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La tendencia a la realización de sí, implica en el hombre la existencia de

potencialidades y de funciones específicas. De hecho, nosotros descubrimos que


algunos contenidos están relacionados a los datos sensibles, mientras otros,
trascendiendo las determinaciones de proceso material, implican actividades
superiores e inclusive hasta espirituales. De otra parte, encontramos en nuestras
ideas más generales y abstractas elementos y huellas evidentes de conocimiento
sensible, sin que pueda justificar una reducción simple del conocimiento intelectual
al sensible[2], sino que más bien implica una interconexión en los diversos niveles.

Por esta constatación de la experiencia podemos deducir que el hombre puede


vivir a tres diversos niveles, en los cuales cada acto psíquico concreto revela
diferentes géneros de elementos, cada uno con sus propias e irreducibles
propiedades, con la implicación de diversas funciones y en obediencia a leyes
irreducibles[3], estos niveles son: psico-fisiológico, psico-social, racional-espiritual.
En la edad adulta, el individuo debería distinguir los comportamientos intelectuales
y cognoscitivos de los afectivos sociales y morales aunque nuestra vida es un
conjunto de estas tres realidades fundamentales que se vinculan entre ellas dando
origen a toda la complejidad de la vida[4]. Nadie vive en un mundo sólo de
conocimientos o de socialización; es evidente que, en cada persona aun
comprendiendo las tres dimensiones, privilegia alguna, porque están conectadas
entre sí y son reconocibles en el acto humano, en el cual normalmente una
prevalece sobre las otras.

Nivel psico-fisiológico
Este nivel comprende las actividades psíquicas ligadas a los estados físicos de
bienestar o malestar determinados por la satisfacción o insatisfacción de algunas
necesidades fisiológicas fundamentales del organismo como el hambre, la sed, el
sueño, la sobrevivencia y la salud[5]. A este nivel se desarrolla y se perfecciona
primeramente el organismo que desde los momentos iniciales posee la regulación
térmica, la capacidad de asimilar los alimentos, de crecer, etc.

Esta actividad tiene su origen y término en la sensación de déficit o de satisfacción


a nivel visceral, pero puede suscitar y requerir respuestas y reacciones en las
facultades mentales, como un esfuerzo por satisfacer sus necesidades mediante
productos que protegen la salud, la seguridad y la comodidad.

Por eso el movimiento se dirige a la búsqueda del objeto satisfactorio. La realidad


es vista en función de la propia exigencia fisiológica, que tiene como fin una
necesidad de sobrevivencia y preservación. Si se descuidan las exigencias a este
nivel, se provocan sentimientos de frustración que se manifiestan en una tensión
que incluso puede quebrantar la salud[6].

Nivel psico-social
El hombre, a este nivel, advierte la exigencia de estrechar amistades, de dar y
recibir ayuda, de sentirse parte activa de una comunidad de personas, etc.,
comprende las actividades psíquicas conectadas con la necesidad de desarrollar
relaciones sociales.

La motivación más inmediata que empuja esta acción es la toma de conciencia del
propio límite que le hace reconocer la necesidad que tiene de los demás.

El esquema satisfactorio lo aprende a través de la repetición de actos


homogéneos que se demuestran eficaces en la consecución del objetivo. La
percepción de la realidad es constituida por personas; pero vistas no
necesariamente en sí mismas y en su intrínseco valor, sino en función de una
relación.

Nivel racional espiritual


Este nivel comprende las actividades psíquicas conectadas con la necesidad de
conocer la verdad, y con la capacidad humana de aferrar la naturaleza de las
cosas, abstrayéndolas de los datos de los sentidos. Este poder es llamado
inteligencia o «espíritu», no tiene dimensiones mensurables, está fuera del tiempo
y del espacio.

La persona descubre contenidos y actividades que se revelan trascendentes, en


esta dimensión, la problemática del hombre se crea entorno a su destino y a la
existencia, la afirmación absoluta del ser o de valor que concibe a propósito de
ciertas realidades, la experiencia de obligación moral, el problema que se pone del
conocimiento, etc., estos contenidos psíquicos implican que la vida psíquica
humana trascienda los límites del ser y los límites de un proceso materialmente
cerrado y determinado en sí mismo[8].

