que descansa cotidianamente en una fuerza de trabajo feme-


nino (Hardy, 1986: 68).

Algunas de las características de la presencia femenina


en la práctica de este tipo de organizaciones han sido tra-
bajadas por Massollo (2005), entre ellas la autora hace foco
en el tipo de tareas a las que tempranamente quedan con-
finadas las mujeres: “se proyecta su rol doméstico sobre
el espacio público (…) la participación de las mujeres se
concentra en cuestiones y tareas relativas a las necesidades
básicas de la familia y la comunidad” (Massollo, 2005: 2).
Este fenómeno que había sido trabajado por Rauber
(2000), más adelante encontrará en los aportes de Cross y
Partenio (2004) y de Vaggione y Avalle (2007), herramientas
clave para analizar el rol de las mujeres en diversos movi-
mientos piqueteros. Las tensiones de género que aparecen
a la hora de la constitución de los liderazgos al interior
de las organizaciones, a partir de un estudio de caso de
cuatro organizaciones piqueteras fue presentado por Cross
y Freytes Frey (2007); allí indagan en la diferencia entre
referentes y dirigentes, a partir de la división sexual de las
tareas al interior de las unidades de estudio elegidas, una de
las cuales refiere al FPDS. Más tarde el trabajo mencionado
de Partenio (2008) profundizó el abordaje del ‘Espacio de
Mujeres’ del Frente, en lo que constituye un aporte suma-
mente relevante para nuestro enfoque. Una mirada similar
pero dedicada a analizar los sentidos de la politización de
género que atraviesan las trayectorias de las mujeres que
participan del Espacio de Mujeres del FPDS, fue presentado
en los últimos años por Espinosa (2011), trabajo que vuelve
a ser retomado al final de este capítulo. Por su parte, Longo
(2012) abordó las representaciones sociales de mujeres que
participan en movimientos sociales del país, tomando como
uno de los casos de estudio, al FPDS.
Recientemente, y a pesar del avance conceptual revisa-
do más arriba, se ha puesto foco en la dificultad empírica
que tienen las mujeres para hacer una ‘lectura de género’ de

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Formas organizativas y ethos militantes • 203

su militancia, por encima de la lectura de clase que tienen


incorporada en los movimientos piqueteros (Varela, 2012).
Algunas de estas tensiones que marca la bibliografía espe-
cializada entre referencias, dirigencias, lecturas de género y
de clase, aparecen expresadas a continuación en el análisis
de la dimensión empírica de las relaciones de género en
nuestra unidad de estudio. Esas tensiones entre las pro-
puestas ligadas a la cuestión de género y las apropiaciones
por parte del resto de la organización, principalmente de
aquellos espacios con amplia participación masculina, serán
trabajados empíricamente desde los procesos de formación
política y del desarrollo del Espacio de Mujeres del Frente.

La cuestión de género en el plano conceptual en el


FPDS

Nosotras entendemos que en la construcción


de poder popular para el cambio social desde ahora,
para ser mejores personas, necesitamos de varones,
mujeres y otras identidades sexuales
anticapitalistas y antipatriarcales.
Cartilla del Área de Género -FPDS-

El primero de los planos donde observaremos el lugar que


ocupa la cuestión de género en el FPDS, es el plano con-
ceptual. Como vimos, definiciones específicas relativas a la
cuestión de género no fueron tenidas en consideración por
parte de las organizaciones clásicas de los ’70 en el país,
quedando estas definiciones limitadas a las organizaciones
de mujeres o feministas. En los ‘80, el proceso fue doble:
mientras se multiplicaban las organizaciones de mujeres, a
la vez sus demandas comenzaban a permear la subjetivi-
dad y las formas organizativas de todo el arco militante,
traduciéndose en la incorporación de la problemática de
género a los movimientos territoriales, partidos políticos,
sindicatos, etc.

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204 • Formas organizativas y ethos militantes

En lo que refiere a nuestra unidad de estudio, hemos


visto en el capítulo 4 que el FPDS se define como un movi-
miento ‘antipatriarcal’, además de ‘anticapitalista’ y ‘antiim-
perialista’. A continuación analizaremos el peso específico
que creemos tiene para el movimiento asumir esa defini-
ción y la diferencia en términos político-organizativos que
implica para una organización asumir esa definición. Por
ello sostenemos que la definición del FPDS como una orga-
nización antipatriarcal aparece como un rasgo sustancial
para entender el perfil táctico de nuestra unidad de estudio.
Como vimos en el capítulo anterior, la definición del
FPDS como “antipatriarcal” fue producto del debate en un
plenario nacional en el año 2007, y se logró en base al gran
capital militante acumulado en forma colectiva por el ‘Espa-
cio de Mujeres’. Esa definición implicó una transformación
cabal en el andar político de la organización, como surge de
uno de los materiales de difusión que tiene la organización,
la revista Cambio Social:

en el plenario de Mar del Plata, donde asumimos como


FPDS el antipatriarcado, surgió con fuerza la posibilidad y
la necesidad de comenzar hacer talleres mixtos de debates y
reflexión (…) nuestras construcciones teóricas surgidas des-
de las prácticas y el reconocimiento de la historia de luchas
de los movimientos de mujeres y feministas en nuestro país
y en América latina, han sido asumidas, en el mejor de los
casos, o por lo menos han permitido un debate no cerrado
que permite ser el disparador de una democratización en lo
interno y en el afuera3.

Creemos que esa democratización en los movimientos


actuales esta profundamente ligada a la idea de ‘prefigura-
ción’ como forma principal de abordar el perfil táctico de la
militancia. En este caso en notorio cómo el enfoque sobre
la importancia de las diferentes dimensiones de la opresión
se equipara. Si decíamos en el capítulo anterior que una

3 Revista Cambio social, N°4 junio 2009.

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Formas organizativas y ethos militantes • 205

definición estratégica va a comprometer la totalidad de los


recursos de la organización, plantear la definición de ‘anti-
patriarcal’ con el mismo rango de importancia que las de
‘anticapitalista’ y ‘antiimperialista’, significa como dijimos
que para el FPDS la contradicción entre capital y trabajo
(constitutiva de la dominación capitalista) o la contradic-
ción entre imperio y nación (que da cuerpo a la opresión
imperialista) requieren el mismo nivel de atención que la
contradicción y desigualdad entre los géneros: “algunos y
algunas que se plantean como anticapitalistas no incorpo-
ran la lucha antipatriarcal y muchos feminismos sostienen
que la pelea no es contra el capitalismo sino primero contra
el patriarcado”4; es por eso que la incorporación del ‘antipa-
triarcado’ por parte del FPDS marca un clivaje conceptual
notable en el desarrollo teórico-político de las organizacio-
nes sociales nacidas post crisis del 2001, en lo relativo a
la cuestión de género.
Haberse asumido como una organización antipatriar-
cal significa que la disputa contra el patriarcado como siste-
ma de dominación, conserva igual importancia que la lucha
contra el capitalismo y contra el imperialismo. Este encua-
dre marca un diferencia notable respecto de la primacía
del ‘clasismo’ de los ‘70 como contradicción fundamental
de la sociedad: “cómo el tema de la cosa de clase, como
las obreras del Swift, en ultima instancia era en el trabajo
colectivo, en el trabajo en las fábricas…pensábamos cómo
esas obreras del Swift habían roto con esas diferencias de
género…era una idealización!” (Celina -generación ‘70). Si
analizamos este testimonio de Celina, vemos que en los ‘70,
incluso cuando las desigualdades de género eran percibi-
das por la militancia, la centralidad que se le otorgaba a
la resolución de la ‘contradicción principal’, incorporaba a
la vez el camino hacia la resolución de las desigualdades

4 Estas expresiones aparecen en la “sistematización” que fue presentada en la


“cartilla” del “Primer Campamento de Formación en Género”, editada por el
Espacio de Mujeres en junio de 2007.

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206 • Formas organizativas y ethos militantes

de género; mirado desde el presente, Celina considera ese


enfoque como ‘idealizador’.
Con ello, Celina, formada en la militancia setentista,
nos reafirma que la conformación de los ethos militantes
no representa esquema de valores y subjetividades políticas
anquilosadas e inmutables. Más bien este testimonio, suma-
do a los de María, otra militante de la generación setentista
del FPDS, ponen en evidencia que el ethos militante pro-
porciona un marco general de identidad política que luego
puede integrar otros modos, concepciones y prácticas orga-
nizativas que fuesen masificadas a partir de una generación
política posterior. De esa forma, la constitución de los ethos
militantes, válida en forma analítica y metodológica para la
aprensión de la realidad a estudiar, muestra en la base empí-
rica un escenario con más matices que aquel que nos plan-
teamos al inicio, como matriz de abordaje generacional.
Sin embargo, es necesario también analizar en clave
cítrica la asunción del FPDS como movimiento patriarcal,
pero no aún como movimiento ‘feminista’. Como dijimos al
comenzar el capítulo, las orientaciones subjetivas, las con-
signas políticas y las formas organizativas del movimiento
en lo que refiere a la atención de la cuestión de género,
parecerían inscribirse en un enfoque que retoma elementos
de análisis del ‘feminismo crítico’ y se asemeja en la prácti-
ca a la corriente del ‘feminismo popular’. Sin embargo, esa
inscripción forma parte de una conceptualización nuestra,
siendo que no es una decisión orgánica del FPDS definir-
se por el feminismo popular, demostrando una ausencia
en la definición ‘propositiva’ en cuanto a la cuestión de
género. En caso que el movimiento avanzara en este sen-
tido, sostenemos que la asunción del Feminismo Popular
sería pertinente.
Esta falta de definición en sentido positivo, tal vez
pueda ser entendida a partir de dos dimensiones, por un
lado por los procesos internos aún abiertos en el movimien-
to y, por el otro, por la falta de definiciones ‘propositivas’
que en general presentan estas experiencias. Es importante

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Formas organizativas y ethos militantes • 207

destacar que analizando los materiales orgánicos, docu-


mentos y comunicados del movimiento encontramos en
general una abundancia de definiciones ‘por la negativa’
(donde prolifera el prefijo ‘anti’) y una escases de definicio-
nes propositivas que supongan un proyecto a futuro. Den-
tro de ese marco general de falta de definiciones propositi-
vas proponemos leer la adopción del ‘antipatriarcado’, pero
no aún del ‘feminismo’ u otra corriente propositiva5.
Esta dificultad por asumir definiciones que sugieran
proyectos a futuro ha sido resaltada por algunos autores
como una de las falencias principales que presenta la ‘nueva
militancia’ surgida en torno al 2001. Esas críticas apun-
tan a que la nueva generación no logra indagar en forma
precisa en el capitalismo contemporáneo: “celebrar la nega-
tividad, cuestionar las definiciones y formular preguntas
sin respuestas obstruye esta indagación” (Katz, 2004: 2).
Desde otra perspectiva, las críticas a la falta de definicio-
nes propositivas han sido matizadas, relacionando el origen
de las críticas con las formas aparentemente vetustas de
hacer política: “algunos dicen que (las nuevas organizacio-
nes) no son políticas, o que son anti-políticas. Esto suele
estar relacionado con sus experiencias en las “viejas” formas
de hacer política” (Sitrin, 2010: 135). A nuestro juicio, la
dificultad por elaborar conceptualizaciones teóricas en cla-
ve propositiva es, sin duda, un dato que caracteriza a estos
movimientos, más allá de la crítica o de la celebración de
este hecho en función del encuadre ideológico desde el cual
percibamos el dato.
Cabe agregar, sin embargo que aún en ese marco de fal-
ta de definiciones propositivas, en el ultimo tiempo el deba-
te teórico y político al interior del Frente llevó a incorporar

5 Cabe destacar que, fuera del período de estudio comprendido en este traba-
jo, en el año 2013 el FPDS asumió finalmente la definición por el ‘feminis-
mo’. Esta definición propositiva, junto con otras nuevas definiciones y tácti-
cas que el movimiento incorporó en los años subsiguientes a la finalización
de esta tesis, fueron trabajadas en profundidad en mi trabajo doctoral ya
mencionado en la introducción.

