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TEMA 26.

LA EJECUCIÓN FORZOSA (I)


26.I. NOCIONES GENERALES.

26.I.1. CONCEPTO.
El contenido de la potestad jurisdiccional no se agota con la sentencia, declarando
el derecho en el caso concreto. El juicio jurisdiccional, favorable o no a lo pretendido por
el actor, puede ser en algunas ocasiones insuficiente para dar cumplida satisfacción al
derecho fundamental a la tutela judicial efectiva. En este sentido, el respeto a dicho
derecho requiere con frecuencia la intervención de los órganos judiciales tras la sentencia
con objeto de que se cumpla lo declarado en ella, impidiendo que ésta se convierta en una
mera declaración de intenciones. Así el TC considera que la ejecución de las sentencias
se integra en el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, como necesario
contenido del mismo (por ejemplo, SSTC 149/1989, 113/1989, etc.).
El carácter coactivo de las normas jurídicas conlleva que el Estado deba, en caso
necesario, hacer uso de la fuerza para imponer el cumplimiento de las resoluciones
dictadas por los tribunales, a quienes atribuye en exclusiva el ejercicio de la potestad
jurisdiccional.
El art.117.3 CE dispone que el ejercicio de la potestad jurisdiccional en todo tipo
de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a los
Juzgados y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y
procedimiento que las mismas establezcan. De este modo, la jurisdicción, además de
decir el derecho, tiene atribuida la ejecución de lo juzgado, el uso de la fuerza estatal para
hacer cumplir sus resoluciones.
No obstante, cabe precisar que no siempre se ejecuta lo juzgado, es decir, una
resolución dictada por los Juzgados y Tribunales, así por ejemplo, en el caso de la
ejecución de títulos extrajurisdiccionales, formados por las partes y que permiten di-
rectamente la ejecución procesal. De igual forma, en ocasiones se ejecutan títulos
formados con intervención judicial, pero sin actividad cognitoria alguna, como sucede
con lo convenido en la conciliación preprocesal o en la conciliación intraprocesal o en la
transacción a que pueda llegarse en la audiencia previa al juicio en el juicio ordinario (art.
415 L.E.C.).
Por otra parte, aunque el objeto de la ejecución sea lo juzgado, no siempre se
ejecuta lo juzgado por un órgano jurisdiccional (por ejemplo, ejecución de los laudos
arbitrales -arts. 53 y ss. Ley 36/1.988, de 5 de diciembre, de Arbitraje).
Igualmente, no todas las resoluciones judiciales son ejecutables. Así, no pueden
ser objeto de ejecución las sentencias desestimatorias de la demanda, o absolutorias del
demandado, porque no reconocen derechos en favor de ninguno de los litigantes ni
delimitan situaciones jurídicas. Tampoco son ejecutables las sentencias estimatorias que
acojan pretensiones mero declarativas (en este caso la tutela judicial se cumple con el
dictado de la sentencia), o constitutivas (que al crear, modificar o extinguir un estado o
situación jurídica, sólo pueden ser objeto de ejecución impropia, art. 521. 1 L.E.C.).
Las resoluciones judiciales susceptibles de ejecución son las sentencias decla-
rativas de condena, cuando el condenado no haya cumplido voluntariamente la pres-
tación. En el supuesto de que se produjera un cumplimiento voluntario, aunque estemos
ante una ejecución de la sentencia, no se puede hablar de ejecución procesal o de
ejecución forzosa, pues no existe la intervención de un tribunal.
De este modo, la actividad jurisdiccional no se agota en el juicio, extendiéndose a
otros momentos para conseguir la efectividad de la tutela judicial y que conforman el
denominado proceso de ejecución, es decir, actuaciones que tienen por finalidad realizar
por la fuerza lo ordenado en un título y que sólo puede proceder de una autoridad
judicial, o en los supuestos admitidos por la ley, por un arbitro.
Cuando el condenado no cumpla voluntariamente el contenido de la sentencia,
tendrá lugar, a instancia del acreedor, la ejecución forzosa: la actuación de un órgano
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judicial sustituyendo la conducta del ejecutado a fin de obtener la prestación que resulta
ya indiscutible, y cuya efectividad se persigue sin previa declaración. Así lo ha entendido
la nueva L.E.C., que ordena el inicio del proceso de ejecución con una demanda
ejecutiva, que dará lugar al despacho de ejecución por medio de auto (arts. 549 y 551
L.E.C.).

