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Tema: Literatura Salvadoreña del siglo XXI.

Enfoque: - Informar y discutir sobre los nuevos temas presentes en la literatura salvadoreña.

- Visibilizar a los literatos salvadoreños en la “diáspora”, ver sus obras y sus principales temas.
- Discutir sobre los literatos emergentes.

Entrevistado: Mario Zetino. Autor del poemario “Uno Dice” y recopilador de la antología “Memorias de
la Casa”. Puede considerársele uno de los discípulos más destacados de Rafael Menjívar Ochoa.

Tratamiento Fotográfico:

- Fotos del entrevistado (algunas con sus obras)


“Nuestro país sigue estando muy pegado a lo conocido y el lector
general no buscara nuevos escritores salvadoreños”
Por Luis Alvarado
La literatura es una las principales artes en todo el mundo. Las imprentas, por ejemplo, son un amplio
negocio en otros países, en El Salvador, sin embargo, la literatura propia de nuestro país ha caído en un
estanco por distintas causas, eso no quiere decir que no exista, o que ya no hayan nuevos intentos.
Mario Zetino, escritor del poemario “Uno dice” e investigador académico de la Universidad José Matías
Delgado en literatura, da su opinión sobre las nuevas tendencias en la literatura salvadoreña.

L: ¿qué temas nuevos están tratando los escritores actualmente?

M: Yo no hablaría de temas nuevos, yo soy de la idea de que los temas han sido los mismos a lo largo de
la historia. Siempre es así. Lo que hay nuevos enfoques, por ejemplo, la literatura salvadoreña, si vos te
ponés a verla algo con lupa, tiende, sobre todo en poesía, a ser como si no existieran las circunstancias
históricas, estás tratando de hacer un poema en lo eterno, en lo ideal, no estás en esta esquina de
antiguo, a las 10 de la mañana vos que te llamás de tal manera, tomándote un café en tal café, sino que
estás en un café de un lugar en general. Entonces, entre las nuevas exploraciones que hay está el
ponerles circunstancia a las cosas.

¿Por ejemplo, vos te atreverías a escribir un cuento o una novela sobre tu época del colegio, nombrando
estudié en tal lugar, y mis compañeros se llamaban, aunque sea con un pseudónimo? Eso, es parte de lo
que pasa en nuestro país. Si te fijás en los Estados Unidos la narrativa es bien concreta, la gente tiene
trabajos, vidas deudas, árbol genealógico. Aquí, es como si le huyéramos a esa concreción, como que no
tenemos el hábito, no nos permitimos o no se encuentra en nuestro imaginario la posibilidad o el
derecho a nombrarnos con nuestras circunstancias como personas. Entonces, actualmente en la
literatura salvadoreña hay gente que se está aventurando a circunstancias concretas. Por ejemplo,
Alexandra te habla de lugares, de pandillas, artistas plásticos o cuenta cosas de su vida muy privada,
incluso de las cosas que uno tiende a esconder toda su vida porque piensa que son grandes vergüenzas y
no se da cuenta de que son las vergüenzas de todo el mundo. Entonces ella, en vez de irse a ese plano
abstracto en general, viene a lo concreto, lo mismo hay gente que en narrativa haciendo eso, y pienso
que es un enfoque bien valioso, porque nos hace que nos veamos como personas y como ciudadanos
globales.

El Salvador (…) también es parte del mundo que da y recibe, en ese sentido, quien escribe desde aquí
puede empezar a asumir su identidad y decir “yo no tengo porqué escribir esto” y empezar a hacerlo de
ese modo, por ejemplo.

