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Taller de lectura

“ENTRE ARÁCNIDAS DEIDADES Y LEONES. AFRICANOS: Contribución al debate de un enfoque


afroamericanista en Colombia.” - EDUARDO RESTREPO

Ricardo Campuzano Sierra

1. A. ¿Cuáles son las bases teóricas de la perspectiva afroamericanista? B. ¿Cómo retoma la


crítica que Mintz y Price hacen a la teoría de Herskovits?
2. ¿Cuáles son los planteamientos más importantes de la perspectiva afroamericanista?
3. ¿Qué críticas hace Restrepo al modelo conceptual de la perspectiva afroamericanista?
4. ¿Qué críticas hace Restrepo al modelo metodológico?
5. ¿Qué críticas hace Restrepo al modelo narrativo?

Desarrollo

1. A. A causa que los estudios afroamericanos han sido heterogéneos en cuanto a sus
enfoques, debo puntualizar que el presente material analizado por Restrepo, tiene como
bases teóricas a Gregory Bateson, la teoría social del materialismo y ecología cultural de
los setenta.
B. Durante las ultimas décadas, el enfoque Afroamericanista en Colombia ha sido
desarrollado partiendo de la crítica realizada por Mintz y Price al inicial “modelo del
encuentro” de Herskovits, descrito por este autor dentro de la escuela culturalista
norteamericana en la primera mitad del siglo XX.
El enfoque de Herskovits visto a grandes rasgos propone a la “cultura africana”, como una
sola, basándose en las retenciones culturales (supervivencias) luego del viaje a América y
planteando mediante comparación unos supuestos “universales” socioculturales en el
continente Africano, basándose en rasgos observados en las comunidades
afrodescendientes. Por otro lado Mintz y Price aducen que no existe la “cultura Africana”
como tal, puesto que si se observa la enorme diversidad cultural del África Occidental, de
donde venían la mayoría de esclavos, es imposible establecer un patrón cultural
homogéneo entre estos, si se parte de la definición de cultura como «el cuerpo de
creencias y valores, socialmente adquiridos y estructurados, que sirven a un grupo
organizado (una ‘sociedad’) como guías de y para el comportamiento». A pesar de esta
disputa, Mintz y Price si admiten dos puntos generales que comparten las diferentes
ramas culturales provenientes del continente Africano, pero no en un sentido
sociocultural observable, sino como “unos principios «gramaticales» inconscientes que
pueden subyacer en los comportamientos de los esclavizados importados al continente
americano.” Basados en el concepto de «orientaciones cognitivas» propuesto por Foster,
ellos describieron dichos principios como la composición de unos supuestos básicos sobre
las relaciones sociales – “tanto los valores que motivan a los individuos como la forma en
que se interactúa con los otros en situaciones sociales y en cuestiones de estilos
interpersonales”- como en los supuestos sobre la forma que opera el mundo, por ejemplo,
el principio de causalidad.
Estos principios según los dos autores, pudieron haber actuado marcando de manera
profunda las respuestas de los esclavizados ante las nuevas circunstancias en América, ya
que “pudieron haber servido como catalizadores en los procesos en los cuales individuos
de diversas sociedades forjaron nuevas instituciones y pudieron haber proveído ciertos
marcos en los cuales las nuevas formas fueron desarrolladas”. A pesar de reconocer estos
dos principios, Mintz y Price se niegan a considerar éstos como “Una cultura Africana
definida” ya que una cultura en su concepción, “la cultura connota las formas
institucionales a las cuales se encuentra estrechamente asociada”. A causa del
desplazamiento de continente y el sistema de esclavitud, los africanos llegados a América
fueron despojados de todas las instituciones que conformaban su cultura, teniendo que
formar una nueva de acuerdo a la situación y lugar en el que se encontraban. Por todos
estos hechos también se hace errónea la concepción de un “encuentro de culturas”,
“Africana” y “Europea” que aducía Herskovits.