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208 • Formas organizativas y ethos militantes

la definición del ‘Socialismo desde Abajo’ como horizonte


propositivo al movimiento: “somos una organización anti-
capitalista, antiimperialista y antipatriarcal, síntesis de dis-
tintas tradiciones políticas y organizativas de nuestro pue-
blo. Tenemos como objetivo estratégico el socialismo desde
abajo y buscamos prefigurarlo en nuestras prácticas desde
el ahora”6. Ahora bien, en lo que refiere a la cuestión de
género, el arribo a una definición propositiva, entre las cua-
les el ‘feminismo popular’ aparecería como posible horizon-
te teórico-político, continúa siendo una deuda pendiente
del movimiento a nivel conceptual.
Esto podría analizarse como parte de una contradic-
ción interna en tanto atención a la cuestión de género,
siendo que si bien la definición de antipatriarcado se ubica
al mismo nivel de importancia que la de ‘anticapitalismo’,
en lo que refiere a la dimensión propositiva, nuevamente
la cuestión de género podría aparecer relegada y subor-
dinada a otra definición ‘más amplia’ (el Socialismo desde
Abajo) que la contendría, reeditando algunas modalidades
del enfoque setentista para la cuestión de género. Esto indi-
caría, al menos en el plano conceptual, límites del nuevo
ethos militante en cuanto a la potencialidad de su perfil
‘prefigurativo’.
Esto no quiere decir, desde ya, que los militantes del
ethos setentista ejerzan resistencias hacia la ampliación de
definiciones prefigurativas de las desigualdades de género,
mientras los militantes jóvenes las impulsan decididamen-
te. Por el contrario, lo que creemos percibir es que tanto
los procesos organizativos como las definiciones políticas
que expresa nuestra unidad de estudio, son la resultan-
te de una compleja y contradictoria articulación de pers-
pectivas generacionales que también van experimentando

6 “Seguimos Construyendo Poder Popular. Por el Socialismo desde abajo”,


Comunicado del FPDS, 21 de Enero de 2013. URL: http://fpds-
rosario.blogspot.com.ar/2013/01/seguimos-construyendo-poder-popular-
por.html Fecha de Consulta 03/04/2013

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Formas organizativas y ethos militantes • 209

transformaciones en si mismas, como analizamos más arri-


ba en función del testimonio de Celina y de otras militantes
de la generación setentista, que hoy tienen otra percepción
sobre la lucha de género.
Para continuar observando potencialidades, límites y
tensiones en las apropiaciones de la política de género en
nuestra unidad de estudio, en el apartado que sigue daremos
cuenta de dos dimensiones empíricas en las cuales se expre-
sa la política concreta y cotidiana del movimiento. Antes de
ello, presentamos algunas apreciaciones epistemológicas y
metodológicas que se nos presentaron a la hora de abordar
empíricamente estas dimensiones.

La cuestión de género en el plano empírico

La observación de las tensiones, apropiaciones, avances y


retrocesos en la lucha de género en la práctica concreta de
un movimiento, constituye una tarea huidiza para la inves-
tigación social. Creemos que la observación de la dimensión
empírica de las relaciones de género en un movimiento
social es cuanto menos, más problemática que la atención a
su tratamiento conceptual. Al tratarse de una cuestión que
atraviesa a las formas de relacionamiento cotidianas, resul-
tan esquivan para el trabajo científico, siendo que pueden
presentarse muchas diferencias o ‘dobles discursos’ entre la
práctica pública y el ámbito privado, o entre los testimo-
nios políticamente correctos de los militantes y su práctica
política concreta. Con ello, dar cuenta del estado actual del
perfil táctico de la militancia respecto de las relaciones de
género en el plano empírico, es una empresa ciertamente
dificultosa. No obstante, a partir de las herramientas meto-
dológicas antes descriptas como la observación de espacios
de bases, de espacios de toma de decisiones, de actividades
públicas ligadas a la lucha de género y también de las entre-
vistas en profundidad, creemos que podemos acercar una

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210 • Formas organizativas y ethos militantes

mirada parcial pero no por ello menos significativa respecto


de este tema. Esta mirada focalizará, como hemos dicho,
en los procesos de formación política por un lado, y en el
desarrollo del Espacio de Mujeres, por el otro.

La formación política en clave de género

No se es sino siendo. Si somos antipatriarcales o no,


lo tenemos que saldar en la práctica.
Cartilla del Área de Género -FPDS-

Los procesos de formación política, los contenidos teóricos


y los materiales de estudio que direcciona un movimien-
to hacia su militancia, constituyen datos significativos para
sopesar objetivos y prioridades estratégicas de la organiza-
ción. Así como la centralidad de la ‘contradicción principal’
en el análisis de la etapa política signó, como fue dicho,
la perspectiva política hegemónica de las organizaciones
setentistas. Este enfoque nutrió por consiguiente los mate-
riales y los procesos de formación política de la militancia
durante las décadas del ‘60 y ‘70. Como muestra citamos a
continuación un párrafo del Manual de la Militancia Polí-
tica del año ‘73, escrito por Eduardo Astesano, que tuvo
amplia difusión en la militancia local, principalmente en
aquella de raigambre peronista:

en todas las situaciones, hechos o procesos de la naturaleza,


de la sociedad o del pensamiento, conviven muchas contra-
dicciones, pero solamente existe, una, que es la principal,
cuya existencia, desarrollo y muerte influencia y determina el
desarrollo de todas las otras (Astesano, 1973: 113)7.

7 La ‘contradicción principal’ sirve como método hegemónico de lectura polí-


tica de las organizaciones setentistas; con ello, será después el encuadre
ideológico el que permitirá a cada organización definir en función de la eta-
pa política cuáles son los componentes de dicha contradicción. Así, las orga-
nizaciones clasistas priorizarán la contradicción entre Capital y Trabajo,

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Formas organizativas y ethos militantes • 211

A partir de las transformaciones en la subjetividad y


en las formas organizativas que tuvieron lugar hacia finales
de la década del ‘90, los nuevos horizontes estratégicos y
las prácticas prefigurativas que los movimientos se fueron
dando, tendrán su correspondencia en los materiales y en
los procesos de formación política que los movimientos
encaran.
Esto queda evidenciado en nuestra unidad de estudio
en los contenidos teóricos e ideológicos de sus materiales
de formación política que empiezan a incluir dimensiones
que se encontraban ausentes en los materiales de formación
de las organizaciones de décadas anteriores. Así, los cua-
dernillos de formación del FPDS sobre la ‘prefiguración’ o
sobre la ‘mística’, aparecen como novedad leídos en clave
generacional. Entre estas ‘novedades’, la presencia de mate-
riales relativos a las desigualdades de género, al patriarcado
e incluso a los ‘feminismos’ proliferan en el Frente; debemos
sumar a estas ‘novedades’ la presencia de lenguaje no sexista
en materiales de difusión8. Pero no solamente los materiales
de formación del FPDS incluyen temáticas de género, sino
que el movimiento realiza una vez al año un Campamento
de Formación en Géneros de dos días de duración.
Florencia Partenio, quien ha trabajado en profundidad
el lugar de la cuestión de género en el FPDS, señala que
estas prácticas de formación “abren debates y construyen
definiciones que interpelan no sólo a las organizaciones que
integran el FPDS, sino también al movimiento de mujeres y
a los feminismos” (Partenio, 2008: 22). Esto muestra que el
enfoque de género que se propone el Frente no es solamente
novedoso para su militancia, sino también para el conjunto

mientras que los movimientos de cuño nacionalistas revolucionarios pon-


drán el foco en la tensión entre Imperialismo y Nación.
8 Este lenguaje también se expresa en las entrevistas donde tanto varones
como mujeres, han demostrado un permanente cuidado por dar cuenta de la
representatividad de género en el discurso. Así, alusiones a ‘compañeros y
compañeras’, o a ‘todos y todas’ fueron factores comunes en la mayoría de
las entrevistas.

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212 • Formas organizativas y ethos militantes

de organizaciones territoriales, estudiantiles, culturales y


sindicales que de un tiempo a esta parte han comenzado
a militar desde enfoques similares a los del Frente. Prueba
de ello sería también la fuerte presencia en los Campa-
mentos de Formación en Géneros de organizaciones invita-
das tanto del ámbito territorial, como colectivos de educa-
ción popular y organizaciones estudiantiles, demostrando
el dinamismo del FPDS en cuanto a la política de género.
A nivel conceptual en estos materiales y procesos de
formación, las corrientes políticas y las definiciones más
debatidas son el ‘patriarcado’, el ‘antipatriarcado’ y los ‘femi-
nismos’. Hemos mencionado ya que el antipatriarcado cons-
tituye una definición estratégica del Frente, no así el femi-
nismo. A pesar de esto, tanto en los contenidos de los
campamentos como en las instancias orgánicas multisecto-
riales, el debate acerca del feminismo ha estado sin dudas
presente en el Frente. Según Partenio “en el ‘taller de femi-
nismo’ –realizado en el marco del Campamento- los deba-
tes se dieron en torno a la posibilidad de visibilizar los
mitos del feminismo y recrear la existencia de varios femi-
nismos” (Partenio, 2008: 22). Aparece entonces con bastante
claridad que la discusión en torno al feminismo ha estado
presente en el debate interno y continúa sin ser saldada.
Una prueba de esto surge de los ‘desafíos hacia delante’
que se plantean en la sistematización de uno de los campa-
mentos de formación en género:

los feminismos y la lucha de las mujeres siguen siendo invisi-


bilizados y necesitamos recuperar muchas de sus propuestas
como parte de la lucha contra la desinformación y la satani-
zación que universaliza a todos los feminismos aún a aquéllos
con los que nos identificamos9.

Esos desafíos fueron retomados en los campamento


subsiguientes donde se volvió a poner el foco en la cuestión

9 Cartilla del Espacio de Género, año 2007.

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Formas organizativas y ethos militantes • 213

del feminismo: “Nosotras queremos un feminismo que nos


involucre a todos y a todas, que sea combativo, activo,
antipatriarcal, anticapitalista, en las calles y por el cambio
social”10.
En suma, el lugar que ocupan el antipatriarcado y las
corrientes feministas en la formación política del FPDS es
otro de los puntos de trasparencia que creemos visibiliza
el esquema complejo y articulado de ethos militantes que
coexisten en el FPDS. En esa yuxtaposición de formas orga-
nizativas y subjetividades políticas de generaciones mili-
tantes diversas, nuevamente aparecen puntos de contacto
con los enfoques de generaciones pasadas, aunque integra-
dos a un abordaje general principalmente prefigurativo del
modo de encarar las desigualdades de género, que reenvía
sin dudas al ethos ‘01. En ese sentido, se trata de prefigurar
otras relaciones sociales donde la formación política de los
militantes necesariamente incluya el debate de género.

El Espacio de Mujeres del FPDS

Surgimos junto al humo de las gomas quemadas


en la lucha por justicia por Darío y Maxi
en los cortes de los 26 en el Puente Pueyrredón.
Allí arriba, el 26 de setiembre 2003 hicimos la
Primera Asamblea de Mujeres.
Cartilla del primer campamento de formación en género

En el siguiente apartado presentamos una historización y


un análisis, desde la perspectiva del análisis de los ethos
militantes, del espacio privilegiado a partir del cual se cana-
lizan las demandas de género en la práctica del Frente
Popular Darío Santillán: el Espacio de Mujeres (EM). La
constitución y desarrollo de este espacio, en diálogo con la
observación de algunas de las actividades que este espacio

10 Sistematización del Campamento de Formación de Género del año 2007.

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214 • Formas organizativas y ethos militantes

impulsó en el período que duró nuestro trabajo de campo,


sumado a los testimonios de las entrevistas, nos sirvieron
como fuentes privilegiadas de recolección de datos en torno
a la dimensión empírica de la cuestión de género y el perfil
táctico. Creemos que el desarrollo del ‘espacio de mujeres’
funciona entonces como otro de los puntos de transparen-
cia a partir de los cuales visibilizar en forma privilegiada
avances, tensiones y proyecciones en función de la pre-
figuración y el perfil táctico de los militantes de nuestra
unidad de estudio11.
Como se advierte a partir de la cita que encabeza este
subcapítulo, fue ‘allá arriba’, es decir en el puente Pueyrre-
dón donde en 2003 un grupo de mujeres de la Coordina-
dora de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón (CTD-AV)
realizó una primera asamblea de mujeres. Es importante
resaltar que el impulso por parte de un grupo de mujeres de
un espacio que comienza a problematizar las desigualdades
de género, no sólo en la sociedad sino al interior mismo de
la organización, generó incomodidad en algunos sectores
de la CTD-AV: “todo lo que era el espacio de la mujer, por
ejemplo, se armó por una iniciativa de compañeras, yo me
acuerdo los quilombos que tuvimos con La Verón porque
las mujeres se reunían en el puente, en los 26” (Guillermo
-generación ‘70). Es decir que en un primer momento, esta
iniciativa no se granjeó automáticamente el beneplácito del
resto de la organización sino que, veremos, fue un proceso
largo y complejo el que tuvo que atravesar el EM para lograr
consolidarse y legitimarse.