26.I. 2. LA EFECTIVIDAD DE LA TUTELA JUDICIAL EN LA EJECUCIÓN.


El proceso civil de declaración en España es muy costoso y lento, con la espe-
ranza de un resultado mejor con el proceso de la nueva L.E.C., resultando la ejecución
forzosa en la mayoría de los casos absolutamente ineficaz.
En la Constitución se contempla este problema, disponiendo el art.118 que "es
obligado cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los jueces y tribunales,
así como prestar la colaboración requerida por éstos en el curso del proceso y en la
ejecución de lo juzgado".
En el proceso civil, la ineficacia de la ejecución forzosa debe analizarse desde dos
puntos de vista:
- En las deficiencias funcionales de la Administración de Justicia: La ejecución de
las sentencias ha sufrido un abandono de la dirección del juez, encomendándose en la
mayor parte de los casos al personal auxiliar de los Juzgados, debido al gran número de
asuntos.
- En las posibles carencias en el plano normativo: Pues para satisfacer realmente
el derecho a la tutela judicial efectiva del litigante vencedor en el proceso (obteniendo lo
concedido en el título de ejecución), el Ordenamiento jurídico dispone que las sentencias
se ejecuten en sus propios términos, excepto cuando la ejecución resulte imposible, en
cuyo caso el órgano judicial adoptará las medidas necesarias que aseguren la mayor
efectividad de la ejecutoria, y fijará la indemnización que sea procedente en la parte en
que aquélla no pueda ser objeto de cumplimiento pleno (art.18.2LOPJ).
Así, de acuerdo con lo expuesto, se exige el cumplimiento especifico y no el
cumplimiento por equivalente (por no satisfacer éste al acreedor).
La nueva L.E.C., en favor de la efectividad de la ejecución forzosa, por un lado,
ha establecido la obligación del deudor de hacer manifestación de su patrimonio en
cuantía suficiente para hacer frente a la condena pecuniaria (art. 589); por otro, permite la
investigación del patrimonio del ejecutado (art. 590) y, además, establece multas
coercitivas en caso de incumplimiento de condenas a hacer personalísimo o a no hacer,
en este caso con el apercibimiento de incurrir en el delito de desobediencia (art. 709 y
710).
De este modo, se utiliza en nuestro ordenamiento fórmulas o mecanismos vi-
gentes en otros países, como la aseveración formal sobre la situación económica del
deudor de los derechos alemán y austríaco, o las "astreintes" en Francia que supone que
el deudor deberá de abonar una cantidad supletoria por cada día de retraso en el
cumplimiento.
Así, para la efectividad de las ejecuciones pecuniarias, se destaca, como ins-
trumento útil, la manifestación de bienes y la investigación del patrimonio del ejecutado,
de modo que el tribunal podrá dirigirse a las entidades financieras, organismos y registros
públicos y a las personas físicas y jurídicas que el ejecutante indique para que faciliten la
relación de bienes o derechos de aquél (art. 590).
En los casos de ejecuciones de hacer o no hacer que sean personalísimos, se
permite al ejecutante que opte entre pedir que la ejecución siga a delante para recibir un
equivalente pecuniario (arts. 1.161 y 1.166 C.C. para las condenas a hacer y art. 1.099
C.C. para las de no hacer), o bien solicitar que se apremie al ejecutado con una multa por
cada mes que transcurra sin llevar a cabo su acción, o que deshaga lo mal hecho (arts.
709. 1 y 3 y 710.1 L.E.C.), porque el cumplimiento específico de lo ordenado en la
sentencia, ante la negativa del obligado, sólo podrá pasar por actos de constreñimiento o
compulsión, forzando su voluntad para obtener dicho cumplimiento.
La medida de los actos procesales de coacción para el cumplimiento de la
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sentencia ha de encontrarse en la ponderación de los bienes jurídicos en juego, por una
parte, el derecho del ejecutante a que se lleve a efecto la sentencia en sus propios
términos y, por otra parte, el derecho a la libertad del ejecutado, siguiendo la máxima
"nemo praecise ad factum cogí potest".