2. En Colombia los autores Nina S. de Friedemmann, Jaime Arocha y Adriana Maya, se han
empeñado en reformular las teorías “Afroamericanas”, usando como derrotero las críticas
de Mintz y Price a Herskovits, de la mano de los trabajos de Gregory Bateson.

Un concepto desarrollado por estos autores en base a los “principios gramaticales” de


Mintz y Price, es el de “Huellas de Africanía”, en la que se entiende estos principios, como
los únicos “supervivientes” del encuentro de los Africanos con los colonizadores europeos
y su proceso de esclavitud, y son los que constituyen la materia prima para el rápido
proceso de construcción y evolución cultural de los esclavos en América.
Por otro lado, Arocha al analizar los orígenes y distribución de los esclavos provenientes
de África en Colombia, hallo que no fueron tan heterogéneos como lo plantean Mintz y
Price, puesto que basado en análisis históricos se vio que los esclavos eran traídos de
“canteras” o sitios específicos de África en los cuales se desarrollaba la caza de esclavos.
Con el tiempo estos lugares se fueron volviendo mucho más específicos y estables, hasta
el punto en que inevitablemente luego de la importación a América, se terminaron dando
reagrupaciones étnicas entre los esclavos que se reencontraban en tierras Colombianas,
no solo por la inevitabilidad del contacto entre estos, sino además activado por los legados
de Anansé en aras de un movimiento de Insumisión en el litoral pacífico sur.

Arocha además define con precisión la diferencia entre los conceptos Africanidad y
Africanía. Describe la Africanidad como los conceptos culturales propios de los pobladores
Africanos que no han sido desplazados de su lugar de origen y la Africanía como las
memorias de Africanidad que subsisten en los esclavos de las Américas. “El concepto de
africanía se refiere a aquella identidad que los afrodescendientes fueron modelando para
resistirse a la esclavización, aún antes de que a los cautivos se les forzara por la ruta
transatlántica.” Este concepto es el que les permite “remodelarse en respuesta a la
apropiación de los vínculos, objetos, plantas y animales que les ofrecían los nuevos
sistemas sociales y ambientales en América.”
Nina S. de Friedemmann por su parte argumenta “como «Las huellas de africanía
interpretan así al bagaje cultural sumergido en el subconsciente iconográfico de los
africanos de la diáspora esclavizada. Las huellas se hacen perceptibles en la organización
social, en la música, en la religiosidad, en el habla, o en el teatro del carnaval de sus
descendientes, como resultado de procesos de resistencia y creación, donde la razón y el
sentimiento han sido guías de la improvisación cultural».”

Es de gran importancia resaltar que para este concepto de “huellas o memorias de


africanía”, tanto su carácter de orden inconsciente, como su importancia en cuanto
materia prima en la creación de nuevos tejidos sociales y culturales son de gran relevancia
para el análisis.
También es importante mencionar que estos principios inconscientes o “huellas de
africanía” en relación con rasgos socioculturales observables no cumplen una relación 1:1
donde el uno causa al otro. Esta relación puede ser variable donde varios rasgos culturales
son definidos por un solo principio, o un solo rasgo cultural que es definido en su
naturaleza por varios principios inconscientes o “huellas” simultáneos. A causa de esto,
“se requiere la conjugación de la etnografía y la historia en una dimensión comparativa
que tenga en cuenta «racimos» y no rasgos aislados.”.

Los autores Colombianos en su trabajo se apoyan en los aportes de Gregory Bateson,


entre los cuales se pueden destacar:
- Sus planteamientos en la formación de hábitos ayudaron a explicar a los autores el
porqué de la preservación y operación del legado africano, de las huellas de africanía
que son uno de sus conceptos de trabajo.
- Nina S. de Friedemann siguiendo los consejos de Bateson, plantea una definición
funcional de cultura para su caso de estudio: “En este artículo entendemos la
epistemología local como la cultura de un grupo o sociedad local; hablamos de la
epistemología afropalenquera de la comunidad de San Basilio”.
- Por su parte, Arocha aporta: “cómo la noción de sentipensamiento es adecuada para
dar cuenta de los planteamientos de Gregory Bateson de una epistemología que
integra razón y emoción, pensamiento y sentimiento. Epistemología ésta que puede
ser encontrada en el sentipensamiento afroamericano”.

