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Introducción al texto
En 1973 la revista Alero de la USAC publicó una síntesis del amplio debate qye la
izquierda intelectual sostenía en torno a las contradicciones de clase y étnica en la
sociedad guatemalteca. Martínez Peláez participó con el ensayo ¿qué es el indio?
donde argumentó que el indio no era una realidad metahistórica sino que había
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nacido en la Colonia, cuando los nativos fueron convertidos en siervos y todas sus
características sociales y culturales quedaron moldeadas por aquélla. De igual
forma, el indio desaparecería con el avance del proceso de proletarización y por
tanto la pérdida de sus características de siervo colonial. Para Martínez, este
cambio posibilitaba la unificación entre proletarios indios y ladinos y la lucha de
ambos contra sus explotadores. Esta tesis ganó aceptación en muchos estudiantes e
intelectuales pero, al mismo tiempo, fue fuente de gran polémica con la postura de
Carlos Guzmán-Böckler y Jean-Loup Herbert y sus seguidores.
1 El texto apareció originalmente en la Revista Alero Número 13, Guatemala. Originalmente el autor presentó este
trabajo en el I Encuentro de Historiadores Latinoamericanos celebrado en México en 1974. Después el texto
apareció en la Revista Alero (1973) y en la Revista Economía (1975)
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suele hablar come si hubiera existido y hubiera de seguir existiendo siempre. Tal
deformación del juicio proviene de la deshistorización del indio operada en la
mentalidad de les terratenientes coloniales, y convertida en supuesto pedagógico
cuando tomaron el poder después de la Independencia: “el indio siempre ha sido
indio... el indio siempre será indio”, así reza el principio criollista.
2 Martínez Peláez, La Patria del Criollo. La negación del indio como necesidad de clase entre los criollos aparece
estudiada en el Capítulo Quinto. La deshistorización, en el Apartado 2° del Capítulo Octavo. La definición de la clase
criolla como latifundista explotadora de trabajo forzado de indios se desarrolla en varios lugares (véase índice
sumario).
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tolerado el peculiar uso del concepto de colonización que va implícito en dicha
aseveración–, pero luego se pasa a afirmar que el colonizado va a liberarse, a
descolonizarse, a desalienarse... sin dejar de ser indio. Este último resulta
inadmisible, porque lo verdadero de aquel primer juicio radicaba precisamente en
la identificación del indio con el colonizado, y en este otro se supone que puede
dejar de ser el colonizado sin dejar de ser el indio –con lo cual también se da por
supuesto que ya era indio antes de ser colonizado–. Lo que ocurre es que en el
juicio “el indio es el colonizado” no se está queriendo decir que la esencia del indio
radica en ser un hombre con las características que le imprime una colonización –lo
cual sería absolutamente cierto–, sino algo por completo diferente: que el indio ha
sido objeto de determinadas presiones ejercidas sobre su ser por unos extraños, los
colonizadores, y que el destino del indio es sacudirse esas presiones y volver a ser
como era antes de la colonización, puesto que ese su ser precolonial permanece allí,
esperando el momento de la “desalienación”, el retorno a la “autenticidad”.
Estamos, como se ve, frente a una especulación que pretende grandes vuelos, pero
que, infortunadamente, no pasa de ser un aleteo en el interior de la trampa criolla;
se esté queriendo refutar a los negadores del indio sin haber superado todavía la
más elemental de las falacias implantadas por ellos, la falacia deshistorizante. No
es extraño que por ese camino extraviado se desemboque de nuevo en el racismo
(aunque se trate de un racismo al revés, favorable al indio, pero tan irracional y
reñido con la ciencia como cualquiera otro). Porque si el indio ya era indio antes de
ser colonizado, si sigue siéndolo mientras ha estado colonizado, y si va a continuar
siéndolo después de su liberación, entonces definitivamente la condición de indio
no es una realidad históricamente determinada, sino infrahistórica, inmutable,
fatal, racial!…
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caballos, leones, castillos y águilas con sedas de colores; un indio que le reza a los
Santos de la Iglesia Católica (en la versión de los imagineros españoles) por la
prosperidad de su maíz cultivado con azadones y machetes; que vuelca sus
magros ahorros en Semanasantas, y que tañe sones en marimbas de precedencia
africana y chirimías de origen egipcio-arábigo. Los nativos a quienes Alvarado y
sus compañeros comenzaren a conquistar –llamados por el conquistador “los
naturales” en sus cartas4–eran por completo otra realidad humana. Veámosla en
trazos breves.
Los documentos no aclaran si las parcelas que cultivaban los maseguales eran de
propiedad comunal, aunque éste es lo más probable si nos atenemos a lo que
ocurría en los calpules mejicanos del mismo periodo –siglo XVI– y al régimen
4 Libro Viejo, página 274 y siguientes. Carta a Cortés desde Utatlán, abril de 1524. Carta desde lximché, 27 julio de
1524.
5 Ximénez, I, 72-73, 103-104, Descripción del poblado prehispánico entre quichés y cakchiqueles. Martínez Peláez, La
Patria del Criolla, paginas 536-541; descripción y fuentes.
6 Popol Vuh, páginas 244-245.
7 Véase documentos de nota 214 (arreglar esta nota porque se va a correr cuando meta textos anteriores. Alude a
dos pies de páginas anteriores: Ximénez, I, …)
8 De Las Casas,página 303, 311 (“y esto recogían los principales, de la cual les quedaba alguna partecilla, y si no, el
señor se lo repartía”), 313.
9 Popol Vuh, páginas 247
10 De Las Casas, página 306, Ximénez, I, página 86.
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adoptado después por la dominación española: seguramente ésta respetó y
aprovechó una tradición indígena al establecer la propiedad comunal en las tierras
de los pueblos coloniales. Una sola de las fuentes es explícita al declarar que los
señores tenían ciertas tierras trabajadas por esclavos o arrendadas a gente común 11,
y aunque tampoco expresa que tales tierras fueran de propiedad privada, deja
claro que eran un medio de producción poseído con fines de explotación humana.
El desconocimiento del régimen de propiedad de la tierra12 torna muy difícil
averiguar si aquellas sociedades habían entrado ya de lleno al régimen de clases
sociales y de explotación; pero aun sin conocer aquel dato puede afirmarse, sin
temor de equivocación, que las diferencias sociales eran muy marcadas entre los
tres sectores indicados. El esquema que se construye con la información histórica
disponible pone ante los ojos una sociedad que se hallaba a un paso del régimen de
esclavitud (entendiendo por tal el régimen en que lo principal de la producción es
realizado por trabajadores esclavos).
11 Id. página 313 (“tenían también les señores sus tierras que llamaban realengas, que arrendaban a los que eran
pobres por muy poca renta. En cierta parte de ellas tenían los señores sus esclavos casados…”)
12 En efecto, ninguna fuente histórica esclarece ese punto. La afirmación hecha por diversos autores contemporáneos
en el sentido de que les tierras eran comunales es gratuita, nunca citan fuente.