11 Como mencionamos más arriba, un estudio exhaustivo específicamente


dedicado a las relaciones de género en el FPDS encontramos en Partenio
(2008). En ese estudio se periodiza y analiza taxativamente este espacio, pre-
sentando límites y potencialidades que tomamos como piso para nuestro
análisis. Aún así, creemos necesario presentar una breve historización del
espacio, pero leído en función de nuestro problema de investigación, es
decir de las tensiones y diálogos entre los diversos ethos militantes que
coexisten en el FPDS.

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Formas organizativas y ethos militantes • 215

A pesar de las reticencias iniciales, este grupo de muje-


res aún encuadradas en la CTD-AV continuaría con su
práctica de juntarse en el puente Pueyrredón todos los
26 de junio, en el marco de la movilización mensual en
memoria de la Masacre de Avellaneda12. Estos encuentros
mensuales se irían transformando en una práctica cotidiana
sostenida por un conjunto de mujeres de diversas organi-
zaciones, hasta llegar a constituir la Asamblea de Mujeres
de La Verón; este espacio es el antecedente organizativo
más cercano que va a reconocer el posterior ‘Espacio de
Mujeres’ del Frente.
En un primer documento llamado ¿Por qué un espacio
de mujeres en la Verón?, la Asamblea de Mujeres justificaba
así su surgimiento:

porque somos mujeres trabajadoras desocupadas que traba-


jamos en los barrios, en los comedores, en las relaciones con
otras organizaciones, en la formación, en la producción de
los MTD y ponemos nuestros ovarios todos los días. Por-
que en los MTD, cada 10 compañer@s, 8 somos mujeres
(…) Porque somos mujeres al frente y en la lucha, mujeres
en las calles y por el cambio social, piqueteras y luchado-
ras, trabajadoras desocupadas que ponemos el cuerpo y nos
comprometemos13.

Es notorio como en estos primeros pasos, el lenguaje es


llano y con un fuerte componente de lucha y territorialidad.
Esto puede pensarse, claro está, a partir de que La Verón,
a diferencia de lo que será el FPDS más adelante, era una
coordinadora exclusivamente de organizaciones barriales.
Así, la necesidad del espacio aparece en un primer momento
ligada a instalar debates respecto a situaciones de violencia
de las mujeres de los movimientos, o a la injusta división

12 Al día de hoy, el FPDS continúa realizando una concentración mensual cada


día 26, en la cual se realiza un corte de la Avenida Hipólito Yrigoyen en la
puerta de la estación Avellaneda, donde fueron asesinados Darío Santillán y
Maximiliano Kosteki en 2002.
13 Documento “Género: el espacio de mujeres de la Verón”, año 2003.

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216 • Formas organizativas y ethos militantes

de tareas entre varones y mujeres en los MTD. Alusiones


de carácter más general entorno a la cuestión de género
como al patriarcado o al feminismo, no abundan en los pri-
meros documentos, quedando la cuestión de género ligada
directamente a necesidades reivindicativas de las mujeres
de los barrios.
Pero esta característica irá encontrando profundas
modificaciones en los años subsiguientes, lo cual dará cuen-
ta del desarrollo y ampliación de los horizontes y las prác-
ticas políticas del Espacio de Mujeres. En un Encuentro de
Mujeres que la Asamblea de Mujeres convocó para el 19 de
noviembre de 2003 en el predio Roca Negra, del MTD de
Lanús en la Provincia de Buenos Aires, las elaboraciones
comienzan a presentar más definiciones políticas y menos
reivindicativas. Entre algunas de las síntesis que salen pro-
ducto del trabajo en comisión de las mujeres encontramos:

*Fortalecer la formación política de las mujeres.


*Participamos mucho en practica (trabajo – piquete) y nos falta parti-
cipación en la toma de la palabra en los espacios públicos.
*Plantearnos nuestro derecho a hablar/ a participar sobre todo en
lo político; no es contradicción el cuidado de los hijos e hijas y la par-
ticipación en la lucha14.

Como vemos, se evidencia un crecimiento en los hori-


zontes y desafíos que el espacio plantea; en ese crecimien-
to la crítica de las mujeres comienza a orientarse hacia la
reducida participación orgánica del género femenino en la
estructura política de La Verón. A partir de este piso en
la discusión, una vez conformado el Frente Popular Darío
Santillán en 2004, nace en forma oficial el ‘Espacio de Muje-
res’ (EM) del FPDS. Sostenemos que el carácter multisec-
torial del Frente y el avance en sus alianzas políticas son

14 Sistematización del Encuentro de Mujeres, 19 de Noviembre de 2003, URL:


http://mujeresdelfrente.blogspot.com.ar/2003/11/encuentro-
mujeres-19-noviembre-2003.html, Fecha de Consulta 05/04/2013

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Formas organizativas y ethos militantes • 217

dos factores que impulsarán un avance cualitativo en esta


experiencia.
Desde allí, el desafío principal que encarará el EM
estará signado por el traspaso desde las reivindicaciones
puntuales de las mujeres hacia las demandas más genera-
les y políticas en torno a la cuestión del patriarcado y el
feminismo. En este abanico encontramos una diversidad de
demandas que terminan siendo difíciles de transitar para
los espacios de mujeres, los cuales quedan muchas veces
entrampados en la tensión entre la ‘urgencia’ y el ‘proyecto’
(Merklen, 2005). Con ello, la forma en que se instala en un
principio la cuestión de las desigualdades entre las mujeres
está más ligada, siguiendo la tensión propuesta por Mer-
klen, a la urgencia. Sin embargo, el espacio de mujeres no se
va a conformar con la atención de las cuestiones meramente
reivindicativas y perentorias ligadas a las desigualdades de
género, sino que apuntará a la instalación de un proyecto
relacionado al antipatriarcado y/o al feminismo hacia el
interior de todo el Frente: “ellas apuestan a una construc-
ción y legitimación de este espacio “como una prioridad…
como una política del movimiento” (Partenio, 2008: 26). De
esta forma el EM comenzará a instalar la problemática en
clave del ‘Proyecto’ y lo hará a partir de la militancia coti-
diana y del dinamismo que empieza a mostrar el espacio.
Esa apuesta se multiplicará y ramificará en forma expo-
nencial en los años subsiguientes. En la cotidianidad de
la práctica militante del Frente comenzarán a proliferar la
confección de cartillas de género, los talleres de género, la
multiplicación de grupos de mujeres en los MTD, pero tam-
bién en las organizaciones estudiantiles con Comisiones y
grupos de género. De esa forma, llegaremos al año 2007 con
una acumulación de capital militante colectivo por parte del
EM del Frente que, como vimos en el capítulo 4, le permiti-
rá entre otras cosas, instalar y ganar el debate en torno a la
definición del Frente como organización antipatriarcal.
Ahora bien, cabe señalar que aquellas reticencias origi-
nales de algunos sectores de La Verón a la constitución de

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218 • Formas organizativas y ethos militantes

un grupo de mujeres no terminaron de disiparse en el Fren-


te, incluso después que éste se defina como antipatriarcal.
La principal forma de expresar esa reticencia se expresó en
la falta de apropiación por parte de los varones, principal-
mente, de algunas actividades impulsadas por el EM.
Un ejemplo de esto encontramos al analizar la parti-
cipación de los varones en las actividades impulsadas por
el EM; como ejemplo paradigmático de ello tenemos a los
campamentos de formación en géneros ‘mixtos’. Los prime-
ros campamentos de formación en género15 estaban inte-
grados exclusivamente por mujeres, pero más adelante el
EM propuso integrar a los varones a los campamentos,
entendiendo como una necesidad dar debates en conjunto
entre varones y mujeres para encarar las desigualdades. Esta
integración se hizo a partir del establecimiento de cupos
para que la presencia masculina sea moderada y no exage-
rada. De manera provisoria, en los primeros campamentos
mixtos no solo la cantidad de varones no superó el ‘cupo’,
sino que siquiera alcanzó a cubrirlo; la mayoría de los varo-
nes había decidido no participar del campamento.
A partir de estas ‘tensiones’ y reticencias, en 2007 el
espacio de mujeres repartió, en el medio de una movili-
zación del FPDS por un reclamo al Estado, unos volantes
“falsos” que postulaban la supuesta definición del movi-
miento como ‘Feminista, Anticapitalista y antipatriarcal’; las
militantes del EM repartieron estos volantes que no lle-
vaban ninguna firma, principalmente a los varones. Varias
entrevistadas han resaltado ese episodio como muestra de la
autonomía de las mujeres para instalar en forma incómoda
y novedosa las contradicciones de género que aún existían
en el Frente. Nosotros proponemos leer esta situación en
dos sentidos; por un lado en cuanto a una evidente falta

15 Más adelante el EM comenzará a hablar de campamentos de formación “en


géneros”, pasando del singular al plural, lo cual implicaba también que en los
temas de la formación se incluía la problematización no solo del lugar de la
mujer sino de todos los géneros de la sociedad como varones, mujeres, tra-
vestis, transexuales, etc.

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Formas organizativas y ethos militantes • 219

de apropiación por parte de los varones de las iniciativas


impulsadas por el EM y, en segundo lugar, en función de la
‘autonomía’ histórica que caracterizó el desarrollo del EM.
En primer lugar, es más que sugestivo que los varones
presenten reticencias a acoplarse a este tipo de propuestas
ya que pone en foco la dificultad para realizar o habili-
tar autocríticas sobre dimensiones de la opresión que son
muchas veces invisibilizadas y naturalizadas. Lo que se
esconde detrás de esa naturalización se liga con los bene-
ficios ‘naturales’ que obtienen los varones en función de la
opresión patriarcal (Hartmann, 1996).
Así, la asunción de un discurso antipatriarcal o incluso
de una definición política prefigurativa de la cuestión de
género fue mucho más fácil de incorporar para los mili-
tantes varones que la real apropiación de prácticas políticas
cotidianas que se dediquen a desandar las desigualdades de
género; esto se corresponde tal vez con una falta de auto-
crítica respecto de su lugar en relación con el de las mujeres
en el movimiento.
En segundo lugar esta falta de participación también
puede ser leída a partir de la ‘autonomía’ que caracterizó
históricamente el EM respecto de la orgánica del FPDS. Esa
autonomía, que le permitió al EM realizar movilizaciones,
cartillas, documentos, encuentros y talleres, muchas veces
sin tener que consultarlo orgánicamente en el Frente, sino
moviéndose con bastante libertad, podría ser una de las
claves a partir de la cual comprender la falta de apropia-
ción por parte de los varones. La falta de autocrítica por
parte de los varones y la ‘autonomía’ del espacio, entonces,
nos darían pautas para leer la tensión entre el dinamismo
del EM y la falta de apropiación de las actividades que el
EM proponía por parte del resto de las organizaciones del
Frente, principalmente aquellas con participación mayori-
taria masculina.
Sin embargo, cabe resaltar aquí que la autonomía para
encarar actividades no es patrimonio exclusivo del EM, sino
que es una característica general de la forma organizativa

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220 • Formas organizativas y ethos militantes

de nuestra unidad de estudio; esto surge de la observa-


ción de las formas en que son encarados algunos proyectos,
donde la libertad de los militantes es amplia respecto de
su estructura. Esa autonomía es reforzada también en los
testimonios, como en el caso de Guillermo:

en el frente hay mucha….podría contar muchas decisiones,


que hay una libertad para vos hacé lo que quieras, mientras no
comprometás a la organización, si vos decís ‘bueno yo voy a ir
a cagar a piedrazos una comisaría’, no, porque comprometés
a la organización, pero desde el punto de vista político, si vos
querés hacer la cosa… (Guillermo -generación ‘70).