26.I. 3. NATURALEZA Y PRINCIPIOS


La ejecución forzosa es una "actividad jurisdiccional". En este sentido, el
art.117.3 CE atribuye en exclusiva a los Juzgados y tribunales determinados por las leyes
la potestad jurisdiccional, que comprende el "juzgar y hacer ejecutar lo juzgado".
Sin embargo, cabe también una vía de ejecución administrativa (de gran inci-
dencia práctica), autónoma e independiente de la ejecución forzosa jurisdiccional. A
través de ella el Estado y otros Entes públicos pueden hacer efectivas las deudas tri-
butarias y demás cantidades que deban percibir como ingresos de Derecho público. Por lo
tanto, pueden seguirse contra un mismo deudor dos procedimientos paralelos de
ejecución (administrativo y judicial), y si en ellos se afectan unos mismos bienes al
cumplimiento de ambas prestaciones, debe de determinarse la preferencia de los créditos,
siguiendo en todo caso las normas comunes; debiendo la Administración o el particular
ejecutante intervenir en el proceso para hacer valer su preferencia.
Como características esenciales de la actividad ejecutiva, destacan las siguientes:
1) La actividad de ejecución del órgano jurisdiccional constituye una "actividad
sustitutiva" de la conducta del condenado. Si éste incumple el mandato de la sentencia (o
del título extrajudicial que sirve de base a la ejecución), el acreedor puede acudir al
órgano judicial para obtener la prestación reconocida por la sentencia.
No obstante, la actividad del juez de la ejecución sobre el patrimonio del con-
denado, en cuanto actividad sustitutiva, debe realizarse en los términos que él mismo
pudo y debió hacerlo (entregando la cosa, realizando sus bienes para pagar al acreedor,
etc.).
2) La ejecución forzosa es una actividad procesal que tiene lugar, en todo caso, "a
instancia de parte". Al igual que en el proceso de declaración, para el ejercicio de la
jurisdicción debe ejercitarse la acción, el derecho a obtener la tutela judicial efectiva.
Pero, a diferencia del proceso de declaración (en que se pretende obtener el juicio
jurisdiccional), en la ejecución lo que se persigue del tribunal es la realización frente al
obligado de los actos que permitan al acreedor la consecución del derecho que la
sentencia le reconoce. De este modo, la actividad procesal de ejecución no puede
comenzar de oficio en ningún caso (el art. 549 L.E.C. dispone que sólo se despachará
ejecución a petición de parte).
3) En la ejecución forzosa rige el principio de dualidad de posiciones, como en la
fase o proceso de declaración. Es decir, la ejecución se insta frente al deudor.
No obstante, dos principios plenamente aplicables en el proceso de declaración no
son de aplicación en la ejecución forzosa, estos son los principios de contradicción e
igualdad.
- Respecto al "Principio de contradicción" o audiencia bilateral, éste es de apli-
cación necesaria en el proceso de declaración para evitar la indefensión de la parte pasiva
del proceso. No obstante, en la ejecución forzosa no puede exigirse la vigencia general y
absoluta de un principio de defensión contra todas las actividades de ejecución. El deudor
está vinculado por la sentencia o título extrajurisdiccional, y no tendrá posibilidad de
defenderse respecto del fondo de la actividad ejecutiva (si ha de llevarse a cabo la
ejecución), aunque sí puede oponerse al modo de la misma. De aquí se justifica la
regulación de actos procesales que se realizan sin audiencia del ejecutado, con
intervención o a instancia únicamente del ejecutante.
- En cuanto al "Principio de igualdad" de las partes, la posición de partida de
ejecutante y ejecutado no es igual. El ejecutado se encuentra sometido a la ejecución que
contra él se dirige, mientras que el acreedor ostenta una postura preponderante en toda la
actividad ejecutiva.