13 Popol Vuh, páginas 240, 249, 251-252, 254-256, 257. Anales de los Cackchiqueles, páginas 95-98 y 103. Ximenez, 1,
páginas 91-92. De Las Casas, páginas 306, 315 (refiriéndose allí a los de la Verapaz).Recinos, Crónicas Indígenas
páginas 72-84 (Títulos Ixquin-Nehaib)
14 Ximénez, I, página 89 (se refiere a sacrificio de esclavos para ganar la voluntad de los dioses por parte de gente
común) (refiriéndose adelante a delitos y penas menciona esclavos de ambos sexos que atodas luces parecen ser
propiedad de gente común; así por ejemplo en página 99).
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se realizaban para escarmentar y aterrorizar a los pueblos tributarios, según la
apreciación de Fray Bartolomé de las Casas recogida por Ximénez15.
Una agricultura que giraba en torno al cultivo del maíz, el cacao, los frijoles, las
calabazas y el algodón, era realizada con instrumentos de madera y de piedra. Esta
última aparece representada en el instrumental de producción por mazas, filos,
sierras y puntas logradas por pulimentación y desportillamiento. Aunque algunos
objetos de ornamento parecen haber sido fundidos en oro y cobre, no hubo
realmente una metalurgia asociada a la producción de instrumentos de trabajo.
Tampoco hubo ganadería, desventaja muy notable que determinó la existencia de
cargadores y cazadores de oficio, así como un bajo consumo de proteínas animales.
Se trata solamente de recordar con pocos datos el cuadro general de la vida de los
nativos de la conquista (con algún énfasis en su estructura social, que es poco
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conocida) con el propósito de contrastarlo en seguida con el cuadro, también muy
general y de grandes rasgos, de la realidad de los indios en el régimen colonial.
Ello con la intención de demostrar cómo el paso de una situación a otra implicó
una profunda mutación histórica, una transformación humana esencial, y no
simplemente, como suele suponerse al margen de la Historia, una serie de
accidentes externos ocurridos a un ente metahistórico que permaneció en el fondo
igual a sí mismo y sigue siendo el mismo.
18 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 62-84. Martínez Peláez. “Algo sobre repartimientos”Páginas 63-68.
19 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas69-96, 443-459.
20 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, 443-459
21 Martínez Peláez, La Patria del Criollo.
22 Martínez Peláez, “Centroamérica en los años de la Independencia”, página 36 (allí indicación de fuentes diversas
sobre número y distribución).
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continuó en ellos la vida colonial casi inalterada), un régimen de explotación y una
serie de mecanismos político-administrativos desarrollados al servicio de la
misma, modelaron un nuevo tipo de trabajador y una nueva clase social con el
elemento humano conquistado y reducido: el resultado histórico fue el indio.
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Alguien quizá querría preguntarme: ¿Por qué referirse al cura solamente como
agente de la opresión? ¿Por qué no agregar que el doctrinero estaba junto al
humilde lecho de los moribundos, que él los bautizaba, los casaba, que reconciliaba
a los esposos desavenidos, que reconvino a los borrachos, que enseñó a los niños a
rezar y a cantar en el coros de la iglesia bellos cánticos a la Virgen María, que en los
primeros tiempos les enseñó a cultivar nuevas plantas útiles y a criar nuevos
animales, que les enseñó nuevas artesanías o nuevos procedimientos para las
antiguas, que les sugirió diseños para sus telas y trajes (¡todavía hoy llevan sayos y
capuchas franciscanas!), que les enseñóbailes y representaciones, loas, moros y
cristianos, danzas y parlamentos del baile de la conquista, que llevó, en fin,
consolación y esperanza a aquellos antros de explotación...?
No se puede contestar a tal vehemente pregunta sino dando las gracias por traer a
cuenta todos esos aspectos importantes de la colonización, pues todo se hizo en
función de ella, convirtiendo al nativo en indio y al indio en un sujeto más
controlado, más dócil y más productivo, dentro del molde requerido por el gran
fin primordial del imperio: la explotación; nunca rebasando ese molde!
25 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 541-557 (Allí discusión del problema y fuentes documentales.)
26 En efecto, el régimen de pueblos se mantuvo mucho tiempo después de la independencia en lo relativo a los
cabildos. Sólo después de la Reforma liberal tuvieron acceso al cabildo todos los individuos de los pueblos,
incluyendo les ladinos. Véase Henry Dunn,páginas 195-196.
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al trabajo forzado de las haciendas, circunstancia que les permitió enriquecerse
abusando de la autoridad, pues ellos eran les encargados de velar porque se
cumpliera con los tributos y con el envío de indios, mecanismos ambos que daban
amplio margen para hacer fraudes, ejercer chantajes y coacciones, y recibir
gratificaciones a cambio de colaboración con los explotadores27. Es interesante
consignar que muchos motines de indios fueron desencadenados por los abusos de
estos indios nobles investidos de autoridad28.
27 Véase nota 23 o sea 234 pero arreglar al final Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 541-557 (Allí discusión
del problema y fuentes.) documentales.)
28 En efecto, el estudio de los motines así lo revela. Véase al respecto en ACA: A.1.15. Exp. 24855 Leg. 2817 (Motín de
Tuxtla, 1693. Desencadenado por abusos del Gobernador Indio, A quien dan muerte junto con el Alcalde Mayor y su
Alguacil también español. Veintiún indios llevados a la horca por tal motivo); A.L.21.4. Exp. 26549 Leg. 2886 (Motín
de Santa Cruz Chiquimulilla, 1742. (Contra el gobernador indio por exacciones económicas insufribles.); A.1.21. Exp.
47536 Leg. 5506 (Motín de Santa Catarina Ixtahuacán, 1743. Levantamiento de los maseguales contra los indios
nobles, concretamente por conducta de cuatro de ellos que ejercen autoridad; exacciones económicas.); A.l.21.8
Exp. 29273 Leg. 3028 (Asesinato de Diego Xhixoy, gobernador indio cuyas exacciones se hacen insoportables. Tres
maseguales llevados a la horca como responsables.) En Ximénez, II, 409-410 se encuentra un cuadro de lo que eran
los gobernadores indios, y cómo desencadenaron violentas sublevaciones de indios. Los presenta especialmente
como esbirros de la autoridad criolla.
29 Un estudio del régimen de tierras colonial, y concretamente de las tierras de los pueblos de indios, puede hallarse
enMartínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 143-194 (allí referencia a fuentes documentales).
30 Descripción del tributo en Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 232-233. (Allí fuentes.)
31 Un estudio del repartimiento de indios con base en fuentes de primera mano puede verse enMartínez Peláez, La
Patria del Criollo, páginas 460-518. Más breve, enMartínez Peláez “Algo sobre repartimientos” páginas 67-70.