Otro concepto importante a anotar es el de “afrogénesis” el cual “insiste en la importancia


que ha tenido la permanencia de complejos culturales de origen africano en los procesos
de reconstrucción y recreación cultural, territorial y política de los esclavizados y sus
descendientes en nuestro país”. En contraposición a este concepto encontramos la
eurogénesis, entendida como “un paradigma de análisis que tiende a resaltar la herencia
europea y a minimizar el impacto de los legados africanos”, pues, para la ésta se da un
desconocimiento del puente histórico entre África y América y se tiende a ver a los
afroamericanos como “carentes de etnicidad y portadoras de una cultura homogénea,
mestiza y nacional, con variaciones rurales o urbanas, campesinas o citadinas”. A pesar de
la especificidad de la Africanía Colombiana, es innegable la presencia de memorias
africanas entre los afroamericanos, de ahí la palabra “afroamericano” o
“afrodescendiente”, pues se trata de una historia que tiene su origen en África y
posteriormente pasa a América. Si se niega la historia Africana y sus huellas, se estaría
negando la propia humanidad de estas poblaciones.

3. Friedemann y Espinosa concluyen que “las huellas de africanía forman parte de hábitos
aprendidos y sumergidos en el subconsciente e inconsciente de los individuos y grupos
africanos que llegaron a América, y que en las nuevas condiciones fueron transformados”.
Basandose en esto Restrepo se cuestiona: si la formación de hábitos es un proceso
permanente, ¿no se hace teóricamente posible que un «racimo» de rasgos encontrados
tanto en América como en África sean expresión de procesos de colonización desplegados
a ambos lados del océano?. Otra pregunta que plantea el autor se refiere a la conexión
realizada por los exponentes de este enfoque afroamericanista entre la idea de principios
gramaticales inconscientes u orientaciones cognitivas de Mintz y Price con los
planteamientos de Bateson, ya que “se evidencia una inconsistencia en tanto unas
orientaciones cognitivas compartidas por los africanos traídos al Nuevo Mundo y la noción
basada en Bateson de epistemología local”. Esta dicotomía implica fragmentar la unidad
de análisis y especificidad sobre la que se ha edificado todo el discurso afroamericanista
con Mintz y Price.
Otros interrogantes surgen en el autor al cambiar el foco de los términos que sustentan la
presente tesis, por un “panorama más amplio de la teoría social”. El primero de los puntos
a tratar se refiere al problema de la identidad de manifestaciones culturales en diferentes
partes del mundo. Este punto tomado desde Levi Strauss evidencia como estas
identidades no necesariamente suponen una relación de conexión histórica entre los
grupos en los cuales son observadas las analogías. El segundo punto el autor retoma los
argumentos de Foucault, quien desde su propuesta arqueológica y genealógica complejiza
las formas convencionales de la historiografía sobre las que ha descansado el modelo
afroamericanista del que se hace análisis.
4. La pregunta principal que el autor hace con respecto al enfoque metodológico es ¿cómo
soportar el legado africano identificado y su impacto en las formaciones sociales y
culturales contemporáneas? A esta pregunta el autor encuentra dos respuestas
satisfactorias basadas en los exponentes afroamericanistas. Estos han examinado y
demostrado la necesidad de combinar la labor del historiador con la del antropólogo, es
decir, los archivos con el terreno. También ha sido indicado por éstos, la descripción y
explicación de cómo memorias africanas específicas continúan modelando el presente, no
sólo de los afrodescendientes, sino también, del resto de los colombianos. Esta es una
labor que hace necesario el refinamiento metodológico, “pues dichas memorias y su
operación no son necesariamente evidentes ante la desprevenida mirada del lego o del
experto entrenado para analizar otro tipo de expresiones histórico-culturales”. A causa de
todo ello es imperativo formar investigadores con conocimientos detallados de la historia
y etnografía de las sociedades africanas y americanas.