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26.I. 4. TIPOS DE EJECUCIÓN
La ejecución forzosa permite y exige distintas actuaciones procesales, teniendo en
cuenta el tipo de prestación que ha de satisfacerse al acreedor, lo que da lugar a diferentes
modalidades de ejecución y, por tanto, a normas de procedimiento particulares.
Sin perjuicio del estudio de los nuevos juicios ejecutivos regulados por la L.E.C.,
han de despejarse algunas dudas o equívocos que puede plantear el Libro III "De la
ejecución forzosa y de las medidas cautelares".
Independientemente de los títulos judiciales y arbitrales, se encuentran ciertos
documentos otorgados por particulares que sólo tendrán la fuerza ejecutoria de los
primeros cuando documenten deudas en dinero líquidas y exigibles. De igual modo, en
estos supuestos se deberá de seguir un camino diferente, así en ellos no cabe la ejecución
provisional por la propia naturaleza de las cosas; la demanda ejecutiva es distinta; se
exige el requerimiento de pago; los motivos de oposición son más numerosos y la
oposición suspenderá la ejecución, etc.
De este modo, en los presentes temas se tratará la ejecución de títulos judiciales y
arbitrales, dejando, para temas específicos, como procesos especiales, los nuevos juicios
ejecutivos, los que derivan de escrituras públicas, pólizas de contratos mercantiles, títulos
que representen obligaciones vencidas y sus cupones; certificados de los valores
representados por anotaciones en cuenta, así como el auto dictado en el proceso penal
seguid por hechos cubiertos por el seguro obligatorio de responsabilidad civil derivada
del uso y circulación de vehículos de motor.
Cabe destacar los siguientes tipos de ejecución:
A) EJECUCIONES DINERARIAS Y ESPECÍFICAS.
Normalmente la doctrina distingue entre ejecución genérica y ejecución espe-
cífica según la prestación a que obliga el título de ejecución. Pero en realidad esta
distinción sirve para diferenciar las ejecuciones dinerarias de las que tienen por objeto
una prestación de otro tipo.
Se entiende por ejecución específica aquella que persigue la obtención por el
acreedor precisamente de aquello que ordenó la sentencia, y en la forma establecida por
ella. Suele denominarse así a la ejecución de condenas a hacer, a no hacer y a entregar
cosas determinadas (arts. 699 y ss. LEC). El amplio casuismo que existe en dicho tipo de
ejecuciones impide una regulación con vocación de plenitud normativa.
Por otro lado, la ejecución genérica se refiere al cumplimiento de una prestación
que consista en el pago de una cantidad de dinero, ya sea una cantidad líquida o, bien, sea
necesaria una previa liquidación. Dicha obligación puede derivarse directamente del
título de ejecución, por lo que su obtención sería una ejecución específica, ya que se
obtiene lo que ordenó el titulo de ejecución; o por contra, derivar como equivalente del
incumplimiento de una condena a otro tipo de prestación, y en concepto de resarcimiento
de los daños e indemnización de los perjuicios irrogados al acreedor (sería así una
verdadera ejecución genérica, o por el equivalente, por el bien fungible por naturaleza: el
dinero). Con esa finalidad, se procederá al embargo de los bienes del deudor, entregando
al acreedor el dinero si se hubiera obtenido o realizando los otros bienes.
Así, cuando el título obliga a pagar una cantidad de dinero, la ejecución que
persiga este pago será una ejecución específica. Por lo tanto, sólo será ejecución genérica
el pago de una suma de dinero si se produce como equivalente por incumplimiento de
una prestación de otro tipo. Es decir, todas las ejecuciones serán especificas, salvo los
supuestos de imposible cumplimiento de este modo.