32 Véase a este respecto Apuntamientos… páginas 45-54 (abusos en las cofradías, en el servicio de sacristía, en el
servicio parroquial. Documente de 1810).
33 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 70-71 (descripción breve del “repartimiento de mercancías”).
34 Véase Apuntamientos… páginas 10-13. TambiénFrancisco de PaulaGarcía Peláez,Observaciones... páginas 5-7 (“Es
poco afirmar que es decadente la situación de esta clase de habitantes, es forzoso añadir que ya parece
degenerante”).
35 Id.
36 Cortez y Larraz, I, 141; II, 102 (Se refiere el Arzobispo en 1770 a un “odio implacable” de los indios hacia los
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sociales, lo que llamamos su cultura, tenía que ser testimonio de la opresión: fue y
sigue siendo una cultura pobre37.
españoles y ladinos).
37 En Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas594-618 se discute ampliamente la cuestión de la cultura del indio
como cultura de opresión.
38 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 619-626.
39 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 397-416, 543-557. (Capa media alta rural. Indios ricos.)
40 Se encuentran pruebas documentales de ello en Henry Dunn, páginas 195, y especialmente 212 donde se perfila el
mandamiento en 1827. Véase también el Reglamento de Corregidores de 1839, Artículos 22 y 23 sobre envíos de
indios forzados. Se encuentra en ACA, B.12.7. Exp. 4941, Leg. 214, folios 472-481 v. Véase también Gaceta, No. 69,
de 17 octubre 1851, Decreto "en favor de la clase indígena”, Articulo 4°, donde se revela la pervivencia del sistema
de mandamientos.
41 Reglamento de Jornaleros, Decreto Número 177 de abril de 1877, emitido por Justo Rufino Barrios, puede verse en
Recopilación de las Leyes emitidas…Tomo II página 69 y siguientes, Ley de Vagancia, Decreto 1996 de 10 de mayo de
1934, emitida por el Congreso gobernando Jorge Ubico. Puede verse en Recopilación de las Leyes emitidas…Tomo
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aplicaron con el máximo rigor para facilitarle mano de obra forzosa a los finqueros,
para poder retenerla con el pretexto de deudas todo el tiempo que la necesitaran, y
para despedirla y recuperarla según sus necesidades. Sólo leyendo el texto de esas
leyes monstruosas42, o las descripción de observadores extranjeros que vieren su
aplicación aún más monstruosa43, se llega a entender en qué grado quedaron los
indios, durante todo ese tiempo, a merced de las necesidades de la clase
dominante.
Por los motivos señalados, la masa india modificó muy poco durante los setenta
años de las dictaduras cafetaleras las características adquiridas durante el período
colonial: siguió siendo una clase social servil. Su situación tuvo ahora menos
semejanza con lo que llamaríamos el siervo clásico, pues dejó de estar adscrito a su
pueblo y de producir renta en especie (tributos), pero se vio más brutalmente
compelido a trabajar sin posibilidad de libre contratación, y la retención por
deudas –deudas forzadas– en la ranchería de la finca tuvo el carácter de una
descripción feudal que afectaba a sucesivas generaciones de trabajadores, padres,
hijos, nietos, mientras se mantuviera en los libros contables de la empresa el cargo
de una deuda irrisoria cuya cancelación era rechazada por el patrono mismo o sus
empleados. No hubo posibilidades de desarrollo progresivo, de mejoramiento
económico ni cultural, sino fundamentalmente lo que venía habiendo desde la
colonia: trabajo forzado, azotes y calabozo44, pagas miserables al capricho de los
terratenientes, aparatos de represión y de terror cada vez más eficaces para
reprimir todo intento de protesta o rebelión y mantener “el orden”.
El indio es, por consiguiente, un fenómeno colonial prolongado mucho más allá de
la independencia por la perduración de las condiciones económicas y las presiones
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de todo tipo que lo habían modelado originalmente. Algunos controles se
debilitaron pero otros más fuertes aparecieron: la Iglesia perdió algo de su fuerza
anterior, e ideas tales como la Patria y el progreso vinieron a comprometer a los
oprimidos en substitución relativa de Dios y los premios de ultramundo. Pero el
indio ya estaba sobradamente hecho por la colonia como para dar marcha atrás en
su cristianismo colonial.
45 Una discusión sobre la configuración de la cultura india como cultura del siervo colonial, se halla en Martínez
Peláez, La Patria del Criollo, páginas 594-618.
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características socioculturales del siervo colonial aunque tal siervo ya no exista en
rigor. Sin embargo, pese a todo, la vigencia del salario para el indio es un hecho
profundo, básico, que desde el primer momento tiene que estar afectando la
relación de los indios con las demás clases de la estructura social guatemalteca y en
especial –he aquí lo más importante– con el proletariado agrícola no indio.
Echando lentamente hacia atrás los esquemas relacionales de tipo colonial –
esquemas viejos y de mucho arraigo, por supuesto– el salario está llamado a
unificar a los proletarios indios y no indios en una sola conciencia de clase, puesto
que se hallan ahora unificados en una misma función económica y son de hecho
una sola clase: vendedores de fuerza de trabajo. La observación de ese fenómeno
en el escenario rural en que debe tener lugar, el análisis de las modalidades que
asume el encuentro de los indios proletarizados con los asalariados no indios,
debería ser un tema de primordial interés para la sociología y la antropología
revolucionarias en nuestro país, porque la formulación teórica de las posibilidades
y los medios políticos de acelerar esa unificación de conciencia es una exigencia
revolucionaria de primer orden. Las condiciones internas de Guatemala, y el ritmo
de desarrollo de la Revolución en la América Latina, parecen depararle al pueblo
guatemalteco unos años en que deberá elevar su nivel político, teórico y
organizativo con miras a la coyuntura que inevitablemente llegará para los países
más pequeños y menos desarrollados del continente. En ese lapso, en que
seguramente ocurrirán muchas cosas importantes, cabe suponer que la explotación
asalariada acercará a los proletarios indios y ladinos, y que una labor consiente en
dicho sentido podría acelerar el proceso. Cabe prever, así mismo, que la reacción
buscará los medios para entorpecer aquella unificación, y que el procedimiento
obvio será llamar al indio a encerrarse en sus tradiciones, exaltar su paupérrima
cultura colonial como algo “auténticamente nacional" frente a la experiencia
revolucionaria “exótica”, vedarle el acceso a las corrientes internacionales de
liberación, presentarle al ladino en general como su enemigo avivando su odio
indiscriminado de siervo colonial para demorar su percepción del verdadero
sentido de la lucha de clases y de su ubicación en esa lucha al lado de los demás
asalariados. En una palabra: desunir.