Otra de las corrientes que hay ahorita es el tema de la memoria: hablar de la guerra, la preguerra y el
exilio; y la migración forzada, por supuesto. Pienso que también es una parte o contribuye a alimentar
esta corriente de la concreción que te digo. En general, desde la poesía, que es lo que más conozco, en
este momento hay un balance de leer y escribir como referentes nacionales y extranjeros. En la década
pasada, se leyó mucho más a poetas extranjeros porque los nacionales empezaban a volver a difundirse.
Creo que ahora la gente está viendo que tiene una herencia poética rica de la cual leer y se están
alimentando de ella sin prejuicios. Entonces, creo que hay una combinación entre un sabor que vos
decís, “esto es salvadoreño” y cosas de afuera locas que decís, “no sé de donde es, pero me gusta”.

L: ¿Hay nuevos escritores en el país?

M: En literatura fíjate que gente nueva hay, o sea, gente nueva nunca deja de haber. La cuestión es que
se los reconozca, que se los visibilice, porque ¿qué sucede? Nuestro país sigue estando muy pegado a lo
conocido y el lector general no buscara nuevos escritores salvadoreños, específicamente.

De otros lugares la información llega, la gente los busca y son famosos todos. Pero de los salvadoreños
tenés que estar más metido e interesado para encontrarlos. (…) Hay varias capas de nuevos. Por
ejemplo, tenés como nuevo clásico a Claribel Alegría, quien murió este año, pero que antes de morir fue
reconocida con dos premios muy prestigiosos y al leer su obra encontrás no solo una poesía de gran
calidad, sino una poesía de gran profundidad que te habla de nuevas exploraciones de la conciencia
humana; es nueva no solo porque sea un nombre nuevo, sino porque te está hablando de cosas nuevas
o con enfoque más profundos.

Tenés a contemporáneos, que en nuestro país son nuevos porque siguen siendo desconocidos, como los
escritores del desencanto, los tres grandes novelistas: Jacinta Escudos, Rafael Menjívar Ochoa y Horacio
Castellanos Moya. Moya, por ejemplo, sigue siendo nuevo aquí, porque después de “El Asco” sus
publicaciones son en Barcelona y sus libros siguen siendo una novedad. Tenés la literatura de Jacinta,
que además se ha revelado como una gran columnista (…) y está desarrollando un el estilo simple,
contundente y profundo que vale la pena leer.

Tenés a los nuevos, gente de finales de los 70 y 80, tenés un conjunto de escritores que no tuvieron
visibilidad en el momento en el que hubiera tocado por culpa de la guerra, y empiezan a salir hasta
ahora. Por ejemplo, a Susana Reyes, Carlos Clará; tenés a la gente de mi generación que hay varias
personas escriben bien.

Por último, tenés a una apuesta arriesgada que son los que nacieron en los 90, son gente que acaba de
cumplir los 20. En esta edad lo que tenés es grande talento, nuevas técnicas y exploraciones; en
profundidad, yo pienso que es raro, porque lo que uno quiere hacer es algo chivo, uno no se fija en lo
profundo, uno dice “hagamos lo más chivo que se pueda”; Emmanuel Pocasangre, por ejemplo, que el
año pasado cumplió 26 años y sacó su primer libro, que es una cosa bien pesada, difícil y surrealista que
es un Cantar de los Cantares violentos (…).

Tenés novedades así, y entre la gente de mi generación, sobre todo, podría mencionar algunos nombres
como Elena Salamanca, que es una narradora que está escribiendo muy bien; Vladimir Amaya, que es
uno de los poetas más reconocidos de mi generación; mi nombre suena algo por ahí, confío que un eco
tengo y que hago un buen trabajo. Entre la gente que produce desde el exterior, que es también otra
capa de nuestra producción, yo señalo (…) a Alexandra Lytton Regalado, que sacó el año pasado su
poemario “Matria”, su primer poemario escrito en inglés, que es una forma de pensar en inglés el ser
mujer salvadoreña que migró y volvió, y el ver el país desde otra cultura y desde otro idioma. Entonces
es una cosa bien compleja en la que ves la mirada de alguien de aquí que también tiene la mirada de
alguien de afuera, y que te habla en un lenguaje ajeno a tu país. Tenemos cosas bien complejas ahorita.

L: ¿Cuál es el impacto del conflicto armado en los nuevos escritores?