B) LA DENOMINADA EJECUCIÓN IMPROPIA


La llamada ejecución propia es la actividad desarrollada por el tribunal para hacer
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efectiva una sentencia de condena u otro título de ejecución, dado el incumplimiento del
obligado. Por contra, se suele denominar ejecución impropia a una serie de actividades
que derivan fundamentalmente de sentencias constitutivas: éstas crean, modifican o
extinguen un estado o situación jurídica, y en muchas ocasiones precisan la constancia o
publicidad del cambio producido, lo que no representa más que un complemento de la
sentencia, que por su propia firmeza satisface la pretensión de forma plena (arts. 521.1 y
522 L.E.C.).

26.I. 5. ÓRGANOS DE LA EJECUCIÓN.


El órgano ejecutor será un tribunal de justicia, (al ser la ejecución forzosa
contenido de la actividad jurisdiccional), particularmente el Juez, como titular del órgano,
y el secretario judicial. Sin embargo, otros funcionarios o profesionales pueden intervenir
y cooperar en la actividad ejecutiva (en este sentido, el art. 591 L.E.C., impone el deber
de colaboración de todas las entidades públicas y privadas en las actuaciones de
ejecución, que se puede sancionar con multas coercitivas).

A) Tribunal Competente:
La competencia para la ejecución de las resoluciones judiciales y de transacciones
y acuerdos judicialmente homologados o aprobados viene determinado por el criterio
funcional, al haberse sustanciado un anterior proceso, atribuyéndose entonces al órgano
jurisdiccional que conoció en primera instancia (art. 545. 1). De este modo, el tribunal
competente viene determinado por dicho criterio funcional sin necesidad de acudir a
ningún otro criterio, ni siquiera a las normas de reparto de asuntos.
Cuando estemos ante la ejecución de un laudo arbitral será competente para su
ejecución el Juzgado de Primera Instancia del lugar en que se haya dictado (art. 545.2
L.E.C.).
Cuando se esté ante una ejecución hipotecaria, la competencia viene fijada por el
lugar de situación de la finca o, en caso de hipoteca naval, mobiliaria o de prenda sin
desplazamiento, el' lugar en que se halle el bien o aquel al que se sometieron las partes en
el título, debiendo en todo caso el tribunal examinar de oficio su competencia territorial
(art. 684 L.E.C.).
Ha de tenerse en cuenta, que las normas de competencia son imperativas. Ello
determina que el propio tribunal deberá de examinar de oficio su propia competencia,
tanto objetiva como territorial, debiendo abstenerse cuando no sea competente. En este
caso, indicará el tribunal ante el que se ha de presentar la demanda de ejecución, pero una
vez que la hubiera despachado no podrá de oficio revisar su competencia territorial (art.
546 L.E.C.).
Como así establece el art. 547 L.E.C., el ejecutado podrá, de igual modo, im-
pugnar la falta de competencia por medio de declinatoria, en los cinco días siguientes a
aquel en que reciba la primera notificación de la ejecución (art. 547 L.E.C.).

B) El juez, el secretario y otros auxiliares colaboradores:


- El juez, como órgano del estado, ha de dirigir todo el procedimiento: debe
examinar el título de ejecución presentado, su calificación y, siendo apto para ello, la
ordenación de los actos ejecutivos que resulten pertinentes, así como la resolución de las
incidencias que puedan surgir.
- El secretario judicial ostenta tradicionalmente el poder de documentación y
dación de fe pública. Además tiene las funciones de impulso formal del procedimiento
(diligencias de ordenación). No obstante, la nueva L.E.C. no ha profundizado en las
funciones que el secretario judicial puede desempeñar en la ejecución forzosa, limi-
tándose a reconocerle participación en la celebración de la subasta, que se limita a la
presidencia de la misma pero sin facultad de aprobación del remate, y la liquidación de
cargas.
- Entre el personal auxiliar de los órganos judiciales, adquiere especial impor-
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tancia en la actividad de ejecución el agente judicial. Estos funcionarios son "ejecutores
de los embargos, lanzamientos y demás actos cuya naturaleza lo requiera", actuando
además como Policía Judicial con carácter de agentes de la autoridad (art.487 L.O.P.J.).
Tradicionalmente, el agente judicial realizaba los actos de ejecución por delegación del
juez y bajo su dependencia, formando junto al secretario (u oficial habilitado) la
denominada "comisión del Juzgado". No obstante, la nueva L.E.C. ha omitido toda
referencia a dichas funciones y a la formación de la comisión judicial que tradi-
cionalmente ha venido desempeñando los actos de ejecución.
- En muchos casos se requiere la intervención de otros órganos públicos, fun-
cionarios o profesionales, que actúan como cooperadores en la actividad ejecutiva. Por
ejemplo: la policía, que ha de actuar cuando sea requerida por el juez, o en caso de
urgencia por el propio agente ejecutor; los registradores de la propiedad, que han de
expedir certificación relativa a los bienes embargados; o los peritos para el avalúo de los
bienes que han de sacarse a pública subasta.

