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Clase 1
Estimadas/os colegas:
Durante estas semanas estuvimos presentándonos en el primer Foro. Ello nos ha
permitido conocernos un poco más en cada aula. Iniciamos así un ritmo de
intercambio que nos tendrá comunicados/as entre mensajes, noticias, clases, foros,
lecturas y reflexiones.
Imaginemos las edades que tendrán la chica y el chico de la primera viñeta, sus
intereses, sus actividades, los grupos de pertenencia.
Las leyes son instrumentos que expresan la voluntad soberana sobre lo que está
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entender el cuidado del propio cuerpo, del cuerpo de otros/as y de la prevención.
Sin rechazar las dimensiones biológicas y médicas, pero no reduciéndolos sólo a
ellas. El cuerpo, la afectividad, los deseos y temores se constituyen en aspectos
fundamentales para que haya una ESI que también hable de felicidad, de plenitud,
y no sólo de enfermedades y peligros.
En tal sentido, también la concepción de integralidad nos remite, entre otras cosas,
a que no solo debe transmitirse información pertinente y actualizada sobre
sexualidad, sino que fundamentalmente deben promoverse competencias y
capacidades que permitan a los alumnos y a las alumnas emplear críticamente esa
información, para un ejercicio informado y consciente de ella, acompañando de
esta manera su desarrollo integral.
Todos estos aspectos que aporta la ESI estipulan un marco sistemático de suma
potencia en el trabajo en torno a los embarazos, las maternidades y las
partenidades en la adolescencia. Profundicemos ahora en su enfoque para llegar
una aproximación mayor hacia esta normativa.
La ESI se erige sobre 5 ejes que constituyen los pilares de su enfoque: el enfoque
de derechos, el enfoque de género, el respeto por la diversidad, la valoración de la
afectividad, el cuidado del cuerpo. Veamos cada uno de estos ejes:
Enfoque de derechos
Establecer que la ESI conlleva un enfoque de derechos quiere decir que se ancla en
la perspectiva de los Derechos Humanos y a la vez que reconoce a sus
destinatarios/as como sujetos de derechos.
Enfoque de género
El denominado enfoque de género sin duda es uno de los que más aportes ha
brindado a la construcción de un abordaje integral de la educación sexual.
Constituye una propuesta inspirada en las demandas de los organismos de
derechos humanos, los movimientos de mujeres y de disidencia sexual (llamadas
LGTTBIQ: lesbianas, gays, travesti, transexual, bisexuales, intersexual y queer).
El enfoque de género constituye una lente crítica para ver y analizar desde una
mirada histórico-cultural las relaciones sociales, los prejuicios y estereotipos en
relación con lo considerado exclusivamente masculino o exclusivamente femenino.
Por eso se la plantea como una base, un pilar de la ESI, en tanto estimula la
capacidad de construir conocimiento crítico, y pone en relación las experiencias
sexuales con lo social.
Estas imágenes consolidan una mirada que los presenta como desvíos, como
situaciones “anormales”, el reverso/contracara en relación a UNA adolescencia; la
cual se propone como como un proceso universal, único y natural.
La valoración de la afectividad:
La ESI considera a la afectividad como un eje que debe ser tenido en cuenta,
valorado, reconocido, en la interacción cotidiana y también en sus propuestas
pedagógicas. La escuela debe ser un espacio para el reconocimiento del mundo
emocional, para la expresión y la comunicación. Y nos estamos refiriendo a la
posibilidad de darle un espacio a la expresión y análisis de las emociones y
sentimientos de todas las personas involucradas en el hecho educativo. Alumnas y
alumnos, familias, y docentes.