Con respecto a las ilustraciones de huellas de Africanía en Arocha, (por ejemplo la leyenda
de Anansi en el ritual de la ombligada o el simbolismo de Changó en el velorio de un
difunto), Restrepo argumenta que “se echa de menos precisamente una sustentación
como la que ellos han esgrimido”. Pues “a pesar de que no todos los antepasados de los
afrodescendientes conocieran a Anansi, ni toda la gente negra ombligue con Ananse—este
concepto inspira no sólo el título de su libro sino también «la metáfora que sirviera de
sinónimo a la unión de las palabras afrodescendiente y rebelde»”. Asi el concepto de
Anansé constituye una memoria de Africanía que se encuentra articulada a la resistencia y
repudio de los esclavizados al proceso de esclavitud al que fueron sometidos. Sobre este
concepto (ombligada de Ananse, como una huella de Africania) Restrepo evidencia varias
debilidades metodológicas de Arocha en sus textos al sustentar dicha metáfora. ¿Cómo se
construye la generalización de ombligados de Ananse?, ¿cómo se utiliza dicha
generalización como metáfora de la unión de los términos de afrodescendiente y rebelde?
A esto Restrepo argumenta que Arocha saca estas conclusiones basándose en
“expediciones etnográficas” en sitios específicos del Baudó, y los registros de Nina S. de
Friedemmann, sin contar con datos de todos los otros lugares que representa el litoral
pacífico, y los generaliza a todos representando una mitología homogénea en toda el área,
sin haber realizado un trabajo de campo sistemático en estos lugares carentes de datos.
Además de ello, “No se traen a colación las referencias de etnografías sistemáticas sobre
Anansi en África y sus expresiones en América que permitan contrastar las especificidades
de la ombligada en esta constelación de prácticas que se asumen como una memoria
Africana…ni siquiera se recurre a las etnografías sobre las comunidades negras rurales del
Pacífico que desde tiempo atrás han registrado la ombligada o que más recientemente
han realizado detalladas interpretaciones sobre ésta”. Un problema adicional sobre el
concepto de la ombligada que observa Restrepo, es la presencia de la Ombligada y Anansi
entre los indígenas Embera, lo cual solo “menciona de pasada”, y no profundiza ni
consulta a fondo el origen y posibles nexos que se hallan ocultos en esta leyenda que
curiosamente se repite con fidelidad lingüística (pero variaciones en la práctica) entre
indígenas americanos desligados del contexto Africano, este hecho pondría en tela de
Juicio la especificidad para los “Afrodescendientes” de la Ombligada con Anansé.
Otro punto que critica Restrepo es el desconocimiento de los trabajos de Rogerio
Velasquez para la indagación del objeto de estudio, a pesar que este autor tiene varias
menciones sobre los mitos de la araña en sus escritos y gran conocimiento sobre la
tradición y mitología del pacifico Colombiano. Esta conducta de sesgo entre los autores
estudiados, Restrepo la descibe de la siguiente manera: “Una tendencia al
ensimismamiento en un conjunto reducido de autores –citándose a sí mismos en
repetidas ocasiones— se articula con una negación del trabajo etnográfico e histórico de
aquellos que han sido inscritos en un exterior amenazante o, incluso, muchos de aquellos
que no sean definidos como tales”. Además de ello, se evidencia en sus escritos una
tendencia a convertir correos electrónicos y comunicaciones entre los autores, en “texto
escrito”, es decir, opiniones y apreciaciones personales convertidas en conceptos
“aceptados y comprobados”, tal cual si fuesen tomados de libros de texto revisados y
editados.
Otras preguntas que tiene el autor al analizar los autores estudiados y sus dictámenes
sobre el origen de ciertos apellidos como señal de resistencia a la esclavitud, son: ¿se
puede afirmar tajantemente que la conservación de ciertos nombres como apellidos
implica una necesaria manifestación del éxito de los esclavizados que escaparon a la
esclavización siendo otros apellidos que se retomaron de los esclavistas necesariamente la
expresión de un homenaje forzado de aquellos esclavizados que compraron o se les
«otorgó» la libertad? y ¿un apellido como Mandinga o Carabalí es analogable en términos