26.I. 6. LAS PARTES EN LA EJECUCIÓN:


(Junio 98/99)
A) Concepto. Partes principales, interesados y terceros;
Son partes en estos procesos quienes figuren como tales en la demanda (art.
538.1) y quienes están facultados para intervenir en esta condición durante todas las
diligencias en que se concreten las actividades ejecutivas.
Además de las partes principales podrán intervenir personas interesadas, como
aquellos frente a los que no se despacha ejecución pero ésta se extiende a bienes de su
propiedad, en este caso, la L.E.C. les otorga los mismos medios de defensa que tiene el
ejecutado (art. 538.3). Así por ejemplo, ante el tercer poseedor de la finca hipotecada a
quien se le ha de requerir de pago y notificar de la existencia de la ejecución (art. 689).
De igual modo, a los acreedores posteriores del hipotecario o prendario que se ejecute,
que tengan su derecho inscrito, se les notifica la existencia y estado de la ejecución para
que puedan participar en la misma (art. 659 y 689. 2 L.E.C.).
De igual modo, cuando se procede a la subasta de bienes del deudor, intervienen
personas ajenas a las partes principales, cuyo interés consiste en adquirir los bienes
embargados. Son los lidiadores o postores de la subasta, alguno de ellos podrá
convertirse en adjudicatario, rematante o comprador de los bienes.
También podrán intervenir en el procedimiento, terceros ajenos a él siempre que
algún acto de ejecución afecte sus derechos, bien porque afecte a bienes de su propiedad
o porque pretendan ser reintegrados de su crédito contra el ejecutado con preferencia al
ejecutante. Su intervención se produce esencialmente a través de los incidentes de
tercería, denominados por la ley "de dominio", en el primer caso, y "de mejor derecho"
en el segundo.