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autoridad de los pueblos y nivelados jurídicamente por la Reforma hace cien años).
Se es más o menos indio, según que las características del siervo colonial estén más
o menos presentes en el modo de vida, la indumentaria, el utillaje, las costumbres,
la lengua y la mentalidad del individuo en cuestión. La raza no tiene nada que ver
en la definición del indio, porque si bien es cierto que los nativos convertidos en
indios pertenecían todos a la misma raza, no es menos cierto que la condición de
siervo puede abandonarse y la han abandonado en todo tiempo muchísimas
personas sin cambiar de raza. En Guatemala hay racismo y hay discriminación
racial para el indio, pero no hay lucha de razas, ni discriminación racial para los
individuos de raza autóctona que no son indios. La discriminación racial entre
nosotros –como en todas partes– es un fenómeno ideológico, de supraestructura,
que responde a una lucha de clases y opera solamente en función de ella.
Individuos que ostentan todas las características sociales del nativo, pero que no
ostentan ninguna característica sociocultural del indio, señalan con vituperio la
inferioridad racial de éste, sin reparar en la pureza de su propia raza autóctona y
sin ser discriminados por ella. Esto se ve en Guatemala todos los días desde hace
sociales. Un individuo que en nuestro medio ostenta todos los rasgos de la raza
nativa, pero que no exhibe absolutamente ninguna característica de siervo colonial
–económica, sociales, cultural ni psicológica–, y que por el contrario hace gala de
una personalidad auténticamente burguesa (¡mejor aún si posee una finca de café o
un buen negocio comercial en la sexta avenida!) no es discriminado en ningún caso
por su raza. Una abrumadora cantidad de hechos de esa naturaleza ponen en
evidencia que la lucha no es de razas y que la discriminación racial solo opera en
función de la discriminación social. Ahora bien: como las clases son muchas,
ocurre que la burguesía discrimina a todos los demás grupos en distinto grado y
éstos se discriminan entre sí de acuerdo con su posición relativa. En ese contexto se
dan matices de resentimiento y malentendidos diversos. Individuos pequeño
burgueses o proletarios con algunas características nativas o decididamente
nativos por su raza, son vistos con menosprecio por la burguesía en razón de su
condición pequeñoburguesa o proletaria. El proletario generalmente percibe el
verdadero contenido de clase del rechazo, pero el pequeñoburgués cae fácilmente
en el error de suponer que se le discrimina por lo que tiene de común con la raza
del indio. El pequeñoburgués, generalmente aspirante a burgués, enamorado de la
burguesía y dado a coquetear con ella, se resiste a comprender y admitir que la
burguesía lo desprecia por su afán de servirla y de igualársele, y fácilmente cae en
posiciones irracionales cuando lleno de mortificación comprueba que es
discriminado. (Es indudable que esto último le ocurre a muchos intelectuales
jóvenes de los que abrazan con pasión la tesis de la lucha racial en Guatemala.
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Reconocen en sí mismos algunos rasgos sociales autóctonos, y se equivocan
creyendo que son esos rasgos los causantes del menosprecio con que la burguesía
los lastima).
Queda por contestar una pregunta que las explicaciones precedentes traen a
primer plano: si la discriminación es racial sólo en apariencia, si en el fondo es
discriminación de clases, ¿por qué, entonces, el proletario indio se ve discriminado
por el proletario ladino?,¿acaso no es evidente que hasta los ladinos más pobres se
consideran superiores a los indios por naturaleza, que es lo mismo que decir por
raza?
Es muy sencillo. El desarrollo histórico de las capas medias ladinas, que por su
origen son coloniales también, se vio rígidamente determinado y encauzado por el
esquema social básico de la colonia, esquema existente con anterioridad a la
aparición de los mestizos o ladinos y fincado en tres grandes factores: el gobierno
de la burguesía hispánica ejercido en la provincia por un cuerpo de funcionarios, la
oligarquía terrateniente criolla bien compactada por sus intereses y no exenta de
poderío –supeditada a la autoridad monárquica pero no explotada por ella, aliadas
entrambas para controlar a los demás grupos en muchos aspectos–, y en la base la
gran masa de nativos sometidos al régimen de pueblos con sus implicaciones ya
apuntadas. Ese triángulo fue el esquema funcional básico de la colonia46, dentro
del cual tuvieron que ir encontrando acomodo los mestizos conforme fueron
apareciendo y proliferando. Dicho proceso de acomodo en diversos campos
ocupacionales fue en sí mismo la formación de las clases y capas medias de la
sociedad colonial, proceso que obedeció dócilmente y sin remedio a las
posibilidades impuestas por el esquema inicial, las cuales posibilidades quedaban
reducidas en definitivo a dos caminos: servir a los dos grupos dominantes y
arreglárselas para explotar en alguna forma a los indios; entendido que esta
segunda posibilidad fue mucho más difícil y menos frecuente que la primera, y
que normalmente fue la primera una condición para alcanzar la segunda47.
Surgieron así los grupos medios coloniales que fueron llamados globalmente
“mestizos” o “ladinos” para diferenciarlos del status privilegiado de españoles y
criollos (únicos a quienes con alguna propiedad puede llamarse “colonizadores”,
siempre que se conozcan las diferencias esenciales de sus respectivas funciones
colonizadoras y sus antagonismos de clase, que culminaron con la
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Independencia48), y para diferenciarlos también del status de los indios, obligados
a tributar y a trabajar en las haciendas sin libre contratación.
La discriminación de clase –quees lo que en este momento nos interesa– fue muy
activa entre todos los grupos coloniales, y a todo nivel tuvo connotaciones de
discriminación racial: los españoles peninsulares insinuaban que los españoles
nacidos en América –los criollos– se veían afectados desfavorablemente por el
clima y los alimentos49; unos y otros veían con marcado desprecio y discriminaban
tajantemente a los ladinos,considerándolos inferiores por tener sangre mezclada de
indio o de negro y dándoles un estatuto jurídico diferente del que regía para
españoles y para indios50. Los ladinos se discriminaban entre sí, ya que había un
abismo de clase entre un artesano acomodado de la ciudad, que podía ser
terrateniente mediano a la vez, y un ladino pobre de ranchería, pongamos por
caso. Ahora bien: este último, el ladino pobre de ranchería, individuo desposeído
de todo, arrimado a una hacienda en que se le daba una parcela en usufructo a
cambio de trabajar para el hacendado toda la vida51, este infeliz perteneciente a la
clase social más amplia y más explotada de ladinos52, ¡él también tenía motivos
para discriminar al indio!... ¿Por qué? preguntamos. Porque en su miseria –estaes
la respuesta– el ladino rural pobre no era siervo, no estaba obligado a tributar ni a
acudir al repartimiento de las haciendas53, no tenía obligaciones económicas de
Iglesia54, no tenía sobre sí a los nobles indios tramposos. En suma, el ladino rural
pobre no era explotador de indios55, pero su misma pobreza lo obligaba a
distinguirse de los indios para no ser arrastrado a la servidumbre. El gesto
despectivo, la burla, el atropello a los indios, eran todos indicadores de que no se
era indio. En definitiva, fueron también motivos de clase los que llevaron al más
humilde y más numeroso de los sectores explotados de ladinos a discriminar a los
48 He demostrado que la pugna entre criollos y burocracia fue un aspecto importante de la lucha de clases colonial en
varios lugares deLa Patria del Criollo,especialmente en páginas 104-125. Todos los documentos importantes de los
años de la Independencia revelan que la oligarquía terrateniente criolla conspiro contra España y finalmente tomó
el poder (si bien es cierto que también se enfrentó a otros grupos locales para impedir que ellos lo tomaran). Véase
Martínez Peláez, La Patria del Criollo, página 40.
