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Alí Torín — 26.570.

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Oratoria — Discurso Político

Para mí no hay mayor prueba de la grandeza del intelecto humano que su


cultura. A pesar de que la cultura sea erróneamente interpretada como la
comida, el arte indígena en caso de nosotros los latinos y los jarroncitos de
arcilla que venden por ahí, la cultura va mucho más allá de eso. No es sólo la
artesanía, la gastronomía y el arte, es también la manera de hablar, lo que
solemos hacer al llegar a la casa, cómo nos tratamos, cómo demostramos
afecto, cómo demostramos respeto. La cultura abarca toda la manera de vivir
y ver la vida del ser humano, ajustándose a las costumbres y preferencias de
cada sociedad. Por eso el ser humano es tan rico, porque su cultura es
infinita en las posibilidades.

Una vez escuché decir a un señor que los latinoamericános somos los
seres más universales que existen en el planeta tierra, y por ende, tenemos
mayor capacidad de comprender la humanidad que un europeo, porque un
francés es simplemente un francés y nada más que un francés, pero un
venezolano es de paso un francés, y un noruego, y un indio, y un negro
también. Éste señor cerro diciendo, y cito: "Nosotros deberíamos aprovechar
ese derecho a la cultura que nos dió la historia". Y luego de terminar, yo me
pregunté. ¿Lo hacemos? ¿Aprovechamos los latinos el derecho que aquel
señor asegura es legítimamente nuestro? Mi respuesta fue no.

Aún no tengo la oportunidad de viajar por el mundo, ni siquiera por


Latinoamérica, así que hablaré desde adentro, de mi país. Venezuela está,
evidentemente, en crisis. No hay comida, no hay medicina, los servicios son
casi cien por ciento inservibles, y tanto el gobierno como la pseudo -
oposición no hacen sino empeorar las cosas, y suelo pensar que a propósito.
Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de problemas que tiene éste país,
para mí, el problema más grande está en la cultura. No en la comida ni los
bailes típicos, para mí la crisis más fuerte reside en la forma de ver el mundo
de los venezolanos. Y quizá los que ya estamos, ya moriremos así, pero me
niego a dejarle ese mismo país a mis hijos.

Por eso yo creo en la revolución. Pero no en la falsa revolución que nos


ha arrastrado hasta éste punto, sino a una revolución de verdad, una
revolución desde el único lugar en donde de verdad se puede cambiar el
mundo: Desde la escuela, desde el hogar. Una revolución cultural, que nos
enseñe a respetarnos hombres y mujeres por igual, que nos ayude de verdad
con la identidad sexual, que nos permita valorar el trabajo ajeno y que nos
enseñe a no aprovecharse del más chico ni jugar con trampas.

Necesitamos un país con gente buena, educada. Necesitamos aprender y


valorar las artes, nacionales y universales, la historia, la filosofía, requerimos
educación política de verdad, no el chiste de doctrina que nos inculcan hoy.
Necesitamos aprender a querer nuestro país más por vocación que por
obligación, y necesitamos aprender a vivir juntos sin matarnos como si los
demás no fuesen gente igual que tú.

Sin corregir nuestra cultura, la historia seguirá en repetición. Y vendrán


más Chávez, y más Calderas, y más Pérez Jiménez, hasta que entendamos
qué significa realmente la frase: "Para que mejore el país hay que comenzar
a mejorar uno mismo". Por eso estoy acá, porque la Venezuela que sueño, la
Venezuela capital del mundo, si no alcanzo a verla yo, por lo menos que la
vean mis hijos.

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