B) Legitimación:
Son partes legítimas quienes como tales aparezcan en dicho título (art. 538.2), así,
quien aparezca como acreedor, titular del derecho y que insta la ejecución (ejecutante) y,
por otro lado, el responsable según el título, quien aparezca como deudor, obligado a
satisfacer la prestación y frente a quien la ejecución se despacha y se siguen las demás
actividades ejecutivas (ejecutado).
Cuando el órgano judicial despache la ejecución en favor de persona no legiti-
mada por el título o sucesión particular o universal, o contra quien no resulte pasivamente
legitimado, entonces el ejecutado es parte del proceso en sentido estricto y podrá ejercitar
todos los medios de defensa que le otorga el ordenamiento (concepto formal de parte).
Sin embargo, no siempre resultan ser ejecutante y ejecutado las personas que así
figuren en el título. Pueden estar legitimadas activa o pasivamente personas diferentes,
hablándose entonces de una legitimación extraordinaria.
a) La legitimación activa no presenta problemas, pues además de quien aparezca
en el título como ejecutante puede instar la ejecución aquel que acredite ser su sucesor
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(art. 540 L.E.C., cuando no acredite dicho aspecto o el tribunal no lo considere suficiente
se dará traslado al ejecutado y tras una audiencia decidirá lo que proceda). Podrá tratarse
de una sucesión universal (art. 671, 995, 1.003, 1.023 ó 1.257) o la derivada de otro tipo
de relación obligacional (arts. 1.112, 1.205 ó 1.257).
De igual modo, aunque generalmente será el acreedor quien solicite la ejecución,
ésta puede ser pedida por el ejecutado, si tiene interés jurídico en el cumplimiento (por
ejemplo, por razón de la mora accipiendí), así lo ha reconocido el T.S. en sentencias de
10 de julio de 1.945 y 4 de diciembre de 1.985.
b) Como así establece el art. 542 L.E.C., una condena judicial o arbitral frente a
varios deudores solidarios, no podrá ejecutarse frente aquellos que no fueron parte en el
proceso, no obstante, la ejecución podrá efectuarse (por el total de la deuda, más intereses
y costas) frente a cualquiera de los deudores solidarios que aparecieran en el título.
Si estamos ante una sucesión, el sucesor del ejecutado estará legitimado pasi-
vamente y deberá de soportar las actividades ejecutivas (art. 540 L.E.C.).
De igual modo, podrá despacharse ejecución frente aquel, que sin figurar en el
título como deudor, deba responder personalmente de dicha deuda en virtud de dispo-
sición legal o afianzamiento acreditado en documento público (art. 538.2 L.E.C.).
Se podrá despachar ejecución, igualmente, frente a quien, sin figurar como
deudor, resulte ser el propietario de los bienes especialmente afectos al pago de la deuda.
Dicha ejecución se concretará, respecto de estas personas, a los bienes especialmente
afectos.
Por otro lado, el art. 544 L.E.C. determina que cuando en el título ejecutivo
apareciera como deudor un ente sin personalidad jurídica, con capacidad para ser parte y
que viniera actuando en el tráfico como sujeto de derecho diferenciado de sus socios o
gestores (ej. sociedad irregular, uniones sin personalidad) se podrá despachar ejecución
contra quienes hubieran actuado ante terceros en nombre de la entidad y sea socio,
miembro o gestor de la misma.
Si la ejecución se sigue por deudas de un cónyuge, de las que deba responder la
sociedad de gananciales o bienes comunes por insuficiencia de los privativos, no se
despachará ejecución contra la sociedad de gananciales, pero se le notificará al otro
cónyuge la ejecución o el embargo para que pueda oponerse a la ejecución (art. 541).
Como así determina el art. 543 L.E.C., cuando en el título ejecutivo aparezcan
como deudores uniones o agrupaciones de diferentes empresas o entidades, sólo podrá
despacharse ejecución directamente frente a sus socios, miembros o integrantes si, por
acuerdo de éstos o por disposición legal, respondieran solidariamente de los actos de la
unión o agrupación. Cuando la responsabilidad de los partícipes se hubiera establecido de
forma solidaria, habrá que acreditar la insolvencia de la unión o agrupación.
C) Postulación:
El sistema de postulación procesal en el proceso de ejecución se regula en el art.
539 L.E.C., siguiendo un régimen similar al previsto para el proceso de declaración, ello
determina que, como regla general, tanto el ejecutante como el ejecutado deberán de estar
dirigidos por letrado y representados por procurador.
Como excepción a dicha regla se establece los supuestos en que se trate de
ejecutar títulos judiciales, en cuyo caso será necesario hacerse asistir de profesionales de
derecho, en las funciones de representación y defensa, cuando en el proceso donde
hubiere recaído fuera también preceptiva la comparecencia por procurador y la asistencia
de abogado. Por ello, en la ejecución derivada de procesos monitorios sin oposición, se
exige la postulación profesional con carácter obligatorio solamente si la deuda fuera
superior a 150.000 pesetas.
No obstante, en el "nuevo juicio ejecutivo", en el resto de los procesos que se
consideran como de ejecución, derivados de títulos contractuales (como la escritura
pública o los contratos mercantiles) es preceptiva la asistencia y representación técnicas,
aunque la cuantía de la deuda sea inferior a 150.000 pesetas (pero siempre superior a
50.000 pesetas, summa executionis mínima del título exigida en el art. 520).
De igual modo, cuando se trate de ejecución de laudos arbitrales o de sentencias
extranjeras, cualquiera que fuera la cuantía, será preceptiva la asistencia y representación
técnicas.
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