49 Para finales del siglo XVII véase Martínez Peláez, La Patria del Criollo páginas 114-124. En los tomos II y III de la
Gaceta, correspondientes a 1798 y 1800, aparecieron varios artículos polémicos en torno al clima y su influencia
sobre los hombres, que ponen en evidencia la perduración del prejuicio europeo de la inferioridad de los criollos
por motivos de clima.
50 La legislación colonial estableció derechos y deberes específicos para los mestizos, vedándoles el acceso a ciertas
ocupaciones y disponiendo penas especiales para los delitos cometidos por ellos. Abundante prueba de ello puede
encontrarse en Recopilación sumaria…(diversos lugares).
51 Un estudio de la situación de los trabajadores ladinos en las haciendas coloniales puede verse en Martínez Peláez,
La Patria del Criollo, páginas 377-397. Allí indicación de las fuentes documentales.
52 Id. Martínez Peláez, La Patria del Criollo.
53 Martínez Peláez, La Patria del Criollo, páginas 366-397 (Allí indicación de las fuentes documentales).
54 Id. Martínez Peláez, La Patria del Criollo.
55 Id. Martínez Peláez, La Patria del Criollo.
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indios; el estar fuera de la servidumbre pero muy cerca de ella fue la causa de este
fenómeno.
Y lo dicho enlaza con el dato que más arriba hemos destacado como crucial: si la
servidumbre del indio estuvo vigente en Guatemala hasta hace apenas veintisiete
nativos, el ladino pobre no siervo tuvomotivos objetivos para discriminar al indio
y diferenciarse de él hasta ese mismo día, y es bien sabido que los cambios
subjetivos en la conciencia de clase vienen siempre con rezago respecto de les
cambios materiales en la situación de las clases.
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nueva condición reciente frente a otra que duróvariossiglos y configuró de manera
profunda la conciencia de todos los sectores sociales. Estamos contemplando al
indio en un momento de transición, y la respuesta que se ha dado más arriba así lo
ve: individuos que conservan las características del siervo colonial en un proceso
en que dichas características han de desaparecer lenta o rápidamente. Depende del
ritmo de desarrollo general de la sociedad guatemalteca, en el cual el propio indio
está llamado a jugar un papel importantísimo. De allí que sea tan urgente
esclarecer su definición, comprender quién es el indio, y eventualmente
esclarecérselo a él mismo. ¡Sería ingenuo suponer que el indio sabe qué es el indio!
Ojalá lo supiera, y supiera también como se formó y cómo es actualmente la
estructura de clase de la sociedad a la que él pertenece: a partir de ese momento la
mayoría de los indios, que son proletarios y semiproletarios56, entenderían que la
lucha no es entre indios y ladinos, sino entre explotados y explotadores. Difícil
tarea hacérselo entender. Tarea para verdaderos revolucionarios.
56 Se entiende por proletarios agrícolas a todos los trabajadores agrícolas que dependen exclusivamente del salario. Y
semiproletarios se les llama a aquellos que, por carecer de tierras o por poseerlas insuficientes y malas, dependen
parcial o temporalmente del salario, pero producen cosechas por su cuenta: tanto en tierras propias como en
tierras tomadas en arrendamiento, y también en las que les den prestadas para compensarles los salarios no
pagados y para arraigarlos en las empresas que no pueden darles empleo en forma suficiente para que subsistan
(asalariados no constantes, trabajadores migratorios, arrendatarios, mozos colonos).
20
Referencias Biográficas
Apuntamientos
1963 Apuntamientos sobre Agricultura y Comercio del Reyno de Guatemala que el Dr.
Antonio Larrazábal, Diputado en las Cortes extraordinarias de la Nación por la
misma Ciudad, pidió al Real Consulado en Junta de Gobierno de 20 de Octubre de
1810. Nueva Guatemala. Edición facsimilar, Editorial Universitaria,
Guatemala.
Dunn, Henry
1960 Guatemala o las Provincias Unidas de Centro América durante 1827 a 1828.
Traducción del inglés por Ricardo de León, Tipografía Nacional de
Guatemala
Libro Viejo
193 Libro viejo de la Fundación de Guatemala y papeles relativos a D. Pedro de
Alvarado, Edición de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala.
21
Martínez Peláez, Severo
1969 “Algo sobre repartimientos”. Revista Economía, IIES, número 22.
(Reproducción masiva en folletos “Investigación para la docencia”, IIES,
USAC)
Popol Vuh
1947 Popol Vuh, las antiguas historias del Quiché. Traducción, introducción y notas
de Adrián Recinos, Fondo de Cultura Económica.
Recinos, Adrián
1950 Anales de los Cakchiqueles, Traducción, introducción de Adrián Recinos,
Fondo Cultura Económica, México
22
Expedientes del Archivo de Centroamérica (AGCA, Guatemala) relativos a
movimientos de indios y otros documentos utilizados.
Motín de Santa Catarina Ixtahuacán, 1743: A.1.21. Exp. 47536 Leg. 5506
Motín de Santa Cruz Chiquimulilla, 1742: A.L.21.4. Exp. 26549 Leg. 2886
Motín de Santa María Chiquimula, 1818: A.1.1. Exp. 56751 Leg. 6118
23
Texto 15. “El ladino un ser ficticio” (1970) Carlos Guzmán Böckler en
Carlos Guzmán Böckler y Jean-Loup Herbert. Guatemala: una
interpretación histórico social
Biografía (Jalapa 1930-). Doctor en sociología por la Universidad de Paris V (1972).
Maestro en la Enseñanza y la Investigación Universitarias en sociología por la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) sede Chile (1961).
Abogado y Notario por la Universidad de San Carlos (1957). Nació en una familia
de origen alemán de medianos terratenientes por parte de su padre y se formó
inicialmente en el Colegió Alemán. En la Universidad de San Carlos fue dirigente
estudiantil.