M: Hay varias cosas, está la parte vivencial. Hagamos primero una lista: está quienes vivieron en la
guerra en el campo peleando; está a quienes la guerra podía tocarlos, pero se fueron, y están los que se
quedaron, no participaron, pero la vivieron. Y están los que nacimos en la guerra y los que nacieron
después de ella. Es un aspecto bien amplio, estamos hablando de toda persona viva actualmente. Pienso
en un escritor como David Escobar Galindo, este año cumple 75 años, a él, que concibe la poesía como
un testimonio de vida, la guerra le tocó más que como a un escritor, como a un ser humano; el hombre
estaba afligido, por mucha aura que se le ponga, es una persona. A lo largo de su producción, vos ves
como la violencia, la incertidumbre y la angustia van entrando a lo largo de sus poemarios hasta que la
guerra lo toca con el secuestro de su padre. De ahí sale un poemario, hecho como una catarsis (…) y una
novela sobre el secuestro en la guerra que se llama “Una grieta en el agua”, de él es también el “Duelo
ceremonial por la violencia” que es un poema muy famoso que fue a raíz del secuestro y asesinato de
Ernesto Regalado Dueñas en el 71. Ahí tenés un ejemplo de como la violencia tocó a un escritor. Tenés
la parte de como la violencia tocó directamente a un escritor. Está la parte testimonial en medio de la
guerra, por ejemplo, con “Sonetos Penitenciales”, también de Galindo, la gente piensa que los sonetos
son una cosa estética, bonita para andar volando y todo eso, vos leés eso y a los seis sonetos lo querés
cerrar, es bien cruda. Tenés la literatura a partir de la guerra no solo como algo estético, como algo que
quiere ser arte, sino que quiere primero ser testimonio.

Pasando después de la guerra, hay reflexiones sobre la preguerra. El año pasado salió un poemario que
se llama “Preguerra” de Tania Pleitez Vela, una académica escritora muy reconocida del país. El
personaje del libro es una niña, la niña que fue ella durante la preguerra. El libro son solo 11 poemas,
pero está lleno de detalles en los que el personaje te está diciendo “yo veo todo esto que no entiendo
que no se nombrar porque soy una niña y no sé cómo se llama, pero yo me siento asustadísima”.

Está entonces, la guerra como un tema vivencial que te tocó, pero el producto literario es algo hecho
años después de la guerra. Quienes hablan directamente de hechos directos de la guerra están Jorge
Galán, quien está amenazado y no puede estar en el país. Pienso que, si alguien tiene algo de ese
periodo o cualquier periodo del que quiera hablar, debe ser hecho, Jorge lo hizo. Más adelante tenés a
la gente de mi generación. Hay cosas que tenés que analizar con detenimiento, por ejemplo, yo nací en
el 85, en el centro de Santa Ana, yo no supe que hubo guerra hasta que un día, creo que, en el 93,
cuando yendo a la escuela oí en el noticiero que había habido unos tales acuerdos de paz. ¿Qué es lo
que sucede? En una forma de pensar bastante estrecha se pensaría que vos, porque viviste en la guerra,
deberías escribir de la guerra, no necesariamente, porque vos escribís de las cosas que te tocan; y si yo
de niño, porque mi familia me quiso mantener seguro, no me mostró nada de eso porque mi ambiente,
tuve la suerte, fue seguro y porque más adelante en mi vida consecuencias o hechos directos no me han
tocado, pues es bastante explicable que no escriba sobre eso. También hay otra cosa, hay reacciones
generacionales; las cosas en las que se interesaron tus papás no son las mismas que te interesan a vos;
es la cuestión dialéctica de la historia ¿Qué es lo que sucede? Se ha visto que los que se interesan por la
cuestión de sus mayores son los nietos. Lo que le interesa a mi mamá, que es la guerra porque la vivió, la
escribiría mi hijo, si lo tuviera, porque yo no quiero hablar de eso.