A partir de esa ‘libertad’ entonces, el EM fue cons-


truyendo un camino sólido y amplio en la organización y
en el espacio público. Con ello, lograron construir “legiti-
midades, cuyo soporte fueron las prácticas de encuentro,
de articulación y de formación” (Partenio, 2008: 26). Pero
la construcción de estas legitimidades no siempre estuvo
acompañada de las apropiaciones colectivas. Esto generó un
escenario complejo donde la política de género era avalada
y legitimada por la mayoría, pero en la puesta en prácti-
ca la desigualdad se seguía expresando, mostrando la falta
de apropiación por parte de los varones. Pablo lo ilustra
en este pasaje en el que, luego de valorar algunos avances
en definiciones conceptuales que hizo el FPDS, focaliza en
las tensiones

algo más complejo es que vayan cambiando prácticas más


cotidianas, que muchas veces manifiestan injusticias natura-
lizadas, y por lo tanto invisibilizadas. Desde chistes machistas
entre compañeros, hasta roles aún desiguales en la crianza de
los hijos, o la reproducción de paradigmas machistas que los
compañeros reproducimos (Pablo –generación ‘80).

Otra de las tensiones del lugar de género en el plano


empírico del FPDS tiene que ver con la participación en
lugares de decisión y referencia por parte de las muje-

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Formas organizativas y ethos militantes • 221

res. Esta tensión fue trabajado recientemente por Maneiro


(2012), quien destaca la contradicción entre la composición
mayoritariamente femenina de los movimientos de desocu-
pados, y su “subrepresentación en las instancias de mayor
responsabilidad formal” (Maneiro, 2012: 172).
Aún así, unos años atrás Cross y Freytes Frey (2007),
destacaban que en el Frente se estaba llevando a cabo un
proceso mediante el cual algunas mujeres habían logrado
transcender el mero lugar en las actividades reivindicativas
del movimiento, para ocupar roles más importante o más
‘políticos’; sin embargo, estas autoras advertían acerca de
la diferenciación entre los roles de ‘referencia’ y de ‘diri-
gencia’, haciendo alusión a que, en todo caso, las mujeres
accedían al primero, quedando este último aún monopoli-
zado por los varones.
A partir de esa referencia y de lo que surge de nuestro
trabajo de campo, es importante dar cuenta de las tensiones,
contradicciones y resistencias que continúan apareciendo
por parte de los varones en el movimiento en función del
espacio interno que las mujeres tanto colectiva como indi-
vidualmente van ganando al acumular mayores niveles de
capital militante. Para un estudio que se centra en esas
tensiones, reconocemos el aporte sustancial de Espinosa
(2009), quien abordó las tensiones entre los avances de las
mujeres y las reticencias de los varones a partir de su trabajo
con el Espacio de Mujeres del FPDS. Problematizando la
noción de ‘armonía’, presenta una lectura crítica respecto de
las ideas de igualdad y desigualdad entre varones y mujeres
en nuestra unidad de estudio y pone de manifiesto la exis-
tencia de estas reticencias por parte de algunos varones.
A pesar de ello, cabe destacar que en la actualidad el
Frente presenta su segunda vocera mujer consecutiva, luego
de un período donde este rol fue ocupado por hombres.
Ese lugar, que podría ser tenido como un lugar de ‘refe-
rencia’ antes que de dirigencia, reafirma la transformación
que sostenían Cross y Freytes Frey (2007). Por otro lado,
el protagonismo de las mujeres en debates en instancias

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222 • Formas organizativas y ethos militantes

multisectoriales también podría presentar una reversión de


esa tendencia, habilitando la ocupación por parte de las
mujeres de lugares de dirigencia. Si bien es complejo poder
determinar los contornos de la participación de las mujeres
entre la referencia y la dirigencia, a pesar de estos avances,
el escenario no parecería presentar diferencias sustanciales
al descripto por Cross y Freytes Frey.
Es decir que el avance de la cuestión de género en
nuestra unidad de estudio, que a nivel conceptual es inne-
gable, en el plano empírico presenta muchas más marchas y
contramarchas; así, asistimos a un escenario contradictorio
y cambiante, donde algunas dimensiones de la perspectiva
setentista respecto de la subordinación de la cuestión de
género a otras contradicciones mas ‘importantes’, dialoga
en forma más fluidas con otros enfoques generacionales de
perfil prefigurativo.

Los debates de género en el movimiento

Como vimos, el EM fue impulsando una serie amplia


de actividades que lograron instalar problemáticas de las
mujeres, tanto en el plano conceptual como en el plano
empírico. Observando la amplitud de actividades y temá-
ticas que impulsan las mujeres en el movimiento, resulta
necesario incluir un apartado donde especifiquemos cuáles
son los debates internos más destacados ligados a la pro-
blemática de género, a la vez que detenernos a re pensar el
tratamiento y la canalización que dichas temáticas y deba-
tes han tenido; en tal sentido según surge del trabajo de
campo 2 son las temáticas más recurrentes que atraviesan
la cotidianidad de las mujeres en el movimiento: la violen-
cia de género y el aborto. Las entrevistadas han coincidido
en destacar que los abusos de violencia física y/o psíquica
que sufren las mujeres por su condición de tal, sumado
a la problemática de los embarazos no deseados y a las

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Formas organizativas y ethos militantes • 223

interrupciones de los mismos, son dos de los temas más


importantes en cuanto a la ‘agenda de género’ que atraviesa
las prácticas del FPDS.
La amplitud de la temática ofrece una multiplicidad de
análisis y lecturas que se podrían efectuar respecto de estos
temas: su abordaje, sus mecanismos de acompañamiento y
resolución, etc.; en nuestro caso decidimos focalizarnos en
el tipo de instalación de cada uno de esos temas en la agenda
del movimiento. Para ello, nos serviremos de la tipología
que presenta Partenio (2008) para dar cuenta de las mujeres
que participan de los diversos grupos de mujeres locales de
las organizaciones del FPDS y del Espacio de Mujeres del
movimiento. Partenio identifica tres vertientes a partir de
las cuales provienen las mujeres que participan del espacio
de mujeres del FPDS. La primera vertiente son las mujeres
‘nativas’ de los barrios. Las segunda vertiente es la estu-
diantil y esta conformada por mujeres jóvenes –de sectores
medios-; mientras que la tercera vertiente esta compuesta
por “mujeres que provienen de experiencias de militancia
en derechos humanos y del activismo en grupos feministas”
(Partenio, 2008: 15).
Desde dicho enfoque, lo que observamos principal-
mente a partir de los testimonios16 de las entrevistadas, es
que la problemática de la violencia de género es uno de los
temas, sino él tema, que con mayor recurrencia transita y
se presenta en reuniones, asambleas y talleres tanto del EM
del FPDS como de los grupos de mujeres de los diversos
movimientos que componen el Frente. Las reuniones de
los grupos de mujeres, de fuerte contenido afectivo y tes-
timonial, terminan en muchos casos hegemonizadas en un
alto porcentaje por la contención hacia mujeres del grupo
que están siendo víctimas de violencia física, económica,

16 Nos focalizamos aquí en las entrevistas siendo que la mayoría de los Espa-
cios de Género de cada movimiento, colectivo y/o organización del FPDS es
de participación exclusiva de mujeres.

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224 • Formas organizativas y ethos militantes

verbal o psicológica, generalmente de parte de algún varón


de su familia.
El trabajo de estos grupos intenta entonces dar relevan-
cia a la problemática que traen las mujeres al espacio, lograr
contenerlas emocionalmente y, a la vez, enmarcar política
y colectivamente la situación aparentemente individual de
la mujer afectada por la violencia de género, a partir de
lecturas, reflexiones, charlas y debates relativos al sistema
patriarcal. Por el contrario, en lo que refiere a los debates
y reflexiones en torno a la problemática del aborto, son
las militantes más experimentadas, muchas veces referen-
tes del movimiento, quienes se encargan en general de la
instalación de este tema que, aún siendo parte constitutiva
de la vivencia cotidiana de muchas mujeres ‘de base’ que
participan de los grupos de mujeres, no es presentado por
éstas con tanta facilidad:

“el tema del aborto algunas compañeras lo toman de toque,


sobre todo las más comprometidas con el movimiento, pero
en general a muchas mujeres no les es tan fácil hablar del
tema o pronunciarse a favor directamente, es muy fuerte
la presión social, de la iglesia, por suerte va cambiando y
cada vez se habla más del tema. Nosotras igual estamos todo
el tiempo tratando de debatirlo y poder ir más allá de la
moral pública que condena el aborto, porque mientras tanto
muchas chicas se mueren por abortos clandestinos” (Alejan-
dra -generación ‘01).

Así entonces, podríamos concluir parcialmente que el


problema de la violencia de género tiene en los grupos de
mujeres una instalación ligada a un origen ‘de base’, mien-
tras que la temática del aborto se propone como tema de
debate desde la segunda y la tercera ‘vertiente’ de mujeres
que participan de los espacios de mujeres. Sin embargo,
queremos dejar presentada una experiencia surgida del tra-
bajo de campo que es destacable, no solo por su valor en sí
misma como experiencia social y política del movimiento,

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Formas organizativas y ethos militantes • 225

sino porque logra matizar la conclusión parcial que aca-


bamos de presentar.
Hacia el año 2009, a partir de la asignatura Organi-
zación Comunitaria del Bachillerato Popular de Jóvenes y
Adultos de Roca Negra, perteneciente al MTD de Lanús,
del FPDS, un grupo de estudiantes pertenecientes a los
barrios de la zona, comenzaron a instalar repetidamente en
las clases de dicha asignatura la problemática del aborto. A
partir de una situación problemática respecto de una mujer
del barrio que murió por un aborto clandestino, fueron las
estudiantes quienes estaban sensibilizadas con el tema:

“una mujer del barrio murió por un aborto clandestino, y


el tema fue muy debatido por el conjunto de estudiantes.
Se hizo una experiencia muy interesante de denuncia de los
abortos clandestinos para evitar que las vecinas recurran a
esas prácticas inseguras, y difusión de la “línea aborto” que en
aquel momento funcionaba. Trabajamos con el libro Manual
del aborto de Lesbianas y Feministas por la Descriminali-
zación del Aborto, la mismas compañeras que atendían la
línea” (Alejandra -generación ‘01).

Luego de ello, los docentes dieron lugar a la demanda


de las estudiantes y se organizó una jornada de debate y
difusión del problema del aborto que involucró a todo el
bachillerato y que terminó concitando amplio interés en el
barrio, según aseguran los entrevistados.
Como vemos entonces, si bien parecerían haber deter-
minadas temáticas de género que son instaladas en los gru-
pos de mujeres en función de una diferenciación de origen,
muy probablemente de clase y/o de formación, donde la
temática de la violencia reenvía a una instalación ligada a
la primera vertiente de mujeres, mientras que la cuestión
del aborto queda circunscripta a una instalación por medio
de las mujeres de las vertientes dos y tres, otras experien-
cias del movimiento matizan esa clasificación, presentando
un escenario más dinámico. Así, dejamos planteado que las
instalaciones y tratamientos de debates y problemáticas de

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226 • Formas organizativas y ethos militantes

género, si bien pueden ser leídas a partir de la tipología


de ‘vertientes’ con la que venimos trabajando, marcan un
recorrido en muchos casos indefinible a priori, que requiere
ser analizado de manera específica17.

Los varones ¿se organizan?