Entre sus obras destacan: Guatemala: una interpretación histórico social (en coautoría
con Jean-Loup Herbert) (1970) que ha sido reeditado en múltiples ocasiones;
Colonialismo y Revolución (1975) –tesis doctoral-; Donde enmudecen las conciencias;
crepúsculo y aurora en Guatemala (1986) y Para recuperar la iniciativa histórica (1992).
Introducción al texto
En "El ladino un ser ficticio" Guzmán Böckler propuso que Guatemala estaba
asentada en una estructura de discriminación económica y racial contra los
indígenas que favorecía a los ladinos. Además definió al ladino a partir de una
serie de rasgos psicológicos y sociales negativos: un sujeto irracional, agresivo,
temeroso de los indígenas y sin proyecto colectivo propio, que se consideraba
representante de la nación y pretendía, sin éxito que los indígenas se identificaran
con ésta. Se puede entender este trabajo como un llamado a los ladinos para que
tomaran conciencia de su posición privilegiada y su conciencia racista. Y de hecho,
el ensayo tuvo gran impacto en los círculos universitarios e intelectuales indígenas
y ladinos; y muchos lo consideraron un hito en su toma de conciencia sobre las
relaciones racistas en Guatemala.
24
El ladino: un ser ficticio.
57
Este capítulo constituyó originalmente el capítulo VI del libro Guatemala una interpretación histórico social publicado
en 1970 por Carlos Guzmán Böckler y Jean-Loup Herbert en la editorial Siglo XXI. Aquí reproducimos la 5ª edición de esta
editorial de 1975.
58 De la edad conflictiva, Madrid, Taurus, 1963. n. 13.
25
esa convivencia y de esa pugna las que envuelven y modelan la existencia colectiva
de ambos. De la exacta comprensión de este hecho incontrovertible podría haber
surgido un nosotros con ribetes positivos y con dimensión histórica, susceptible de
generar una nacionalidad genuina. Pero, lejos de ello, el ladino ha hecho de su vida
colectiva una escapada permanente del indio y también de la realidad. Si bien esto
no lo ha logrado ni podrá lograrlo, sí ha conseguido escaparse a sí mismo,
construirse un mundo ficticio que conlleva la simiente de su propia aniquilación,
pues, al lanzarse desesperadamente por la senda que conduce a los entreguismos,
en todos los órdenes, ha venido segando los brotes nacidos de las raíces que
pudieron haberle proporcionado una identidad colectiva.
Al razonar sobre las ciencias físicas se suele acompañar del razonar sobre
todos los demás campos, incluidos aquellos que son del dominio de las ciencias
sociales, económicas y políticas. Pero, en una estructura social en la cual aquellos
que, por encontrarse mejor situados jerárquicamente y tener la posibilidad de
dedicarse a tareas intelectuales, son a la vez los favorecidos por un sistema que
descansa en la explotación de una mayoría por una minoría que, a su vez, se apoya
en criterios de discriminación racial, cualquier intento de racionalización sobre
dicha estructura se enfrenta a la irracionalidad de la misma al par que a la
necesidad de mantenerla; en tales casos, aun cuando las injusticias sean justificadas
por la minoría, las justificaciones nunca llegan a ser totales; queda siempre algo
que no llega a ser enteramente cubierto y que causa crisis de conciencia. Para
acallar esa mala conciencia, el creer (en mitos, en falsas representaciones colectivas,
etc.) se sobrepone al razonar. De ahí que ninguna actividad creadora en el
pensamiento y en las ciencias pueda ser dada a luz. En esos campos, la pasividad
será total y su contrapartida será la dependencia de lo extranjero. En otras
26
palabras, cuando la racionalización del vivir colectivo no puede hacerse a causa
que éste descansa sobre una irracionalidad percibida o presentida, la posibilidad
de la creación racional se hace imposible en todos los campos, en el caso del
sistema colonial, tal hecho lo empuja a la dependencia, cada vez mayor, de la
metrópoli.
2. Vasallaje intelectual
El grupo humano que sirve de intermediario -en el caso nuestro, el ladino- entre
los intereses metropolitanos y el hombre colonizado cuyo trabajo hace posible la
extracción de las materias primas, es el primero en ser captado en la red del
vasallaje intelectual. A lo largo de su historia va otorgando su adhesión a la
metrópoli de turno, según el juego de los intereses económicos internacionales, los
cuales siguen una dinámica que no corre pareja con los préstamos en materias
intelectual, ideológica y de escalas valorativas. Por ello hay siempre un desajuste
cuando -como en el caso del ladino de Guatemala- el intermediario de la
colonización se ve forzado a servir a varias metrópolis sucesivamente (durante casi
300 años Guatemala dependió de España y estuvo sujeta a su “vivir
desviviéndose” como dice Américo Castro; y en aproximadamente 150 años ha
sufrido penetraciones -económicos, intelectuales o de ambos géneros- de Francia,
Inglaterra, Alemania y Estados Unidos de América). Estos hechos se reflejan en los
órdenes jurídico, educativo, religioso, etc., así como en lo relativo a las escalas de
valores. Cada sistema colonial se impone, en parte, en estos campos por lo que,
fuera del mantenimiento del colonialismo interno -que es constante-, suscita
entrecruces entre aspectos disímiles y muchas veces antagónicos de las distintas
maneras de colonizar. El ladino guatemalteco es un ejemplo claro de tal
aseveración: desde la Independencia ha vivido importando constituciones
políticas, códigos, sistemas educativos, libros traducidos, ideologías políticas,
sistemas de organización social y administrativa, maneras de pensar y de actuar.
Las élites ladinas se educan en el extranjero o, en el país tratando de imitar alguno
o algunos modelos extranjeros.
Indudablemente, las ideas y los objetos creados por el hombre pasan de unos
pueblos a otros y sirven a todos. Ahora bien, lo importante es cómo cada pueblo va
a servirse de las ideas y de los objetos creados por otros. En los pueblos
colonizados, cuya capacidad de creación ha sido anulada, cuando menos en los
campos científico, técnico e intelectual, este hecho pasa a ser de primordial
importancia. El intercambio con el extranjero sirve muchas veces para acrecentar la
alineación de la conciencia del colonizado. Tal parece suceder en Guatemala: para
27
conocerse a sí mismo, el ladino debe volver la mirada a su pasado, hacia la
formación y vida de su grupo, y hacia el interior de sí mismo; pero, para hacerlo,
tiene que tomar ciertas luces de fuera de su ambiente. Al acercarse a lo extranjero,
esto lo deslumbra y lo apabulla (deslumbró y apabulló a los criollos en 1821) y,
como no tiene certeza de su ser propio, se entrega a lo foráneo. Por esa vía queda
envuelto en un círculo vicioso: para conocerse debe pasar sus vivencias por el
tamiz de los conocimientos de las culturas extranjeras y, para enfrentarse a éstas
con éxito, debe conocerse, saber quién es.
