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Las cuatro estaciones de Vivaldi – The Festive Orchestra of

London
St Martin in the Fields
Sábado 24 de marzo de 2018

El pasado mes de marzo tuve la maravillosa oportunidad de viajar a Londres y visitar la


famosa iglesia de St. Martin in the Fields. Su arquitectura y localización en Trafalgar
Square hace de este edificio e institución un lugar privilegiado. La iglesia que ocupada
el lugar donde ahora se encuentra St. Martin in the Fields fue derribada en 1721 y
sustituida por el edificio actual donde constantemente se hacen conciertos de música
culta. La Academia de St. Martin in the Fields, dirigida por el virtuoso violinista Joshua
Bell, es una de las mejores orquestas de cámara del mundo que ha realizado grabaciones
de álbumes como la banda sonora ganadora de un Oscar de la película Amadeus.

En esta ocasión The Festive Orchestra of London fue la protagonista de la noche


interpretando Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi, uno de los más grandes y
famosos compositores no sólo del periodo Barroco sino de toda la historia de la música.
Esta orquesta especializada en música de los siglos XVII y XVIII está dirigida por la
violinista Catherine Manson, músico que consta de una gran carrera interpretativa
habiendo tocado en lugares como el Carnegie Hall o la Ópera de Sydney. Tanto ella como
el resto de músicos demostraron una delicadeza y seguridad ejemplares a la hora de
interpretar el programa del sábado 24.

El edificio en el exterior se asemeja a un templo de la Antigua Grecia con un frontón


sostenido por columnas de orden corintio. Cuando entras en la capilla principal de la
iglesia lo primero que llama nuestra atención es la austeridad y sobriedad del interior
acorde con la estética neoclásica por la que se abogaba en los años de su construcción. El
tamaño reducido de la sala y la iluminación basada únicamente de velas permiten al
público adentrarse en una experiencia cálida que traspasa lo musical. La distribución del
espacio hace que aquellos sentados en las naves laterales tengan una visibilidad de la
orquesta muy baja pero gracias a las dimensiones del espacio la música es percibida por
todos los presentes en la sala. La primera parte del concierto consistió en cuatro obras
diferentes de gran reconocimiento de los mayores representantes del Barroco que
introduce al oyente en la sonoridad de la música de esta época, tan repleta de matices.

En primer lugar se interpretó el Concierto para dos violines en re menor de Johann


Sebastian Bach, con quien la música del Barroco llegó a su máximo esplendor. La belleza
y complejidad contrapuntística de esta pieza muestran el genio musical al cual dio rienda
suelta el compositor. Los dos violines, de similar importancia en la obra se diferencian ya
que es el primero de ellos quien introduce generalmente el nuevo material temático. Estas
transiciones y recursos que fueron interpretados con gran virtuosismo por los músicos
permitieron un disfrute completo y detallado de la riqueza musical de esta obra. La
segunda pieza interpretada fue el Divertimento de Salzburgo nº.3 en fa mayor de Mozart,
que a pesar de no ubicarse dentro del periodo Barroco al estudiar su música, sus primeras
composiciones muestran un claro recuerdo de la sonoridad de esta época. El célebre
Canon en re mayor de Johann Pachelbel fue la pieza posterior, interpretada con destreza
por los músicos que lograron emocionar al público, compuesta con maestría sobre un
sencillo ostinato de dos compases en la línea de bajo y su estructura de tema con
variaciones que recuerda a la sonoridad del pasacalle o la chacona. Por último, para
terminar de adentrarnos en el contexto de la música de Vivaldi interpretaron el Concierto
para dos violines en la menor del propio Vivaldi, que al contrario que la primera de las
obras, los dos violines no tienen un papel equitativo. Así, Miko Takahashi, el violín
primero, pudo mostrar todo su virtuosismo seguido del segundo violín interpretado por la
directora que sublima la melodía en el último movimiento. Estas obras nos permiten
diferenciar la sonoridad y el estilo del Barroco en Italia y Alemania y tras un breve
intermedio el concierto alcanzó su clímax con la interpretación de Las cuatro estaciones.

Las composiciones más conocidas de Vivaldi realmente son cuatro conciertos, el gran
género en el cual Vivaldi dio rienda suelta a su genio. Cada uno de ellos conformados por
tres movimientos son ejemplos tempranos de la música programática ya que toda la
composición está repleta de referencias a la naturaleza. Tomando esta referencia como
clave de la composición sabemos que Vivaldi tomó cuatro sonetos como base para el
desarrollo de los diferentes conciertos. Los tres movimientos de cada uno de ellos,
generalmente de carácter más rápido el primero y tercero, nos permitió viajar por
diferentes niveles, sintiendo las cuatro estaciones del año a través del oído. Es conocido
el recurso que aplicó Vivaldi es sus composiciones imitando a la naturaleza en su
sonoridad como el canto de los pájaros en la Primavera o el ruidoso viento del Invierno.

Finalmente, la interpretación del Invierno fue magistral, tempestuosa y frágil en aquellos


momentos más delicados. Fue la manera perfecta de poner punto final a un concierto de
grandes obras el periodo Barroco y el espectacular desenlace de la pieza provocó la
emoción y el aplauso de todo el público, conformado desde jóvenes y turistas a parejas
de ancianos que acuden con frecuencia a estos conciertos tan bien ejecutados y necesarios.
La localización del lugar, la belleza de su interior y el virtuosismo de los intérpretes hizo
de ésta una experiencia indescriptible y especial para escuchar obras tan célebres de
compositores como Bach, Pachelbel o Vivaldi.

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