Las tensiones y reticencias que analizamos en torno a las


actividades del EM en el FPDS van a ir encontrando algu-
nos hechos significativos que permitirán pensar en un cam-
bio en la tendencia, principalmente de parte de algunos
varones, respecto de las iniciativas de género.
En primer lugar, un hecho sumamente significativo al
respecto será la creación, a partir del 2010, del Colectivo
de Varones Antipatriarcales (CVA), principalmente en las
ciudades de La Plata y Capital Federal, aunque luego se
extenderá a otras partes del país. El CVA se plantea como un
espacio de varones dedicado a repensar el rol y las prácti-
cas de género ‘normativizadas’ y ‘naturalizadas’ de la actual
sociedad capitalista. Así, buscan revertir los estereotipos
comunes respecto del supuesto rol del varón y de la mujer,
a la vez que visibilizar la existencia de otros géneros.
Como desafíos fundacionales, el CVA se propone:

*Construir un espacio de varones antipatriarcales, que realice una


profunda crítica de las propias identidades de género.
*Apostar a una construcción prefigurativa a través de las relaciones
de cooperación, solidaridad, afecto y confianza.18

17 Por razones de factibilidad y de pertinencia respecto de nuestro problema


principal de investigación, profundizar a este respecto excede las competen-
cias de nuestro trabajo.
18 Carta de Presentación, Colectivo de Varones Antipatriarcales, URL:
http://varonesantipatriarcales.wordpress.com/carta-de-presentacion/,
Fecha de Consulta: 19/12/2012

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Formas organizativas y ethos militantes • 227

Estos desafíos generales, que el colectivo lleva adelante


bajo la consigna principal de ‘ni machos ni fachos’, podrían
ser tenidos como avances en términos de la participación
de varones en el debate respecto de las desigualdades de
género.
A nivel de la participación militante, si bien el CVA
no pertenece orgánicamente al FPDS, muchos de sus inte-
grantes e impulsadores militan en el Frente desde hace
tiempo. Tal vez por eso pueda explicarse que en muchas
entrevistas, los militantes del Frente identifican la creación
del CVA como parte de una política propia: “la iniciativa
de los varones antipatriarcales, es fundamental para seguir
problematizado un plano de lucha por la igualdad” (Pablo -
generación ‘80); o en el testimonio de Guillermo: “por ejem-
plo hay un compañero que largó los varones antipatriarca-
les”. Si a esto le sumamos que en las actividades impulsadas
por el EM como campamentos, talleres, movilizaciones,
etc., la presencia del CVA es cada vez mayor; esto podría
explicar que en muchas entrevistas, los militantes vean el
surgimiento de este colectivo como un signo ‘promisorio’
en función de la apropiación por parte de los varones de la
política de género del Frente o, incluso que lo vean como
una política del Frente. Así, consideramos que el surgimien-
to, desarrollo y reciente crecimiento de este Colectivo avi-
zora un cambio positivo respecto de la apropiación de la
cuestión de género por parte de los varones del FPDS. Esto
se observa, en los últimos años en dos planos, por un lado
en la subjetividad de los militantes y por otro lado en la
práctica política concreta de los varones del movimiento.
Respecto del desarrollo e involucramiento de la cues-
tión de género en la subjetividad política de los militan-
tes, en clave prefigurativa, el testimonio brindado por un
militante, hoy del Frente Popular Darío Santillán-Corriente
Nacional (y miembro del CVA) aparecido en el suplemento
de género de un periódico masivo resulta elocuente:

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228 • Formas organizativas y ethos militantes

“el feminismo es un cuerpo de ideas y de prácticas políticas


que debe ser apropiado aun a costa de nuestros privilegios, de
quiénes no somos justamente los damnificados por el patriar-
cado, debe ser apropiado en nuestros colectivos en estos
espacios que también son intergénero, que a la hora de dis-
cutir la forma en que nos relacionamos, qué significan estas
prácticas prefigurativas que solemos mencionar, en términos
de cómo anticipamos el cambio social en nuestras prácticas
actuales y no lo postergamos para el día de la revolución”19.

Otro hecho significativo en el plano empírico es el


aumento sostenido de la presencia y participación de varo-
nes en los campamentos de formación en géneros de los
últimos años. En el año 2011, por ejemplo, aumentó la can-
tidad respecto de los años anteriores donde, como dijimos,
la cantidad de varones no había llegado siquiera a cumpli-
mentar el ‘cupo masculino’ impuesto por las mujeres. Esta
presencia continuará ampliándose en 2012 donde los varo-
nes no solo aumentaron en cantidad sino en participación
en los debates en las comisiones y en la movilización de cie-
rre del campamento, realizado en la Ciudad de La Plata.
Queremos dejar asentado que este aumento en la canti-
dad de participación de los varones puede ser leído a partir
de un proceso creciente de permeabilidad del discurso de
género al interior de la organización. La acumulación cre-
ciente de capital militante colectivo por parte del Espacio
de Mujeres, y la ampliación de la perspectiva prefigurati-
va que esto conlleva, se irían difundiendo al interior del
movimiento, aumentando el perfil táctico prefigurativo de
los militantes varones en lo que refiere a las relaciones de
género en el plano empírico.
Sin embargo, no deja de ser significativo que mientras
las mujeres tienen su Espacio de Mujeres, como una instan-
cia orgánica al interior del FPDS, los varones continúen sin

19 Entrevista a Luciano Fabbri, Suplemento Las 12, Diario Página 12, edición
del 04/10/2013 URL: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/
las12/13-8363-2013-10-05.html Fecha de Consulta 08/10/2013.

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Formas organizativas y ethos militantes • 229

un espacio específico perteneciente a la orgánica del Frente


para dar tratamiento a las desigualdades de género.

Consideraciones finales: cuestión de género y ethos


militantes

A partir de la revisión del lugar que ocupan las desigual-


dades de género en nuestra unidad de estudio, tanto desde
el plano conceptual como desde el plano empírico, consi-
deramos que nuestra unidad de estudio parecería enfocar
entonces la cuestión de género no ya como una contradic-
ción secundaria al estilo setentista, que sería resuelta como
consecuencia de la transformación de otras contradiccio-
nes más importantes. Considerando la igualdad de género
como un objetivo a partir del cual ‘prefigurar’ una práctica
militante de otro tipo, el perfil táctico del movimiento se
expresa en este caso en una atención en el ‘aquí y aho-
ra’ de las desigualdades entre varones y mujeres, poniendo
en escena una subjetividad militante y una práctica políti-
ca superadoras de las tensiones generacionales que jalona-
ron el escenario de género en las organizaciones populares
durante las décadas pasadas.
Por otro lado, hechos empíricos como la ampliación
de la participación de varones en las actividades impulsadas
por el EM, como el surgimiento del Colectivo de Varones
Antipatriarcales, y los avances en la ocupación de roles de
referencia de las mujeres, pueden ser leídos como transfor-
maciones en la subjetividad política y en las formas orga-
nizativas de la militancia del Frente en lo que refiere a las
desigualdades de género.
Sin embargo, también es importante destacar que esta
transformación subjetiva no encuentra, por ejemplo en el
caso de los varones, una materialización orgánica en el
Frente. Lo más cercano a un ‘espacio de varones’ sería el
surgimiento de los Varones Antipatriarcales, experiencia

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230 • Formas organizativas y ethos militantes

que, si bien está nutrida e impulsada por militancia del


FPDS, transita por canales separados a los de la organiza-
ción. Es así que no encontramos aún instancias orgánicas
masculinas en el Frente que se dediquen a repensar las
desigualdades de género; ahora bien, este escenario de perfil
táctico prefigurativo, no es monolítico ni está exento de
contradicciones y dificultades.
En primer lugar concluimos que los ‘avances’ en clave
prefigurativa son más fáciles de comprobar en el plano
conceptual que en el plano empírico. Mientras que en
el plano conceptual el movimiento avanza en definicio-
nes tales como ‘antipatriarcales’ y se plantean debates que
podrían confluir en la adopción del ‘feminismo’ como
corriente ideológica, en el plano empírico el desarrollo de
las desigualdades de género es menos diáfano.
Hemos observado que muchas de las iniciativas del
EM del FPDS quedan reducidas al espacio mismo o, cuanto
mucho, al resto de las mujeres de la organización, encon-
trando una dificultad en la apropiación por parte de los
varones respecto de estas iniciativas. Esa dificultad, que
podría tener raíz tanto en la falta de autocrítica de los varo-
nes sobre su lugar de opresión como también en la autono-
mía que históricamente tuvo el EM respecto de la orgánica
del FPDS, llevaría a identificar que hay algunas cuestiones
relativas a la lucha antipatriarcal que siguen siendo vistas
como temas exclusivos de las mujeres. Esto podría avalar
el riesgo que Partenio señaló al detectar una ‘agenda de
mujeres’ en el Frente, donde temáticas como la violencia
hacia las mujeres y la posibilidad de que las mujeres partici-
pen de determinadas instancias, quedarían en el imaginario
como temas propios de las mujeres. Ahora bien, lo que
queremos dejar aquí en claro es que los avances, límites y
contradicciones entre los planos conceptual y empírico nos
son, en realidad, compartimentos estancos. Por el contrario,
son dimensiones mutuamente condicionadas y articuladas,
donde los avances o retrocesos en una impactan sobre la
otra. Es por eso que el plano empírico y el plano conceptual,

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Formas organizativas y ethos militantes • 231

que por motivos metodológicos han sido separados, deben


ser, al momento de la comprensión, considerados como
planos de mutuo condicionamiento.
En suma, y considerando la relación entre los dos
planos, es evidente que el Frente evita colocar a la lucha
antipatriarcal simplemente como una cuestión del día a día
de cada militante, tanto como pensarla sólo como una con-
tradicción que se resolverá una vez alcanzada la toma del
poder. Esta síntesis, que a la vez articula los dos planos
de análisis, se expresaría en el énfasis del movimiento por
situar la política antipatriarcal como un proyecto de largo
plazo, pero que a la vez se debe ir prefigurando en la prác-
tica cotidiana. De esta forma, presentaría formas novedosas
de sintetizar la ya mencionada tensión entre la ‘urgencia’ y
el ‘proyecto’ (Merklen, 2005), en el tratamiento de la cues-
tión de género.
Si a esto le sumamos la presencia de lenguaje no sexista
en los materiales más importantes del Frente y en los tes-
timonios de los entrevistados, la ampliación de la demanda
de género a partir de una práctica prefigurativa parecería
dar cuenta de la existencia, sino de la consolidación, de una
subjetividad militante de nuevo tipo. Estas transformacio-
nes parecen ser regidas, en términos generales, por un perfil
táctico prefigurativo que apunta al tratamiento en el aquí
y el ahora de las contradicciones de género que presenta la
sociedad actual. En la observación y análisis de la dimensión
‘perfil táctico’ a partir de la cuestión de género en el Fren-
te, las orientaciones subjetivas y las prácticas organizativas
relativas a la concepción ‘prefigurativa’ que caracterizó al
ethos ‘01, aparecen como hegemónicas. Desde ya que este
perfil táctico prefigurativo no aparece como una orienta-
ción monolítica ni exenta de contradicciones.
Como vimos, la falta de apropiación inicial por parte
de los varones respecto de las iniciativas del EM, así como
las asimetrías actuales que continúan permeando la práctica
política concreta entre varones y mujeres, entre las cuales la
ocupación de roles de ‘dirigencia’ predominantemente por

