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A. LA TEORÍA DE LA JUSTICIA
La equidad es, por tanto, la única forma en que las personas puedan ordenar sus relaciones
y constituir una comunidad política que exima y se contraponga a toda forma autoritaria y uso de la
fuerza. Porque la equidad es el tipo de relación en el que existe un reconocimiento compartido de
principios y reglas que definen una práctica y que establecen las respectivas cuotas de beneficios y
cargas entre personas libres que aceptan voluntariamente la legitimidad de tal reparto.
Como ya hemos dicho esto exige de seres racionales y desinteresados que estén dispuestos
a perseguir unos fines poniendo los medios para alcanzarlos y que sean capaces de actuar sin buscar
únicamente la satisfacción de sus intereses particulares, capaces de comprometerse y cooperar en
1
Para Rawls, el utilitarismo establece que cuando las instituciones más importantes de la sociedad están ordenadas de tal
modo que obtienen el mayor beneficio de todos los individuos pertenecientes a ella, entonces, la sociedad es correctamente
justa, el utilitarismo, entonces, termina por confundir el principio de utilidad con lo bueno y lo justo.
la elaboración de un ideal de justicia. Pero nuestro autor es consciente que este tipo de situación
en la práctica no existe. Será necesario que hagamos abstracción de nuestra realidad social en la
que sólo existen sociedades imperfectas y desordenadas y postular, un “estado originario”2 en el
que se den los requisitos para que los sujetos puedan elegir desinteresadamente.
Esta posición original busca que comprendamos mejor las condiciones de posibilidad de
toda forma de organización política y social en la que intervienen sujetos libres e iguales y adoptar
un tipo de justicia que consideramos mejor racionalmente. Este estado originario es una situación
hipotética en la que podemos situarnos en cualquier momento; basta con que razonemos conforme
a ciertas restricciones y con que sólo consideremos admisibles cierto tipo de razones.
Los individuos que participan de esta posición original se encuentran cubiertos por un “Velo
de Ignorancia”, ¿qué significa esto de velo de ignorancia? La imagen con la cual siempre
representamos a la justicia es de una señora con los ojos vendados, lo que nos da a entender el
sentido de imparcialidad de esta. Con la figura del velo de ignorancia, Rawls, quiere dar a entender
que aquellos que participan de esta forma de justicia ignoran todas sus respectivas posiciones de
ventaja o desventaja, su estatus social, la fortuna o la inteligencia que poseen, incluso el sexo o la
generación a la cual pertenecen. Si algo conoce, esto es algo tan vago e impreciso como la
naturaleza humana. Esta es la condición adecuada, nos dirá Rawls, para que los individuos tomen o
llegaran a tomar una decisión, con el sólo recurso a la racionalidad, sobre el tipo de sociedad en la
que quieren vivir.
Esto lleva a nuestro autor a formular los dos principios fundamentales de la justicia, las que
a su juicio, escogerían inevitablemente los seres que participan en la posición original. Estos son:
Estos dos principios en la práctica, nos llevan a formular otros tres principios fundamentales
de toda teoría de la justicia, a saber:
1. El principio de la libertad.
Desde mi perspectiva este último principio es el más interesante de todos ya que permite
mejorar la calidad de vida de las personas menos aventajadas siempre y cuando no se empeore el
de los demás. Sin embargo, creo que es preciso hacer notar que este principio de diferencia sólo
puede realizarse si se cumplen los dos primeros.
2 Este estado originario es una reproducción actual del denominado estado de Naturaleza.
El principio de diferencia viene a ocupar aquí el lugar que en la triada tradicional de las
sociedades modernas, nacidas de la revolución francesa, ocupa el concepto de fraternidad. Esta
última en opinión de Rawls, no es un concepto político pues depende de la estima personal de los
sujetos y no adquiere validez normativa. Si lo tiene la idea de solidaridad que se presenta como una
atención a los más desfavorecidos, como un trato igualitario que debe existir entre los sujetos.
Por otro lado, al establecer que los individuos que participan de este estado originario
tengan algunas mínimas nociones de economía, política y sociología para implementar ciertas
normas también requiere de ciertas dudas ¿qué pasa si aquellos que recurren a la posición original
imponen su forma de pensar, sus valores, sus estructuras mentales y políticas, incluso sus ideales
de sociedad que no compaginan con aquellos que desean representar? ¿No es de la experiencia que
los partidos políticos – quienes nos eligen nuestros representantes – no se mueven por intereses
que no sean aquellos de los propios partidos y muy lejanos a la gente?
La propuesta de nuestro autor de proponer una concepción de Justicia como equidad nos
parece que carece de sentido metafísico al enunciarla sólo como imparcialidad. Desde nuestra
lectura la justicia, como ya la definía Ulpiano, viene a ser una voluntad constante de empeñarse por
dar a cada cual lo suyo. Y cuando decimos dar a cada cual lo suyo estamos asintiendo que existe un
sujeto a quien se le adeuda algo y del cual es exigible se le otorgue. Esta actitud implica parcialidad,
es decir, implica ponerse en el lugar de aquel a quien se le debe. Justo es aquel que actúa de tal
manera que el otro viva. Esto significa promover la vida, defender la vida amenazada, impedir la
acción injusta de quien atenta contra la vida. Desde una lectura cristiana diremos que Dios es justo,
porque nos da la vida, nos llama a ella, se juega porque sigamos viviendo, y también porque defiende
al débil, quién sufre la disminución de la vida.
Con Paul Ricoeur podemos aceptar que la entrada al universo de lo injusto y de lo justo está
marcada por la experiencia de la indignación que nos mueve a exclamar, ante determinadas
situaciones, “esto es injusto”. ¿Qué cosas nos indignan? Podemos recordar, señala el mismo
Ricoeur, las distribuciones desiguales que consideramos inaceptables, las promesas incumplidas
(que nos quitaron la confianza inocente en las palabras, las que, por lo demás, reposan todas las
relaciones, todos los pactos), los castigos desproporcionados.
Por otro lado, nos parece que supeditar la libertad como norma para vivir la solidaridad
suprime la riqueza misma de la solidaridad. Desde el punto de vista jurídico, - una de las fuentes de
la etimología de la palabra solidaridad, - podemos determinar que la palabra in solidum se refiere
a las responsabilidades contraídas por cada uno de los sujetos coimplicados en un contrato. Para el
Derecho Romano una obligación es solidaria cuando hay indivisibilidad en el uso de un bien junto
con la pluralidad de sujetos. Por ejemplo, cuando se hace uso del término “deudores solidarios”,
cada uno de ellos se obliga a pagar la totalidad de la deuda, en caso de que alguno no lo haga. La
solidaridad como obligación in solidum, es decir, como algo que se adeuda y como virtud, requiere
de darnos cuenta de la existencia del otro negado, del otro explotado, del otro con quien, por
imperativo moral, debo promover. Generalmente a ese otro negado le es negada su libertad. ¿No
será que debamos primero tomar conciencia de su realidad y luego en actitud de solidaridad, luchar
por su liberación?