Así como decíamos que la afectividad forma parte de nuestra definición sobre
sexualidad, también enfatizamos que el cuerpo es un componente de la sexualidad:
somos cuerpo, en el nos reconocemos, construimos una imagen de el y una a partir
de nuestra autopercepción, lo valoramos, desde el y en el sentimos, disfrutamos o
padecemos. Y no lo hacemos en soledad, sino en relación con otros/as, en función
de, por ejemplo, las imágenes de belleza que circulan en nuestra sociedad, en
función de lo que se considera “saludable”, en función de lo que se considera
“correcto”, etc.
• Promoción de la Salud
Al reflexionar acerca del lugar del Estado y de las instituciones escolares sobre
estas temáticas se presentan diferentes tensiones y preguntas. ¿Los embarazos, las
maternidades y las paternidades en estas edades son de por sí situaciones
problemáticas? ¿Por qué? ¿Qué es lo que nos lleva a pensar en la necesaria
intervención del Estado y sus políticas frente a ellos?
Tal como señala Fernández (2010), esta definición presupone que cualquier mujer
o varón en esa clase etaria que atraviesa estos fenómenos estaría incluida en dicha
categoría. Ahora bien, al mismo tiempo, la inclusión de todos ellos y todas ellas en
esta categoría no implica una uniformidad/homogeneidad en la experiencia. Al
realizar una mirada histórico-social o si se establecen distinciones de clase, de
etnia, de edad, por regiones rurales o urbanas, entre otras, seguramente
comiencen a delinearse las múltiples y desiguales formas de vivir estos procesos.
Es por ello, que será necesario estar atentos/atentas a ciertas generalización que
en ocasiones se realizan sobre estos fenómenos que no dejan visualizar las
singularidades, lo cual tiene efectos significativos en las políticas y acciones
institucionales hacia los y las niños, niñas, adolescentes y jóvenes que atraviesan
estos procesos. Comencemos por algunas de estas generalizaciones. En reiteradas
ocasiones se utiliza el concepto de “maternidad adolescente” para aludir a los
embarazos, maternidades y paternidades en estas edades. Este concepto que
parece una simplificación del lenguaje o una costumbre no deja de tener efectos
sobre quienes son nombradas/os bajo este paraguas.
En principio, en esta clase, podemos comenzar a decir que estos procesos son
diferentes. No resulta lo mismo ni material ni subjetivamente estar atravesando un
embarazo, que la maternidad. Las posibilidades de estudiar, de trabajar, de salir
con amigos/as, las alegrías y los temores son diferentes. También es necesario
aclarar que la utilización de la nominación maternidad para aludir a los embarazos
invisibiliza todos aquellos embarazos que no llegan a término por diferentes
razones. Lo cual no sólo pueda dar cuenta de un error conceptual sino de una
insistencia política que deja en las sombras una situación íntimamente anudada a
estos procesos. Por otro lado, tampoco impacta del mismo modo la experiencia
social, laboral y escolar de la maternidad que la de la paternidad.
Así podemos por ejemplo entonces podemos preguntarnos: ¿vivirá del mismo modo
estos procesos una niña de 11 años que una adolescente de 18 años? ¿se
atravesará del mismo modo la experiencia en un espacio rural empobrecido que en
una clase media urbana? ¿le sucederá lo mismo en torno a su escolaridad a una
adolescente embarazada que vive con su pareja que a una adolescente madre que
vive con un grupo familiar? ¿serán similares las expectativas en torno a la
continuidad escolar y al empleo para una adolescente madre que para un padre
adolescente?.
En las posibles respuestas puede identificarse que, si bien todas ellas y todos ellos
atraviesan una experiencia en la cual algunas cuestiones se comparten, no puede
pensarse como una situación homogénea. La visibilidad de las diferentes
experiencias que se generan en estas circunstancias resulta un aspecto central al
momento de plantear una política pública, acciones institucionales, estrategias
comunitarias y/o proyectos áulicos en relación a la temática. Sobre este punto
volveremos en la clase siguiente.