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232 • Formas organizativas y ethos militantes

parte de los varones parecería ser una de las limitaciones


más claras, dan cuenta de un perfil táctico que, aún prefigu-
rativo, está atravesado por múltiples contradicciones inter-
nas. Si a esto le sumamos la falta de definiciones proposi-
tivas estratégicas respecto de las problemáticas de género,
entre las cuales la falta de inscripción del movimiento en
alguna de las corrientes del Feminismo evidencia, sino una
contradicción, al menos un vacío conceptual y político sig-
nificativo, la perspectiva prefigurativa del movimiento, en
lo que refiere a la atención en el aquí y el ahora de esta
problemática, se muestra mucho más matizada.
Sin embargo, y a pesar de estas limitaciones y contra-
dicciones, las orientaciones generales que se observan tanto
en el plano empírico como en el conceptual, demuestran
un perfil hegemónico sin lugar a dudas ‘prefigurativo’ en
lo referido a la atención de la llamada cuestión de género
por parte del movimiento lo cual, sostenemos, está vincu-
lado sin lugar a dudas a la perspectiva generacional que
el nuevo ethos militante promovió al interior de nuestra
unidad de estudio.
Debemos destacar que este tipo de orientaciones gene-
rales ‘prefigurativas’ de las desigualdades de género, lejos
de ser privativas del FPDS, se inscriben en una dinámica
que atraviesa a todo el conjunto de movimientos de “nuevo
tipo” surgidos hacia finales de los 90. Hace algunos años
Svampa advirtió que estos movimientos se caracterizan por
ser permeables a una construcción novedosa y prefigura-
tiva que apuntan a “erosionar las relaciones tradicionales
de género” (Svampa, 2005: 278). Finalmente, como no es
nuestra intención presentar un esquema hermético e idea-
lizador sobre nuestra unidad de estudio ni sobre los sujetos
que la componen, proponemos pensar que estos procesos,
tanto a nivel individual como colectivo, son ampliamente
complejos y contradictorios.
Es por eso que en deseamos volver a presentar algu-
nas consideraciones epistemológicas y metodológicas en
torno a la observación empírica de la relación de género en

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Formas organizativas y ethos militantes • 233

nuestro trabajo, y a las tensiones que aparecen irresueltas


en nuestra unidad de estudio.
Al haber realizado un recorte de militantes, por razo-
nes de factibilidad metodológica, en nuestras entrevistas
hemos trabajado con mujeres que pertenecen a las vertien-
tes 2 y 3 de la tipología presentada por Partenio (2008) que
fue descripta anteriormente. Por su parte, los entrevistados
varones con los que trabajamos son en su mayoría referen-
tes o militantes con fuerte protagonismo y experiencia en el
Frente y en organizaciones previas, en algunos casos inclu-
so son referentes nacionales del movimiento. Por eso no
podemos sino dejar asentada la duda sobre la perspectiva de
otros sectores militantes que componen el FPDS, en lo que
refiere a la práctica antipatriarcal. Debemos asumir enton-
ces que dicho recorte supone dejar en segundo lugar la voz
y la perspectiva de una mayoría de miembros de la unidad
de estudio, los cuales no pudieron ser tenidos en cuenta.
Es por eso que, en función de las conclusiones parciales
que se incluyen en el apartado anterior, no podemos dejar
de mencionar como un interrogante las tensiones que
pudieran existir entre la subjetividad del sector militante
con el cual trabajamos y las relaciones sociales existentes
en las bases del movimiento en lo que refiere a la relación
entre varones y mujeres. Otra de las tensiones a atender
al momento de generalizar conclusiones en esta dimensión
tiene que ver con las proyecciones de las desigualdades de
género aún existentes al interior del FPDS; como es evi-
dente, excede los límites de nuestro trabajo dar cuenta de
aquel interrogante.
Nuestro trabajo, que enfoca al movimiento en términos
generales, no habilita una conclusión taxativa al respecto de
una dimensión particular sobre todo tan compleja y difí-
cil de abordar como la cuestión de género, para lo cual
haría falta un estudio exhaustivo y específico de la cuestión
de género en el Frente tarea que está siendo encarada al
momento (Espinosa, 2011). El camino a futuro que pudiera
transitar el perfil táctico prefigurativo en lo relativo a las

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234 • Formas organizativas y ethos militantes

cuestiones de género en el Frente, que sin dudas está pre-


sente, es promisorio aunque también incierto. Seguramente
ese camino dependerá en gran parte de la lucidez del movi-
miento y de sus militantes para elaborar una práctica anti-
patriarcal de largo plazo, que sepa combinar la ‘autonomía’
y dinamismo de las propuestas del EM, con la apropiación
de dichas propuestas por parte del resto de los géneros que
coexisten en el movimiento.

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Reflexiones finales a modo de
conclusión

A lo largo del presente trabajo hemos enfocado en las for-


mas organizativas y en las subjetividades políticas que com-
ponen el Frente Popular Darío Santillán, a partir del análisis
de los ethos militantes de las generaciones políticas que en
dicho movimiento coexisten.
Entendiendo a los movimientos sociales de Argentina
como unidades analíticas específicas respecto de las parti-
cularidades en las formaciones sociales y políticas de Amé-
rica Latina, creemos que las tensiones, prácticas, relaciones
y experiencias orgánicas que tienen lugar al interior de un
movimiento social local deben ser entendidas a partir de la
contemplación de esas especificidades. Así es que aborda-
mos estos procesos en el movimiento, principalmente desde
un paradigma crítico ligado a la ‘nueva epistemología des-
de el sur’, a partir del cual pudimos leer las relaciones y
procesos que acontecen al interior del movimiento tenien-
do en consideración los procesos identitarios que nutren a
sus militantes, pero también desde una valoración de estos
movimientos como capaces de crear nuevas experiencias de
organización y resistencia.
Desde ese marco, hemos presentado una caracteriza-
ción de los ethos militantes en las generaciones políticas
delimitadas en función de cuatro dimensiones: la orienta-
ción estratégica, la toma de decisiones, el perfil táctico y el
capital militante. A partir de dicha caracterización fuimos
sustentando la emergencia de un ‘nuevo ethos militante’
para América Latina que, en el plano local, encuentra uno
de sus puntos de trasparencia en nuestra unidad de estudio.
Ahora bien, tal vez algunos de los estudios recientes
respecto de estos movimientos, aun desde el paradigma

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236 • Formas organizativas y ethos militantes

crítico, no lograron profundizar en los procesos complejos


y contradictorios que el análisis de un caso en profundi-
dad permite visibilizar. Es así que nos propusimos observar
cómo ese nuevo ethos militante se yuxtapone con subjeti-
vidades, prácticas políticas e imaginarios propios de otras
generaciones y, principalmente, de otro ethos militante que
signó una época política en nuestro país: el ethos setentista.
Con ello, una de las primera conclusiones generales
que surgen respecto de nuestro trabajo refiere a que esta
‘hegemonía’ del ethos ‘01 en cuanto a las formas organiza-
tivas y a las subjetividades políticas que nutren las organi-
zaciones populares recientes, se configura en un comple-
jo escenario de articulación e integración con dinámicas,
modalidades y orientaciones características de otros ethos
militantes. De esa manera, la novedad parecería no estar
dada simplemente a partir de la emergencia de nuevas for-
mas organizativas sino en función de articulaciones nove-
dosas donde se integran nuevas y viejas prácticas y sub-
jetividades políticas.

El derrotero de la organización: articulación de ethos


militantes y contexto institucional

En el capítulo 2, presentamos un análisis del ‘nuevo ethos


militante’ que emergió en América Latina a partir de media-
dos de la década del ’90 en función de las características
básicas que comienzan a presentar las experiencias más
resonantes de organización y movimientos populares en
el subcontinente, como el zapatismo contemporáneo del
sur de México, el movimiento Sin Tierra del Brasil, las
organizaciones indígenas de Bolivia y la multiplicidad de
organizaciones sociales, colectivos culturales y movimien-
tos de desocupados que apareciera en Argentina. Como
factores comunes que caracterizan al nuevo ethos mili-
tante encontramos la centralidad del tipo de organización

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Formas organizativas y ethos militantes • 237

‘socioterritorial’, la fuerte presencia de las demandas de


autonomía y la búsqueda por la construcción desde las
prácticas prefigurativas.
En ese marco, la lectura de la relación entre el movi-
miento y el contexto institucional que presentamos en el
capítulo 3, donde observamos los modos en que el Frente
Popular Darío Santillán construyó su estrategia de autono-
mía frente a los gobiernos kirchneristas, habilitan una serie
de reflexiones finales en clave generacional.
En primer lugar, la autonomía que se propone cons-
truir el movimiento respecto de los diferentes niveles de
gobierno y de las distintas estructuras partidarias clásicas,
es una estrategia no lineal sino compleja y dinámica. Ese
dinamismo demuestra que las relaciones que se propuso el
movimiento respecto del gobierno nacional, por ejemplo
fueron mostrando diferentes perspectivas y matices según
el contexto institucional, la correlación de fuerzas y/o la
etapa política. Antes entonces que una ‘autonomía’ pura
frente a los gobiernos kirchneristas, la autonomía en este
caso funcionó como un gran marco general a partir del cual
el FPDS se propuso relacionarse con las estructuras tradi-
cionales de la política nacional. Sostenemos a partir de ello,
que la principal característica de esa autonomía radica en
la capacidad del movimiento de continuar autogestionando
su perfil político, al margen de las determinaciones de los
gobiernos que están en el poder.
Esto no implica, no obstante, proponer una autonomía
cercana al ‘autismo’ o al encapsulamiento en las propias
demandas del movimiento como advertía Munck (1995),
versión más extremista de algunas expresiones radicales
que el ethos ‘01 logró cristalizar en determinadas organi-
zaciones y que fueron conceptualizadas por la bibliogra-
fía consultada como expresiones de la exacerbación de los
movimientos ‘autonomistas’ locales (Katz, 2004; Mazzeo,
2006).
Por el contrario, la estrategia que el movimiento des-
plegó no fue ajena al contexto político nacional ni consideró

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238 • Formas organizativas y ethos militantes

que la construcción desde la ‘autonomía’ implicara pen-


sar sus estrategias políticas al margen de los cambios ins-
titucionales. Como vimos en el capítulo 3, los diferentes
ciclos políticos del Frente, desde el énfasis inicial en los
movimientos barriales, hasta la posterior apuesta a un eje
de acumulación estudiantil-sindical-cultural, respondieron
a lo que llamamos una ‘conjunción de lecturas’, antes que
a un ‘autonomismo automático’. Vimos así que la apuesta
por construir una organización multisectorial, por ejemplo,
fue una de las expresiones de esta ‘conjunción de lectu-
ras’. A partir de una lectura ‘longitudinal’, pudimos obser-
var que el FPDS combinó, por un lado, una respuesta del
movimiento ante las políticas centrales de los gobiernos
kirchneristas (que desmovilizaron en gran parte a las orga-
nizaciones barriales) con, por otro lado, el desarrollo de
una línea estratégica e histórica del movimiento, donde la
multisectorialidad fue asumida como concepto privilegiado
a partir del cual concebir el sujeto de cambio.
Esta conjunción de lecturas y la apuesta estratégica a
la multisectorialidad, ponen de relieve una nueva concep-
ción de la estrategia política para los movimientos popu-
lares, donde el trabajo militante en diferentes sectores no
se piensa a partir de una organización política que desplie-
ga diversos ‘frentes de masas’ (estudiantil, barrial, sindical),
forma organizativa clásica de las organizaciones setentis-
ta, sino que es a partir de una concepción movimientista
y multisectorial donde se pretende construir la estrategia
política. Así, creemos que dicha perspectiva es expresión de
una primera novedad del movimiento que, consideramos,
proviene principalmente de la yuxtaposición de la nueva
subjetividad militante con las generaciones anteriores.
Para focalizar en profundidad esta coexistencia nove-
dosa, nos propusimos analizar tres aspectos claves de esta
aparente nueva forma organizativa de los movimientos y de
los ethos militantes: la toma de decisiones a partir de los
capitales militantes, y el perfil táctico; tareas cuya realiza-
ción encaramos en los capítulos 4 y 5 respectivamente.