En cuestión cultural ¿qué es lo que encontramos? Una desintegración y una disolución cultural. Debido a
la guerra murieron escritores, se fueron escritores, las publicaciones dejaron de hacerse, etc. ¿Qué es lo
que ha pasado? De finales de los 90 en adelante, ha habido un movimiento fuerte de recuperación
cultural: la biblioteca básica salvadoreña, por ejemplo, que es una reunión de 30 clásicos; volver a
formar editoriales, abrir el Museo de Arte, fundar bibliotecas, etc. ¿Por qué? Porque la guerra es una
desintegración de toda la cultura y entonces la consecuencia ha sido que, al menos mi generación, se
alimentó del momento de la recuperación y ahora nos estamos planteando que hay una cierta
estabilidad a la que nosotros estamos contribuyendo con nuestra obra y tal vez de manera más
consciente quisiéramos contribuir. Por decirte, Francisco Gavidia es un hombre que se reconoce porque
hay una universidad que se llama así, pero la poesía de él nadie la conoce, o sea, el legado cultural de
nuestro país, rico igual que el de cada país, todavía está muy invisibilizado. Esto no es culpa solo de la
guerra, nuestra cultura es muy de olvido, pero la guerra influye mucho.

L: Y en tu experiencia dando talleres, ¿has visto alguna tendencia en los jóvenes que quieren ser
escritores, nacidos después del 2000?

M: Es muy pronto para hablar de ellos como autores publicados, porque son adolescentes, por mi
experiencia en educación, tanto en los programas de jóvenes talento de la Matías o en los talleres que
hago; la gente sigue escribiendo, con un talento grande. En tendencias, pienso que ellos se alimentan de
lo que reciben, por ejemplo, en el programa de la Matías, están recibiendo mucha literatura
latinoamericana contemporánea, entonces, te están hablando de amor o de relaciones con su familia o
problemas familiares, pero si hay gente que tienen intenciones serias, incluso conozco a alguien que
tiene un libro terminado y veo esa tendencia a eso de lo abstracto y lo general; un cuento de una familia
en general, con cualquier trabajo, el protagonista es cualquier persona, en resumen, hay gente haciendo
cosas, pero es pronto hablar de ellos. Conozco otro caso también, de una muchacha de 21 o 22 años de
Santa Ana que escribió narrativa y que ella, con un par de vacaciones que ha tenido en Estados Unidos,
está haciendo novelas ambientadas en Estados Unidos. Es pronto para hablar de tendencias, pero yo los
juntaría con los nacidos en los 90: la posmodernidad, las nuevas tecnologías, el tipo de relaciones
amorosas que a veces puede suceder por el Internet, relativismos morales que antes no se habían
explorado…

L: ¿Y la violencia?

M: La violencia también aparece, y en esa gente nueva de los 90, sobre todo ahí lo he visto, son
tratamientos iniciales todavía. Leí un cuento, este está en “Sextante” una antología de narradores del
programa de letras de la Matías, en el que una mamá descuida a su niño porque se hace adicta a los
videojuegos y el niño termina muriéndose. El cuento está hecho de una manera demasiado cruda y
pienso que el joven es normal que haga eso porque voz, como joven, querés expresar algo de manera
fuerte y hay muchos parámetros que todavía no tenés. Igual no son cosas que tenga un estilo definitivo.
La violencia está mejor tratada de gente de mi generación en adelante, por ejemplo, Vladimir Amaya, él
es mucho de temas sociales y ha hablado de la descomposición y crisis del país en varios de sus libros y
aparecen muertos, aparecen masacres, políticos corruptos, poemas que la voz poética que habla es la
de un pandillero, pero no son apologías, no es que se exalte eso; él es un escritor cuidadoso que tiene
un estilo ya depurado y entonces, está hablando de algo que a él le toca, de una manera estética. Vos
leés el poema y te puede causar impresión, rechazo, lo que querrás, pero sabés que estás ante una obra
de arte y no ante una catarsis, ante un desahogo. La gente nueva, de los 90 y 2000, están haciendo un
desahogo, porque es lo necesario.

