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Si nos preguntáramos qué lengua se habla en Latinoamérica, la respuesta sería una obviedad
por cuando el español es hablado aproximadamente por el setenta por ciento de
latinoamericanos y el portugués cerca del treinta por ciento. Pero, ¿realmente, hablamos
español? Sin profundizar en la controversia, el español que hablamos los latinos no es el
español del colonizador. Tanto para el español como para el portugués hay evidencia que
muestra sustanciales simplificaciones fonológicas, morfológicas, sintácticas y hasta de
vocabulario.
En reciente discurso, Gabriel García Márquez afirma: "Tuvo que transcurrir un siglo para que
los españoles conformaran el estado colonial, con un solo nombre, con una sola lengua y un
solo dios."1
Mientras la cultura extranjera pugnaba por la desaparición de la cultura interna del aborigen,
el escritor no tenía otra alternativa que refugiarse en la restricción del léxico localista. Esta vía
de aculturación no fue más que la pérdida de una cultura propia -la del colonizador- sustituida
por la del colonizador.
La tercera fase, la neoculturación creó nuevas situaciones. El escritor que imitaba formas y
estilos literarios se transformó en asimilación reciproca. Por ejemplo, en la obra de Mario
Vargas Llosa, -La Ciudad y los Perros-, aparece la tradición del monólogo interior propios de
Proust, Joyce, Virginia Woolf y William Faulkner. El artista, en general ajustó en profundidad
las formas literarias, a su designio, para representar los problemas de su país. Y compuso una
forma peculiar.
1
GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Por un País al Alcance de los Niños. 1994.
Asimismo, según Ángel Rama, Juan Rulfo logró construir un género tan antiguo como el
monólogo discursivo encontrando la solución al relato episódico. Y García Márquez dotó,
estilísticamente, a la novela para que los hechos presentados en un plano del verosímil
funcionen contiguamente en el plano de lo fantástico.2
2
RAMA, Ángel. La Novela en América Latina. Procultura S.A. 1982. P. 214.