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Formas organizativas y ethos militantes • 239

La toma de decisiones y los capitales militantes: más


allá del binarismo ‘horizontalidad-verticalidad’

Hemos visto en nuestro marco teórico y en el capítulo 3,


que la literatura especializada destacaba la tendencia ‘hori-
zontalista’ en lo que refiere a la toma de decisiones en
el ‘nuevo ethos militante’ y en las organizaciones que por
él se componen (Zibechi, 1999; Ferrara, 2003). A partir
del estudio empírico de la toma de decisiones en función
de una tipología propia, donde identificamos dimensiones
tales como la proyección de la decisión, el nivel de orga-
nicidad de la misma, el tipo de consenso sobre el cual se
asienta la decisión y el tipo de capital militante requerido
para participar de la decisión, pudimos presentar una serie
de conclusiones que dan cuenta de los vínculos entre ‘ethos
militante’ y ‘formas organizativas’ en la toma de decisiones
en nuestra unidad de estudio.
En primer lugar, surge luego del trabajo de campo que
antes que un modo uniforme para la toma de decisiones,
sea éste vertical u horizontal, el esquema decisional del
FPDS se podría definir como una constelación de prácticas
decisionales de diversos tipos anclada en la búsqueda de consensos.
Difícilmente podamos entonces definir el tipo de toma de
decisión que aparece en nuestro caso de estudio de forma
lineal o esquemática.
Por el contrario, la ‘constelación de prácticas decisio-
nales’ que presenta el FPDS, articula modalidades asam-
blearias con prácticas decisionistas, a la vez que promueve
decisiones tomadas en instancias multisectoriales con otras
tomadas en instancias sectoriales; sumado a ello, son fre-
cuentes las decisiones tomadas por un responsable de una
actividad, así también como las decisiones tomadas por un
conjunto de referentes, exentas de debate colectivo.
Ahora bien, esta diversidad de modalidades de toma
de decisiones no nos debe impedir sin embargo, estable-
cer grados intermedios de generalización que permitan dar
cuenta de las formas predominantes de toma de decisio-

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240 • Formas organizativas y ethos militantes

nes. En ese sentido todas estas diversas formas de tomar


una decisión presentan el factor común que denomina-
mos: ‘búsqueda de consensos’. Entendemos por ‘búsqueda
de consensos’ el énfasis colectivo puesto por la militancia
del FPDS en que las decisiones busquen, más allá del tipo
de tratamiento que lleven, anclarse en consensos colectivos
de la organización. Queremos resaltar aquí, que no estamos
hablando de que el factor común es el ‘consenso’, sino la
búsqueda del mismo; esa búsqueda, que puede derivar en
la construcción o no del consenso, se materializa de formas
diversas en nuestra base empírica.
La aparición de mecanismos novedosos tendientes a
trazar puentes entre la decisión y los pisos de acuerdos
previos, como la mencionada ‘consulta de referentes’ o la
realización de ‘asambleas extraordinarias’, por ejemplo, son
dinámicas orgánicas concretas, aunque de funcionamiento
irregular, que vienen a dar cuenta de esta materialización
empírica de la búsqueda de consensos. Observamos tam-
bién que los testimonios de los entrevistados abundan en
ejemplos donde se busca respetar consensos previos o cons-
truir consensos nuevos, antes de tomar una decisión, lo que
daría cuenta de la dimensión ‘subjetiva’ de esta búsqueda de
consensos. Sostenemos que esta búsqueda por hacer pre-
valecer los consensos o por construirlos en caso de que no
los hubiera, presenta puntos de diálogo y de tensión tanto
con el ethos ‘01 como los otros ethos militantes. Puntos
que mirados desde una óptica simplificada, no lograríamos
comprender.
Ahora bien, también debemos destacar que en el análi-
sis empírico dimos cuenta de un campo decisional que fun-
cionaría como ‘punto ciego’, en el cual el esquema de toma
de decisiones del movimiento tiene serias dificultades para
dar respuesta. A partir del ejemplo del debate sobre la par-
ticipación electoral del movimiento, debate que consolidó
posiciones enfrentadas representadas por sectores y regio-
nales con niveles equitativos de capital militante colectivo
acumulado, el esquema decisional anclado en la búsqueda

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Formas organizativas y ethos militantes • 241

de consensos no resultó satisfactorio, generando una inca-


pacidad de sintetizar una postura durante varios años en
el movimiento. Así, el esquema decisional no debe ser pen-
sado como un mecanismo homogéneo y sin fisuras sino,
por el contrario, como un complejo espacio que presenta
límites, potencialidades y elementos perfectibles.
A pesar de estas limitaciones, no podríamos negar que
la búsqueda de consensos continúa estando presente como
matriz común, aún incluso en los casos en que se abordan
decisiones que dificultan la construcción de consensos. Es
así entonces que nos permitimos volver a resaltar los puntos
de diálogo y de tensión que este esquema decisional tiene
tanto con el ‘ethos 01’ como con el ethos setentista.
Nos resulta central dar cuenta de estos matices y com-
plejidades, siendo que la producción académica en gene-
ral que se ocupó del análisis de la toma de decisiones en
los movimientos contemporáneos, no logró transcender un
esquema binario donde horizontalidad-verticalidad eran
utilizados como un tándem clasificador donde el aborda-
je simplificador primó. Por el contrario, surge de nuestro
trabajo que la clasificación a partir de esquemas rígidos y
puros no logra dar cuenta de la complejidad empírica que
presenta un movimiento en sus dinámicas concretas. Así,
insistimos en que las formas organizativas de nuestro caso
de estudio, en lo que refiere a la toma de decisiones y a los
ethos militantes que se expresan en ello, trascienden la mera
tensión entre horizontalidad y verticalidad.
Ahora bien, a pesar entonces que no podríamos carac-
terizar al FPDS como una organización ‘horizontal’ ni ‘ver-
tical’ sin más, ni hegemonizada exclusivamente por prác-
ticas decisionales exclusivas de la generación política del
01, la búsqueda de consensos y la yuxtaposición de perfi-
les generacionales constituyen sí una novedad en función
de las prácticas organizativas de los movimientos sociales
y marcan un perfil propio. En esta novedad es evidente
el influjo operado por las orientaciones y enfoques prove-
nientes de la nueva generación militante que como vimos,

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242 • Formas organizativas y ethos militantes

tuvo una de sus piedras basales en el intento por generar


instancias asamblearias y democráticas al interior de los
movimientos (De Sousa Santos, 2005).
Ahora bien, la multiplicidad de formatos y modelos
decisionales que presenta nuestra unidad de estudio: mesas
barriales, espacios estudiantiles, mesas nacionales, plenarios
nacionales, asambleas de base, asambleas regionales, asam-
bleas sectoriales, expresa el encuentro del ethos 2001 con
diversas subjetividades y tradiciones político-organizativas
previas; entre ellas el aporte de los militantes socializados
políticamente en las generaciones del ’70 y del ‘80 es insos-
layable. Este encuentro intergeneracional se observa con
nitidez en lo que refiere a los diferentes modos de acumu-
lación de capital militante, que luego se ponen en juego en
la participación y en la toma de decisiones.
Como vimos, la acumulación de capital militante en
los setenta estaba anclada en la construcción individual del
militante, lo cual se basaba en la abnegación y el sacrificio
personal. Por otro lado, en el ethos ‘01 se comenzó a valo-
rar la construcción colectiva del capital militante, el cual
comenzaba a separarse en parte de la mera trayectoria indi-
vidual del militante. Esta construcción colectiva comenzaba
a habilitar dimensiones tales como el deseo individual para
acumular capital militante, contrariamente a lo aconteci-
do en el ethos setentista. En este sentido, las subjetivida-
des de los militantes y las formas organizativas del Fren-
te, vuelven a demostrar un escenario complejo, donde la
caracterización del tipo de capital militante no admite un
abordaje lineal.
Al respecto sostenemos entonces que los tipos de capi-
tales militantes que se ponen en juego en nuestra unidad
de estudio al momento de legitimar posicionamientos res-
pecto de la toma de decisiones son variados y complejos
integrando modalidades del ethos setentista a un escenario
caracterizado en términos generales por el ethos 2001. Por
un lado, hemos visto que se valora la ‘construcción colecti-
va’ de los espacios, como ocurre por caso con el Espacio de

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Formas organizativas y ethos militantes • 243

Mujeres del Frente, que logró acumular destacado capital


militante colectivo a partir de su dinamismo y funciona-
miento, el cual le permitió instalar debates tales como el
que derivó en la definición del Frente como movimiento
‘antipatriarcal’ en 2007. Este tipo de acumulación de capital
militante ligado a las formas y modos característicos del
ethos ‘01 no puede sin embargo ser leído al margen de otras
modalidades de acumulación de capital militante, propias
de otras generaciones políticas. La fuerte presencia de los
referentes y responsables en los espacios de base y su capa-
cidad ampliada para la toma de determinadas decisiones,
por ejemplo, ligado a la dedicación casi integral que muchos
de ellos realizan hacia el movimiento, son signos de modos
de acumulación de capital militante más tradicionales, que
claramente reenvían al ethos setentista.
A partir de la lectura de las diversas formas de toma
de decisiones y de los distintos tipos de acumulación de
capital militante que habilitan la participación en ellas, es
una conclusión particular de nuestra tesis que el FPDS debe
ser comprendido a partir de una ‘yuxtaposición’ de ethos,
antes que de una hegemonía absoluta de un ethos militante
por sobre los otros. Esto significa que el análisis de todo
este complejo esquema decisional a partir de una tipología
binaria que solo reconociera modos decisionales ligados al
ethos ‘01 o modos ligados a otros ethos militantes resultaría
para nuestro caso insuficiente. Por el contrario, es a partir
de esa yuxtaposición y confluencia de diversos ethos que
el movimiento construye una subjetividad y una práctica
colectiva nuevas.
Esta apreciación no debe hacernos olvidar de las limi-
taciones y contradicciones que esta nueva práctica colectiva
contiene entre las cuales hemos mencionado la incapaci-
dad del esquema decisional del FPDS de dar tratamien-
to a ciertas situaciones decisionales específicas donde las
posturas enfrentadas no logran sintetizarse, con el consi-
guiente riesgo de parálisis política que esto conlleva para
el movimiento.

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244 • Formas organizativas y ethos militantes

Por ende, nuevamente, antes que observar un escenario


estático, lineal e idealizado, lo que se presenta es un cúmulo
complejo y mixturado de prácticas y formas organizati-
vas que combinan los diversos aportes generacionales que
tienen lugar en el Frente. Como señalamos en el capítulo
4, en esta construcción novedosa se observan claramente
líneas de continuidad respecto al ethos militante setentista,
cuando no directamente a la orgánica setentista (como en el
caso de la ‘mesa’ de decisión), conviviendo con modalidades
decisionales características del ethos ‘01.

El perfil táctico: la difícil propuesta de articular


prefiguración con proyección

El estudio de la llamada ‘cuestión de género’ en nuestra base


empírica sirvió para comprender límites y potencialidades
de la ‘prefiguración’ pretendida por el ethos ‘01. Como diji-
mos, el modo hegemónico que el ethos 01 concibió para
el ‘perfil táctico’, se basó en la prefiguración del tipo de
relaciones sociales esperado para la sociedad que se anhela
construir, tratando de dejar atrás el perfil táctico teleológico
hegemónico en los militantes y las organizaciones seten-
tistas. La tensión que suele estar presente en el debate en
torno al perfil táctico refiere a las diferencias entre aquellos
movimientos que enfatizan en la ‘urgencia’ y aquellos que
pusieron más interés en el ‘proyecto’, tal como lo señalaba
Merklen (2005).
El caso de la cuestión de género, entonces, fue una
pieza fundamental para poner el foco en una dimensión
de la opresión de la sociedad que estuvo históricamen-
te relegada en el ethos setentista, en función de un perfil
teleológico que priorizó atender lo que entendió como la
‘contradicción principal’ de la sociedad capitalista, es decir
la relación entre capital y trabajo, en detrimento de las
desigualdades de género.