L: Estas personas que están tratando de escribir, ¿alguien los lee?


M: Si, aquí yo me guio de una noción ampliada desde la habilidad de escribir. La figura estereotipada del
escritor es la de alguien que escribe, tiene talento, ha publicado y lo lee mucha gente, por ejemplo,
pensando en los autores de Bestsellers de Estados Unidos y otras partes del mundo; pero hay que abrir
los ojos, las cosas no son como en las películas y la publicidad, a cada lugar al que llegás te encontrás
con realidades distintas y con sorpresas. Primero, ese modelo de autor bestseller no es el caso de todo
escritor en Estados Unidos, también hay gente que se rebusca allá, tenés gente muy talentosa que no se
le hace caso. Venís aquí ¿y que encontrás? Nuestra cultura no es muy de leer, no hay tantas bibliotecas
públicas disponibles, se tiende a negar lo nuestro, preferir lo extranjero y las librerías no mueven tanto
lo nacional, no son tan interesados. Entonces, ¿Cómo hace la gente para ser leída aquí? Primero, si no
hallás una editorial que te esté haciendo toneladas de publicidad, si tu libro no se está vendiendo a
toneladas, no tenés un montón de presentaciones, pero querés que te lean, pues empezás a moverte
por tu cuenta: les contás a otros que escribís, le regalás tu libro a tus amigos o familiares, se lo llevás a
alguien que admirés o a alguien de una editorial, buscás otros medios. Ahora, también con el Internet,
tenés dinámicas distintas, por ejemplo, vos podés publicar lo que escribís en un blog, en Facebook o
cualquier otro espacio, eso es escritura autentica, no digo que sea literatura, es escritura autentica
porque te estás dando satisfacción vos, estás compartiendo lo tuyo amén de la calidad que tenga, y
puede haber alguien al quien le intereses, podrá ser una persona en el mundo, pero es alguien. El
panorama tampoco es pesimista, a la gente le gusta la gente que escribe. Media vez vos seas creativo y
te pongás a trabajar en ello, hay alguien que se interesa por vos. ¿Podés poner lo tuyo en Facebook y ser
un poeta de Facebook? Está chivo, estás teniendo una carrera, no ganarás nada por eso, no publicarás
pronto, o nunca publicarás, pero te están leyendo. Por ejemplo, lo que yo he llegado a hacer es esto: yo
tengo libros publicados, pero las ediciones de mis libros se han terminado y no tengo reediciones
rápidas, pero yo quiero ser leído porque considero que escribo bien, ¿Qué hago entonces? Tengo un
blog en el que suelo publicar al menos una vez al mes, publico no solo poemas, sino también ensayos, y
cada vez que publico algo en mi blog lo posteo en Facebook y etiqueto gente, porque digo, la costumbre
de leer blogs se ha perdido un poco, entonces se lo voy a mandar a la gente y ellos saben que he escrito
y se interesan por lo que yo escribo; o me reúno con mis amigos y les digo, mirá, quisiera que me leyeras
esto y a la gente le gusta lo mío, u organizo un recital. Esta cuestión del arte no es algo de privilegiados,
todos somos creativos, un espacio público es público porque cualquier persona puede hacer algo ahí;
tómense la libertad, no importa que no sea un autor consagrado, organicen un recital ustedes solos o
con un amigo, júntense con músicos, con pintores, hagan un evento mixto y presenten lo suyo; y la
gente se me queda “¿pero yo?” si vos, vos sos el que está escribiendo. Entonces, si hay lectores, menos
que en otros lados y las dinámicas no son tan fluidas, pero hay maneras distintas a las tradicionales de
ser leído y para quien se las quiera tomar, son igual de satisfactorias, se puede llevar una vida de escritor
con una comunidad, digamos, reducida en número, pero no por ello menos profunda, de lectores y eso,
al menos yo como persona que la lleva, eso es totalmente satisfactorio.

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