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Ahora bien, el hombre, o mejor dicho, el mundo del hombre (dentro de los
cuales están el Estado y la sociedad) produce la religión, y aquí vemos una vez
a Marx despotricando contra ella, es realización fantástica, interpretación popular
general del mundo, no permite ver la verdadera realidad. Por ello sería mejor
hablar de una miseria religiosa que de la religión. Opio del pueblo, felicidad falsa,
mera ilusión. Olvida el señor Marx que esta palabra que remite a una realidad
concreta a la que tanto encono tiene no es meramente fantasía, ni mentira, ni
droga, sino un re-ligarse (palabra que nos viene del latín religare) con lo sagrado.
Siendo este último algo culturalmente aceptado o individualmente profesado.
Además, es evidente el sesgo cristiano de su apreciación. Más que cristiano
platónico, pues la verdadera realidad para el filósofo ateniense no era esta sino
la del Mundo de la Ideas. Sin embargo, Marx no deja de tener razón al darle un
carácter popular a la religión, Schopenhauer distinguiendo entre las necesidades
metafísicas de las personas nos diría lo mismo.
Continuando con Marx, vemos que ahora pasa a un plano más ejecutivo,
es decir de ejecución, nos dice que la Historia se preocupa por la verdad de acá,
mostrando una clara diferencia con el allá. Y vemos una vez más esa dualidad
de corte platónico, por no decir maniqueísta o zoroástrico. La filosofía para el
estudioso alemán indaga el aspecto profano, ya no más una crítica del cielo, sino
uno de la tierra, ya no religión ni teología, sino derecho y política. Especialmente
se detendrá en estos últimos aspectos. Para hablar más propiamente de ellos
pasará a explicar el statu quo Alemán.
ello es necesario, por ello hay lugar para una crítica al estado de derecho. Con
esto Marx nos recuerda a las palabras del evangelio que dicen “no vine a traer
paz sino guerra” pues crítica de la muchedumbre no es para tranquilizarla sino
para añadir consciencia de opresión.
En la historia alemana hay ejemplos que nos ilustran cómo es que la teoría
puede ser revolucionaria, para ello debemos recurrir, quizá a pesar del mismo
Marx a un ejemplo religioso: La reforma. Lutero se nos aparece implícitamente
en este pasado revolucionario. “Antes fue el monje, ahora el filósofo” esa parece
ser la consigna de Marx, quien admira las cualidades de Lutero y como dijimos
ve en lo que hizo un ejemplo a seguir, una convicción de que la teoría puede
llevarnos a la más encumbrada praxis.
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