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Formas organizativas y ethos militantes • 245

Nuestro abordaje de la cuestión de género en clave


generacional entonces nos permite acercar otra conclusión
particular respecto de nuestro caso de estudio en lo que
refiere a la dimensión conceptual ‘perfil táctico’. Hemos
señalado que el Frente se plantea el antipatriarcado como
definición política estratégica. Al definirse como una orga-
nización ‘antipatriarcal’ en 2007, colocó así las desigual-
dades entre los géneros al mismo nivel de importancia
que la lucha ‘anticapitalista’ y ‘antipatriarcal’. Esto, a nivel
organizativo, marca una diferencia importante respecto de
las definiciones que caracterizaban a las organizaciones de
décadas anteriores. En este caso la novedad que presenta el
frente a nivel organizativo y conceptual en lo que refiere a
un perfil táctico y estratégico prefigurativo de la sociedad
anhelada, es clara.
Sin embargo, hemos señalado también que la falta de
una definición política ‘propositiva’ en torno a la cuestión
de género, que bien podría ser la adscripción a alguna ver-
tiente del Feminismo, entre las cuales hemos sustentado
que la corriente del ‘Feminismo Popular’ aparece como per-
tinente, evidencia una contradicción en relación a otros
aspectos donde el movimiento sí ha dado pasos de avance
en función de definiciones propositivas, como en el caso
de la asunción del ‘Socialismo desde Abajo’ como proyecto
político. Al igual que durante la generación del ‘70, aunque
desde ya en otro marco, se podría correr el riesgo de volver
a subordinar conceptualmente las reivindicaciones de géne-
ro a otras opresiones entendidas como ‘más generales’.
En lo que refiere a la dimensión empírica de las rela-
ciones de género en el movimiento, las conclusiones de
nuestro trabajo se presentan menos diáfanas. En primer
lugar hemos demostrado que no en todos los períodos las
propuestas realizadas por el Espacio de Mujeres del FPDS
fueron bien recibidas por el resto de los espacios de la orga-
nización; o más bien, si bien eran recibidas en un sentido
formal, luego no eran apropiadas realmente por el resto de
la militancia, principalmente por lo varones. Esta tendencia

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246 • Formas organizativas y ethos militantes

demuestra algunos niveles de contradicción entre dimen-


siones conceptuales y dimensiones empíricas que se pre-
sentan en el movimiento, donde el avance en términos de la
prefiguración se da en forma más natural y acelerada en la
primera dimensión, a la vez que presenta más dificultades
en lo que refiere a su puesta en práctica.
Dejamos asentado también que en los últimos años,
esta dificultad por la apropiación de la política prefigura-
tiva de género en lo que refiere a la dimensión empírica,
mostró avances como la creación del Colectivo de Varones
Antipatriarcales y el aumento de la participación de varones
en actividades propuestas por el Espacio de Mujeres; en
suma, el abordaje del perfil táctico en el Frente, estudiado a
partir de la ‘cuestión de género’, sin dudas presenta un per-
fil táctico predominantemente prefigurativo que reenvía al
ethos del 2001 al no supeditar las desigualdades de género
a otras contradicciones que presenta la sociedad capitalis-
ta. Sin embargo, es claro que la profundización del perfil
prefigurativo en este sentido aún tiene mucho camino por
recorrer en el movimiento, profundizando por ejemplo el
acceso de las mujeres a roles de dirigencia y la constitu-
ción de espacios orgánicos de varones que re piensen las
desigualdades de género.

¿Nuevo o viejo ethos militantes?: entre la novedad y la


coexistencia

Las conclusiones que acabamos de presentar respecto del


caso que trabajamos, el Frente Popular Darío Santillán,
habilitan una reflexión general respecto del ethos militan-
tes y de las formas organizativas en los movimientos socio
territoriales de la última década y media en el país. A partir
de eso, como en un eterno retorno nietzcheano, deseamos
volver a presentar algunos de los interrogantes iniciales
que varios años atrás nos impulsaron a llevar a cabo esta

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Formas organizativas y ethos militantes • 247

investigación; es así que luego de este recorrido empíri-


co volvemos a preguntarnos: ¿son estos movimientos una
expresión cabal de un ‘nuevo ethos militante’? ¿o más bien
se trata de experiencias organizativas donde se yuxtaponen
diferentes ethos militantes? De ser así, en esta yuxtaposi-
ción: ¿los ethos militantes tienen el mismo nivel de repre-
sentatividad y presencia? Y, por otro lado: ¿cómo articula
un movimiento socioterritorial actual diferentes tradicio-
nes, formas organizativas y subjetividades políticas creadas
y reproducidas en contextos históricos y políticos disími-
les? Sin pretender clausurar ningún tipo de debate teórico,
conceptual, ni empírico respecto de los movimientos socio-
territoriales que, a partir del FPDS, estamos problematizan-
do, creemos que nuestra investigación presenta un humilde
aporte al respecto.
En primer lugar, las formas organizativas y las sub-
jetividades militantes que coexisten en el Frente Popular
Darío Santillán son sin lugar a dudas múltiples y variadas.
En esa multiplicidad conviven perspectivas, orientaciones
subjetivas, supuestos ideológicos y prácticas organizativas
que han sido producidas por la experiencia de las organiza-
ciones populares a lo largo de diferentes décadas, contextos
históricos y experiencias políticas generacionales.
Así, en estos movimientos observamos modalidades
organizativas y orientaciones subjetivas características de
las organizaciones setentistas, combinarse con perfiles
ideológicos y formas de la práctica política que resultaron
novedosas hacia finales de la década del ‘90, con otras que
se insinuaron durante algunas experiencias, principalmente
territoriales y sociales, durante la década del ‘80; en esa
multiplicidad, los ethos militantes se expresan en forma
desigual y combinada.
Ahora bien, que se expresen en forma desigual no
obtura que haya predominancia de determinado ethos en
algunas dimensiones. En lo que refiere al perfil estratégico
sostenemos que la hegemonía está dada por una perspecti-
va ‘autónoma’ que sin dudas es tributaria del ‘nuevo ethos

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248 • Formas organizativas y ethos militantes

militante’. Por su parte, el perfil táctico presenta una pre-


dominancia notoria de las prácticas prefigurativas que tam-
bién proliferaron en la generación política del ‘01, las cuales
sin embargo no están exentas de límites y contradicciones.
La toma de decisiones, escenario por demás complejo, no
permite sin embargo establecer una predominancia de uno
solo de los ethos militantes, sino que es expresión cabal de
una forma mixturada y novedosa de articulación de diver-
sos ethos militantes.
En función de lo revisado, sostenemos como conclu-
sión general que estos movimientos sin duda expresan una
’novedad’ respecto de las formas organizativas y las sub-
jetividades políticas precedentes en la tradición político-
organizativa del país. Ahora bien, esta novedad no está dada
en tanto que las formas organizativas y las subjetividades
políticas que se presentan son radicalmente ‘diferentes’ a las
de las generaciones anteriores. Lo distintivo en este caso,
es justamente la aparición de una nueva ‘síntesis subjetiva
y generacional’ que integra, procesa (y también descarta)
elementos de los ethos militantes y las formas organizativas
de décadas anteriores. Así, la ‘novedad’ parecería están más
anclada en un nuevo tipo de coexistencia de ethos militan-
tes, antes que en la consagración de un ‘nuevo ethos mili-
tante’ puro que vendría a echar por tierra las modalidades
militantes que lo precedieron. Con ello, las prácticas de ‘la
vieja política’ y del ‘nuevo ethos militante’ tal vez no sean
dos perspectivas antagónicas que se disputan la hegemonía
de un movimiento, sino aspectos en diálogo y tensión con
niveles variables de predominancia en estas experiencias.
Esta mirada presentada sobre el FPDS creemos enton-
ces que amplia la base de sustentación teórico-empírica
respecto de los movimientos sociales que emergieron entre
finales de los ‘90 y principios del nuevo siglo, los cuales
en general fueron observados en forma cosificada y formal,
intentando encontrar diferencias excluyentes respecto de
las organizaciones políticas de otras épocas históricas, antes
que indagando en líneas de continuidad y de diálogo entre

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Formas organizativas y ethos militantes • 249

experiencias y movimientos que sin dudas forman parte de


una misma historia reciente.

Cambio de época: ¿resurgimiento de la ‘militancia


clásica’ o surgimiento de nuevas síntesis?

A modo de cierre deseamos retomar la idea de Maristella


Svampa en torno a que los procesos de relegitimación ins-
titucional operados en los últimos años en América Latina,
a partir de la llegada de gobiernos progresistas o de centro
izquierda al poder, han marcado un cambio de época para
las organizaciones populares del subcontinente. En el caso
argentino, la recomposición de la legitimidad institucional
y el amplio consenso que alcanzó el proyecto kirchnerista
hacia finales de 2009, tuvo lugar en consonancia con este
proceso general que atraviesa América Latina.
En nuestro país, una de las consecuencias derivadas de
esta re legitimación fue la afluencia de un sinnúmero de
movimientos sociales y organizaciones políticas kirchneris-
tas durante los últimos años. Muchas de estas organizacio-
nes, a diferencia de los movimientos socioterritoriales entre
los cuales se inscribe el FPDS, plantean una estrategia ya
no desde la ‘autonomía’ ni desde la ‘prefiguración’, sino con
asiento en otras tradiciones militantes ligadas a la ocupa-
ción de cargos estatales y a la transformación de la sociedad
a partir de un proyecto pensado desde el Estado.
Este nuevo escenario nos brinda también nuevos inte-
rrogantes en lo que refiere al análisis de los ethos militantes,
de las síntesis políticas y de las formas organizativas de
los movimientos sociales. Así, podríamos preguntarnos si
desde la consolidación de los gobiernos kirchneristas y con
el surgimiento de esta nueva ‘militancia kirchnerista’, no
asistimos a una nueva oleada en lo que refiere a los procesos
de subjetivación política en nuestro país.

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250 • Formas organizativas y ethos militantes

En ese nuevo contexto, a principios del año 2013 tuvo


lugar una situación relevante y tal vez determinante para el
Frente Popular Darío Santillán: luego de un extendido pro-
ceso de debate y conflictividad interna, aproximadamente
la mitad de las organizaciones que lo componían decide irse
y conformar el Frente Popular Darío Santillán-Corriente
Nacional. Además, como dato altamente significativo que
hemos mencionado en el capítulo 4, luego de la ruptu-
ra, ambos ‘Frentes’ se propusieron encarar en 2013 por
primera vez la disputa electoral. El Frente Popular Darío
Santillán a partir de la conformación del Frente Para la
Ciudad Futura donde se presenta a elecciones en la ciu-
dad de Rosario. En lo que refiere al Frente Popular Darío
Santillán-Corriente Nacional, a partir de la creación de su
‘herramienta electoral’ llamada Patria Grande, con la cual se
presentará en la Ciudad de La Plata.
Esta ruptura y el nuevo desafío electoral asumido por
los dos Frentes, generaron un gran impacto en todas las
organizaciones socio territoriales y en la militancia polí-
tica general ligada a los movimientos sociales en nuestro
país. Queremos dejar asentado que estos nuevos elementos
requieren sin dudas un estudio en profundidad que permita
indagar en las causas y escenarios que habilitan y/o obturan
hacia delante. Es evidente que por cuestiones temporales,
de factibilidad y también de relevancia respecto del pro-
blema de investigación que nos planteamos años atrás, esta
investigación no pudo dar cuenta de las causas y efectos
de esa ruptura y de los nuevos desafíos que, ahora “los
Frentes”, se proponen.
Ahora bien, el contexto de ruptura del Frente, sumado
a la recomposición institucional y a la multiplicación de
las organizaciones kirchneristas tal vez sean elementos que
refuercen la necesidad de re pensar este nuevo contex-
to político con mayor atención. Es así como se podrían
habilitar nuevos interrogantes para los estudios académi-
cos sobre movimientos sociales contemporáneos. Algunas
de las reflexiones que sólo podemos dejar presentadas son:

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Formas organizativas y ethos militantes • 251

¿Las formas organizativas y la socialización política en


organizaciones actuales que establecen relaciones de inte-
gración al Estado, se encuentran más cercanas a las organi-
zaciones clásicas de la militancia setentista que a los ‘nue-
vos’ movimientos socioterritoriales de finales de los ‘90?
¿Ante este nuevo escenario, los perfiles tácticos y los pro-
cesos organizativos y subjetivos de la militancia en función
del escenario de relegitimación institucional, habilitan el
surgimiento de otro ‘nuevo’ ethos militante? ¿O se trataría
en cambio de un escenario en donde algunas de las dimen-
siones de los ethos setentista y ochentista, por ejemplo,
vuelven a colocarse como hegemónicas frente a modalida-
des de un ethos ‘01 ahora obsoleto?
Poder encarar al respecto un estudio similar al pre-
sentado en esta tesis en el marco de nuestra tesis de Doc-
torado, que dialogue con el análisis presentado en este
trabajo, forma parte de nuestros objetivos académicos de
mediano plazo.

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