Por esta razón, a este nivel la persona encuentra la motivación en un deseo de


saber, de resolver los problemas fundamentales como el conocimiento de sí, del
propio lugar en el mundo, del sentido de la vida y de la muerte. Al mismo tiempo,
tal deseo está sostenido por la capacidad instrumental, propia del hombre, de
conseguir, al menos en parte, la verdad de las cosas y por la conciencia de una
atracción hacia ella que va más allá del simple deseo subjetivo e indica, en la
búsqueda de la verdad, la verdadera vocación de todo hombre.

Los tres niveles de vida psíquica muestran los fines realmente diferentes de los
individuos. Cada hombre descubre diferentes tipos de satisfacción en el curso de
su vida, y asigna valores diferentes a los objetos que quiere obtener o evitar[9].

Desde el punto de vista genético, o sea, desde el origen, se desarrollan primero


los aspectos fisiológicos, los relacionales y finalmente los espirituales[10]. Pero en
el aspecto jerárquico, a la luz de su dignidad, el orden es inverso, los valores
superiores se colocan a la cima del ser, realizan la integración o la unificación del
organismo según la propia filosofía de vida[11].
En nuestra búsqueda por saber que es el hombre/mujer, podemos distinguir tres
niveles o esferas
1. Fisiológica-instintiva: biológica, instintos.
2. Afectiva-sentimental: psíquica, sentimientos.
3. Intelectual: Inteligencia y voluntad: racional, pensamientos.
Las tres esferas poseen una cierta independencia, que hace que podamos
distinguirlas, pero también están conectadas, de abajo-arriba y de arriba-abajo
(vamos a usar arriba y abajo según la filosofía clásica y también según la
distribución corporal del ser humano, de otro modo, arriba y abajo es
perfectamente discutible). De forma que lo más importante es que la persona es
una, es un todo (ya lo vimos en Scheler). Las sensaciones conectan la esfera
tendencial-instintiva con la afectiva, lo biológico con lo psíquico.
Las emociones conectan a la vez con lo sensitivo (que procede de los sentidos) y
con lo racional. Son respuestas psíquicas que abarcan todo.
Los pensamientos influyen en lo psíquico: un modo de tranquilizar una persona
es hablarle, desdramatizar, etc.

1. El nivel biológico es alcanzable por el tacto y la vista: los sentidos y es físico


en el más estricto sentido del término. Por ello responde a las leyes físicas,
químicas y biológicas. Su procedimiento de repetición se basa en las leyes de la
genética, que se centran en el ADN, cromosomas, genes, etc. La herencia por
tanto en este nivel físico es genética y los rasgos biológicos se heredan siguiendo
una ley. Desde este nivel físico somos cuerpo, por lo que puede ser llamado
también nivel somático. En este nivel la acción de los sentidos produce en
nosotros placer y dolor. Para buscar placer y dolor aparecen los deseos o
instintos, que se dirigen a llenar las necesidades biológicas del individuo y de su
especie: comer, beber, dormir, reproducirse. De todos modos los instintos marcan
el paso del nivel biológico al psíquico, surgen como respuesta a las necesidades
del ser biológico, pero terminan siendo uno de los elementos que conforman el
nivel psíquico.

Este nivel en el lenguaje coloquial lo situamos en las tripas, la bioenergética


también lo sitúa a nivel de cintura y pelvis: es lo básico de nuestras tendencias.