Acercarnos a ver cómo se comportan estos procesos en nuestro país, por un lado,
nos permitirá tener más elementos para pensar las estrategias hacia estos
fenómenos y, por otro, poner en tensión algunas afirmaciones que refuerzan la
estigmatización. ¿Se presenta un incremento de la fecundidad adolescente en
nuestro país? ¿Qué desigualdades se presentan en su ocurrencia? ¿Cuáles son sus
consecuencias? ¿Cómo se comportan estos procesos según las edades?
Sin embargo, el análisis global del país no da cuenta de la desigualdad entre las
provincias ya que el porcentaje de la fecundidad adolescente, para 2011, superó al
promedio nacional en 6 de 24 provincias con valores superiores al 20%. Formosa y
Chaco con 25%; Misiones 22% y Catamarca, Corrientes y Santiago del Estero 21%.
Corrientes y Formosa, a su vez, mostraron un ascenso del porcentaje de nacidos
vivos de madres adolescentes superior al 20%, constituyendo junto a CABA y San
Juan, las jurisdicciones con mayor incremento acumulado entre el año 2001 y
2011. La situación de Formosa es particularmente preocupante porque las mujeres
de Formosa tienen 16 veces más riesgo de morir a lo largo de su vida reproductiva
por causas relacionadas con el embarazo, el parto y el puerperio que las mujeres
que residen en la Ciudad de Buenos Aires.
Por ello resulta necesario ser cautelosos/as en ciertas consideraciones que surgen
con insistencia que totalizan los embarazos y maternidades entre los 10 y los 19
años de edad aludiendo a niñas madres con imágenes de muñecas rotas, niñas
jugando a las muñecas…
Por otro lado, se sabe que los condicionamientos que se anudan a un caso y a otro
suelen ser diferentes. El aumento de la cantidad de nacimientos en niñas-madres
cercanas a los 10 años señala indirectamente la precocidad de la edad del
comienzo de las relaciones sexuales. Un inicio sexual que, según la Fundación para
Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), “a esas edades, la gran mayoría de las
veces es producto de relaciones forzadas o no consentidas, algunas de las cuales
terminan en embarazos” (s/d).
Las desigualdades que se vinculan con estos procesos se evidencian en otros datos.
De acuerdo con los datos del Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA)
(2013), el 69% de los embarazos adolescentes son no planificados. Es decir que,
los embarazos se imponen –la mayoría de las veces- como una resolución en la
cual la posibilidad de decidir autónomamente sobre el propio cuerpo quedó
quebrada, obturada. La información, el conocimiento sobre el propio cuerpo, las
relaciones de género que se juegan al momento del cuidado anticonceptivo, el
acceso al aborto constituyen, entre otros factores, algunos de los elementos que
impactan de muy distinto y desigual modo al momento de decidir sobre el propio
cuerpo, la sexualidad, la continuidad o no de un embarazo.
R: Yo sé que lo hice con él, que no me cuidé. Pero no pensé que iba a llegar el
momento en que yo iba a estar embarazada. Siempre le decía a todas mis
hermanas: “yo no voy a tener hijos, yo no quiero saber nada de hijos”. El error lo
cometí yo en no cuidarme. En las relaciones que tuve con él nunca me cuidaba.
Raquel. 15 años de edad, vivía con su madre y asistía a la escuela al
momento de su primer embarazo.
De acuerdo con lo que trabajamos hasta aquí y teniendo en cuenta las puertas de
entrada de la ESI abordadas en la clase anterior es que podemos comenzar a
imaginar algunos lugares de posibilidad que nos ofrece la ESI para trabajar desde
las instituciones en estas temáticas. La escuela no está sola en esto: se busca
generar un trabajo articulado con las familias, los centros de salud y las
organizaciones sociales. Volveremos sobre estos aspectos en las próximas clases.
a) Describir de manera sintética: ¿cuál creen que debería ser el lugar de la escuela
frente a los EA/MA/PA?
Ampliatoria:
Morgade, G. (2011) Toda educación es sexual. Buenos Aires. La Crujía ediciones.
Cap. I