de dicha referencia africana a aquel que apela a los leones?, esta última pregunta
refiriéndose a la presencia de un culto a los leones en ciertas poblaciones del choco, lo que
hace referencia a un posible origen tribal mandinga que pervive incluso en el lenguaje,
apellidos y mitología.
5. En cuanto a las estrategias narrativas Restrepo encuentra un punto principal a tratar: “la
forma en que se constituye un otro desde el cual se define la posición propia. En la
constitución de ese otro hay dos puntos interrelacionados que ameritan ser cuestionados:
1. el tono con el cual se lo (des)califica, y 2. la estrategia narrativa que dicotomiza el orden
de posibilidades reduciendo a una exterioridad amenazante cualquier posición que no sea
la propia.”
Otra critica que el autor considera digna de mención pero no desarrolla dentro del texto
es “la apelación a un orden ético como argumento” pues “…esta estrategia implica una
necesaria combinación entre el deber ser –eticidad/moral– y el ser del mundo –ontología–
y, en consecuencia, los enunciados de los otros autores son examinados en su
correspondencia o no con ese deber ser”.
Con respecto al tono, el autor trata el hecho de que “los exponentes de este enfoque han
elaborado una estrategia argumentativa que pasa por la adjetivación y caricaturización de
los argumentos de quienes aparecen ante sus ojos como contradictores o de quienes, en
efecto, han intentado articular algún tipo de cuestionamiento a sus planteamientos”. A
causa de ello, dichos planteamientos son considerados como “la simple expresión de una
perversa negación, no sólo del legado africano, sino también de la justeza de la causa por
visibilizar tal legado, del cual se consideran a sí mismos los representantes por
antonomasia”. Esta estrategia busca “el error del otro” para magnificarlo como muestra
de la “irrelevancia de sus planteamientos” y mostrarlo como “como un ser ética y
políticamente reprochable”.
Otra estrategia narrativa que el autor hace mención y de la cual tiene una visión crítica es
la que “…dicotomiza el orden de posibilidades reduciendo a una exterioridad amenazante
cualquier posición en la cual no se reconozca la propia.” Esta estrategia está anclada a la
dicotomía “Afrogenesis-Eurogenesis”, en la cual pueden darse dos posturas, la que
reconoce el puente África-América y la que lo niega o desconoce. Al centrarse en una u
otra posición, el que se encuentra en la posición contraria se convierte en “enemigo”, en
“estar en contra de la postura propia”, sin dar lugar a puntos intermedios o dialéctica
entre los enfoques enfrentados. Con respecto a ello, el autor concluye: “Así, la descripción
acertada y científica del mundo debe ser impuesta a las ideologías y modas intelectuales
superficiales que quieren en su diletante retórica establecer un velo de confusión y de
negación de aquellos a nombre de los cuales se lucha”.
Como cierre del análisis el autor concluye como de manera inevitable, de seguir presente
el enfoque, metodología y discurso propios de los Afroamericanistas estudiados, su propio
trabajo en la crítica a éstos, sea minimizado e ignorado por las mismas estrategias de
invisibilizacion que critica en estos. “Así las cosas, temo que si esta estrategia narrativa
continúa operando en los exponentes del enfoque afroamericanista analizado, mis
preguntas y críticas sean escasamente tomadas en consideración, ya que mi discurso
puede ser simplemente adjetivado como «postmoderno» u otro calificativo semejante
que evite la problematización de su pensamiento, asociándolo a renglón seguido con
aquel exterior amenazante conformado por los áulicos de la academia noratlántica que se
rigen por cánones de rigurosidad paralizantes del pensamiento crítico y de la acción de
compromiso con los oprimidos. Ante esta estrategia narrativa de obturación de la crítica,
he de anotar que intentar asomarse a las articulaciones discursivas que constituyen la
representación de sí mismo es, por supuesto, un elogio de la dificultad de la labor
académica y una condición para establecer un diálogo mutuamente edificante.”

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