2. El nivel psíquico es el nivel de nuestra sensibilidad interna. Es el nivel más


personal, o intercambiable, sino específico de cada persona. En realidad los
demás no pueden percibirlo en sí mismo, sino a través de sus manifestaciones en
los otros dos niveles: porque se manifiesta en el cuerpo, por ejemplo, lloramos,
esto lo vemos en los demás y lo sentimos en nosotros a través de toda una serie
de sensaciones que son físicas: que pertenecen a la esfera tacto, pero como
sensaciones internas. También lo descubrimos porque la persona lo expresa por
palabras, que son el modo más habitual y general de expresión del tercer nivel.
¿El nivel psíquico se hereda? Desde luego reproducimos (y este es el mismo
término que he usado en el nivel biológico) muchos comportamientos, gestos,
reacciones, etc., de nuestros padres, hermanos, personas con las que nos hemos
criado, etc., pero no resulta ser producto de una herencia en sentido genético, sino
cultural: chupamos la cultura en que nos desarrollamos, y en ese sentido la
heredamos, pero si en vez de criarnos en España nos criamos en Francia, con
padres franceses, lo único que nos queda de españoles es la herencia biológica y
el deseo de conocer quiénes son nuestros padres biológicos, junto a la afinidad
(cercanía, cariño) que eso comporta. Es decir, el nivel psíquico no sigue las leyes
de la herencia genética, aunque se utilicen en el habla común muchas
expresiones que parecen indicarlo (lo lleva en la sangre, que indica lo más
biológico junto a origen familiar). Hay un amplio vocabulario de términos que
indican elementos que pertenecen de un modo definido a este nivel: emociones,
sentimientos, pasiones, etc. ¿Estos elementos se heredan? Una cierta conexión
con el nivel biológico debe haber, puesto que se dan de un modo general en todos
los hombres: son diferentes pero también iguales, puesto que les podemos
adjudicar el mismo nombre.

Este nivel lo situamos a nivel coloquial en el corazón, el corazón es el centro de


toda una sensibilidad relacionada con nuestros sentimientos más íntimos y
personales. Literatura desde siempre, cine, televisión y también el lenguaje lo
utilizan ampliamente. En los trabajos con emociones se sabe que estas tienen
localización corporal y que básicamente se sitúan en el pecho, estómago y cuello,
aunque no solo. Esto es un ejercicio sencillo, cuando seamos conscientes de un
sentimiento, por ejemplo enfado o miedo, nos hacemos la pregunta: ¿dónde lo
siento? Y llevamos la mano al lugar del cuerpo donde los sentimos

3. El tercer nivel es el nivel intelectual-volitivo, de la libertad, la razón, el


pensamiento, espiritual,… pues recibe muchos nombres, pero nos referimos a una
esfera única, la esfera de lo racional y voluntario del hombre. Es una esfera cuyo
modo de funcionamiento es reflexivo: recorrer el conocimiento de los otros niveles,
volver sobre ello, etiquetar. El órgano de expresión por excelencia es la palabra,
aunque hay otros modos. Evidentemente esta necesita para su transmisión física
de los sentidos: oímos o vemos la palabra, porque nos hablan o leemos en un
libro. Aquí ya no hablamos de herencia, sino de adquisición: se aprende la lengua
de los padres, si se cambia de ambiente se aprende la lengua del ambiente.
Aunque en realidad también se habla de herencia, pero sin discusión se entiende
como cultural: un chino aprende chino y un español no tiene ni idea de chino, a no
ser que se dedique a adquirirlo: en los genes no viene.
A nivel coloquial se sitúa en la cabeza, en el cerebro. Esta es la sede desde el
punto de vista fisiológico y también para el lenguaje común: «no tienes cabeza»
significa: no piensas, no usas tu razón. A nivel de conexiones para la armonía de
la persona, hay que darse cuenta que la cabeza está separada (o unida) al resto
del cuerpo por el cuello, de algún modo ahí arriba, y podemos ser racionales sin
sentimientos, sin conexión con nuestras esferas «inferiores». Esto lo recoge
también el lenguaje común: racional significa también frío, sin sentimientos,
sin humanidad. Esto último es muy importante porque liga humanidad a
sentimientos e impulsos, o al menos que sin ellos no hay humanidad, no hay
respeto de las personas.

También es importante darse cuenta que la cabeza funciona mucho con el sentido
de la vista, el nervio óptico conecta directamente con el cerebro. La vista permite
distancia y objetivación, algo que no permite el tacto en la misma medida. Las
personas racionales son muy visuales, muy centradas en la vista y el oído y
menos conectadas con tacto, gusto, olfato.

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