De las formas del vivir español (tomadas por éste del moro) podemos observar en
el ladino una que se ha integrado a su concepción valorativa, más no a su diario
vivir: la idea de cómo hacer justicia. La ley iba “más ligada a decisiones personales
y concretas que a principios jurídicos abstractos y despersonalizados. Y al proceder
así manifestaba la huella que el Islam [en el español de la Reconquista] iba dejando en
su conciencia. Desde Juan de Mena hasta Cervantes, la justicia moruna ha seducido
al español; justicia personal, nacida a la vista de la persona, en un mágico acorde
de la palabra y de la inspiración divida. El español sueña con la justicia de un juez
sacerdote, que absuelve o condena, según las circunstancias, y teniendo en cuenta
la conducta futura” [Castro, Los españoles: cómo llegaron a serlo, pp. 172 y 173]. Sin
esta luz es imposible comprender por qué las innumerables violaciones a la ley,
contenida en constituciones y códigos, que se han sucedido a lo largo de toda la
historia de Guatemala. La razón se encuentra en el hecho de que las constituciones
(desde 1823 hasta 1966) son calcos de otras hechas en países anglosajones o de
Europa occidental, al igual que los códigos. El desajuste entre los principios
generales -que informan a dichos cuerpos jurídicos -y el sistema valorativo de la
sociedad, pretendidamente nacional y propiamente ladina, no condice con una
vida normada abstracta y genéricamente sino, al contrario, lleva al
quebrantamiento de los dictados legales, en aras de la solución personalizada de
los casos concretos. Durante toda la vida, atrás del poder formal concedido a los
jueces, ha actuado la idea del “juez sacerdote” personificado en el “señor
Presidente”, el Jefe Político, etc. En los tribunales se convence mejor con el
“presidentazo” que con el más racional de los argumentos, extraído de la
confrontación del hecho juzgado con la teoría jurídica y la exégesis de la ley. Pero,
como el “presidentazo” opera de hecho, el amplio campo que ahí se abre a la
arbitrariedad y a la corrupción completa la idea, generalizada en todos los niveles
sociales, de que en el país la justicia carece de majestad.
28
4. Pobreza en la expresión
El ladino que se expresa en español, ¿lo hace identificándose con lo que tal lengua
supone?, ¿por qué da tan poca importancia al conocimiento de “su” lengua, y por
qué se expresa tan mal en el hablar cotidiano?
En las capas más ligadas al colonizador del siglo XX, el inglés es altamente
valorado pero no comprendido (en el sentido profundo que una lengua tiene); más
bien es imitado, parloteado.59 En general, el ladino que aprende lenguas
extranjeras lo hace para satisfacer intereses personales, casi siempre económicos.
Con tal proceder se entrega al pueblo que habla tal lengua, se identifica con los
intereses (regularmente colonizadores) de dicho pueblo al mismo tiempo que
soslaya la búsqueda de su propia identidad. En ningún momento trata de
construirse una “personalidad manifiesta suya, independiente y firme” [Castro,
Ibídem, pp. 149 y 150].
59 Un signo de distinción entre las élites ladinas consiste en entremezclar frases en español con giros, modismos o
expresiones de cuño norteamericano. La pequeña burguesía trata fervientemente, en muchos casos, de seguir ese
modelo.
29
Quizá sea el terreno político el que mejor se presta para ejemplificar sobre la
tendencia mayoritaria del ladino de adherir a los “antis” (definiciones negativas,
definiciones a medias o no definiciones): anti fascistas, anti comunistas, etc.
30
apreciaciones y sus juicios a los valores imperantes de dicha casta. Durante toda la
época en que existieron las Indias, la historia escrita estará destinada a la
justificación del sistema colonial y padecerá todas las limitaciones impuestas al
pensamiento en la Península, aunadas a aquellas que implican el mantenimiento
de la estructura social basada en la segregación económica y racial en tierras
coloniales.
31
consecuencia una serie de experimentos fallidos. Baste señalar para el efecto los
Códigos de Livingston, el régimen de los tres poderes, o los sistemas educativos en
general.
Dicho de otra manera, en relación con las situaciones que implican una toma
de posición intelectual, referida al existir colectivo actual, no hay el menor intento
de poner en duda la escala valorativa importada: se toma a la letra lo dicho en
consonancia con tales valores y, aun en los casos en que se ha pretendido estudiar
nuestro pasado a la luz de las teorías marxistas, muchos entre quienes lo han
intentado no han podido desligarse de su condición de ladinos, de su concepción
ladina de nuestra historia ni de su posición de grupo explotador del indio en el
presente. Es obvio que el marxismo no puede hacer concesiones como la
pretendida y de ahí que tales análisis “marxistas” no esclarezcan nada. Al volcarse
sobre el estudio de la historia, el marxismo jamás se ha apoyado en un punto de
partida que suponga que la vida de un pueblo se analice a la luz de los valores del
grupo (en el caso nuestro, supuestamente étnico) que domina y explota a otro
grupo humano. Este hecho, simple y claro, no es, sin embargo, tenido en cuenta
por la gran mayoría de “izquierdistas” ladinos. Éstos, por el contrario, en la
interpretación de las contiendas entre ladinos (abusivamente tenidas por
nacionales) han tratado servilmente de copiar modelos sacados de otras realidades
sociales, occidentales y, casi sin excepción, colonizadoras.
32
8. Cristianismo comprometido
Va en dos columnas
33
[IV, 74].
Por otra parte, la Iglesia -fundida con el Estado español estará íntima y
profundamente ligada a las acciones política y administrativa. Su acción misionera
se entrelazará totalmente con ellas. Su compromiso con la colonización, hasta sus
últimas consecuencias, será por ello inevitable. De ahí que en las relaciones de
producción creadas por el sistema colonial ocupará un lugar preponderante, será
uno de los grandes terratenientes y dispondrá de mano de obra esclava para los
cultivos y para las construcciones de los templos y conventos. Tanto éstos como los
edificios públicos y las grandes casas de los encomenderos, por otra parte, llevan,
en su forma, la marca del final de la búsqueda de la “honra” de la casta cristiana
conquistadora, y el principio de la inautenticidad que habrá de marcar las acciones
del criollo, el mestizo y -finalmente- el ladino. El afán de hacer construcciones
grandiosas es, según lo explica Castro [De la edad, conflictiva, p. 240], “con miras a
61 Georges Balandier, Sociologie actuelle de l'Afrique Noire, París, PUF, 1963, p. 49.
34
'mantener honra', no para hacer propaganda, o para seducir a los indios, según
suelen escribir ciertos desorientados”. A medida que la constelación de valores
peninsulares -propios del cristiano viejo- va desvaliéndose, “la representación de
las magnitudes, de las elevaciones, de los retorcimientos, de las exornaciones”
[Ibídem, p. 241] propias de los estilos llamados manieristas y barrocos dejan de
tener autenticidad: no corresponden más al contexto vital que los impulsó. Son
sustituidos por otras formas animadas por sentimientos estéticos inauténticos.
Esta misma tarde se ha tratado el asunto y mi conclusión fue: Por eso esta
Iglesia la llamo americana, cuyos legisladores son los indios.
35
En otra visita me reveló el cura varias idolatrías y me costó mucho trabajo el
que las manifestara, porque pretextaba que lo matarían. Entre otras cosas
declaró la de hacer celebrar misa ciertos días en un altar portátil en el centro
de la iglesia, con mucho toque de campanas y que a la media noche iban en
procesión con muchas luces a cierto cerro a quemar copales y que lo vio él
mismo. Estando escribiendo esto me entró el curo diciendo que los indios
tenían que cantar mañana una misa en la sacristía; dijo que no se podía, y
respondieron que no siendo en la sacristía, no querían que se cantara en la
iglesia. Éstos son los indios y por eso se dice que no puede formarse concepto
de ellos, pero el que no falla es querer salir con todo con su antojo, como salen
y hacen lo que quieren; porque como la renta de los curatos consiste
principalmente en lo que dan ellos; en no haciendo todo como se les antoja
dicen: que no quieren pagar las funciones como lo dicen en ésta de la
sacristía; con cuyo motivo es de temer que condescienden a todo los curas por
no quedarse sin renta.62
62 Los relatos se refieren a las visitas hechas a las parroquias de Totonicapán y San Cristóbal Totonicapán. Citado por J.
Daniel Contreras R. En Una rebelión indígena en el partido de Totonicapán en 1820 - El indio y la independencia,
Guatemala, Editorial Universitaria, 1968, pp. 18 y 19.
36
la capacitación de ciertos cuadros intermedios y altos destinados a formar la
burocracia pública y privada necesaria para la administración de los nuevos
intereses coloniales.
Por otra parte, desde que el principal colonizar externo es Estados Unidos de
América, el país ha visto la llegada -masiva en los últimos tiempos- de sectas,
pastores, misioneros y dineros destinados a la evangelización protestante. Su éxito
inicial se puede explicar en las áreas de población india a causa del deseo real de
ruptura con el pasado que allí empieza a privar, según apunta J.L. Herbert, y en las
áreas ladinas puede deberse a la orfandad espiritual en que la Iglesia católica
mantiene a sus feligreses, sobre todo cuando son personas con escasas
posibilidades económicas. Pero las finalidades de su presencia pueden deducirse
sin mayor dificultad: a través de la incorporación a comunidades religiosas
provistas de un fuerte control sobre sus miembros, y a través también de la prédica
de doctrinas que canalizan y subliman la agresividad nacida de las desigualdades
37
sociales, se espera restar simpatizantes a los movimientos que convulsionan,
peligrosamente para los sistemas coloniales, a quienes son víctimas de estos
últimos. Con justa razón, al lado de las políticas económica, diplomática y militar y
estratégica que Jorge Graciarena63 atribuye a Estados Unidos de América en la
actualidad, no se puede ubicar una más: la política misionera. No es ocioso
mencionar que los misioneros son portadores del sistema de valores de su
sociedad de origen (en Guatemala, la casi totalidad proviene de Estados Unidos de
América); muchos de ellos, además, han recibido entrenamiento previo en los
quehaceres propios del “desarrollo de la comunidad” (ampliamente cuestionado
por Herbert en otro de los ensayos contenidos en esta obra), sin contar aquellos
que están ligados directa o indirectamente con los servicios de “seguridad” de su
país. O sea, que todo el aparato está volcado hacia el mantenimiento de las
estructuras sociales tal como están, con los solos ajustes necesarios para que sea
más funcional al sistema colonial.
63 Poder y clases sociales en el desarrollo de América Latina, Buenos Aires, Paidós, 1967, pp. 26-29.
64 George Balandier, op. cit., p.8.
38
cuando el prosélito trata de definirse religiosamente descubre que no sabe en qué
cree, percibe que no es lo que cree ser. Aun cuando no sea nada corriente que se
realicen procesos de racionalización que desemboquen abiertamente en la
conclusión tal como ha sido expuesta, las dudas se presentan en forma nebulosa y,
si -como en el caso del ladino- hay ausencia de otros elementos formadores de una
identidad colectiva, la sensación de que se carece de esta última se ve agravada.
En otro ensayo, contenido en este mismo libro, J.L. Herbert explica esto con
amplitud. Aquí solo traeremos a cuenta la definición que los antropólogos han
dado de ladino: “Todo habitante que nunca ha vivido o ya no vive dentro de la
cultura indígena”.65 Nos interesa destacar que la definición está concebida en
términos negativos, es decir, que indica lo que el ladino no es. A pesar de todos los
volúmenes, “field studies”, artículos, etc., no se ha podido definirlo. ¿Será porque
los métodos de análisis son insuficientes o porque no es?
65 Citada por Joaquín Noval en Resumen etnográfico de Guatemala, Guatemala, Editorial Universitaria, 1967, p.83.
39
El ladino no existe como ser colectivo dotado de un proyecto propio, no es
historiable. A lo sumo, es “condición y circunstancia posibilitante” [Castro, op. Cit.,
p.19] de un ser colectivo que vendrá más adelante, que posiblemente ya no se
autodenominará ladino ni quizá guatemalteco, pero que podrá dar forma a su
conciencia y tomará realidad historiable, histórica.
Somos un pueblo sin proyecto colectivo (y, en muchos casos, sin proyecto
individual). El futuro colectivo luce tan impreciso o tan poco atractivo que todo
esfuerzo de supervivencia grupal es conducido fuera de cánones racionales. Aquél
que lo es, por excepción, va directamente al vasallaje intelectual, moral y físico del
colonizador extranjero. Desde la independencia se ha llevado y traído el tema de la
venta de las riquezas nacionales y sobre todo en este siglo se ha enajenado la
inmensa mayoría de ellas (falta entregar lo que todavía no se descubierto o carece
aún de valor comercial). A quien hace hincapié en el asunto se le señala como
demagogo, y con ello se zanja cualquier discusión. Pero lo real, lo tremendamente
cierto, es que hemos enajenado todo nuestro patrimonio; vivimos de préstamos; y
quienes han podido iniciar actividades propias las han tenido que trasladar a
concesionarios extranjeros (el Mercado Común Centroamericano es el ejemplo más
patente).
40
Un pueblo se constituye al singularizarse y afirmarse frente a otros; y el que
adquiera luego dimensión histórica depende de su justificada pretensión de “ser
más”...66
Referencias bibliográficas
41